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Julián Bedoya: El reino de Dios está en nosotros, el reino de Dios está cerca, ¿ya llegó el reino de Dios?

Sábado, 4 de julio de 2020

gente-por-calle-luzNos encontramos con un mundo que está aunado entre problemas que se han vuelto misterios y; misterios que se han vuelto problemas. Un mundo que ante la presencia de fenómenos que atañan sus realidades últimas, también personas da algunas especulaciones tratando de resolver, dando algunas nociones y mociones sobre el fin de los diversos fenómenos que se propagan y que salen a flote sin ser esperados. Hay personas que aprovechan estos tiempos de incertidumbre para generar miedo, temor a la gente con el fin de poder dominar, persuadir y a veces hasta manipular… Es entendible. Algunos lo hacen porque quieren sacar una ventaja, otros lo hacen porque es una manera como expresan sus miedos ante algo des conocible.

Hay que iluminar cada acontecimiento circunstancial desde el evangelio y la persona de Jesús. La experiencia de la muerte es siempre secundaria. De manera primaria experimentamos la vida y el amor a la vida, y sólo después experimentamos la pérdida de la vida y de las personas a quienes amamos. Sabemos que Dios en Jesús ha vencido la muerte con su resurrección y, Cristo resucitado no se revela como dador de ley o de una justicia de retribuirle mal a la humanidad, sino como el dador de vida, el salmo 103 en el versículo 10 nos dice: que Dios no nos trata como merece nuestros pecados. Compaginando esto con el salmo 50 que dice: misericordia quiero y no sacrificios, Dios en Jesús se nos manifiesta como misericordia – amor encarnado a la humanidad por tal razón afirma Karl Rahner “Dios, qué bueno que te revelaste en Jesús; porque en Jesús nos fascinas y ya no nos puedes hacer temblar”.

Jesús de Nazaret es el vocero del reino de Dios, el reino se entiende como la soberanía de Dios sobre toda la creación, no es similar, ni parecido al reinado de los poderes terrenales: no son los milagros los que hacen mesías a Jesús sino la liberación y sanación que sus signos ofrecen en nombre de Dios (Mt 4,4; Dt 8,3). No es la construcción de un Reino poderoso lo que orienta la vida de Jesús, sino el hacer visible el amor gratuito de Dios que reconstruye lo que estaba perdido (Mt 4, 7; Dt 6,16). No todo vale cuando se habla de Dios, no toda forma de creer es digna de Dios, solo la Palabra de la cruz (1 Cor 1, 17-31) balbucea la fe en el Abba de Jesús, locura y necedad para quienes esperan milagros o sabiduría donde solo puede haber amor y perdón (Mt 4,10; Dt 6, 13). Cuando el mundo ofrece “ojo por ojo, diente por diente” Jesús ofrece “amar a los enemigos” (Mt 5,38 – 43); cuando el mundo ofrece “espada” Jesús “se ofrece; ofrece la paz” (Jn 18,10 -11) Jesús expresa todo, porque Él es la palabra de Dios. Ante los cuadros de sufrimiento muchos preguntan Dios ¿Dónde estás?

Dios no se antepone ante la libertad de cada uno de sus creaturas; sin embargo las creaturas no pueden exigir el resultado de los actos más cuando se entromete en la libertad de otro u otros, sabemos bien, que si Dios impide las acciones libres de las personas no sería Dios, porque tendría que eliminarnos, puesto que somos imperfectos y por ello tendemos al mal, no obstante Dios no nos hizo seres malos. Por tal motivo Dios tampoco impide que las cosas ocurran. Hoy la madre tierra y los pobres más que nunca gritan y se alborotan que aparecen bajo el fenómeno del descuido, de la indiferencia y del abandono, por la falta de cuidado. Hay un descuido y una indiferencia manifestada por el destino de los pobres y marginados de la humanidad, castigados por el hambre, sobreviviendo a miles de enfermedades antes erradicadas y que vuelven a la actualidad con mayor virulencia, hay un descuido e indiferencia en cuanto a la protección de la casa común, el planeta. Se envenenan los bosques, se exterminan especies de seres vivos; de ahí que la tierra tenga que recurrir a catástrofes para hacer sentir a la humanidad cuando dolor, agobio genera el comportamiento del descuido y que los pobres tengan que asumir muchas veces algunos métodos para sobrevivir que son generados por la indiferencia. Necesitamos volver la mirada al mundo e intentar responder a aquellas cuestiones cruciales que los seres humanos encuentran justo en el centro de la existencia… Exiliar a Dios y al prójimo del horizonte de la economía para perseguir egoísmo e individualismo; como diría Leonardo Boff es importante que el ser humano tenga presente los fundamentos y los pre-supuestos de Jesús para dar solución y recuperación del modo de ser cuidado: ternura vital, caricia esencial, amabilidad fundamental, convivencia necesaria y compasión radical.

Ante lo desconocido y el peligro, el hombre acude a Dios y muchas veces el hombre al actuar no cuenta con Dios, ni lo tiene presente. “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt 3,2) esta palabras de Jesús a muchos deja consternados, hago objeción de esto para decir que, cuando se habla de arrepentirse no hace alarde a la penitencia sino cambiar de opinión, rectificar y de ahí, cambiar de mentalidad. Si cambias de mentalidad, cambiarás de rumbo, el reino de Dios inicia con Jesús y Él lo deja abierto porque quiere que la humanidad se adapte a las propuestas de su vida pública (parábolas y milagros). Los griegos ya antes habían dicho que el mundo es eterno: que no tiene principio, ni tiene fin. En Jesús se trasluce este drama, esta idea y lo ha comunicado “nadie sabe el día ni la hora” (Mt 24,36) por lo que ningún nos debe generar miedo, temor, ni temblor frente a especulaciones, tampoco se sabe cómo va a hacer: si universal o personal, puesto que, se podría pensar que el fin del tiempo es para todos que iremos a morir en un instante o para cada uno que cuando muere es su fin, mas lo demás continúan su existencia. De Jesús aprendemos a no temerle a la muerte porque Él la ha vencido, Martin Descalzo nos dice que “morir es una hoguera fugitiva. Es cruzar una puerta a la deriva, y encontrar lo que tanto se buscaba”. No temamos vivir el reino de Dios, anunciar el reino de Dios, buscar el reino de Dios, porque es con lo que Jesús nos instruyo.

Julián Bedoya Cardona

Fuente Fe Adulta

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