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Bienaventuranzas 2024: Felices los que alaban a Dios y bendicen a los otros

Lunes, 1 de enero de 2024

IMG_2169Del blog de Xabier Pikaza:

Estas son las dos bienaventuranzas/
felicidades de los ángeles de la Navidad (Lc 2, 14) que el Papa Francisco ha destacado a finales del 2023, como deseos/programas de vida para la iglesia y la humanidad.

(a) La primera (Alabad a Dios) es del 4.10.23 (Exhortación “Laudate Deum” sobre el cuidado de la naturaleza, en el contexto del COP 28, Dubai). Alabar a Dios es acoger y cuidar su mundo, con la creaturas más amenazadas: hombres, mujeres y niños en situación de violencia, opresión y muerte.

(b) La segunda (bendecíd a los otros) es el tema de  Declaración “Fiducia Supplicans” (confianza suplicante, 18.12.23)  dirigida a todos, en especial a parejas o personas que mantienen relaciones de tipo homo-genérico (homo-sexual), como dice San Pablo “bendecid, no maldigáis” (Rom 12, 14).

Estas dos bienaventuranzas navideñas, extendidas a todo el 2024 se vinculan entre sí, conforme al primero y más importante de los principios teológicos de la iglesia: Gloria Dei / Vivens Homo (La gloria/alabanza de Dios se expresa en la vida/bendición de los hombres vivan en bendición).

Las primera bienaventuranzas (Laudate Deum, alabad a Dios cuidando la tierra) ha encontrado fuertes resistencias en círculos cerrados de cristianismo  “legal”, que no quieren una ecología fraterna (un Dios hermano, para para todos), sino sólo para sus intereses corporativos de tipo clasista (económico/político/militar), tal como se expresan en ciertos estamentos del capitalismo salvaje  USA/China  y de sus países satélites.

La segunda bienaventuranza (Fiducia Supplicans, confianza suplicante) está siendo considerada como herética por circulitos de cardenales y obispos/clérigos, que no son cardo/quicio de evangelio, sino que quieren cerrar su puerta propia de bendición sacramental (matrimonio) a ciertas parejas/bien. El tema es complejo, y por complejo importante.  No ponemos sólo en riesgo el futuro de la Iglesia, sino el de la misma humanidad. En sentido bíblico, negar la bendición es negar la vida (=mandar al infierno) a las personas que nos parecen de otro tipo (no personas, no seres humanos).

Las dos bienaventuranzas 2024 (alabad a Dios en el mundo y bendecíos mutuamente) están vinculadas y deben tratarse en unidad. Pero en este  momento, al principio del 2024, me fijo especialmente en la primera. De la segunda, que parece por ahora más sangrante (con grandes protestas de purpurados y epíscopos contra el Papa) quiero tratar con más extensión otro día.

 Un mundo enfermo de muerte: No alaban a Dios los que destruyen su mundo

Por vez primera en la historia, la humanidad ha logrado unificar de una forma racional y técnica el planeta (una aldea global) y ha querido conquistar un espacio fuera de ella. Pero, al mismo tiempo, corremos el riesgo de perdernos como humanos y, como sabe el evangelio, ¿de qué nos vale ganar el mundo entero, conquistando incluso otros planetas, si es que nos destruimos a nosotros mismos?

Hemos alcanzado altas cotas de producción y vida técnica, de administración social y de mercado que nos hacen inmensamente poderosos, capaces incluso de construir unas máquinas que parecen creadoras (AI, robots que pueden realizar muchos trabajos). Pero este mundo que hemos conquistado y esa sociedad que hemos creado tienen pies de barro, como sabe un libro de la Biblia (Dan 2), de manera que corremos el riesgo de y rompernos, demoliendo nuestro propio ser humano, a través de una apocalíptica de terrores técnicos y destrucciones biológicas, de cansancios y depresiones sin fin, que queremos curar con nuevas tensiones enfermizas de dinero y dominio que, en vez de curarnos nos destruyen

