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(5.12.21) Iglesia en Adviento: Por un futuro de comunión (Dom 2: Lc 3, 1-6)

Domingo, 5 de diciembre de 2021

XIR162374Juan Bautista de Andrei Rublev

Del blog de Xabier Pikaza:

Se ha extendido en algunos entorno un intenso pesimismo, centrado en los errores (pecados) de un tipo humanidad actual y en la falta de esperanza de futuro, como si este mundo estuviera condenado al fracaso, por pérdida de valores, violencia universal, pandemia sanitaria, de forma que algunos piensan que vamos a terminar matándonos todos (o cayendo en manos de grandes desastres apocalípticos).

Muchos afirman que no hay remedio, que esta humanidad no tiene hay futuro: Los hombres seguiremos enfrentándonos unos con otros, dominando de un modo dictatorial sobre el mundo y consumiendo sus recursos,  hasta terminar todos en un tipo de muerte sin remedio. En contra de eso, el evangelio de este domingo nos habla de esperanza de futuro: elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale…

Estas palabras marcan una gran utopía de comunicación (de amor mutuo, de esperanza),  partiendo del mensaje de Jesús, que se expresa como Adviento o venida de Dios. Así lo mostraré, formulando siete afirmaciones o tesis desde el evangelio:

Lucas 3, 1-6.

En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.

Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: “Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios.”

INTRODUCCIÓN

El evangelio propone (en clave de fe y compromiso creyente) un ideal de comunicación (comunión) creadora (salvadora), ofreciéndonos la esperanza de que podremos superar el enfrentamiento a muerte que parece dominarnos, porque en el fondo de nuestra vida late la Vida de Dios, porque él viene y se expresa a través de nuestra comunicación humana, en clave de amor y de futuro, no de muerte.  En esa línea, creer en Dios significa creer en el futuro de la vida humana, en la transformación de nuestra vida: Podemos abajar los montes altivos, elevar los valles perdidos…

Esta es una hipótesis y tarea de fe, no un dato de la ciencia. Es un dogma religioso, algo que brilla y se acoge (recibe) por el mismo testimonio personal de los creyentes, noes afirmación que pueda demostrarse a nivel racionalista. Pero ella constituye, a mi entender, un elemento muy importante en la visión de la historia y en la concepción utópica de la racionalidad humana.

 – En contra del pesimismo de aquellos que hablan de anti-humanismo, caída de los valores occidentales y muerte del cristianismo, pienso que la evolución histórica de los últimos decenios resulta positiva, pues nos capacita para valorar el sentido y tareas de una comunicación verdadera entre los seres humanos.

El cristianismo, religión del amor por excelencia, debe sentirse a gusto en este tiempo (año 2021), pues la comunicación de amor constituye el centro de la utopía del evangelio. y esa utopía de Dios sigue alimentando de amor y de vida nuestra Vida (así con mayúscula, como vida de Dios en nosotros). Se ha venido diciendo que el progreso es el nuevo nombre del amor, otros han afirmado que el verdadero amor humano es la justicia. Sin negar eso, decimos que el amor cristiano es la comunicación integral, anunciada y vivida por Jesús.

No puede haber un renacimiento cristiano, entendido en el sentido de vuelta al pasado (de querer seguir siendo como en otros siglos).  Por eso, añado que el cristianismo no no debe volverse atrás. sino que debe crear en libertad nuevas formas de comunión gratuita,  en el conjunto de la humanidad, donde han influido, de forma directa o indirecta, elementos fuertes de la experiencia cristiana, incluso a través de la misma ilustración occidental. Ha muerto un tipo de cristiandad occidental y no podemos resucitarla. Pero la raíz del evangelio y la utopía de Jesús sigue viva y debe crear formas nuevas de comunicación.

 – La utopía de Jesús no es un “hecho objetivo”, cerrado, algo que está fuera de nosotros, como una realidad física inmutable, custodiada por un tipo de jerarquía legalista. Tampoco es una forma de comunicación marginal, sino la comunicación mesiánica: aquella que puede expresarse y expandirse en pura gratuidad, en apertura universal, ofreciéndonos una esperanza de futuro, de resurrección (porque Dios es Dios y porque ha resucitado a Jesús). En ese aspecto, el mensaje de Jesús debe estar siempre re-naciendo, ofreciendo utopía de vida y espacios de comunicación gratuita a los humanos.

