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Epifanía 1. “Reyes” magos, luminosa parábola (=leyenda) evangélica (U. Luz)

Sábado, 6 de enero de 2024

Adoracion_Reyes_Magos_Hugo_Van_der_GoesDel blog de Xabier Pikaza:

La fiesta de la Navidad, que acabamos de celebrar, ha sido entendida  por la iglesia como “epifanía” o revelación de Dios, que nace en la historia de los hombres, para iluminar su vida y abrir en ella un camino de salvación divina o resurrección.

Esta fiesta de la epifanía de Dios en el nacimiento de Jesús ha sido y sigue siendo fundamental en el oriente cristiano, anterior a la Navidad, de manera que en sentido estricto Dios “nace” el 6 de enero más que el 25 de diciembre. Por eso, teniendo en el fondo ese interesantísimo “detalle” quiero presentar en RD y FB tres postales complementarias sobre la epifanía: (1) Un estudio histórico-crítico con U. Luz. (2) Un análisis teológico con Joseph Ratzinger/BXVI. (3) Una propuesta pastoral, de tipo propio.

LUMINOSA “LEYENDA” TEOLÓGICA (U. LUZ)

 Ulrich Luz, exegeta protestante de Suiza (*1938) es autor del estudio más denso e influyente sobre Mateo en la segunda mitad del siglo XX. Siguiendo en parte sus huellas, escribí yo mismo un extenso comentario a Mateo. Más que seguir mi comentario, que el lector de RD y FB puede tener a mano, pues normalmente lo cito en mis postales, quiero seguir aquí el luminoso comentario de Luz que interpreta el relato de los magos (Mt 2) como parábola o leyenda teológica, que sirve para entender el sentido del nacimiento de Jesús y para fundar la misión cristiana, en un contexto política y religiosamente conflictivo, en un contexto de apertura de la Iglesia al paganismo (y del paganismo a la Iglesia) desde una perspectiva oriental (persa), Este relato de los magos es una parábola/leyenda, propia de Mateo (con su estilo y sus preocupaciones pastorales).

Como protestante,, U. Luz ha destacado el carácter personal de la estrella (cada creyente tiene la suya), más que su carácter histórico y comunitario, y tampoco ha destacado la importancia de la figura de la Madre de Jesús como Gebirá, Iniciadora mesiánica

Como hombre de fe, U. Luz ha puesto de relieve el carácter “espiritual” de los dones de los magos. Como buen suizo, no ha entrado en las implicaciones económicas y sociales del tema, pues eso complicaría su propuesta.

Texto:

1 Nacido Jesús en Belén de Judá, en tiempo del rey Herodes, llegaron unos magos de oriente a Jerusalén 2 y dijeron: «¿Dónde está el recién nacido rey de los judíos? Porque hemos visto salir su estrella y hemos venido a adorarle». 3 Cuando el rey Herodes oyó esto, se sobresaltó, y con él toda Jerusalén. 4 Y convocó a todos los sumos sacerdotes y letrados del pueblo y se informó por ellos del lugar donde había de nacer el Mesías. 5 Ellos le dijeron: «En Belén de Judá; porque así está escrito por los profetas:

6 ‘Y tú, Belén, tierra de Judá, en modo alguno eres el menor entre los principales clanes de Judá, porque de ti saldrá un jefe que será pastor de mi pueblo, Israel’.

7 Entonces Herodes llamó aparte a los magos y se informó cuidadosamente acerca del tiempo de la aparición de la estrella, 8 los envió a Belén y dijo: «Id y averiguad exactamente qué hay de ese niño. Si lo encontráis, notificádmelo para que yo también vaya a adorarlo». 9 Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino. Y he aquí que la estrella que habían visto en oriente iba delante de ellos hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño. 10 Al ver la estrella sintieron mucha alegría. 11 Y al entrar en la casa, vieron al niño con María, su madre. Y postrándose, le adoraron y abrieron sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra. 12 Y avisados en sueños de que no volvieran donde Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.

