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“Simplificando”, por Gonzalo Haya

Miércoles, 18 de septiembre de 2019

lo-que-creo-que-creoNo creo que me quede mucho tiempo para explorar caminos nuevos en este laberinto conceptual de nuestras creencias, por eso, en unos días de ejercicios espirituales, he intentado sacar una fotografía aérea de la estructura de este laberinto.

Hace ya más de diez años, fui redactando lo que luego publiqué como “Lo que creo que creo”, en el que describía mis búsquedas al volver a la teología después de más de veinte años de abandono. Ahora quizás se trate de escribir de forma simplificada “Lo que creo que creo II”..

  1. Lo que creo que creo

Interpretación de interpretaciones y todo interpretación. No podemos conocer la esencia de las cosas (ignotum X, La ley del universo); al menos no podemos conocerla con nuestra razón discursiva (l`esprit de géometrie), solamente interpretarla de una manera coherente y equilibrada, común para la mayoría (más o menos). Podemos percibirla por connaturalidad, (l`esprit de finesse), porque formamos parte de esa realidad última; podemos percibirla, pero no podemos explicarla, solamente expresarla con símbolos, en poesía, y con nuestra propia vida. La experiencia ética es lo más firme de  mis creencias.

  1. Vivimos cómodamente instalados en un sistema injusto, basado en la marginación y en la explotación de los más débiles.
  1. “Al final de la vida te examinarán del amor”

San Juan de la cruz, tan ortodoxo él, cayó en la cuenta de que la Inquisición podía examinar con lupa todos sus escritos, pero Dios sólo le examinaría del amor (y él lo practicaba en los hospitales, cuidando a los enfermos, y fregando sus bacinicas).

El evangelio de Mateo atribuye a Jesús algo parecido a lo de san Juan de la cruz: “porque tuve hambre y me diste de comer…”. Marcos, Mateo y Lucas nos cuentan que Jesús, en territorio pagano, curó a un endemoniado; el hombre quiso quedarse con él como los demás discípulos, pero Jesús lo envió a contar a los suyos “todo lo que el Señor ha hecho contigo y cómo ha tenido compasión de ti”. Esta fue toda la preparación de este catequista (apóstol, diácono, o como queramos interpretarlo).

Más que cualquier plano o brújula, para rastrear el camino, nos guiará el aroma  que exhala un amor gratuito y universal. Ese es el guía de la gente sencilla: “Te doy gracias, Padre… porque has ocultado estas cosas a los entendidos y  se las revelaste a los ignorantes”.  

  1. Tres principios interactúan en la orientación práctica y teórica de mi vida

El ejemplo de Jesús de Nazaret, Los Signos de los tiempos, y mi conciencia.

Ninguno de los tres es suficiente en sí mismo. Jesús nos ha llegado muy filtrado por las interpretaciones de las primeras comunidades cristianas, y no conoció los problemas del siglo XXI. Los Signos de los tiempos son muy ambiguos y se prestan a diversas interpretaciones. La conciencia es la voz de Dios, o su misma presencia con la que nos identificamos; pero fácilmente manipulable por nuestros egoísmos. Las tres interpretaciones (como imágenes superpuestas) nos ayudan a perfilar la imagen resultante. Al final quien decide, mejor o peor, es la propia conciencia. ¡Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”.

  1. Las religiones, y muchas creencias, son métodos socialmente compartidos de comunicarnos con lo Trascendente.

Ahora nos comunicamos con Dios personalmente “confusamente, como por medio de un espejo”, y socialmente mediante unas normas y ritos, basados en unas creencias. La manera más concreta de comunicarnos con Dios, tanto los creyentes como los no creyentes, es cuidando, compartiendo, y defendiendo a los más necesitados.

  1. “Fiarse de Dios y reírse de uno mismo“

Como resumen de este resumen, me quedo con la acertada expresión de José María Díez Alegría: “Fiarse de Dios y reírse de uno mismo“. (¿Qué Dios? El, La, Lo Trascendente).

Gonzalo Haya

Fuente Fe Adulta

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