SIETE TESIS O AFIRMACIÓN DE FE

1.Comunicación social y religiosa se encuentran implicadas. Desde el comienzo de la historia, los humanos han construido y entendido su realidad social en clave religiosa

 La esencia de la religión es la comunión de amor y vida (de perdón y de esperanza) entre los hombres y los pueblos. Allí donde hay amor mutuo y comunicación hay religión.  Por el contrario, son anti-religiosos (y anti-cristianos) los que niegan la comunicación, los que desprecian a otros, los que buscan cotos cerrados de verdad, de poder, de economía. Por mucho que se digan religiosos y cristianos, los que rompen la comunicación real entre hombres y pueblos (en plano afectivo y social, económico y político, en nombre de un gran estado o de un pequeño país, tribu o secta) son anti-religiosos, anticristianos.

La religión es la misma profundidad comunitaria (dialogal) de la cultura, la hondura y verdad de nuestra comunicación, dar, acoger y compartir la vida. Por eso, el proceso de secularización no es contrario al cristianismo. Lo contrario al cristianismo es la falta de comunicación o la comunicación de tipo impositivo, la falta de amor al prójimo.

2.Israel interpretó su experiencia religiosa en claves de comunicación, pero no ha logrado que ella sea universal. Por eso, mirado desde el cristianismo, no ha llegado todavía a la “meta”, que es la comunión universal de vida, entre todos los hombres y los pueblos.

De un modo general, podemos afirmar que las religiones han sido y son procesos de experiencia comunicativa, de respecto mutuo, de comunicación en libertad, sin imposición de unos sobre otros.

* La religión israelita es un proyecto de comunicación universal: la unidad y trascendencia de Dios tiende a explicitarse en forma de unidad y apertura comunicativa de Israel hacia los pueblos, pero ella aparece sólo como un horizonte utópico: Dios mismo hará que al final todos los pueblos se vinculen y dialoguen sobre el Monte de Sion, en paz mesiánica y/o transpa­rencia interhumana.

* Israel ha creído que su proyecto comunicativo no puede expandirse por ahora a todos los humanos. Por eso se “separan” y crean unas formas especiales de comunicación interna, en clave de Ley, que les distingue de otros pueblos. De esa forma, la utopía final (comunicación mesiánica) queda desligada de la realidad actual de la nación israelita que tiende a cerrarse en sí misma, suscitando formas muy precisas de unidad nacional que les separan de todos los restantes pueblos de la tierra.

Según eso, desde una perspectiva de universalidad cristiana, los judíos son AntiguoTestamento: han postulado la religión universal como riqueza de futu­ro, pero piensan que ella (esta comunicación) no puede darse todavía en este mundo. Piensan que seguimos en tiempos de lucha mutua: es necesaria la ley para mantener aplacados a los hombres y mujeres sobre el mundo; todo universalismo intrahistórico se encuentra condenado al fracaso.[1]

3.Cuando Jesús anuncia la llegada del reino de Dios y lo inicia con su vida está anunciando e iniciando el cumplimiento de la comunicación universal, pues Dios es Dios de todos y cristo ha ofrece un mensaje y ha abierto un camino para todos.

¡Vendrá Dios! decían los judíos: man­tengamos mientras tanto la estructura del pueblo; fieles a la Ley que el mismo Dios nos ha dado para el tiempo de la espera. ¡Está viniendo ya! dice Jesús: expresemos por tanto su venida; vivamos a partir de su presencia.

Esta palabra (¡Ha llegado el reino!: Mc 1, 14-15 par) expresa la novedad radical del cristianismo, entendido como experiencia presente, teológica y social, de comunicación abierta a todos los humanos… Experiencia de comunicación integral: De respeto a los demás, de justicia, de amor (por encima de la misma muerte, en clave de esperanza de resurrección, que empieza aquí mismo, en este mundo.[2]

* El evangelio es la ratificación del proceso comunicativo. Por eso dice Jesús que el tiempo se ha cumplido: ha terminado el proceso de la espera, puede vivirse en plenitud la transparencia dialogal.

 * El evangelio es culmen teológico del proceso de comunicación. Por eso dice que Dios ¡ha llegado! No se limitará a venir, sino que ¡ha venido ya!, expresando en este mundo su verdad definitiva.

* El evangelio es, finalmente, plenitud antropológica. El ser humano estaba inmerso en un mundo de poderes cómicos y violencias sociales. Ahora ha podido expresarse en su verdad, en comunión gratuita.

