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El rico y el pobre están a la misma distancia del Reino.

Domingo, 14 de octubre de 2018
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cristoy-jovenMc 10, 17-30

Es un episodio entrañable, pero es muy ambiguo en la redacción y desconcertante en el desenlace. El hombre rico no se decide a dar el paso. Aunque lo verdaderamente importante es el motivo por el que se niega a seguir a Jesús: las riquezas. Para los judíos, las riquezas habían sido siempre signo de la bendición de Dios. Jesús no puede arremeter contra ellas y hacernos ver que son la causa de todos los males. Sabemos que fue un tema muy discutido entre los primeros cristianos. El relato nos deja ya una muestra de esta controversia.

El llegar corriendo, indica gran interés y una urgente necesidad. El joven era rico, pero no las tenía todas consigo. Sin duda, el rico esperaba de Jesús algún precepto aún más difícil que los de Moisés, que estaría dispuesto a cumplir. Jesús no añade más preceptos sino una propuesta original. En vez de seguridades, confianza sin límites. En vez de cumplimiento de la Ley, seguimiento. Jesús sube a Jerusalén, va a la muerte. Seguir a Jesús supone estar dispuesto al fracaso. El arrodillarse, es un signo exagerado de respeto y admiración.

“Heredar vida definitiva”. No está nada claro el sentido de esa expresión. El texto dice “zoe aionion” que es una expresión muy ambigua. Al traducirla la Vulgata por ‘vida eterna’ condicionó su sentido durante demasiado tiempo. En tiempo de Jesús, significaba garantizar una existencia feliz más allá de la muerte. El rico ya tenía garantizada la existencia feliz en el más acá. Lo que busca en Jesús, es asegurar las misma felicidad para el más allá. No podemos mantener hoy este significado, pero tampoco tenemos claro un sustituto.

Los mandamientos que Jesús le recuerda son los de la segunda tabla, es decir los que se refieren al prójimo, no los que se refieren directamente a Dios. Esta enseñanza es original y exclusiva de Jesús. Para cualquier judío, los más importantes eran los de la primera tabla, que se refieren a Dios. Está clara la intención de hacernos pensar en una nueva manera de religiosidad: la humanidad se manifiesta en la relación con los demás, no con Dios. Es imposible tener acceso a Dios si me desentiendo del próximo que me necesita.

¿Por qué me llamas ‘bueno’? El texto griego dice “agazos” no “kalos” que él mismo se aplica. Jesús revela donde está la verdadera pobreza. Él se siente vacío hasta de la misma bondad. El hombre ni es nada ni tiene nada, porque ni siquiera hay un sujeto (ego) capaz de ser o tener. Es difícil no dejarse atrapar por las riquezas, pero es mucho más difícil superar el sentimiento de superioridad. Lo nefasto será creerme bueno y con derechos ante Dios.

Una cosa te falta. Es lo verdaderamente importante del relato. Jesús no da importancia al cumplimiento de la Ley. Lo que le falta no es vender lo que tiene sino seguirle. El desprenderse de todo es una exigencia del seguimiento. Para ‘heredar la vida’, basta cumplir la Ley; para entrar en el Reino hay que preocuparse de los demás. Con todo no está claro a qué se refiere Jesús. El joven le pregunta por una vida para el más allá y el texto sugiere que le responde con una invitación a seguir a Jesús en el grupo que le acompañaba.

¡Qué difícil será entrar en el Reino, al que pone su confianza en las riquezas! Las riquezas en sí ni son buenas ni son malas. Es absurdo pesar que Dios prefiere que pasemos necesidades. El apego a las posesiones sin tener en cuenta al pobre o, peor aún, a costa de él, es lo que impide al hombre alcanzar una meta verdaderamente humana. El desenlace es triste, pero el comentario que hace Jesús es aún más desolador. Los discípulos no están preparados para entender a Jesús y quedan hundidos en la miseria.

Entonces, ¿quién podrá ‘salvarse’? Los discípulos siguen pensando que es imposible subsistir sin seguridades. La pregunta no se refiere a quién podrá salvarse en el más allá, como la salvación tal como la entendemos hoy, sino quién podrá mantener una vida verdaderamente humana, si se desprende de todo lo que tiene y no asegura su futuro. Así cobra sentido la respuesta de Jesús, “para los hombres, imposible, no para Dios”.

Estamos ante uno de los textos más difíciles de comprender de todo el evangelio. Llevamos veinte siglos dando tumbos entre la demagogia barata y el espiritualismo tranquilizador pero estéril. No podemos sacar una norma general de una propuesta individual. Si vende los bienes, se supone que tiene que haber un comprador, que estará, de entrada, condenado. Jesús no puede dar una norma, que, para poder cumplirla, exige que otro no la cumpla.

Buscar la propia salvación individual aquí abajo o en el más allá, es la mejor señal de no haber superado el “ego”. El objetivo último de todo ser humano es la entrega incondicional al servicio del otro. El apego a las riquezas nace siempre del falso yo. Mientras exista la preocupación por uno mismo, no puede alcanzarse la meta. El obstáculo no son las riquezas sino la existencia del yo que me lleva a buscar seguridades para más acá o para el más allá.

Pensar que el rico está condenado y el pobre está salvado, es demagogia. El hecho de tener, o no tener bienes materiales, no es lo significativo. El que no tiene nada, puede estar más apegado a los bienes que ambiciona, que el rico a lo que posee. Lo difícil es mantener un equilibrio que nos permita cubrir las necesidades imprescindibles para mantener una sana biología y alcanzar una verdadera humanidad, dándose al otro. Tanto el pobre como el rico tendrán que dar un paso para entrar en la dinámica del evangelio.

Otra trampa frecuente es creer que el evangelio propone solo la pobreza de espíritu. Según esta interpretación, no importa lo que hayas acumulado, con tal de que tengas “espíritu cristiano”, lleves una vida “religiosa” y seas capaz de dar limosna y hacer “obras de caridad”. La Iglesia como institución ha caído en esta trampa. Bajo el pretexto de tener para dárselo a los pobres, no le ha importado acumular ingentes riquezas. No basta que la Iglesia atienda a los pobres. La Iglesia tiene que ser pobre y renunciar a las seguridades.

El relato no ofrece un cristianismo a dos velocidades. Los ‘consejos evangélicos’ serían un plus voluntario para los más decididos. Esto ha hecho mucho daño, porque ha dado motivo a la mayoría de cristianos para pensar que lo que dice el evangelio no va con ellos. Ha hecho daño también a los que optan por la vida religiosa, porque les ha hecho creer que son los perfectos y con más derechos ante Dios porque han renunciado a las posesiones materiales.

El fariseísmo que seguimos manteniendo en este tema es desconcertante. Seguimos buscando mil escusas para no vernos obligados a entrar en la dinámica del evangelio. Incluso cuando renunciamos al consumo o a las seguridades terrenas lo hacemos esperando que me lo paguen con creces en el más allá. Es un hecho que muchos de los puestos de la jerarquía se buscan expresamente para medrar y tener más dinero y más poder.

La propuesta de Jesús no conlleva ninguna renuncia. Si, al llevarla a la práctica, tenemos la sensación de perder algo, es que no hemos comprendido nada. Se trata de elegir el camino que me lleve a la plenitud de humanidad. Como seres limitados, elegir un camino lleva consigo el renunciar a otro. En contra del sentir común, el renunciar a tener más no es de tontos, sino de personas muy despiertas. La sabiduría consistiría en la libertad de elección.

Meditación

¿Qué sentido tiene emprender una carrera
si no tienes intención de llegar a la meta?
Es ridículo pensar que Dios nos exige renunciar a algo.
Tomar conciencia de lo que es mejor será el primer paso.
La plenitud de ser y los apegos son incompatibles.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Oprimir al pobre.

Domingo, 14 de octubre de 2018
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jesus-e-o-jovem-rico“Mientras que la pobreza, la injusticia y la desigualdad existan en nuestro mundo, ninguno de nosotros podrá realmente descansar” (Nelson Mandela)

Mc 10, 17-30

Jesús lo miró con cariño y le dijo: Una cosa te falta: Anda, vende cuanto tienes y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; después sígueme

Un comentarista de este texto del evangelio de Marcos viene a decir que, al joven rico, aunque se esfuerza en ser bueno, su riqueza le convierte en constructor de una sociedad injusta y no en el reino de Dios. La opción por los pobres no excluye a los ricos; son los ricos los que se auto excluyen por no optar por los pobres. Al joven rico le distingue el verbo acumular: riqueza, prestigio, méritos, etc. Jesús le propone un cambio: el de “acumular” por el de “compartir” su vida y su riqueza con los pobres.

