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25. 08.19. Domingo 21. Tiempo ordinario. Ciclo C. Lc 13, 22-30. “¿Cuántos se salvan? Entrad por la puerta estrecha”

Domingo, 25 de agosto de 2019

hqdefaultDel blog de Xabier Pikaza:

El evangelio de Lucas recoge, en el contexto de la gran subida a Jerusalén, iniciada en 10, 51, una serie de dichos relacionados con la salvación. El texto ha sido retocado por el mismo Lucas, con materiales que provienen de la tradición del Documento Q (recogidos por Mateo en otro contexto: Mt 7, 13-14. 21-23). Tratan de la salvación, entendida en sentido fuerte y así quiero comentarlos hoy, de un modo sencillo, aplicándolos a nuestra situación social y eclesial. Queda en cursiva el texto de Lucas; el resto es comentario mío.

En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando.

 Ésta es la enseñanza del “camino”. La vida de Jesús, igual que nuestra vida, es un ascenso mesiánico.La meta es Jerusalén: el cumplimiento de las profecías, el lugar de la esperanza final. Así, mientras vamos de camino, acompañando con Jesús, van surgiendo las preguntas. Sólo en este contexto se entienden

Uno le preguntó: “Señor, ¿serán pocos los que se salven?”

             Da la impresión de que esa pregunta viene de un curioso que quiere saber por saber No es ¿voy a salvarme?, sino ¿se salvarán muchos? Es una pregunta  de gentes que se sitúan como desde fuera, una pregunta que se sitúa  en el ámbito de una Iglesia helenista, que ya no espera la llegada del Reino de Dios (como anunciaba Jesús), sino un tipo de salvación final, después de la historia.

Es la pregunta de alguien que está ya preocupado por el “número” de los que se salvan y así se lo pregunta a Jesús, a quien llama Kyrios, Señor divino. Él tiene que saberlo todo; tendrá que responder. Es una pregunta que, quizá, podría plantearse de otras formas:

¿tiene salida este mundo concreto que vamos haciendo y deshaciendo, un mundo amenazado por la bomba atómica y ecológica, por la gran violencia?¿cuántos podrán sobrevivir al gran desastre atómico?

¿cuántos hombres y mujeres podrán subsistir si sigue este tipo del capitalismo y de interés político de algunos… mientras mueran cada día miles y miles por hambre, en los mares de los barcos a la deriva mientras otro pasan a su lado en grandes cruceros de lujo?

68319315_1295231860654003_5093748303007318016_oJesús les dijo: Esforzaos en entrar por la puerta estrecha.

             Lógicamente, Jesús no responde de manera directa a la pregunta. No dice si el 10%, si el 50% o si el conjunto de los hombres y mujeres. La pregunta del curioso no puede responderse de esa forma.

Él ha preguntado en nombre de muchos que parecen mirar desde fuera.Jesús le (les) responde: ¡Vamos, poneos en marcha…, no preguntéis por el número, “esforzaos”.

La respuesta por el número no puede darla él, ni siquiera Dios; tenemos que darla nosotros, con nuestro “esfuerzo” (en griego “agonía”, de agón, lucha) por la salvación.

 En ese contexto alude al tema de la “puerta estrecha, aunque no lo desarrolla, como hace Mt 7, 13-14 con la alegoría de las dos puertas (de los dos caminos): una estrecha, otra ancha, una difícil otra fácil…

   Los que están de verdad en dificultad no son sólo los otros, aquellos a quienes no dejamos pasar entre las mallas de nuestra murallas de nuestras fronteras… Queremos cerrar el paso a los otros, y nos cerramos el paso a nosotros mismos.

Jesús habla de una “puerta estrecha”. El tema es conocido en otros contextos. Viene en muchos libros… Ésta es la puerta de la humanidad futura: si vamos por la puerta fácil de muchos… podremos perdernos.El camino implica un tipo de “selección”, un tipo de compromiso. Para aquellos que pueden escuchar (para aquellos que tienen la oportunidad de recibir el mensaje de Jesús) es necesario el esfuerzo, la agonía de la puerta estrecha, la puerta de la decisión de cada uno.

Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo: “Señor, ábrenos”; y él os replicará: “No sé quiénes sois.”

f0132545            El evangelio nos sitúa ahora ante el tema de la casa inaccesible, de la puerta que se cierra (tema que Mt 25, 10-12 ha desarrollado con la alegoría de las vírgenes prudentes y las necias). Ha dicho antes que hay que esforzarse, pero ahora descubrimos que no basta el esfuerzo, pues habrá algunos que querrán e intentarán y no podrán, aunque vengan gritando: ¡Señor ábrenos!

En otro contexto ha dicho el mismo Jesús de Lucas que “a todo el que llama se le abrirá” (cf. Lc 11, 10). Aquí, en cambio, hay algunos que intentan, que llaman, que gritan y que, sin embargo, quedan fueran. Evidentemente, tienen que ser unas personas muy peculiares, personas que han equivocado el estilo de Jesús, personas que han rechazado de una forma radical su oportunidad. Dicen ¡Señor!, pero el Señor no les conoce.

Estamos, sin duda, ante personas que han querido manipular del evangelio, ante unos hombres y mujeres que conocen teología, que saben decir “Señor”, pero que utilizan el Mensaje del Reino para provecho propio, quedando así fuera del “conocimiento” de Jesús.

Éstos no son los “cojos-mancos-ciegos” a los que Jesús ha ofrecido su palabra, no son tampoco los pecadores que de alguna forma aguardan la salvación, ni los pobres que esperan el pan y la palabra… No son los millones y millones que sufren y buscan…

Jesús habla aquí para la buena Iglesia…. (para la Iglesia que se siente buena… pero no obra bien). Estos que dicen “Señor, Señor”, sin ser “conocidos por Jesús”, son, sin duda, unas personas que están desfigurando el Evangelio, para provecho propio, en contra del mismo Jesús, personas que no abren el camino para los demás.

