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Entradas Etiquetadas ‘5º Domingo de Pascua’

Don y revelación

Domingo, 19 de mayo de 2019
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suenos-tierraLos árboles son santuarios. El que sabe hablarles, el que sabe escucharles, descubrirá la verdad  (Hermann Hesse)

19 de mayo. DOMINGO V DE PASCUA

Jn 13, 31-33ª 34-35

En eso conocerán todos que sois mis discípulos, en que os amáis unos a otros (v35)

Mark Twain, escritor y orador estadounidense escribió obras tan interesantes como El príncipe y el mendigo y Diarios de Adán y Eva. En este último he leído la esta frase de Adán mientras, paseando por el Paraíso Terrenal, contemplaba con admiración las cataratas del Niágara: “Entonces tuve de pronto una brillante idea, a la que di rienda suelta diciendo: “Pero cuánto más maravilloso sería verla precipitarse hacia arriba”.

Personalmente, estas palabras tan imaginativas han despertado en mi mente la quizás igualmente descabellada idea de que este mandamiento nuevo de Jesús a sus discípulos, el amor de donación, debería llevarnos a poner también patas arriba el pensamiento rutinario de la visión vulgar de unas cataratas cayendo ritualmente hacia abajo.

Ya San Pablo señalaba tales dificultades cuando decía en 1 Corintios 12:“Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu…, a los demás, discernimiento de espíritus…”.

Todas estas formas de actuar nos llevarían un tejido social de notas y personas perfectamente polifónico, que aquellas ideas doloridas se transformaran en motores ayudaran a despegar en un velo ascendente hasta que el sol de la evidencia nos ayudara en el discernimiento paulino.

Como nos gustaría también que todas estas cosas sucedieran cuanto antes o si necesario fuera que los cristianos asistieran a tal alumbramiento, y estuvieran ausentes, solicitaríamos el milagro que pidió Ana Comnena, esposa de emperador Alejo I, puesto que su marido estaba lejos en el campo de batalla y deseaba que asistiera al parto. Cuando su madre Irene Ducas estaba a punto de traerla al mundo, y para dar tiempo a que llegara el padre, hizo la señal de la cruz sobre su vientre, pidiéndole su hija que esperase a nacer hasta que Alejo regresara. Se presentó a los dos días del ruego de la madre.

Yo haré también mi ritual signum crucis, y espero se repita pronto otra vez dicho misterioso milagro.

Hermann Hesse dice que Los árboles son santuarios. El que sabe hablarles, el que sabe escucharles, descubrirá la verdad. ¿Sabremos nosotros interpretar correctamente sus cuitas interminables cuando nos paseamos perezosamente por los bosques de nuestra interioridad humana?

 

Soñar nuestras ideas es siempre sorprendente y la Naturaleza nos lo ofrece perennemente gratis, como apunta Aristóteles.

“La Naturaleza es un espectáculo que se desarrolla ante el hombre”, decía el filósofo ateniense.

LOS SUEÑOS DE LA TIERRA

Los sueños de la Tierra son dorados
circunvalando al sol en rotar
inmenso, Inmenso y repetido caminar
siguiendo los senderos señalados.

No importan si de tierra o asfaltados,
pues tus alas te llevan al altar
de los cielos en perenne rodar,
sobre ligeros vientos ya soñados.

Misterioso soñar y loco anhelo
de una optimista realidad
que vuela sin cesar y sin recelo.

Y más allá de ti, tu libertad
Recorre sin parar picos y celos
hasta lograr tu más bella bondad.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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¿Qué imagen nos identifica como cristianos?

Domingo, 19 de mayo de 2019
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VOCACIÓN 67Juan (13,31-33a.34-35)

Vivimos en la época de la imagen. Nos preocupa e interesa la imagen que damos, la que tienen de nosotros y la que vemos en los demás. Hacemos fotos que difundimos por internet; se hacen virales ciertas imágenes en muy poco tiempo y ellas configuran las conversaciones, las ideas, los gustos y… ¡cuántas veces las opciones de muchos de nosotros!

Muchas veces, la señal de pertenencia a un grupo o el modo de participar en un evento es llevar la “misma” camiseta, pañuelo, distintivo… ¡Qué cómodos nos sentimos unidos de este modo a un grupo grande, amparados y arropados por otros, fácilmente reconocibles como “de los nuestros”!

En este contexto, y partiendo del evangelio de este domingo, podemos preguntarnos, ¿cuál es la imagen que damos los cristianos? ¿Qué imagen nos identifica? ¿Qué imagen difundimos?…

Los primeros cristianos tenían muy claro, en una época en que lo virtual no existía, que había una señal por la que se les reconocía. Su vida, desde que eran seguidores de Jesús, era tan distinta que no pasaba desapercibida. El evangelio de Juan pone en boca de Jesús: “La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros”

Jesús no está en esta cultura de la imagen, de lo externo, de lo que brilla superficialmente… Y nos habla del amor. Pero del amor con estilo propio: “Como yo os he amado”.

La señal de “los suyos” no es algo que se “pone encima”, no consiste en teñir todo de un determinado color, repetir unas determinadas fórmulas o practicar unas mismas costumbres incluso piadosas…

La señal de los cristianos es algo que sale de lo profundo de la persona y compromete toda la vida. Es, a la vez, un regalo y un mandato: lo hemos recibido como don, porque no podemos amar como Jesús, si el Espíritu no cambia nuestro corazón, y a la vez tenemos que vivirlo cada día como ardua tarea.

El signo distintivo de los cristianos no es cualquier amor, es amar como Jesús nos ama a cada uno de nosotros. Y para descubrir más plenamente cómo nos ama, rebobinamos y recordamos su vida y su muerte.

Leemos las primeras frases de este evangelio a la luz del amor que Jesús tiene a sus discípulos. Y las leemos en el contexto que nos marca el evangelio de hoy: en la última cena, cuando Jesús siente que son los últimos momentos que pasará con ellos, cuando Judas sale del cenáculo.

Juan afirma que Judas salió, y esta salida pone en marcha toda la trama de la traición. Judas ha estado mucho tiempo con Jesús, le ha escuchado, pero ahora se “escapa” se autoexcluye del grupo, de la comunidad de Jesús.

Es una decisión que, en un momento o en otro, todos tenemos que tomar. Porque cada uno de nosotros tenemos la posibilidad de “salir” del cenáculo o de quedarnos con Jesús y con la comunidad. ¿Nos animamos a poner nombres y a confesarnos a nosotros mismos las veces que “hemos salido” dejando a Jesús con los otros discípulos?

Pero si nos quedamos, si apostamos por permanecer en la comunidad de sus seguidores, tantas veces defectuosos y hasta difíciles, escucharemos y podremos comprender y compartir el camino del seguimiento.

Escucharemos a Jesús que, en los últimos momentos de su vida, nos dice lo realmente importante, como hacemos todos cuando vemos que la vida y el tiempo se nos acaban. Y nos lo dice en tono cariñoso, de confidencia, llamándonos “hijos míos”:

– Llega el momento del triunfo de Dios, aunque me veáis en la cruz, despreciado, abandonado, traicionado… Tenéis que ver a través de ello la gloria del Padre, la que yo comparto con Él.

– Y solo una encomienda, un deseo, un mandato: amaos y hacedlo de forma que este amor os defina, os distinga y caracterice. Amaos como yo os he amado.

Con la luz del Espíritu y la fuerza de la comunidad podremos celebrar el triunfo del resucitado, que pasa por la muerte en cruz; podremos empeñarnos en amar sin condiciones, a los que nos aman y a los que nos traicionan o abandonan, a los que son de los nuestros y a los que se consideran de otros grupos…

Si estamos dispuestos, si nos dejamos conquistar por este amor, lo intentaremos una y otra vez. Si confiamos en que la fuerza de este amor que se nos regala nos irá cambiando… ¡permanecemos con Jesús en el cenáculo! En ese espacio donde se come y bebe, se comparte la vida en profundidad y se escucha al amigo en comunidad. Y esto, nos identifica y llena nuestra vida.

Mª Guadalupe Labrador, fmmdp

Fuente Fe Adulta

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El centro que nos descentra

Domingo, 19 de mayo de 2019
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Nelson_Self_Control_710V Domingo de Pascua

12 mayo 2019

Jn 13, 31-33ª. 34-35

Fácilmente los humanos caemos en malentendidos, lo cual no es extraño, si tenemos en cuenta los condicionamientos que nos pesan y la perspectiva tan limitada de nuestra mente.

En lo que se refiere al conocido como “mandato del amor” o “mandamiento nuevo”, me parece que hemos caído en dos lecturas desajustadas. Por una parte, se ha insistido en que la vivencia del mandato dependía de la voluntad; por otra, parecía afirmarse que el amor a los otros negaba la necesidad de cuidar el amor a uno mismo. Y esto último a pesar de que la afirmación que se encuentra en los evangelios sinópticos lo afirma con total claridad: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mc 12,31).

El amor no nace de la voluntad, sino de la comprensión. Y tampoco tiene que ver prioritariamente con el sentimiento o la emoción. Es una certeza, que nace de la comprensión de que formamos un todo no-separado. El “amor” que se identifica con el sentimiento, como el “amor romántico”, dura lo que dura la atracción: se halla a merced de factores que pueden socavarlo fácilmente. Porque, en rigor, no era amor, sino una búsqueda, con frecuencia inconsciente, del propio bien, un deseo de respuesta a las propias necesidades. Por el contrario, el amor genuino no muere nunca, porque la unidad de fondo es la característica definitoria de lo real. O, dicho con otras palabras, la realidad es no-dual. Cuando eso se comprende experiencialmente, el amor fluye, aunque en ocasiones nos suponga esfuerzo, renuncia, sacrificio… y hasta “muerte” del yo.

Tal comprensión no solo no excluye ni niega el amor a uno mismo. Al contrario, conociendo el modo como funciona el psiquismo humano, vemos con claridad que el cuidado del amor incondicional y humilde hacia sí es el cimiento imprescindible de una personalidad integrada y armoniosa, la condición para evitar ir por la vida mendigando el amor de los demás y cauce que facilita vivir el amor universal.

El amor es expansivo, inclusivo, universal. Al conectar con él, gracias a la comprensión de lo que somos, tocamos aquel Centro que nos descentra o, tal vez mejor, para evitar equívocos de lectura, nos desegocentra. Porque la comprensión no nos encierra ni nos hace girar en torno a nosotros mismos en un narcisismo infantil y asfixiante, sino que abre, como abrazo sin límites, a toda la realidad.

Otra paradoja: el amor es una poderosa fuerte centrípeta y centrífuga a la vez. En el mismo movimiento, unifica hacia “dentro” nuestra persona y abre hacia “fuera al encuentro de todos.

