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“Biblia e ideología de género”, por Carlos Osma

Miércoles, 18 de octubre de 2017

holi-2460509_960_720De su blog Homoprotestantes:

En la inmensa mayoría de las lecturas que se hacen del texto bíblico encontramos lo que nosotras llamaríamos una ideología heterocentrada. Digo nosotras llamaríamos, porque por mucho que nuestras hermanas y hermanos en la fe estén cada vez más obligadas a definirse como heterosexuales, lo hacen por la presión que realizamos. Si no fuera por nuestra pesadez, no serían hetero nada, ni defenderían ideología alguna, porque lo suyo lo definen como naturaleza, biología, y no sé cuantas absurdeces más. Pero nosotras ponemos al descubierto que hay una ideología tras sus planteamientos que se puede resumir con las dos afirmaciones siguientes: Si una persona nace con un pene, es un hombre, y se siente atraído por las mujeres; y si por el contrario nace con una vulva, es una mujer, y se siente atraída por los hombres. Cierto es que esta ideología no niega que existan otras posibilidades, pero como cualquier otro sistema represivo, quienes no encajan son considerados enfermas, pecadores, pervertidas, peligrosos, y se toman medidas contra ellas.

Creo que el texto bíblico debería leerse desde otras ideologías más liberadoras que no creen víctimas, ya que no entiendo cómo se puede afirmar que la Biblia es un texto liberador, y al mismo tiempo utilizar una ideología opresora para interpretarlo. La ideología es un medio del que por una parte no podemos escapar, ya que siempre reflexionamos desde una de ellas, pero que no limita completamente, ya que podemos cambiar de ideología si esta se revela como opresora y tenemos otras a nuestro alcance que no lo son, o al menos, no lo son tanto.

Mucho se comenta en los entornos cristianos sobre la peligrosísima y diabólica ideología de género, sin embargo, a uno le da un poquito de vergüenza escuchar a sus representantes en entrevistas o artículos hacerse las víctimas y llamando al Armagedón con un discurso que deja claro que no saben de lo que están hablando. Por esa razón he pensado (imagino que lo de haber sido profesor de escuela dominical te marca para toda la vida) que podría hacer una pequeña introducción para que por lo menos cuando nos insulten (eso lo van ha hacer de todas formas), si leen este artículo, lo hagan con el vocabulario adecuado. Así que, para no hacer este artículo interminable, me voy a centrar en los conceptos más básicos que utilizan los estudios de género, y los voy a relacionar también de una manera sencilla con una lectura no heteronormativa del texto bíblico.

Distinguimos cuatro ejes, el primero de ellos sería el sexo biológico y se refiere a nuestras características físicas-biológicas, es decir que tiene que ver con nuestros órganos, hormonas, cromosomas… Así que en cuanto al sexo biológico si por ejemplo el apóstol Pablo nació con pene, y supiésemos con seguridad que sus cromosomas eran XY, podríamos decir que Pablo era macho. Pero si por una de esas casualidades a pesar de tener un pene, sus cromosomas eran XX, estaríamos ante una persona intersexual1 en el Nuevo Testamento. Así que para empezar la única herramienta hermenéutica que justificaría dar por hecho que Pablo era macho, sería un análisis cromosómico, lamentablemente (o afortunadamente) no tenemos sus restos mortales y en el siglo primero no se realizaban estudios cromosómicos. De todas formas, creo que en el caso de que Pablo fuera intersexual (algo que deberíamos dar por hecho quienes apostamos por hacer de la Biblia un lugar liberador para todas, sobre todo para las minorías que padecen discriminación), no creo que añadiese o quitase valor alguno a sus afirmaciones más controvertidas, o a su visión sobre la justificación por la fe, a menos que los análisis cromosómicos se conviertan ahora en legitimadores de teologías (tiempo al tiempo). Reconozco que puede parecer poco verosímil que Pablo naciera con vulva y cromosomas XX, es decir, que fuese una hembra. El entorno judío (y no judío) no era nada propicio en estas situaciones, aunque a quienes nos encanta Barbra Streisand su película Yentl nos haga creer que todo es posible. Quizás Pablo fue una Yentl desde que nació, y sus textos más misóginos tengan un origen en la autonegación. Sé que es una propuesta arriesgada, pero no me negarán que si hubiera sido así, sus palabras en la carta a los Gálatas: “No hay macho ni hembra porque todos sois uno en Cristo Jesús”, alcanzarían todo su sentido. Para quienes en este momento se estén rasgando las vestiduras, les diré que se pregunten si cuando ellas dan por sentado que Pablo era un macho, no introducen en el apóstol ideas y categorías actuales que nada tienen que ver con la autocomprensión del propio Pablo. Al menos en mi reflexión la teología ficción no pretende engañar a nadie, y su única voluntad es muy evangélica: la liberación.

