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Representar la Trinidad ¿Espíritu Santo mujer? (Benedicto XIV: SN 1745).

Domingo, 27 de mayo de 2018
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33532947_984981095012416_2517594251345264640_nDel blog de Xabier Pikaza:

El motivo que hoy expongo, como preparación para la fiesta de la Trinidad (27.5.18), puede parecer banal, pero es uno de los más importantes que se pueden plantear en teología y en la vida de la Iglesia.

Así puede evocarlo esta hermosa imagen del Espíritu Santo como Mujer (o joven asexuado) que se le apareció a Santa Crescencia de Keufbeuron, imagen cuya devoción ella propagó, siendo “criticada” por el Papa Benedicto XIV, con “sabias razones”, pero quizá sin razón de fondo, como podrá ver quien siga leyendo. Éstos son los temas de fondo:

1. La visión femenina del Espíritu Santo (y de la Trinidad) es un tema que se viene planteando en teología desde hace casi 100 años, desde perspectivas distintas, por autores tan significativos como H. Urs von Balthasar, L. Boff y A. Amato.

2. Es importante la posibilidad (¿necesidad?) de crear unos ministerios femeninos en la Iglesia, o de abrir los actuales a mujeres. Sobre ese tema acaba de decir, por ejemplo, el Card. Brandmüller (cf. RD 15.5.118) que quien eso defiende “es un hereje o está excomulgado”. Mejor sería preguntarse si es Brandmüller quien va en contra de la verdadera la comunión de la Iglesia (por muy cardenal que sea).

3. Es necesario estudiar y actualizar la revelación de Dios y la función de la mujer, en cuanto mujer y persona, en el despliegue y vida de la iglesia.

33500543_984981398345719_8591156677699436544_n Es importante el tema de un tipo de homosexualidad en cierto clero de la Iglesia, que muchas veces se vincula (al menos implícitamente, y casi siempre con falsedad) con la pederastia y el celibato, cosas que son muy distintas. El asunto no es claro y estos días han saltado chispas (y no de fuego de amor) desde Chile al Vaticano, y no parece que puedan resolverse con los planteamientos actuales de la Iglesia

Entre esos temas puede parecer menos importante el de “pintar la Trinidad” (o el Espíritu Santo) con rasgos femeninos o masculinos. En ese contexto se pueden y deben ofrecer unos principios:

1. A Dios se le ha representado (verbal y pictóricamente) como Padre (varón), pero quizá se le debería presentar, con tanta o más razón como Madre o como Mujer joven (o incluso como niño/niña, cf. imágenes). El tema se halla absolutamente abierto.

2. Ciertamente, Jesús Hijo de Dios ha sido Varón, pero no es redentor y salvador por varón (macho), sino por persona, en griego de los credos por ser anthropos.

3. Del Espíritu Santo se dice que es “persona” de otra forma, ser dual, amor mutuo… en forma de fuego o paloma, con tempestad y viento, suave o impetuoso. Algunos grandísimos santos, como Santa Crescencia de Keufbeuren (1662-1784) le vieron y pintaron como mujer, y así le han visto otros muchos.

33662376_984980705012455_6550988044629966848_n4. En los dos últimos siglos, los niños que han visto a una “Señora” han dicho (= o les han dicho) que era la Virgen, y así se la venera en lugares como Lourdes o Fátima, con aprovechamiento de muchos fieles. Pero cuando, a principios del siglo XVIII Crescencia, santa vio a la misma Señora pensó y dijo, con honda teología, que era el Espíritu Santo (en forma de mujer, o quizá de joven doncel asexuado).

5. Ese tema preocupó mucho a Benedicto XIV (Prospero Lambertini), uno de los papas más cultos y prudentes de todos los tiempos (1740 al 1758), que estudio bien la cuestión, con los mejores teólogos del tiempo, y escribió una carta (Sollicitudini Nostrae), al obispo de Augsburgo, Alemania, que le había planteado unas preguntas sobre la conveniencia de aprobar el culto de cierta imagen impulsada por Santa Crescencia (a la que algunos querían ya beatificar), en la que el Espíritu Santo aparecía representado bajo la figura de un hermoso joven de carácter axesuado (más mujer que varón). El Papa Lambertini aprovechó la ocasión para desarrollar con gran rigor la doctrina de las imágenes de la Trinidad, siguiendo la tradición de la Iglesia y teniendo en cuenta el parecer de los mejores teólogos y estudiosos de la pintura de su tiempo y de los dos siglos anteriores.

Con esa ocasión quiero desarrollar el tema, que he debido estudiar con más detalle en mi Enchiridion Trinitatis. Espero que el mismo lector saque las conclusiones pertinentes.

1. Imágenes 1-2: El Espíritu Santo como mujer (o joven asexuado) y como niño/niña, cuya devoción era propagada por Santa Crescencia (y que se sigue propagando en su nombre en ciertas iglesias, tras su canonización el año 2001). Benedicto XIV no se mostró favorable a esas imágenes, como verá quien siga leyendo

2. Imágenes 2-4: Representaciones antropomórficas de la Trinidad, que el Papa Benedicto XIV miró también con prevención.

3. Sobre Santa Crescencia (1662-1884, canonizada por Juan Pablo II el año 2001) y su influjo en la Iglesi, cf. http://www.franciscanos.org/osservatore/mariacrescencia.htm (habría que pensar por qué sólo Juan Pablo II, que veía también de algún modo al Espíritu Santo como Mujer canonizó a Crescencia, dos siglos y medio después de su muerte).

4. Bibliografía: Cf. F. BOESPFLUG, Dieu dans l’art. Sollicitudini Nostrae de Benoit XIV (1745) et l’affaire Crescence de Kaufbeuren, Cerf, Paris 1984, 21-61; E. TOURÓN DEL PIE, La iconografía mercedaria en Interián de Ayala, O. de M. (1657-1730) Estudios 151 (1985) 357-380. Cf. también, varios: La Trinidad en el Arte, SET, Salamanca 2004. Para imágenes trinitarias en el arte: GERMÁN DE PAMPLONA, Iconografía de la Santísima Trinidad en el arte medieval español, CSIC, Madrid 1970

BENEDICTO XIV: SOLLICITUDINI NOSTRAE (1745). La Mujer y Espíritu Santo en la iconografía.

(Motivo de la carta. La representación del Espíritu Santo).

8. Me habéis escrito sobre la publicación y vasta difusión de ciertas imágenes en las que el Espíritu Santo aparece bajo la forma de un hermoso joven, con la leyenda Veni Sancti Spiritus (Ven Espíritu Santo). Dado que esas imágenes se han multiplicado y extendido de algún modo por muchos sitios, se plantean dos cuestiones que deben resolverse.

(a) Si la hermana Crescencia ha creado, aprobado y vulgarizado estas imágenes.

(b) Si, dejando a un lado su autor, el uso, producción y veneración de este tipo de iconos puede ser admitido al interior y al exterior de las iglesias. Ahora no tratamos de la primera cuestión… 10. Sobre la segunda cuestión, queremos alabar y aprobar ante todo el celo apostólico con el que habéis procurado que las imágenes de ese tipo sean retiradas y alejadas de los lugares públicos: monasterios, coros e iglesias.

(Imágenes de Dios).

33426055_984982118345647_251719752521613312_n(11). Pues a nadie se le oculta que sería un error impío y sacrílego, indigno de la naturaleza divina, que alguien pensara que puede representar por medio de colores al Dios Óptimo Máximo tal como es en sí mismo. Pues para ello habría que pintar y representar su imagen como si fuera una sustancia material, provista de figura corporal y de miembros. Si alguien le atribuyera a la naturaleza divina estas cualidades caería sin más en el error de los antropomorfitas.

(12) Sin embargo, a Dios se le puede representar tal como leemos en la Sagrada Escritura, donde se dice que se apareció a los hombres… (15) Porque, si las mismas Escrituras Sagradas dicen que Dios se dejó ver por los hombres de esta o de aquella forma ¿por qué no podrán representarle de ese modo los pintores?

(Imágenes del Espíritu Santo: paloma, llamas de fuego…).

(16) Una vez que han quedado claros los principios anteriores, será fácil precisar la forma en que los pintores pueden presentar la imagen del Espíritu Santo, de manera que se distingan las imágenes que pueden aprobarse y aquellas que no… En los Santos Evangelios se cuenta que, con ocasión del Bautismo de Jesús, el Espíritu Santo descendió sobre él en apariencia corporal, como una paloma… Leer más…

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Fiesta de la Santísima Trinidad. Ciclo B

Domingo, 27 de mayo de 2018
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24.the_trinity-blanchard-lowresDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El año litúrgico comienza con el Adviento y la Navidad, celebrando cómo Dios Padre envía a su Hijo al mundo. En los domingos siguientes recordamos la actividad y el mensaje de Jesús. Cuando sube al cielo nos envía su Espíritu, que es lo que celebramos el domingo pasado. Ya tenemos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Estamos preparados para celebrar a los tres en una sola fiesta, la de la Trinidad. Esta fiesta surge bastante tarde, en 1334, y fue el Papa Juan XII quien la instituyó. Quizá se pretendía (como ocurrió con la del Corpus) contrarrestar a grupos heréticos que negaban la divinidad de Jesús o la del Espíritu Santo. Cambiando el orden de las lecturas subrayo la relación especial de cada una de ellas con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Dios Padre (Deuteronomio 4, 32-34. 39-40)

Moisés habló al pueblo, diciendo:  

– «Pregunta, pregunta a los tiempos antiguos, que te han precedido, desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra: ¿hubo jamás, desde un extremo al otro del cielo, palabra tan grande como ésta?; ¿se oyó cosa semejante?; ¿hay algún pueblo que haya oído, como tú has oído, la voz del Dios vivo, hablando desde el fuego, y haya sobrevivido?; ¿algún Dios intentó jamás venir a buscarse una nación entre las otras por medio de pruebas, signos, prodigios y guerra, con mano fuerte y brazo poderoso, por grandes terrores, como todo lo que el Señor vuestro Dios, hizo con vosotros en Egipto, ante vuestros ojos? Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos después de ti, y prolongues tus días en el suelo que el Señor, tu Dios, te da para siempre.»

Como es lógico, un texto del Deuteronomio, escrito varios siglos antes de Jesús, no puede hablar de la Trinidad, se limita a hablar de Dios. Su autor pretende inculcar en los israelitas tres actitudes:

1) admiración ante lo que el Señor ha hecho por ellos, revelándose en el Sinaí y liberándolos previamente de la esclavitud egipcia;

2) reconocimiento de que Yahvé es el único Dios, no hay otro; cosa que parece normal en un mundo como el nuestro, con tres grandes religiones monoteístas, pero que suponía una gran novedad en aquel tiempo;

3) fidelidad a sus preceptos, que no son una carga insoportable, sino el único modo de conseguir la felicidad.

Dios Hijo (Mateo 28, 16-20)

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo:

̶  «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.»

El texto del evangelio, el más claro de todo el Nuevo Testamento en la formulación de la Trinidad, pero al mismo tiempo pone de especial relieve la importancia de Jesús.

A lo largo de su evangelio, Mateo ha presentado a Jesús como el nuevo Moisés, muy superior a él. El contraste más fuerte se advierte comparando el final de Moisés y el de Jesús. Moisés muere solo, en lo alto del monte, y el autor del Deuteronomio entona su elogio fúnebre: no ha habido otro profeta como Moisés, «con quien el Señor trataba cara a cara, ni semejante a él en los signos y prodigios…» Pero ha muerto, y lo único que pueden hacer los israelitas es llorarlo durante treinta días.

Jesús, en cambio, precisamente después de su muerte es cuando adquiere pleno poder en cielo y tierra, y puede garantizar a los discípulos que estará con ellos hasta el fin del mundo. A diferencia de los israelitas, los discípulos no tienen que llorar a Jesús sino lanzarse a la misión para hacer nuevos discípulos de todo el mundo. ¿Cómo se lleva a cabo esta tarea? Bautizando y enseñando. Bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo equivale a consagrar a esa persona a la Trinidad. Igual que al poner nuestro nombre en un libro indicamos que es nuestro, al bautizar en el nombre de la Trinidad indicamos que esa persona le pertenece por completo.

En la primera lectura, Dios exigía a los israelitas: «guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo»; en el evangelio, Jesús subraya la importancia de «guardar todo lo que os he mandado».

Dios Espíritu Santo (Romanos 8, 14-17)

Hermanos: Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: «¡Abba!» (Padre). Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados.

            La formulación no es tan clara como en el evangelio, pero Pablo menciona expresamente al Espíritu de Dios, al Padre, y a Cristo. No lo hace de forma abstracta, como la teología posterior, sino poniendo de relieve la relación de cada una de las tres personas con nosotros.

Lo que se subraya del Padre no es que sea Padre de Jesús, sino Padre de cada uno de nosotros, porque nos adopta como hijos.

Lo que se dice del Espíritu Santo no es que «procede del Padre y del Hijo por generación intelectual», sino que nos libra del miedo a Dios, de sentirnos ante él como esclavos, y nos hace gritarle con entusiasmo: «Abba» (papá).

Y del Hijo no se exalta su relación con el Padre y el Espíritu, sino su relación con nosotros: «coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados».

Reflexión final

La fiesta de la Trinidad provoca en muchos cristianos la sensación de enfrentarse a un misterio insoluble, no es la que más atrae del calendario litúrgico. Sin embargo, cuando se escuchan estas tres lecturas la perspectiva cambia mucho.