¿Cómo es la comprensión y la vivencia del amor en mí?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Fe Adulta

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Lo del dios de Jesús es amar

Domingo, 19 de mayo de 2019
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imagesDel blog de Tomás Muro, la Verdad es Libre:

  1. conversaciones -testamento- de despedida de jesús con los suyos.

El capítulo 13 y siguientes de san Juan constituyen algo así como el Testamento de Jesús; son como las últimas conversaciones de Jesús con sus discípulos.

En ese contexto, sabiendo Jesús que iba a pasar de este mundo al Padre…, habla con los suyos con gran intimidad. Hijitos míos. El texto tiene un clima intenso.

  1. Jesús ve la vida desde el amor, desde el amor de Dios.

         En último término Jesús ve y entiende la vida desde el amor.

         La experiencia fundamental de Jesús tiene su origen en Dios Padre, que es amor:

         Nos hará bien pararnos y quedarnos en esta vivencia: Dios es amor, (1Jn 4,8).

         Es bueno que nos dejemos embargar del amor de Dios. Dios nos ama. Dios es solamente amor. Cuando tengamos experiencia de sentirnos queridos por Dios, que nos ama, podremos también nosotros amar.

Hemos recibido una tradición religiosa muy poco cristiana, porque el amor quedaba desplazado y apenas estaba presente. El pecado, el infierno y la condenación hacían mejor carrera que el amor de Dios. Dios era bueno muy escasamente. El Dios en el que hemos sido educados era justiciero, más condenador que salvador.

Quizás hayamos de olvidar todo lo que hemos aprendido de Dios, pero si sabemos y vivimos que Dios es amor, sabéis mucho acerca del Dios de Jesús.

Y el amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y nos envió a su Hijo, Jesús, (1 Jn 410).

Lo que caracteriza la experiencia cristiana, lo más íntimo y peculiar de la vivencia cristiana es la bondad y el amor.

Cristiano somos cuando hemos percibido la bondad y el amor de Dios y de los demás.

Dios es amor. (1Juan 4,8). El amor es Dios. Allá donde se vive o se intenta vivir en respeto, libertad, allá donde hay amor, está Dios.

Dios nos ama.

  1. En esto conocerán que sois discípulos míos: en que os amáis unos a otros.

         Jesús -la Iglesia de Jesús- está allá donde hay un puñado de amor y bondad:

Por eso donde hay amor, Dios no está lejos, donde hay amor, allí está Dios. El amor humano es sacramento de Dios, que es amor.

De la vivencia de Dios como amor, también nosotros amaremos.

Son discípulos de Jesús los padres que se quieren y aman a sus hijos, son cristianos los jóvenes que se aman. Es discípulo de Jesús quien recoge a un herido en la carretera como el buen samaritano, quien ayuda a un emigrante o no emigrante que pasa por la vida. Es discípulo de Jesús quien sabe perdonar. Es cristiano quien va buscando y sembrando criterios de paz y de convivencia. Amar significa en ocasiones no airear pecados de otros y, mucho menos, levantar calumnias. Amar y ser cristiano es dar limosna, dejar paso a otras personas e ideas, crear, cultivar la amistad y el amor.

Nos conocerán que somos cristianos por lo que nos amamos y por lo que amamos. No nos conocerán por los ritos que celebramos, ni por la moral que intentamos meter a capa y espada; ni nos conocerán por el esplendor del Templo, sino que lo que nos ha de caracterizar como cristianos es el amor.

  1. El amor ilumina la vida.

Uno ve la complejidad de vida desde lo que cree. La existencia se configura desde lo que uno tiene en la cabeza y el corazón.

Hay personas e instituciones que piensan, viven y despliegan su actividad desde una mentalidad de poder o desde la defensa de su institución, también desde el odio, desde el interés, desde la patria / nación, desde la raza, desde el dinero, la economía, etc.

La fe cristiana ve la vida desde la bondad y el amor.

Y no es lo mismo ver la realidad desde el poder, desde la ley, desde las ideologías políticas o religiosas, que percibir la vida desde el amor y la bondad.

La utopía de Cristo –del cristianismo- es amaos porque todos vosotros sois hermanos.

  1. sentimientos y razón.

imagesaTodos tenemos experiencia de que a veces no es fácil amar. En ocasiones no podemos controlar todos los sentimientos e impulsos que puedan brotar en nuestro interior ante situaciones difíciles, quizás de odio, viejos problemas familiares, sentimientos enemistados por diferencias ideológicas, viejos asuntos pendientes.

La razón ha de entrar en juego para racionalizar las pulsiones y no dejarnos esclavizar por el odio, la venganza. Por eso, a veces, amar significa ser razonables, utilizar la cabeza para situar las cosas en su sitio. Las pulsiones son muy difíciles de controlar, pongamos un poco de razón en los sentimientos. Razón es respeto, educación, tolerancia, saber ver los problemas.

         A veces amar es ser razonable en la vida.

Ama y haz lo que quieras (San Agustin)

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V Domingo de Pascua. 12 mayo, 2019

Domingo, 12 de mayo de 2019
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Yo y el Padre somos uno.”

(Jn 10, 27-30)

Oímos a Jesús continuamente repetir: “El Padre está en mí y yo en el Padre” (Jn 10, 38). “Yo estoy en el Padre y el Padre en mí” (Jn 14, 11).

Nos está llamando a participar en la experiencia de ser Uno con el Padre. En el yo de Jesús estamos todos. Jesús al encarnarse participa de nuestra naturaleza humana, y nos enseña que lo divino se ha manifestado en lo humano y que en lo humano se reconoce lo divino.

En Jesús no cabe el individualismo. Es el Hijo, segunda persona de la Santísima Trinidad. Jesús, con su muerte, nos abre el camino de la totalidad. Nuestra forma humana es la individuación, nuestro proceso para ser uno con Jesús y el Padre, es vaciarnos de nosotras. A medida que crecemos y caminamos hacia el hondón, hacia ese centro que somos, nos encontramos con quien nos habita y descubrimos la pluralidad como manera de ser y vivir.

Nosotras, personas cuyo ejemplo es la Trinidad, estamos llamadas a vivir en la comunión, desalojando todo ego y abriendo espacios y tiempos para los demás. Pluralidad, diversidad en la totalidad. Jesús y el Padre son uno, porque el Padre se vacía en el Hijo y el Hijo, en el Padre.

“Que todos sean uno como, como Tú Padre estás en mí y yo en Ti, que también ellos en nosotros sean uno” (Jn 17, 21.22.23)

No solo nos habla de comunión entre los humanos, que seamos uno, sino que seamos uno como ellos. Nos envía a beber a la fuente, a Dios, donde él bebe continuamente. Nos habla de participar del ser mismo de Dios.

Oración

Unifica nuestro ser disperso,
para que podamos ser Uno en Ti y con toda la humanidad,
para que las diferencias nos unan
y Tú lo seas Todo en Todos.”

*

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

***

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A través de Jesús llega a nosotros la misma Vida de Dios.

Domingo, 12 de mayo de 2019
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1A02B5DF-87F6-4BE7-AE07-186DA73023EEJn 10,27-30

Hemos terminado con las apariciones, pero seguimos con un texto profundamente pascual. Juan nos habla de Vida definitiva, que es la clave del tiempo pascual. Es una pena que al hablar de vida eterna sigamos pensando en una vida biológica para más allá. La verdad es que los evangelios nos hablan de una Vida que hay que vivir aquí y ahora. Parece mentira el poco caso que hacemos al evangelio cuando no está de acuerdo con nuestras expectativas. En el evangelio de Jn está muy claro: “Hay que nacer de nuevo. Hay que nacer del Espíritu”.

Para poder entender el texto hoy, hay que tener en cuenta todo el discurso que sigue a la curación del ciego de: Jesús como puerta, Jesús como pastor. El pastor modelo da la Vida a las ovejas. Dar la Vida no significa dejarse matar, sino matarse por los demás. En griego hay tres palabras para decir vida: “Zoê”, significa la vida transcendente inmutable, “Bios”, la vida biológica concreta y “psykhê” significa la personalidad psicológica. Aquí dice psykhê. No se refiere a dar la vida biológica muriendo, sino a entregarse como persona durante la vida.

En el evangelio de Jn no habla Jesús sino la comunidad, que expresa lo que pensaban sobre Jesús. No concibo a Jesús creyéndose pastor de nadie. Jesús llega a su plenitud por las relaciones con los demás. Pero unas verdaderas relaciones humanas solo son posibles entre iguales. Porque nunca se creyó más que nadie, sino al servicio de todos, se presenta ante nuestros ojos como modelo de humanidad. Relación entrañable con los demás, de tal manera que se preocupa por todos como un pastor auténtico se preocupa por cada una de las ovejas.

Después de decir que ellos no son ovejas suyas, describe con todo detalle qué significa ser de los suyos, les está acusando de no querer seguirle, comprometiéndose con él al servicio del hombre. No se trata solo de oír a Jesús, se trata de escucharle. La mayoría de las veces oímos y aceptamos solamente lo que está de acuerdo con nuestros intereses. Escucharle significa acercarse sin prejuicios y aceptar lo que nos dice, aunque suponga cambiar nuestras conviccio­nes. Seguirle es estar dispuesto a darse a los demás como él y como Dios se dan.

Y ellas me siguen”. No basta escuchar, hay que ponerse en movimien­to y entrar en la nueva dinámica. La buena noticia de Jesús consiste en manifestar que hay una nueva manera de afrontar la existencia humana, una manera de vivir que esté más de acuerdo con las exigencias profundas del ser humano. Esa será la manera de cumplir lo que Dios espera de nosotros. La voluntad de Dios está ya en lo más profundo de mí. Jesús no nos pide ser borregos sino ser personas adultas y responsables de sí mismos y de los demás.

Y yo les doy Vida definitiva. Se trata de la misma Vida que Jesús ha recibido de Dios. La consecuencia primera de seguirle es alcanzar esa Vida del Espíritu. Esto es lo importante para nosotros. Lo que pasó en Jesús tiene que pasar en mí. Éste es el meollo del misterio pascual. Como modelo de pastor que defiende a los suyos con todo su ser, no pasarán a manos de ladrones y bandidos. Ponerse en las manos de Jesús equivale a estar en las manos del Padre. “No hay quien libre de mi mano; lo que yo hago, ¿quién lo deshará? (Is 43,13)

Yo y el Padre somos lo Uno. Es la frase que mejor refleja la conciencia que la comunidad de Jn tenía de Jesús. Hoy sabemos que los discursos del evangelio de Jn no son originales de Jesús, por lo tanto no tiene sentido pensar que esa frase exprese su conciencia de ser Dios. Para nosotros, tiene más importancia caer en la cuenta de que fue la experiencia de la comunidad de Jn, la que llegó a la conclusión de que Jesús estaba en identificación con Dios.