El segundo eje es el género, y tiene que ver con la manera con la que nos sentimos, la forma en la que nuestro cerebro interpreta quienes somos dentro de las propuestas que nos son dadas. Así por ejemplo la reina Esther podía ser una mujer, pero no porque tuviera una vulva, dicho de otra forma, la reina Esther no tenía que pararse a pensar que tenía entre las piernas para saber que era una mujer (imagino que mis lectoras tampoco lo harán), sino que su cerebro se entendía de esa manera. De la misma manera quizás podríamos entender que Ruth era un hombre, pero por haber nacido hembra fue obligado a asumir las obligaciones sociales que le fueron impuestas. ¿Quién puede demostrar que no fue así? ¿Quién necesita que Ruth fuera una mujer para que su historia y su ejemplo puedan considerarse dignos de estar recogidos en el Canon? El texto bíblico, a diferencia de la mayoría de sus intérpretes, no se introduce en el cerebro de Ruth para aclararnos cuál era su género. Pero para nosotros Ruth por él mismo y por su ejemplo, era divino, y si se percibía a sí mismo como un hombre, pues estaría dando voz a tantos y tantos de ellos que a lo largo de la historia han tenido que luchar como él para sobrevivir. Para simplificar las cosas, acabaré este segundo eje explicando que nada nos impide pensar que José, el hijo de Jacob, era genderqueer, es decir, que no se sentía del todo cómodo con los conceptos hombre/mujer que había a su alrededor. Quizás fue esa la razón por la que era capaz de soñar e interpretar imposibles. Quizás por eso despertó la envidia de sus hermanos, que necesitaban que José fuera un hombre como ellos. La túnica de colores con la que se vestía era un reflejo de la diversidad que era capaz de albergar, así lo entendió su padre cuando se la regaló, o el Faraón cuando al nombrarlo gobernador de Egipto, le hizo vestir con ropas de lino fino y puso un collar en su cuello. Ninguno de los hombres que lo rodearon al nacer, era como José, ni tampoco las mujeres. Él fue sin embargo el escogido de Dios, porque Dios no necesita un género determinado para manifestarse.

El tercer eje es la expresión de género y tiene que ver con los roles tradicionales que expresan el género. Según estos roles, nosotras podríamos entender que el Dios de Jesús es femenino, ya que se comporta con los roles que en nuestra sociedad (hoy y a esta hora) se asocian con la feminidad: amor, cuidado, protección, perdón, debilidad, tolerancia, etc. De aquí podríamos inferir que los roles masculinos tan presentes hoy en el cristianismo, quizás no tiene mucho que ver con el Dios Padre de Jesús, y que lo que se demanda de cristianos y cristianas es que nos feminicemos para parecernos más a ese Dios que el Jesús crucificado nos revela. Por otro lado también podríamos decir que Débora, jueza de Israel, era masculina, una líder del pueblo que impartía justicia, que llamaba a la guerra en nombre de Dios, y que tomó a diez mil hombres bajo su mando para luchar y vencer a los cananeos. Personalmente creo que muchas personas, independientemente de si son hombres, mujeres o genderqueer, cuando llegan a lugares de responsabilidad dentro de las comunidades cristianas, lo hacen con una expresión de género masculina. El llamado a la guerra contra las personas lgtbi nace también de esta manera masculina de entender el cristianismo, cuando lo que urge para seguir al Dios de Jesús, es feminizarlo. No tenemos demasiados indicios en los evangelios sobre la expresión de género de María Magdalena, aunque todo el mundo da por hecho que era femenina (incluso los más literalistas), sin embargo nada nos impide pensar al leerlos que fuera una persona andrógina, es decir que se comportaba indistintamente, o según el contexto, de manera masculina o femenina. Y es que al final, cuando de la necesidad se hace virtud, muchas personas son capaces de sentirse cómodas en los roles que supuestamente no les corresponderían. Y el valor que tiene el testimonio de María Magdalena, no reside en si era fiel a la expresión de género que se le imponía, sino en su voluntad de seguimiento de Jesús hasta la cruz. Demostrando valor, empatía, fuerza, o cuidado.