Los profetas del Antiguo Testamento denuncian la riqueza como un obstáculo para el reino: Isaías: “¡Ay de los que añaden casas a casas y juntan campos con campos, hasta no dejar sitio, y vivir ellos solos en medio del país! (Is 5, 8); Amós: “Así dice el Señor: A Israel no le perdonaré, porque venden al inocente por dinero y al pobre por un par de sandalias, y revuelcan en el polvo al desvalido y tuercen el proceso del indigente” (Am 2, 6-7).

Jesús, interpretando el AT en vertiente positiva, se preocupaba por satisfacer las necesidades espirituales de la gente, pero antes procuraba atender sus necesidades físicas, y respondía mediante actos de misericordia“Entonces el rey dirá a los de la derecha: Venid benditos de mi Padre, a heredar el reino que obtengo preparado desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, sed y me disteis de beber, era inmigrante y me acogisteis, estaba desnudo y me vestisteis, estaba enfermo y me visitasteis, estaba encarcelado y vinisteis a verme” (Mc 25, 34-36). Las obras de misericordia realizadas por amor aparecen libres de cualquier limitación que condicione su valor.

Interpretación, no sólo del Maestro, sino también de sus discípulos. En su primera Carta, 3, 18, dice: Hijitos, no hablemos de palabra y con la boca, sino con obras y de verdad. Así conoceremos que procedemos de la verdad y ante él tendremos la conciencia tranquila. Pues, aunque la conciencia nos acuse, Dios es más grande que nuestra conciencia y lo sabe todo”.

Ya seis siglos antes de Cristo, Confucio (551- 459), reconocido pensador chino dijo: “En un país bien gobernado, la pobreza es algo de lo que avergonzarse. En un país mal gobernado, la riqueza es algo de lo que avergonzarse”. Y Nelson Mandela en nuestros días: “En un país bien gobernado, la pobreza es algo de lo que avergonzarse. En un país mal gobernado, la riqueza es algo de lo que avergonzarse”.

Hay dos clases de Obras de Misericordia: Corporales y Espirituales. En Marcos 25 se mencionan las seis primeras de las corporales, como la razón por la cual los pobres heredan el reino. El himno del Magníficat, atribuido a María en su visita a su prima Isabel, pone en su boca estas palabras reconociendo la providencia de Dios en el mundo: “Él hizo proezas con su brazo: dispersó a los soberbios de corazón, derribó del trono a los poderosos y enalteció a los humildes, a los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió sin nada”.

Muchos compositores famosos: Tomás Luis de Victoria (1548-16-11), Claudio Monteverdi (1567-1643), Vivaldi (1678-1741), (Johann Sebastian Bach (1685-1750), Franz Schubert (1797-1818) y Anton Bruckner (1824-1896), entre otros.

“Mientras que la pobreza, la injusticia y la desigualdad existan en nuestro mundo, ninguno de nosotros podrá realmente descansar” (Nelson Mandela). Y Mc 10, 21 nos presenta a un Jesús que quiere remediar esa desigualdad e injusticia.

“Jesús lo miró con cariño y le dijo: Una cosa te fe falta: Anda, vende cuanto tienes y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; después sígueme. A estas palabras frunció el ceño y se marchó triste, pues era muy rico” (Mc 10, 21-22)

TESOROS EN EL CIELO

Yo los quiero en la tierra,
y no quiero tesoros en el cielo.
Quizás mañana es tarde. El banco cierra.

Yo no quiero “un tendrás”, yo quiero “un tengo”
que mantenga mi hacienda.

Quiero seguir tus pasos y consejos,
pero quiero también mis tierras,
legado de mis padres y mi esfuerzo.

No me place, Maestro de cosechas,
dejar mis campos y fruncir el ceño
únicamente por perder mi hacienda.

¿Seguirte sólo por un sueño?

(EVANGÉLICO CUARTETO.
Ediciones Feadulta)

 

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Todo lo cumplo.

Domingo, 14 de octubre de 2018
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los-jovenes-se-apartan-de-la-religionMc 10,17-30

Está claro que no hay una única respuesta a la pregunta: ¿Qué he de hacer? Resulta llamativo que Jesús, que conoce los corazones, diga primero al joven una cosa y que, al ver su respuesta, dé un paso más y endurezca las condiciones para adquirir el “tesoro en el cielo”.

El joven pretende “heredar” la vida eterna. Jesús le responde en su propio lenguaje: para tener un “tesoro”… Pero si el joven quiere adquirir algo, Jesús le dice que lo que tiene que hacer es soltar eso mismo que tanto anhela. En la lógica de Jesús, la manera de adquirir es dar. Porque la confianza no puede estar puesta en las cosas que nos dan una supuesta seguridad.

De hecho, los discípulos podrían esperar que, de acuerdo con la respuesta de Jesús, ellos sí deberían recibir la recompensa, pero, sin embargo, en un primer momento, se espantan por la dureza de Jesús para entrar en el Reino. ¡Qué difícil es para los ricos entrar en el Reino! Pero si ellos lo han dejado todo, ¿por qué se asustan y temen por su salvación? Tal vez porque comprenden que si ellos hicieran la misma pregunta: ¿qué tengo que hacer? las propuestas de Jesús serían cada vez más incisivas hasta llegar al núcleo del problema. ¿Dónde tenemos puesta nuestra confianza? ¿Dónde nuestra seguridad? Y cuando llegue Jesús allí, nos propondrá soltar.

Pero las palabras de Jesús son tranquilizadoras: no depende de ellos la salvación sino de Dios. Pedro se anima entonces y defiende su posición y la de los demás en cuanto a los bienes que han dejado. Y Jesús confirma que están en el buen camino.

Si leemos detenidamente el relato, hay varias cosas que llaman la atención. La primera es la denominación de Jesús como Maestro “bueno” y el rechazo por parte de Jesús. Él no acepta el apelativo bueno, ni siquiera para sí mismo: “Solo Dios es bueno”. El joven parece darse cuenta y, a continuación, solo lo llama “Maestro”.

Otra cosa que llama la atención es la actitud del joven. Este se acerca corriendo, con todas sus fuerzas puestas para conseguir su objetivo. Sabe que es un cumplidor de la ley que corre con ventaja. Cree que no habrá problemas para hacer y cumplir lo que Jesús le diga. Él siempre ha cumplido todo y ahora no será una excepción. Podemos pensar que él se considera a sí mismo bueno. Pero la respuesta de Jesús lo desconcierta. Y ya no podrá decir con tanta facilidad “todo lo cumplo”, “soy bueno”. La propuesta de Jesús le producirá tristeza hasta que no pueda desprenderse de todo aquello en lo que pone su confianza. Comprenderá, en fin, que la bondad no se consigue por cumplir lo mandado, sino que es don de Dios.

Sabemos que se fue triste. Sabemos que su conversión es posible desde la acción de Dios. ¿Se desprenderá al fin de su fuente de seguridad? Hay biblistas que afirman que no podemos decir qué fue de él. Otros ven la realización de esta vocación en Mc 14,51-52. Allí aparece un extraño muchacho siguiendo a Jesús hacia su muerte con solo una túnica. Lo intentan atrapar, pero él suelta la túnica y escapa. Ciertamente es la contracara de este joven que realiza la máxima expresión de libertad, desapego y seguimiento. Ya sea que se trate o no del mismo joven, el evangelista muestra la plenitud de este relato. Y demuestra que “Para los hombres es imposible, no para Dios. Dios lo puede todo”.

Paula Depalma

Fuente Fe Adulta

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Y ¿Cómo se vive bien?

Domingo, 14 de octubre de 2018
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hqdefaultDel blog de Tomás Muro, La Verdad es libre:

01. SE TRATA DE VIVIR BIEN: VIDA ETERNA

Aquel hombre que se acerca a Jesús lo hace para preguntarle cómo se hace para vivir bien, para realizarse en la vida, para ser feliz: ¿Qué tengo que hacer para heredar la vida, para vivir bien? ¿Qué he de hacer para vivir feliz?

La vida definitiva, la calidad de vida, vida eterna no comienza después de la muerte, sino que comienza ya en este tramo de vida en el que estamos, en la historia, en el tiempo. Termina “allá”, pero esa vida ha comenzado ya aquí. (La tradición de San Juan habla no tanto de Reino, sino de vida: que tengan vida y la tengan en abundancia).

Ante la pregunta sobre cómo tener vida eterna, Jesús, -no sin alguna ironía-, le recuerda a aquel hombre lo que dicen siempre los sistemas religiosos y los eclesiásticos de turno: ya sabes lo que tienes que hacer: no mates ni robes, vete a Misa, cumple por Pascua, te confiesas de cuando en cuando, y al cielo, etc.