   Desde el centro de la historia (como un grano de mostaza, como simiente sembrada en la tierra) Jesús ha puesto en marcha el proceso de culminación universal de la obra de Dios. Externamente, su obra es pequeña, de profeta mesiánico. Pero ella contiene, en germen fuerte de transformación, la novedad comunicativa de Dios. Jesús puede entenderse como una mutación antropológica, alguien que supera el mundo viejo de violencia yabre a los humanos un camino comunicación gratuita.

De esa forma, Jesús asume y comienza a realiza con su propia vida aquello que los israelitas esperaban para el tiempo mesiánico: traduce la Palabra (amor universal) de Dios en forma de comunica­ción (amor) interhumano. Sabían los judíos que amor de Dios y a los humanos se implican, de manera que en el fondo son inseparables. Pues bien, Jesús lo ha vivido, iniciando desde Israel un camino de universalidad (¡llega el reino!) que es, por un lado, acción humana (gesto de Jesús y de aquellos que le siguen), y es por otro manifestación de Dios que se revela allí donde los humanos se vinculan en gratuidad de mesa y casa compartida.[3]

4.La comunicación del reino de Jesús ha sido combatida por los poderes establecidos que le acaban matando; invirtiendo esa muerte, Dios se ha desvelado por la resurrección de Jesús como triunfo de la comunicación.

 La comunicación universal de Jesús, que ofrece palabra y salud, espacio de vida en dignidad y amor, a los antes marginados (pobres, pecadores…), ha suscitado el rechazo de los poderes establecidos que controlan la comunicación religiosa nacionalista (sacer­dotes) y la política imperial (romanos). Para mantener sus privilegios y seguir dominando la comunicación, impidiendo el acceso de los pobres a la vida compartida, en nombre de su “dios” del orden político establecido, los poderes reales del mundo han matado a Jesús.

La verdadera comunicación, creadora de humanidad, ha de ofrecerse de un modo gratuito y compartirse sin violencia, elevando para ello a los antes oprimidos, ofreciendo palabra a quienes no tenían acceso a la palabra. Así lo hace Jesús, en nombre del Dios que es fuente de comunicación universal. Lógicamente, aquellos que se creen depositarios del poder de Dios se sienten amenazados y, para acallar la voz de los pobres, matan a su representante Jesús.

La muerte de Jesús no es el asesinado de un inocente más (aunque él se asocie con todos los inocentes), sino de aquel inocente que ha querido abrir para todos los humanos un camino de comunicación universal. Lo que está en juego en la muerte de Jesús no es la vida de un particular (por más sagrada que sea), sino la vida y diálogo de todos los humanos, el proyecto de reino (comunicación universal) que él ha ofrecido:

La pascua es el triunfo de la comunicación de reino de Jesús. Dios mismo ha ratificado el evangelio de la apertura universal, del perdón de los pecados, de la curación de los enfermos. Quien quiera seguir el camino de Jesús ha de hallarse dispuesto a que le maten; pero el mismo Dios (fuente de comunicación que supera la muerte), acoge a quienes mueren de esa forma. Por eso, la experiencia pascual es el triunfo de la comunicación.[4]

5. La experiencia pascual permite conocer a Dios y definirle como la comunicación fundante y fundadora, en formas de encuentro personal de amor mutuo, de esperanza abierta para todos

  Fundándose en la pascua, los cristianos afirman que Dios es comunicación (donación mutua y revelación, amor intradivino y efusión de amor) . No hay primero un Dios en si (más allá de toda comunicación, como puro misterio insondable) y después una comunicación de Dios, que se revela porque así lo ha decidido. De manera sorprendida y gozosa, los cristianos han traducido el mensaje de Gen 1, 1 (en el principio Dios creó...) en claves de “comunicación racional” intradivina: “en el principio era la Palabra…” o, mejor dicho, Dios mismo era Palabra (Jn 1, 1) que se da, se acoge, se comparte. Esto es lo que llamamos experiencia trinitaria: s.

 * Judíos y musulmanes siguen dejando a Dios en el silencio, como Nombre que no puede nombrarse (YHWH), Voluntad que no puede influirse ni cambiarse. Por eso ellos extienden en torno a Dios un manto de silencio, situándole más allá de todas las palabras: no sabemos quién es, ante lo desconocido estamos.

Los cristianos, en cambio, creemos que Dios es Comunicación. No conocemos simplemente lo que hace, sino que le conocemos a él, en el misterio de su realidad inabarcable: es Padre que ama al Hijo, es Hijo que responde al Padre, Comunión de amor o Espíritu Santo.[5] Dios somos nosotros, en Cristo, al acogernos y amarnos entre todos (no sólo en teoría, sino en verdad, en compromiso de comunión entre todos los hombres).