En último lugar, el cuarto eje es la orientación sexual, en este caso todo gira alrededor de las personas por las que sentimos atracción sexual. Si suponemos que el rey David era bisexual (porque nos da la gana y porque lo único que nos diferencia de quienes utilizan las lecturas heteronormativas es que nosotras explicitamos que estamos proyectando nuestra ideología), significaría que se sentía atraído tanto por hombres como por mujeres, lo cual explicaría su amor por Jonathan y su relación con otras mujeres. Tampoco hay nada que nos impida creer que la hospitalaria Lidia que encontramos en el libro de los Hechos de los Apóstoles era heterosexual, es decir, que se sentía atraída exclusivamente por hombres. Aunque estaría bien recordar que, si suponemos era mujer, la atracción que ella podía sentir no le importaba a nadie. Como tampoco importaba quien le gustaba a María, la madre de Jesús, una joven obligada a casarse mediante un matrimonio concertado con un hombre mayor que ella. Aunque si hay un lugar en la Biblia donde la vemos reflejando amor y cariño por alguien, es cuando visita a su prima Elisabet. Por eso estamos convencidos que si Jesús saltó en su vientre cuando estas se encontraron, es porque fue capaz de conocer el amor sincero, aunque al parecer oculto, entre ambas. No hay ni una sola palabra en el evangelio que nos impida creer que María era lesbiana, es decir: que se sentía atraída por personas de su mismo sexo. Lo mismo podemos decir de su hijo Jesús, (a quienes entendemos) nos resulta más que evidente que era gay, que le atraían los hombres. De hecho, el Evangelio de Juan repite constantemente que Juan era el discípulo al que Jesús amaba (y de una manera diferente al resto). Por tanto afirmar que María y Jesús necesariamente eran heterosexuales, es dejarse llevar por una ideología heteronormativa que pretende borrar de la historia a mujeres y hombres que amaron y gozaron con personas de su mismo sexo. Me podría extender, pero para no aburrir a nadie, y porque mi única intención es animar a mis lectores y lectoras a abrirse a otras lecturas y a ser más libres a la hora de aproximarse a los textos bíblicos (no hay lecturas o aproximaciones opresivas que puedan liberar a nadie), acabaré diciendo que Abel era asexual, una persona que no sentía atracción sexual por nadie, no sabemos si era una fase, si estaba rodeado de tan poca gente que ninguna le“hacia tilín”, o si simplemente el joven no estaba por la labor. Sin embargo, y eso es lo importante, Dios sentía un aprecio especial por él (algo que no soportó Caín ¿cuál sería su orientación sexual?).

Sé que me he dejado muchas posibilidades, pero lo más relevante de la llamada “ideología de género” es que invita a todas aquellas personas que no encajan del todo en ninguno de sus modelos, a sumarse, a añadir experiencias, no hay nadie excluido, no hay nadie al que se le pueda decir que está enfermo, o perdida, o que es un depravado. Su voluntad es la liberación, y por eso creo que esta ideología es más útil para las personas que seguimos a Jesús, que la ideología heteronormativa. Esa que excluye y que convierte al cristianismo en algo que nada tiene que ver con el Jesús que nos llamó a todas y todos para construir el Reino, para sumar por la liberación, para amar a quienes son como nosotros, y a quienes son distintas. Así que, si no te has sentido reflejado o reflejada del todo en alguno de los cuatro ejes que he expuesto, o incluso si quieres añadir un eje más, no tienes más que compartir aquí mismo tu experiencia. Seguro que más de una te lo agradecerá.

Carlos Osma
Notas:
1El caso que describo es sólo una posibilidad de intersexualidad. El término en general se utiliza para indicar una variedad de situaciones en las que una persona nace con unas características físico-biológicas que no encajan en los conceptos macho/hembra.

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