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Trigo y cizaña: hay que tener paciencia histórica en la vida

Domingo, 23 de julio de 2023

imagesDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

DOMINGO XVI del AÑO

01.- Trigo y cizaña.

         La historia de la humanidad, nuestra propia historia personal es un largo recorrido tejido de bien y de mal, de trigo y cizaña.

En el lenguaje teológico se suele decir que estamos en una historia de salvación, al mismo tiempo que en una historia de daños y males, (historia salutis – historia damnationis).

    La gran tentación suele ser la de extirpar cuanto antes el mal, arrancar la cizaña. Especialmente las posturas y temperamentos violentos y fanáticos enseguida esgrimen el hacha de guerra.

    Jesús no actúa así. Jesús no es un fundamentalista fanático que actúa agresiva y fulminantemente.

    Las precipitaciones y las prisas no son buenas consejeras. El crecimiento es lento y paciente.

Jesús y el Dios de Jesús son pacientes

Dejad crecer juntos el trigo y la cizaña hasta la cosecha, hasta a siega.

02.- ¿Dios solamente trata con los puros y perfectos?

    No parece muy sensato –ni razonable- pensar que el ser humano solamente accede a Dios y tiene relación con Dios cuando es perfecto o santo. Esto es un fundamentalismo fanático nada cristiano. Jesús comía con pecadores y publicanos. La mayor parte de las personas con las que Jesús trataba eran gente débil, pecadora, pagana, enferma.

    Según el Evangelio de Jesús, todo ser humano vive, vivimos, nuestra  historia con experiencias de gracia y de miseria.

    La parábola de la cizaña y el trigo es una descripción de nuestra propia vida personal.

Sentirnos alejados de Dios cuando en nosotros crece la cizaña, el mal, sería un suicidio espiritual, que no tiene nada que ver con la parábola que hemos escuchado.

Si somos cristianos, sabemos que hemos de dar cuenta de nuestra vida; pero también sabemos y confiamos que, el Dios que siembra una tiene paciencia infinita y la paciencia y la bondad- son la justicia de Dios.

03.- ¿Una religión y una Iglesia perfectas?

    Ni las religiones, ni el cristianismo, ni la Iglesia se miden por su perfección, sino por el contenido de bondad y misericordia que conllevan.

    La entraña de lo que Jesús siembra es que nunca perdamos la memoria de que somos “hijos De Dios ”. Que –como el hijo pródigo- no perdamos nunca la memoria de la “casa del Padre”. ¡Cuántos jornaleros en la casa de mi Padre…!

    Ni la religión ni la Iglesia son una comunidad de “puros”.

Siempre ha habido en la Iglesia una tendencia al puritanismo. Por ejemplo: Los cátaros medievales franceses (s XII) pretendían una iglesia ultrapuritana, una iglesia de élite. ¿No se estará repitiendo esta misma actitud hoy en algunos modernos movimientos eclesiásticos?

Jesús nos ofrece esta parábola de la cizaña: la paciencia y la bondad de Dios hacen posible el crecimiento de la buena semilla y la conversión. No nos salvamos por nuestra “pureza”, sino por la paciente bondad de Dios.

Curiosamente esta parábola del trigo y la cizaña  solamente la narra el evangelista San Mateo: un evangelio para judeo-xtnos. Los judíos creían en una religión de “puros”, cumplidores estrictos de la ley, de los ritos, de las purificaciones. En el cristianismo –en la vida- las cosas no son así. Somos una comunidad de publicanos y pecadores, trigo y cizaña.

    No se trata de que la humanidad sea un “imperio cristiano de la Iglesia”, simplemente se trata de ser levadura, fermento, sal de la tierra…

03.- Paciencia histórica.

    La vida no crece a tirones, ni a golpes. Tanto personal como social y comunitariamente, la existencia y la madurez humana requieren procesos, recorridos, altibajos, retrocesos. En la vida atravesamos por momentos y situaciones de todo tipo, de trigo y de cizaña.

    No es cuestión de arrancar precipitadamente la mala hierba, no es cosa de excomulgar, de condenar, de imponerse con poder. Son tentaciones fanáticas.

    En la vida hay que tener paciencia histórica. Las personas podemos cambiar podemos evolucionar, madurar. En ocasiones nacemos a una nueva vida -como Nicodemo- siendo ya mayores, quizás viejos.

    Hay que saber esperar, que al fin y al cabo toda siembra es una esperanza.

Dios sabe esperar, es más, la paciencia de Dios es nuestra salvación, (2Ped 3,15).

Tengamos paciencia histórica.

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