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Dom 2 Pascua. Jn 20, 19-3. Dom 19.20.20. Pascua de Tomás: Tocar las llagas, crear comunidad, ser evangelio

Domingo, 19 de abril de 2020

295692feccfe9d17d8e31e31fc9060e6Del blog de Xabier Pikaza:

El 2º de Pascua es el Domingo de Tomás, uno de los personajes más importantes de la Iglesia, después de Magdalena (a la que hemos recordado en dom 1º de Pascua). Así lo indicaré esta postal, que consta de tres partes:

(1) Comentario del evangelio, Jn 20,19‒31: Aparición de Jesús a sus discípulos, sin Tomás y con Tomas, con el tema de fondo de “tocar las llagas” (heridas visibles de clavos, heridas internas de coronavirus, en tiempos de confinamiento “por miedo”…), para crear nuevas formas de comunidad y de celebración, con un evangelio renovado.

(2) Tomás apóstol y evangelista, breve biografía. La mayoría de los lectores podrán quedar en la parte anterior, centrada en la liturgia del día. Pero algunos querrán saber quién era ese Tomas, que irrumpe de pronto en la comunidad, en la familia, para tocar/compartir/curar las llagas y heridas de Jesús, en este tiempo de “miedo”, antes desconocido, que es tiempo de nueva celebración, en casas y comunidades, no sólo por miedo, sino por desbordamiento y alegría pascual.

(3) Evangelio de Tomás,  apócrifo esencial para entender una línea más gnóstica y mística de iglesia (en la línea del evangelio de Juan). Los lectores que no han parado en la primera parte, y han leído la segunda… podrán animarse y llegar a esta tercera, la más larga, donde expongo el tema y contenido de evangelio apócrifo de Tomas. Si no tenéis en casa  un libro de Evangelios apócrifos: cf.:  https://mercaba.org/FICHAS/Religion/evangelio_segun_el_apostol_tomas.htm o en http://escrituras.tripod.com/Textos/EvTomasGn.htm

   Será una buena lectura para esta pascua de confinamiento… Y ya de paso leed entero el evangelio canónico de Juan, que ése sí, está en todas las biblias.(Los temas que siguen están tomados Ciudad‒Biblia, Historia de Jesús y de Gran Diccionario de la Biblia).

1) DOM 2 PASCUA, JN 20,19‒31: APARICIÓN DE JESÚS, SIN Y CON TOMAS.

María Magdalena había “tocado a Jesús”, que le dijo “deja ya de tocarme” (noli me tangere), vete y diles a mis hermanos…  (Jn 20, 17). Ahora es Tomás el que tiene que tocar, un apóstol a quien la tradición dará una inmensa importancia (como indica el evangelio de su nombre, no incluido en el canon). Quizá está vinculado con un tipo de “gnosis” (cristianismo sin Jesús resucitado en la carne); por eso se mueve fuera de la Gran Comunidad, un Jesús que ha resucitado sólo de un modo espiritual, sin verdadera cruz, ni compromiso social, sin verdadera comunidad abierta al mundo. Por eso, no está el “primer domingo de Pascua” con los restantes discípulos.

 Pero se “convierte” y viene el domingo siguiente, y no sólo le “ve”, sino que le toca. Esta experiencia de tocar a Jesús forma parte esencial del misterio de la pascua cristiana. Así lo destaqué en una postal muy antigua (15 4 07), así lo destaco ahora, resituando el texto de entonces, dentro del Via Lucis pascual

La Gran Comunidad (Jn 20, 19-23). Falta Tomás

IncredulEstá reunida la comunidad, formada por un grupo grande de creyentes (más que los Doce). Es evidente está María Magdalena, la única que ha creído ya viendo al Señor (cf. Jn 20, 11-18); también está el discípulo amado, que no ha tenido que ver a Jesús para creer, pues le basta la experiencia del sepulcro vacío (cf. Jn 20, 8). Parece que los demás no creen, pero es evidente que están reunidos y separados, en una casa cerrada, por medio de los judíos (20, 19). Son iglesia en frágil, oración y dudas, son comunidad que necesita la presencia del Señor. En este contexto se inscribe la visión:

A la tarde de aquel día primero de la semana, y estando cerradas las puertas del lugar donde estaban los discípulos, por el medio a los judíos, vino Jesús y se colocó en medio de ellos diciendo: – ¡La paz con vosotros! Y diciendo esto les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron viendo al Señor. Y les dijo de nuevo: – ¡La paz con vosotros! Como me ha enviado el Padre os envío también yo. Y diciendo esto sopló y les dijo: – Recibid el Espíritu Santo, a quienes perdonéis los pecados les serán perdonados; y a quienes se los retengáis les serán retenidos (Jn 20, 19-23).