Entonces comenzaréis a decir. “Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas.” Pero él os replicará: “No sé quiénes sois. Alejaos de mí, obradores de injusticia.”

             Estas palabras aparecen también en Mt 7, 22-23, pero de un modo todavía más intenso, más doliente. Los que protestan ante el Señor, presentando sus credenciales y derechos, son líderes de las comunidades, personas que han profetizado en su nombre, que han hecho exorcismos y curaciones…

Lucas acentúa menos ese rasgo de liderazgo, pero destaca el de la “cercanía”. Los que protestan, sintiéndose excluidos, son personas que han comido y bebido con Jesús, que han escuchado su palabra en las plazas… Son los cristianos oficiales, los que piensan tener unos derechos mayores que los otros, los que apelan a “recomendaciones” de diverso tipo… Son aquellos que, en el fondo, han entendido la salvación como un “negocio” que puede resolverse con gestos externos y recomendaciones.

Ellos, los que se sienten el centro de la Iglesia, los que dicen conocer a Jesús (¡como si fueran sus parientes de siempre!) son los que reciben la respuesta más dura: ¡no os conozco…!

Ésta es en el fondo la respuesta de Mt 25, 31-46: «Alejaos de mí, nos os conozco, obradores de injusticia». Ciertas traducciones ponen “malvados”, pero ellas resultan menos fieles al original griego que dice “ergatai adikias” (obradores de injusticia). La justicia de Dios, como sabe Mt 25,31-46, “dar de comer al hambriento, acoge al extranjero, vestir al desnudo, visitar al encarcelado”. Los que cumplen la justicia son los que “conocen al Señor” (como sabe todo el Antiguo Testamento).

Por eso, la cuestión no está en saber sin son muchos o pocos los que se salvan, sino en decidirme (decidirnos) a cumplir la “dikê”, la verdadera justicia, que consiste en acompañar y ayudar a los hombres.

Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.

             Son palabras dirigidas ahora a nosotros, en el centro de la Iglesia, los que decimos tener los derechos: Será el llanto, cuando veáis…Jesús nos advierte Esta palabra final, recogida también en Mt 8, 11-12, nos sitúa ante uno de los grandes misterios y promesas del evangelio. Puede dividirse en tres afirmaciones o presupuestos.

camino-a-los-yungas-500x376(a) La condena es quedar fuera, en el espacio frío, entre el llanto del fracaso (falta de amor) y el miedo frío (rechinar de dientes). No se dice si son muchos o pocos los que quedan condenados, no se habla de demonios. Simplemente se habla de una “posibilidad” para vosotros (es decir, para aquellos que parecían hallarse más cerca de la salvación).

(b) La salvación se identifica con el Reino y el Reino con una mesa de comida abundante y de presencia feliz, con los patriarcas. El Reino es compañía, plenitud de una historia que había comenzado precisamente con Abraham y los otros patriarcas.

(c) Y vendrán de oriente y occidente, de norte y sur… Ésta es una promesa clave de la Biblia Israelita: la peregrinación de los pueblos que vienen a Sión, que entran por las puertas abiertas de la Nueva Ciudad de la dicha (como en Ap 21-22). Frete a los “cercanos” (que habían comido y bebido con Jesús…, pero sin conocerle) se elevan ahora los “lejanos”, gentes de toda tribu y nación…, que sin grandes palabras sobre Dios o sobre la religión, han cumplido la justicia y así vienen a sentarse a la mesa del Reino.

Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos.

            Termina el texto con este “refrán” que traza la inversión del Reino, su gran paradoja.

(a) Hay muchos “primeros” que en realidad son últimos. Primeros son los que han “profetizado con Jesús”, los que han dicho que han comido con él, muchos de aquellos que han ido (¿hemos ido?) por la vida presumiendo de “parientes del Cristo”, como si pudiéramos utilizar su nombre, tomándolo como patente de corso para vivir de un modo egoísta, sin justicia, oprimiendo a los demás. Hemos tenido muchas palabras (¡Señor, Señor!), muchas certezas orgullosas; pero poco amor activo.

(b) Hay muchos últimos que serán primeros… Últimos son miles y millones de personas de todas las razas y religiones que han vivido en camino de justicia. No han dicho ¡Señor, Señor! (no han sido ni siquiera cristianos anónimos), pero han sido hombres y mujeres en búsqueda de amor y de justicia. Ellos están en camino de Reino.

Conclusión.

El texto es evasivo, no responde a la pregunta: Al final, seguimos sin saber cuántos se salvan; a Jesús, a Jesús no le importan las matemáticas.

            El texto es amenazador: nos sitúa ante el camino del amor, entendido en forma de justicia, por encima del camino de las palabras y de las pretensiones de conocimiento de Jesús. Así nos dice: no os preocupéis por el número, ni por las apariencias, preocupaos por el amor justo. Para vosotros, la puerta es estrecha, tenéis que esforzaros y cambiar.

            El texto es esperanzado. Allí donde parece que nosotros (los primeros, los de casa) cerramos la puerta y no entramos… se abren todas las puertas, de norte y sur, de oriente y occidente, para miles y millones de personas que están haciendo el camino de Abraham y de los patriarcas, sin formar parte de la Iglesia. Ellos serán la salvación del mundo.

            Entonces ¿para qué vale la Iglesia? Para mucho, para muchísimo: Para conocer esta palabra y transmitirla, para convertirse… y dejarse convertir por las gentes que vienen, de todos las direcciones de la tierra, hacia el Reino de Dios en Jesucristo.

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