Redacción y tradición. Históricamente estos  “reyes” magos no existieron

Esta parábola está muy elaborada por Mateo. Rara vez contiene un lenguaje no mateano.  Debemos suponer que él mismo la ha compuesto, y que no tiene un fondo histórico anterior.  Por eso, hay que decir, que históricamente los reyes magos no existieron, como los niños aprenden a los 5 ó 6 años. Los magos son los padres o iniciadores de los niños a lavida y a la ve. Los magos tenemos que ser nosotros.

Temas y analogías en la historia de las religiones

Mateo a “inventado” esta parábola de los magos, pero no la inventado de la nada, sino  recreando y adaptando poderosas y hermosas leyendas o parábolas de la historia anterior.

De los relatos afines sobre el niño rey, la haggadá de Moisés es la más próxima a nuestro relato y al texto de Mt 2, 13-23: los magos (TgJ a Ex 1, 15; ExR 1, 18 a Ex 1, 22) o los letrados (F. Josefo, Ant., 2, 205) anuncian al Faraón el nacimiento de Moisés; el Faraón se sobresalta (F. Josefo, Ant., 2, 206) y planea la matanza de niños. Las tradiciones mosaicas fecundaron probablemente nuestro relato… pero el texto de Mateo recibe también otros influjos.  

La estrella proviene de tradiciones más cercanas a Grecia y Roma.  En fuentes helenísticas se habla de un cometa en el nacimiento de Mitrídates y en el episodio de Nerón que cuenta Suetonio. También se habla de cometas u otros fenómenos luminosos en el nacimiento de dioses. En monedas de Alejandro, de los diadocos, de César, de Augusto, pero también de Alejandro Janeo y de Herodes, se encuentra una estrella como símbolo del rey.

Aparte de eso, está difundida la idea de que cada persona tiene su estrella, la gente rica una estrella brillante y los demás deslucida, que aparece con el nacimiento y se extingue con la muerte. En esta idea se basa la astrología popular de aquella época.

Más ardua es la cuestión de si hay que pensar en la profecía de Balaán sobre la estrella de Jacob (Nm 24, 17). La interpretación mesiánica de este pasaje fue muy frecuente. También en el relato de Balaán un profeta pagano frustra los planes de un rey malo al anunciar que Dios está con Israel (Nm 23, 21) y que en Israel surge un soberano. En tradiciones posteriores Balaán es caracterizado como mago. La historia de la exégesis muestra que los lectores cristianos pensaron en Balaán. Por otra parte, la estrella no se identifica con el Mesías, como en la exégesis de Nm 24, 17. Pero, la estrella de los magos de Mateo es una estrella subversiva (va en contra del rey Herodes, va a favor del niño opuesto a Herodes).

Historicidad.

Nuestro relato es una leyenda escueta y sobria que no sigue las leyes de la verosimilitud histórica. Esto lo muestran las preguntas desesperadas de los exegetas: ¿Por qué Herodes no agregó al menos un espía a los magos? ¿Cómo pudo todo el pueblo de Jerusalén y los letrados sobresaltarse junto con el odiado rey Herodes por la llegada del Mesías? Tampoco se describe la estrella de un modo realista, es decir, plausible a nivel astronómico.

En la abundante literatura astronómica sobre nuestro texto aparecen en primer plano tres posibilidades de explicación:

  • Una supernova, de la que no existen documentos de aquella época.
  • Un cometa. Pero el cometa Halley, el más mencionado, del año 12/11 a.C. llegó demasiado pronto para el nacimiento de Jesús. Más en serio hay que tomar un cometa (¿o una nova?) atestiguada por astrónomos chinos para el año 5-4 a.C..
  • La conjunción de Júpiter y Saturno, que se produjo tres veces el año 7-6 a.C. Llamó la atención y fue predicha por astrónomos babilónicos. No encajaba mal en nuestro relato, porque Júpiter es el astro de los reyes, y Saturno, como astro del sábado, fue considerado a veces como estrella de los judíos.