En esa línea de muerte, la palabra clave que planea sobre el mundo es destrucción,con  riesgo de ruptura y quiebra final que se expresa en la violencia hecha sistema, lucha sin fin, dominio de unos sobre otros, depresión y cansancio de todos, con riesgo de muerte ecológica de la tierra. En otro tiempo, solamente unos pocos poetas y profetas hablaban de las convulsiones apocalípticas; ahora lo hacen los medios de comunicación de masas, de manera que son muchos los que ponen ya una fecha de caducidad a la vida humana sobre este planeta Tierra ¿podremos seguir viviendo el año 2024?. Hemos construido un mundo inmenso y poderoso de organizaciones y técnicas, de manera que podemos llamarnos animales fabricantes industriales. Pero mientras más se eleva nuestro edificio técnico de Babel (Gen 11) más aumenta el riesgo de nuestra destrucción, de manera que nuestra cultura puede estallar como una bomba, en enfermedad sin remedio [1].

 Terapia reparadora; la salud del hombre es el amor.

En este contexto podemos apelar a la terapia de Jesús, que no consiste en curar enfermedades concretas, sino en superar el mundo de las enfermedades, a través de un tipo reparación, esto es, de arreglo de la vida. Pero ¿podremos curarnos? ¿Habrá posible  reparación para nosotros?

– Algunos afirman que no hay reparación, añadiendo que estamos científicamente condenados a la destrucción y se basan para ello en el ejemplo de especies vegetales o animales que antaño dominaron en la Tierra y que después desaparecieron (como los dinosaurios). Los hombres hemos enfermado sin remedio, de manera que nuestra vida hombres formaría un paréntesis en el largo y misterioso proceso de la vida cósmica. La misma ciencia firmaría nuestra condena.

– Muchos se limitan a vivir (sobrevivir) por un tiempo, a base de cuidados paliativos y en el fondo engañosas, sin más horizonte que mantenerse hasta que llegue inexorable la muerte, buscando quizá formas de evasión existencial, filosofías del consuelo o de la angustia heroica. En este contexto, algunos se entregan en manos de augures y magos que anuncian los momentos o condiciones de la desaparición del hombre sobre el mundo, apelando a posibles transmigraciones espirituales o metafísicas, que nos llevarían a sembrar la vida humana en otros planetas y/o galaxias.

Otros se engañan a sí mismos mientras viven, buscando nuevas formas de violencia, de dominio y de consumo que se multiplican sin fin, como si estuvieran celebrando la última gran fiesta, como aquella que celebraba el rey Baltasar, mientras una mano oculta iba escribiendo en el muro de la sala del banquete las palabras fatídicas del juicio: Mane, tekel, ufarsin (pesado, condenado, destruido, Dan 5). Piensan así que no hay más solución que comer y beber hasta que miramos todos.

– Pero unos pocos, más lúcidos, amantes, poetas o simplemente “creyentes de la vida” quieren reparar los desperfectos de la historia y así buscan formas de futuro, es decir, aquello que Jesús llamó Reino de Dios y que se identifica, conforme a todo lo anterior, con la Salud de Dios que es la vida de los hombres, es decir, el amor enamorado, en gratuidad gozosa.

   En esa línea de reparación o terapia de amor hemos querido situarnos, añadiendo que aquello que en un sentido parece vejez sin remedio (como la descripción final del Kohelet) puede presentarse en otro sentido como infancia, nuevo nacimiento. Éste es un camino poco recorrido. Apenas hemos explorado los caminos del amor que cura (que es curación), sus emociones, su capacidad reveladora; no hemos sacado todavía las consecuencias personales y sociales del gran Cántico espiritual.

