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Dom 25.9.22 Un rico (epulón) sin nombre y un mendigo llamado Lázaro (Lc 16, 19-31)

Domingo, 25 de septiembre de 2022

20190110-Dios-o-el-dinero-mockup-final.1jpgDel blog de Xavier Pikaza:

Ésta es la “historia” famosa de un rico sin nombre (un epulón), que comía y gastaba sin preocuparse de nadie, mientras moría a su puerta de hambre y de llagas un mendigo llamado Lázaro. Pero el rico también murió y entonces se vio  lo que eran sus vidas.

Es una historia contada desde antiguo en Egipto, y el evangelio de Lucas la recoge en un contexto judeo-cristiano con Abraham como “símbolo del cielo donde reciben a Lázaro el pobre. Fuera de ese cielo queda el infierno egoista de aquellos que se queman en el fuego destructor de su avaricia  

Este “drama” no habla de lo que pasará después, sino de lo que está pasando ahora, en este mismo mundo, con un rico encerrado en sus placeres y un pobre que muere como perro (con un perro amigo) a la puerta de la casa rica. Éste es un cuento popular, enigmático y fuerte que puede y debe sacudir nuestra conciencia satisfecha.

Tenemos que abrir la puerta de la casa rica donde tendemos a encerrarnos (tanto en la iglesia como en la vida social), para que entre en ella el aire nuevo de la vida, de la calle. De lo contrario nos condenamos al fuego sin fin de nuestro propio infierno.

He comentado este texto en Dios o el Dinero. Lo han  estudiado tambien, además ce comentaristad de Lucas, autores tan signivicativos como  Wim Weren y Benedicto XVI

c 16, 19-33. Un drama en dos escenas y con desenlace y moraleja

(a. Primera escena. Ante la casa de un rico). Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino finísimo, y celebraba cada día banquetes espléndidos. Y cierto pobre, llamado Lázaro, estaba echado a su puerta, lleno de llagas, y deseaba saciarse con las migajas que caían de la mesa del rico, pero no podía; y los perros venían y le lamían las llagas.

(b. Cambio de suertes). Aconteció que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico, y fue sepultado. Y estando en el Hades, sufriendo entre tormentos, alzó sus ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.

(c. Segunda escena: Entre el seno de Abraham y el fuego que consume al rico) Entonces el rico, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí y envía a Lázaro, a fin de que moje la punta de su dedo en agua y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama.

 Pero Abraham dijo: Hijo, acuérdate que durante tu vida recibiste tus bienes; y de igual manera Lázaro, males. Pero ahora él es consolado aquí, y tú eres atormentado. Además de todo esto, un gran abismo existe entre nosotros y vosotros, para que los que quieran pasar de aquí a vosotros no puedan, ni de allá puedan cruzar para acá.

 Pero el hombre rico dijo: Si es así, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre (pues tengo cinco hermanos), de manera que les advierta a ellos, para que no vengan también a este lugar de tormentos.

(d. Desenlace: Sentencia de Abraham). Pero Abraham dijo: Tienen a Moisés y a los profetas. Que les escuchen a ellos. Entonces él dijo: No, padre Abraham; pero si alguno va a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. Pero Abraham le dijo: Si no escuchan a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán si alguno se levanta de entre los muertos (Lc 16, 19-31).

La primera escena

sucede en el entorno de la casa del rico, durante el tiempo de su vida y de la vida de Lázaro, el mendigo. El rico epulón (=hombre de épulas o banquetes)el rico se vestía de púrpura y lino finísimo, y celebraba banquetes suntuosos cada día, mientras el mendigo se hallaba cubierto de harapos,y deseando saciar su hambre con las sobras que cayeran al suelo de la mesa del rico. Está fuera de la puerta de la casa rica, rodeado por los perros de la calle, sin que nadie de la casa rica le mire ni ayude.
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La segunda escena 

Ofrece un cambio de perspectiva, pues ambos hombres mueren, y en este contexto se menciona primero a Lázaro, que descansa en el seno de Abrahán, y luego a Epulón, que fue enterrado sufiendo en un lugar de fuego y tormentos, conforme al tema conocido de la inversión de situaciones que aparece en los cuentos de oriente y en también en la Biblia (Canto de Ana, 1Sam 2, y canto de María (Lc 1).