Hay que decir que todos esos intentos aportan muy poco a la explicación de nuestro relato. Mateo quiso describir una estrella milagrosa que apareció en oriente, precedió a los magos camino de Jerusalén y de Belén (de norte a sur) y se detuvo encima de la casa donde se encontraba el niño. Áster significa filológicamente una estrella concreta, no un grupo de estrellas (= astron). En las conjunciones de Júpiter y Saturno de los años 7-6 a.C., los dos planetas nunca se aproximaron lo bastante para verlos como un solo astro. Todo esto no excluye, obviamente, que el recuerdo de alguna aparición astral llamativa en la época del nacimiento de Jesús pudiera perdurar en la memoria de la comunidad.

La historicidad de la estrella queda descartada, en fin, por el hecho de que Lucas nada sabe al respecto; además, el episodio de los magos no podría encajar en el relato lucano del nacimiento. Parece que tampoco los padres de Jesús saben nada de los acontecimientos prodigiosos de su nacimiento (Mc 3, 31-35). No se detecta, en suma, un núcleo histórico; en cambio, las numerosas tradiciones paralelas en la historia de las religiones hacen más comprensible la elaboración del relato. Resumiendo: este relato no posee, a mi juicio, un núcleo histórico.

Sin embargo, la narración ofrece ciertos datos sobre la comunidad cristiana en la que se compuso: es una comunidad que está familiarizada con las tradiciones judías, pero también con algunas tradiciones helenísticas. Como la mayoría de las personas de la época, y también como muchos judíos, muestra cierta apertura hacia la astrología.

EXPLICACIÓN, HISTORIA DE LA INFLUENCIA

Una vez más, el exegeta se encuentra con el problema de abordar correctamente un relato cuya historicidad es inverosímil. El problema se agudiza porque uno de sus postulados esenciales es el anuncio de la providencia de Dios: una providencia que se disuelve en simple relato se parece mucho a una ilusión. ¿Dónde está la acción de Dios, de la que pretende hablar el relato? No es fácil dar una respuesta.

Para la comunidad, la apertura de Dios a los paganos era la experiencia de la salvaguarda (¿propia?) ante los ataques de los enemigos (¿judíos?); y la conciencia del triunfo de Jesús sobre el poder mundano, junto con la fe en el poder del Señor Jesús resucitado, era el presupuesto para este relato. La exégesis tiene que atender, pues, a lo que esta story tiene que atestiguar; al anunciador que la utiliza se le pregunta por unas experiencias propias que corresponden a este testimonio. La historia de la exégesis muestra varios tipos de exposición de nuestro texto:

 Interpretación cristológica.

Hay una interpretación muy antigua que entiende la venida de Cristo como la disolución de toda magia. Los magos, según Justino, Dial., 78, 9, se apartaron del demonio de la magia y se convirtieron a Cristo. Para Clemente de Alejandría, con Cristo apareció una «nueva estrella» que trastocó la antigua posición de las estrellas, abrió con una luz universal nuevos caminos de salvación y condujo a los hombres desde el desamparo a la providencia de Dios. Según Tertuliano, Idol., 9, la venida de Cristo significa el fin de la astrología, «porque después del nacimiento de Cristo nadie puede ya derivar del firmamento el nacimiento de un hombre». Interpreta los dones de los magos como una autodonación, y su retorno por otro camino como conversión. La venida de Cristo significa, pues, una nueva «luz de conocimiento». Con el homenaje de los magos la sabiduría del mundo cobra una nueva orientación.

Esta parábola indica que a Cristo nacido se le adora, en forma de “divina.  La proskynesis o adoración, se realiza ante el Hijo de Dios. Esto es patente sobre todo en la interpretación de los dones: desde Ireneo, Haer., 3, 9, 2, y Orígenes, Cels., 1, 60, la mirra se entiende como referencia a la muerte de Jesús (cf. Mc 15, 23; Jn 19, 39). Jesús recibe el oro como rey, el incienso como Dios, la mirra como hombre. A veces el incienso es referido también a la dignidad de Jesús como sumo sacerdote. Estas exégesis de la historia indican cómo la Iglesia antigua lee distintos pasajes bíblicos a la luz de la fe de la Iglesia. La exégesis alegórica es de la máxima importancia hermenéutica. Posibilita lo que hoy llamamos una «comprensión propia» de los textos bíblicos, a saber, su conexión con la fe propia o la enseñanza eclesial.