            El Deuteronomio nos invita a recordar los beneficios de Dios, empezando por el más grande de todos: su revelación como único Dios. (Esto no debemos interpretarlo como una condena o infravaloración de otras religiones).

            El evangelio nos recuerda el bautismo, por el que pasamos a pertenecer a Dios.

         La carta a los Romanos nos ofrece una visión mucho más personal y humana de la Trinidad.

Finalmente, las tres lecturas insisten en el compromiso personal con estas verdades. La Trinidad no es solo un misterio que se estudia en el catecismo o la Facultad de Teología. Implica observar lo que Jesús nos ha enseñado, y unirnos a él en el sufrimiento y la gloria.

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Fiesta de la Santísima Trinidad. 27 de mayo de 2018.

Domingo, 27 de mayo de 2018
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Queremos felicitar calurosamente a nuestras hermanas del Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa que nos alimentan semanalmente con su espiritualidad en este día de su Fiesta.

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“Los once discípulos fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había citado. Al verlo, lo adoraron; ellos que habían dudado…”

(Mt 28, 16-20)

¿Verdad que da una cierta envidia ver que los discípulos tenían una cita con Jesús? Dan ganas, muchas veces, de tener un encuentro cara a cara con Él. Deseamos tener a nuestro lado a Alguien de carne y hueso, tan concreto como nosotras mismas. Querríamos que Jesús, aquel nazareno del siglo primero, estuviera presente entre nosotras. Ver su mirada y oír sus palabras… ¡Y hasta pensamos que eso aliviaría nuestro corazón y nos quitaría todas las dudas! En el fondo creemos que las primeras discípulas y los primeros discípulos de Jesús tuvieron más suerte y que para ellos todo resultó más sencillo.

Pero el texto de hoy es muy claro: “Al verlo, lo adoraron; ellos que habían dudado”. Aquellos primeros discípulos tuvieron un itinerario lleno de dificultades como lo es también el nuestro. No les faltaron dudas ni temores. También a ellos los mordió la envidia, el orgullo y la traición.

Tampoco a ellos les cabía en la cabeza que Jesús fuera Dios y que Dios era Trinidad. Sencillamente porque estas realidades solo caben en el corazón. Porque el corazón es mucho más amplio y espacioso. Es un lugar que, bien entrenado, tiene una capacidad infinita de amar que es justo la medida que tiene Dios.

Somos imagen de Dios porque Dios ha puesto en nuestros corazones la capacidad de amar como Él nos ama. Por eso, en la medida en que desarrollamos nuestra capacidad de amar nos vamos haciendo más y más semejantes a Dios.

Además, cuando amamos nos ponemos en relación, nos unimos unos a otros. Y así, juntas, formando una gran red en la que cabemos todas y todos, entonces sí nos convertimos en lo que somos: Imagen de Dios Trinidad.

Pues en este día de la Trinidad no perdamos el tiempo pensando eso de si son tres pero son uno y todo lo que eso significa. No. Dediquemos el día a AMAR. Y así experimentaremos lo que ES esa danza amorosa del Padre, el Hijo y de la Santa Ruah.

Oración

Gracias, Trinidad Santa, por invitarnos a participar del Amor y de la Danza. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Pensar a Dios no sirve de nada; vivirlo sí.

Domingo, 27 de mayo de 2018
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trinidad-misericordiosaMt 28, 16-20

Es verdad que la Biblia dice que Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza, pero, en realidad, es el hombre el que está fabricando a cada instante un Dios a su medida. Es verdad que nunca podremos llegar a un concepto adecuado de lo que es Dios, pero no es menos cierto que muchas ideas de Dios pueden y deben ser superadas. Si ha cambiado nuestro conocimiento de la realidad, y del hombre, será lógico que cambie nuestra idea de Dios. El Dios antropomórfico tiene que dejar paso a un Dios-Espíritu, cada vez menos cosificado.

Decir que la Trinidad es un dogma, o un misterio, no hace más comprensible la formulación trinitaria. La verdad es que hoy no nos dice casi nada, y menos aún las explicaciones que se han dado a través de los siglos. Todas las teologías surgieron de una elaboración racional que siempre se hace desde una filosofía, determinada por un tiempo y una cultura. También la primitiva teología cristiana se desarrolló en el marco de una cultura y una filosofía, la griega. Pudo ser muy útil a través de la historia, pero no tenemos por qué atarnos a ella.

Cada día se nos hace más difícil la comprensión del misterio, entre otras cosas porque no sabemos qué querían decir los que elaboraron el dogma. Aplicar hoy a las tres personas de la Trinidad la clásica definición de Boecio “individua sustantia, rationalis naturae”, se antoja un poco ridículo. Aplicar a Dios la individualidad y la racionalidad propia del hombre es ridículo. Dios no es un individuo, ni es una sustancia, ni es una naturaleza racional.

La dificultad para hablar de Dios como tres personas, la encontra­mos en el mismo concepto de persona, que lejos de ser una constante a través de la historia, ha experimentado sucesivos cambios de sentido. Desde el “prosopon” griego, que era la máscara que se ponían en el teatro para que “resonara” la voz; pasando a significar el personaje que se representaba; al final terminó significando el individuo físico. El sentido moderno de persona, es el de yo individual, conciencia subjetiva, es decir, el núcleo íntimo del ser humano.

En la raíz del significado está la limitación. Existe la persona porque existe la diferencia y la separación. Esto es imposible aplicárselo a Dios. En los últimos años se está hablando del ámbito transpersonal. Creo que va a ser uno de los temas más apasionantes de los próximos decenios. Si el hombre está anhelando lo transpersonal, es ridículo seguir encasillando a Dios en un concepto personal, que siempre supone la limitación del propio ser.

Siempre que nos atrevemos a decir “Dios es…,” estamos expresando una idea, es decir, un ídolo. Ídolo no es solamente una escultura de dios. También es un ídolo cualquier concepto que le aplicamos. El ateo sincero está más cerca del verdadero Dios, que los teólogos que creen haberlo atrapado en conceptos. Dios no es nada que podamos nombrar. El “soy el que soy” del AT, tiene más miga de lo que parece. Dios es solo verbo, pero un verbo que no se conjuga, porque no tiene tiempos ni modos. Dios ES un inmenso presente que lo llena todo.

Dios no se identifica con la creación, pero tampoco es nada separado de ella. De la misma manera que no podemos imaginar la Vida como algo separado del ser que está vivo, no podemos imaginar lo divino separado de todo ser creado que, por el mero hecho de existir, está traspasado de Dios. Tampoco podemos decir que está donde actúa, porque tampoco puede actuar de una manera causal a semejanza de las causas segundas. La acción de Dios no podemos percibirla por los sentidos ni ser objeto de  ciencia.

El Dios de Jesús no es el Dios de los buenos, de los piadosos, de los religiosos ni de los sabios, es también el Dios de los excluidos y marginados, de los enfermos y tarados; incluso de los irreligiosos inmorales y ateos. El evangelio no puede ser más claro: “las prostitutas y los pecadores os llevan la delantera en el Reino de Dios”. El Dios de Jesús no nos interesa porque no aporta nada a los “buenos” que ya lo tienen todo. En cambio, llena de esperanza a los “malos” que se sienten perdidos. “No tienen necesidad de médico los sanos sino los enfermos; no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores”. El mensaje de Jesús escandalizó, porque hablaba de un Dios que se da a todos sin que tengamos que merecerlo.

Para nosotros, es sobre todo la experiencia que Jesús tuvo de su Abba, la que nos debe orientar en nuestra búsqueda. Jesús no se propuso inventar una nueva religión ni un nuevo Dios. Lo que intentó con todas sus fuerzas, fue purificar la idea de Dios que tenía el pueblo judío en su época. Ese esfuerzo le costó la vida. Jesús en todo momento quiere dejar claro que su Dios es el mismo del AT. Eso sí, tan purificado y limpio de adherencias idolátricas, que da la impresión de ser una realidad completamente distinta.

La forma en que Jesús habla de Dios, como amor-salvación para los hombres, se inspira directamente en su experiencia personal. Naturalmen­te esa vivencia no hubiera sido posible sin hacer suyo el bagaje religioso heredado de la tradición bíblica. En ella se encuentran ya claros chispazos de lo que iba ser la revelación de Jesús. La experiencia básica de Jesús fue la presencia de Dios en su propio ser. Descubrió que Dios lo era todo para él y decidió corresponder siendo él mismo todo para los demás. Tomó concien­cia de la fidelidad de Dios y respondió siendo fiel a sí mismo. Al llamar a Dios “Abba“, Jesús abre un horizonte completamente nuevo en las relaciones con el absoluto.

La base de toda experiencia religiosa reside en la condición de criaturas. El hombre se descubre sustentado por la permanente acción creadora de Dios. El modo finito de ser uno mismo demuestra que no se da a sí mismo la existencia, por lo tanto, es más de Dios que de sí mismo. Sin Dios no sería posible nuestra existencia. El reconoci­miento de nuestra limitación es el camino para llegar a la experiencia de Dios. Él es el único verdadero y sólido fundamento sin el cual, nada existe. Jesús descubre que el centro de su vida está en Dios. Pero eso no quiere decir que tenga que salir de sí para encontrar su centro. Descubrir a Dios como fundamento es fuente de una insospechada humanidad.

Esta idea de Dios supone un salto sobre la idea del AT. Allí Dios era el Todopoderoso que hace un pacto al modo humano, y observa desde su atalaya a los hombres para ver si cumplen o no su “Alianza”, y reacciona en consecuencia. Si la cumplen, los ama y los premia, si no la cumplen, los reprueba y castiga. En Jesús Dios actúa de modo muy diferente. Él es don absoluto e incondicional. Él es agape y se da totalmente. Es el hombre el que tiene que reaccionar al descubrir lo que Dios es para él. La fidelidad de Dios es lo primero y el verdadero fundamento de una actitud humana.

Dios no puede ser un “tú” en el mismo sentido que lo es otro ser humano. Dios sería más bien la realidad que posibilita el encuentro con un tú; es decir, sería como ese tú ilimitado que se experimenta en todo encuentro humano con el otro. Pero a Dios nunca se le puede experimentar directa­mente como tal tú, sin el rodeo del encuentro con un tú humano. No se trata pues, de evitar a toda costa el vocabulario teísta sino exponer con suficiente claridad el carácter analógico de todo lenguaje sobre Dios.

Meditación

La mejor pista nos la da Jesús: “yo y el Padre somos uno”.
Bien entendido que esto lo dijo como ser humano.
Jesús sigue siendo Jesús y Dios sigue siendo Dios,
pero toda diferencia ha desaparecido.
Solo si llego a descubrir lo que soy,
puedo llegar, no a conocer, sino a vivir lo que es Dios.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Una misión trascendental.

Domingo, 27 de mayo de 2018
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imglectiodivina“Lo que cuenta en una Orquesta es la pasión y la manera de tocar” (Claudio Abbado)

27 de mayo, domingo Festividad de la Santísima Trinidad

Mt 18, 16-20

Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes

Pablo de Tarso, infatigable viajero, nos advierte en su Epístola a los Colosenses 2, 8: “Mirad que ninguno os engañe por filosofías y vanas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los elementos del mundo, y no según Cristo”. Afirmación paulina en la que se constata aquello de que el dios trinitario es producto de la descomposición religiosa y moral que, siglos antes, se produjo en Babilonia la ramera. Juan, en el Apocalipsis, cuando fue llevado por el Espíritu al desierto dice que vio a una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia. Y en 5, 17 señala: “En su frente un nombre escrito, un misterio: Babilonia la Grande, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra”.

Está claro que la Trinidad es una idea de orígenes paganos que se introdujo en la Cristiandad durante un largo proceso de apostasía que llegó a su clímax en el s, IV. Dicho término -trinitario- fue un invento de Tertuliano a principios del s.III, aunque definiéndolo como una unidad y una sustancia. Este concepto pagano trinitario era parte de la creencia y vida religiosa de Platón (428-347 aC.) que, aunque no enseñaba la Trinidad, su modo de pensar acerca de Dios y de la naturaleza influyeron profundamente para que sus seguidores enseñaran estas creencias en el mundo de aquel entonces. Sus filosofías prepararon el camino para la doctrina trinitaria en nuestros días.

La semana pasada tuve la oportunidad de visitar las hermosas pinturas de Cristo Pantocrator en los ábsides de varias iglesias medievales. El de la catedral de Cefalú, el rostro de Jesús era sereno, y su mirada plácida. Los brazos abiertos, acogedores. Con su mano izquierda sosteniendo una Biblia. La mano derecha levantada, en acto de bendición. Nuestra simpática guía siciliana dio ésta para sorprendente interpretación: los tres dedos -pulgar, anular y meñique-, apoyados sobre la palma de la mano, significan la Trinidad, y los índice y corazón, la divinidad humana y divina de Jesús. Nuestros Pantocrator -el del ábside de San Clemente de Tahull, por ejemplo, y aunque con rostro más serio- expresan los mismos gestos.

