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Dios es un misterio amable, no un problema.

Domingo, 7 de junio de 2020

06A47A50-A10E-40B1-B676-C88D0BE7BB17Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

  1. ¿Ateísmo?

         En este primer domingo de junio celebramos el misterio de Dios.

         El ateísmo es un fenómeno relativamente nuevo, ya que nace a mediados del siglo XIX. La humanidad, la historia de la humanidad no ha sido atea, -ni probablemente lo es- a excepción de parte del mundo occidental.

Nietzsche, que moría el año 1900 (es decir en el pórtico del siglo XX), fue quien “proclamó” la muerte de Dios: “Dios ha muerto”. Apenas llevamos 150 años de ateísmo explícito

De todos modos, más bien hoy en el mundo occidental me parece que predomina no tanto el ateísmo, cuanto una gran superficialidad, que invade el momento social, cultural y religioso. Nosotros no somos ateos, sino frívolos. Ya quisiéremos tener ateos como “Dios manda”. Posiblemente somos ateos en nuestra trivialidad. Quien se toma en serio la vida, la justicia, la salud, la libertad, la paz, etc.  ese tal no es ateo. Probablemente ateo es el superficial, el consumista, el ligero de cabeza…

Es penoso que la desescalada de la pandemia que estamos viviendo se reduzca a saber si podemos entrar o sentarnos en una terraza de un bar o si se puede tomar el sol tumbados en la playa o si nos dejan ir al pueblo de al lado

Las medidas sanitarias son importantes, pero la vida y la salud es algo más serio que todo eso.

  1. ¿El futuro es la increencia?

Pareciera como si el futuro y el progreso de la humanidad fuese la increencia en sus variadas formas: ateísmo, agnosticismo, nihilismo, etc.

¿Ser ateo es lo mejor que nos puede pasar personal y como pueblos? ¿Ser increyente es ser más libre? ¿Se vive mejor sin Dios? Nuestro pueblo va mejorando conforme se va adentrando en la nada, en el vacío, en el ateísmo.

  1. Dios ha muerto, pero la vida y el amor permanecen.

Yo no sé si el Dios prepotente y justiciero ha muerto o no. Más bien creo que ese tipo de Dios no ha existido y no existe, aunque nos lo hayan enseñado y lo hayamos padecido.

Lo que podemos observar es que el ser humano sigue pensando, amando, casándose y divorciándose, trabajando, en paro y con huelgas, orando, disfrutando y sufriendo. Siendo felices y tristes según los momentos; por otra parte, los humanos seguimos envejeciendo, enfermando física y psíquicamente, y finalmente: muriendo.

¿Dónde hallar una respuesta a los problemas humanos? ¿En el “becerro de oro” de la banca, en la etnia-nación? ¿Habremos de aprender a vivir en la nada?

Cuando se siembra nada, se recoge vacío.

Es curioso cómo los padres de las nuevas generaciones quieren noblemente para sus hijos lo que ellos no tuvieron. Pero es triste ver cómo esos mismos padres no transmiten a sus hijos lo que ellos sí tuvieron: dicho escuetamente; la fe.

  1. Dios es amor (y el ser humano también).

         Dio no es un problema, sino un misterio de amor, de salvación y de vida.

Dios mandó a su Hijo para que el mundo se salve por él.

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna

Dios nos ha creado -por medio de la evolución y de nuestros padres- porque nos ama, por puro regalo y gracia. Y porque nos ama nos salva. El mundo está, sépalo o no, impregnado de gracia: ningún ser humano es des-graciado”. Ningún ser humano queda fuera de la bondad de Dios. Dios nos quiere a todos; quiere que vivamos todos. El Dios que Jesús nos anuncia es el Dios de la misericordia y de la vida. JesuCristo es feliz con los pobres, los débiles y pecadores.

La tradición de San Juan es reiterativa, el que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. (1Jn 4,8). Quien permanece en el amor, permanece en Dios, (1Jn 4,16).

No sé si Dios está en el templo al que tenían que ir el sacerdote y el levita, pero donde está Dios es en el amor del buen samaritano, que no pasa de largo, sino que se queda para ayudar aquel hombre malherido.

Donde hay amor, allí está Dios. Quien cree en el amor, quien ama, ese tal no es ateo. A Dios no le amamos directamente, como tampoco le conocemos directamente como si tuviésemos línea directa con él. A Dios le amamos y conocemos en la medida en que tenemos experiencia del amor en la vida y amamos a los demás.

Quien ama de verdad y a fondo a su marido / mujer, a sus hijos, a los pobres, a los despreciados, a las misiones, a los maltratados, a las personas enfermas-dementes, ese tal no es ateo, sino creyente, aunque explícitamente quizás no llegue a pronunciar la palabra “Dios”. Quien ama conoce a Dios.

Permaneced en mi amor, (Jn 15,9)

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