 La perspectiva cristológica es clara en el arte. Elijo como ejemplo el mosaico en el arco de triunfo de la iglesia de Santa Maria Maggiore en Roma, realizado poco después del Concilio de Éfeso (431). Cristo se sienta como un pequeño adulto en un trono espléndido, adornado con una almohada azul, que simboliza su soberanía universal. En su aureola porta una pequeña cruz, sobre él brilla la estrella de ocho rayos de Jacob. Al fondo están de pie cuatro ángeles vigilando el trono. A su derecha la madre de Dios, María; a la izquierda una figura femenina alegórica, que es interpretada como sibila y, por eso, como Iglesia procedente de los paganos. Los magos llevan vestidos persas (con pantalones, túnica ceñida y gorro frigio). El ademán oratorio de Cristo «es señal de auto-revelación y gesto imperial»: el niño Cristo es el «pequeño Logos entronizado». Todo el estilo de representación está tomado de la iconografía imperial de la antigüedad tardía.

 Los magos son los primeros que adoran a Cristo. Ellos son las primicias de los paganos («primitiae gentium») y hace que nuestro texto recupere el desiderátum de la genealogía.

Desde Beda, los tres Magos representan los tres continentes de la tierra: Asia, África y Europa, y además a los tres hijos de Noé. Por eso, desde el siglo XII uno de los magos es representado en ocasiones de color anti-semita. Ya para Orígenes, Herodes es «un símbolo del pueblo rebelde». Juan Crisóstomo contrapone los Magos a los judíos rebeldes, que «ni siquiera creen a sus profetas», y exige a sus oyentes «abandonar al pueblo judío, la ciudad llena de desorden». Para Hilario, la prohibición divina a los magos de pasar por Jerusalén en el viaje de retorno significa que «no nos está permitido buscar ciencia y conocimiento en Judea»

 Los magos sirven en diversos aspectos como figuras de identificación para los lectores cristianos. Juan Crisóstomo entiende que son ejemplo de personas que han experimentado una «iluminación interior»; su regreso por otro camino indica una fe «que no pregunta por las razones para aquello que se le encarga a uno». Sobre todo los v. 11s mueven a los creyentes a identificarse con los magos: éstos, que traen dones para Cristo y después del encuentro con el niño Jesús vuelven a su patria por otro camino, son ejemplo para las personas que se convierten a la fe, se imponen así un compromiso y no vuelven ya a su «secta anterior».

 En la espiritualidad de la Edad Media tardía, los magos son modelo de amor profundo a Jesús. Se inclinaron, según Pseudo-Buenaventura, «con reverencia y entrega, y besaron sus pies». Son ejemplo para los reyes y los grandes de este mundo, para hacerse humildes. La interpretación parenética aflora luego en otro pasaje: María, que amaba la pobreza, supo desprenderse de los regalos de los tres reyes y se los dio a los pobres.

En la exégesis de la Reforma los magos se rigen por el «solum verbum» reformista: el resumen de la homilía de Lutero dice: «En suma: Deja de lado Jerusalén, Iglesia, ius principis, sed soli verbo adhere». Según el «Opus Imperfectum» (Juan Crisóstomo), sus dones, oro, incienso y mirra, son «fides rationalis, munda ratio, bona opera»; para Eutimio Zigabeno, obras puras, oración y mortificación de las pasiones; para Gregorio Magno, sabiduría, oración y «mortificatio carnis»; para Lutero, el reconocimiento o la fe, el amor y la esperanza («todo cristiano puede ofrecer estos dones, el pobre no menos que el rico); para Grocio, «misericordia, preces, puritas»; par Bengel, un corazón fiel, oración y meditación, y mortificación de la carne.

La identificación con los magos se expresa con especial belleza en las representaciones artísticas.