Esta es la aportación del evangelio de Jesús, recreado por SJC: ¡Viene el Amor, podemos acogerlo y celebrarlo, viviendo así curados! Esta es la experiencia de los grandes videntes de la Edad Media (como J. de Fiore), que anunciaban la llegada del Tercer Reino, el tiempo del amor, por encima de toda imposición y sistema. En una cristiandad que parecía enfrentarse por disputas menores de poder y organización social (eclesial), como Lutero y otros videntes cristianos, San Juan de la Cruz JC quiso anunciar la llegada del amor más que sana, en la línea de la terapia reparadora de Jesús:

La salud del alma es el amor de Dios, y así, cuando no tiene cumplido amor, (el alma) no tiene cumplida salud, y por eso está enferma. Porque la enfermedad no es otra cosa, sino falta de salud, de manera que cuando ningún grado de amor tiene el alma, está muerta (Cántico espiritual, 11).

– La enfermedad del hombre es la falta de amor, amor entre si, amos a/en el mundo de Dios. Ellos inventan cada día e inventarán, sin duda, en el futuro, nuevos prodigios técnicos: pondrán bases militares en la Luna, harán turismo en Marte, buscarán unas formas de sexualidad virtual sofisticadas que permitirán saciar en cada instante (a capricho) las necesidades “biológicas” (muchos sostienen que dentro de unos años el 90% de las emociones sexuales se producirán de un modo virtual). Pero con todo eso, y con otras mil formas de consumo, si buscan sólo eso y quieren encontrar ahí la salvación, seguirán hundiéndose en el pozo de su soledad, teniendo que vivir de un modo cada vez más artificial hasta que al fin, quizá en poco tiempo, tras haber consumido gran parte de las reservas del planeta Tierra, estos animales divinos que nosotros somos desapareceremos para siempre porque sin amor morimos, acabamos sin remedio.

–  En ese contexto, en contra de la dinámica de muerte que acabamos de evocar, se eleva poderosa la propuesta de Jesús y de los grandes creyentes, como revelación y llamada de nueva humanidad. Los hombres podemos vivir y viviremos si nos dejamos transformar y transformamos nuestra vida por amor, en todos los sentidos, porque el amor cura-repara, el amor supera la muerte, el amor nos permite realizarnos de un modo gozoso, para gozar viviendo y buscando nuestro ser en el futuro, en experiencia de resurrección siempre nueva, siempre amada. Sólo allí donde al hombre se le abre, y él recorre emocionado, un camino del amor podrá existir futuro para nuestra especie, porque la salud del hombre es el amor y sin amor el hombre muere.

  Del Amor nacieron los hombres al principio, por Amor hemos seguido viviendo, a pesar de todas las violencias y riesgos de nuestra dura historia, y en Amor podremos culminar nuestra existencia, en un camino arriesgadamente hermoso (poniendo nuestra misma cultura, que es segundo mundo, al servicio del tercero). Esta es la emoción fundamental de nuestra vida: más que perplejos y angustiados, más que tensos y enfadados (enfermos), queremos sentirnos emocionados ante el Amor que puede revelarse en nuestra vida, en este nuevo nacimiento que Jesús había ya anunciado (cf. Jn 2) y que SJC ha presentado en su Cántico de amor como salud del hombre.

 Vivir es recibir, entregar y compartir la vida en amor, y así resucitar. Compartir la vida, eso es religión

 El lugar donde el hombre se realiza en plenitud y resucita no es la fábrica, ni el mercado de bienes de consumo, ni un ejército que vence a los posibles enemigos, ni un sistema perfecto de comunicaciones exteriores que nos permite conocer al instante lo que sucede en todo el mundo.

Poner amor donde no hubiere amor, eso es creer, crear y ser divinos, superando el riesgo de mercado de este mundo donde todo se mide en términos de lucha y todo se destruye. Reparar implica construir dejar que surja por gracia de Dios y conversión huma la nueva vida del hombre en el Reino.

Hacer que vivan otros, eso es vivir nosotros, superando de esa forma un mundo de pura ley donde los hombres viven (=se matan a sí mismos) matando a otro. Sólo el amor supera a la muerte, abriendo en el mundo y camino se resurrección.