6. El Dios de la pascua de Jesús, expresado como Espíritu Santo, suscita sobre el mundo una iglesia o comunidad de creyentes que comparten la palabra y la expanden de forma misionera.

 Iglesia es la comunidad de aquellos que, creyendo en la palabra de Jesús resucitado, pueden compartirla y celebrarla en medio de la Historia. No les vincula ya la raza, la historia pasada del pueblo o algún tipo de intereses materiales, sino por humanidad, porque Dios se ha encarnado en la humanidad como tal (no en un país, en una cultura, en una economía especia… ni en una iglesia particular). Creer en Dios significa creer en la palabra que vincula a los humanos en un mismo proyecto de vida compartida. Por eso, son cristianos aquellos que creyendo en Dios se creen unos a otros y se comunican la vida, en gesto de pan y vino (amor) compartido, es decir, de eucaristía.

* La Iglesia es don gozoso de Dios, el grupo de aquellos que creen en la palabra de Jesús que les vincula, enriqueciendo a cada uno y haciendo que todos puedan compartir el mismo camino de la vida. Les vincula una misma fe en la comunicación gratuita y creadora entre todos los humanos.

* La Iglesia es misionera (cf. Mt 28, 18-20): los creyentes ofrecen a todos los humanos su experiencia, un lugar en la comunidad del Cristo. La Iglesia sólo cree en la palabra, vive de ella y la ofrece por igual a los hombres, haciéndose espacio y camino de comunicación humana donde todos puedan encontrarse[6].

7. El contenido fundante de la comunicación cristiana (Dios es amor, Cristo ha resucitado) se identifica con (¿se expresa en?) el principio, camino y meta de la misma comunicación entre los hombres.

Como venimos indicando, la razón fundante de la comunicación religiosa (¡hay Dios!, ¡Dios es Cristo!) se expresa y expande en la acción del proceso comunicativo de amor (de acogida, respeto y ayuda) entre todos los hmbres. Aquí se funda y crece la “racionalidad” del cristianismo, condensada allí donde la Iglesia ha identificado a su Dios (¡Dios es Jesús!) con el Logos o Razón fundante de la humanidad.

Pues bien, esta Razón o Logos de Jesús (=que es Jesús) es la hondura y la verdad total de eso que podemos llamar la Razón Comunicativa (no la razón como conocimiento abstracto, como teoría, sino como compromiso concreto de comunicación ente todos los hombres;

. De ese modo, el evangelio no aparece como algo extraño a la vida, sino como fuente y principio de vida en amor para todos los hombres.  Lógicamente, al situarme en esa perspectiva, no quiero volver a posturas un tipo sacralización impositiva, propia de los que imponen la ley y la palabra” cristiana desde fuera (a veces por la fuerza) en el campo de la razón humana. Pero tampoco quiero inventar ninguna teología nueva, sino recuperar la más valiosa tradición teológica desde la experiencia de pablo, desde los grandes evangelio (en especial el de Mt 25, 31-46).

–  Algunos dicen que la fe existe de forma independiente, como depósito de dogmas o verdades que se aceptan por revelación/autoridad. Por eso añaden que esa fe sólo se comunica en un segundo momento, en gesto de información (se dicen verdades) y de testimonio personal. Eso significaría que la fe tendría sentido y consistencia (realidad) en sí misma, fuera de la comunicación creyente.

En contra de eso, pienso que la comunicación de fe (diálogo) no puede separarse de su contenido.  Creer en Dios es comunicarnos en amor entre todos los hombres y mujeres. En otras palabras, la fe cristiana sólo existe y puede expresarse en forma de comunicación, es decir, de diálogo interhumano (en Dios). Por eso, ella se identifica con (y se expresa en) la comunicación radical, gratuita, de entrega de la vida y esperanza pascual entre los humanos.

  Este planteamiento nos sitúa en el mismo centro de la fe cristiana, tal como se expresa (encarna) en una iglesia, entendida en forma de comunidad comunicativa(valga la redundancia): comunidad cuya única tarea y meta consiste en el despliegue y surgimiento de una comunicación gratuita, esperanzada, universal, entre los humanos.[7]No hay verdad cristiana fuera del camino del amor, del diálogo de la comunión. El amor mutuo, eso es la verdad. La comunión afectiva y efectiva entre todos los humanos, eso es la iglesia.[8]

Conclusión.