Aquel hombre, a su vez, le dice a Jesús: Todo eso ya lo he cumplido desde niño. Todo lo religioso ya me lo sé, pero ahí no hay vida.

Lo que no dice el texto, pero se supone, es que aquel joven no era feliz, “no vivía”, porque si no, no habría ido donde Jesús. Lo cual significa que el sistema religioso: esos ritos religiosos, dogmas y normas no hacen feliz al ser humano, “eso no es vida”·, solemos decir coloquialmente… (absténganse neuróticos y fanáticos religiosos).

La razón por la que no era feliz no era que fuese una mala persona, sino que era muy rico. Lo mismo que el rico epulón, no es que fuese mala gente, sino que era rico. Lázaro era pobre, (Lc 16,19-31).

¿El dinero hace feliz?

Según Jesús, no se puede ser rico y feliz, ni se puede ser rico y tener vida noble, honesta, honrada, plena.

02. TENER VIDA DEFINITIVA.

Es frecuente escuchar que “hoy vivimos mejor que antes”. Depende lo que se entienda y se quiera decir con esta afirmación, puede que contenga algo de certeza.

En muchos países y sociedades tenemos muchos más medios tecnológicos que hace cincuenta o cien años: alimentación, electrodomésticos, medicina, transporte, informática, etc. Ahora bien, ¿Tenemos vida eterna, vivimos bien, somos felices? ¿Somos más felices, más libres, más honrados, más pacíficos que nuestros mayores o que hace cien años?

Quizás -exagerando un poco- creo que la riqueza, el capitalismo, incluso las ciencias nos han hecho más gordos , pero no mejores ni más felices. Creo que la vida se ha alargado en años, pero no ha mejorado en cuanto a valores.

Por el mero desarrollo económico y científico probablemente no hemos mejorado mucho en valores: paz, libertad, felicidad. Tenemos más medios, pero no somos más honrados, ni mejores que los que pasan en pateras o viven en las recónditas tribus africanas.

¿Somos más felices que nuestros padres o que nuestros mayores? ¿Tenemos más vida que nuestros antepasados? Sí, la medicina, la higiene, etc. nos puede ayudar a cumplir 100 años de vida, pero eso no significa que sea vida definitiva, vida eterna. Tenemos vida más “larga”, pero no por eso una vida mejor.

03. MISERIA Y RIQUEZA

imagesLa miseria no es deseable, ni mucho menos, pero la riqueza tampoco.

Me imagino que estas cosas no nos las creemos, por eso somos religiosos, pero no probablemente no somos cristianos.

Es evidente que hay que luchar contra la miseria, contra la injusticia y el hambre, contra las enfermedades, etc. Pero el ideal de vida, no está en el dinero, en el capital, al menos la vida como realización humana, como vida eterna.

La pobreza no es miseria, sino que la pobreza es una experiencia, vivencia amable de desprendimiento, bondad, solidaridad, honradez, honestidad.

04. POBREZA Y LIBERTAD / CONFIANZA Y SEGURIDAD.

Supuestamente la riqueza, como el poder confieren seguridad de vida. Por eso pensamos que, siendo ricos, añadiendo un poco prestigio, de clase social, poder y cargos, estamos ya seguros.

¿Seguros de qué?: Insensato, esta noche te pedirán la vida, lo que has amontonado ¿para quién será?, (Lc 12,20). (No olvidemos que la mortaja no tiene bolsillos, ni que nunca se ha visto un camión de mudanza detrás de un coche fúnebre, -papa Francisco-).

La riqueza, el rico se siente seguro, por eso no sabe lo que es la confianza, ni la bondad.

La pobreza es fuente de grandes valores. La pobreza crea confianza y libertad, sabiduría, austeridad, solidaridad, generosidad:

o La pobreza, como el evangelio es una CONFIANZA infinita en Dios. El rico busca y cree hallar la seguridad en el dinero. El religioso se siente seguro en el cumplimiento y en la precisión dogmática. Quien es pobre confía en el Señor y así es feliz, así tiene vida eterna. En Ti he puesto mi confianza desde la juventud. (Salmo 71).

o El que es pobre, quien se siente pobre, se siente LIBRE ante las cosas, ante los bienes. Produce mucha cansera existencial soñar obsesivamente con tener, porque jamás el dinero es bastante. Naturalmente que todos necesitamos comer y vestirnos, pero de ahí a la obsesión paranoica por el tener hay mucha distancia. La riqueza crea ansiedad y neurosis. Quien opta por vivir pobremente, es libre ante todo y ante todos, ante el poder y ante el capitalismo, incluso quien es evangélicamente pobre, se siente libre ante los entramados de la religión. (Por eso los sistemas religiosos, políticos, las Iglesias tienen alergia a las personas libres).

o AUSTERIDAD: En la vida nos hace bien vivir austeramente. Una cosa es la celebración, la fiesta y otra la vida cotidiana de trabajo y sencillez. Austeridad en el estilo de vida, en la vestimenta, en la comida, en el consumismo, en el trabajo, etc.

o La pobreza crea SOLIDARIDAD y GENEROSIDAD. Quien es libremente pobre, ese tal es solidario y generoso. Habiendo tanta miseria en el mundo, lo que me sobra -y es mucho- no es mío. Espontáneamente la pobreza tiende a mirar a los demás.

Jesús fue pobre: nació pobre, no tuvo dónde reclinar la cabeza y murió marginado. Jesús fue libremente pobre y en el evangelio habla con frecuencia de la pobreza como fuente de bendición. Felices los pobres. Los sistemas religiosos esclavizan, el evangelio, Jesús libera.
Jesús habló muy poco de cuestiones matrimoniales y de sexualidad, y estas pocas veces con gran misericordia: Yo no te condeno, le dice a la mujer adúltera, (Jn 8,11).

Es exageradamente chocante cómo en la historia de los eclesiásticos, se puede ser rico, pero no se puede ser divorciado.

Aquel hombre fue al encuentro de Jesús para tener vida. Pobre es ser un agradecido (gracia) radical. El cristiano (no el religioso) no se apropia de los bienes materiales, de la riqueza porque se fundamenta en la gratuidad (gracia). Pobre, libre, sabio es quien se ha encontrado con Cristo en la vida: un encuentro de confianza y de gracia.

05. JESÚS LE MIRÓ CON AFECTO. PARA DIOS NO HAY NADA IMPOSIBLE.

sin-techoJesús mira siempre al ser humano con bondad. También a los ricos y también los ricos.

Que vamos a vivir bien el cielo es evidente, lo que hace falta es vivir bien, vida eterna desde ahora.

Y esto se solventa no desde nuestros méritos, sino desde la bondad de Dios: para Dios no hay nada imposible

Estas cosas se ventilan en la profundidad de la vida. Es difícil hablar de la pobreza y casi imposible tratar de convencer a nadie de que “Bienaventurados los pobres” es verdad; son experiencias que se tienen en el fondo de la vida. Solamente en Dios descansa mi vida, (Salmo 61).

Sin embargo es verdad que se es feliz y bienaventurado siendo pobre.

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“Son de la humanidad”, por Gerardo Villar

Sábado, 13 de octubre de 2018
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879a9116-c926-4deb-8e88-fcd42a508fcaInmatriculaciones. Empieza, o mejor, sigue la batalla. A ver de quién son ciertos inmuebles de la iglesia.

No estoy preparado para dilucidarlo, no tengo preparación ni legal ni histórica. Pero me gustaría que este tema se enfoque desde principios humanos y cristianos. Resuena aquella invitación a Jesús “si quieres seguirme, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, y luego sígueme”.

Este me parece un principio fundamental: que todos los bienes sirvan para el bien común y muy en especial para los más empobrecidos. La respuesta del Papa Francisco fue clara: “Esta es una pregunta fácil. No son los tesoros de la Iglesia, sino que son los tesoros de la humanidad. Por ejemplo, si yo mañana digo que La Piedad de Miguel Ángel sea subastada no se podría hacer porque no es propiedad de la Iglesia. Está en una iglesia, pero es de la humanidad. Esto vale para todos los tesoros de la Iglesia”.

Me choca mucho cuando veo tesoros dados a una virgen o a un santo .Y siempre me pregunto o: ¿es que María o el santo necesitan esos tesoros? Sería muy positivo discernir con la Palabra qué bienes conviene mantener y cuales dar a los más empobrecidos, sobre todo a nivel de crear alternativas de puestos de trabajo.