En el mosaico de San Apollinare Nuovo in Ravenna del tiempo de Justiniano, los magos, de nuevo en ropaje persa, encabezan una larga procesión celestial de vírgenes que caminan sobre una pradera del paraíso y ofrecen sus coronas. Llevan sus dones ante el trono fastuoso de María, guarnecido de estrellas. Cristo aparece sentado –a diferencia del mosaico de Santa Maria Maggiore– en el seno de la madre de Dios, María. Ella es la figura verdaderamente central, flanqueada a derecha e izquierda por ángeles. Un modo muy diferente de identificación de los fieles con los tres reyes muestra por ejemplo, unos mil años después, el altar de la iglesia de Santa Columba en Colonia de Rogier van der Weyden (alrededor de 1500).La adoración no acontece ahora en el cielo, sino en el mundo; tampoco en una casa, como en Mt 2, 11 sino, en coincidencia con Lc, en el establo de Belén, con pobreza y humildad.

Los tres reyes llevan vestidos de la época, propios de ciudadanos prominentes de la Baja Edad Media. No son ya los dones lo que aparece en primer plano, sino la entrega de los mismos al recién nacido niño-Cristo, que está en el seno de María. María no es ya la reina del cielo, sino madre. De nuevo los tres sabios encabezan una procesión, pero no de vírgenes, sino de las personas de aquella época, que les siguen en dirección al niño del establo. A través de los muros del establo derruido no se ve el paraíso, sino una ciudad de la Baja Edad Media. De la columna central del establo cuelga un crucifijo: el niño nacido en extrema pobreza y humildad morirá en la cruz. La estrella celestial, símbolo de la gloria divina, solo es visible a medias.

Dimensiones políticas de Mt 2, 1-12. El contraste entre Herodes, el rey malo, y el niño rey Jesús, cuya realeza es de orden muy distinto, llevó también a lecturas políticas del relato. En el siglo IV era frecuente contraponer entre sí la adoración de los magos y los tres jóvenes en el horno de fuego, Dn 3. Se trata en este caso de la resistencia al soberano perverso, Nabucodonosor o el rey pagano; en el otro, del homenaje a Cristo, el verdadero soberano del mundo, totalmente distinto. La perspectiva difiere en la época de los emperadores cristianos. Éstos forman parte de los que adoran al rey recién nacido y reciben de él la soberanía.

A ello se ajustan las representaciones artísticas que escenifican una ceremonia de homenaje que rinden unos reyes vasallos: el obsequio del primer mago es el «aurum coronarium», la corona de oro, símbolo de soberanía, que un rey vasallo pone a los pies del nuevo rey. Muchas fuentes atestiguan que algo semejante se practicaba en ritos cristianos: el soberano cristiano pone su realeza a los pies de Cristo rey universal, y la vuelve a recibir de él. La creencia en la realeza de los magos, que Cesáreo de Arles fue el primero en defender, pertenece quizá a este contexto histórico.

Desde la Edad Media hay usos populares en los cuales gente ordinaria: vecinos, pobres, niños, desempeñan el papel de «reyes». También aquí aparece clara una dimensión política: la de la protesta «escenificada» y ritualizada. Los reformadores polemizaron contra la identificación de los magos con reyes; también la exégesis católica adoptó relativamente pronto el escepticismo de la Reforma. Lo cierto es que se vio aquí la escasa influencia que tuvo la exégesis en la religiosidad del pueblo: la Epifanía sigue siendo hasta hoy la fiesta de los tres reyes. Igualmente, el hecho de que en la época moderna los reyes «cristianos» se identificasen cada vez menos con el papel «regio» de los magos, tuvo poco que ver con la Reforma y mucho, en cambio, con la idea de la monarquía absolutista moderna.

En todas las épocas se ha entendido nuestro relato como testimonio de la providencia de Dios. Lo es en su sentido literal. No tanto el niño Cristo, sino más bien los magos fueron guiados por Dios. Dios estuvo actuando en sus corazones. En especial las leyendas y las representaciones escénicas de los tres reyes, que vuelven a narrar y revivir el episodio bíblico, se inspiran en esa idea.