 Los discípulos se encuentran reunidos en forma de comunidad eclesial que se ha separado ya del judaísmo. Tienen miedo y Jesús les conforta con su palabra y su presencia sensible (manos y costado), su envío y su poder de perdón. Es el Jesús “real” que vive en ellos, no una fantasía. Ellos son la iglesia la que está reunida ante Jesús y por Jesús, que les envía a realizar su misión (ofrecer su perdón).

Notas de la Pascua

– La Pascua es ante todo paz. Jesús saluda a sus discípulos dos veces, con la misma palabra: paz a vosotros (Eirênê hymin: 20,19.21). Sobre un mundo atormentado por la guerra y la violencia, ofrece Cristo paz fundante, creadora. Sobre una comunidad encerrada por el miedo extiende el Cristo pascual la gracia de su vida hecha principio de misión universal. Jesús es paz para aquellos que le reciben y para todos. Eso es pascua.

– La pascua es presencia gloriosa del crucificado. El Señor resucitado es el mismo Jesús que se entregó por los hombres. Como señal de identidad, como expresión de permanencia de su pasión salvadora, Jesús mostró a sus discípulos las manos y el costado (20, 20), en gesto que después va a recibir nuevo contenido ante el rechazo de Tomás (cf 20, 24-29). Creer en la pascua es descubrir el valor del sufrimiento, es descubrir a Jesús crucificado como Señor glorioso. En el fondo está la misma experiencia teológica de Lc: ¡Era necesario que el Cristo muriera…! (Lc 24, 26.46). En ese fondo está la más honda experiencia social: Jesús resucitado está en los que sufren sobre el mundo.

– La pascua se vuelve así Pentecostés. Jesús resucitado sopla sobre sus discípulos diciendo recibid el Espíritu Santo (20,22), en gesto que evoca sin duda una nueva creación. El mismo Dios había soplado en el principio sobre el ser humano, haciéndole viviente (Gen 2, 7). Ahora sopla Jesús, como Señor pascual, para culminar la creación que en otro tiempo había comenzado. Recordemos que Lucas 24 y Hech. 1 habían separado cuidadosamente los matices, poniendo primero la pascua y después Pentecostés (cf 17ª estación). Juan ha vinculado ambos momentos, uniéndonos en un único misterio: la misma aparición pascual se vuelve efusión del Espíritu de Dios (que es Espíritu del Cristo rescatado) sobre el conjunto de la iglesia. Esto es la pascua: aquel que muere por los demás abre un camino de amor y de transformación sobre la tierra. Éste es el don de Pascua: tener el mismo Espíritu de Jesús, vivir de su aliento.

– La pascua se vuelve misión: ¡como el Padre me ha enviado así os envío yo! (20, 21). A lo largo de todo el evangelio, Jn ha presentado a Jesús como enviado de Dios: misión es toda su existencia. De ahora en adelante, los cristianos son enviados de Jesús. Realizan una obra que es propia del Señor resucitado: expanden y despliegan su camino, realizan su misterio sobre el mundo. Etán cerrados por miedo, tienen que abrirse. Están a la defensiva: tiene que ofrecer su testimonio a todos, generosamente.

– El texto culmina en un signo de perdón: a quienes perdonéis los pecados… (20, 23). El camino de Jesús se vuelve gracia creadora de perdón. Este es a los ojos de Jn el gran problema del mundo: no hay perdón, los hombres se encuentran divididos, destruidos; carecen de medios para expresar el perdón, no hay para ellos sacrificios que puedan transformarles. Ha perdido su sentido el sacerdocio de Jerusalén, no consigue perdonar el templo. Pues bien, sobre ese desierto de pecado (falta de perdón), Juan ha interpretado la pascua como experiencia transformante de perdón. Le Iglesia es perdón que se abre a todos, sin excepciones, sobre un mundo donde los hombres no perdonan.