“¿De qué serviría adornar la mesa de Cristo con vasos de oro, si el mismo Cristo muere de hambre? Da primero de comer al hambriento y luego, con lo que te sobre, adornarás la mesa de Cristo. ¿Quieres hacer ofrenda de vasos de oro y no eres capaz de dar un vaso de agua? Y, ¿de qué serviría recubrir el altar con lienzos bordados de oro, cuando niegas al mismo Señor el vestido necesario para cubrir su desnudez? ¿Qué ganas con ello?” (San Juan Crisóstomo).

Me gustaría adelantarnos a las exigencias del gobierno y hacer que “todos” los bienes que tenemos sirvan para las personas. Estoy convencido que las riquezas no son buen camino para evangelizar. Ojalá seamos capaces de compartir y hacer que lleguen y sirvan.

Podemos entrar en juicios y pleitos para ver de quién esa cada propiedad. Pero qué bonita ocasión para quedarnos en la pobreza, tal como nos la plantea Jesús. Y anunciaremos con la fuerza del Evangelio, con la persona de Jesús, que no tiene ni donde reclinar la cabeza. Las propiedades vinieron más tarde, pero no han sido nunca camino de auténtica evangelización.

Esfuerzo sí, pero para intentar que los bienes sirvan a los necesitados.

Tengo la experiencia de que los templos, imágenes… de las parroquias rurales se mantienen y se conservan a base de la colaboración-donativos- de las personas y a veces de la administración. Si esos bienes pasan a la administración, no va a llegar a atenderlos y se irán derribando. Menudo problema tenemos con los cientos de templos que se están cayendo. Y eso que va habiendo un dialogo y una colaboración buena entre iglesia y administración.

Otra realidad la encontramos en cálices, copones, coronas… que hay en gran cantidad en muchos templos. ¿Qué hacer con ellos? Sí que hay “otros tesoros” rosarios, mantos…” que pudieran ser elemento de compartir su valor para bien de los empobrecidos. Sobre todo, tesoros que están dormidos en vitrinas y que solo sirven para enseñarlos. Cómo me gustaría una valentía de los cristianos para hacerlos servir al bien común.

Porque hasta ahora no sirven más que como tesoros guardados sin ninguna utilidad. Solo para enseñarlos. Y a veces ni eso (porque los templos están cerrados). Me imagino una cristiandad convertida al Evangelio y que entregase todos esos tesoros para juntos crear alternativas a la miseria en viviendas, luz, calor, trabajo…

Sí, creo que se puede hacer una buena revisión y que la fe no va disminuir al privarnos de ciertas joyas, tesoros… Con el papa siempre defiendo que esos tesoros nos son de propiedad particular, sino que son del pueblo y que la propiedad eclesial –reformada– en general puede ser una forma de que el pueblo los use y los disfrute. Más que preguntarme ¿de quién son? me pregunto ¿cómo servir al pueblo, a todo el pueblo, a toda la humanidad?

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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“Ricos y ricas para Dios” por Carmen Soto

Viernes, 5 de agosto de 2016
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Lc-12-13-21-400x400En el capítulo 12 Lucas nos presenta a Jesús rodeado de mucha gente que busca consuelo y respuestas a sus preguntas (Lc 12,1). El maestro se deja interrogar, cuestionar, a la vez que va proponiendo su enseñanza con claridad y contundencia, tanto dirigiéndose a la multitud como al grupo más reducido de sus discípulos y discípulas.

El texto de este domingo comienza con una petición que uno de los presentes le hace en relación al reparto de la herencia: “Maestro di a mi hermano que reparta conmigo la herencia” (Lc 12, 13). Jesús rechaza intervenir en la cuestión (Lc 12, 14), pero propone una enseñanza que busca iluminar el origen del conflicto que el oyente le había planteado y como han de actuar quienes quieren formar parte de la nueva familia de Reino de Dios a la que él está convocando (Lc 12, 15-34).

Posiblemente quien pedía la intercesión de Jesús era el hijo menor de alguien que había muerto sin repartir su herencia. El hijo mayor, que era quien estaba llamado a sustituir a su padre como jefe de la familia, había asumido todo el patrimonio sin compartir con su hermano. La costumbre israelita estipulaba que si uno de los hijos solicitaba el reparto había que hacerlo, por eso este hombre pide al maestro que actúe de mediador para que pueda recibir su parte reconociéndole autoridad para mediar en el conflicto. Sin embargo, Jesús no acepta la propuesta y plantea la cuestión de otra manera.

Para entender la respuesta de Jesús y la orientación de la parábola que propone es necesario situarse desde las creencias sociales que sus oyentes comparten. En el mundo antiguo existía un principio básico que guiaba la mayoría de las interacciones sociales: la conciencia de que todos los bienes existentes eran limitados. Estos bienes no solo incluían los de tipo material: tierras, dinero, comida…sino también el honor, el poder, el estatus, la amistad… Nada podía producirse ilimitadamente y quien aumentaba sus riquezas, aunque fueran fruto de sus negocios o su trabajo, no podía acumularlas y debía actuar con generosidad compartiéndolas con otros a través de acciones de beneficencia o patronazgo. De no hacerlo así era considerado un ladrón o un avaro porque se consideraba que si alguien aumentaba sus bienes era porque se la había quitado a otro. La generosidad sin embargo no era un acto gratuito, sino que era recompensado con reconocimiento público, lo que hacía crecer el honor de la persona. Un valor que era mucho más importante que cualquier otro bien material.

Jesús al proponer la parábola, va a recoger la sabiduría tradicional sobre la avaricia y la acumulación de riqueza (Ecl 11, 19-20) recordando que el problema de la acumulación de riqueza además de una injusticia social, es una falta de fe en Dios (Ecl 2,1-11). Para el pensamiento bíblico la falta de fe no se corresponde con la incredulidad, sino con la desconfianza. La fe es una experiencia de confianza en la bondad y la misericordia de Dios que actúa constantemente en nuestra vida, quien se aparta de Dios es porque ha puesto su confianza en otros bienes como la riqueza, o el honor y se refugia en ellos para sostener su existencia. Ser necio o insensato, no es para la Biblia una cuestión de habilidades sociales o limitaciones psicológicas, es el término que designa la falta de fe.

Por eso, Jesús al proponer la parábola no cuestiona solo la actitud del hermano que no quiere repartir la herencia, ni a quienes actúan de forma similar, sino que está planteando algo más hondo: apostar por la radical experiencia de confiar en Dios como el bien más absoluto, desde la certeza de que lo que recibiremos siempre de él es su amor gratuito y su bondad infinita. Para Jesús no basta con ser generoso como proponía su sociedad. Para él lo importante es la gratuidad, el dar sin recibir nada a cambio, el actuar con el hermano y la hermana como lo hace Dios. Hacerse rico para Dios es atesorar en el corazón todas esas actitudes, pero no como una mera experiencia espiritual, sino como la base desde donde construir ese otro mundo posible con el que Dios sueña. Un mundo en igualdad, justicia y libertad.

Carmen Soto

Fente Fe Adulta

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¿No saliste desnudo del vientre de tu madre?… Cuando el rico es un ladrón

Lunes, 1 de agosto de 2016
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Dice el avaro: «¿A quién hago mal reteniendo los bienes que me pertenecen?».

Mas ¿qué bienes son los que te pertenecen? ¿De dónde te han venido?

Te pareces a un hombre que entró en un teatro y quería impedir la entrada a los otros para gozar él solo del espectáculo al que todos tienen derecho.

Así son los ricos: acaparan los bienes de la sociedad y después sostienen que son ellos los dueños de los mismos por el simple motivo de haber sido los primeros en cogerlos.

Si cada uno retuviera únicamente lo que le sirve para las necesidades normales y dejase lo restante a los indigentes, desaparecerían la riqueza y la pobreza.

¿No saliste desnudo del vientre de tu madre? ¿No estarás de nuevo desnudo cuando vuelvas al polvo? ¿De dónde crees que te han venido estos bienes?

Quizás me respondas: «Del azar». Entonces careces de fe, porque no piensas en tu Creador, y te muestras ingrato con aquel que ha llenado tus manos de dinero.

O bien admitas que son dones de Dios. Entonces explícame por qué ha sido cautivada tanta riqueza precisamente por ti.

¿Se la debes acaso a la «injusticia» de un Dios que reparte de manera desigual los bienes de la vida? ¿Por qué eres tú rico mientras otro es pobre? En lo que a ti respecta, eres rico sólo para que con amor y desinterés administres esos bienes para los otros.

Resulta inconcebible que tú tengas el dinero bajo la campana de vidrio de una insaciable avaricia y pienses que no haces daño a nadie excluyendo de él a una multitud de desdichados.

¿Quién es el avaro? El que no se contenta con lo necesario.

¿Y quién es el ladrón? El que priva a los demás de sus bienes.

¿No eres tú un avaro? ¿No eres tú un ladrón?