La Vulgata no dice “somos unus sino unum (neutro). Esto es más importante de lo que parece, porque nos está lanzando más allá del lenguaje ordinario. Jesús dice que él y el Padre (el Origen) no se distinguen en nada, pero tampoco se distingue de su origen ninguna otra criatura. Lo que Jesús dijo, lo puede decir cualquiera que tenga conciencia de sí mismo. No se puede ir más allá. El lenguaje humano no da más de sí. Lo único que cabe es el silencio.

El Maestro Eckhart llegó a decir que Dios se aniquila para identificarse con nosotros y que el hombre tiene que anonadarse para ser uno con Dios. Buscamos la unión con Dios pero sin dejar de ser nosotros. No puede funcionar. La simplicidad de las matemáticas nos puede ayudar. 1 + 1 siempre serán 2. Pero 1 x 1 = 1. Si el resultado de 1 x 1 lo vuelvo a multiplicar por 1, seguirá resultando 1. La unidad con Dios no solo nos hace uno con Él sino con todos.

Una de las pocas palabras que podemos asegurar que pronunció Jesús, es abba”. Pero el concepto de padre que nosotros usamos no es suficiente para expresar lo que Dios es para Jesús y para cada uno de nosotros. Los padres biológicos nos han trasmitido la vida, pero esa vida sigue sus propios derroteros. En el caso de la Vida, que Dios nos comunica, se trata de su única Vida, que se convierte en nuestra propia Vida sin dejar de ser la de Dios.

El ser humano Jesús había llegado a una experiencia de unidad total con Dios. Ya no había ninguna diferencia entre lo que era él y lo que era Dios en él, porque de él, de su falso yo, no quedaba nada. Para dar sentido a una adhesión a su persona, se muestra él totalmente volcado sobre el Padre. Relacionarnos con Jesús es relacionarnos con Dios. Esta es la razón por la que, el Jesús que predicó el Reino de Dios, se convirtió en objeto de predicación.

Jesús, como nuevo santuario, hace presente al Padre. El diálogo se dirige a los dirigentes del Templo. El Padre se manifiesta en Jesús que realiza su obra creadora llevando al hombre a plenitud. No hay nada en Jesús que se encuentre fuera de Dios. Todo en él es expresión del Padre. Eso excluye toda instancia superior a él. Los judíos no pueden encontrar nada en qué apoyarse para juzgarle. Solo cabe aceptación o rechazo, que es aceptar o rechazar a Dios.

Jesús, viviendo para los demás, está identificándose con lo que es Dios. Así manifiesta la verdadera Vida, que es la misma de Dios. Esa Vida es la que comunicará a los demás. Dios se la está comunicando a él y nos la está comunicando a todos. Jesús es así manifestación de Dios y modelo de Hombre. Donde hay amor hasta el límite, hay Vida sin límite. Para quien ama como Jesús amó, no hay muerte. Por eso la entrega de la vida es espontánea.

Si Jesús promete la Vida al que le escuche, quiere decir que les ofrece la misma Vida que él ha recibido del Padre. La vida que se trasmite del padre al hijo es la misma vida del padre. Por eso se puede hablar de una identificación absoluta con el Padre. Recordemos las palabras de Juan en el discurso del pan de vida: “El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre, del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Son realidades que nos desbordan.

Me habéis oído comentar decenas de veces la frase de Schillebeeckx: “Hoy puedo decir: si quitara de mí lo que hay de Dios, quedaría nada y si pudiera quitar de mí lo que hay de mí, quedaría nada. Con el ejemplo matemático se entiende muy bien: 1×0=0. Ni yo puedo existir sin Dios ni Dios puede existir sin mí. Ya lo había dicho el Maestro Eckhart.

Meditación

Se trata de participar aquí y ahora de la misma Vida de Dios.
Desde la vida biológica, en la que me encuentro,
debo acceder a la Vida Divina, que también está en mí.
A esa VIDA no le afecta la muerte,
por eso, cuando la vida biológica termina, aquella continúa.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Músicos en la orquesta. Los Sonetos a Orfeo.

Domingo, 12 de mayo de 2019
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87F78D95-DE69-4172-BE19-143F69D5BB40Vivimos en el mejor de los mundos (Leibniz)

12 de mayo. DOMINGO IV DE PASCUA

Hch 13, 14. 43-52

Al disolverse la asamblea, muchos judíos y devotos acompañaron a Pablo y a Bernabé, quienes les hablaban y les instaban a mantenerse en el favor de Dios (v4)

Is 49, 6: Te hago luz de las naciones para que mi salvación alcance hasta el confín de la Tierra.

Jn 10, 27-30

El Padre y yo somos uno (v 30)

“El camino de la Iglesia no puede ser otro que el de la coherencia, el de la consistencia entre lo que proponemos como ideal de vida humana y lo que hacemos. Como sacerdote, busco promover la amistad con Cristo, sacando lo mejor de cada persona, valorando todas las sensibilidades, porque en esa variedad está la riqueza de la Iglesia católica, que va construyendo unidad al tiempo que acoge y celebra la gran diversidad de cualidades y dones existentes en cada comunidad, ha dicho Monseñor Joseba Segura, obispo auxiliar de Bilbao.

En “Notas sobre la melodía de las cosas”, el mundo es descrito como una polifonía en donde encuentra acomodo la canción de todos y cada uno de sus elementos, sean objetos o personas.

La lectura, en 1912, de un tratado del ocultista Fabre d’Olivet supone otra vuelta de tuerca. La música es ahora canción y universo. En ella podemos estar todos unidos y ser unos, como lo fueron Jesús y el Padre, según relata el Evangelio.

Hace algunos años, los medios difundieron una sugestiva pieza musical llamada El sonido de Júpiter, captado por la sonda Juno de la NASA, lo que nos trae al recuerdo la famosa Música de las esferas, como lo llamó Pitágoras. Un sonido asociado a los planetas en su movimiento a través del sistema solar. Porfirio, Comentario a la Harmónica de Ptolomeo.

Un poema de 1918 refleja un radical cambio de actitud con respecto a la música, descrita posteriormente como “lo más íntimo nuestro, / lo que, sobrepasándonos, escapa”.

Las Elegías de Duino y sobre todo Los Sonetos a Orfeo, representan el punto álgido de una visión en donde la música se erige en punto de conjunción entre lo temporal y lo eterno, lo material y lo espiritual, lo individual y lo cósmico. Todo ello queda condensado en el admirable verso: El canto es el ser. En 1923, la violinista Alma Moodie interpreta ante Rilke las sonatas para violín solo de Bach. El poeta ve en este concierto la culminación de su relación con la música, a la que dedicará un último poema poco antes de morir: “Música: eres más que nosotros… liberada estás / de buscar cualquier meta”

Vivimos en el mejor de los mundos, dijo el filósofo alemán Leibniz, filósofo y teólogo alemán, aunque a mi entender el mejor para vivir es aquel en el que Jesús seremos uno con el Padre, aquel en el que la música suena salida de las manos que dirigen un único concierto, como el que protagonizó Pitágoras, el estelar concierto de una noche de Verano con William Shakespeare en el podium al frente de la Orquesta de El Sueño de una noche de verano. Una comedia romántica donde elementos sobrenaturales asociados a los bosques, los duendes y las hadas y forman un nocturno cortejo que influye en la vida y el amor de los humanos.

Un ilustre Willigis Jäger, teólogo alemán benedictino y Maestro Zen, exclaustrado del convento, compuso este espiritual Poema en su obra Sabiduría eterna.

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NOSOTROS SOMOS NUESTROS PENSAMIENTOS

Todas las cosas y todos los seres vivientes,
también los hombres,
consisten en la nada pura y originaria.
Somos una forma de la nada,
Como un anillo de oro es la forma del oro.
El anillo no es el oro, ni el oro es el anillo.
Como anillo de oro son uno.
El oro le da la existencia,
pero permanece intacto en ello.

Así, hombres, animales, árboles,
flores, piedras, agua, montañas, planetas,
lunas, soles, nebulosas,
nosotros mismos, nuestros sentimientos,
pensamientos e intenciones,
existen a partir de lo Uno.

Lo Uno permanece intacto de ello.
Lo Uno es como un apellido.
Todos somos de esa “única familia”.

 

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Somos en unidad

Domingo, 12 de mayo de 2019
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Nos encontramos en 4º domingo de Pascua. Todavía resuenan en toda la comunidad cristiana los ecos de la experiencia más esencial de nuestra fe. Este tiempo Pascual nos ofrece la oportunidad de conectar con el movimiento de la Vida. Estamos inmersos en la paradoja de la noche y la luz, la muerte y la vida, lo consciente y lo inconsciente. El mensaje de Pascua nos introduce en este movimiento para darnos a conocer que siempre triunfa la luz, la vida y la consciencia, aunque no sea como nuestra mente desea.

Este breve texto, propuesto por la liturgia de hoy, puede ayudarnos a comprender cómo se gesta en el interior del ser humano la experiencia de fe desde la Pascua. Para comprender estos versículos es importante conocer el contexto en el que Jesús lo expresa. Forman parte del capítulo 10 del Evangelio de Juan. En este capítulo Jesús se autodefine como el Buen Pastor y, curiosamente, es uno de los pasajes más íntimos que narra el autor del evangelio de Juan: presenta a Jesús en comunicación auténtica con quienes le siguen.

A lo largo de este capítulo se puede ver la gran controversia que ya había generado Jesús. Los judíos estaban alterados por la duda de si era el Mesías o no. Jesús había sido expulsado del templo por profanar las costumbres judías para las ofrendas, pero vuelve a él para celebrar la fiesta de la Dedicación. En esta fiesta se celebraba la purificación y consagración del templo por Judas Macabeo. Dice el texto, previo al evangelio de hoy, que Jesús se paseaba por el pórtico de Salomón que estaba al lado del Templo. Había traspasado los límites de una religión que consideraba el Templo como el lugar sagrado y espacio de poder; el Mesías transgrede esta ley dictada por las instituciones judías para afirmar que el lugar sagrado es su persona y todo el género humano.

Jesús recupera la imagen del Pastor que ya se había usado en algunos pasajes del Antiguo Testamento para hablar de Yahvé. Pero en estos escasos versículos expresa muy pedagógicamente lo que supone vivir “religados” a Dios; que, en definitiva, es lo esencial de toda religión al margen de sus dogmas e instituciones.

El proceso es muy claro y realiza un trayecto que va de las dimensiones más externas de la persona a las más profundas. El primer paso es “escuchar la voz”. Hay muchas voces que nos hablan en la vida y somos desafiados a descubrir la voz esencial, aquella que integra, equilibra y ensancha nuestra visión superando nuestro ego y sus ambiciones.