 Donde no hay amor, pon amor y encontrarás amor. Pues bien, frente a ese riesgo de muerte sólo existe un camino: “donde no hay amor pon amor…” (Juan de la Cruz, CE  9, 7). Esta es la paradoja de ser hombre: si queremos asegurar nuestra existencia con medios técnicos, con armas y organizaciones de seguridad, la destruimos. Sólo la fe, con amor activo puede salvar o dar vida a los justos, como afirmaba un misterioso texto del profeta Habacuc (Hab 2, 4), recreado por el Nuevo Testamento (cf. Rom 1, 17; Gal 3, 11; Hebr 10, 38). En esa línea, desde la fe que es amor, SJC propone un programa y futuro de salud gozosa que se abre a la confianza en Dios y a la gracia (confianza y gracia interhumana). Merece la pena vivir, porque vivir es amar y el amor es gozo, sobre todas las dificultades y problemas, gozo arriesgado, intenso, esperanzado, que nos abre hacia la Salud que es la Vida, en camino de resurrección.

Canto al amor 1 Cor  13. Conocer como somos conocidos, amar como somos amados

  1. Antítesis. (a). Si hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, sería como metal que resuena o címbalo que retiñe. (b) Y si tuviera profecía y viera todos los misterios y toda la gnosis, y si tuviera toda la fe, hasta para trasladar montañas, si no tengo amor, nada soy. (c). Y si repartiera todos mis bienes y entregara mi cuerpo para ser quemado, si no tengo amor, nada sirve (13, 1-3)
  2. Notas. El amor tiene gran ánimo, el amor es bondadoso;. no tiene envidia, no se jacta, no se engríe, no se porta indecorosamente, no busca su propio provecho, no se irrita, no piensa en el mal; no se alegra de la injusticia, sino que se alegra con la verdad; todo lo cubre, todo lo cree, todo lo espera, siempre permanece (13, 4-7)
  3. Historia: El amor crece y perdura .El amor nunca cae. (a). La profecía desaparecerá; las lenguas cesarán, la gnosis desaparecerá. Pues sólo conocemos en parte y sólo en parte profetizamos, pero cuando llegue lo perfecto desaparecerá lo que es parcial. (b) Cuando era niño hablaba como niño, sentía como niño, razonaba como un niño. (c) Pero cuando me hice adulto abandoné lo que era de niño. (d) Ahora vemos como en un espejo, en enigma (borrosamente;)entonces, en cambio, veremos cara a cara. (e) Ahora conozco sólo parcialmente, pero entonces conoceré como he sido conocido (por Dios). (f), pues, la fe, la esperanza y el amor, estas tres realidades , pero la más importante de todas es el amor (13, 8-13)

                   Esa es la palabra clave: Conoceré como soy conocido, amaré como soy amado… Del amor y conocimiento de Dios vengo, en ese amor/conocimiento existo…  Toda la vida del hombre es un aprendizaje de amor, no de dominio del mundo o de poder/imposición sobre los demás.

Estamos construyendo un mundo de poder/poderes, de capital/capitales externos… que terminan destruyéndonos, como sabe y dice Jesús: No podéis servir a Mammón, pues si le servís moriréis (vuestro capital os matará, Mt 6, 24), vuestra inteligencia/riqueza artificial de tipo egoísta, sin amor, os destruirá.  

Jesús nos lleva a superar las confrontaciones destructoras, para vivir en diálogos de amor creador, unos en otros y para otros.

             En esa línea, nos lleva a superar la lógica de las oposiciones convertidas en imposiciones violentas de los más fuertes, los dueños de las armas y el dinero. Frente a los qe justifican  el triunfo violento de los poderosos y el dominio sobre el mundo de los tecnócratas dueños del capital), Jesús proclama la experiencia victoriosa del amor como gratuidad enamorada.