La mitología, como es de suponer, ha dicho cosas interesantes sobre el tema trinitario. El británico Alan Watts (1915-19739, sacerdote anglicano y filósofo, escribe en su obra Religiones y Mitos: “El concepto sobre la tríada de dioses, proclamaba la existencia de una diosa Madre dominando los cielos, el dios Padre dominando la tierra, y el dios Hijo dominando los mares”. El poeta romano Marco Anneo Lucano (39-65) de origen español, menciona en su poema épico Farsalia tres divinidades célticas: Teutatea, Tarán y Esus. De la religión mistérica del dios Mitra, muy extendida entre los romanos, se sostenía que el Empíreo se sustentaba por medio de tres inteligencias: Ormuz, Mitra y Mitras.

La formulación de un solo Dios en tres personas no quedó firmemente establecida, como tampoco fue asimilada por completo en la vida cristiana ni su confesión de fe antes del s. IV de nuestra era. Entre los Padres Apostólicos -los que tuvieron algún contacto con los Apóstoles- no había existido nada, ni siquiera remotamente, que se aproximara a tal perspectiva. Fue en el Concilio de Nicea (381) donde se proclamó dogma de fe.

Te invito, Agustín -¿Puedo acompañarte también yo? Soy Vicente- a ver al niño soñar con meter en su hoyito de la playa con un cubo introduciendo en él el agua de todos los océanos. ¡¡Qué locura!! Exclamó con sensatez tu madre Mónica, asustada. Yo repito: ¡¡Qué locura!! Y tú, Platón, quieres darle al de Hipona razones que justifiquen tal desatino? Al norteafricano le vino a la memoria otra locura, la del ingeniero y matemático Arquímedes: “Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”. Todos exclamamos con él a voz en grito “¡¡Eureka!!” Y se fue resonando el milagro trinitario, quizás también haciendo discípulos a todas las gentes, como dice Mateo en 18, 19.

El director de orquesta Claudio Abbado (1933-2014) decía que “Lo que cuenta en una Orquesta es la pasión y la manera de tocar”. Pasión y manera de hacer las cosas, es lo que en el fondo ayuda a que el mundo se mueva, y con él mundo, nosotros.

Juan Ramón Jiménez (1881-1958) nos invita a deshojar el evangelio de este domingo, y hacer que horizontes y mares se colmen con su esencia de amor, de música y pasión.

TE DESHOJÉ COMO UNA ROSA

Te deshojé, como una rosa,
para verte tu alma,
y no la vi.

Mas todo en torno
-horizontes de tierras y de mares-,
todo, hasta el infinito,
se colmó de una esencia
inmensa y viva.

 

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Yo estoy con vosotr@s hasta el fin del mundo…

Domingo, 27 de mayo de 2018
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logo-spirito-santoEl relato con el que Mateo concluye su evangelio, nos permite asomarnos al proceso que la primera comunidad de seguidores y seguidoras tuvo que hacer para articular su fe y su praxis tras la resurrección de Jesús. Saberse continuadores/as de la misión de Jesús, sostenidos/as en la bondad y perdón del Abba e impulsados por la fuerza de la Ruah, fue una experiencia central en su nuevo camino tras la Pascua.

Mateo termina su evangelio narrando un breve encuentro entre Jesús Resucitado y el grupo de los once que había regresado a Galilea tras recibir el mensaje de las mujeres (Mt 28, 10). Este encuentro ocurre ya lejos de Jerusalén, del lugar en el que habían vivido la experiencia traumática de la pasión de Jesús. Esta distancia física es también existencial. Después de la crisis, del miedo, de la desesperanza que los había paralizado, el maestro les invita a volver a Galilea, a los orígenes, a recorrer de nuevo los caminos, a evocar las experiencias junto a Jesús y que ahora han de releer de forma diferente.

Ya en Galilea, con el corazón preparado por la experiencia del regreso, se encuentran con Jesús, ahora resucitado. El breve relato de la aparición se centra en visibilizar la propuesta de futuro que Jesús les propone en este último encuentro. Esta propuesta tal como la expresa el autor de este evangelio se orienta en una doble dirección. Por un lado, les recuerda la necesidad de seguir haciendo posible el Reino, de seguir invitando a mas hombres y mujeres a formar parte de la comunidad de seguidores. Por otro define los pilares en los que han de sostener y proclamar su fe: la vida compartida en tantos lugares: el lago, la montaña, la casa, los caminos…y las enseñanzas que se hacían compromiso en los encuentros con los enfermos y enfermas, con los marginados y marginadas, con quienes estaban sedientos de esperanza, con las que no tenían un lugar en la historia…Todo eso es lo que han de guardar en su corazón, pero también en su actuar.

De nuevo en Galilea Jesús resucitado les recuerda que la comunidad se construye en la comunión, en el compartir, en los proyectos comunes. Una comunidad que guiada por el Espíritu es capaz de salir de los pequeños espacios de Palestina para abrirse a gente de toda clase y lugar. Una comunidad que no teme arriesgarse, que no se resiste a lo nuevo porque se sabe sostenida en la santa Ruah.

Los años vividos con Jesús recorriendo pueblos y ciudades, escuchándole hablar de un Dios Abba que solo quiere lo mejor para sus hijas e hijos, les permite comprender mejor las palabras que el Maestro les dirige. Un Dios que tiene rostro de mujer pobre, que no teme contaminarse abrazando con misericordia y bondad a quien ha errado el camino. Un Dios que no se siente cómodo “alabado y bendecido” en grandes liturgias excluyentes, sino que sueña con sentarse a la mesa de los pobres, acoger en su casa a pecadores y prostitutas. Un Dios, padre y madre que no es celoso de su gloria, sino de se bondad y perdón.

Jesús es el perfecto hijo de un Padre así. Toda su vida, sus decisiones, su entrega final encarnaron la urgencia de ese Dios de ser también un padre y una madre para la humanidad. Sus encuentros, sus palabras, su alegría, sus comidas festivas…tenían sentido desde la fidelidad al Abba que lo sostenía en la oración, lo confirmaba en cada signo profético y sanador que podía realizar y lo impulsaba con la fuerza de su Ruah en cada paso que daba.

La primera comunidad cristiana comprendió que tenía que dejarse convencer por ese Dios Abba y continuar abriendo espacios a su Reino. Junto a Jesús resucitado supo que necesitaba escuchar a la Ruah para construir el presente y proyectar el futuro. Por eso cualquier hombre o mujer que se incorporaba al grupo de seguidores y seguidoras de Jesús tenía que abrirse a ese impulso trinitario, por eso era invitados e invitadas a bautizarse en el nombre del Padre (Madre), de Hijo y del Espíritu Santo.

El encuentro de Jesús resucitado en Galilea con el grupo que va a liderar a partir de ahora la comunidad es, para el autor del evangelio de Mateo, una oportunidad para recordar a todos sus destinatarios y destinatarias en qué y en quién han de sostener su fe. Y lo más importante: fortalecer en cada uno y en cada una la certeza de que el Maestro siempre estará con ell@s.

Muchos siglos después seguimos escuchando este relato y quizá nos siga invitando a preguntarnos en quién ponemos nuestra esperanza, y si realmente el Dios en el que creemos es el que sostuvo la misión de Jesús y derramó su santa Ruah para impulsar su acción y compromiso. Bautizados y bautizadas estamos llamados y llamadas a encontramos también con Jesús resucitado en Galilea y recrear hoy sus palabras en nuestro concreto y a veces precario camino creyente.

Carmen Soto Varela, ssj

Fuente Fe Adulta

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¿Dios ha muerto?

Domingo, 27 de mayo de 2018
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imagesDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01. ¿EL OCASO DE LA FE? ¿DIOS HA MUERTO?

o Es un hecho fácilmente constatable el descenso de la práctica sacramental entre nosotros, en Occidente. En Guipúzcoa se bautizan menos de la mitad de los que nacen, el número de confirmandos es infinitamente a los centenares (¿miles?) de jóvenes que recibían el sacramento de la confirmación hace todavía pocos años. Igualmente los matrimonios canónicos (y no canónicos) han descendido notablemente. Incluso ya se nota que no pocas personas mueren sin la unción de los enfermos y descartan de su vida (y se su muerte) el funeral.

o Por otra parte -y siempre en Occidente- está haciendo buena carrera el ateísmo, agnosticismo, el laicismo, el relativismo, etc.

o ¿Qué ha pasado en la Europa Occidental en los últimos dos siglos, más o menos?

Decir que la gente es mala y que nosotros -los eclesiásticos- seguimos teniendo la razón más que la verdad, es un infantilismo prepotente.

o Habrá que echarle “una pensada” a la vida, a los procesos históricos, a los pasos culturales, a qué es lo que los creyentes vamos viviendo y presentando a nuestros contemporáneos.

02. LA HUMANIDAD NO HA SIDO Y -TAL VEZ- NO ES ATEA.

o La humanidad no ha sido, ni es atea. La humanidad ha sido creyente (no es ahora el momento de entrar en la historia de las religiones). Todos los pueblos y culturas han tenido una fe. Incluso hoy en día, si salimos del “ghetto” europeo, veremos que Asia, África, Latinoamérica, Oceanía son continentes en los que la humanidad es creyente, no digo cristiana, sino religiosa.

o El ateísmo nace “oficialmente” a partir de la Europa de la Ilustración (siglo XVIII). La primera declaración de ateísmo la realiza -a mediados del siglo XIX- Feuerbach (1804-1872). Será Nietzsche, muerto en 1900, quien proclame: Dios ha muerto. Esto da que pensar y haremos bien en acoger las preguntas que brotan en nuestro contexto cultural.

o ¿Será cierto que, según desarrollan los pueblos: técnica, económica, cultural, políticamente, la cota religiosa desciende? ¿A mayor progreso humano, inevitablemente va desapareciendo la religión-fe? ¿La ciencia, el progreso tecnológico constituirán la siguiente etapa a la época religiosa?

03. EL SER HUMANO ES CREYENTE POR NATURALEZA.

o Todo ser humano –consciente- tiende a “religarse” (religión) con alguna realidad que dé sentido a su vida. Que tal realidad sea acertada o menos, es ya otra cuestión.

o Si queremos saber cuál es nuestro “dios”, el “dios” en el que creemos, pensemos en lo que nos tomamos absolutamente en serio en la vida. Aquello o aquel que nos interesa, que nos pre-ocupa y ocupa completamente, ese es nuestro “dios”. Puede que nuestra preocupación fundamental sea el dinero, el poder, la patria-nación, el placer, etc. “Ese es nuestro dios” y esa será nuestra fe.

o Probablemente ateo no sea aquel que ha prescindido del estereotipo “dios”, sino aquel que no es capaz de tomarse nada en serio en la vida, incluso aunque nos equivoquemos.

o Para ser ateo “como Dios manda” hay que pensar un poco más de lo que esta postmodernidad capitalista nos permite.

o Ser creyente o ateo son dos posibilidades serias en la vida. Ser superficial y frívolo, es una zafiedad.

04. DIOS ES BONDAD Y SALVACIÓN.

Naturalmente que se puede creer y vivir en el Dios y Padre de Nuestro Señor JesuCristo.

Decía K. Rahner que “lo que Dios sea en sí mismo, no lo sabemos: Dios es el horizonte, el misterio”. A esto se denomina: Trinidad en sí, Trinidad inmanente. Lo que Dios sea en sí nos pilla muy lejos.

Ahora bien, lo que sí sabemos es lo que Dios ha dicho y ha hecho por nosotros: la economía de la salvación. Lo que Dios ha hecho es querernos, amarnos, salvarnos. Y esto lo ha realizado por medio de JesuCristo, que es la Palabra, la expresión, sacramento de Dios.

Por JesuCristo, Palabra y expresión de Dios, sabemos y hemos experimentado el designio salvífico de Dios. Dios nos salva por medio de su Hijo, JesuCristo. Vivamos ese Espíritu de amor.

Nosotros creemos en el Dios de Jesús, que nos ha salvado por puro amor.

05. DIOS ES AMOR.

abrazosPor JesuCristo sabemos que Dios es Padre y Dios es amor, (1Jn 4,8), que no se impone por su poder, sino por su bondad.

Cuando en el fondo de nuestro ser nos abrimos a Dios, experimentamos una inmensa paz que proviene del amor de Dios. Descansar en el amor de Dios, que es lo que hizo el Discípulo Amado en la Última Cena: recostado en el costado, en el amor de Cristo, infunde una gran serenidad en la vida y en la muerte. Y así el Discípulo Amado entendió lo que allí ocurría, entendió la vida.

Cuando nos sentimos amados y experimentamos el amor de Dios, entonces es cuando conocemos a Dios y conocemos lo que es y lo que vale la vida.

El amor consiste no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados. (1Jn 4,10)

Disfrutemos de un Dios que es amor y nos daremos cuenta de que el amor es Dios. De manera que donde hay amor, allí está Dios. Lo hemos cantado mil veces en la liturgia: Ubi charitas et amor, Deus ibi est. Donde hay caridad y amor, Dios está allí.

Donde unos jóvenes o una pareja, un matrimonio se aman, allá está Dios. Donde una familia, una comunidad se quiere, donde hay amor, ahí está Dios, eso es Dios.

Quien cree y vive en el amor, en la misericordia, ese tal no es ateo, sino profundamente creyente. Tal vez “no sea de los nuestros” (¿o sí?)

No nos escandalicemos ni nos rasguemos las vestiduras porque los jóvenes no van a Misa, o por el bajonazo que se ha producido en la Iglesia. El sacerdote y el levita “tenían que ir al Templo”, por eso no amaban, pero el buen samaritano, que no iba a Misa, es quien amó a su prójimo y en él estaba Dios. (Lc 10,25-37).