Quienes descubren esa voz se fían de ella y la siguen. Este es el segundo paso que ya no es una actitud sólo de escucha sino de puesta en movimiento. Comienza el éxodo personal, el viaje de la zona de confort a la zona de aprendizaje. Desde una experiencia de fe es la etapa de la consciencia de ese vínculo profundo con la trascendencia: “ellas me siguen y yo les doy vida eterna”.

Y la tercera etapa “el Padre y yo somo uno” es un paso esencial de todo creyente; es la mística de nuestra fe: Dios ya no es ese Otro al que tengo que ir o esperar a que venga, sino que forma parte de mi realidad, un espacio del que me puedo diferenciar, pero no separar: “nadie las arrancará de mi mano”.

Desde esta visión del ser humano, los desafíos de la vida pueden afrontarse desde la fuerza que da ser consciente de esta presencia que no es ni pasado, ni futuro; no se encontró un día y no me paso la vida buscándolo hasta la vida futura. Es PRESENTE, movimiento permanente de “vida eterna” como dice Jesús en el texto.

Deseo que este tiempo de Pascua no lo vivamos como espectadores de un acontecimiento histórico o desde la espera de la resurrección futura porque es un movimiento que “está siendo” en cada momento de la vida. Quizá lo que hay que buscar son las estrategias que nos ayuden a conectar con este espacio de VIDA y de LUZ.

FELIZ DOMINGO

Rosario Ramos

Fuente Fe Adulta

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Unidad, plenitud de vida, confianza.

Domingo, 12 de mayo de 2019
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catedral-del-buen-pastorIV Domingo de Pascua

12 mayo 2019

Jn 10, 27-30

Parece claro que la imagen del pastor, nacida en un paradigma mítico –el término “mítico” no encierra contenido peyorativo alguno; con él me refiero a una forma de ver la realidad caracterizada por la consciencia de separatividad y la creencia en “otro piso superior” que sería sede de la divinidad– y en una cultura agraria y pastoril, no solo resulta ajena a la sensibilidad contemporánea, sino que choca frontalmente con el reconocimiento de la propia autonomía y la sospecha frente a todo lo que suene a seguidismo o “borreguismo”. La razón crítica –aunque en demasiadas ocasiones sea dejada de lado– nos ha vacunado contra cualquiera que se autoproclame “maestro” o “gurú”. Para nosotros resulta irrenunciable el grito de Kant que anunció el nacimiento de la Ilustración: “Sapere aude”, atrévete a saber, a conocer hasta el final, liberándote de los “tutores” que mantenían a la humanidad en una etapa infantil.

Y, sin embargo, es posible rescatar la intuición sabia que habita ese texto, “traduciéndolo” a otro paradigma o liberándolo del ropaje característico del momento en que nace.

Para empezar, no es posible asegurar que tales palabras salieran de la boca de Jesús. Ese no era su lenguaje ni su estilo. En realidad, el cuarto evangelio parece, más bien, todo él, una elaboración tardía, nacida y cultivada en un ambiente gnóstico, en torno al acontecimiento “Jesús”. Si fuera así, el texto que comentamos sería fruto de ese “ambiente” comunitario, que reconocía a Jesús como “maestro” y “salvador celeste”. A partir de ahí, en el evangelio, habrían puesto en su boca las afirmaciones que constituían el núcleo de la fe de aquella misma comunidad.

Clarificado el contexto, y liberado de su ropaje circunstancial, el texto ofrece certezas sabias, de validez universal y atemporal, relativas a la “vida eterna” (= plenitud de vida), la confianza estable y la unidad de todo lo real.

En la comprensión no-dual, aquellas tres afirmaciones que aparecen en este texto evangélico –y que la mente leería como separadas e incluso proyectadas en un “salvador” igualmente separado– no son sino tres modos diferentes de decir lo mismo. De manera que podrían traducirse así: Somos plenitud de Vida, en unidad con el Fondo de lo real (“Padre”) y eso constituye la Confianza que nos sostiene y que no es distinta de nuestra identidad profunda.

Según el cuarto evangelio, Jesús lo vio (“El Padre y yo somos uno”) y eso le permitió vivir en la certeza de que todo está a salvo siempre (“Nadie las arrebatará de mi mano”).

¿Dónde estoy en la comprensión de lo real? ¿Qué me sostiene?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Fe Adulta

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Entre salteadores y el Buen Pastor

Domingo, 12 de mayo de 2019
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cq5dam.web.1280.1280Del blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

  1. El Buen Pastor.

La Palabra de este IV domingo de Pascua es la del Buen Pastor, el redil, el rebaño, las ovejas, la puerta, (Juan, 10).

En el transfondo de la imagen de Cristo como Buen Pastor subyace una amplia mentalidad del AT:

  •  Jesús llora ante el pueblo, que vivía como ovejas sin pastor, (Mc 6,30-34).
  •  Jesús defiende las ovejas frente a los depredadores (asalariados, salteadores).
  •  El salmo 22 es una espléndida oración a partir de la experiencia del buen pastor: Dios es nuestro Pastor.
  •  El Pastor sugiere y confiere Vida: yo les doy vida eterna y no perecerán. (v 28).

Inspira gran confianza saber que el Señor es el pastor que guía y apacienta nuestra vida.

  1. El pastor da vida y da su vida.

Para escuchar hay que guardar silencio. El silencio es el sonido de nuestro vacío personal. El silencio humano lo llena sola y plenamente la palabra del Pastor. (Podemos recordar lo que decía el escultor vasco, Jorge Oteiza, cuando hablaba de los vacíos (huecos) en sus apóstoles del friso de Aránzazu y en tantas otras esculturas suyas: esos vacíos los llena solamente Dios, decía Oteiza).

En la vida percibimos muchos sonidos, mucho ruido, la vida sociopolítica y los medios de comunicación… Nos atolondran con su palabrería tertulianos y eclesiásticos, etc. pero palabras de vida escuchamos menos, muy pocas.

  1. pastores hoy en día: en medio de dos campañas electorales

Hoy en día en gran medida el pastoreo de la sociedad lo ejercen los políticos, las ideologías, que son los que después rigen la vida social, los medios de comunicación, la educación de los niños y de los jóvenes, la Seguridad médica, la ética, la justicia, etc.

Esta temporada nos han pillado entre dos fuegos de dos campañas electorales.

No cabe duda de que también entre los políticos hay gente honesta, que quieren ser buenos pastores, pero hace daño el ansia de poder que muestran las ideologías, la ligereza y brutalidad con la que hablan.

Resuenan las palabras de Jesús cuando hablaba de salteadores o de los pastores que se apacientan a sí mismos (Ezequiel 34,2).

Todo el evangelio es una presencia de la palabra que vive con nosotros. La palabra es Cristo y esa Palabra es sentido de la vida, sensatez, luz y vida. En el principio existía la Palabra y la Palabra se hizo uno de nosotros, (Jn 1,1.14).

La Palabra es Cristo. También podemos hallar huellas de esa Palabra, semillas de Cristo, en la vida: en los pobres, en la creación, en la ciencia, en los voluntarios, en la caridad.

  1. Somos pastores: seamos buenos pastores.

para que tengan vida

         La alusión a nuestra tarea como pastores en la vida es directa. En algún sentido todos somos pastores: padres, maestros, educadores, ministerios en la Iglesia, médicos, políticos, periodistas, etc.

         Unos padres son guías, pastores de sus hijos. Un buen médico es un buen pastor, que no solamente receta, sino que enseña a vivir: que tengan vida. Un buen cura es un buen pastor. Un buen amigo es un buen pastor.

La tarea de ser buen pastor es hermosa y la responsabilidad grande.

  1. Sigamos al Buen Pastor: no errantes, sino peregrinos.

pastor-tareaEl pastoreo es trashumancia, como la vida es peregrinar. Estamos todos de paso. Es decir que la vida es siempre ir hacia delante.

Somos peregrinos hacia las “verdes praderas del Reino, no somos seres erráticos: que deambulamos de aquí para allá, (como nos condenó Nietzsche), somos peregrinos (per agrum: por los campos de la vida, por la mies del Señor) caminantes hacia el redil, hacia el aprisco del Señor

El que compuso el salmo 22 sabía por experiencia que en la vida pasamos por valles oscuros. Esto es así por ley de vida y por ley de los hombres: vamos a tener y sufrir crisis, enfermedades, envejecimiento, problemas de todo tipo, y muerte.

El Señor es nuestro pastor, nada nos falta.

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“Creer”. 5º Pascua – B (Juan 15,1-8)

Domingo, 29 de abril de 2018
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La fe no es una impresión o emoción del corazón. Sin duda, el creyente siente su fe, la experimenta y la disfruta, pero sería un error reducirla a «sentimentalismo». La fe no es algo que dependa de los sentimientos: «Ya no siento nada; debo de estar perdiendo la fe». Ser creyentes es una actitud responsable y razonada.

La fe no es tampoco una opinión personal. El creyente se compromete personalmente a creer en Dios, pero la fe no puede ser reducida a «subjetivismo»: «Yo tengo mis ideas y creo lo que a mí me parece». La realidad de Dios no depende de mí ni la fe cristiana es fabricación de uno. Brota de la acción de Dios en nosotros.

La fe no es tampoco una costumbre o tradición recibida de los padres. Es bueno nacer en una familia creyente y recibir desde niño una orientación cristiana de la vida, pero sería muy pobre reducir la fe a «costumbre religiosa»: «En mi familia siempre hemos sido muy de Iglesia». La fe es una decisión personal de cada uno.

La fe no es tampoco una receta moral. Creer en Dios tiene sus exigencias, pero sería una equivocación reducirlo todo a «moralismo»: «Yo respeto a todos y no hago mal a nadie». La fe es, además, amor a Dios, compromiso por un mundo más humano, esperanza de vida eterna, acción de gracias, celebración.

La fe no es tampoco un «tranquilizante». Creer en Dios es, sin duda, fuente de paz, consuelo y serenidad, pero la fe no es solo un «agarradero» para los momentos críticos: «Yo, cuando me encuentro en apuros, acudo a la Virgen». Creer es el mejor estímulo para luchar, trabajar y vivir de manera digna y responsable.

La fe cristiana empieza a despertarse en nosotros cuando nos encontramos con Jesús. El cristiano es una persona que se encuentra con Cristo, y en él va descubriendo a un Dios Amor que cada día le atrae más. Lo dice muy bien Juan: «Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es Amor» (1 Juan 4,16).

Esta fe crece y da frutos solo cuando permanecemos día a día unidos a Cristo, es decir, motivados y sostenidos por su Espíritu y su Palabra: «El que permanece unido a mí, como yo estoy unido a él, produce mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada».