             En el momento anterior, ambos se hallaban muy cerca, el pobre a la puerta del rico…, el rico a unos metros del pobre (a quien jamás había mirado ni ayudado), pero ahora les separa un gran abismo, de manera que no pueden hablar entre sí. El pobre goza, el rico sufre, y pide ayuda a Abrahán, para que Lázaro acuda  y le ayude, al menos con un poco de agua. Pero esa ayuda es ya imposible, pues las situaciones se han invertido, conforme a la lógica del juicio, según dice Abraham a Epulón: “Hijo, acuérdate de que durante tu vida recibiste bienes; y Lázaro, en cambio, males. Pero ahora él es consolado aquí, y tú eres atormentado”. Epulón había tenido toda la vida para relacionarse con Lázaro, pero ahora es ya tarde.

Ésta es verdad: el  Epulón, que ha tenido a Lázaro a su puerta, sin verle ni ayudarle, se ha condenado a sí mismo. Podía haberle mirado y ayudado mientras estaban tan ceerca (como quería el pobre, con hambre de migajas de la mesa del rico), pero no le ha visto (no ha querido verle). No le ha hecho ningún daño positivo, pero le ha ignorado, e ignorarle ha sido matarle, En esa línea, lógicamente, el tema de la conversación de Abrahán con este pulón, no es lo que puede hacerse tras la muerte (¡nada!), sino lo que debe hacere antes de ella.

Epulón no quiso mirar a Lázaro, ni darle las migajas de su mesa, a diferencia de los perros misericordiosos que lamían sus llagas. Se había cerrado en sí mismo y en sus bienes, y así queda para siempre, encerrado en el fuego destructor de su egoísmo.

Este es la verdad inexorable (la mentira) de epulón que ni Lázaro, el bienaventurado, ni Abraham, el padre, pueden ya remediarle, pues incluso la aparición de un muerto es capaz para cambiar al egoísta.

Desenlace:

La moraleja de este crama del relato no es que los pobres del mundo queden sin más como están, esperando la gloria futura del seno de Abraham, sino que los ricos epulones se conviertan, para ayudar a los pobres, abriendo así una puerta de contacto y comunicación entre la casa rica y la calle abandonada de los pobres.  Esta parábola quiere Que los ricos abran la puerta de su casa y de sus bienes para los pobres, pues sólo acogiendo a los pobres pueden ellos salvarse

Durante el tiempo de su vida, el mendigo, arrojado a la puerta de la casa de lujo con sus llagas, y el epulón (=banqueteador) que sólo vivía de convites, sin cuidarse de los pobres, no se habían relacionado, aunque Lázaro lo había deseado. No existía entre ellos distancia física. El hambre y miseria del pobre resultaban claramente visibles, a la puerta de la casa del rico, de manera que la comunicación entre los dos podía haberse dado sin dificultad, pero todo eso ha terminado tras la muerte de ambos.

Mirada así, esta parábola cuenta la verdad invertida de nuestra humanidad: El mundo “epulón”, propio de los ricos que sólo viven para celebrar su orgullo y su placer a costa de (o frente a) los pobres, está llamado a la destrucción, no por castigo externo de Dios, sino por el propio fuego de su egoísmo. Los “epulones” de la tierra, esto es, los ricos de un mundo que sólo vive para sí, se destruyen, no por castigo externo de Dios, sino por el fuego del infierno de sus riquezas egoístas.