La tradición de San Juan insiste en que: quien no ama, no ha conocido a Dios, (1Jn 4,8). A Dios no se le conoce científicamente, sino que de Dios sabemos algo cuando amamos.

Al final ser cristiano es creer en el amor.

Que CRISTO ESTÉ CON NOSOTROS HASTA EL FIN DE LOS TIEMPOS

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Trinidad, una síntesis teológica (con el retablo de la Cartuja de Burgos)

Miércoles, 14 de junio de 2017
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19030555_807496256094235_6056617337081974537_nSeguimos viviendo en el tiempo de la Trinidad… Del blog de Xabier Pikaza:

La Trinidad (que es fe en Dios Padre, en Jesús y en el Espíritu Santo) constituye, con la encarnación, el misterio cristiano por excelencia.

— No es un dogma entre otros, una verdad que se suma a las restantes verdades de la fe.Es más bien, el dogma, es decir, el presupuesto glorioso en que se fundan todos los restantes elementos de la confesión cristiana. Es la verdad donde se apoyan y reciben su sentido las verdades del símbolo eclesial.

— Es dogma y verdad que pertenece al campo de la fe y, sin embargo, puede presentarse también como compendio de todo saber racional, de todo pensamiento y, sobre todo, de toda práctica cristiana y humana, a favor de las personas (es decir, de todos).

Es el fundamento, siendo al mismo tiempo la meta de toda reflexión, como el compendio donde viene a expresarse el misterio cristiano. Es dogma, siendo, al mismo tiempo, el principio racional que más da que pensar a los creyentes, fuente y reto de toda filosofía.

Así lo mostraremos en las reflexiones que siguen, presentando de forma esquemática algunos de sus elementos primordiales, en perspectiva personalista, a la luz de la imagen clásica de la Trinidad del altar de la Cartuja de Miraflores, en Burgos:

Dentro del óvalo de la divinidad, el Padre y el Espíritu, revestidos de símbolos reales, sostienen a Cristo Crucificado como verdad y compendio del misterio trinitario. El Cristo total, Cristo redentor en su plenitud divina, con el Padre y el Espíritu, eso es la Trinidad

Por encima sobrevuela el pelícano de Dios, la vida misma como entrega hasta la muerte y como nuevo nacimiento en que la muerte se supera. En la parte inferior aparecen, entrando ya en el círculo sagrado, la madre de Jesús y el discípulo querido que son signo y compendio de la iglesia.

El óvalo de Dios es un mandala: el círculo en que el mismo Dios se expresa y se completa. Dios no es una especie de camino abierto al infinito, no es una espiral que se está haciendo y va buscando su verdad mientras avanza hacia lo nuevo. Dios se encuentra completo, realizado. Es el amor que existe por sí mismo, como encuentro de personas que se entregan y se acogen mutuamente, en el gozo de de la vida regalada y compartida.

Pero de Dios sólo se puede hablar en cristiano a través de Jesús. Por eso, para entender la Trinidad debemos dirigir nuestra mirada hacia la historia y cruz de Jesucristo. Eso es lo que hace el retablo que ahora estamos estudiando. Dentro del óvalo de Dios está Jesús crucificado, como Pablo decía:

— Los judíos quieren obras, señales poderosas de aquel Dios que actúa como fuerza creadora sobre el mundo.
— Los griegos han buscado la sabiduría, aquel conocimiento que nos lleva al interior de Dios, hasta la hondura en que la mente encuentra su descanso.

— Por el contrario, los cristianos descubrimos a Dios que es Trinidad en Jesús crucificado, con el Padre y el Espíritu.

(Siga interpretando el gran Mandala Trinitario de Burgos quien quiera, analizando cada escena, con el Padre Sacerdote-Rey, con el Espíritu “mancebo”, signo de toda juventud y amor… Yo ofreceré un esquema de la teología trinitaria, a la luz, a los pies, de ese Cristo Trinitario de Burgos).

I. TRINIDAD CRISTIANA. EL ARRIANISMO Y LA FORMULACIÓN DOGMÁTICA DE NICEA.

En el principio de la formulación cristiana de la Trinidad se encuentra la revelación de Jesús y del Espíritu Santo. El centro de la fe lo constituye una doble afirmación: Dios se ha revelado totalmente por la vida, muerte y pascua de Jesús; Dios está presente por su Espíritu en la Iglesia. Los cristianos saben que Dios Padre, Cristo su Hijo y el Espíritu Santo no pueden separarse, de manera que los tres forman un mismo misterio de gracia y adoración. Eso significa que en un primer momento, la Trinidad es un (el) misterio que abarca la vida total de los cristianos. Es experiencia de absoluta Trascendencia (Dios es Padre originario, nadie puede conocerle plenamente). Es experiencia de absoluta Encarnación histórica (Dios es Jesús, en su vida concreta, en su muerte y en su pascua al servicio de los hombres). Esta es, en fin, una experiencia de total Inmanencia.

Se trata de una experiencia total, no de un cambio que se va realizando poco a poco, no de una pequeña variación en el esquema anterior del /judaísmo. Esta es más bien una mutación absoluta: en un momento dado, iluminados por el recuerdo del Jesús histórico y por la presencia de su Espíritu, los cristianos se han descubierto inmersos dentro de un universo simbólico distinto. Sin quererlo expresamente, sin fundarse en esquemas conceptuales preconcebidos, ellos se han visto obligados a expresar de forma distinta su más honda experiencia. Esto les ha obligado a mantener una fuerte tensión conceptual. No eran filósofos profesionales, pero su misma experiencia les ha obligado a elaborar la más honda teología de los tiempos nuevos, sobre todo en relación con las dos grandes herejías, la del arrianismo y la de aquellos que niegan la divinidad del Espíritu Santo. Aquí nos fijaremos principalmente en la primera.

1. El Arrianismo.

Este ha tenido la grandeza racional de unir dos presupuestos que parecen obvios y profundos, elaborando así una visión judeo-helenista muy coherente del cristianismo. De esa forma ha elaborado una herejía que resulta, al mismo tiempo, racional y piadosa:

a) Conforme al presupuesto racional, tomado del platonismo, el arrianismo piensa que la realidad ha de entenderse en forma escalonada, como un despliegue ontológico que va pasando de lo más perfecto (el Dios trascendente) a lo menos perfecto (el mundo inferior); como intermediario entre aquel Dios inaccesible y nuestro mundo perdido, se halla el Logos. Nos encontramos lejos de Dios, necesitamos alguien que lo acerque, lo revele. Ese es el Logos, el Cristo, que estando por encima de nosotros, se encuentra sin embargo bajo Dios;

b) Conforme al presupuesto de piedad dicen los arrianos que Jesús ha sido un individuo sumiso y obediente a Dios. Esta es su grandeza y el ejemplo que ha podido ofrecernos. Resulta osadía quererse hacer divino, era soberbia sentarse junto a Dios. Jesús no ha sido soberbio ni osado sino humilde servidor del misterio. Por eso le vemos bajo Dios, como servidor, un intermediario que sufre por nosotros y revela en /obediencia el gran misterio. La razón y la piedad se hallaban de parte del arrianismo; por eso, lógicamente, pudo pensarse que un día el imperio romano (helenista) se haría arriano, tanto por política (el emperador necesita fomentar la sumisión), como por piedad (nosotros, con Jesús, somos libres).

2. El concilio de Nicea (325).

Pero la Iglesia tuvo que rechazar esas posturas para mantenerse fiel a su experiencia original, tanto en plano religioso como filosófico. Así lo hizo en el concilio de Nicea (año 325), que sigue siendo la fecha clave del /personalismo dentro de la Iglesia cristiana. Leer más…

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11.6.17: Fiesta de la Trinidad: Testigos de ¨Dios Padre

Martes, 13 de junio de 2017
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18920224_807283146115546_7057432935584096786_nDel blog de Xabier Pikaza:

Ésta es la tarea cristiana: ser testigos de Dios Padre en un mundo que parece abandonado, huérfano de amor y de esperanza.

Son muchos los que dicen que no hay Padre: estamos arrojados, perdidos en el mundo, como huérfanos que deben hacer la vida a solas, por sí mismos; la fe trinitaria nos lleva a expresar en medio de ellos (en favor de ellos) el sentido de una vida que es respuesta gozosa, comprometida al don del Padre.

Son muchos los que viven sobre el mundo como si no hubiera Padre ni madre: no tienen familia verdadera; no existe para ellos reconocimiento social, ni justicia; son menos que huérfanos, están aplastadas en la tierra por los falsos hermanos que viven sólo de su propia prepotencia; pues bien, en medio de ellos, la iglesia de Jesús debe ofrecer el testimonio de la solidaridad fraterna, gratificante, creadora, que brota de la fe en el Padre.

Los musulmanes conocen 99 nombres de Dios y los proclaman en sus oraciones; pero no han descubierto su hondura radical de Padre en Jesucristo.

También los judíos conocen a Dios y le llaman con palabra soberana Señor de cielo y tierra (Yahvé, Adonai, Kyrios); pero no han encontrado todavía su nombre verdadero, no le acogen y veneran como el Padre de Jesús.

Ésta es la novedad del evangelio, el Dios de la Trinidad:

Ésta es la fe Trinitaria que se expresa en los tres artículos del credo:

— La fe en Padre de Jesús, que es Padre eterno (padre-madre), siendo Padre/Madre en el camino de la historia.

— La fe en Jesús, que es la Vida de Dios hecha vida humana, en riesgo de amor, en abundancia de tarea, al servicio de los demás.

— La fe en el Espíritu de Dios que es el amor creador, el amor mutuo, principio de libertad, de comunión y de esperanza.

cristianos son aquellos que conocen de verdad el nombre de Dios, saben que es Padre de Nuestro Señor Jesucristo, siendo de esa forma Padre de todos los humanos (cf. Rom 15, 6; Ef 1, 3; 2 Cor 1, 3, etc.).

SUMARIO: I. Introducción. Religiones y pensamiento filosófico—II. Antiguo Testamento: crisis del Padre—III. Mensaje de Jesús: el Padre liberador—IV. Vida de Jesús: Dios como Abba—V. Pascua de Jesús: revelación del Padre–VI. Dios Padre: teología trinitaria—VII. Lo paterno y lo materno: ampliación antropológica–VIII. Conclusión: padre y madre; hijos y hermanos.

1. Icono oriental de la paternidad trinitaria
2. Icono occidental de la Trinidad como paternidad (siglo XII: Aragón, Navarra)
3. Imagen trinitaria del Dios Padre que sostiene a Cristo, su hijo en la cruz.

I. Introducción: religiones y pensamiento filosófico

Los asiro-babilonios formularon la relación del hombre con lo divino en términos de parentesco, de tal forma que gran parte de sus dioses llevaron el título de Padre y así fueron aclamados en plegarias y ritos. Lo mismo puede afirmarse de Egipto donde Antón es Padre de dioses y de hombre. Padre es igualmente el Zeus griego y el Júpiter romano. Padre, en fin, es aquel nombre que reciben muchos dioses en Asia y en América, en Africa y las islas de Oceanía.

Estamos ante un dato bien conocido: muchos pueblos han visto a Dios como Padre. Esta afirmación ha de ser mejor matizada. Normalmente, los antiguos interpretan el carácter paternode Dios en un nivel de origen físico-biológico. Llaman Padre al punto de partida, al todo primigenio del que surge la existencia de los dioses (los espíritus), los hombres y las cosas. Lo humano y lo divino están entrelazados en un mismo fondo de existencia. Ese fondo es Padre, como todo fundante del que surgimos y en el que vivimos. En este plano la imagen del padre y de la madre no se encuentran todavía separadas. Por eso, lo divino se presenta normalmente como padre-madre, en clave de ambivalencia de funciones o desde un nivel todavía indiferenciado de complementariedad. Lo paterno y lo materno están unidos, como aspectos de la vida primordial donde los hombres nos hallamos sustentados2.

Esta visión de Dios pudiera verse como proyección de la experiencia familiar donde padre y madre constituyen los polos fundantes de la vida. Pero ya Platón la ha traducido en forma filosófica. Por eso ha dado al Bien, la idea que se encuentra por encima de toda realidad, nombre de Padre. También el pensamiento estoico presenta a Dios en forma germinal, como principio o Padre del que surgen los hombres y los dioses. Leer más…

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Algo se mueve en el alma…11 Junio, 2017

Lunes, 12 de junio de 2017
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interrogante

… y se llama Dios Trinidad.

Parece que ponerse a escribir sobre la Trinidad requiere un cierto esfuerzo mental. Relacionamos de alguna manera el vocablo Trinidad con un concepto abstracto, un concepto de la mente.

Y es que realmente por ese camino nos perdemos. La Iglesia lleva muchos siglos celebrando el día de la Trinidad. Pero es evidente que sigue costando bastante llegar más allá de los conceptos.

Un punto de confluencia, de comunión.

Que Dios es Trinidad es una verdad que aceptan, y celebran, todas las confesiones cristianas, es un punto de confluencia, de comunión, para la iglesia católica, protestante y ortodoxa. Pero hay una desconexión bien evidente entre la afirmación trinitaria, Tres Personas y un solo Dios, y la imagen que los creyentes manejan o imaginan sobre Dios.