Siete proposiciones/Bienaventuranzas, para  el 2024, en la línea del Evangelio de Mateo

Bienaventurados los que no hacen guerra a su hermano. Frente a la lógica de la confrontación violenta de Caín-Abel, debemos insistir en la aceptación mutua, ofreciéndonos así vida unos a otros nos hacemos ser unos a otros. “El ‘yo’ y el ‘tú’ pueden experimentarse de manera simultánea, descubriendo que su auto-presencia (es decir, la identidad personal) viene dada a cada uno a través de los otros. Los otros no son competidores, adversarios, en línea hegeliana, sino mediadores de la propia, de forma que cada uno existe recibiendo y dando la vida a otros, de quienes proviene y en quienes perdura, resucitad. Cada uno es mediador del propio yo para los otros, creador de su existencia.

De esa forma somos, creándose mutuamente (yo soy para ti, tú eres para mí), de manera que cada uno somos como principio, meta y compañía para el otro, al interior del Dios enamorado, que es vida (camino de vida) para todos. En ese contexto deberíamos elaborar una “fenomenología del enamoramiento creador”, destacando el gozo y tarea de la vida compartida, desbordando el nivel de la ley donde nos sitúa un sistema de enfrentamiento y mercado. Para el sistema no existe verdadero tú, ni un yo en sentido estricto, ni nosotros como comunión en libertad. El sistema sólo conoce estructuras y leyes siempre intercambiables, al servicio de los intereses del conjunto. Por el contrario, la vida humana es encuentro concreto de personas, pasando así (sin dejarlo) del amor paterno-filial al amor horizontal de amigos, enamorados, hermanos.

Bienaventurados los que no oprimen a los otros. Debemos superar una búsqueda violente de pode, conforme a la cual Dios sería imposición de los fuertes, para abrir en cambio caminos de amor, donación y vida compartida. No hay primero persona y después relación de amor, pues el hombre sólo es presencia de vida o persona (auto-presencia, ser en sí), en relación con otros de manera que por ellos se conoce, se mueve y existe, desde el Ser que es Dios, como trascendencia y relación de amor. Según eso, no puedo empezar hablando de mí (pienso luego existo, debo luego soy…, en sentido cartesiano o kantiano), porque, si pienso, es porque otros me han pensado (me están pensando) y si debo es porque otros me fundamentan y me llaman. No soy expulsando a otros, sino dejando que otros me acojan y acogiéndoles a ellos.

Bienaventurados los que  dan de sí, para que otros vivan , promoviendo la vida de los otros, en comunión, es decir, en interioridad compartida. Ciertos filósofos han pensado que Dios tiene que retirarse, que dejarnos a solas, para que nosotros seamos. En contra de eso, el evangelio sabe que Dios no se Dios se retiraba, sino que entrega y da su vida a los hobres,cpara ellos sean. Dios es amor enamorado, en comunión abierta, no porque abre en su Ser un vacío para que existan otros, sino que lleva en sí la distinción de amor (es comunión trinitaria), pudiendo así integrar en sí lo no-divino, sin dejar de ser Dios (precisamente porque es Dios): “En el principio moraba el Verbo y en Dios vivía… El Verbo se llama Hijo, que en el principio nacía…” (Juan de la Cruz, Romance de la Trinidad, 1-2, 11-12, 21-22). Esto es Dios, engendramiento y verdad (Verbo), paternidad-filiación que se expresa y culmina en forma de amor mutuo: “como amado en el amante uno en otro residía…” [2].