No somos futurólogos, no queremos ser profetas. No conocemos el futuro, que está en manos de Dios y de la creatividad histórica y utópica de los humanos. Pero sabemos que el camino está abierto y hemos podido trazar unas sendas, que no van perdidas en el bosque de los círculos viciosos de la fatalidad, sino que nos dirigen hacia la culminación positiva del misterio. Parece un largo y hermoso camino: se abre ante nosotros una utopía de comunicación, un reto humano, una invitación cristiana. Ciertamente, para los cristianos existe Dios, pero este no es un Dios que está fuera de la comunicación, sino que se ha introducido dentro de ella, por el Cristo, haciéndose carne de vida y muerte, de entrega y pascua, en el centro del diálogo humano. No podemos buscarle arriba, fuera, en un espacio resguardado de transcendencia, sino en la misma acción comunicativa del amor mutuo entre los creyentes, entre todos los humanos.

Según eso, creer en Dios significa creer en la comunicación de amor y justicia entre los hombres, en un camino abierto a la vida (es decir, a la resurrección) de la humanidad. En esa línea he querido situarme en el lugar donde se vinculan el realismo de la historia (hecha de comunicación) y la utopía de Jesús (que busca y ofrece un modelo y una meta de comunicación perfecta por su pascua). El realismo está expresado en las concreciones materiales y sociales de la vida, con las dificultades y logros de nuestra comunicación. La utopia la hemos expresado en las formas tradicionales de la fe cristiana, expresada como un camino de esperanza que nos va llevando, a través de los encuentros de amor de la tierra, al encuentro pleno del amor transfigurado de la resurrección (que de algún modo vamos descubriendo y expresando ya en este camino la misma historia).

 Por eso, al final de este ensayo, queda claro el hecho de que existe un sólo ser humanos y (por lo menos) dos tipos de razón. Una es la razón realista de la historia, que tiende a destacar lo que hay, en fidelidad a las condiciones y relaciones concretas de la vida en este mundo. Otra es la razón utópica, que puede mostrarse en otros discursos religiosos (y aún sociales), pero que de hecho se expresa de manera muy precisa por el cristianismo. Ambas razones sin distintas y deben mantener su distinción, pero resulta muy conveniente vincularlas.

 – Una razón realista de la historia sin utopía cristiana (o religiosa) corre el riesgo de acabar absolutizando una forma de relación mutua, un tipo de ordenamiento jurídico o social. Puede ser una razón cansada, convirtiendo al fin al ser humano en máquina compleja o momento de un sistema social que le utiliza para acabar ignorándole.

– Una razón utópica que se desentiende del realismo de la historia puede convertirse en una simple superestructura ideológica o en un poder sacral, al servicio de otro tipo de sistema dominante. La razón utópica debe hallarse siempre encarnada en el realismo concreto de las relaciones sociales, de las condiciones culturales y económicas, afectivas y sanitarias de los hombres y mujeres del entorno.

 Aquí, en el lugar donde se distinguen y vinculan ambos usos de la razón, en la Europa de finales del siglo XX, deberíamos haber empezado a situar nuestra reflexión, para avanzar en línea de proyección futura. No lo hemos hecho. Terminamos quizá allí donde debíamos haber comenzado. Pero hemos ofrecido unas líneas de reflexión y hemos podido ir descubriendo mejor los diversos elementos del problema. Pensamos que nuestro discurso no ha sido en vano.

 NOTAS

[1] Evoco temas que he desarrollado en Dios judío, Dios cristiano. EVD, Estella 1996. La división y estructuración de las religiones sigue siendo un tema fascinante, com ha mostrado, con su rigor habitual. X. Zubiri, El problema filosófico de las religiones, Alianza, Madrid 1993; el lector atento advertirá las diferencias de mi esquema con el suyo. Visión distinta del mesianismo y universalismo futuro del judaísmo en F. Rosenzweig, La estrella de la redención, Sígueme, Salamanca 1997.

[2] Aquí se funda el carácter escatológico permanente de la racionalidad cristiana que J. Moltmann, Teología de la Esperanza, Sígueme, Salamanca 1973, expresó de una forma que sigue siendo magistral.

[3] Ha desarrollado su visión cristológica (teológica) en claves de mutación antropológica (genética) y de comunicación humana G.Theissen, The Chsistian Faith.An Evolutionary Approach, SCM, London 1984. He ofrecido una visión sistemática del tema en Este es el Hombre. Manual de Cristología, Sec.Trinitario, Salamanca 1988. En La Iglesia según Marcos, Sígueme, Salamanca 1998, ha interpretado la comunicación evangélica de Jesús en claves de casa, mesa y palabra.