Seguramente habrá surgido alguna imagen en tu cabeza al leer este texto. Algo así como un señor de barba blanca sentado en un trono, a distancia, mirando a su Hijo, si acaso con una paloma rondando su hombro. De hecho la mayoría de la gente, creyente o no, que ha escuchado en algún momento de su vida sobre el Padre, el Hijo y el Espíritu, tiene una imagen similar a esta.
Imaginar a Dios.

Este modo de imaginar a Dios puede generar toda una forma de pensar bien definida: jerárquica, distante, culpabilizadora, condenatoria… incluso violenta. Unas actitudes que se cuelan como modelo para relacionarse, para enfrentarse a la vida.

Por eso es muy importante reflexionar sobre la imagen que aparece en nuestra mente cuando pensamos en Dios, observarla, y purificarla. Dios no es un concepto perteneciente al mero ámbito de la especulación. Es mucho más, más que una experiencia, pertenece al ámbito de la vida. Esa vida que los científicos nos confirman que es movimiento, desde la partícula más pequeña descubierta por el ser humano hasta el movimiento del universo en sus galaxias y nebulosas. Si pensamos en Dios como alguien estático, nos equivocamos.

El Evangelio, especialmente el de Juan, evidencia este movimiento divino. Pero no es un movimiento como de partido de tenis que va del Padre al Hijo y del Hijo al Padre, y todo lo demás queda fuera, como espectador. La Trinidad es más allá que el dualismo, más allá de la comparación porque nos sumerge en la comunión. Si pensamos en Dios como dualismo (blanco/negro, mejor/peor) nos equivocamos.

Movimiento y Comunión.

Llegando al punto en el que salimos de los conceptos y nos sumergimos en la vida, que es movimiento y que refleja la alteridad, la diferencia, la comunión… ¿cómo podríamos representar a Dios Trinidad?, ¿qué imagen podemos utilizar para expresar a Dios?

La respuesta la has de encontrar tú. Esta es una buena forma de prepararse para celebrar la fiesta de la Trinidad, salir de lo estático y dejar que tu experiencia plasme una nueva imagen de Dios. Sin olvidar que somos criaturas y Dios es más, mucho más, que las imágenes con las que le representamos, imaginamos, o sentimos.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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“Confiar en Dios” .11 de junio de 2017. Santísima Trinidad (A.) Juan 3, 16-18.

Domingo, 11 de junio de 2017
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24.the_trinity-blanchard-lowresEl esfuerzo realizado por los teólogos a lo largo de los siglos para exponer con conceptos humanos el misterio de la Trinidad apenas ayuda hoy a los cristianos a reavivar su confianza en Dios Padre, a reafirmar su adhesión a Jesús, el Hijo encarnado de Dios, y a acoger con fe viva la presencia del Espíritu de Dios en nosotros.

Por eso puede ser bueno hacer un esfuerzo por acercarnos al misterio de Dios con palabras sencillas y corazón humilde siguiendo de cerca el mensaje, los gestos y la vida entera de Jesús: misterio del Hijo de Dios encarnado.

El misterio del Padre es amor entrañable y perdón contínuo. Nadie está excluido de su amor, a nadie le niega su perdón. El Padre nos ama y nos busca a cada uno de sus hijos e hijas por caminos que sólo él conoce. Mira a todo ser humano con ternura infinita y profunda compasión. Por eso, Jesús lo invoca siempre con una palabra: “Padre”.

Nuestra primera actitud ante ese Padre ha de ser la confianza. El misterio último de la realidad, que los creyentes llamamos “Dios”, no nos ha de causar nunca miedo o angustia: Dios solo puede amarnos. Él entiende nuestra fe pequeña y vacilante. No hemos de sentirnos tristes por nuestra vida, casi siempre tan mediocre, ni desalentarnos al descubrir que hemos vivido durante años alejados de ese Padre. Podemos abandonarnos a él con sencillez. Nuestra poca fe basta.

También Jesús nos invita a la confianza. Estas son sus palabras: “No viváis con el corazón turbado. Creéis en Dios. Creed también en mí”. Jesús es el vivo retrato del Padre. En sus palabras estamos escuchando lo que nos dice el Padre. En sus gestos y su modo de actuar, entregado totalmente a hacer la vida más humana, se nos descubre cómo nos quiere Dios.

Por eso, en Jesús podemos encontrarnos en cualquier situación con un Dios concreto, amigo y cercano. Él pone paz en nuestra vida. Nos hace pasar del miedo a la confianza, del recelo a la fe sencilla en el misterio último de la vida que es solo Amor.

Acoger el Espíritu que alienta al Padre y a su Hijo Jesús, es acoger dentro de nosotros la presencia invisible, callada, pero real del misterio de Dios. Cuando nos hacemos conscientes de esta presencia contínua, comienza a despertarse en nosotros una confianza nueva en Dios.

Nuestra vida es frágil, llena de contradicciones e incertidumbre: creyentes y no creyentes, vivimos rodeados de misterio. Pero la presencia, también misteriosa del Espíritu en nosotros, aunque débil, es suficiente para sostener nuestra confianza en el Misterio último de la vida que es solo Amor.

José Antonio Pagola

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“Dios mandó a su Hijo para que el mundo se salve por él”. Domingo 11 de junio de 2017. Santísima Trinidad.

Domingo, 11 de junio de 2017
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32-TrinidadA cerezoLeído en Koinonia:

Éxodo 34,4b-6.8-9: Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso
Interleccional:
Daniel 3. A ti gloria y alabanza por los siglos.
2Corintios 13,11-13: La gracia de Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo
Juan 3,16-18: Dios mandó a su Hijo para que el mundo se salve por él

La Biblia nos revela en una palabra quien es Dios: Dios es amor (1 Jn 4,8). Amor personal (porque te ama a ti, como si sólo a ti amase) amor total (sin medida, porque la medida del amor es dar sin medida), amor sacrificado (oblativo, entregado y paciente), amor universal (inclusivo, no excluyente), amor preferencial (se inclina más hacia el débil). Las lecturas de hoy nos revelan el perfil, el rostro o la fisonomía de Dios. La lectura del Éxodo lo revela como un Dios “compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en clemencia y lealtad” (Ex 34,6); y esto inmediatamente después del episodio de adoración al becerro de oro (Ex 32). Como queriendo contrastar la infidelidad del Pueblo y la fidelidad de Dios.

Pablo, en la segunda lectura nos desvela el misterio de un Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, mediante el saludo trinitario a la asamblea: “la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre, y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con ustedes” 2 Cor 13, 13.

Finalmente el evangelio de hoy, tomado de San Juan, es uno de esos textos cumbres de la literatura bíblica que revelan una luz especial: “tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo” (Jn 3,16).

Éstos serían como los versículos fundamentales para nuestra fiesta. En primer lugar el Dios de Israel y de Jesús, es un Dios inserto en la historia. El antiguo y nuevo Pueblo de Dios no llegaron a la experiencia de Dios, ni por la naturaleza (religiones naturalistas, tendentes a divinizar la creación), ni por la filosofía (la elucubración de los filósofos, que a través de las causas segundas, llegaron a una primera causa: Dios), sino por la historia. De ahí que el credo de Israel y el de la Iglesia se definan como credos históricos. Imposible proclamar a este Dios, dejando de lado los grandes acontecimientos salvíficos: que “nació de María, la virgen, que padeció bajo Poncio Pilatos, que fue crucificado, muerto y sepultado”, etc., son datos históricos puntuales. Dejar de lado la historia, sería desencarnar la fe, privarla de su sacramentalidad histórica. Un Dios desentendido de la historia no sería el Dios de los cristianos. En segundo lugar, en esta historia llena de luces y de sombras, pero guiada de la mano de Yahveh, se va dando un avance; lo que los teólogos han llamado “la revelación progresiva”. Cuando éramos niños tuvimos una experiencia de Dios que fue madurando poco a poco hasta hacernos adultos… Se trata de un principio de la pedagogía divina. El misterio de Dios uno y trino es fruto de esta experiencia de revelación progresiva en la historia. Revelación cumbre, expresión de maduración: Dios no es un ser aislado, desentendido de las realidades temporales, solitario. Es un Dios comunitario, familia, sociedad, fraternidad, etc. Por eso como dijimos al principio; la cumbre de toda la revelación bíblica es ésta: Dios es amor. Y el amor nunca es soledad, aislamiento, sino comunión, cercanía, diálogo, alianza.

La naturaleza misma de Dios es todo un proyecto de vida que revela la naturaleza misma del alma humana, creada a imagen y semejanza de Dios. De este modo podemos entender cómo la misma humanidad siente esa necesidad de alianza, aun en medio de la pluralidad. Vivimos en una casa común, somos una familia (humana), tenemos las mismas necesidades, los mismos problemas. Dios en esta hora de la historia habla a través de esos signos de un mundo en búsqueda.

En tercer lugar no hay que estar rompiéndose la cabeza para intentar comprender (desde nuestra lógica natural) un misterio que nos es dado por revelación, y que sólo puede ser aceptado plenamente por la fe. A Dios nadie lo ha visto jamás, sólo el Hijo que estaba en el seno del Padre, es quien nos lo ha dado a conocer (Jn 1,18). La fe ciertamente que pasa del oído a la mente, de la mente al corazón, y del corazón a la vida. No se trata de un proceso meramente racional. Pues la razón se entiende necesitada de la razonabilidad de la fe, al reconocerse humilde ante el misterio de Dios. En efecto Dios revela estas cosas a la gente sencilla, y las esconde a los sabios de este mundo. Esta es la lógica y la sabiduría de nuestro Dios, muy distinta y muy distante de la lógica natural, marcada por los egoísmos humanos. Dios entra más fácilmente en le corazón del niño que en el del adulto, en el corazón del humilde que en el del soberbio, en el corazón del débil que en el del fuerte.

Estamos ante el más grande misterio, que ni ojo vio, ni oído escuchó… Acerquémonos a Dios con Adoración (El Padre)… dispuestos a asumir su proyecto de fraternidad (El Hijo)… con toda la profundidad de nuestro ser (El Espíritu Santo). Leer más…

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11.6.17. Trinidad 1. Dios es amor

Domingo, 11 de junio de 2017
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19029377_807059926137868_414265356988915488_nDel blog de Xabier Pikaza:

Quiero preparar la fiesta de la Trinidad (del 11.6.17), publicando algunos trabajos del Diccionario Teológico. El Dios Cristiano, que preparé y publiqué con N. Silanes, profesor, editor y amigo del alma, hace ahora 25 años (Sec. Trinitario, Salamanca 1992).

Han pasado 25 años, pero aquel diccionario, en el que colaboraron muchos de los teólogos hispanos más significativos, sigue siendo una obra de referencia en castellano y portugués. Es para mí un placer retomar algunas de sus entradas, en este entorno de la fiesta de la Trinidad

La mayor parte de ellas han sido publicadas también en los Ficheros de teología del portal Mercabá http://www.mercaba.org/DIOS%20CRISTIANO/CARTEL_DIOS_CRISTIANO.htm (supongo que con permiso de la Editorial). Entre ellas empezaré destacando la del “amor”, pues el Dios Cristiano es Trinidad siendo y por ser Amor encarnado en Cristo y ofrecido como vida en el Espíritu de amor, como indicaré en la reflexión que sigue.

18952613_806757556168105_4747571167426887179_nSUMARIO:
I. Eros y Agape: amor griego, amor cristiano.
II. Amor y compasión: cristianismo
y budismo.
III. Amor y Trinidad: la comunión divina.
IV. El Espíritu Santo como amor
personal.
V. Trinidad y metafísica de amor. Sentido de Cristo

Como indica el sumario, he trazado algunos rasgos importantes del amor para entenderlos luego en clave trinitaria. No he podido citar la encíclica de Benedicto XVI: Dios es amor (2005), porque mi trabajo es anterior, de tipo más teológico.

Comenzamos situando el tema en un nivel de historia de las religiones: comparamos el amor cristiano y griego (agape y eros).

18893002_806761116167749_6814707196997633947_nDespués lo interpretamos desde el fondo del budismo (compasión y caridad).

Sólo entonces trataremos del amor cristiano visto en clave trinitaria.

Para culminar el tema ofreceremos una breve visión de las personas trinitarias (especialmente el Espíritu Santo) desde el fondo de una teología del amor.

Quiero presentar esta postal y las siguientes sobre la Trinidad como recuerdo a los largos años de docencia en los que impartida mi enseñanza sobre la Trinidad, en la Universidad Pontificia de Salamanca.

I. Eros y Agape: amor griego, amor cristiano

18951210_806758186168042_4057857022588419661_nLa religión griega del eros aparece como praxis salvadora que se funda en el orfismo y la piedad de los misterios. Ella quiere liberar la luz divina de los hombres, conquistando y recreando su verdad originaria, cautivada en una cárcel de dolor, sombra y materia. Lógicamente, el alma debe aprender a liberarse por la acción contemplativa o religiosa que le lleva a descubrir su realidad original y retornar de esa manera a lo divino.

Platón ha elaborado los principios que le ofrece la tradición anterior y edifica desde el eros un expléndido sistema de verdad, de salvación y pensamiento. La visión del eros, que Platón ha presentado desde el mito anterior, presupone en realidad que el hombre es ahora esclavo: está cautivo sobre el mundo pero guarda las semillas del recuerdo de su vida originaria. Ese recuerdo, reflejado germinalmente en el eros, le conduce a partir de los valores sensibles de este mundo (cuerpos, ideales…), hacia el bien de lo supremo como meta donde puede sosegar y realizarse su existencia.