– ¿Simetría pascual entre perdón y no perdón? Ciertamente, el texto divide a las personas de una forma que parece simétrica (a quienes perdonéis, a quienes retengáis…), de tal modo que alguno pudiera pensar que la iglesia es una institución neutral, que reparte perdón o no perdón de forma indiferente. Pues bien, en contra de eso, a la luz de todo el evangelio, debemos afirmar que la iglesia sólo es comunidad de Jesús si es signo y fuente de perdón. Ella misma expresa el perdón y así lo encarna y anuncia sobre el mundo. Por eso, donde ella ofrece perdón hay perdón y donde ella muestra que no existe perdón es que los hombres siguen enfrentados. Esta experiencia de gracia pascual pertenece al conjunto de la comunidad. Aquí no está reservada a los Doce o los presbíteros, no es algo que se deba encerrar en algunos iniciados varones. Aquí no hay varones ni mujeres, hay creyentes, todos con la misma experiencia, todos con la misma tarea. Aquí no hay sólo Pedro ni Zebedeos, aquí está María Magdalena, con la otra María, con todas las Marías… Ésta es la Iglesia universal de los que escuchan la palabra, y reciben el aliento de Jesús. La iglesia entera, desde el don pascual de Cristo, es signo y principio de perdón sobre la tierra. Allí donde el perdón se expresa y se hacer carne en una comunidad está presente y se hace visible el Señor resucitado.

Tomas entra en la Gran Comunidad: Tocar a Jesús (20, 24-29).

icono-santo-tomas-apostolBastaban las señales anteriores: la paz de Cristo, el recuerdo de su entrega (manos y costado), el perdón en el Espíritu. Pero el texto sigue diciendo que faltaba Tomás, precisamente uno de los Doce. No es un cristiano normal el que ha dejado de participar en la asamblea, sino uno de los antiguos compañeros de Jesús, de sus Doce seguidores. Precisamente Tomás, uno de los líderes de la iglesia primitiva, corre el riesgo de entender la resurrección de un modo espiritualista, fuera de la comunidad (icono de Santo Tomás)

Éste Tomás es un seguidor “especial” de Jesús, máxima autoridad en plano espiritualista, pero sin “carne y sangre”, es decir, sin compromiso social. Los otros discípulos le dicen hemos visto al Señor de las llagas, al Señor del Perdón para todos los pueblos (Jn 20, 25). Pero él duda, tiene su Jesús interior, no quiere otro. Por pide un signo (si no veo en sus manos la huella de los clavos…). No es un signo de “resurrección sin más”, sino de resurrección en la carne, como principio de misión y perdón universal. Pide un signo y Jesús se lo concede, en eta bellísima parábola pascual:

Y ocho días después, estaban de nuevo sus discípulos en casa y Tomás con ellos; llegó Jesús, estando las puertas cerradas, se puso en medio y dijo: – ¡Pas a vosotros! Luego dijo a Tomás: – Trae tu dedo aquí y mira mis manos, trae tu mano y métela en mi costado y no seas incrédulo sino fiel! Respondió Tomás y dijo: – ¡Señor mío y Dios mío! Y Jesús le dijo: – Porque has visto has creído. ¡Felices los que no han visto y han creído! (Jn 20, 26-29).

 En medio de la comunidad reunida, como signo de falta de fe y de confesión creyente (de en la resurrección carnal, de fe en la presencia de Jesús en los que sufren), el evangelio de Juan ha destacado la figura de Tomás (el cristiano espiritual, el apóstol-jerarca separado del pueblo), elaborando en torno a él esta bellísima escena pascual. Tomás es la expresión del ser humano al que le cuesta creer en la resurrección del Jesús Histórico, del Jesús de las llagas en los manos y el costado, del Jesús de la carne, del Jesús del pueblo crucificado.

 Probablemente cree en Jesús, pero en un Jesús espiritual (puramente interior), sin necesidad de compromiso comunitaria… sin llagas en las manos y el costado. Probablemente cree en un Cristo glorioso, desligado de la historia de Jesús, de las manos que han tocado a los pobres, del corazón que ha amado a los expulsados de la sociedad. Pues bien, en contra de eso, la comunidad, que es aquí la Gran Iglesia, le dice que hay que “tocar a Jesús”, que el resucitado es el mismo Jesús de la historia, el de las llagas en las manos y el costado.

