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Sobre los Misioneros de la Misericordia

Viernes, 10 de junio de 2016

posibleCarta al Papa Francisco
Juan Zapatero Ballesteros
Sant Feliu de Llobregat (Barcelona).

ECLESALIA, 30/05/16.- Querido Francisco: me dirijo a ti, atribuyéndome este apelativo tan familiar, porque siento un cariño profundo hacia tu persona. Debo decir que no es mérito mío el hecho de quererte, sino que has sido tú quien has provocado en mí, y me consta que también en otras muchísimas personas, este sentimiento, pues tus palabras, tus gestos y tu manera de actuar y de vivir desprenden algo tan especial que nos hace muy fácil mantener semejante actitud hacia ti. Pero no es precisamente mi relación afectuosa hacia tu persona lo que me mueve a escribirte esta carta, sino una cuestión relativamente reciente por parte tuya que no acabo de entender y con la que estoy en total desacuerdo.

El día 8 de diciembre de 2015 convocaste el jubileo de la Misericordia que finalizará el 20 de noviembre de 2016. ¿Cómo no celebrar por mi parte semejante iniciativa? Ya hacía mucha falta que esta virtud ocupara un puesto más que importante, por lo que a la Iglesia se refiere. Pues, además de coincidir plenamente con todo lo que has venido diciendo y haciendo hasta ahora en el tiempo que llevas desempeñando el cargo de Obispo de Roma, era muy necesario que la Iglesia se hiciera eco de una realidad sobre la cual no ha dado mucho testimonio hasta ahora que digamos, al menos en cuanto a las normas y doctrina se refiere, por parte de muchos de los dicasterios de la Curia; incluso tengo la impresión que a veces ha sido demasiado dura. No cabe duda que es una noticia excelente poner, en lo más alto de todo, esa misericordia sobre la que Jesús tanto habló durante su vida pública y, lo que aún es más importante, respecto a la cual tanto se implicó y por la que en última instancia fue ejecutado, pues misericordia y ley, la judía en este caso, se repelen y siempre se han repelido, pero en aquel tiempo quizás más que nunca.

Dicho esto, querido Francisco, hay una cosa que me ha sorprendido negativamente. Si no estoy mal informado creo que has nombrado 1071 misioneros de la misericordia en todo el mundo, todos ellos sacerdotes, probados y de gran valer según tu criterio. No tengo nada que decir en contra de ello, pues estoy seguro que antes de dar este paso, has consultado y te has informado sobre quienes son estas personas; permíteme que ya de entrada diga estos “hombres”. Lo primero que me sale decirte es que todos ellos son sacerdotes, ante lo que no puedo por menos de pensar que ya estamos en lo de siempre: el clero, la jerarquía por encima de los laicos y los fieles que forman parte del mismo Pueblo de Dios en igualdad de derechos y deberes, o al menos creo que así debiera ser, que dichos sacerdotes, pues en definitiva han recibido el mismo Bautismo. A no ser que la misericordia la entiendas como recibir el sacramento del perdón, la cual cosa me extraña viniendo de ti, y en este caso está claro que solo pueden administrarlo las personas que han recibido el sacramento del Orden sacerdotal. Porque, si de predicar, de catequizar y hacer buenas obras se tratase, no sé por qué tienen que hacerlo solamente los sacerdotes.

Por otra parte, no sé si eres consciente que, si lo miramos solamente bajo el prisma de la estadística, has descartado ni más ni menos que al cincuenta por ciento en números redondos en cuanto a la humanidad en general se refiere; que, si nos ceñimos a la Iglesia, estoy convencido que es mucho más, no me hagas decir cuántos, pues me resulta difícil hacer una valoración en cifras; pero, ¡vaya!, solo hace falta echar un vistazo a la gente que asiste a las celebraciones religiosas para darse cuenta rápidamente que esa proporción aumenta con creces. Como puedes ver me estoy refiriendo ni más ni menos que a las mujeres. ¡Anda, que no hay mujeres pertenecientes a la Iglesia, ya no entro a valorar las que profesan otras religiones o ninguna, dando lo mejor que tienen de sí mismas, en otras palabras, ejerciendo la misericordia, como es entre otras cosas, entrega, cariño, afecto y dedicación en un grado más que de heroicidad en muchos casos, etc. ¿Dónde? Por desgracia existen demasiadas situaciones, realidades y lugares que precisan de ello. Pero, por citar algunos casos, mencionar, por ejemplo, centros de acogida para inmigrantes y personas sin techo, visitadoras de centros penitenciarios, centros de convalecencia o de ayuda a morir con un mínimo de dignidad para personas sin recursos, casas donde son acogidos y acogidas personas que salen de la cárcel y no tienen dónde ir, centros de acogida o de reinserción para prostitutas, otros para mujeres maltratadas, y así todo un largo etc. Permíteme, querido Francisco, una expresión muy castellana: si esto no es misericordia, ¡que venga Dios y lo diga! Por ello quiero decirte, con la máxima humildad posible, que has excluido a muchos hombres, que no son sacerdotes evidentemente, y a muchas mujeres que son auténticamente testimonios de esta virtud tan evangélica como es la misericordia. Solamente te pido que ruegues al buen Dios, padre-madre, por ellos y por ellas para que no desfallezcan y continúen desbordando amor y misericordia como lo han venido haciendo hasta ahora

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