José Antonio Pagola

Audición del comentario

Marina Ibarlucea

 

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“El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante.” Domingo 29 de abril de 2018. Domingo quinto de Pascua

Domingo, 29 de abril de 2018
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31-PascuaB5 cerezoLeído en Koinonia:

Hechos de los apóstoles 9,26-31: Les contó cómo había visto al Señor en el camino.
Salmo responsorial: 21: El Señor es mi alabanza en la gran asamblea.
1Juan 3,18-24: Éste es su mandamiento: que creamos y que amemos.
Juan 15,1-8: El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante.

Para entender bien este texto es necesario saber que tanto la vid (o las uvas) o como la higuera (o los higos) son símbolos del pueblo de Dios en el AT. Así, el profeta Oseas (9,10), refiriéndose al pueblo, dice: “Como uvas en el desierto encontré a Israel, como breva en la higuera descubrí a vuestros padres”. Jeremías (24,1-10) cuenta una visión con estas palabras: “El Señor me mostró dos cestas de higos… una tenía higos exquisitos, es decir, brevas; otra tenía higos muy pasados, que no se podían comer”. Los higos exquisitos aparecen como figura de los desterrados fieles a Dios; los «muy pasados que no se podía comer» son figura del rey, sus dignatarios y el resto de Jerusalén que han quedado en Palestina o residen en Egipto (v. 8).

Pero tanto la vid (que da agrazones en lugar de uvas) como la higuera (abundante en hojas, pero sin frutos) son figura del pueblo judío y de sus gobernantes, que no se han mantenido fieles a Dios. El fruto que Dios esperaba de Israel era el cumplimiento de las dos exigencias fundamentales de la Ley: el amor a Dios y el amor al prójimo como a sí mismo (12,28-31). Practicar ese amor, encarnado, según Is 5,7 (cf. Mc 12,1-2), en la justicia y el derecho, era la tarea preparatoria de la antigua alianza en relación con el reinado de Dios prometido. Sin embargo este pueblo no ha dado los frutos deseados a lo largo de la historia. Así Jeremías (8,4-13), después de constatar la corrupción de Jerusalén, que, a pesar de todo, se gloría de la Ley, termina descorazonado diciendo: «Si intento cosecharlos, oráculo del Señor, no hay racimos en la vid ni higos en la higuera».

El texto completo de este pasaje del profeta ilumina el sentido de la esterilidad: “Así dice el Señor: «¿No se levanta el que cayó?, ¿no vuelve el que se fue? Entonces, ¿por qué este pueblo de Jerusalén ha apostatado irrevocablemente? Se afianza en la rebelión, se niega a convertirse. He escuchado atentamente: no dice la verdad, nadie se arrepiente de su maldad diciendo: «¿Qué he hecho?». Todos vuelven a su extravío… mi pueblo no comprende el mandato del Señor. ¿Por qué decís: «Somos sabios, tenemos la Ley del Señor»?, si la ha falsificado la pluma falsa de los escribanos… Del primero al último sólo buscan medrar; profetas y sacerdotes se dedican al fraude”.

Semejante es el lamento de Miq 7,1ss: “¡Ay de mí! Me sucede como al que rebusca terminada la vendimia: no quedan uvas para comer, ni brevas que tanto me gustan”. La decepción del profeta proviene de que los piadosos y justos han desaparecido de la tierra y todos cometen malas acciones. A la higuera-Israel la conmina Jesús en el evangelio de Marcos de este modo: «Nunca jamás coma ya nadie fruto de ti».

No le lanza una maldición que le desee directamente la muerte o algún mal.

Jesús no expresa odio o aborrecimiento hacia la higuera-institución. De hecho, no le dice: “No produzcas fruto”, ni tampoco anuncia que no encontrarán fruto en ella, condenándola a la esterilidad. Le dice: “Nunca jamás coma ya nadie fruto de ti”. Expresa así Jesús el deseo vehemente de que ninguna persona, judía o no, recurra para su alimento-vida a la higuera-institución o dependa de ella; quiere que la humanidad repudie su doctrina y su ejemplo; que nadie busque nada en ella ni acepte nada de ella; que quede aislada al margen de la sociedad humana, y termine así su papel histórico.

El juicio tan tajante de Jesús sobre el templo y la institución, que los presenta como el prototipo de lo aborrecible, se debe a que ésta ha sido infiel a la misión que Dios le había asignado, en dos aspectos diferentes que serán explicitados en la perícopa siguiente: hacia fuera ha traicionado el universalismo que debía encarnar, y hacia dentro del pueblo se ha convertido en instrumento de explotación.

Con ello, siendo la institución judía con el templo la única representante en la tierra del verdadero Dios, deforma su imagen, convirtiéndolo en un Dios particularista y legitimador de la injusticia. Apaga así el faro que debía iluminar a la humanidad y cancela todo horizonte de esperanza. Es el juicio del Mesías sobre las instituciones de Israel. Constata el fracaso de la antigua alianza y, por su parte, declara el fin de la misión de Israel en la historia.

Como se ve, las palabras de Jesús no tendrán efecto más que si los cada uno siguiendo su deseo, renuncia a buscar alimento en la higuera, es decir, si dejan de profesar la ideología que la institución propone o las ventajas que procura la adhesión a ella. El cumplimiento de estas palabras, depende de la opción libre de los seres humanos.

Frente a aquel pueblo que había sido infiel a Dios a lo largo de la historia, Jesús funda un nuevo pueblo, una comunidad humana nueva, verdadero pueblo de Dios, cuya identidad le viene de la unión con Jesús, que le comunica incesantemente el Espíritu, y el fruto de su actividad depende de ella.

La vid o la viña es el símbolo de Israel como pueblo de Dios (Sal 80,9; Is 5,1-7; Jr 2,21; Ez 19,10-12). La afirmación de Jesús se contrapone a esos textos; no hay más pueblo de Dios (vid y sarmientos) que la nueva humanidad que se construye a partir de él (la vid verdadera, cf. 1,9: la luz verdadera; 6,32: el verdadero pan del cielo). Como en el AT, es Dios, a quien Jesús llama su Padre, quien ha plantado y cuida esta vid.

Advertencia severa de Jesús, que define la misión de la comunidad. Él no ha creado un círculo cerrado, sino un grupo en expansión: todo miembro tiene un crecimiento que efectuar y una misión que cumplir. El fruto es el hombre nuevo, que se va realizando, en intensidad, en cada individuo y en la comunidad (crecimiento, maduración), y, en extensión, por la propagación del mensaje, en los de fuera (nuevo nacimiento). La actividad, expresión del dinamismo del Espíritu, es la condición para que el hombre nuevo exista.

El sarmiento no produce fruto cuando no responde a la vida que recibe y no la comunica a otros. El Padre, que cuida de la viña, lo corta: es un sarmiento que no pertenece a la vid.

En la alegoría, la sentencia toma el aspecto de poda. Pero esa sentencia no es más que el refrendo de la que cada uno se ha dado: al negarse a amar y no hacer caso al Hijo, se coloca en la zona de la reprobación de Dios (3,36). El sarmiento que no da fruto es aquel que pertenece a la comunidad, pero no responde al Espíritu; el que come el pan, pero no se asimila a Jesús.

Quien practica el amor tiene que seguir un proceso ascendente, un desarrollo, hecho posible por la limpia que el Padre hace. Con ella elimina factores de muerte, haciendo que el discípulo sea cada vez más auténtico y más libre, y aumente así su capacidad de entrega y su eficacia. Pretende acrecentar el fruto: en el discípulo, fruto de madurez; en otros, fruto de nueva humanidad.

El sarmiento no tiene vida propia y, por tanto, no puede dar fruto de por sí; necesita la savia, es decir, el Espíritu comunicado por Jesús. Interrumpir la relación con él significa cortarse de la fuente de la vida y reducirse a la esterilidad. Leer más…

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29.4.18. Soy la Vid, somos el Vino de Dios… Nombres de Cristo

Domingo, 29 de abril de 2018
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31162269_969609913216201_99090956361731653_nDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 5 de Pascua: Jn 15, 1-8. El domingo pasado fue el día de Jesús Buen Pastor.Este próximo será el de Jesús Buena Viña, Cristo Universal del vino, que llena el universo… Sarmientos suyos somos todos los creyentes, sarmientos que reciben la savia de la viña de Dios que es Jesús, cuya vida recorre y llena ramas y ramitas, uvas y racimos.

— Viñador es Dios, quiere una viña y la cultiva, un Dios que se alegra de la felicidad de los hombres, que son no sólo viña, sino vino bueno, de artista soberano.

— Viña es la Iglesia de Jesús, o, mejor dicho, una gran vid universal, comunidad de personas vinculadas por la misma savia de del árbol de Dios, que extiende sus ramas y su vida a todos los hombres

— Trabajadores de la viña, al servicio del “vino de Dios”, son todos los hombres, y en especial los cristianos, y más en especial los ministros de la Iglesia, sabiendo que el vino de Dios son ellos mismos.

Esta alegoría de la viña de Dios se cita y aplica también en otros pueblos, a lo largo y a lo ancho de la cuenca del Mediterráneo, como imagen de la vida universal, unida desde Dios que es el Árbol/Viña (incluso en el gran mito de Dionisio). El Jesús buen pastor es, al mismo tiempo, Jesús viña del Reino de Dios y de los hombres (cf. Mc 12, 3-ss).

31225007_969609269882932_1745678523461469236_nEn ese fondo quiero presentar de un modo breve esta alegoría de la viña de Jesús, evocando después otros nombres e imágenes de Cristo (sembrador, pastor, pescador, hortelano, arquitecto…), para ofrecer de esa manera una especie de sinfonía poético/musical del Reino, con el vino en la copa y las ovejas pastando en el llano.

No se trata de hacer cosas, de cumplir mandamientos… sino de ser lo que somos y saberlo, para así vivir en gozo, compartiendo todos los hombres y los pueblo el mismo vino, sin imposición de unos sobre otros, sin unos imponiéndose a la fuerza y otros aplastados.

Quiero que mi presentación sea esquemática, respetando la hermosura de la imagen, para ampliarla después con otras imágenes bellas del Cristo, en sus diversas figuras y oficios.

1. YO SOY LA VID, VOSOTROS LOS SARMIENTOS (JN 15, 1-8).

[1. Vid del Padre]

– Yo soy la Vid verdadera, y mi Padre el viñador.
Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta,
y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé fruto más pleno.
Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado.

[2. Vid con frutos]
– Permaneced en mí, como yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid;
así tampoco vosotros si no permanecéis en mí.