            Contada así, ésta historia tradicional (con el estilo de cierto folklore apocalíptico judío) trata del riesgo de destrucción del hombre, no de Dios a quien sólo se refiere de un modo indirecto, cuando dice que los ángeles (¡servidores de Dios!) llevaron a Lázaro a la gloria, en gesto de salvación misericordiosa, mientras que el rico Epulón fue simplemente enterrado. Los pobres se salvan (¡hallarán un futuro de vida!) porque Dios es gracia. Por el contrario, los ricos perecen (se mueren en su riqueza) si no ayudan a los pobres (que son los que de verdad pueden salvarles)

 ̶ En su forma actual, esta parábola parece fatalista, pero es profética. Por un lado dice que no hay remedio para un tipo de hombres ricos, que se está deslizando de manera inexorable hacia la muerte, hacia la sed final, el gran incendio, cuando ya no puedan cumplirse sus deseos de seguir “banqueteando”, arruinando la vida de la tierra! Pero, al mismo tiempo, ella eleva su advertencia, antes de que sea demasiado tarde, pues el evangelio no quiere ratificar y mantener la separación entre el rico y el pobre, sino superarla en este mundo, a través de la conversión/curación del rico, en la línea del mensaje de Jesús, pues mientras seguimos en el mundo estamos en una situación en que las puertas pueden abrirse y los ricos convertirse.

̶ Ésta es una parábola de Iglesia, pues, en contra de la división actual (una puerta que separa…), ella propone una visión de Iglesia donde Epulón y Lázaro se den la mano dentro de la historia, en esta misma tierra: Que Epulón abra la puerta y ofrezca su banquete a Lázaro, que Lázaro acepte a Epulón como compañero, que se cuenten sus historias y se enriquezcan mutuamente, compartiendo el pan de Jesús y su camino (eucaristía) aquí en esta misma tierra. Imaginemos la historia: Jesús que se sienta con Lázaro a la puerta de Epulón y le llama, hablándole del Dios que es generosidad más alta. ¿Vendrá Epulón, se sentará con Lázaro? Eso es nueva humanidad, eso es iglesia.

Notas

1. Ésta es una de las tres parábolas que ha comentado el papa Benedicto XVI, Jesús de Nazaret I, Madrid 2007, 253-260. Cf. también W. Weren, Ventanas sobre Jesús. Métodos de exégesis de los evangelios, Estella 2004.

2. Yo he situado comentado esta parábola en Dios o el dinero y en el Diccionario de la Biblia.

3. Wim Weren  ha comentado muy bien esta parábola en Métodos de Exégesis de los evangelio. Verbo Divino, Estella  De allí he tomado las palabras que siguen:

El tema de conversación entre el rico y Abrahán lo forman los posibles movimientos de Lázaro. El hombre rico pide por tres veces (Lc16, 24. 27-28. 30) algo que está relacionado con ese movimiento. Su primera petición (16, 24) tiene dos partes: “Ten misericordia de mí y envía a Lázaro”. La finalidad del envío de Lázaro se expresa con una sentencia final (“a fin de que…”); la razón por la que Abrahán debe tener compasión se expresa en una frase de tipo causal (“porque…”). El que ruega de esta forma está expresando su propia situación en este “momento” de la conversación: pide a Abrahán que le envíe a Lázaro para que refresque su lengua con unas gotas de agua, porque se encuentra atormentado.

Lo mismo que Lázaro había estado atormentado antes por el hambre, deseando las migajas que caían de la mesa del rico, ahora es el rico el que sufre atormentado por la sed, deseando un poco de agua fresca que, evidentemente, resulta accesible para Lázaro. Abrahán rechaza esta petición de ayuda material por dos razones. La primera aparece en 16, 25 y la segunda en 16, 26. En 16, 25, Abrahán se refiere a la inversión de situaciones tras la muerte. En 16, 26 presenta el motivo por el que resulta imposible el paso de una zona a la otra en el reino de la muerte: hay un gran abismo entre ambas zonas.