TEMAS PARTICULARES

Magos   El viaje de los magos no le interesa a Mateo; su interés se centra en la confrontación con Herodes. Sólo da un dato sobre los magos: vienen de oriente, el lugar originario sin mayores precisiones, de la magia, la astrología y la sabiduría religiosa. El lector sabe que los magos son paganos; el evangelista lo subraya haciendo que pregunten en el v. 2 por el lugar de nacimiento, no del rey de Israel, sino del «rey de los judíos».

Mago significa directamente un miembro de la casta sacerdotal persa; pero más tarde se amplía y designa también, desde el helenismo, a otros representantes de la teología oriental, de la filosofía y de la ciencia natural. El límite entre magos, astrólogos y teúrgos es fluido. Los magos anuncian grandes acontecimientos según antiguas tradiciones. Junto a eso, mágos se usa ya desde Sófocles y Eurípides negativamente: los magos son brujos y charlatanes. Pero la valoración de los magos es generalmente positiva, cosa comprensible dada la gran estima de que gozaba entonces la sabiduría oriental.

El judaísmo, que se muestra alérgico a cualquier forma de brujería por influencia del AT, suele juzgarlos negativamente, pero no puede ser insensible a la astrología y al gran aprecio helenístico hacia los magos. El cristianismo asume la valoración negativa judía. Por eso cabe suponer que también los lectores valorasen de entrada negativamente a los magos. Tanto mayor es entonces la sorpresa que el relato les produce. En el plano socio-histórico su prestigio es notable; es frecuente encontrarlos en palacios reales. Su elevado prestigio está en consonancia con los obsequios que traen al niño Jesús. En nuestro texto no se presenta negativamente a los magos. Lo que los lectores tengan que retener de ellos lo mostrará solo el relato. Primero reaccionan quizá en forma ambivalente: en el contexto de Mt 1–2 conjeturan que los magos buscan al niño Jesús para homenajearlo, pero lo buscan en lugar equivocado. La estrella hace suponer que la relación con la astrología no queda excluida del todo; pero Mateo la deja de lado al no especificar cómo reconocieron los magos el significado de la estrella. Lo único decisivo es la guía de Dios.

Jerusalén y Herodes

  Para Mateo, Jerusalén es la ciudad que dará muerte a Jesús; y el pueblo es aquel que dirá al final de su evangelio: «Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos» (27, 25). Del «rey de los judíos» que tanto sobresalta a Herodes y a su pueblo, se habla de nuevo en el relato de la pasión (27, 11.29.37.42). Mateo ofrece así una señal de aquello que ocurrirá en la historia de la pasión. El v. 4 lo refuerza: Herodes reúne a los miembros del clan de los sumos sacerdotes y a los letrados, a los que llama expresamente letrados del pueblo (de Dios). Esta bella armonía de Herodes con los letrados es sorprendente para unos lectores que no tienen aún la imagen totalmente negativa de los letrados, imagen que resultará al final del evangelio; pero ofrece indicios tanto más claros sobre la intención del narrador. Herodes pregunta a los letrados por el lugar de nacimiento del Xristós. El título revela que Herodes no teme sólo a un rival, sino al Mesías de Israel. Los letrados responden a la pregunta del rey aduciendo Miq 5, 1. Mateo, que aquí –en boca de los letrados– evita la fórmula de cumplimiento, no ve en la cita primariamente una «fundamentación veterotestamentaria del comienzo de la vida de Jesús histórico-biográficamente».

Se trata más bien, como muestra la palabra ´Ioúda reiterada y el fragmento tomado de 2 Sm 5, 2 con el término laó$, de una insinuación antijudía implícita: los letrados reconocen que se trata del esperado pastor mesiánico del pueblo de Dios, Israel; pero no extraen de eso ninguna consecuencia, sino que se hacen indirectamente cómplices de Herodes. El malvado Herodes, por su parte, pide información a los magos.