Tocar al Cristo, la pascua mística.

Ciertamente hay un tipo de “toque espiritual”, del que han hablado los místicos. Así lo ha señalado la primera carta de Juan:

Lo que existía desde el principio, lo que oímos, lo que vieron nuestros ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos sobre la Palabra de la Vida, y la Vida se ha manifestado y hemos visto y damos testimonio… Eso que vimos y oímos os lo anunciamos ahora (1 Jn 1, 1-3).

 En este caso, el “palpar la palabra de la vida” puede entenderse de un modo e intimista, más allá del simple roce corporal de manos. Sólo en encuentro personal que afecta a toda la existencia, los cristianos pueden afirmar que han palpado la Palabra de la vida. Se expresa así una nueva experiencia de corporalidad resucitada que desborda el puro encuentro de las manos exteriores. En ese aspecto podemos y debemos afirmar que los cristianos tocamos a Jesús resucitado con las manos de la fe, en un espacio nuevo de corporalidad pascual. La pascua no se puede interpretar como experiencia de una idea; ella no nos pone en contacto con fantasmas.

Al encontrarnos con Jesús hallamos (tocamos y palpamos) la vida del Mesías que transforma (fortalece) nuestra vida. La fe pascual viene a expresarse de esa forma como experiencia mística del sufrimiento y muerte del Mesías. Pero se trata de una experiencia mística encarnada en las manos llagadas, en el costado rodo, es decir, en la historia del sufrimiendo de los hombres. Los mismos signos de muerte (clavos que han atado a Jesús de pies y manos al madero, lanza que ha cortado su costado) vienen a mostrarse ya como señal de vida. La misa cruz del mundo (de todos los que sufren en la tierra, del camino de cruz de la historia) se vuelve lugar de pascual.

Jesús ha respondido mostrando la herida: mete tu dedo aquí, mete tu mano… (Jn. 20, 27). Sólo así, en contacto de corporalidad a corporalidad, en encuentro con la Vida triunfante del Cristo, puede realizarse la experiencia de la pascua. Lo que importa de verdad no es el aspecto externo de la herida, la forma en que Jesús ofrece pecho y manos en nivel de carne antigua. Nueva es la experiencia de corporalidad trasformada: el mismo cuerpo de muerte se ha vuelto principio de pascua. El mismo viejo cuerpo del amor concreto y de la entrega, el cuerpo que han matado (con heridas de lanza y clavos), se convierte así en un signo de vida. Frente a los riesgos de un falso espiritualismo gnóstico que quiere olvidarse de la carne, frente a todos los intentos de entender la pascua como puro cambio de conciencia (algo que sucede en el nivel interna de la transformación mental), Jn ha querido explicitar la corporalidad mística del Cristo de la pascua.

Tocar las llagas: de nuevo a la realidad histórica de Jesús

gran-diccionario-de-la-biblia---epubDe esa forma ha combatido Juan la herejía de aquellos que afirmaban: Cristo no ha venido en carne, es sólo un mero espíritu (cf 1 Jn 4, 2-3). Combate también la herejía de aquellos que añaden: Cristo fue carne cuando estaba sobre el mundo, pero ahora, en su gloria pascual, es puro espíritu; ha dejado atrás las ataduras y miserias de su cuerpo. Pues bien, en contra de eso, nuestro texto ha querido resaltar la corporalidad de la resurrección y lo ha hecho de esta forma, destacando el valor concreto de las llagas de manos y costado. La muerte de Jesús no ha sido un puro accidente del pasado, no es algo que se olvida, señal de pura imperfección y vida baja de la tierra. La muerte ha sido el gesto supremo de la entrega de Jesús, el signo de su amor perfecto. Por eso, la experiencia positiva de esa muerte continúa en la gloria de la pascua. El Señor resucitado sigue siendo aquel que lleva en sus manos y costado las heridas de su entrega, los signos de su amor crucificado en favor de los hombres. Este Jesús pascual sigue estando presente en las llagas de los hombres y mujeres de las manos rotas, en la herida del costado de los hombres y mujeres que sufren. No hay experiencia pascual sin un retorno a la corporalidad del Cristo, que sigue siendo el mismo Jesús de la historia que ha muerto por la causa del Reino de Dios.

(2) TOMÁS APÓSTOL, BREVE BIOGRAFÍA (repite en parte lo anterior, desde Gran Diccionario Biblia).  

