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27 V 18. Fiesta de Dios Trinidad: Él es todo, pues no tiene nada.

Domingo, 27 de mayo de 2018

13000073_985333594895584_3695471920749605797_nDel blog de Xabier Pikaza:

Se celebra el próximo 27 la Fiesta de la Trinidad, día del Dios cristiano, celebración de todos: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Más de una vez he tratado del tema en ese blog: he sido Catedrático de Teología Trinitaria en la Universidad Pontificia de Salamanca, he publicado varios libros de reflexión teológica sobre el misterio de Dios… año tras año vengo ofreciendo una reflexión en la revista de mis amigos trinitarios: Trinidad y Liberación (http://www.secretariadotrinitario.org/revistas/).

En ese contexto, quiero ofrecer una “semblanza trinitaria”, para compartir el gozo de la fiesta, celebrando el “cumpleaños” de Dios.

Feliz día de la Trinidad a todos los que se alegran este día, sabiendo y sintiendo que Dios es Trinidad.

Feliz día, en especial, a mis amigos Trinitarios y Trinitarias (del convento de Suesa, Cantabria, es la imagen: Una trinidad “perijorética”, de baile de Dios, que es amiga-amigas, en danza de vida abierta a todos los quieran/amen y vengan. Buen día.

Principio: Dios se llena al vaciarse

Trinidad es ser/vivir en libertad y comunión, siendo cada uno perfecto en sí mismo, recibiendo y dando lo que es y lo que tiene. Trinidad es, según eso, amor de Padre/Hijo (dar y recibir), siendo amor compartido/enamorado (Espíritu Santo).

33223719_984377448406114_2380093643617730560_nDios es por tanto amor enamorado donde el Padre y el Hijo (dar y recibir) son de tal manera en comunión que puede y debe confesarse, con San Juan de la Cruz, que ellos son un Amante y un Amado, en el Amor que es el Espíritu. Ésta no es una opinión más, una verdad entre otras, sino la verdad cristiana, el descubrimiento emocionado de la realidad de Dios, el principio de toda redención.

Algunos pensadores (judíos cabalistas) dijeron antaño que Dios se retira y encoge, para que así pueda surgir el ser humano, y eso es, sin duda muy cierto, pues si Dios lo ocupara y lo llenara todo no habría espacio para el ser humano (como algunos hombres hacen, cuando quieren tomar todo el espacio, esclavizando así a los otros). Dios lo tiene todo, sin tener en exclusiva nada, sin apoderarse de ninguna cosa, sino dándolo todo (como el Padre da al Hijo, y viceversa) y compartiéndolo todo (como los enamorados: Espíritu Santo).

Así podemos decir que Dios lo tiene todo no teniendo nada, que es la suma riqueza siendo la pobreza absoluta (el ser y la nada), como dijeron de forma provocativa algunos místicos, en la línea del Maestro Eckhart. Eso significa que, adentrándose en su amor enamorado y dando todo (hasta quedar vacío de sí mismo), Dios no se vacía, sino que se llena y se abre en comunión, para dar y compartir todo lo que es y lo que tiene, redimiendo y elevando de esa forma a los que no tienen nada.

Aplicación: el ser humano sólo tiene lo que da

Esto nos permite superar un tipo de ontología de la sustancia (del ser que se cierra en sí, queriendo volverse absoluto), para pensar y presentar a Dios (y al ser humano) como regalo y relación de amor, como aquel que sólo existe y se mantiene en la medida que se entrega y relaciona, desde y con los otros, vinculando de esa forma riqueza y pobreza suma, ser y hacerse, Trinidad y Redención.

Sólo al interior de ese Dios enamorado que “es” al darse (es Padre e Hijo, en el Espíritu común) podemos afirmar que el ser humano es amor redentor, pues no existe encerrándose en sí mismo, para así gozar a solas de su propia realidad, sino sólo dando y compartiendo lo que tiene con los otros, para que ellos sean y vivan en libertad.

Más que animal racional o soledad originaria (como algunos han dicho), el ser humano sólo existe en verdad siendo regalo de amor, de manera que sólo tiene (conserva) aquello que da y pierde, al entregarse a los demás, en gesto enamorado de creación y vida compartida.

