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“Hay obispos que nos piden que recemos, porque ven amenazados sus privilegios y beneficios económicos”, por José M. Castillo, teólogo.

Martes, 7 de enero de 2020
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9E989579-F515-4B42-954F-9D057D2BC010De su blog Teología sin censura:

Los políticos que más propugnan el cristianismo son lo que demuestran comportamientos tan anticristianos”

“Con motivo de las elecciones para designar al presidente del gobierno en España, estamos asistiendo a la demostración más patente de lo que es (y cómo funciona) una religiosidad falsificada”

“Un cristianismo, que siembra y propaga la división y el odio, eso podrá ser un “buen fariseísmo”. Pero, de cristiano, ahí no hay nada”

“Los mismos obispos que no han pedido oraciones cuando nos hemos enterado de los abusos que se han cometido en el trato que se les ha dado a los niños, a las mujeres, a los inmigrantes y a tanta gente que sufre indefensa”

En los últimos días y con motivo de las elecciones para designar al presidente del gobierno en España, estamos asistiendo a la demostración más patente de lo que es (y cómo funciona) una religiosidad falsificada.

Es un hecho tan patente, que sería necesario estar ciegos para no darse cuenta del lamentable espectáculo al que estamos asistiendo. Y es que, como bien ha dicho el profesor de la Universidad de Dortmund, Thomas Ruster, “la experiencia religiosa de todos nosotros ya no es de fiar, porque nos remite a la falsa religión” (El Dios falsificado, Salamanca, Sígueme, 2011, 228).

3A50B67E-845A-4A4A-82D5-0ECE0F415F2F¿Por qué digo esto? Porque es chocante (e indignante) que los partidos políticos y las instituciones religiosas, que socialmente son considerados como los más religiosos – y en algunos casos, hasta religiosos por vocación y profesión – esos precisamente son los que dicen y hacen las cosas más irreligiosas que, en estos días precisamente, estamos viendo, oyendo y palpando.

Y si no, ¿cómo se explica que quienes más defienden la enseñanza de la religión en la escuela y en los planes de estudio, ésos precisamente son los que más insultan a quienes se oponen a lo que ellos dicen, los que más ofenden a sus adversarios, los que siembran más odio y resentimiento?. De lo que resulta que quienes más propugnan el cristianismo, ésos son lo que demuestran comportamientos tan anticristianos, que, en problemas que interesan o preocupan mucho a la gente, defienden y difunden lo que más daña esa pobre gente. ¿No es eso un “religión falsificada”? Un cristianismo, que siembra y propaga la división y el odio, eso podrá ser un “buen fariseísmo”. Pero, de cristiano, ahí no hay nada. Eso justamente es lo que más rechazó Jesús, como enseña insistentemente el Evangelio.

Y si de los políticos, pasamos a los obispos, la situación (en buena parte de España, al menos), da pena. Y escandaliza. Hay obispos que nos piden que recemos. ¿Cuándo? ¿Para qué? En pocas palabras: porque ven amenazados sus privilegios y beneficios económicos. Los mismos obispos que no han pedido oraciones cuando nos hemos enterado de los abusos que se han cometido en el trato que se les ha dado a los niños, a las mujeres, a los inmigrantes y a tanta gente que sufre indefensa. Los mismos obispos que han hablado públicamente contra el papa Francisco. Los obispos que han ofendido a los homosexuales y se han callado ante los corruptos.

Franco-obispos-cruzada_2174492536_14064404_660x371El citado profesor Ruster, refiriéndose a lo que sucedió en la Alemania nazi de la última guerra mundial, dejó escrito esto: “El holocausto se produjo dentro de una cultura conformada por el cristianismo. No solo los campos de concentración estaban ubicados cerca de los museos, auditorios y bibliotecas…, sino que la mayoría de aquellos facinerosos habían recibido durante años clases de religión cristiana, asistían con frecuencia al culto divino y escuchaban sermones e instrucciones morales. Existió un cristianismo que hizo posible Aushwitz, o al menos no lo impidió” (o. c., 32). Por eso “hay que preguntarse ya en qué difieren la “providencia” de Hitler y su “Todopoderoso”, por una parte, y Dios por otra”.