Uno de los apóstoles, cuyo nombre propio ignoramos, pues Tomas significa en arameo «el Mellizo» y es, evidentemente, un sobrenombre o mote. Ningún texto nos dice de quien era mellizo, lo cual ha llevado más tarde a muchas elaboraciones, llegándose a decir que era mellizo (espiritual) del mismo Jesús e identificándole incluso con uno de los «judas» cuyo nombre aparece en algunas variantes de las listas de los doce en los sinópticos.

d4b999d09de4bc216be64e94064ee2c4(1) Tomás, un iniciado, cercano a Judas Tadeo. Los sinópticos le incluyen con el nombre de Tomas, sin ninguna especificación ulterior, en las listas de los evangelios (Mt 10, 3; Mc 3, 8; Lc 6, 15) y lo mismo hace Hech 1, 13. Por el contrario, Juan le presenta tres veces como «Tomás, llamado el mellizo» (cf. Jn 11, 16; 20, 24; 21, 2) y le concede un papel especial entre los personajes menores del evangelio. Tomás aparece, en primer lugar, como el discípulo valiente, que anima al resto de los discípulos, a fin de que superen su miedo y suban con Jesús a Jerusalén, dispuestos a morir con él (Jn 11, 16).

En la última cena le presenta como uno de los «discípulos mistagogos», que plantean a Jesús las preguntas básicas sobre el sentido de su entrega y de su gloria (los otros son Felipe [Jn 13, 8], Judas [Jn 13, 22]). «Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas ¿Cómo, pues, podemos saber el camino? Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto» (Jn 13, 5-7). Este es el tipo de preguntas y respuesta características de los libros de revelación, que serán dominantes en los evangelios gnósticos posteriores. Eso significa que Tomás es para Jn un iniciado, algo que ha penetrado en el conocimiento del Mesías.

(2) Tomás, el incrédulo creyente. Quizá para contrapesar esa imagen, el evangelio de Juan ha incluido otro pasaje sobre Tomás, ya en un contexto directamente pascual. Jesús se ha aparecido a los discípulos, ofreciéndoles su Espíritu y concediéndoles poder para perdonar los pecados. «Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino. Le dijeron, pues, los otros discípulos: Hemos visto al Señor. Él les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré. Y ocho días después, estaban de nuevo sus discípulos en casa y Tomás con ellos; llegó Jesús, estando las puertas cerradas, se puso en medio y dijo: ¡Paz a vosotros! Luego dijo a Tomás: Trae tu dedo aquí y mira mis manos, trae tu mano y métela en mi costado y no seas incrédulo sino fiel! Respondió Tomás y dijo: ¡Señor mío y Dios mío! Y Jesús le dijo: Porque has visto has creído. ¡Felices los que no han visto y han creído!» (20, 26-29).

El en el fondo de ese texto puede haber un recuerdo histórico, vinculado a Tomás, «uno de los doce». Pero el pasaje puede ser también una parábola con dos finalidades específicas, propias del evangelio de Juan:

 (a) El grupo de los Doce no es garantía de fidelidad pascual, pues Tomás, uno de sus componentes, no estaba presente en la experiencia básica de la pascua.

 (b) La experiencia pascual es inseparable de la afirmación de la corporalidad de Jesús, es decir, de la identidad entre el crucificado y el resucitado. Este Tomás puede ser un signo de aquellos adversarios de del evangelista Jn, que creen en la gloria de Jesús, pero separada de su «carne», es decir, de su historia. Todo el relato habría sido compuesto para indicar la necesidad de conversión de Tomás y de aquellos proto-gnósticos que creían en la gloria de Jesús, pero sin llagas, es decir, sin muerte.

(3) Conversión de Tomas. El riesgo de Tomás y de otros consiste en interpretar la pascua como una idea. En contra de eso, el Señor pascual de la iglesia es alguien a quien se puede palpar: sigue siendo el mismo Jesús crucificado, como sabe ya Mc 16, 6 y como resalta Lc 24, 40, donde se dice que Jesús mostraba a sus discípulos pascuales las manos y el costado (lo mismo que Jn 20, 20). Pues bien, el evangelio de Jn ha querido insistir, por medio de Tomás, en la corporalidad de Jesús, de forma que podamos ver y tocar su cuerpo crucificado.

