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Juan Masiá: “Las espiritualidades budista y cristiana de la gratitud y la confianza coinciden”

Miércoles, 1 de julio de 2020

buddha_and_jesus1De su blog Vivir y pensar en la frontera:

Budismo y cristianismo ante el Juicio y la cuestión de la salvación

“Ambas espiritualidades se basan en el doble reconocimiento de la propia carencia de méritos y de la instancia absoluta de misericordia infinita”

“Se entiende mal la enseñanza cristiana sobre el juicio definitivo, como si solo fuera cuestión de discriminar entre perdición y salvación en un juicio final post mortem”

“Se trata del reconocimiento de la desgracia y la gracia: la desgracia (karma del pasado) y la gracia (amazing grace)”

La colección “El peso de los días”, que dio a conocer clásicos budistas como el Sutra del Loto y el Despertar de la fe, engrosa el repertorio con el Tannisho. Palabras de Shinran sobre el Camino de la Tierra Pura, recogidas por su discípulo Yuien. (edición bilingüe, directamente del japonés al castellano por Masateru Ito y Elena Gallego, Salamanca, Ed. Sígueme, 2020)

En un volumen, dos libritos –que son cuatro-: la traducción directa al castellano de Tannisho comentada; más la versión japonesa original, la parafraseada en japonés actual y la versión castellana, alineadas paralelamente. Merece elogio el lujo y precisión editoriales, más allá de los criterios de rentabilidad en la difusión. Hasta las “buenas personas” se salvan, gracias al Otro Poder.

Al presentar en nuestro Occidente calculador las palabras de Shinran: “Si hasta las buenas personas se salvan…”, nos preguntan: – ¿Se ha confundido? ¿Querrá decir: “si hasta los malos se salvan…”? -No, no es confusión. La salvación inmerecida es don gratuito de la misericordia absoluta.

 Ya en tiempo de Shinran lo malentendían. Lo mismo ocurrió con el mensaje evangélico: “No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores” ( Marcos 2, 17).

Cuando Pablo dice: “Dios quiere que todos sean salvados” 1Timoteo 2, 4), o cuando Shinran dice: “Recitar el nembutsu con el corazón impregnado de misericordia salva a todos los seres” (Tannisho, cap. 4), surgen tres reacciones diferentes:

 1) unos dicen cínicamente: si al final todos se salvan, hagamos el mal sin preocuparnos;

 2) otros se creen “buenas personas” y se indignan contra Dios o contra Amida, que salvan a “los malos”;

 3) Pero otros se emocionan con gratitud: ¿es posible que incluso alguien como yo, que no se lo merece, también pueda salvarse?

Esta última reacción conduce a una espiritualidad de gratitud y confianza, centrada en el doble reconocimiento de la propia carencia de méritos y de la instancia absoluta de misericordia infinita que les anima a dejarse salvar y desear la salvación universal.

Con razón Yuien (1222-1289), el discípulo de Shinran, redactor del Tannisho, lo escribió para disipar “las dudas y malentendidos entre quienes sigan nuestros pasos” y quiso propagar la enseñanza auténtica de Shinran sobre “la salvación por la fe en el Otro Poder”.

Perdición en el pasado y salvación en el presente

Cuando se habla de salvación o perdición (según el esquema de los “novísimos” o “postrimerías”: muerte y juicio, seguidos de purgatorio, infierno o cielo) se entiende mal la enseñanza cristiana sobre el juicio definitivo, como si solo fuera cuestión de discriminar entre perdición y salvación en un juicio finalpost mortem. Desde esa perspectiva costará aceptar el sentido de la salvación en Pablo o en Shinran.

Pero quienes concuerden con la interpretación del Juicio definitivo como reconocimiento en el presente del pasado de perdición que nos condiciona y de la misericordia infinita que nos salva en el presente y nos da siempre futuro, podrán captar más fácilmente la afinidad de la espiritualidad de Shinran con la del Evangelio de Jesús.

(Ver en este mismo blog de RD las conversaciones sobre este tema con la teología de Adolfo Nicolás en sus clases de escatología y sacramentos:     https://www.religiondigital.org/convivencia_de_religiones/posible-juicio-premio-merecido-castigo_7_2182351752.html).

En vez de un castigo interminable en un futuro sin salida, se entiende la perdición como una carga de karma que nos condiciona desde el pasado. El Otro Poder nos libera de esa carga cuando la reconocemos.

Y cuando reconocemos la instancia absoluta que sana, perdona y libera, “la reconciliación en el presente se convierte en el sacramento del futuro que te da siempre esperanza de libertad” (A. Nicolás, Sobre la confesión).

Después de reconocer lo que el condicionamiento de “perdición” ha hecho de ti en el pasado, te hace reconocer la salvación en el presente y futuro. Es decir, gracias a la infinita misericordia gratuita, siempre es posible hacer algo nuevo con lo que el condicionamiento del mal pasado ha hecho de ti…

Coinciden así las espiritualidades budista y cristiana de la gratitud y la confianza. Se puede entender el Juicio definitivo como un Juicio de la Luz en el presente, en vez de un mero “juicio final de premios y castigos”, ambos como remuneración de méritos o deméritos.

Para eso conviene entender el Juicio definitivo como un juicio “a la luz de Luz” que nos salva facilitándonos el reconocimiento de sí mismo (herido y sanado, culpable y salvado), para despertar a la toma de conciencia de la propia oscuridad vulnerable y de la voluntad salvífica absoluta.

Con otras palabras, el reconocimiento de la desgracia y la gracia: la desgracia (karma del pasado) y la gracia (amazing grace), que me abre siempre futuro de esperanza desde el presente de la salvación. El cuerpo mortal del animal vulnerable se ilumina con la promesa gratuita de vida verdadera para el animal reconciliable. En esta reconciliación se abre un panorama esperanzador para hablar de cuerpo mortal y vida verdadera.

Podemos entonces releer la simbólica del juicio de ovejas y cabritos, alineados a izquierda y derecha, en el capítulo 25 del evangelio según Mateo, para descubrir cómo es posible que todos se dejen salvar (según la espiritualidad del juicio como “crisis de reconocimiento” en el evangelio según Juan: Jn 9, 39-41 y 20, 21-2. Ver más en: “Reconocimiento de sí mismo en el perdón”, Perspectiva teológica, Belo Horizonte, v. 50, n.2, p. 247-261, 2018).

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