[4]El camino de Jesús continúa: Dios mismo ha ratificado su proyecto de apertura universal, de diálogo en humanidad, a partir de los pobres. Esta es la verdad, la novedad fundante, de la experiencia de la pascua: el amor a los demás tiene sentido y triunfa por la Cruz. El cristianismo se define así como victoria de la comunicación sobre la muerte (en medio de la muerte). El gesto de Jesús que se deja matar manteniendo su proyecto de reino es principio y centro del evangelio. Todos los esquemas eclesiales resultan posteriores, igual que los “dogmas” aislados y las posibles sacralidades de la tradición cristiana. Desde el centro de la pascua, el cristianismo se define como experiencia de comunión que se va creando y se mantiene por la entrega de la vida. Precisamente aquí, en el lugar donde Jesús muere por defender su proyecto de universalidad y donde Dios le resucita, haciéndole principi o de comunión para todos los humanos, recibe su sentido y plenitud el evangelio. Sobre la muerte y pascua de Jesús en claves de comunicación tratan gran parte de las páginas de mi libro Este es el Hombre, citado en nota anterior. Además cf.:Léon-Dufour, X., Resurrección de Jesús y mensaje pascual, Sígueme, Salamanca 1973; Nickelsburg, G. W. E., Resurrection, Inmortality and Eternal Life in Intertestamental Judaism, HTS 26, Cambridge 1972.

[5] Por eso, afirmamos que Dios Comunicación personal, Palabra que se da gratuitamente (Padre), que se acoge en amor (Hijo) y se comparte (Espíritu Santo). Esa misma Comunicación que es Trinidad se expresa y actualiza en la Pascua de Jesús, de manera que nosotros, los humanos, penetramos por medio de ella en el misterio original de lo divino. No es que Dios nos regale algo externo, sino que él mismo se regala, ofreciéndonos su diálogo de amor.

* Dios no es silencio cerrado en sí mismo, ni poder miedoso, ni fuerza que se impone desde fuera… No es tampoco envidia frente ante nosotros, ni juicio autosuficiente, ni egoísmo del que quiere mantenerse siempre separado. No es alguien que está por encima, como Señor que nos obliga a someternos a su fuerza.

* Dios es el milagro de la comunicación gratuita y personalizante. Los cristianos se han sentido gratificados y enriquecidos por este Dios de Jesús que viene a presentarse ante ellos como principio y sentido de comunicación gratuita, universal, salvadora, en el Espíritu.

[6] No condena el cristianismo a las otras religiones, ni quiere destruirlas o convertir a sus creyentes por la fuerza, pues la fuerza es lo contrario a la comunión universal del evangelio. La verdad del cristianismo es su oferta de comunión; por eso, todo intento de imponer el evangelio sin comunión, sin diálogo de amor, es contrario a la misma verdad del cristianismo.  Por eso, un cristianismo que impone su verdad sobre las otras religiones no es cristianismo, una iglesia que condena los restantes cultos no es iglesia. Como signo de esa comunicación universal abierta en Cristo puede expandirse y se expande la iglesia, ofreciendo un hogar de acogida y afecto, de amor y palabra para todos los humanos.

[7] El cristianismo tiene aspectos informativos (que se pueden codificar y aprender, en forma impersonal, incluso en un manual de teología). Pero la utopía del evangelio en cuanto tal no es información, sino comunicación personal: ella no transmite saberes o noticias, sino que ofrece unas “formas” de vida en encuentro personal, en diálogo afectivo (el amor de Dios sólo se expresa y realiza en el amor al prójimo) y en búsqueda compartida de la vida. Por eso, para hacerse cristiana, la información religiosa ha de volverse “palabra”: principio y signo de encuentro entre creyentes, es decir, entre personas que asumen la misma utopía evangélica.

[8] Siguiendo la tradición de autores como Orígenes y Anselmo, podemos hablar de un camino descendente y otro ascendente.Conforme al modelo descendente, podríamos hablar primero de Dios y de su Logos (Cristo), para tratar después de su presencia en el camino de la iglesia. Conforme al modelo ascendente, tendríamos que hablar primero de Jesús, para aplicar después su experiencia al misterio original de lo divino. Según lo que hemos venido mostrando, ambos modelos se vinculan yde hecho resultan inseparables.

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