Aquellos bienes, cuya administración únicamente te había sido confiada, los has cogido para ti.

A quien asalta a un hombre en el camino y le quita los vestidos le llaman salteador. Y quien no cubre la desnudez del pordiosero, siendo que podía hacerlo, no merece un nombre diferente.

Pertenece al hambriento el pan que guardas en tu cocina. Al hombre desnudo, el manto que está en tu armario. Al que no tiene zapatos, el par que se estropea en tu casa. Al hombre que no tiene dinero, el que tienes escondido.

Por eso, en vez de ayudar a la gente, eres un explotador.

*

Basilio de Cesarea,
«Cuando el rico es un ladrón»,
citado en El buen uso del dinero, DDB, Bilbao 1995, pp. 57-59.

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Tomad, Señor y recibid…

Domingo, 31 de julio de 2016
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En la Fiesta de San Ignacio de Loyola (Azpeitia, c. 23/10/1491-Roma, 31/08/1556), la pregunta es acuciante: “¿Qué he hecho por Cristo? ¿Qué hago por Cristo? ¿Qué debo hacer por Cristo?

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Tomad, Señor, y recibid
toda mi libertad,
mi memoria,
mi entendimiento
y toda mi voluntad,
todo mi haber
y mi poseer;
Vos me lo diste;
a Vos, Señor, lo torno;
todo es vuestro,
disponed todo a vuestra voluntad;
dadme vuestro amor y gracia,
que esto me basta.

*

San Ignacio de Loyola, Ejercicios Espirituales,
Cuarta Semana, Contemplación para alcanzar amor, Primer punto.

***

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En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús:

“Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.”

Él le contestó:

“Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?”

Y dijo a la gente:

– “Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.

Y les propuso una parábola:

“Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: ¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha.”

Y se dijo:

“Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida.”

Pero Dios le dijo:

“Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será? “

Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios.”

*

Lucas 12, 13-21

***

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“Y mirándole le amó”

Domingo, 11 de octubre de 2015
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jovenRico

El Joven Rico

Rico y apuesto heredero,
alto de alcurnia y de talla,
se llega a Jesús pidiendo:
-Maestro bueno, ¿qué hace falta
para que la vida eterna
posea para mi alma?

-Los mandamientos conoces:
No toques mujer extraña,
no mates, hurtes ni engañes,
sea veraz tu palabra,
respeta de tus mayores
la dignidad de las canas…

-Maestro, todo he guardado.
Dime qué otra cosa falta.

Una muy simple: ve y vende
cuanto a la tierra te ata,
dalo a los pobres, que cubran
su miseria por tu gracia,
y echando tu cruz al hombro
ven a seguir mis pisadas.

Perdió el joven su apostura,
bajó al suelo su mirada
y se encaminó afligido
hacia sus riquezas vanas.

A Jesús le va corriendo
por la mejilla una lágrima
que a contraluz pareciera
de sangre tornasolada.

-¡Pudo y no quiso salvarse,
por su riqueza malvada!
¡Cuán difícil es que un rico
entre en mi eterna morada!
¡Un camello por el ojo
de una aguja, mal se pasa!

*

Santos García Rituerto

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Yendo Jesús de camino, corriendo vino uno y se le inclinó, y le pidió diciendo:

Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?

Jesús le dijo:

Lee la Escritura ¿sabes lo que dice?…: No matarás, no adulterarás, no robarás, no darás falso testimonio, honrarás a tus padres. Vete y cúmplelo.

Él replicó:

Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud.

Y Jesús mirándole le amó, y le dijo:

Una cosa te falta: vete, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, tendrás un tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme.

Pero él, entristecido por esta palabra, suspirando profundamente se fue. Era muy rico

*

Marcos 10, 17 – 30

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“Una cosa nos falta”. 28 Tiempo Ordinario – B (Marcos 10,17-30)

Domingo, 11 de octubre de 2015
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28-852864El episodio está narrado con intensidad especial. Jesús se pone en camino hacia Jerusalén, pero antes de que se aleje de aquel lugar, llega «corriendo» un desconocido que «cae de rodillas» ante él para retenerlo. Necesita urgentemente a Jesús.

No es un enfermo que pide curación. No es un leproso que, desde el suelo, implora compasión. Su petición es de otro orden. Lo que él busca en aquel maestro bueno es luz para orientar su vida: «¿Qué haré para heredar la vida eterna?». No es una cuestión teórica, sino existencial. No habla en general; quiere saber qué ha de hacer él personalmente.

Antes que nada, Jesús le recuerda que «no hay nadie bueno más que Dios». Antes de plantearnos qué hay que «hacer», hemos de saber que vivimos ante un Dios Bueno como nadie: en su bondad insondable hemos de apoyar nuestra vida. Luego, le recuerda «los mandamientos» de ese Dios Bueno. Según la tradición bíblica, ese es el camino para la vida eterna.

La respuesta del hombre es admirable. Todo eso lo ha cumplido desde pequeño, pero siente dentro de sí una aspiración más honda. Está buscando algo más. «Jesús se le queda mirando con cariño». Su mirada está ya expresando la relación personal e intensa que quiere establecer con él.

Jesús entiende muy bien su insatisfacción: «una cosa te falta». Siguiendo esa lógica de «hacer» lo mandado para «poseer» la vida eterna, aunque viva de manera intachable, no quedará plenamente satisfecho. En el ser humano hay una aspiración más profunda.

Por eso, Jesús le invita a orientar su vida desde una lógica nueva. Lo primero es no vivir agarrado a sus posesiones: «vende lo que tienes». Lo segundo, ayudar a los pobres: «dales tu dinero». Por último, «ven y sígueme». Los dos podrán recorrer juntos el camino hacia el reino de Dios.

El hombre se levanta y se aleja de Jesús. Olvida su mirada cariñosa y se va triste. Sabe que nunca podrá conocer la alegría y la libertad de quienes siguen a Jesús. Marcos nos explica que «era muy rico».

  • ¿No es esta nuestra experiencia de cristianos satisfechos de los países ricos?
  • ¿No vivimos atrapados por el bienestar material?
  • ¿No le falta a nuestra religión el amor práctico a los pobres?
  • ¿No nos falta la alegría y libertad de los seguidores de Jesús?

José Antonio Pagola

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“Vende lo que tienes y sígueme”. Domingo 11 de octubre de 2015. Domingo 28º ordinario

Domingo, 11 de octubre de 2015
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55-ordinarioB28 cerezoDe Koinonia:

Sabiduría 7, 7-11: En comparación de la sabiduría, tuve en nada la riqueza.
Salmo responsorial: 89
Sácianos de tu misericordia, Señor. Y toda nuestra vida será alegría.
Hebreos 4, 12-13: La palabra de Dios juzga los deseos e intenciones del corazón.
Marcos 10, 17 – 30: Vende lo que tienes y sígueme.

La primera lectura, tomada del libro de la Sabiduría, expresa la preferencia de la Sabiduría frente a todos los bienes de la tierra. El sabio pone en la plegaria de Salomón la superioridad de los valores espirituales sobre los materiales, supeditándolos todos al don de la sabiduría y la prudencia para el gobierno de su pueblo.

En el texto de la carta a los hebreos, el autor, al describir la fuerza transformadora de la Palabra de Dios, se hace eco de hondas raíces veterotestamentarias. En efecto, ya Isaías 42,9 había comparado la Palabra de Dios con la espada, y Jeremías la había presentado como una realidad operante por sí misma ( Jer 23,29).

La íntima acción salvadora de la Palabra en la persona oyente es descrita en el texto diciendo que es “penetrante… hasta el punto donde se dividen alma y espíritu”. Allí, en el santuario de la intimidad del corazón de la persona, de la comunidad oyente activa de esa voz salvadora que le muestra caminos de liberación, allí, donde reside la voluntad y la decisión de aceptarla o de rechazarla, donde anida lo más denso del ser humano: sus intereses, sus afectos, su libertad, es hasta donde la Palabra llega cuestionante, incisiva, liberadora, transformante. Por eso, el autor de la carta coloca intencionadamente las palabras “corazón, deseos, intenciones”, como abarcando en estas categorías la integralidad humana. Dios y su Palabra, “más íntimo que yo mismo” en expresión de San Agustín, conoce hasta los secretos más recónditos del corazón. El más absoluto misterio humano está patente ante sus ojos. Por eso, la Palabra es juez densamente imparcial, que conoce amando lo que ocurre en la conducta humana y en el corazón de hombres y mujeres.