La fe pascual viene a expresarse de esa forma como experiencia mística de identificación con el sufrimiento y muerte del Mesías. Los mismos signos de muerte (clavos que han atado a Jesús de pies y manos al madero, lanza que ha cortado su costado) vienen a mostrarse ya como señal de resurrección. De esa forma ha combatido Jn la herejía de aquellos que afirmaban que Cristo no ha venido en carne, sino que es sólo un mero espíritu (cf. 1 Jn 4, 2-3). Sólo por haber aceptado a este Cristo carnal, Tomás puede formar parte de los siete misioneros, creadores de la iglesia (Jn 21, 2)

(3) EVANGELIO DE TOMÁS, UN APÓCRIFO ESENCIAL  (de Gran Diccionario de la Biblia)

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El evangelio de Tomás, descubierto en la biblioteca de Nag Hammadi, el año 1947, como traducción copta de un original griego, forma parte de los apócrifos del Nuevo Testamento y constituye uno de los testimonios más significativos de la literatura cristiana primitiva.

(1) Origen y mensaje básico. Consta de 114 logia o dichos, que tienen cierta semejanza con el Q (fuente evangélica de los Dichos), pero aún más con algunos papiros antiguos, como el de los Logia de Oxirrinco. Se ha discutido su origen y algunos piensan que muy primitivo, más antiguo incluso que Lc y Mt. Pero la mayoría de los investigadores piensan que es posterior y que deriva básicamente de los evangelios sinópticos o de alguna redacción hoy desconocida del documento Q.

Habría sido escrito en Siria, hacia el año 140, en círculos cristianos de tendencia gnóstica, cuando todavía las línea de la gnosis y la gran iglesia no se habían separado plenamente. Influyó de un modo especial en las comunidades de Egipto, donde fue traducido al copto y se ha conservado. Sea como fuere, este evangelio contiene textos de tradición venerable que provienen del mismo Jesús o de comunidades cristianas antiguas (especialmente la portadora de los Dichos, es decir, del Q).

hqdefaultMás aún, este evangelio puede apelar y apela a la tradición de los dos hermanos de Jesús: Judas-Tomás, el Mellizo, en cuyo nombre se inscribe (cf. EvTom, Inscriptio y num 13), y Santigo, el Justo, «por quien fueron hecho el cielo y la tierra» (EvTom 12). Esto significa que al menos una parte de la iglesia representada por estos hermanos de Jesús ha desembocado en un tipo de gnosis, pasando del más estricto legalismo a una experiencia de interioridad mística, donde la ley se interpreta en forma de símbolo de autenticidad. Por otra parte, el EvTom está cerca de Jn, pero con una diferencia básica: en el fondo de su experiencia gnóstica, Jn apela a la carne de Jesús y puede elaborar una teología de carácter histórico; por el contrario, el EvTom tiende a dejar a un lado la carne (con la muerte de Jesús), de manera que resulta difícil defender en su nombre una teología que apele de un modo consecuente con la carne de Jesús, relacionada con su madre histórica. Desde este fondo, teniendo en cuenta la importancia que la mujer (y en especial la madre) ha tenido para los gnósticos, tomando como referencia la figura de la madre de Jesús, presentamos y comentamos algunos de los textos y temas básicos del Evangelio de Tomas.

(2) Tomás y la mujer. Devaluación de la mujer histórica, la madre prostituta. EvTom 79 puede asumir el logion de Lc 11, 27-28 con la palabra de una mujer (¡Bendito el vientre que te llevó..!) y la respuesta de Jesús (¡Benditos los que han escuchado la palabra del Padre!), añadiendo en ese contexto las palabras apocalípticas de Lc 23, 19: «¡Bendito el vientre que no ha concebido y los pechos que no amamantado» (cf. Mt 24, 19). Pero lo que Mt y Lc interpretan como expresión de angustia ante la crisis última de la humanidad, que era propia del fin de la historia (miedo de las madres por los hijos que se pierden), se vuelve en EvTom rechazo de la maternidad en cuanto tal, pues ella es causa de caída.