El amor es, por tanto, una potente fuerza de atracción que, al inquietarnos en el mundo, nos inmerge en la ansiedad y nos conduce hacia la idea y la bondad de lo divino. Según esto, no hay eros en Dios, pues a Dios nada le falta en su existencia. Tampoco puede hallarse entre los hombres que se encuentran perdidos en los bienes de la tierra. El eros es la fuerza ascensional, aquel impulso que constantemente lleva desde el mundo sensible y limitado, a la verdad de lo que somos en lo eterno. Por eso tienen eros o son eros solamente aquellos hombres que partiendo de los bienes de este mundo, se elevan y dirigen en camino de amor hacia el sentido y bondad de lo divino. El eros de la carne (amor corporal) se supera y se transciende haciendo que surja de ese modo el proceso del «eras espiritual».

A. Nygren, sistematizador protestante del tema, ha distinguido en la visión del eros estos momentos.

a) Es amor-deseo que nos lleva a superar la privación en que ahora estamos, caminando hacia un estado de existencia más dichoso.

b) Es anhelo que conduce desde el mundo a lo divino. Por eso, Dios no ama ni tampoco aquellos que prefieren contentarse con la tierra,

c) Es amor egocéntrico: es nostalgia de conquista, un gran deseo por lograr y disfrutar lo que nos falta. Sólo en el momento en que, inmergidos en Dios, hayamos colmado la ansiedad y realizado nuestro anhelo, cesaremos en la marcha: se habrá cumplido el eros, no seremos más cautivos de la tierra; la historia habrá cerrado su camino, quedará la eternidad. Leer más…

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Tres Iconos de la Trinidad: Roublev, El Greco, Cartuja de Miraflores

Domingo, 11 de junio de 2017
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19029367_807359026107958_73154290622402697_nDel blog de Xabier Pikaza:

Cuando era profesor del Tratado de Dios Uno y Trino, solía dedicar algunas clases a los iconos e imágenes trinitarias de la tradición de Oriente y Occidente, siguiendo el esquema las Bibliae Pauperum (Biblias Ilustradas de los siglos XIV-XV), que eran catequesis en Imágenes con explicaciones oportunas.

Mi amigo Gerardo Sánchez Cruz, dibujó las figuras y así preparamos un libro titulado Nueva Biblia de los pobres: Catequesis bíblica en imágenes (333 págs.), Desclée de Brouwer, Bilbao 1991.Más que “trinitario”, el tema de la portada es “mosáico” (con Dios Padre haciendo que emerja Moisés con el Libro de la Ley). Esta “trinidad mosaica” estaría formada por Dios Yahvé, Moisés su revelador y el Libro (en lugar del Espíritu Santo).

Aquel libro (de Gerardo y un servidor), con sus más de cincuenta trinidades, que me gustaría recuperar… tuvo una suerte desigual. Creo que no se vendió mucho, pero se hicieron ediciones pirata, entre ellas la del Movimiento Cultural Cristiano, cuyos ejemplares pueden aún verse en librerías de viejo… Así aparece también en http://www.seraporlibros.net/207301/Nueva-biblia-de-los-pobres.

Retoco con el motivo de la próxima fiesta de la Trinidad esta postal que publiqué hace tiempo… pero me la han pedido de nuevo, y así bajo el texto (lo pirateo yo mismo), conservando los comentarios antiguos, con un comentario a los tres tipos de imágenes trinitarias que solía comentar en otro tiempo. Recojo aquí el sentido de tres “imágenes trinitarias”:

a. El Icono de Roublev, icono “oficial” de la Trinidad angélica (los tres visitantes de Moisés).

b. El icono más “occidental” del Dios Padre que recoge en sus brazos al Cristo Muerto, con el Espíritu de Vida. Es más conocida la imagen del Greco, pero hay cientos y miles del tema las iglesias (católicas y protestantes) de occidente.

c. El icono/imagen de la Cartuja de Miraflores de Burgos… Una maravilla. Quizá lo más hermoso y teológico que se ha representado sobre el Dios de Cristo en Occidente, como verá quien siga leyendo.

Un saludo a todos los amigos.

1. Modelo oriental. Roublev

8955696894928150Es el modelo más bello, de tipo místico y origen ruso, pintado por Andrei Roublev (1360 – 1430). Ésta es la Trinidad del cielo, tres ángeles, en gesto de comunión, belleza, armonía de vida, diálogo pleno.

Roublev fue discípulo de San Sergio di Radonez (1314-1392) y recibió en encargo de pintar un icono para la Iglesia del monasterio fundado por San Sergio, un icono inspirado en la teofanía de los caminantes a Abraham, narrada el libro del Génesis.

Las Tres personas divina, simbolizadas en los vestidos de los tres personajes misteriosos que se aparecieron a Abraham en la encina de Mambré (Gn 18,1ss).

Ese icono, reconocido casi por todos como el signo más bello de la Trinidad, compendia de manera intensa la vida interior de la Iglesia ortodoxa rusa. La Trinidad aparece como misterio inefable de comunión de los Tres, que contemplan en la intimidad de su amor la realidad de la creación y de la pascua sacrificial del Cordero, representado en el cáliz que se encuentra sobre la mesa en el centro del icono. Se distinguen por los colores, son caminantes (báculos), que han venido a visitar y acompañar a los hombres en gesto de cercanía infinita.

Quizá el que mejor ha situado teológicamente el icono trinitario de oriente ha sido el teólogo ruso Pavel Eudokimov (1901-1970) que descubre y venera la presencia de la luz divina en los iconos, que así quedan introducidos en un ámbito sagrado. Desde ese fondo se entiende el Icono de la Trinidad de Rublov.

«El hombre contempla maravillado la gloria cuya luz hace brotar del corazón de toda criatura un canto de alabanza… El icono es una doxología, que se desborda de gozo y canta por sus propios medios la gloria de Dios. La verdadera belleza no necesita pruebas. El icono no demuestra nada, pero muestra; evidencia luminosa, se presenta como argumento “kalokagático” (Bello y Bueno, es decir, Verdadero) de la existencia de Dios. San Pablo formula el fundamento cristológico del icono: “Cristo es la imagen –eikòn- del Dios invisible”.

Quiere decir que la humanidad visible de Cristo es el icono de su divinidad invisible, que es “lo visible de lo invisible” (expresión de Dionisio el Areopagita, retomada por san Juan Damasceno, Tratado sobre los Iconos XI). El icono de Jesús aparece así como la imagen de Dios y del hombre al mismo tiempo, el icono de Cristo total: del Dios-Hombre. Esta función reveladora que posee la humanidad de Cristo llega a ser la verdad de todo ser humano; el hombre sólo es verdadero, sólo es real en la medida en que refleja lo celeste: es gracia maravillosa de toda criatura ser espejo de lo increado, “imagen de Dios”.

El icono nos revela a todos esta luz escatológica de los santos, y por lo tanto es un rayo del Octavo Día, un testimonio de la escatología inaugurada. Si el iconoclasmo, pues, reduce el sentido de la Transfiguración y oscurece su luz al destruir el icono, por el contrario, ¡qué sintomático es que, según las reglas, el motivo de la Transfiguración sea el primero que trate cada iconógrafo, para que Cristo “haga brillar su luz en su corazón”… No hay nunca una fuente de luz en los ¡conos, ya que la luz es su propio contenido; no se ilumina el sol, ya que él mismo es su luz…

“Nosotros reflejamos como un espejo la gloria del Señor”: un icono es ese espejo reluciente del mayor atributo de gloria: la luz. El arte sorprendente de Rublëv en su divina Trinidad traduce el resplandor tri-solar que ilumina el mundo. Según san Gregorio Pálamas, la luz del Tabor, la luz contemplada por los santos y la luz del siglo futuro son idénticas. Para Clemente de Alejandría (Strom. VI, 16), la luz del primer día preexiste a la creación, es “la verdadera luz del Logos iluminando las cosas aún escondidas y por la cual toda criatura ha accedido a la existencia”…

La visión, aquí, expresa la fe en el mismo sentido que san Pablo cuando la llama “visión de lo invisible” (Heb 11, 1). El icono se dirige a los ojos del espíritu para que contemple “los cuerpos espirituales” (1 Cor 15, 44). El estilo eclesial filtra toda visión subjetiva, pues la Iglesia es la que ve el objeto de la fe, sus misterios. Si la arquitectura sagrada del Templo ordena el espacio, y el Memorial litúrgico el tiempo, el icono experimenta lo invisible, la “forma interior” del ser; y esta interioridad surge, una vez más, de la iluminación, de la categoría tabórica. El estado de gracia, enseña san Serafín (Diálogo con Motovilov) ilumina para hacer ver la luz. El icono la revela a todos; como “oración”, purifica y transfigura a su imagen al que la contempla; como misterio, nos enseña que allí está el silencio habitado, el gozo del cielo sobre la tierra, el resplandor del más allá.

(P. Eudokimov, El arte del icono. Teología de la belleza, Publicaciones Claretianas, Madrid, 1991, 185-191)

El milagro del icono, su participación, se sitúa únicamente en el nivel de la semejanza hipostática, semejanza que no es a modo de retrato de lo que existe en la naturaleza, sino semejanza misteriosa, milagrosa, con la hipóstasis, la persona.

(1) Nosotros contemplamos a la vez lo indecible y lo representado (dice el Concilio II de Nicea), no uno o lo otro, sino uno en el otro. Este milagro orienta el movimiento anagógico de la plegaria… El icono no es nunca una «ventana sobre la naturaleza”, ni sobre un determinado espacio, sino un lugar donde el mundo se abre y se convierte él mismo, del todo, en una puerta que se abre hacia la Vida…

La irrupción del más allá se posa sobre todas las cosas de este mundo y da un sentido a todo, por medio de la refracción multicolor y por el destello dorado de su luz…

(2) Desde la Encarnación del Verbo, todo está dominado por la mirada, la figura humana de Dios. La iconografía comienza siempre por la cabeza; es ella la que da la dimensión y postura al cuerpo, ella es la que domina al resto de la composición. Incluso los elementos cósmicos toman a menudo la figura humana, pues el hombre es el “verbo” cósmico…

El icono ilustra admirablemente las paradojas del lenguaje místico, allí donde toda palabra, toda descripción se detienen impotentes. El plano material parece detenido, recogido, a la espera del mensaje y sólo el rostro traduce toda la tensión de las energías en acción. Toda inquietud, todo cuidado, toda fiebre de gesticulación, se desvanecen ante la paz interior. El icono quiere mostrar al homo cordis absconditus, al hombre escondido en el fondo del corazón (cf 1 Ped 3 4)…

(3) Estos colores (del icono) sostienen y ofrecen las llamas del Paráclito. La maternidad cósmica, convertida en receptáculo puro, recibe sus energías cósmicas. La luz del primer día se hace presente en la armonía final de la ciudad luminosa del último día. El Espíritu Santo, hipóstasis de la belleza, hace que todas las cumbres de la cultura humana, todos sus iconos, sean el icono del reino de Dios

(La connaissance de Dieu selon la tradition orientale, Mappus, Lyon 1967, 120-125)

Modelo Occidental, compasión del Padre. Imagen del Greco…, otras imágenes

18951375_807495792760948_274768312634524073_nHay en occidente muchos iconos trinitarios, pero el más conocido es el Cristo muerto en las manos del Padre. Éste es el icono de la pasión (la entrega divina de Jesús), vinculado a la “compasión”, la acogida resucitadora de Dios Padre.

Jesús, gritando con una voz fuerte, dijo ¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu! Y diciendo esto expiró (Lc 23, 46).

En manos del Padre ha muerto Jesús y así le representan las estatuas y pinturas que llamamos de la compasión del Padre (compassio Patris). Se compadece el Padre por Jesús, se duele en su dolor, de tal manera que el mismo amor de paternidad y filiación se vuelve trauma de muerte y nuevo nacimiento.

Suele aparecer el Padre como sacerdote dolorido, el sacerdote del Antiguo Testamento con la tiara de su autoridad en la cabeza. No tiene el cuchillo en la derecha como Abraham cuando ha venido a ofrecer en la montaña al hijo prometido (cf Gén 22). Tampoco lleva el mundo entre las manos poderosas, como suelen pintar¬le los pintores de grandeza. Lleva en las rodillas y en las manos a Jesús, el Hijo muerte, de manera que más que padre fuerte ahora parece madre cariñosa y compasiva.

18950980_807357986108062_1172675896410514729_nEl Padre Dios recibe así rasgos de madre dolorido. Ser Padre Madre no consiste sólo en procrear al Hijo cuando nace, para luego dejarle independiente. El Padre verdadero acompaña al Hijo en el camino, le sostiene, le potencia, le dirige hasta el final de su existencia. Y cuando es fin adviene el Padre Madre está presen¬te, como fuente de amor, en esa muerte que se puede volver así misterio de nuevo nacimiento.

Este Padre, sacerdote compasivo que recibe en amor fuerte al Hijo muerto, no aparece ya como una ley impositiva. No es aquel que domina desde fuera, no es el que se impone por encima de los hombres. Padre verdadero es el que ama y en amor viene a sufrir con el amado (el Hijo) muerto. Significativamente, en esta escena de amor viene a introducirse el gran misterio del Espíritu, conforme a la palabra decisiva del NT.