El lector no espera de él buenas intenciones precisamente. Cuando llegue en la lectura a lo formulado en el v. 16 en términos muy similares, adivinará la brutalidad abismal de Herodes; tendrá la impresión de que la matanza de los niños se había maquinado ya entonces. También el v. 8 sirve a la misma intención; el lector comprende la hipocresía de Herodes. Esto viene a sentar la base para el v. 12: Herodes intenta comprometer en el juego a los magos; pero su mala intención queda destruida por la intervención de Dios.

RESUMEN

 Para Mateo está en primer plano la adoración de Jesús por unos paganos y su rechazo por los jerosolimitanos. De ese modo retoma una idea sugerida ya en 1, 1 y en la genealogía, y preludia un tema fundamental de su evangelio: la afluencia de los paganos al Mesías de Israel y su repulsa por parte de Jerusalén, culminando en la historia de la pasión. El texto no dice que los magos sean «la elite espiritual del mundo pagano»; pero algunos de sus lectores en Siria y Asia Menor habrán pensado eso.

Los magos no eran en principio personajes de identificación para los primeros lectores judeocristianos del evangelio de Mateo. Llegaron a serlo por el relato que ellos hicieron, pero sobre todo por su proskynesis. Para lectores pagano-cristianos posteriores lo fueron, probablemente, ya desde el principio. No es decisivo que los magos se convirtieran de su astrología atea a Cristo. Tampoco son decisivos los dones que traen consigo. Lo decisivo para la identificación de los lectores con los magos es más bien su adoración del niño Cristo (v. 11).

El relato tiene una dimensión de sentido político, a lo sumo, secundaria: que el niño que después tiene que huir sea un «antirrey» del brutal y violento Herodes,sólo queda del todo claro por los v. 16-18, la matanza de los niños. El evangelio entero de Mateo esclarecerá también esta idea: Jesús es el rey pacífico. Solamente la idea de legitimación de una soberanía terrenal ejercida por el niño Cristo es ajena al texto. Es importante, en fin, la idea de la guía y del plan de Dios para el relato tradicional sobre la salvaguarda del niño rey, Jesús, y para Mateo.

Sobre la procedencia y número de los magos hubo desde muy pronto dos concepciones contrapuestas. Justino supone que los magos llegan de Arabia, basándose sin duda en Sal 73, 10 y en Is 60, 6. Pero más tarde se impone, sobre todo en las representaciones artísticas, la procedencia de Persia y, en consecuencia, la indumentaria persa. Menos frecuente es la mención de Mesopotamia y de Etiopía como patria de los magos.

El número de los magos fue un tema abierto durante mucho tiempo: mientras que en la Iglesia occidental se impuso pronto el número ternario, en la Iglesia de Siria fue frecuente hablar de 12 magos, llegados a Jerusalén con un numeroso séquito.   Pasó mucho tiempo, no sólo en Siria, sino también en occidente, hasta que se impusieron los nombres a los magos. Gaspar, Melchor y Baltasar aparecen por primera vez en el siglo VI. La figura externa de los magos se describe así: Gaspar es el joven barbilampiño, Melchor un anciano barbudo y Baltasar de tez morena, posteriormente de color negro. Se narra el viaje de vuelta de los magos por barco, su conversión por el apóstol Tomás y su muerte.

Reliquias.

Desde la Baja Edad Media, más exactamente desde 1164, cobró auge en el área alemana el culto a las reliquias de los magos: Federico Barbarroja hizo trasladar las reliquias de los magos a Colonia después de la conquista de Milán. Esta acción simbólica, motivada quizá políticamente en un principio, ejerció gran influencia en la historia de la religiosidad de Alemania y explica también la dura polémica de los reformadores contra la devoción a los tres reyes.

Desde la Edad Media se atribuyeron a los magos las más diversas funciones de protección: como reyes, preservaban de la desgracia, protegían el establo, la casa y la cosecha contra el peligro de incendio y de las tormentas. Como magos ayudaban a domesticar el ganado recalcitrante y alejaban las enfermedades, especialmente la epilepsia. A partir de las escenificaciones medievales se desarrollaron las representaciones familiares de los tres reyes y, en una «democratización» de los reyes, se combinaban con usos de recaudación benéfica: jóvenes que hacían el papel de los tres reyes en cuartos rústicos.

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