Tras esta respuesta, el hombre rico no se ocupa ya más de su propia situación: ha visto que se encuentra irrevocablemente perdido y se fija en sus cinco hermanos, que están en la casa de su padre. Antes no se había fijado en el mendigo a la puerta de su casa; ahora, en cambio, se muestra lleno de ansiedad por el destino futuro de su familia.

Su segunda petición muestra un claro paralelismo con la primera: nuevamente pide a Abrahán que confíe otra tarea a Lázaro:  esta vez, Abrahán debe enviarle a la tierra a fin de que (nuevamente con una sentencia final) los cinco hermanos del rico puedan ser prevenidos y no acaben cayendo en su misma situación de condena. En este momento, el rico ya no pide una ayuda material. Pero su petición también es rechazada, con una referencia a Moisés y los profetas.

El rico no queda convencido por esta respuesta (cf: “no, padre Abrahán”, en 16, 30). Por eso repite su petición, pero la razona con un argumento especial: si un hombre resucita de los muertos tendrá más poderes de convencimiento que Moisés y los profetas. Pero Abrahán no acepta esta argumento: los cinco hermanos tendrán que arreglárselas con aquello que tienen a su disposición: los escritos de Moisés y los profetas ofrecen una buena brújula para encontrar la dirección en la vida. El relato acaba así con un final abierto: no se nos dice si los cinco hermanos van a convertirse o no; se deja que el mismo lector el que saque la conclusión adecuada del relato.

Una puerta y un gran abismo.

La conclusión que se deduce del relato no es que los pobres del mundo deben mantenerse como están, ya que esperan la gloria futura tras la muerte. El relato no quiere que el pobre y el rico sigan viviendo simplemente en mundos que se encuentran herméticamente sellados, alejados uno de otro. Nada de eso: este relato nos abre hacia una dirección totalmente distinta. Para aclarar esto, quiero referirme al fuerte contraste que existe entre sus dos sub-divisiones: en la primera encontramos una simple  puerta, en la segunda el gran abismo. Durante el tiempo de su vida, el pobre mendigo y el rico “gourmet” no se relacionaban entre sí, pero podrían haberlo hecho, pues Lázaro yacía ante la misma puerta de la casa del rico: una puerta evoca la posibilidad de comunicación. Tras su fallecimiento, ambos se encuentran en el reino de los muertos. Tampoco ahora mantienen un contacto directo entre sí. Lázaro vive en una zona del “más allá” que es distinta de la zona donde se halla rico. Las cosas han cambiado y ahora es completamente imposible que uno vaya al lugar donde se encuentra el otro: entre las dos zonas se extiende un gran abismo.

            De esta forma, en la segunda parte del relato, la situación resulta completamente distinta de la situación de la primera. Esta diferencia viene a presentarse de un modo particularmente instructivo: en la primera mitad era aún posible superar la división social entre pobre y rico; el rico podría buscar el contacto con el pobre en la tierra. En la segunda parte, esto resulta imposible: ya no se puede cruzar la frontera entre el rico y el pobre, después que ellos han muerto.

            Aquellos lectores que suponen que la oposición entre pobres y ricos tiene ya un carácter definitivo sobre la tierra invierten y deforman totalmente el sentido de esta narración. De esa manera, ellos sustituyen la pequeña puerta de la casa de este mundo (que separa al rico del pobre) con un gran abismo. Al actuar así esto, ellos están convirtiendo la tierra en un Hades, esto es, en un reino de los muertos, donde las relaciones han quedado ya fosilizadas para siempre, mientras que en esta tierra debería estar completamente abierta la posibilidad de cruzar las fronteras. El relato se opone a esa visión: las normas oscuras del reino de los muertos (donde nada se puede cambiar) no son aplicables sobre la tierra, durante el tiempo de nuestra vida. Nosotros vivimos todavía en un mundo donde las puertas pueden abrirse.

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