Si purificaba en otro tiempo la sangre de machos cabríos y toros. . . cuanto más vendrá a purificar nuestra conciencia. . . la sangre del Cristo que, por medio del Espíritu eterno se ha ofrecido a Dios como (ofrenda) inmaculada (Hebr 9, 13 14).

Cristo se ha ofrecido al Padre en el Espíritu, es decir, en actitud de amor total, definitivo. En ese mismo amor le ha recibido el Padre. De esa forma la pasión se ha vuelto compasión, el amor es amor comunicado, compartido. Ha culminado la historia de Dios, el nacimiento de Cristo sobre el mundo ha terminado. Sólo ahora podemos decir que la Palabra de Dios se ha vuelto “carne”(cf Jn 1, l4) y que la carne de los hombres ya se encuentra liberada.

Cruz trinitaria (Cartuja de Miraflores en Burgos)

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Ésta es la imagen del centro del retablo mayor de la Cartuja de Miraflores, en Burgos de Castilla.

Dentro del óvalo de la divinidad, el Padre y el Espíritu, revestidos de símbolos reales, sostienen la cruz como misterio trinitario.

Por encima sobrevuela el pelícano de Dios, la vida misma como entrega hasta la muerte y como nuevo nacimiento en que la muerte se supera. En la parte inferior aparecen, entrando ya en el círculo sagrado, la madre de Jesús y el discípulo querido que son signo y compendio de la iglesia.

El óvalo de Dios es un mandala: el círculo en que el mismo Dios se expresa y se completa. Dios no es una especie de camino abierto al infinito, no es una espiral que se está haciendo y va buscando su verdad mientras avanza hacia lo nuevo. Dios se encuen¬tra completo, realizado. Es el amor que existe por sí mismo, como encuentro de personas que se entregan y se acogen mutuamente, en el gozo de de la vida regalada y compartida. Leer más…

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Fiesta de la Santísima Trinidad. Ciclo A.

Domingo, 11 de junio de 2017
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Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj: 

El año litúrgico comienza con el Adviento y la Navidad, celebrando cómo Dios Padre envía a su Hijo al mundo. En los domingos siguientes recordamos la actividad y el mensaje de Jesús. Cuando sube al cielo nos envía su Espíritu, que es lo que celebramos el domingo pasado. Ya tenemos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Estamos preparados para celebrar a los tres en una sola fiesta, la de la Trinidad.

Esta fiesta surge bastante tarde, en 1334, y fue el Papa Juan XII quien la instituyó. Quizá se pretendía (como ocurrió con la del Corpus) contrarrestar a grupos heréticos que negaban la divinidad de Jesús o la del Espíritu Santo. Así se explica que el lenguaje usado en el Prefacio sea más propio de una clase de teología que de una celebración litúrgica. En cambio, las lecturas son breves y fáciles de entender, centrándose en el amor de Dios.

La única definición bíblica de Dios

La primera lectura, tomada del libro del Éxodo, ofrece la única definición (mejor, autodefinición) de Dios en el Antiguo Testamento y rebate la idea de que el Dios del Antiguo Testamento es un Dios terrible, amenazador, a diferencia del Dios del Nuevo Testamento propuesto por Jesús, que sería un Dios de amor y bondad. La liturgia, como de costumbre, ha mutilado el texto. Pero conviene conocerlo entero.

Moisés se encuentra en la cumbre del monte Sinaí. Poco antes, le ha pedido a Dios ver su gloria, a lo que el Señor responde: «Yo haré pasar ante ti toda mi riqueza, y pronunciaré ante ti el nombre de Yahvé» (Ex 33,19). Para un israelita, el nombre y la persona se identifican. Por eso, «pronunciar el nombre de Yahvé» equivale a darse a conocer por completo. Es lo que ocurre poco más tarde, cuando el Señor pasa ante Moisés proclamando:

«Yahvé, Yahvé, el Dios compasivo y clemente, paciente y misericordioso y fiel, que conserva la misericordia hasta la milésima generación, que perdona culpas, delitos y pecados, aunque no deja impune y castiga la culpa de los padres en los hijos, nietos y bisnietos» (Éxodo 34,6-7).

Así es como Dios se autodefine. Con cinco adjetivos que subrayan su compasión, clemencia, paciencia, misericordia, fidelidad. Nada de esto tiene que ver con el Dios del terror y del castigo. Y lo que sigue tira por tierra ese falso concepto de justicia divina que «premia a los buenos y castiga a los malos», como si en la balanza divina castigo y perdón estuviesen perfectamente equilibrados. Es cierto que Dios no tolera el mal. Pero su capacidad de perdonar es infinitamente superior a la de castigar. Así lo expresa la imagen de las generaciones. Mientras la misericordia se extiende a mil, el castigo sólo abarca a cuatro (padres, hijos, nietos, bisnietos). No hay que interpretar esto en sentido literal, como si Dios castigase arbitrariamente a los hijos por el pecado de los padres. Lo que subraya el texto es el contraste entre mil y cuatro, entre la inmensa capacidad de amar y la escasa capacidad de castigar. Esta idea la recogen otros pasajes del AT:

«Tú, Señor, Dios compasivo y piadoso,
paciente, misericordioso y fiel» (Salmo 86,15).

«El Señor es compasivo y clemente,
paciente y misericordioso;
no está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo.
No nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas;
como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos;
como un padres siente cariño por sus hijos,
siente el Señor cariño por sus fieles» (Salmo 103, 8-14).

«El Señor es clemente y compasivo,
paciente y misericordioso;
El Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas» (Salmo 145,8-9).

«Sé que eres un dios compasivo y clemente,
paciente y misericordioso,
que se arrepiente de las amenazas» (Jonás 4,2).

El amor de Dios al mundo

El evangelio insiste en este tema del amor de Dios llevándolo a sus últimas consecuencias. No se trata sólo de que Dios perdone o sea comprensivo con nuestras debilidades y fallos. Su amor es tan grande que nos entrega a su propio hijo para que nos salvemos y obtengamos la vida eterna.

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.

Nuestra respuesta: el amor mutuo

En la carta de Pablo a los corintios Dios se convierte en modelo para los cristianos. La misma unión y acuerdo que existe entre el Padre, el Hijo y el Espíritu debe darse entre nosotros, teniendo un mismo sentir, viviendo en paz, animándonos mutuamente, corrigiéndonos en lo necesario, siempre alegres.

Hermanos: Alegraos, enmendaos, animaos; tened un mismo sentir y vivid en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros. Saludaos mutuamente con el beso ritual. Os saludan todos los santos. La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con todos vosotros.

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Solemnidad de la Santísima Trinidad. 11 Junio, 2017

Domingo, 11 de junio de 2017
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“Tanto amó Dios al mundo…”
(Jn 3, 16-18)

Y eso precisamente es lo que celebramos hoy: ¡Qué Dios es Amor AMANDO!

Dios no solo es amor, porque también es AMAR. La Trinidad, lejos de ser una cosa muy complicada de la que es difícil hablar, sencillamente nos muestra que Dios ama. Es amor activo.

El Padre, el Hijo y la Santa Ruah ponen ante nuestros ojos la más bella relación de amor. Y, al mismo tiempo, nos invitan a participar de ella.

“Tanto amó Dios al mundo…” ¿Qué puede hacer el amor sino amar?

Descubrir que Dios es amor o mejor, descubrir que Dios te ama personalmente, no te hace la vida más fácil. Tampoco te da respuesta a todas las preguntas. No. Pero le añade una riqueza única. Un plus de sentido.

Aunque una cosa es saberlo y otra experimentarlo. Cuando experimentas que Dios es amor porque te descubres profundamente amada es un punto y aparte.

Es descubrir que cada ser humano, cada persona es Icono de la Trinidad. Porque todas estamos llamadas a ser pura relación de amor.

No, la Trinidad no es un complicado tratado sobre el misterio de Dios lleno de dogmas y extendido en cientos de volúmenes. No. La Trinidad somos tú y yo, somos todas nosotras juntas, la humanidad entera. Recreada. Siempre amada. Divina. En plenitud. La Trinidad es el movimiento de Dios en la humanidad que nos entrelaza haciéndonos hermanas.

Para hablar de la Trinidad no necesitamos palabras complicadas. Ya que la Trinidad, como el Reino, se parece a todo lo humano. Está inmersa en todo lo nuestro.

Parafraseando a Jesús podríamos decir: “La Trinidad se parece a una bella danza en grupo a la que tú estás invitada a participar.”

Oración

Trinidad Santa, damos el don de re-conocerte, de descubrirte presente en nuestra vida. Revélanos la grandeza de sabernos Icono de tu amor en relación.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Ni nosotros estamos fuera de Dios ni Dios está fuera de nosotros.

Domingo, 11 de junio de 2017
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trinidadJn 3, 16-18

Tampoco hoy celebramos una fiesta dedicada a Dios, celebramos que Dios es una fiesta todos los días, que es algo muy distinto. La fiesta es siempre alegría, relación, vida, amor. El creyente es aquel que se ha sentido invitado a esa fiesta y forma parte inextricable de la misma fiesta. La Trinidad, tiene que liberarnos del Dios Ser poderoso y empaparnos del Dios Ágape que nos identifica con Él. El Dios todopoderoso es lo contrario del Dios trino. Dios es amor y solo amor. Solo en la medida que amemos, podremos conocer a Dios.

Se nos dice que es el dogma más importante de nuestra fe católica, y sin embargo, la inmensa mayoría de los cristianos no pueden comprender lo que quiere decir. La gran enseñanza de la Trinidad es que solo vivimos, si convivimos. Nuestra vida debía ser un espejo que en todo momento reflejara el misterio de la Trinidad. Pero para llegar al Dios de Jesús, tenemos que superar el ídolo al que nos aferramos. Sí, el falso dios en quien todos hemos creído y en gran medida, seguimos creyendo los cristianos:

El dios interesado por su gloria, incluso cuando hace algo para sacarnos de la miseria.

El dios todopoderoso que si no elimina el mal es porque no le da la gana.

El dios que salva a uno si alguien reza por él, pero no hace caso si nadie se lo pide.

El dios ofendido que exige la muerte de su hijo para poder perdonar el ser humano.

El dios que premia a los que hacen lo que Él quiere y condena a los que no le obedecen.

El dios celoso de la moral sexual, pero que no le preocupa mucho la injusticia.

El dios que nos exige amar al enemigo pero que a los suyos los manda al infierno.

Debemos estar muy alerta, porque tanto en el AT como en el nuevo podemos encontrar trazos de este falso dios. Jesús experimentó al verdadero Dios, pero fracasó a la hora de hacer ver a sus discípulos su vivencia. En los evangelios encontramos chispazos de esa luz, pero los seguidores de Jesús no pudieron aguantar el profundo cambio que suponía sobre el Dios del AT. Muy pronto se olvidaron esos chispazos y el cristianismo se encontró más a gusto con el Dios del AT que le daba las seguridades que anhelaba.

La Trinidad no es una verdad para creer sino la base de nuestra vivencia cristiana. Una profunda experiencia del mensaje cristiano será siempre una aproximación al misterio Trinitario. Solo después de haber abandonado siglos de vivencia, se hizo necesaria la reflexión teológica sobre el misterio. Los dogmas llegaron como medio de evitar lo que algunos consideraron errores en las formulaciones racionales, pero lo verdaderamente importante fue siempre vivir esa presencia de Dios en el interior de cada cristiano.

Lo más urgente en este momento para el cristianismo, no es explicar mejor el dogma de la Trinidad, y menos aún, una nueva doctrina sobre Dios Trino. Tal vez nunca ha estado el mundo cristiano mejor preparado para intentar una nueva manera de entender el Dios de Jesús o mejor, una nueva espiritualidad que ponga en el centro al Espíritu-Dios, que impregna el cosmos, irrumpe como Vida, aflora decididamente en la conciencia de cada persona y se vive en comunidad. Sería, en definitiva, la búsqueda de un encuentro vivo con Dios. No se trata de explicar la esencia de la luz, sino de abrir los ojos para ver.

No debemos pensar en tres entidades haciendo y deshaciendo, separada cada una de las otras dos. Nadie se podrá encontrar con el Hijo o con el Padre o con el Espíritu Santo. Nuestra relación será siempre con el UNO que nos une. Es urgente tomar conciencia de que cuando hablamos de cualquiera de las tres personas relacionándose con nosotros, estamos hablando de Dios. En teología, se llama “apropiación” (¿indebida?) esta manera impropia de asignar acciones distintas a las tres personas. Ni el Padre solo crea ni el Hijo solo salva ni el Espíritu Santo santifica por su cuenta; Todo es “obra” del Dios.

Nada de lo que pensamos o decimos sobre Dios es adecuado. Cualquier definición o cualquier calificativo que atribuyamos a Dios son incorrectos. Lo que creemos saber racionalmente de Dios, es un estorbo para vivir su presencia vivificadora en nosotros. Con frecuencia, los ateos están más cerca del verdadero Dios que los creyentes. Ellos por lo menos rechazan la creencia en los ídolos que nosotros nos empeñamos en defender.

Los creyentes no solemos ir más allá de unas ideas (ídolos) que hemos fabricado a nuestra medida. Callar sobre Dios, es siempre más exacto que hablar. Dicen los orientales: “Si tu palabra no es mejor que el silencio, cállate”. Las primeras líneas del “Tao” rezan: El Tao que puede ser expresado no es el verdadero Tao; el nombre que se le puede dar, no es su verdadero nombre. ¡Ahora hablemos de Dios!