[3. Vid, sarmientos]
– Yo soy la vid; vosotros los sarmientos.
quien permanece en mí y yo en él, da mucho fruto; pues sin mí no podéis hacer nada.
Quien no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca…
– Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros,
pedid lo que queráis y lo conseguiréis.
La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos…. Jn 15, 1-8)

He dividido el texto de forma algo convencional para destacar su aspecto histórico, cristológico y eucarístico. Esta alegoría presenta a Jesús como Vid verdadera, cumplimiento de la esperanza israelita: templo de Dios, fuente de vino, árbol de vida verdadera. Por eso, he comenzado diciendo que la viña pertenece al Padre (Apartado 1º), verdadero Viñador: por fin ha plantado una Viña que logra dar fruto por siempre (cf. Is 5, 1-2; Mc 12, 1).

Esta es una alegoría cristológica: sólo Jesús es la Vid que florece, madura y da vino abundante sobre el mundo (cf. Apartado 2º: Vid con frutos). La palabra central del pasaje hablar de unirse a Jesús, permanecer en él, como un sarmiento que recibe de la viña buena sabia de vida, vino que alegra a dioses y humanos. Jesús aparece así como árbol abundante, sagrado, del que mana la fiesta de vida para todos los que quieran beberla agradecidos.

El texto alcanza su culmen en forma eucarística (cf. Apartado 3º: Vid, sarmientos). Central es la vid, pero en ella resultan esenciales los sarmientos, es decir, los cristianos que aceptan y beben el vino del Cristo, convirtiéndose con él en verdadera eucaristía. Ciertamente, los sarmientos nada pueden sin la Vid, no tienen savia para vino. Pero la Vid tampoco puede extenderse jubilosa por la tierra, dando frutos de abundancia sin sarmientos. Desde este fondo se comprende la palabra del Cristo eucarístico de Juan cuando proclama: “quien cree en mí hará las obras que yo hago, y las hará incluso mayores, pues yo voy hacia el Padre” (Jn 14, 12). Leer más…

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El labrador, la vid y los sarmientos. Domingo 5º de Pascua. Ciclo B.

Domingo, 29 de abril de 2018
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Yo-soy-la-vid1-1024x965Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Una anécdota y un consejo

            Hace años un amigo tuvo que predicar este domingo en un pueblo de la Axarquía malagueña, donde los hombres estaban acostumbrados a ir todos los días al bar a tomar una copa de vino. Un sitio ideal para hablar de la vid y los sarmientos. Sin embargo, cuando terminó la misa, le preguntaron llenos de curiosidad: “Padre, ¿qué es la vid?” En aquel pueblo a las vides las llaman cepas. No se habían enterado de nada.

            Experiencia parecida tuve yo la primera vez que di charlas bíblicas en Centroamérica. La gente nunca había visto una vid o un olivo. Por desgracia, Jesús nunca contó la parábola del buen cafetero.

            Lo primero que debe preguntarse el que vaya a tener una homilía este domingo es si la gente entenderá una parábola contada en una cultura campesina y mediterránea. En nuestros días, Jesús probablemente habría contado otra muy distinta en la forma, aunque idéntica en el fondo. Una parábola en la que el Padre es un informático, Jesús la corriente eléctrica y nosotros ordenadores (computadoras) que no pueden funcionar si no están conectados a él. Incluso a los que funcionan bien, el Padre los limpia a fondo para que funcionen mejor. Pero esta adaptación, aparte de ser mucho menos poética, comete el mismo error: quien no viva en una cultura tecnológica no la entenderá; y dentro de unos años, cuando los ordenadores no necesiten estar conectados a la red, la parábola perdería su sentido. Más vale atenerse a la imagen original.

El labrador, la vid y los sarmientos

Para captar la originalidad del evangelio conviene recordar otras referencias a la vid en el Antiguo Testamento. Un salmo compara al pueblo de Israel con una vida pequeña, que Dios trasplanta a la tierra de Canaán, donde crece de manera espléndida y extiende sus pámpanos hasta el Gran Río (el Éufrates). Alude al imperio davídico. Pero llega un momento en que la vid se ve asaltada, pisoteada y destruida por los pueblos vecinos y los grandes imperios. ¿Por qué ha ocurrido esto? Una canción de Isaías ofrece la respuesta: la vid, que ha recibido inmensos cuidados por parte del labrador, en vez de dar uvas da agrazones. Pasando de la imagen a la realidad, Dios esperaba de su pueblo justicia y bondad y encontró malicia y maldad.

            En el evangelio, la imagen cambia profundamente. La vid no es el pueblo, sino Jesús. Y adquieren un protagonismo inesperado los sarmientos, nosotros.

            En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseéis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.»

         Este pasaje se conoce como «la parábola de la vid y los sarmientos». Título erróneo, porque no tiene en cuenta al protagonista principal, el labrador, que es quien poda, arranca y tira los sarmientos que no dan fruto. Y más bien que parábola es una fábula, donde los protagonistas son animales o plantas que pueden hablar y actuar. En este caso, los protagonistas secundarios, los sarmientos, no hablan, pero sí actúan. Algunos deciden mantenerse unidos a la vid, y dan fruto abundante. Otros deciden independizarse, cortar la relación con la vid, y dejan de dar fruto. (La imagen de unas ramas en movimiento, en este caso alejándose del tronco, recuerda la fábula de Yotán, que comienza: «Se pusieron en marcha los árboles para elegirse un rey»).

            El enfoque del evangelio, insistiendo en la idea de permanecer en Jesús, se comprende recordando un episodio de Lucas. En la aparición a los discípulos de Emaús, estos terminan pidiéndole: «Quédate con nosotros, Señor». En Juan cambia la perspectiva. Es Jesús quien nos dice: «Permaneced en mí». Es muy distinto «quedarse con» y «permanecer en», aunque parezcan lo mismo. Lo segundo habla de mayor intimidad, como la de un niño en el seno de su madre.

            El título habitual subraya la importancia de la vid. Y en parte lleva razón: de estar unidos a ella o separados de ella depende el futuro de los sarmientos. Pero la vid no hace nada. Simplemente está ahí. Todas las acciones las realizan el labrador o los sarmientos. Enfoque curioso, que nos obliga a reflexionar sobre la importancia de Dios Padre en la vida del cristiano; y el papel fundamental de Jesús, aunque a veces tengamos la impresión de que no hace nada en nuestra vida.

1ª lectura:  la viña y la poda de Dios(Hechos de los Apóstoles 9, 26-31)

         Aunque no tenga relación ninguna con el evangelio, el texto de los Hechos se puede leer como una concreción del mismo. El final nos dice cómo la vid, la comunidad cristiana, se extiende y fructifica. Y la primera parte, la que trata de Pablo, recuerda lo que dice la fábula a propósito del labrador: «a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto». Podar es cortar, herir al árbol, despojarlo de algo que le ha costado tiempo y esfuerzo producir. Pero el campesino lo hace para que esté más sano y fuerte. Eso es lo que hace Dios con Pablo.

En aquellos días, llegado Pablo a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos, pero todos le tenían miedo, porque no se fiaban de que fuera realmente discípulo. Entonces Bernabé se lo presentó a los apóstoles. Saulo les contó cómo había visto al Señor en el camino lo que le había dicho y cómo en Damasco había predicado públicamente el nombre de Jesús. Saulo se quedó con ellos y se movía libremente en Jerusalén, predicando públicamente el nombre del Señor. Hablaba y discutía también con los judíos de lengua griega, que se propusieron suprimirlo. Al enterarse los hermanos, lo bajaron a Cesarea y lo enviaron a Tarso.

         Después de su conversión, podría esperar que lo recibieran muy bien en Jerusalén. Pero ocurre algo muy distinto: no se fían de él, lo rehúyen, hasta que Bernabé lo presenta a los apóstoles. Cuando comienza a predicar, los judíos de lengua griega intentan eliminarlo y debe huir a Tarso. En realidad, toda la vida de Pablo fue una gran poda, una vida llena de persecuciones y sufrimientos. Pero a través de ellos se convirtió en el mayor de los apóstoles. Dio mucho fruto. Una buena enseñanza para los que quisiéramos que todo nos fuera bien en la vida, sin ningún tipo de dificultades.

2ª lectura: cómo permanecer unidos a la vid

        El evangelio insiste en la necesidad de que el sarmiento esté unido a la vid. La segunda lectura nos indica el modo concreto de mantener la unión.

Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras. En esto conoceremos que somos de la verdad y tranquilizaremos nuestra conciencia ante él, en caso de que nos condene nuestra conciencia, pues Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo. Queridos, si la conciencia no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios. Y cuanto pidamos lo recibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. Y éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó. Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio.

       El texto, como es habitual en Juan, resulta complicado y mezcla diversos temas: el amor falso y el verdadero, el complejo de culpabilidad, la confianza en Dios, la observancia de los mandamientos, la fe en Jesús y el amor mutuo, la permanencia en Dios y el don del Espíritu. Siguiendo la metáfora del evangelio, es una vid demasiado frondosa que conviene podar. Bastaría recordar que amar de verdad y con obras equivale a creer en Jesús y amarnos unos a otros. Esa es la forma de permanecer unidos a la vid y la única garantía de que daremos fruto como cristianos.

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5º Domingo de Pascua. 29 Abril, 2018

Domingo, 29 de abril de 2018
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Permaneced en mí y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí solo, si no permanece en la vid, tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.”

(Jn 15, 1-8)

Bella imagen de la vid, es una alegoría llena de vida resucitada. Es la imagen de la unión entre Jesús y nosotr@s. ¿Qué vid existe sin sarmientos? ¿Qué Dios vive sin entregar lo que es a quien está unid@ en Él?

En este texto lo primero que salta a la vista es que la vid y los sarmientos son parte de la propia vid. No son dos vides con antagonismo entre la propia vid y el sarmiento, ni son lo mismo, que sería un monismo.

La vid y los sarmientos son diferentes, pero no existen separados. Es decir, las formas separan, porque son lo que  vemos con nuestra mente. Pero sin la proyección mental, entrando en la profundidad de la contemplación, las formas no existen, contemplamos la esencia, lo que es, y entonces no son dos cosas distintas, sino una, con diferencias, que es la auténtica maravilla.

Tanto la física cuántica, como la visión transpersonal nos hablan de que todo está interrelacionado. Nada existe separado, y esto nos lo relata el Evangelio.

“ El sarmiento no puede dar fruto de por sí”. “ Yo soy la vid , vosotros los sarmientos, el que permanece en mí y yo en él ese da fruto abundante.” “Permaneced unid@s a mi como yo lo estoy a vosotr@s”.

En la misma línea, si Dios es Amor, ¿cómo puede el Amor vivir sin amor y el amor sin Amar? Nuestro Dios es un Dios Trinitario, diferentes maneras de amar, pero el Amor es solo uno. Somos un@ en Dios.

