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Las tentaciones de Jesús y de la Iglesia (F. Dostoievski)

Sábado, 28 de febrero de 2015
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img-gen7He tratado varias veces de las tentaciones de Jesús según Mateo y Lucas. Los eruditos saben, desde antiguo, que ellas no exponen un dato externo, que deba tomarse al pie de la letra, como algo que pasó a Jesús un día, pero que definen el sentido de identidad mesiánica, y marcan desde la historia concreta de los hombres.

Esas tentaciones no pasaron externamente así, aunque es muy probable que, iniciando su mensaje, Jesús haya debido superar alguna prueba, como expresión del conflicto permanente de su vida y de su obra. Más aún, gran parte de los hombres y mujeres de su tiempo (y en especial del nuestro) habrían aceptado la oferta Diablo, que tenía muchas más “razones” que Jesús, como vio certeramente Dostoievsky:

Si hubo alguna vez en la tierra un milagro verdaderamente grande fue aquel día, el día de esas tres tentaciones. Precisamente, en el planteamiento de esas tres cuestiones se cifra el milagro. Si fuese posible idear, sólo para ensayo y ejemplo, que esas tres preguntas del Espíritu terrible se suprimiesen sin dejar rastro en los libros y fuese menester plantearlas de nuevo, idearlas y escribirlas otra vez, para anotarlas en los libros, y a este fin se congregase a todos los sabios de la tierra… ¿piensas tú que toda la sabiduría de la tierra reunida podría discurrir algo semejante en fuerza y hondura a esas tres preguntas que, efectivamente, formuló entonces el poderoso e inteligente Espíritu en el desierto?… Porque en esas tres preguntas aparece compendiada en un todo y pronosticada toda la ulterior historia humana y manifestadas las tres imágenes en que se funden todas las insolubles antítesis históricas de la humana naturaleza en toda la tierra (Los hermanos Karamásovi, en Obras completas, III, Aguilar, Madrid, 1964, 208).

Texto

‒ En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre. El tentador se le acercó y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes. Pero él le contestó, diciendo: Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
‒ Entonces el diablo lo lleva a la ciudad santa, lo pone en el alero del templo y le dice: Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: Encargará a los ángeles que cuiden de ti, y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras. Jesús le dijo: También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios.
‒ Después el diablo lo lleva a una montaña altísima y, mostrándole los reinos del mundo y su gloria, le dijo: Todo esto te daré, si te postras y me adoras. Entonces le dijo Jesús: Vete, Satanás, porque está escrito: Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto. Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y le servían. (Mt 4, 1-11; cf. Lc 4).

Contexto

El Diablo que “tienta” a Jesús no es un “espíritu” cualquiera, sino “el espíritu del mundo”, aquel que ha dirigido y que dirige los grandes poderes del mundo: la economía “real”, la “Realpolitik” y la ideología de los grandes mass-media. Son esos los poderes que hablan a Jesús y que le dicen aquello de debía ser su mesianismo para triunfar sobre la tierra:

‒ Le dicen que utilice su poder de “hijo de Dios” (ser poderoso) para que las piedras se hagan pan, pues el hambre muerde y quema a muchísimas personas. Simplemente tiene que “pedir rescate”, firmando el documento que le extienden.

‒ Le dicen que se sume a la máquina del poder, porque es grande la opresión de los gobiernos pervertidos, especialmente el imperial de Roma; que suba al carro de los poderosos, que pacte con ellos, y que así podrá triunfar.

‒ Le dicen que realice milagros externos de tipo religioso, al lado del gran templo, para que los hombres superen su angustia y puedan lograr seguridad sobre la tierra; que utilice así la religión para dominar a los demás.

1º. Tentación, venderse por dinero. El dilema de Grecia.

La inmensa Grecia de los filósofos y sabios antiguos ha quedado reducida a la pequeña Grecia de los sucesores de los coroneles, que no tienen más remedio que pedir dinero/pan al Diablo.

«Si eres hijo de Dios di a esas piedras que se vuelvan alimento» (cf. Lc 4, 3). Así argumenta el Diablo, con lógica perfecta: si Dios nos ha creado y sacado de Egipto (esclavitud) es evidente que debe alimentarnos. Son millones los hambrientos: si hay Dios, debe resolver su problema. Jesús ha respondido que «no sólo de pan viven los hombres» (Lc 4, 4), sino, y sobre todo, del don creador de la gracia y de la libertad, es decir, de unas nuevas relaciones humana. Dostoievsky ha interpretado así la razón del Satán, con palabras de un Inquisidor de Sevilla:

«Tú quieres irle al mundo, y le vas con las manos desnudas, con una ofrenda de libertad que ellos, en su simpleza y su innata cortedad de luces, ni imaginar pueden… porque nunca en absoluto hubo para el hombre y para la sociedad humana nada más intolerable que la libertad. ¿Y ves tú esas piedras en este árido y abrasado desierto?… Pues conviértelas en pan, y detrás de Ti correrá la Humanidad como un rebaño, agradecida y dócil. Pero tú no quisiste privar al humano de su libertad y rechazaste la proposición, porque ¿qué libertad es esa -pensaste- que se compra con pan?» (Ibid 208-209).

Sabemos en tiempo de Jesús el problema del hambre resultaba intolerable. Él mismo pertenecía a la clase de los campesinos sin tierra, de los artesanos precarios, hallándose cerca de los mendicantes y mendigos de diverso tipo. ¿Qué significaba en ese contexto conseguir comida, convertir las piedras del desierto en pan? Los terratenientes y terratenientes se habían convertido en dueños de un pan que ellos empleaban para imponerse así sobre los pobres. Pues bien, Jesús no quiere asumir ese camino, resolviendo desde arriba el problema del pan, pues con ello acabaría construyendo un nuevo tipo de imposición, más perversa que todas las anteriores.

Jesús no quiere “convertir las piedras en pan”, sino cambiar a los hombres, para que ellos mismos compartan el pan, los de Grecia y Alemania, los del Sahel y los de China. El diablo de Dostoyevsky piensa que “sólo construye del todo el que da de comer” y dice a Jesús: “de haber optado por el pan habrías respondido al general y sempiterno pensar humano: ¿ante quién adorar?”. Leer más…

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