La imagen del camino es central en el evangelio de Marcos (cf Mc 10, 17). Estamos ante el tema del seguimiento de Jesús. En ese sentido va la pregunta de aquel que únicamente Mateo llama “el joven rico” (19, 22); para Marcos (y Lucas) parece tratarse más bien de una persona mayor que pregunta: ¿cómo heredar la vida? (cf Mc 10,17). Jesús comienza por remitir a Dios; su bondad está al inicio de todo. Esto equivale a resumir la primera tabla de los mandamientos. En seguida enuncia explícitamente los correspondientes a la segunda tabla, con un añadido importante (que sólo se encuentra en Marcos): “no seas injusto” (v. 19). La frase es algo así como un sumario del listado que se recuerda. Se trata de la condición mínima que se plantea al creyente. Con sencillez el rico dice que todo eso lo ha observado (cf v. 20), no hay nada de arrogante en esta afirmación. Ésa era la convicción de los sabios de la época: la ley puede ser cumplida plenamente.

Pero seguir a Jesús es algo más exigente. Con afecto lo invita Jesús a ser uno de los suyos. No sólo debe abandonar la riqueza, hay que entregarla a los pobres, a los necesitados. Esto lo pondrá en condiciones de seguirlo (cf v. 21). No basta respetar la justicia en nuestras actitudes personales, hay que ir a la raíz del mal, al fundamento de la injusticia: el ansia de acumular riqueza. Pero, dejar sus posesiones, le resultó una exigencia muy dura al preguntante; como muchos de nosotros prefirió una vida creyente resignada a una cómoda mediocridad (cf v. 22). «Creer sí, pero no tanto». Profesar la fe en Dios, aunque negándonos a poner en práctica su voluntad. Jesús aprovecha la ocasión para poner las cosas en claro con sus discípulos: el apego al dinero y al poder que él otorga es una dificultad mayor para entrar en el Reino (cf v. 23). La comparación que sigue es severa; algunos han querido suavizarla, pretendiendo -por ejemplo- que había en la ciudad unas puertas pequeñas llamadas “agujas”… y que bastaba entonces al camello agacharse para poder entrar por ese ojo de aguja…

Los discípulos, en cambio, entendieron bien el mensaje. El asunto se les presenta poco menos que imposible. Pasar por el ojo de una aguja significa poner su confianza en Dios y no en las riquezas. No es fácil ni personalmente ni como Iglesia aceptar este planteamiento, siguiendo a los discípulos nos preguntamos -con pretendido realismo-: “entonces, ¿quién se podrá salvar?” (cf v. 26). El dinero da seguridad, nos permite ser eficaces, decimos. El Señor recuerda que nuestra capacidad de creer solamente en Dios es una gracia (cf v. 27).

Como comunidad de discípulos, como Iglesia, debemos renunciar a la seguridad que da el dinero y el poder. Eso es tener el “espíritu de sabiduría” (Sab 7,7), aceptar que ella sea nuestra luz (cf v. 10). A la sabiduría nos lleva la palabra de Dios, cuyo filo corta nuestras ataduras a todo prestigio mundano. Ante ella nada queda oculto, todas nuestras complicidades aparecen con claridad (cf Hb 4,12-13). Como creyentes, como Iglesia, ¿seremos capaces de pasar por el ojo de una aguja?

Una lectura ecológica del evangelio de hoy

El mundo, la humanidad, se encuentra hoy, también, ante el desafío de tener pasar «por el ojo de una aguja» si quiere conseguir… no ya la vida eterna celestial, sino simplemente la supervivencia terrestre.

Es un «ojo de aguja» nuevo. Nunca nos habíamos visto en esta situación. Siempre, desde siempre –es decir, desde que el homo et mulier sapientes aparecimos sobre esta tierra–, el ser humano percibió la tierra como ilimitada, inagotable, cuasi infinita, capaz de absorber impasible nuestro proyecto de desarrollo continuo, infinito.

Pero hace sólo cinco siglos (Magallanes, 1522) se dio cuenta de que la tierra no era una superficie plana infinita, sino una superficie esférica, cerrada sobre sí misma, y por tanto, limitada. Y ha sido sólo al final del pasado siglo XX cuando ha descubierto que su proyecto humano de desarrollo podría topar con los límites de la Tierra. Así lo proclamó proféticamente, en solitario, el famoso libro del Club de Roma «Los límites del crecimiento», de 1972, que no fue escuchado. Pero su profecía fue confirmada y ratificada al filo del cambio del siglo (1992, «Más allá de los límites del crecimiento»), al denunciar que estábamos en peligro de sobrepasarnos («overshot») más allá de la capacidad del planeta para absorber y regenerar los recursos que consumimos. Ese peligro ya se hizo realidad oficialmente el 23 de septiembre de 2008: los científicos que siguen el estado del Planeta, especialmente la Global Foot Print Network han hablado del «Día del sobrepasamiento», el «Earth Overshoot Day», día en el que calculan que hemos sobrepasado en un 30% su capacidad de reposición de los recursos necesarios para las demandas humanas. En este momento estamos necesitando más de una Tierra para atender a nuestra subsistencia…

El Informe de Desarrollo Humano del PNUD 2007-2008 confirmó la denuncia, y, de otra manera y con otros datos, confirmó que si toda la humanidad adoptara un nivel de vida como el de EEUU o Europa, necesitaríamos 9 planetas (pág. 48 de la edición en español).

Despidámonos pues de la «vida eterna» para la Humanidad. El planeta seguirá, sí, pues ha pasado crisis semejantes, y aunque la vida terrestre sea diezmada, el planeta seguirá, pero seguirá… sin nosotros. Ésta en la que estamos ya hace tiempo es la «sexta extinción». La anterior, la quinta, hace 65 millones de años, por efecto de un meteorito según las actuales hipótesis, causó la desaparición de los dinosaurios. La sexta, la presente, actualmente en curso acelerado, está causada concretamente por una especie biológica que ha llegado a convertirse en fuerza geológica. Parece que va a ser una crisis profunda, que se llevará consigo a dos tercios de las especies actuales (entre ellas la causante). Nada de «vida eterna», pues, sino la condena a «una muerte anunciada», y con carácter de inminencia.

Pero… «sólo una cosa tienes que hacer si quieres todavía alcanzar»… una prolongación de la vida: abandona el «sistema» que te lleva a la muerte, centrado obsesivamente en el enriquecimiento material, ciego a los costes ecológicos, y pasa a adoptar un nuevo estilo de vida, un nuevo paradigma, una nueva forma de mirar al planeta, comprendiendo que eres Tierra y dependes de ella, y que en vez de vivir de espaldas a ella y en guerra contra ella, debes vivir en amistad y en relación cariñosa y simbiótica con ella.

Se ha dicho muy frecuentemente en los últimos tiempos que el cristianismo tenía, ha tenido un «punto ciego» en el aspecto ecológico, que todo nuestro patrimonio simbólico de los tres grandes monoteísmos está construido no sólo «de espaldas a la naturaleza» (nos consideramos no naturales sino sobrenaturales), sino en buena parte «contra la naturaleza», como sus dueños y dominadores, por derecho divino incluso… Afortunadamente, la encíclica del Papa Francisco, de este año, Laudato sii’, acaba de dar un buen paso en sentido contrario. No podemos borrar nuestra historia pasada, ni nuestra realidad actual, pero al menos acabamos de dar un primer signo de conversión desde la cúpula misma de la institución. Como dice la encíclica, no se trata sólo de cuidar la naturaleza, sino de toda otra forma de pensar, una nueva cultura, una revolución mental.

Y también una revolución teológica: la de dejar de pensar que la ecología no tiene que ver con la vida cristiana, ni con la vida espiritual… y pasar a pensar que respetar la vida, cultivarla, reverenciarla, sentirla como nuestra placenta, nuestro hogar, nuestra hermana madre Tierra… tiene que formar parte, por derecho propio, del hecho de ser cristiano, como forma parte del hecho de ser ser humano.

La Agenda Latinoamericana’2010 (latinoamericana.org/index2010.html) ya planteó la necesidad de afrontar a fondo el tema de nuestra «conversión ecológica», y el de la «re-conversión ecológica» del cristianismo (incluida nuestra teología, nuestras creencias y nuestra espiritualidad). Todos los cristianos/as deberíamos insistir en nuestras comunidades en tocar, en hacer presente, en estudiar este tema, el tema «planetariamente más urgente»… Sus textos y materiales pastorales pueden ser tomados de su archivo (servicioskoinonia.org/agenda/archivo); ofrece también sugerencias para organizar grupos de estudio, materiales para la educación popular, textos y reflexiones para organizar en nuestras comunidades una reflexión profunda sobre el tema en su página complementaria: latinoamericana.org/2010/info Leer más…

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Dom 11.10.15. “Y mirándole le amó”. De hombre a hombre

Domingo, 11 de octubre de 2015
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115181Del blog de Xabier Pikaza:

Dom 28. Mc 10, 17-22. Fue el año 1990, en la Cátedra Domingo de Soto, en el edificio histórico de la Universidad de Salamanca (Aula Unamuno, junto a la de Fray Luis de León). Ofrecí una lectura contextual de Mc 10, con el hombre que buscó a Jesús para “heredar la vida eterna”, y con la respuesta de Jesús que “mirándole le amó y le dijo: Vende lo que tienes, dáselo a los pobres… y luego ven y sígueme” (es decir, el texto de este domingo 28 de la liturgia).