Esto no lo “entendemos” con nuestra mente discursiva, analítica, sino con la inteligencia del corazón, que es la que comprende con las entrañas en un silencio que se hace a veces denso, hasta llegar a ser transparente. Es entonces cuando se abren las compuertas del ser y se descubre la vida entretejida y conectada al AMOR, a la Vid.

Oración

Resucítanos a la nueva comprensión de la alteridad del amar para que seamos un@ en el Amor

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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A la savia que nos da Vida le llamamos Espíritu.

Domingo, 29 de abril de 2018
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vid1Jn 15, 1-8

Estamos en el comienzo del capítulo 15 del evangelio de Jn, incluido en el larguísimo discurso de despedida, que Jn pone en boca de Jesús, después de la cena. En esta parte del discurso, se habla de la comunidad y su misión en el mundo. Insiste en que la Vida de Dios debe atravesar a cada miembro para que sea posible el amor que se debe manifestar en obras. La división de los organismos vivos, en partes, siempre es inadecuada. Toda la vid es un único ser vivo. Para producir frutos, necesita de los tres elementos.

El simbolismo de la viña es muy frecuente en el AT, Pero no es tan frecuente la imagen de la vid. Además, el sentido que le da Jn es completamente original. El doble aspecto de una misma vivencia individual y una proyección a los demás, es la clave de la experiencia pascual. La Vida de Dios, la de Jesús y la de los discípulos es la misma. Aunque no se nombra expresamente, la Vida sigue siendo el centro del discurso.

Hay que tener en cuenta que la vid es una de las plantas que no produce fruto de provecho, si no se poda severamente. Su capacidad de echar follaje es tan grande que, si no se le aplican fuertes correctivos, se le va toda la fuerza en tallos y hojas. La poda se realiza en dos etapas. La primera se hace antes de que brote y consiste en eliminar casi todos los sarmientos del año anterior, dejando solo una parte mínima (dos o tres nudos) de los más robustos. La segunda se hace en verde, eliminado todos los tallos que no llevan fruto e incluso desmochando los que lo llevan.

Yo soy la vid verdadera. Detrás del símbolo de la vid, se esconde todo un mundo de sugerencias. Se trata de un ser vivo que se manifiesta a través de elementos distintos, pero unificados por una realidad que los trasciende, la vida. Una vez más es la Vida el centro del discurso. Todo el que se adhiere a Jesús forma parte de la misma vid. Forma una comunidad viva que fructifica. En el AT es frecuente que la viña sea improductiva.

Mi Padre es el labrador. Como en el AT, es el Padre quien la ha plantado y la cuida. Pero hay que tener cuidado a la hora de interpretar este aspecto. Jesús nunca se propone como centro de su mensaje. Él predica el Reino que es Dios. Nunca se interpone entre Dios y el ser humano. Jesús nos dice que lo que Dios es para él, lo es también para cada uno de los hombres. No pensemos que Jesús es más que el Padre. La alusión al Padre labrador, expresa la preocupación y el interés porque que los sarmientos den fruto.

Todo sarmiento que en mí no produce fruto, lo elimina, y a todo el que produce fruto, lo poda, para que dé más fruto. ¡Ojo a este párrafo! Tenemos un juego de palabras muy curioso: “airei” no significa cortar ni arrancar sino abolir, quitar. “kathairei” no significa podar sino limpiar, purificar. Ni uno ni otro verbo se suele utilizar para designar tareas agrarias. Al emplearlos nos fuerza a ir más allá del primer significado. El versículo siguiente nos ayuda a salir del error de interpretación: Vosotros estáis ya limpios por el mensaje que os he comunicado. “Limpios” tampoco tiene nada que ver con la pureza legal que se consigue por rituales. Para Jn el único pecado es la opresión. Como ellos han salido de ese ámbito, se han liberado del pecado.

No debemos entender estos versículos como si Dios actuara en nosotros desde fuera y mecánicamente. Para Jesús, Dios es la savia, la Vida que se comunica a toda la vid. Jesús es el primer sarmiento que vivió plenamente de esa savia divina. No debemos confundir al hombre Jesús con el Dios cristiano, sino como el primer cristiano que, haciendo suya la misma Vida de Dios, nos ha indicado la manera de alcanzar la verdadera plenitud humana. El mensaje de Jesús consiste en que todos vivamos esa Vida divina.

Ni cada individuo, ni la comunidad deben considerarse entes estáticos, tienen que dar fruto. Sarmiento improductivo es el que pertenece a la comunidad pero no responde al Espíritu. Incluso el que produce fruto tiene que seguir un proceso que no acaba nunca. Solo el don total de sí mismo permitiría alcanzar la meta. La posesión del Espíritu es un dinamismo que no se detiene nunca. El producir fruto no hace referencia a una moralidad.

El sarmiento no tiene vida propia, necesita recibir la savia de la cepa. La ausencia de fruto, delata la falta de unión con Jesús. La presencia de fruto manifiesta que la savia-Vida está llegando al sarmiento. Ni la Vid sin sarmientos puede producir frutos, ni los sarmientos separados de la cepa. Los frutos se alcanzan por la unidad de ambos. Esa unión con Jesús no es algo automático, ni ritual, ni externo. Exige la actualización constante por parte del discípulo. Cada individuo y cada comunidad tienen que estar constantemente eliminando todo aquello que le impida llegar a la identificación con Jesús.

Existe una fuerte tendencia a equiparar el “producir fruto” con las buenas obras. En Jn no se hace ninguna distinción entre ser y obrar. Adherirse a Jesús es inseparable de producir el fruto que esa adhesión conlleva, pero el fruto no son directamente las obras, sino la Vida-amor, que necesariamente se manifestará en obras. De esta manera queda erradicado el peligro de creer que son las obras las que me llevan a la identificación con Jesús. Solo la Vida-Amor nos hace ser uno con Jesús y nos capacita para obrar.

Porque sin mí, no podéis hacer nada. Por activa y por pasiva repite una y otra vez la misma idea. El sarmiento que es una sola vida con la cepa produce fruto y hace que la vid sea capaz de dar fruto. El que está separado, no sirve para nada porque no tiene vida. Se trata de participar de la misma Vida de Jesús, que es la del Padre. Recordad: “El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el padre; del mismo modo el que me coma vivirá por mí”. Estar unido, comer a Jesús es comprometerse con él y participar de su misma Vida. De la misma manera alejarse de Jesús es garantizarse la esterilidad y la muerte.

En esto se ha manifestado la gloria de mi Padre, en que hayáis comenzado a producir mucho fruto por haberos hecho discípulos míos. En este versículo queda claro que no pueden ser palabras pronunciadas por Jesús en la última cena. Los discípulos no comenzaron a dar frutos hasta después de la experiencia pascual. Solo entonces descubrieron al verdadero Jesús y lo vivieron de verdad. No son palabras de Jesús, sino palabras de la comunidad sobre Jesús. Si no hacemos esta composición de lugar, no habrá manera de dar un auténtico sentido al evangelio de Jn.

El domingo pasado se hablaba de un solo rebaño, hoy nos habla de una sola vid. Jesús y los discípulos constituyen una sola realidad viva. Ser vid significa estar unido no solo a Jesús y a Dios, sino a los demás sarmientos. Si me separo de otro sarmiento, que está unido a la vid, me tengo que separar de la vid. Esa es la experiencia pascual que tiene que continuar hoy en nosotros. Todos participamos de la misma Vida de Dios, que descubrimos gracias a Jesús. La Vida es una sola; al participar de ella tomamos conciencia de que formamos una unidad con todos los hombres, con todo el cosmos y con Dios.

Meditación

En el centro de mi ser esta la fuente de Vida.
En el orden del Espíritu, todo es Uno.
La aparente diversidad es una ficción de la mente.
Si consigo trascender el mundo de las apariencias,
me encontraré inmerso en la inmensidad del Ser.
En mi verdadero ser, la armonía y unidad son absolutas.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Ser cristiano.

Domingo, 29 de abril de 2018
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echar-raicesSea lo que sea que puedas hacer, empiézalo. La audacia contiene genio y poder”. (Goethe)

29 de abril. V domingo de Pascua

Jn 15, 1-8

El que está en mí y yo en él, ese da fruto abundante

El hombre está llamado a dar sus frutos. Y para eso tenemos que estar como los sarmientos, unidos a la vid. Jesús es la vid verdadera y estaremos unidos creyendo en su palabra y amándonos los unos a los otros. Porque es generoso. Y es humano y divino, cuando está injertado en el tronco de la vid del Evangelio.

Un fruto que comido con conciencia es, como dice Tich Nhat Hanh, muy agradable. Nos sentamos elegantemente. Somos conscientes de las personas que se sientan a nuestro alrededor y de la comida en el plato. Es una práctica profunda. Cada bocado se convierte en un embajador del cosmos. Un brindis de alegría, libertad y placer como el que hizo Carmen en el banquete de la ópera de Giuseppe Verdi. En el de los cristianos brindamos todos con el vino espumoso de sus bodegas, macerado en las barricas del roble de los cielos.

La música –o la palabra– no está en la radio que estamos escuchando. Una radio es tan solo un artefacto que recoge y transmite los sonidos hacia los espacios siderales que quieren recibirlos. Pero no solo recibirlos, pero también amplificarlos con fidelidad para que los demás seres vivientes puedan oírlos y gozarlos. Recordemos los versos del protagonista a Horacio cuando le canta: “Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, de lo que puede soñar tu filosofía” (Shakespeare, Hamlet).

Sueños de profundo calado que intentan, casi siempre en vano, resolver misterios. La novelista Sonia Fernández Vidal, lo aborda en este diálogo entre Agustín y un niño, en la novela Desayunar con partículas, embarcados ambos en el arduo problema trinitario:

– ¿Qué haces, niño?

– Quiero meter el océano en un hoyo, le responde sonriente el pequeño.

– San Agustín aleccionó al pequeño con un tono paternal: lo que pretendes hacer es imposible.

Pues es exactamente lo que estás intentando tú, le dijo para su sorpresa el niño, meter en tu mente finita los misterios de Dios.

Tu fábula, mi querida Sonia, a mí personalmente no me desalienta en absoluto. Más bien me da ánimos para seguir trayendo cubos del evangélico licor a mi arenoso hoyo de la playa. Jamás acaba de colmarse, pero yo siento que su gracia inunda la raíz de mi cepa, anunciando una generosa vendimia que yo transformaré en amor en mis lagares. ¿Te gustaría, Sonia, acompañarme para pisar descalzos los racimos? Invitaré también a Agustín con cara de filósofo adusto y también al niño sonriente. ¿Sería Jesús ese niño?