Si nos atenemos a los preocupantes números, en el gobierno y el desgobierno, hay que preguntarse: ¿a dónde va España en este momento? Y a la Iglesia, ¿qué futuro lo espera?

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“El fundamentalismo de derechas crece”, por José Mª Castillo

Martes, 23 de octubre de 2018
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45204844411_125723e2bb_zDe su blog Teología sin censura:

El conocido sociólogo Anthony Giddens, director de la London School of Economics, publicó en 1999 un pequeño libro de divulgación (“Un mundo desbocado”), en el que analiza algunas cuestiones de actualidad. Y uno de los asuntos que estudia es el del “fundamentalismo.

Un tema de actualidad. Porque el integrismo de derechas está cobrando fuerzas en la sociedad, en la política, en la religión y en otros ámbitos de la vida. Baste pensar lo que está ocurriendo en Italia, Hungría, Polonia, Austria, Suecia, EE. UU., Brasil, etc.

¿Por qué se presentan situaciones o momentos, en la historia, en los que el fundamentalismo da la cara con especial vigor y encuentra más acogida en amplios sectores de la sociedad? Sin duda alguna, un factor determinante del fundamentalismo es la “inseguridad”. La gente quiere sentirse segura. Pero ocurre que, ahora mismo, en este mundo casi todo está cambiando tanto y a tal velocidad, que cada día y por motivos muy diversos, son muchas las personas y los grupos humanos que se sienten inseguros y con miedo, sobre todo cuando miran al futuro.

Como es lógico, en estas situaciones, aumentan los miedos, Y, con los miedos, crece también la inseguridad. Se producen así las condiciones ideales para que, quienes pueden ofrecer motivos de seguridad a la gente, saquen tajada y hagan “su agosto”. Por eso, de tiempo en tiempo, aparecen dictadores o gobernantes que dominan a los pueblos y a las gentes, que se les someten con un entusiasmo que no es fácil entender.

Un ejemplo elocuente, en este orden de cosas, puede ser lo que ocurrió en la Alemania de la segunda guerra mundial. Un país en el que existió un cristianismo que hizo posible Auschwitz, o al menos no lo impidió. No hubo una protesta, una resistencia general de los cristianos en Alemania cuando Auschwitz se hizo visible, ni cuando se conoció más y más lo que allí ocurría. La mayoría de aquellos alemanes e incluso no pocos de aquellos facinerosos habían recibido durante años clases de religión cristiana, asistían con frecuencia al culto divino y escuchaban sermones e instrucciones morales (Thomas Ruster). Y nadie dijo ni pío. O pocos fueron los que se atrevieron a protestar. Es evidente que el miedo a la inseguridad sellaba las bocas. Es un ejemplo entre tantos otros, algunos de los cuales los tenemos aquí, entre nosotros.

Entonces, ¿en qué quedamos? ¿qué es y en que consiste el “fundamentalismo”? Guiddens ha encontrado una fórmula acertada: fundamentalismo es “tradición acorralada”. Y lo explica: el fundamentalismo “no tiene nada que ver con el ámbito de las creencias, religiosas o de otra clase. Lo que importa es cómo se defiende o sostiene la verdad de las creencias”. Ya sean creencias políticas, religiosas, sociales…

Si el “fundamentalismo” es “tradición acorralada”, no olvidemos que acorralado se ve el que se siente “encerrado y sin escapatoria”. ¿Por qué ahora mismo, en la Iglesia, en el Vaticano, hay gente importante que no soporta al papa Francisco? ¿Por qué los que no lo soportan son los fundamentalistas, los más fieles a su tradición, los que sostienen sus creencias como defendían las suyas los fariseos que se enfrentaron a Jesús?

Es evidente que tanto la derecha como la izquierda se sienten más seguras en la fidelidad a las tradiciones de antaño que aceptando los cambios que más necesita el “mundo desbocado” en que vivimos. Cambios que nos exigen ser “ciudadanos del mundo” antes que fundamentalistas aferrados a tradiciones que ya han perdido su razón de ser.

La cosa está clara. En estas condiciones, el fundamentalismo de la derecha crece con fuerza entre las gentes que hoy se sienten más inseguras. Porque los cambios, que se nos imponen, es al fundamentalismo al que ponen más nervioso. A fin de cuentas, es el fundamentalismo el que se siente más inseguro.

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