Presenté ese texto como una declaración de amor, o así lo sintieron al menos algunos de los presentes, entre ellos el sacerdote de un pueblo de Castilla y un joven artista, que me llamaron y vinieron a mi casa el día siguiente, para precisar el sentido y alcance de aquellas palabras del evangelio: “y mirándole le amó”, en el sentido fuerte del término (con agapaô).

Pasamos la tarde en torno a un café, hablando ellos sobre el (su) amor, yo sobre el texto de Marcos. Era evidente que se querían y que su tendencia afectiva iba en línea homoerótica. No convivían, pero se miraban y veían. Querían ser cristianos y lo eran, siendo uno además un buen sacerdote.

Ni ellos entraron en los detalles de sus manifestaciones de amor, ni yo se lo pregunté. Eran adultos y consecuentes con el evangelio y con la Iglesia. Simplemente les fui explicando el entorno del pasaje, pues querían ser fieles a Jesús: servicio a los pobres, cuidado exquisito por los niños, fidelidad, un ancho campo de evangelio…, sin convertirse inútilmente en “piedra de escándalo” para los demás.

imagesAsí se fueron, comprometidos a ser mejores cristianos, según el evangelio, queriéndose más entre sí. Tristemente, ambos han muerto (¡han pasado 25 años desde aquello!), pero su presencia y conversación, su fidelidad humana… y su manera de entender a Marcos me emocionó y me sigue alumbrando todavía.

Antes yo no había caído en la cuenta de lo que decía el texto, me deslizaga por la superficie sin fijarme, aunque en la conferencia debí decir cosas para que ellos lo entendieran como lo hicieron. Desde entonces he comprendido algo mejor el tema.

Ahora (año 2015) ya no voy por la Cátedra D. de Soto, de la Universidad de Salamanca, pero he escrito dos comentarios extensos de Marcos (uno en Clíe, otro en Verbo Divino), y en ambos me detengo sobe el tema, y así podrá leerlo en su versión académica quien quiere.

En esta postal no tomo ni un texto ni el otro, sino una parte transcrita de aquella conferencia, hace 25 años, un texto que me remitió el Prof. Corzo ,y que aún conservo en mi PC, con el título: “Y mirándole le amó”.

He pensado que este recuerdo y comentario podrá ofrecer compañía a mis amigos nuevos virtuales, en este fin de semana de Sínodo de la Familia. Un saludo a todos.

Mc 10, 17-22

Yendo Jesús de camino, corriendo vino uno y se le inclinó, y le pidió diciendo: – Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Jesús le dijo:
– Lee la Escritura ¿sabes lo que dice?…: No matarás, no adulterarás, no robarás, no darás falso testimonio, honrarás a tus padres. Vete y cúmplelo. Él replicó: – Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud.

(Tras esto sigue un texto asombroso, que a mí me resultaría difícil transcribir; no suelo hacerlo así, no me sale, no es mi lenguaje, amor de hombre a hombe).

Y Jesús mirándole le amó, y le dijo: – Una cosa te falta: vete, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, tendrás un tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme.
Pero él, entristecido por esta palabra, suspirando profundamente se fue. Era muy rico (10, 17-22).

Éste es un texto sorprendente.

Aquí tenemos un hombre perfecto, alguien que cumple perfectamente todo lo mandado, desde la juventud: es fiel a la ley del Antiguo Testamento, a la moral israelita. Este es un hombre ideal, un ser completo, alguien que no ha tenido problemas de conciencia, un inocente.

Ha cumplido todos los mandamientos sociales, pero viene a buscar a Jesús y le dice: Oye ¿qué puedo hacer?. Jesús le ofrece le recuerda los mandamientos de la Ley, él responde que la cumple. Entonces, Jesús, mirándole le amó.

La escena está compuesta en forma de cruce de miradas. Al traducir el texto, he dicho que a mi me cuesta emplear ese lenguaje: no es mi estilo, se me hace muy difícil hablar de un cruce de miradas que sean creadoras o descubridoras de amor, entre un hombre y otro hombre.

Ya sé, a veces se habla del flechazo inmediato, pero solemos tomarlo como figura literaria. Por eso, me pregunto ¿es posible en dos miradas sentir un amor fuerte, como el que aparece aquí, para dejarlo todo y seguir al amigo? Se trata de la mirada de Jesús, que responde al hombre rico (aquí no aparece como joven, a diferencia de lo que se dice en el evangelio de Mateo). Jesús que mira con amor y ama con la mirada a un hombre que viene a preguntarle sobre la vida.

Aquí se habla de un amor absolutamente real y fuerte, entre dos varones. Así lo dice el texto, utilizando para ello la palabra sagrada del amor en el Nuevo Testamento: ágape. Permitidme que lo lea en griego, no me lo toméis a pedantería: ho de Iesous ….êgapêsen auton: y Jesús, mirándole, le amó (10, 21). Esta es la única vez que Marcos utiliza en un sentido fuerte la palabra amor, refiriéndose a relaciones interhumanas. En las otras dos es el mismo Dios el que llama a Jesús su “querido”, en el bautismo y en la transfiguración (Mc 1, 11; 9, 7)

Jesús y el hombre rico

Dios le ha llamado “querido”. Jesús dice ahora que ama a ese hombre que viene… y lo hace sin palabras, a través de la mirada… y con la invitación siguiente: Vende todo, dáselo a los pobres, ven y sígueme.

Marcos no habla en su evangelio del amor de Jesús hacia una mujer sino de su amor hacia un hombre que ha venido para preguntarle ¿qué puedo hacer? Es le ve por dentro, le mira y le dice algo así, con su mirada:

Eres muy rico, pero no quiero tus riquezas, te quiero a ti, )por qué no dejar todo y te vienes conmigo?. Véndelo todo, no me traigas nada, no me des ninguna cosa, ven tú mismo, a tí te quiero, Ven tú conmigo y haremos el camino juntos.

Platón definía ya el amor, la amistad, como un caminar dos juntos, dos personas, hombre y mujer, dos hombres, dos mujeres, en una misma dirección, haciendo en comunión la experiencia de la vida. Pero éste hombre de Jesús tiene muchas riquezas que le impiden caminar con él, en camino de evangelio humano y divino. Las riquezas son para él más importantes que el amor. Quiere amar pero no puede, no tiene libertad para hacerlo, ha puesto otra cosa por encima del amor: sus riquezas.

El evangelio de Marcos ha venido diciendo que Jesús era especialista en amor a los niños, a quienes acogía en la calle, a quienes quería ofrecer amor respetuoso, profundo, creador… Ahora, aquí, Jesús aparece como especialista en amor a un hombre maduro.

Jesús es un gran especialista en amor y, sin embargo, aparece como amante fracasado, pues el amigo se le va: prefiere entristecido las riquezas. Es hermosísimo que el Evangelio le presente así, como fracasado, alguien que ha dicho al amigo te quiero ven conmigo, para descubrir que el otro se le marcha.

En el judaísmo de aquel tiempo (y en el cristianismo del nuestro) da la impresión de que la riqueza está por encima del amor. Por eso se dice: primero asegura la riqueza y luego podrás amar. Pues bien, Jesús dice lo contrario: ¿eres capaz de desprenderte absolutamente de todo y de poner el amor en el centro total y absoluto de la vida, confiando así que ella tiene sentido?

Me diréis que Jesús pide al hombre rico una locura, evidentemente es locura su petición: ¡vende todo!. El refrán castellano decía: contigo pan y cebolla. Desde ahí se puede interpretar nuestro pasaje. Jesús mira a este hombre con amor y le dice: Vende lo que tienes, ven y sígueme.

Sólo porque le ha mirado con amor puede pedirle que lo deje todo. Pero, bueno, ¿qué significa que Jesús mire con este amor a un hombre rico? No lo sé del todo, aunque puedo presentirlo, entendiendo el pasaje como texto abierto a los cristianos de todos los tiempos, en camino que debemos traducir, haciendo del mutuo amor experiencia de vida compartida.

