En Brasil aumenta de manera alarmante cifra de crímenes de odio contra personas LGBTIQ
El estado con mayor número de víctimas fue Sao Paulo, el más poblado de Brasil, con 49 asesinatos, seguido de Bahía (32), Río de Janeiro (30) y Amazonas (28).
El colectivo integrado por personas Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transexuales, Intersexuales, Queers y más (LGBTIQ+) ha visto vulnerados sus derechos en los últimos años en esta nación ante el incremento de la violencia por razones de orientación sexual, identidad y/o expresión de género.
Según datos publicados por la Organización No Gubernamental Grupo Gay de Bahía (GGB), entre los años 2016 y 2017, el número de asesinato de miembros de la comunidad LGBTIQ+ se incrementó en 30 por ciento. De acuerdo a los casos registrados en un año se pasó de 343 a 445 muertes, lo que equivale a más de un caso por día.
Otro dato alarmante dado a conocer por GGB, es que en menos de 20 años se ha cuatriplicado el número de caso, ya que en el año 2000 se reportaron 130 asesinatos.
El Grupo Gay de Bahía denuncia la falta de estadísticas oficiales que puedan orientar políticas públicas para frenar la violencia homofóbica. Sus estudios los realizan a partir de noticias publicadas en los medios de comunicación y en las redes sociales, así como de las informaciones que suministran otras organizaciones no gubernamentales.
De acuerdo a la segmentación realizada por esta ONG, el 44,6 % de las víctimas del año 2017 fueron gays; el 43,9 % transgénero (un segmento que en 2016 era el 37 %); el 9,7 % lesbianas y el 1,3 % bisexuales. Entre tanto, reportes periodísticos informan que en actualmente en Brasil las expectativas de vida de una persona trans es de 35 años.
Brasil, donde existe una comunidad LGBTIQ estimada en 20 millones de habitantes, lidera el ranking en América de ser el país donde más se producen asesinatos contra miembros de este colectivo.
Brasil: 277 personas LGTB asesinadas entre enero y septiembre de 2017
La homosexualidad existe en Brasil incluso antes de la llegada de los europeos, siendo además el primer país de América en despenalizar los actos homosexuales. Sin embargo, los prejuicios y la discriminación parecen haber resurgido desde las últimas décadas del siglo XX.
Esta semana un nuevo caso de crimen de odio sacudió al gigante suramericano al confirmarse el asesinato de Matheus /a Passareli, estudiante de 21 años de edad, activista del colectivo LGBTI, quien se autopercibía como “no binario”, es decir, se identificaba tanto del género femenino como masculino. Según los primeros reportes policiales se presume que su asesinato fue motivado por la homofobia, una epidemia que se expande por Brasil.
En Brasil se producía uno de los asesinatos más terribles y desgarradores contra una persona transexual, Dandara dos Santos, de 42 años de edad, cuyos agresores han sido ya condenados.
Precisamente en marzo nos hacíamos eco del asesinato de la concejala de Río de Janeiro Marielle Franco, afrodescendiente, abiertamente bisexual, feminista y activista en favor de los derechos humanos. Su lucha en contra de la militarización del estado de Río de Janeiro, impuesta por el gobierno del presidente Michel Temer, y su enérgica batalla a favor de los derechos de las clases más desposeídas fue silenciada por las balas que entraron al vehículo que la transportaba al salir de un evento pro feminista. Y aunque su condición de mujer bisexual quizá no fuese en este caso el factor determinante del asesinato, no puede dejar de tenerse en cuenta que Brasil sufre las consecuencias de una brutal LGTBfobia. Según datos del Grupo Gay de Bahía, entre enero y septiembre de 2017 un total de 277 personas LGTBQ fueron víctimas de homicidio en ese país, la cifra más alta desde que este colectivo comenzó hace ya más de tres décadas a hacer este recuento.
Un deterioro al que también nos hemos referido en fechas recientes al recoger tanto el episodio de acoso que sufrió Judith Butler en una visita al país para participar en un debate universitario como la decisión de un juez federal contra la orden del Consejo Federal de Psicología (el organismo que regula el ejercicio de esta actividad profesional en Brasil) que prohibía desde hace años las “terapias” reparadoras de la homosexualidad.
No debe perderse de vista el papel que la pujanza de los grupos evangélicos está jugando. A finales de 2016, en las mismas elecciones en las que Marielle Franco conseguía su acta de concejal de Río de Janeiro, Marcelo Crivella, un obispo evangélico con historial homófobo, se hacía con la alcaldía de Río de Janeiro. Y en estos momentos Jair Bolsonaro, un homófobo recalcitrante que pese a ser católico defiende sin tapujos la agenda conservadora del frente parlamentario evangélico (transversal a diversos partidos políticos) ha conseguido colocarse entre los favoritos para hacerse con la presidencia del país en las elecciones que tendrán lugar en octubre de este año. Unas elecciones que tienen lugar, recordemos, después de un periodo de profunda regresión política tras la polémica destitución de Dilma Rousseff y su sustitución por el conservador Michel Temer, vinculado a varios casos de corrupción.
Sin embargo, miles de personas se manifestaban en septiembre del pasado año en Sao Paulo contra la sentencia del juez Waldemar Claudio de Carvalho, mediante la que autoriza la aplicación de terapias de conversión, siempre que se realicen de manera privada y reservada y sin hacer publicidad de ellas.
«Es un discurso que destruye la solidaridad e iguala a las personas LGBT con los animales (…). Los programas de televisión vinculados a iglesias evangélicas a menudo comparan la homosexualidad con el diablo», afirma Luiz Mott, antropólogo y presidente del Grupo Gay de Bahia, convencido de que el incremento de la violencia hacia las personas homosexuales, bisexuales y transexuales, se debe en gran medida la influencia de los políticos ultraconservadores, vinculados en su mayor parte al caucus evangélico del país. «En la última década, Brasil buscó producir políticas que pudieran proteger a grupos vulnerables como gays y personas trans, pero fracasaron en su mayoría, debido a la falta de inversión o cambio en la visión de la política», declara Jurema Werneck, director ejecutivo de Amnistía Internacional Brasil.
Fuente Universogay/Cristianos Gays
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