El hombre sólo existe de verdad superando el nivel de la naturaleza (que quiere cerrarse en sí misma), en la medida en que se entrega o regala a los otros (a los más pobres, a los “cautivos”), para así “redimirles”, haciendo de esa forma ellos sean. Por eso, el hombre sólo es fuerte haciéndose frágil, pues quien quiera “ganar” su propia vida la perderá, y sólo quien la pierda, dándola a los otros, en gesto redentor, puede ganarla.

El ser humano se define por tanto como amor “redentor”, pues le han regalado la vida (no existe por sí mismo) y sólo puede tenerla al regalarla, de manera que nadie se la puede quitar (pues él mismo la entrega). Así pasamos de la “ontología de la sustancia”, propia de modelo social en el que Dios sería un “egoísmo absoluto” (ser cerrado en sí misma), a la metafísica redentora, donde Dios “existe” (es plenitud de ser, es Padre) al entregarse plenamente al Hijo (y en el Hijo a todos los seres humano).

No hay primero persona y después redención

Padre e Hijo son personas dándose uno a otro toda la substancia, compartiendo todo lo que son y lo que tienen, en diálogo de amor (Espíritu Santo). En esa línea, el hombres no puede comenzar hablando de sí mismo (pienso luego existo), pues sólo pienso y soy en la medida en que entrego y comparto la vida con los otros, en amor creador y redentor.

No hay primero ser y después amor al otro, pues sólo redimiendo al otro soy yo mismo. ) De esa forma, siendo en Dios (que es amor redentor), también nosotros, los seres humanos, sólo podemos existir en la medida en nos damos a los otros, haciendo que los otros (los más pobres, los cautivos) sean. Todo lo que tenemos lo hemos recibido de otros y sólo podemos conservarlo en la pues medida en que lo damos en gesto redentor, para que los otros sean. Hemos sido creados a imagen de la Trinidad, y sólo podemos existir, como Jesús, Hijo de Dios, dando gracias al Padre por aquello que hemos recibido y compartiéndolo con otros, hasta la Cruz, en amor redentor.

Una Iglesia trinitaria, redentora

La iglesia (comunión de los cristianos) es presencia trinitaria, no por algo que se le añada, sino por ser simplemente iglesia, comunicación de amor y libertad, no de conocimientos, sino de personas, no de informaciones, sino de experiencias, en gesto de amor redentor.

El sistema (económico, político, militar) tiende a establecer una comunicación impositiva, sobre las personas, pues estrictamente hablando, no necesita personas, sino engranajes de producción, de poder o violencia que mantengan su estructura. En contra de eso, la iglesia es comunicación liberadora: cada hombre (niño o mayor, mujer o varón) nace en ella como Hijo de Dios, recibiendo su vida, y sólo la tiene (se tiene a sí mismo, es persona) entregando y compartiendo su ser con otros, en gesto redentor.

El sistema necesita cubrir huecos o ausencias con piezas: no busca ni quiere sujetos. La iglesia, en cambio, quiere personas: quiere que los hombres sean presencia trinitaria: padres, hijos, comunión de amor, en línea de redención. Muchos piensan que la iglesia está dejando de existir en occidente, a consecuencia de la muerte del entorno sagrado y de la vejez de sus instituciones. Pues bien, en contra de eso, quiero afirmar que nuestro tiempo (a principios del siglo XXI) es tiempo bueno para que la Iglesia eleve su palabra y su experiencia de Dios, que es camino de amor, entrega apasionada, enamorada, de manera que cada persona exista y culmine en sí misma saliendo de sí misma hacia las otras personas (siendo en ellas), de manera redentora.

No hay dos leyes o formas de ser: una de potencia (Dios), otra de sometimiento (los hombres). Dios existe en sí, siendo proceso de amor, presencia redentora. En esa línea debemos añadir que también los hombres y mujeres somos (existimos, nos movemos y vivimos) en la medida en que recibir por amor la vida y por amor la entregamos a los necesitados de vida y amor, a fin de que ellos sean, y seamos todos, en gesto de amor redentor.

(He reflexionado sobre este tema en Amor de Hombre, Dios enamorado. San Juan de la Cruz , Desclée de Brouwer, Bilbao 2004, 357-358; he ofrecido los textos trinitarios más importantes en el Enquiridion, que aparece como imagen 2. La imagen 1 está tomada de la Iglesia de las Trinitarias de Suesa, Cantabria, a quienes desde aquí felicito)
).

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