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La adúltera y los hipócritas. Domingo 5º de Cuaresma. Ciclo C.

Domingo, 13 de marzo de 2016
hipocresia-proxenetismo_image006Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

En el contexto de la Cuaresma, la liturgia nos ofrece un evangelio muy adecuado, que habla de pecado y perdón, a partir de un hecho concreto: una mujer sorprendida en adulterio. Se trata de un pecado condenado en todas las legislaciones antiguas y en el Decálogo. El problema que plantean a Jesús es qué hacer con la adúltera. Del tema ya se habían ocupado los legisladores antiguos.

La ahogamos con el adúltero (Código de Hammurabi)

            Es la respuesta del famoso Código de Hammurabi, rey de Babilonia muerto hacia 1750 a.C. En el párrafo 129 dictamina: “Si la esposa de un hombre es sorprendida acostada con otro varón, que los aten y los tiren al agua [al río Éufrates]; si el marido perdona a su esposa la vida, el rey perdonará también la vida a su súbdito.” Adviértase que la ley empieza por la mujer, pero los dos merecen la condena a muerte, aunque cabe la posibilidad de que el marido perdone.

La apedreamos (escribas y fariseos)

            En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?” Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.

El apedreamiento es el procedimiento más frecuente en la Biblia para ejecutar a un culpable. Cosa lógica ya que en Israel no abunda el agua, como en Babilonia, y sí las piedras. Sin embargo, estos escribas y fariseos no habrían aprobado un examen de Biblia por dos motivos.

1) La Ley de Moisés, que usa a menudo el verbo “apedrear” para hablar de un castigo a muerte, nunca lo aplica al adulterio. El texto que podrían invocar sería este del Deuteronomio: “Si uno encuentra en un pueblo a una joven prometida a otro y se acuesta con ella, los sacarán a los dos a las puertas de la ciudad y los apedrearán hasta que mueran: a la muchacha porque dentro del pueblo no pidió socorro y al hombre por haber violado a la mujer de su prójimo” (Dt 22,23-24). Pero esta ley no habla de adulterio, sino de violación (aparentemente consentida) de una muchacha.

2) Si tienen tanto interés en cumplir la Ley de Moisés, al primero que deberían haber traído ante Jesús es al varón, ya que también a él lo han sorprendido en adulterio y por él comienza la ley (“Si uno encuentra a una joven…y se acuesta con ella”). Hay un caso en el que solo se habla de apedrear a la muchacha, pero tampoco se trata de adulterio, sino de la que ha perdido la virginidad mientras vivía con sus padres. Cuando se casa, su marido lo advierte y lo denuncia, si la denuncia es verdadera “sacarán a la joven a la puerta de la casa paterna y los hombres de la ciudad la apedrearán hasta que muera, por haber cometido en Israel la infamia de prostituir la casa de su padre”. (Dt 22,20-21).

¿Cómo puede un escriba, con tantos años de estudios bíblicos, cometer estos errores elementales? ¿Por ignorancia? ¿Por el deseo de interpretar la ley de la forma más rigurosa posible? ¿Para poner a Jesús en un aprieto y poder acusarlo, como dice Juan? Efectivamente, si la perdona, no cumple la ley; si dice que la apedreen, demuestra que no tiene esa compasión de la que tanto presume.

La perdonamos (Jesús)

            Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: “El que no tiene pecado, que le tire la primera piedra.” E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos.     Y quedó solo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: “Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?” Ella contestó: “Ninguno, Señor.” Jesús dijo: “Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.”

            Jesús no precipita su respuesta. Le piden una opinión (“¿qué dices tú?”) pero se calla la boca y escribe en el suelo. Ellos insisten. Buscan lana y salen tranquilados. “Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”. El principal pecado de escribas y fariseos no es la ignorancia, ni el rigorismo, sino la hipocresía.

Cuando se retiran, solo quedan Jesús y la mujer, ella de pie en el centro. Un imagen de gran impacto, digna de la mejor película. Por suerte para la mujer, Jesús no es un confesor a la vieja usanza. No le pregunta cuántas veces ha cometido adulterio, con quién, dónde, cuándo. Se limita a dos preguntas breves (“¿dónde están?, ¿nadie te ha condenado?”) y a la absolución final: “Yo tampoco te condeno. Ve y en adelante no peques más”.

A veces se habla de la actitud de Jesús con los pecadores de forma muy ligera, como si los abrazase y aceptase su forma de vida. Pero a la mujer no le dice: “No te preocupes, no tiene importancia; ya sabes a quién tienes  que acudir la próxima vez”. Lo que le dice es: “en adelante no peques más”. Se lo dice por su bien, no porque corra peligro de ser apedreada. A este caso, cambiando de género, se puede aplicar el proverbio bíblico: “El adúltero es hombre sin juicio, el violador se arruina a sí mismo” (Prov 6,32). Eso es lo que Jesús no quiere, que la mujer se arruine a sí misma.

El buen ejemplo de los escribas y fariseos

            A pesar de su hipocresía y mala idea, hay que reconocerles algo bueno: se van retirando poco a poco, empezando por los más viejos. Hoy día, somos muchos los que conocemos la opinión de Jesús pero seguimos considerándonos buenos y no vacilamos en apedrear (más con palabras y juicios condenatorios que con piedras) a quien hemos elegido como víctima.

Nota: Un texto escandaloso

            Este pasaje del evangelio es de los más desconcertantes para los especialistas. Forma parte del evangelio de Juan, pero falta en los mejores manuscritos, códices y leccionarios; otros lo trasladan al final del evangelio de Juan; y algunos lo traen en el evangelio de Lucas (después de 21,38s o de 24,53). Como si hubiese sido una hoja suelta que muchos dudaban de incluir y otros no sabían dónde meter.

No es raro que este pasaje provocase dificultades. Con el criterio “quien esté libre de pecado que tire la primera piedra” podrían verse libres desde los terroristas del Isis hasta los ladrones de guante blanco. Naturalmente, no es eso lo que pretende Jesús. Sus palabras finales a la mujer, “no peques más”, dejan claro que no defiende un mundo en el que cada cual hace lo que quiere.

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