De la misma manera, siempre que aplicamos a Dios contenidos verbales, aunque sean los de “ama”, “perdonó”, “salvará”, nos equivocamos, porque en Dios los verbos no se conjugan; no tiene tiempos ni modos. Dios no tiene “acciones”. Dios, todo lo que hace, lo es. Si ama, es amor. Pero al decir que es amor, nos equivocamos también, porque le aplicamos el concepto de amor humano y en Dios el AMOR, es algo muy distinto.

Es un amor que no podemos comprender, aunque sí experimentar. Este experimentar que Dios es amor, sería lo esencial de nuestro acercamiento a Él. Los primeros cristianos emplearon siete palabras diferentes para hablar del amor. Al amor que es Dios lo llamaron ágape. No se trata de una relación entre sujeto y objeto sino en identificación de ambos. En Dios el amor es su esencia, es decir, no puede no tenerlo, porque dejaría de ser.

Vivir la experiencia de Dios Trino, sería convivir. Sería experimentarlo: 1) Como Dios, ser absoluto. 2) Como Dios a nuestro lado presente en el otro. 3) Como Dios en el interior de nosotros mismos, fundamento de mi ser. En cada uno de nosotros se tiene que estar reflejando siempre la Trinidad. Empezar por descubrir a Dios en nosotros, identificado con nuestro propio ser. Descubrimos a Dios con nosotros en los demás. Descubrimos también a Dios que nos trasciende y en esa trascendencia completamos la imagen de Dios.

Hoy no tiene ningún sentido la disyuntiva entre creer en Dios o no creer. Todos tenemos nuestro Dios o dioses. Hoy la disyuntiva es creer en el Dios de Jesús o creer en un ídolo. La mayoría de los cristianos no vamos más allá del ídolo que nos hemos fabricado a través de los siglos. Lo que rechazan los ateos, es nuestra idea de Dios que no supera un teísmo interesado y miope. Después de darle muchas vueltas al tema, he llegado a la conclusión de que es más perjudicial para el ser humano el teísmo que el ateísmo.

El Dios revelado por Jesús, es amor. La mejor noticia que podía recibir un ser humano es que Dios no puede apartarle de su amor. Esta es la verdadera salvación que tenemos que apropiarnos. Es también el fundamento de nuestra confianza en Dios. Confianza absoluta y total porque, aunque quisiera, no puede fallarnos. En esa confianza consiste la fe.

Meditación

Dios es amor, pero ese amor no responde a nuestra idea del amor.
Dios es: El que ama, el amado y el amor.Los tres a la vez.
La creación no es más que la manifestación de ese Dios.
En toda criatura queda reflejada su manera de ser.
En todo ser creado está el amante, el amado y el amor.
El hombre tiene la capacidad de entrar intuitivamente en esa dinámica.
No puede haber meta más alta, que dejarse arrastrar por ese torbellino.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Trinidad.

Domingo, 11 de junio de 2017
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Trinidad-RubliovSi no se vive para los demás, la vida carece de sentido (Teresa de Calcuta).

11 de junio. Solemnidad de la Santísima Trinidad.

Jn 3, 16-18

Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por medio de él.

Este anhelo de servicio a los demás, tan patente en el Antiguo y Nuevo Testamento, se plasmó en el medievo en la primera institución de la Iglesia –Los Trinitarios–, fundada por el francés Juan de la Mata (1154-1213). Una Orden dedicada al servicio de la redención con las manos desarmadas, sin más armadura que la misericordia, y con la única intención de devolver la esperanza a cuantos sufrían bajo el yugo de la cautividad.

En la película de Mel Gibson “Hacksaw. Hasta el último hombre”, recientemente estrenada, se relata la historia de un guerrero sin arma alistado en el ejército americano para luchar contra los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. De ella son estas frases, dignas del Evangelio: A la pregunta del capitán que hace a la recluta, ¿Eres objetor de conciencia y te has alistado en el Ejército? El protagonista, Desmond Doss, responde: “No, Señor… Mi conciencia es cooperar. No está bien que otros hombres luchen y mueran mientras yo estoy en casa a salvo. Necesito servir”.

En la Obertura de la ópera Ifigenia en Tauride de Gluck, la orquesta describe la tormenta interior que debió sufrir su padre Agamenón al tener que sacrificar a la hija porque así se lo habían pedido los dioses. Tragedia similar a la que hubo de enfrentarse nuestro protagonista, angustiado por la necesidad de empuñar las armas -él pacifista por convicción-, y asesinar japoneses.

El verdadero ayuno es ayudar a los demás, dice el Papa Francisco.

En la Misa celebrada en Santa Marta el 4 de marzo de 2017 citó al Profeta Isaías, quien relata que el Señor dice a los hipócritas cual es el ayuno verdadero. Palabras que parecen dichas para nuestros días: “¿Acaso no es más bien éste el ayuno que quiero: romper las cadenas inicuas, desatar los lazos del yugo, poner en libertad a los oprimidos y romper toda opresión? ¿Acaso no consiste en compartir el pan con el hambriento, hacer entrar en casa a los pobres, a los sin techo, vestir a uno que ves desnudo sin descuidar a tus parientes? Pensemos en estas palabras, pensemos en nuestro corazón, en cómo ayunamos, rezamos y damos las limosnas. También nos ayudará pensar en lo que siente un hombre después de una cena que ha pagado doscientos euros, por ejemplo, y regresa a su casa y ve a un hambriento y ni lo mira y sigue caminando”.

Una actitud vital que la medicina denomina Síndrome de Asperger: un conjunto de características mentales y conductuales que forma parte de los trastornos del espectro autista. Las personas afectadas suelen manifestar dificultades en la interacción social, escasa preocupación por los otros, poca comunicación y notable ausencia de empatía. Es destacable el hecho, experimentalmente comprobado, de que la relación con los animales -con todos los seres de la creación- nos humaniza y ayuda a inmunizarnos de dicho síndrome.

Teresa de Calcuta, que en estos menesteres era consumada especialista, decía: “Si no se vive para los demás, la vida carece de sentido”. Ese fue también el sentido de la vida de Jesús, que no vino condenar a nadie sino a comprender y salvar. El Éxodo nos dice que esa era la actitud del Dios que le envió, tal como la relata Moisés: “Y pasando Jehová por delante de él, proclamo: ¡Jehová! ¡Jehová! Fuerte, misericordioso y piadoso tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad” (Éx 34, 6).

Los místicos también se han acercado a este misterio de la Trinidad. La renana Hildegarda de Bingen (1098-1179) tuvo esta visión del mismo: “Ví una luz muy esplendorosa (Dios Padre) y, en ella, una forma humana del color del zafiro (Dios Hijo) que ardía en un suave fuego rutilante (Dios Espíritu). Y esa esplendorosa luz inundaba todo el fuego rutilante, y el fuego rutilante la esplendorosa luz; y la esplendorosa luz y el rutilante fuego inundaban toda la forma humana, siendo una sola luz en una sola fuerza y potencia”.

Respetando a Hildegarda, yo me siento más próximo a Teresa de Calcuta, también mística, y a este texto de García Márquez en el que, como ella, sabe que “Amar es el latido de dos corazones al mismo tiempo, que se confunden y se hacen uno”.

¿QUÉ ES AMAR?

Amar es cuando te olvidas de ti misma y esa persona ocupa todo tu pensamiento.
Amar es cuando a través de sus ojos, puedes leer lo que hay en su corazón.
Amar es confiar a pesar de todo y de todos.
Amar es cuando te interesa todo lo que a ese ser le gusta y se convierte en parte de ti.
Amar es comprender, es soportarlo todo, es sacrificarte, es no ser egoísta.
Es desear sólo su felicidad, es dar alas a la libertad.
Amar es compartir, es escuchar, es descubrir.
Es hacer tuyas sus tristezas y sus alegrías.
Amar no es reprochar, es entender.
No es lastimar, es consolar.
Amar es el latido de dos corazones al mismo tiempo, que se confunden y se hacen uno.
Amar es dar tu alma y corazón, sin esperar nada a cambio.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Tanto amó Dios al mundo.

Domingo, 11 de junio de 2017
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trinidad-misericordiosaJn 3, 16-18

“Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único”. El misterio de la Trinidad nos sobrecoge y nos sobrepasa. Un Dios que es al tiempo Padre-Madre, Hijo y Ruah Santa. ¡Nuestros conceptos se quedan tan pobres para poder expresarlo! Nos acercamos a esta realidad diciendo de este Dios que es un Dios Familia, un Dios comunión-de-amor. Que Dios es amor, que nos ama hasta el infinitoque la entrega de Jesús es la expresión máxima de este amor, son afirmaciones habituales entre nosotros. Y si somos capaces de balbucear estas declaraciones es porque, por gracia, algo de ellas se nos ha regalado.

Pero, como ante todo misterio, nuestro discurso es impreciso. Tampoco es cuestión de perdernos en razonamientos. Necesitamos poner palabra a nuestra experiencia, pero –lo más importante, no lo olvidemos- es experimentar la Palabra. Que no se nos vaya la cabeza… ¡que se nos vaya el corazón! y que, en el día de hoy, renovemos, en lo más profundo de nuestro ser, la experiencia de ser infinitamente amados por Dios-Amor. Hoy somos invitados a contemplarle y así, a postrarnos, adorar, saborear, agradecer…

Contemplar, en el día de hoy, a Dios Trinidad, tras la celebración de Pentecostés el pasado domingo, nos lleva a reavivar con fuerza en nosotros la alegría pascual, la esperanza y la fe. ¡Tanto amó Dios al mundo! Este es nuestro Dios. No es un concepto ideológico, no es algo abstracto. Nuestro Dios es el amor concreto, entregado en Jesús y vivo por el Espíritu entre nosotros. Es un Dios que se ha hecho Hombre, que ha venido a compartir con nosotros nuestros miedos y anhelos, gozos y dolores.

Nuestro Dios es amor. Su esencia es amar. Amar al mundo, a la humanidad, a todos los seres humanos… No ha venido a juzgar, sino a salvar. No viene a condenar sino a invitar una y otra vez al Amor, a la Vida. Contemplar este misterio nos lleva a rememorar en nosotros la experiencia de amor y, desde ahí, nos lleva al compromiso, a la concreción del amor en nuestra realidad personal y comunitaria.

Nuestra Iglesia está llamada a ser manifestación de ese amor que es Dios y, por tanto, ser Iglesia FamiliaIglesia comunión-de-amor. Los creyentes no podemos decir que creemos en un Dios Amor si esta experiencia no nos transforma y nos lleva a buscar la creación de redes, de lazos con toda la humanidad, de solidaridad sin límites, de vida compartida y puentes tendidos.

No es fácil poner palabra a este misterio y mucho menos vivirlo. Por eso, hagamos silencio y contemplemos, dejémonos atravesar por el Amor y que sea esta experiencia vital la que transforme nuestro corazón y nos lleve a ponerla en práctica. “Obras son amores y no buenas razones”, dice el saber popular. Que la celebración solemne del misterio trinitario no nos deje indiferentes.

En el nombre de la Santísima Trinidad. Amén.

Inma Eibe, ccv

Fuente Fe Adulta

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La Santísima Trinidad

Domingo, 11 de junio de 2017
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comentarios_desglose_ilustComentarios a las dos primeras lecturas:

Evidentemente, estos textos nos ofrecen la oportunidad de reflexionar sobre la progresiva revelación de Dios. El encuentro con Dios, salvación del hombre, se hace de manera “encarnada”. Los israelitas “van conociendo a Dios”, hasta llegar a Jesús, plena revelación de “Abbá”. Pero esto nos permite otra reflexión, que es importante para la maduración de nuestra cultura religiosa.

Éxodo 34, 4-9

Moisés subió de madrugada al monte Sinaí, como le había mandado el Señor, llevando en la mano las dos tablas de piedra. El Señor bajó en la nube y se quedó con él allí. Y Moisés pronunció el Nombre del Señor. El Señor pasó ante él proclamando:

– Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad.

Moisés al momento se inclinó y se echó por tierra. Y le dijo:

– Si he hallado tu favor, que mi Señor venga con nosotros, aunque este es un pueblo de cerviz dura; perdona nuestras culpas y pecados y tómanos como heredad tuya.

Uno de los pasajes más inspirados del libro. Moisés no es sólo un gran jefe y un gran legislador. Es un místico profundo, que halla su inspiración y su fuerza en su contacto con Dios. Conoce a Dios; este conocimiento se expresa bien en este texto. Dios “baja”, “se queda con él”, aunque oculto en la Nube. Dios se define como “compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad”. Israel será “su heredad“, aunque sea un pueblo muy rebelde.

Se muestra pues en este texto un bello resumen de la fe Israel, magnífica, muy superior a muchas otras manifestaciones religiosas contemporáneas… y todavía incompleta. No es nuestra fe, es sólo su prehistoria.

2 Corintios 13, 11-13

Alegraos, trabajad por vuestra perfección, animaos, tened un mismo sentir y vivid en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros. Saludaos mutuamente con el beso santo.

Os saludan todos los fieles. La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con vosotros.

Se trae a las lecturas de esta fiesta por la formulación: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con vosotros”, tan claramente trinitaria, que la usamos en nuestra celebración de la eucaristía como saludo inicial.

José Enrique Galarreta, S.J.

Fuente Fe Adulta

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