Desde ese fondo se entiende la cita de Mc 3, 31-35, contenida en EvTom 99 donde no sólo se critica a la familia «jerosolimitana» de Jesús (como hacía Marcos), sino a todo tipo de «familia carnal». En esa línea avanza EvTom 101 donde, partiendo de Mt 10, 37-38 (¡quien no odia a su padre y a su madre…!), se establece la distinción radical entre las dos madres: la madre carnal (que en este caso sería María) ha engendrado a Jesús en un mundo de pecado; sólo su madre verdadera (que es el Espíritu de Dios) le ha concedido la auténtica Vida. La tradición sinóptica vinculaba los dos planos, afirmando que María, la madre de Jesús, había concebido por obra del Espíritu Santo (cf. Lc 1, 26-38; Mt 1, 18-25). EvTom los contrapone, devaluando la carne, es decir, la historia (en contra de Jn 1, 14), para interpretar el nacimiento de Jesús en un plano de puro Espíritu (por tanto, la madre carnal pierde su sentido).

Nag_Hammadi_Codex_IILlegando al final en esa línea, el Jesús de EvTom 105 afirma: «Quien conozca a su padre y a su madre, será llamado hijo de prostituta». Conocer significa valorar y vincularse. Como mujer-madre de este mundo, la misma María, madre de Jesús, ha sido esclava del pecado, y por eso podemos llamarla prostituta. No es carne buena, al servicio de la Vida, sino carne caída, dominada por el deseo de placer y por la muerte. En cuanto carnal, María ha sido simplemente pecadora. Conocer a esa madre significa encerrarse y morir en este mundo prostituido. Por eso resulta lógico que el EvTom no haya podido desarrollar una mariología, ni una cristología histórica, consecuente (en contra de Jn).

(3) Soledad con Dios. El ideal gnóstico. El EvTom devalúa, por tanto, la relación de origen; por eso la madre no puede conceder su verdad al ser humano, María no puede ofrecer a Jesús un lugar y sentido en la existencia. Con la maternidad se devalúa el sexo. Lógicamente, el signo de la verdadera humanidad serán los niños, que no tienen vergüenza, pues no se identifican por su cuerpo masculino o femenino (cf. EvTom 21, 37). De esa forma, hacerse pequeños, superando el sexo (cf. EvTom 46), significa hacerse solitarios: «¡Bienaventurados los solitarios y elegidos, porque encontraréis el Reino. Como habéis salido de él, a él volveréis!» (EvTom 49).

La soledad define al hombre por su relación con lo divino: los gnósticos provienen de la luz, son como chispas que brotan de Padre viviente y que vuelven de nuevo al descanso del Padre (cf. EvTom 50). Este mundo es para ellos un cadáver, es muerte, es sepultura (cf. EvTom 56); quien lo sepa, quien se sepa muerto por su cuerpo, ha superado ya al mundo (cf. EvTom 86). Por eso puede añadir: «Los cielos y la tierra se enrollarán delante de vosotros, pero el que vive del Viviente no verá la muerte», pues ha superado el nivel de perecimiento de este mundo (cf. EvTom 111). No hay una madre que pueda ayudar a los hombres, pues toda madre del mundo les ha hecho nacer a la muerte, no a la vida. No puede hablarse de un proceso creador, de una historia positiva. El ideal gnóstico es la inmersión del hombre en lo divino, superando de esa forma las formas de vida (que es muerte) que provienen de las madres de este mundo.

(4) Bodas interiores, más allá de la historia. El tema había aparecido ya, vinculado con la Madre de Jesús, en Ap 21-22 (la misma Madre primera, la Mujer perseguida, se volvía al fin novia del Cordero) y sobre todo en Jn 1, 1-11 (la Madre pedía a Jesús que convirtiera el agua de las purificaciones judías en vino de bodas). Pues bien, Tomás descubre y presenta unas bodas donde no existe lugar para la Madre, pues «son los solitarios (que renuncian a toda relación sexual o maternidad del mundo) los que entrarán en la cámara nupcial (lugar de bodas)» (cf. EvTom 75).

Estas son las bodas interiores, donde se supera toda dualidad, de manera que el varón no sea ya varón, ni la hembra sea hembra, de manera que puedan superarse ya todas estas diferencias (cf. EvTom 22, en contra de Gal 3, 28 que habla de comunión corporal en igualdad). Todo nos permite suponer que estas bodas constituyen una experiencia de identificación interior con Dios y de superación de las dualidades somáticas y personales (cf. ApTom 106). En este contexto se puede hablar de una eucaristía espiritual y sapiencial, que consiste en comer de la boca de Dios (cf. ApTom 108).