Bienaventurados los que no dan como regalo/negocio de aquello que les sobra, sino lo que son y tienen… El hombre sólo es persona en libertad de amor, en la medida en que se entrega o regala su ser, compartiendo su misma realidad con otros hombres. Así podemos decir que es lo más frágil: no es una “cosa” objetiva, independiente de lo que ella sabe y hace, sino presencia activa, esencia compartida. Pero, siendo lo más frágil, el hombre es lo más fuerte, presencia en relación, de tal manera que se sabe y se encuentra (está presente en sí) porque le dan lo que tiene y él lo asume (se asume a sí misma) y lo comparte. Por eso, su esencia (que es pre-sencia) es comunión con aquellos que le hacen ser, y con aquellos a quienes él regala su existencia.

Bienaventurados los que dan y acogen, los que dan y agradecen el don que otros les ofrecen. La vida como libertad y gracia sólo puede entenderse de verdad como regalo mutuo, dentro del despliegue mundano de Dios en la naturaleza. Ser persona significa liberarse del sistema de pura ley, por superación interna, elevándose en la naturaleza, sin abandonarla (pues sigo siendo parte de ella), sin caer o cerrarse en un orden cultural que nosotros mismos vamos fabricando. Cada uno se deja liberar (nace a la vida humana) por el don del otro, de tal forma que podemos afirmar que el hombre naturaleza abierta a la gracia (un ser sobre-natural). En otra línea, en el contexto de la relación interhumana, el hombre es cultura, pero no cultura cerrada en un sistema económico-social, sino abierta al despliegue abierto de la vida.

El hombre es gracia de amor, encuentro personal, de tal forma que vive en diálogo de amor con los demás, en un nivel donde la vida es gracia (regalo) o se destruye a sí mismo, dentro del despliegue de la naturaleza. Este proceso de liberación o surgimiento hace que la vida humana deba interpretarse como regalo, no sólo del Dios enamorado en quien nos movemos y somos, sino de los otros seres humanos con quieres convivimos, de tal forma que podemos decir a las personas que nos aman y a las que amamos: tú me has liberado para ti, de forma que no pueda hundirme en mí misma, en soledad de muerte.

Bienaventurados los que no distinguen lo mío y lo tuyo (Don Quijote, Discurso a los cabreros I, 11 , sino que hacen que todo sea nuestro, dando y acogiendo su propia vida como don de otros. No existe primero un ser propio, egoísta, y después alteridad/otro, porque en el principio de mi ser (del ser de cada uno) se expresa el ser de Dios que es alteridad y presencia radical de amor (que se nos revela a través de los demás). De esa manera, existiendo en Dios, siendo presencia suya, nosotros también somos presencia relacional. Eso significa que no podemos crearnos de un modo individual, para ser dueños de nosotros mismos, por aislado, sino en comunión con otros. Yo no puedo crearme y ser dueño de mí, como sujeto absoluto (sujeto que se eleva ante el resto de las cosas, que son simples objetos), pues estoy recibiendo mi ser como gracia. No soy sujeto ni objeto en sentido absoluto, sino presencia relacional; de otros vengo, para otros soy, en un proceso de vida que es resurrección (elevarme y ser por Dios en los otros).

Bienaventurados los que bendiciendo a los demás y confiando en ellos (Fiducia Supplicans) alaban a Dios. Sólo en esta línea se entiende la ecología mesiánica que Francisco ha propuesto en Laudate Deum, pues el mundo/naturaleza es manifestación y presencia de Dios para los hombres. En esa línea, el cuidado del mundo forma parte de la revelación de Dios (Génesis), pero, de un modo especial, ese cuidado está al servicio de la comunión interhumana. No se puede amar a los demás seres humanos, viviendo en comunión con ellos a no ser que se cuide y comparta el mundo común, que es una especie de palabra compartida entre todos. La utilización y “destrucción” anti-ecológica del mundo, al servicio de algunos, en contra de otros constituye un “pecado” no sólo en contra de otros seres humanos, sino en contra del Dios creador.

 Notas

[1] He planteado el tema en Bienaventuranzas, Sal Terrae, Santander 2020.

[2] Desde ese fondo escribí mi libro Juan de la Cruz. Amor de hombre, Dios enamorado, Desclée, Bilbao 2005.

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