Sea lo que sea que puedas hacer, empiézalo. La audacia contiene genio y poder”.(Goethe). Un poder como el de la lámpara de Aladino, que con resplandor ilumina el mundo de luz y de calor.

CLARO DE LUNA

Claro de luna sobre el alma mía
en plenitud de luces y de sueños,
donde los vinateros viñadores
entonan sus canciones del solsticio.

Que yo encuentre la senda iluminada
que conduzca hasta la mesa,
donde se sientan al banquete los amantes.

Si Agustín se quedó
cabizbajo en la playa,
es su problema.

Yo me voy dibujando canciones en el aire.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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La vid y los sarmientos.

Domingo, 29 de abril de 2018
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juan-151-8Jn 15, 1-18

Todos los seres humanos vivimos profundamente relacionados. El vínculo es algo que nos caracteriza esencialmente. Este relato evangélico nos descubre una relación muy poderosa. Sin la cual, dice el texto, estamos desconectados, secos, como muertos… Es una vinculación profunda con Jesús, fuente de vida y de acción. “Sin mí no podéis hacer nada”, “separados de mí no dais fruto”… Nuestras acciones y especialmente la fecundidad de estas acciones dependen de esta conexión profunda con Jesús. De lo contrario, aquello que hagamos “separados” o por nuestra cuenta, será caduco, le faltará profundidad y sentido.

Como es habitual, el Jesús de los evangelios no expone esta situación con largas explicaciones o filosofías, sino que utiliza imágenes, parábolas o símbolos ciertamente conocidos por todo el mundo. En este texto nos habla a partir de la vid, una planta que ha sido objeto de mucha significatividad en la tradición judía. La vid, o mejor, la viña, en textos del Antiguo Testamento, representa al pueblo de Israel, al cual Dios ha plantado, podado y cuidado de todas las maneras posibles. El Padre ha sido representado en muchas ocasiones como un labrador que cuida a su viña Israel. A diferencia de otras parábolas e imágenes, el que actúa con eficiencia y radicalidad es el Padre. Jesús aparece fijamente fecundando como la savia a los sarmientos, pero quien riega, poda, corta… es el Padre. Nosotros tenemos la tarea de permanecer; permanecer unidos, vinculados, conectados a él de donde mana la vida, porque sin él “no podemos hacer nada”. Nuestra fe es un continuo de apertura y respuesta; y de arriesgar en tiempo de dudas. Y siempre, pase lo que pase, Dios actúa.

Pero lo que resulta radicalmente novedoso respecto al Antiguo Testamento es que Jesús se presenta a sí mismo como la vid. Ya no se trata solamente de un pueblo al que Dios consolida y asiste. Dios mismo, en Jesús, es la savia que corre por esta comunidad-vid.  Cada uno en esta comunidad somos como los sarmientos, ramas nacientes, destinadas a dar fruto.

Diversos textos paulinos hablan de esta misma situación. Un texto clave es Colosenses 1,17: “Cristo existe antes que todas las cosas y todas tienen en él su consistencia”. Y también “Dios tuvo a bien hacer habitar en él toda la plenitud. Y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas” (Col 1,19-20).

En épocas de búsqueda de sentido o de desorientación, reencontrar la vinculación existencial con “todas las cosas” y encontrar la “consistencia” en Cristo se vuelve fundamental. Cuando las experiencias de aislamiento, abandono o de individualismo resultan generalizadas, la lectura de este texto nos anima a potenciar las relaciones profundas y a reforzar la corriente de vida que viene desde Jesús y que nos comunica entre nosotros de manera creativa.

Paula Depalma

Fuente Fe Adulta

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Yo soy la vid. Permaneced, que no es lo mismo que atrincherarse.

Domingo, 29 de abril de 2018
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imagesDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01. YO SOY LA VID, QUE DA VIDA A LOS SARMIENTOS.

El lenguaje de los Evangelios, el lenguaje de Jesús no es filosófico, ni de altas teologías. Más bien Jesús emplea expresiones y símbolos de la vida cotidiana: el pan, el agua, la luz, el camino, el pastor, la puerta, la vid 

Hoy hemos escuchado la metáfora que san Juan aplica a Jesús: “Yo soy la vid”.

Los sarmientos reciben la vida, la savia, de la cepa. Las ramas reciben la vida del tronco, de la raíz.

Hay un refrán muy “sanchopancesco” (Sancho Panza) que dice: quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija. Y lo malo es que tal refrán se cumple muy frecuentemente. Nos arrimamos al político o a la política de turno, al obispo que manda, al jefe de personal, etc., porque pensamos que de ellos, de tales “cepas” no viene la vida o, cuando menos un buen puesto o cargo, un buen modus vivendi.

Pero si dirigimos la mirada hacia cotas más humanistas, nobles y cristianas, caemos en cuenta de que la vida verdadera nos viene de Cristo. CRISTO ES VIDA: pan de vida, agua de vida, pastor que da la vida, la vid que transmite vida.

En el fondo se trata de saber qué es lo pretendemos y buscamos en la vida y de dónde o de quién esperamos esos logros.

Fiarse de Cristo, ser y vivir desde la savia de Cristo a veces no es sencillo. Seguir a Cristo, ser libre desde Cristo no es siempre cuestión fácil. La libertad en la vida ya sabemos que cuesta prestigio, puestos, dinero, etc.

La tradición de San Pablo dice (2Tim 1,1): sé de quién me he fiado.

Es noble y vale la pena ser un débil sarmiento que recibe la vida de Cristo, vid verdadera, y transmite, crea vida en la vida.

02. PERMANECED.
Por las crisis que sufrieron las comunidades cristianas de Juan, es por lo que la tradición del cuarto evangelio “repite” constantemente la invitación a PERMANECER: en el evangelio de hoy aparece siete veces la invitación a permanecer. Frecuentemente S Juan repite: Permaneced en mi amor, (Jn 15,9). Permaneced en lo que os enseñé desde el comienzo, (1Jn 2,27). La tradición de san Juan repite casi obsesivamente esta invitación a permanecer en el Señor. En el párrafo del evangelio que hemos escuchado hoy aparece 7 veces esta expresión: permaneced.

Permanezcamos en Cristo

03. PERMANECER NO ES ATRINCHERARSE NI UNA RESISTENCIA NUMANTINA

Permanecer no significa guardar fósiles dogmáticos o litúrgicos. Es cierto que hay que guardar con estima lo que hemos recibido, pero, siendo importante, lo más transcendente de una ciudad no son sus museos, ni Atapuerca.

Muchas veces para ser fiel a la fe, al pasado, hay que cambiar muchas cosas en el presente. ¿Quién entiende hoy lo que significa consubstancial al Padre? o el “Filioque”. ¿Quién entiende y vive esas realidades así expresadas?

Para permanecer hay que cambiar. Para ser y permanecer como personas, como ciudadanos, como creyentes hemos de ir cambiando muchas cosas en la vida.

04. LA VID. LA VIDA LA RECIBIMOS DE OTROS.

Vivir unidos a Cristo.

La imagen de la viña, significa en el mundo bíblico al pueblo de Dios, que recibe la vida de Dios Padre.

Salmo 80,9 Sacaste una vid de Egipto.

Isaías 5 Mi amigo tenía una viña…

Mt 21 Es la célebre e intencionada parábola de los viñadores homicidas.

Jn 2,1-12 La parábola de las bodas de Caná: se han quedado sin vino (viña), sin amor.

El tema de fondo es la vida, tener vida. Desde el comienzo se nos dice que en Él estaba la vida, (Jn 1,4).

Quien cree en Él tiene vida (Jn 3,4). Cristo es el agua de vida, (Jn 4,14). Es el pan de vida, Jn 6,51-54).

Cristo es el Buen Pastor que da vida, (Jn 10). Cristo es la resurrección y la vida (Jn 11,25). Cristo es el camino, la verdad y la vida, (Jn 14,6).

La vida la recibimos de otros: padres, familia, pueblo, amigos, cultura, iglesia, JESUCRISTO.

El que permanece en mí tiene vida y dará fruto abundante.

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“El Camino”. 14 de mayo 2017. 5 Pascua (A). Juan 14, 1-12.

Domingo, 14 de mayo de 2017
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cristo_caminando1Al final de la última cena, los discípulos comienzan a intuir que Jesús ya no estará mucho tiempo con ellos. La salida precipitada de Judas, el anuncio de que Pedro lo negará muy pronto, las palabras de Jesús hablando de su próxima partida, han dejado a todos desconcertado y abatidos. ¿Qué va ser de ellos?

Jesús capta su tristeza y su turbación. Su corazón se conmueve. Olvidándose de sí mismo y de lo que le espera, Jesús trata de animarlos: ”Que no se turbe vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí”. Más tarde, en el curso de la conversación, Jesús les hace esta confesión: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí”. No lo han de olvidar nunca.

“Yo soy el camino”. El problema de no pocos no es que viven extraviados o descaminados. Sencillamente, viven sin camino, perdidos en una especie de laberinto: andando y desandando los mil caminos que, desde fuera, les van indicando las consignas y modas del momento.

Y, ¿qué puede hacer un hombre o una mujer cuando se encuentra sin camino? ¿A quién se puede dirigir? ¿Adónde puede acudir? Si se acerca a Jesús, lo que encontrará no es una religión, sino un camino. A veces, avanzará con fe; otras veces, encontrará dificultades; incluso podrá retroceder, pero está en el camino acertado que conduce al Padre. Esta es la promesa de Jesús.

“Yo soy la verdad”. Estas palabras encierran una invitación escandalosa a los oídos modernos. No todo se reduce a la razón. La teoría científica no contiene toda la verdad. El misterio último de la realidad no se deja atrapar por los análisis más sofisticados. El ser humano ha de vivir ante el misterio último de la realidad

Jesús se presenta como camino que conduce y acerca a ese Misterio último. Dios no se impone. No fuerza a nadie con pruebas ni evidencias. El Misterio último es silencio y atracción respetuosa. Jesús es el camino que nos puede abrir a su Bondad.

“Yo soy la vida”. Jesús puede ir transformando nuestra vida. No como el maestro lejano que ha dejado un legado de sabiduría admirable a la humanidad, sino como alguien vivo que, desde el mismo fondo de nuestro ser, nos infunde un germen de vida nueva.

Esta acción de Jesús en nosotros se produce casi siempre de forma discreta y callada. El mismo creyente solo intuye una presencia imperceptible. A veces, sin embargo, nos invade la certeza, la alegría incontenible, la confianza total: Dios existe, nos ama, todo es posible, incluso la vida eterna. Nunca entenderemos la fe cristiana si no acogemos a Jesús como el camino, la verdad y la vida.

José Antonio Pagola

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