Del blog de Xabier Pikaza:
Dom 1 Adviento, ciclo B. Mc 13, 33-36.Ha terminado litúrgicamente el año del Señor, con la llamada a juicio de Mt 25, 31-46. Hoy empieza el nuevo año del Señor, con sus cuatro domingos de preparación (Adviento).
Ésta es la hora de la promesa, como indicará esta meditación de Advientocon la palabra de llamada y esperanza: Despertaos:
− Una Palabra de Dios (y de aquellos que nos han llamado a esta vida ) nos ha traído al mundo, y por ella seguimos viviendo en esperanza, pues si no fuera así (sin esperar) habríamos muerto hace milenios.
− Pero vivimos y seguimos avanzando, sobre un foso de amenazas, pero también de bellísimas tareas , y por eso debe os despertar un año más y superar las tempestades y los riesgos, en un tiempo que sigue amenazado por la muerte.
La liturgia de este domingo primero de adviento se atreve proclamar de nuevo su esperanza, como una gran trompeta, que no llama ya para la muerte, sino para la vida, por encima de las cuatro bestias que un día como hoy descubrió en el horizonte el profeta Daniel (Dan 7), como friso de pavor en la pared de los imperios: Un león, un oso, un leopardo… (poder de violencia…)y finalmente una más fuerte que todas, la del hierro de la guerra sobre pies de barro.
Perseguidos por esa gran bestia (¡barro somos, con armas de hierro pretende matarnos!), podemos detenernos un año más (viene 2018), para escuchar lallegada (el Adviento) del Hombre de Dios, conforme a la esperanza profética, recreada por Jesús, de manera que podemos y debemos despertar. Es el tiempo de la gran palabra: Despertaos.
Empieza así otra vez el Adviento y vamos a celebrar de nuevo la esperanza, marcada por la Venida de Dios en quien creemos, Dios del sol y de la tarde huidiza sobre el agua de la vida. Así lo proclama este evangelio, que extiende ante nosotros una vía de esperanza. La palabra de este tiempo es “velad”, es decir, despertaos (agrhypneite: salid del sueño), mantened vuestra esperanza ante la llegada del Hombre Nuevo, no dejéis que el miedo o el sueño os domine. Buen día a todos, buen Adviento. Llega Dios, es decir, debemos llegar nosotros mismos, como nueva humanidad.
Texto litúrgico ampliado: Mc 13, 28-36
No me quiero limitar al texto reducido de la liturgia (Mc 13, 33-36). Prefiero verlo en su entorno (Mc 13, 28-26), mirado desde todo Mc 13, el más duro y más consolador de todos los textos de esperanza cristiana, un pasaje lleno de guerras y enfrentamientos, de hambres y terrores, pero también de caminos abiertos y presencias activas.
Este capítulo recoge la palabra que Jesús dirigió a sus cuatro discípulos primeros (Pedro y Andrés, Santiago y Juan), sobre el Monte de los Olivos, abriendo sus ojos, para que vieran el misterio de los tiempos (cf. Mc 13, 3-4).(El material de este comentario lo tomo de mi Evangelio de Marcos, Verbo Divino, Estella 2012)
a. (Está a las puertas)….
28 Fijaos en lo que sucede con la higuera. Cuando sus ramas se ponen tiernas y brotan las hojas, conocéis que se acerca el verano. 29 Pues lo mismo vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que ya está cerca, a las puertas.
b. (En esta generación, ya ha llegado)
30 Os aseguro que no pasará esta generación sin que todo esto suceda. 31 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
b’ (Ni Cristo sabe, ni lo sabe el Hijo)
32 En cuanto al día y la hora, nadie sabe nada, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sino sólo el Padre.
a’ (despertad)
¡Cuidado! Despertaos (agrhypneite: salid del sueño), porque no sabéis cuándo llegará el momento. 34 Sucederá lo mismo que con aquel que se ausentó de su casa, encomendó a cada uno de los siervos su tarea y encargó al portero que velase. 35 Así que velad, porque no sabéis cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a media noche, al canto del gallo o al amanecer. 36 No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos. 37 Lo que a vosotros os digo, lo digo a todos: ¡Velad!
Éste es el final del final
El evangelio de Marcos ha dicho lo importante sobre la crisis de los tiempos, con la llegada del Hijo del Hombre, es decir, de la humanidad verdadera (Mc 13,24-27). Pero a fin de completar ese mensaje (¡viene el Hijo del Hombre!) en forma positiva, en clave de advertencia eclesial, este pasaje recoge dos palabras distintas pero complementarias.
(a) Por un lado la certeza de que hay Dios, y Dios mismo nos despierta, desde dentro, para que podamos asumir nuestra más honda realidad de humanos/divinos.
(b) Por otro lado la exigencia de que nosotros mismos salgamos del sueño en que estamos hundidos, un sueño de fantasías y violencias (Heidegger), de impotencias aprovechadas por los “opresores de turno”.
Esta es nuestra definición más honda: Somos seres que podemos despertar…
— (b) Todas estas cosas han de suceder en esta generación (13, 30).Ésta es una palabra que se puede atribuir al Jesús histórico: en esta misma generación (en este tiempo que es el nuestro) se cumple ya todo. Estamos al fin de los tiempos, ante la Hora decisivo. El Evangelio de Marcos dirige esta palabra de Jesús a los lectores/oyentes de su evangelio. Ahora, cuando se proclama esta palabra, sucederán estas cosas.
— (b’) Pero el día y la hora nadie sabe nada, ni siquiera Cristo, ni siquiera el Hijo de Dios, sino sólo el Padre (Mc 13, 32). Estas palabras han de tomarse absolutamente en serio: ni siquiera Cristo supo o calculó los tiempos; anunció y preparó la llegada de Dios, pero no anduvo fijando fechas. Esto significa que debemos evitar todo cálculo de tiempo; vivir en vigilancia, pero sin adivinanzas que no tienen sentido. El mismo Cristo deja el tiempo en manos de Dios Padre.
La culminación del tiempo es Dios (=nuestra vida en Dios)
Ante el misterio del fin (ante la hora) sólo existe una respuesta, sólo puede darse una palabra: ¡Estamos en manos del Padre, el único que sabe! Desaparecen todas las instancias de poder o ciencia, de lucha o angustia del mundo. Quedan en segundo plano los ángeles, lo mismo que los hombres y mujeres de la tierra, todo lo que pueden hacer o maquinar los poderes de la tierra. El mismo Hijo, a quien Dios ha dado su Espíritu y palabra (cf. Mc 1, 9-11), está a la escucha de Dios. En la raíz y meta de todo se halla el Padre, él solo es quien sabe.
Dios es Dios, ésta es la palabra, por tanto “despertad” (que Dios despierte en vosotros)
Pero, al mismo tiempo, sabiendo que todo se condensa en Dios, el evangelio nos sigue diciendo que estamos en la noche que precede a la aurora de la salvación. Como siervos vigilantes debemos mantenernos en el tiempo de tiniebla de este mundo, llenos de esperanza. Leer más…
Biblia, Espiritualidad
1º Domingo de Adviento, Adviento, Ciclo B, Dios, Evangelio, Jesús
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