(5) Un evangelio de mujeres. Esta sabiduría interior se encuentra especialmente vinculada a las mujeres de la tradición del evangelio, Salomé y María Magdalena. Salomé (que aparecía en la pasión de Mc 15, 40 y 16, 1) es ahora una auténtica discípula, que pregunta a Jesús: «¿Quién eres tú, hombre y de quien procedes? Has subido a mi lecho y has comido en mi mesa. Jesús le dijo: Yo soy el que procede del que es igual… Salomé le dijo: yo soy tu discípula» (EvTom 61). Ser discípula significa identificarse interiormente con Jesús, superando así toda diferencia, en unidad de lecho y comida, es decir, de sabiduría interior. María Magdalena constituye el ejemplo supremo de identificación cristiana. Pedro la quiere echar del grupo, porque es mujer. Jesús la defiende: «Yo la impulsaré para hacerla varón, a fin de que pueda ser un espíritu viviente, similar a vosotros, los varones. Porque cualquier mujer que se haga varón entrará en el Reino de los cielos» (ApTom 114). Así termina el evangelio, con la mujer que se hace varón, es decir, que se unifica internamente, superando la división de varones y mujeres.Tomás devalúa, según eso, la maternidad femenina, vinculada a la dualidad de varón y mujer, y el nacimiento a la vida de la carne, para elevar por igual a varones y mujeres (a Tomás y Salomé, a Santiago, Pedro o María), pero sólo en la medida en que ellos vivan en un nivel de espíritu, vinculados a la Unidad de Dios, por encima de la historia.

(6) No hay lugar para María en cuanto madre carnal de Jesús, ni hay lugar para un Jesús de la carne. Llevada hasta el final, esta visión destruye toda posible mariología, porque niega la carne de la historia, la maternidad humana, el valor social de la vida. También destruye toda posible cristología histórica, pues el Jesús de la historia carece de sentido salvador. Cada hombre o mujer queda a solas ante Dios. La gran iglesia ha rechazado esta visión de fondo de Tomás, pues para la iglesia es esencial la historia concreta de Jesús, pero lo ha hecho conservando algunos de los riesgos de la gnosis y reprimiendo algunos de sus valores.

Quizá el mayor de los riesgos de la gnosis ha sido (y sigue siendo) una exaltación del «espiritualismo», entendido como negación de sexo y como experiencia de pura soledad ante Dios, no desde una perspectiva escatológica (como hace Pablo en 1Cor 7), sino desde el rechazo de la carne, es decir, de la realidad histórica del ser humano y de las relaciones personales. De esa forma se niega lo que Mt 1 y Lc 1 entendían como signo de la acción creadora de Dios en la historia (encarnación del Hijo de Dios en y por María). Conforme a la visión del EvTomás, la madre de Jesús no puede convertirse en signo de vida eclesial, como ha hecho el evangelio de Juan (cf. Jn 2, 1-11; 19, 25-27). Pero no podemos olvidar que algunos textos de mariología de la iglesia (incluido el famoso prefacio de las fiesta de la Virgen que dice que «María derramó sobre el mundo la luz eterna, sin perder la gloria de la virginidad») corren el riesgo de ser más gnósticos que cristianos. De todas formas, la gnosis de EvTom contenía también algunos valores que la iglesia posterior ha reprimido.

El más importante de ellos parece la igualdad entre varones y mujeres. Ciertamente, se trataba de una igualdad supra-sexual, de tipo interno, hecha de represión, más que de diálogo y creatividad social, en la fuerte tarea de la historia. Pero ella era muy valiosa y podría haber sido asumida por la gran Iglesia, que podría haberse convertido en principio de liberación humana, para varones y mujeres, en la línea del Magnificat (Lc 1, 56-65).

 (cf. M. Alcalá, El evangelio de Tomás. Palabras ocultas de Jesús, BEB 67, Sígueme, Salamanca 1989; A. Piñero (ed.), Textos gnósticos. Biblioteca de Nag Hammadi I-III, Trotta, Madrid, 1997-2000; A. Santos Otero, Evangelios Apócrifos, BAC 148, Madrid 1975; R. Trevijano, Estudios sobre el evangelio de Tomás, Fuentes Patrísticas, Ciudad Nueva, Madrid 1997).

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