Un momento central del evangelio

Algunos darían un paso más. Se ha dicho que al fondo del evangelio actual de Marcos puede haber un capítulo perdido, un Evangelio Secreto, del que quedan huellas, según dicen, en algunos Santos Padres. Ese Evangelio Secreto de Marcos hablaría de un amigo íntimo de Jesús, no en plano homosexual, pero sí en plano de intimidad profunda. Un copista posterior habría encontrado el texto un poco duro, haciéndolo desapareció del Evangelio.

Como restos de ese Evangelio Secreto, centrado en el amor misterioso de Jesús quedaría un pequeño resto en aquella preciosa escena de cuando prenden a Jesús en el huerto: alguien, un joven, se escapa desnudo dejando la sábana en manos de aquellos que le apresan (cf. Mc 14, 51). Hay una inmensa literatura sobre ese texto y sobre los posibles misterios del amor de Jesús. Personalmente, creo que ese Evangelio Secreto no ha existido, es una invención de algunos exegetas. Por otra parte, el Evangelio de San Marcos está bien como está, habla bastante de amor.

Marcos no ha tenido miedo a que alguien elabore una interpretación homosexual del amor de Jesús. Por eso ha presentado con toda fuerza la escena que hemos comentado, la del hombre rico, diciendo que Jesús, mirándole le amó. De esa forma deja la puerta abierta a un desarrollo de amor que luego encontraremos en San Juan, cuando habla de discípulo amado de Jesús.

Evidentemente, Marcos no niega el amor de Jesús hacia las mujeres, pues su evangelio transmite el más impresionante relato de cariño intersexual, cuando habla de la unción de Betania. Difícilmente se puede escribir una historia más bella que la de esta mujer desconocida que vino un día, cuando Jesús estaba comiendo, para ungirle en la cabeza con perfume y decirle, de esa forma, con perfume: Sé tú mismo, vive, camina, yo te quiero, no tengas miedo (Mc 14, 3-9). Leer más…

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Salomón, el joven rico y los discípulos. Domingo 28 Ciclo B

Domingo, 11 de octubre de 2015
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Joven-Rico-600x708Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

  Las lecturas de este domingo enfrentan tres posturas: la de Salomón, que pone la sabiduría por encima del oro, la plata y las piedras preciosas; la del rico, que pone su riqueza por encima de Jesús; la de los discípulos, que renuncian a todo para seguirlo.

1. Salomón: la sabiduría vale más que el oro

El libro de la Sabiduría se escribió en el siglo I a.C., probablemente en Alejandría, en griego (por eso los judíos no lo consideran inspirado). No sabemos quién lo escribió, pero el autor finge ser Salomón. Un recurso muy habitual en la época para dar mayor prestigio al libro. Recordaréis que Salomón, al comienzo de su reinado, tuvo un sueño en el que Dios le dijo que pidiese lo que quisiera. En vez de pedir oro, plata, la derrota de sus enemigos, etc., pidió sabiduría para gobernar al pueblo. Inspirándose en ese relato, el autor del libro de la Sabiduría pone estas palabras en boca del rey:

Supliqué y se me concedió la prudencia,
invoqué y vino a mí el espíritu de sabiduría.
La preferí a cetros y tronos,
y en su comparación tuve en nada la riqueza;
no le equiparé la piedra más preciosa,
porque todo el oro a su lado es un poco de arena,
y, junto a ella, la plata vale lo que el barro;
la quise más que a la salud y la belleza
y me propuse tenerla por luz,
porque su resplandor no tiene ocaso.
Con ella me vinieron todos los bienes juntos,
en sus manos había riquezas incontables.

2. El joven rico: la riqueza vale más que Jesús

El evangelio contiene dos escenas: en la primera, los protagonistas son el rico y Jesús.

Cuando se puso en camino, llegó uno corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó:
‒ Maestro bueno, ¿qué he de hacer para heredar vida eterna?
Jesús le respondió:
‒ ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno fuera de Dios. Conoces los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no perjurarás, no defraudarás, honra a tu padre y a tu madre.
Él le contestó:
‒ Maestro, todo eso lo he cumplido desde la adolescencia.
Jesús lo miró con cariño y le dijo:
‒ Una cosa te falta: anda, vende cuanto tienes y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo. Después vente conmigo.
A estas palabras, el otro frunció el ceño y se marchó triste; pues era muy rico.

El protagonista, antes de formular su pregunta, pretende captarse la benevolencia de Jesús o, quizá también, justificar por qué acude a él: lo llama «maestro bueno», título que no se aplica en Israel a ningún maestro (solo conocemos un ejemplo del siglo IV d.C.).

La pregunta

El problema que le angustia es «qué he de hacer para heredad vida eterna», algo fundamental para entender todo el pasaje. Lo que pretende el protagonista es, dicho con otra expresión judía de la época, “formar parte de la vida futura” o “del mundo futuro”; lo que muchos entre nosotros entienden por “salvarse”. Este deseo sitúa al protagonista en un ambiento distinto del normal: admite un mundo futuro, distinto del presente, mejor que éste, y desea participar en él. Por otra parte, su pregunta no es tan rara como podemos imaginar. Si nos preguntasen qué hay que hacer para “salvarse“, las respuestas es probable que variasen bastante. Una pregunta parecida la encontramos hecha al rabí Eliezer (hacia el año 90) por sus discípulos. Y responde: “Procu­raos la estima de vuestros vecinos; impedid que vuestros hijos lean la Escritura a la ligera y haced que se sienten entre las rodillas de los discípulos de los sabios; y, cuando oréis, sed conscientes de quién tenéis delante. Así conseguiréis la vida del mundo futuro”.

La respuesta de Jesús

Jesús, antes de responder, aborda el saludo y da un toque de atención sobre el uso precipitado de las palabras. El único bueno es Dios. (Afortunadamente, por entonces no existía la Congregación para la Doctrina de la Fe, que lo habría condenado por error cristológico).

Luego responde a la pregunta haciendo referencia a cinco mandamientos mosaicos, todos ellos de la segunda tabla, aunque cambiando el orden y añadiendo «no defraudarás», que no está en el decálogo.

Lo curioso es que Jesús no dice nada de los mandamientos de la primera tabla, que podríamos considerar los más importantes: no tener otros dioses rivales de Dios, no pronunciar el nombre de Dios en falso y santificar el sábado. Para Jesús, de forma bastante escandalosa para nuestra sensibilidad, para «salvarse» basta portarse bien con el prójimo.

Cuando el protagonista le responde que eso lo ha cumplido desde joven, Jesús lo mira con cariño y le propone algo nuevo: que deje de pensar en la otra vida y piense en esta vida, dándole un sentido nuevo. Ese sentido consistirá en seguir a Jesús, de forma real, física, pero antes es preciso que venda todo y lo dé a los pobres. El programa de Jesús se limita a tres verbos: vender, dar y seguir.

La reacción del rico

Entonces es cuando el personaje frunce el ceño y se aleja, «pues era muy rico». Con esta actitud, no pierde la vida eterna (que depende de los mandamientos observados), pero sí pierde el seguir a Jesús, dar plenitud a su vida ahora, en la tierra.

No es lo mismo salvarse que entrar en el reino de Dios

Mientras el rico se aleja, Jesús completa su enseñanza sobre el peligro de la riqueza y el problema de los ricos.

Jesús miró en torno y dijo a sus discípulos:
‒ Qué difícil es que los ricos entren en el reino de Dios.
Los discípulos se asombraron de lo que decía. Pero Jesús insistió:
‒ ¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el reino de Dios.
Ellos quedaron espantados y se decían:
‒ Entonces ¿quién puede salvarse?
Jesús se les quedó mirando y les dice:
‒ Para los hombres es imposible, no para Dios; todo es posible para Dios.

Las palabras «¡Qué difícil es que los ricos entren en el reino de Dios!» requieren una aclaración. Entrar en el reino de Dios no significa salvarse en la otra vida. Eso ya ha quedado claro que se consigue mediante la observancia de los mandamientos, sea uno rico o pobre. Entrar en el Reino de Dios significa entrar en la comunidad cristiana, comprometerse de forma seria y permanente con la persona de Jesús en esta vida.

Ante el asombro de los discípulos, Jesús repite su enseñanza añadiendo la famosa comparación del camello por el ojo de la aguja. Ya en la alta Edad Media comenzó a interpretarse el ojo de la aguja como una puerta pequeña que habría en la muralla de Jerusalén; pero esa puerta nunca ha existido y la explicación sólo pretende suavizar las palabras de Jesús de manera un tanto ridícula. Jesús expresa con imaginación oriental la dificultad de que un rico entre en la comunidad cristiana.

¿Por qué se espantan los discípulos? Su reacción podemos interpretarla de dos formas: 1) ¿quién puede salvarse?; 2) ¿quién puede subsistir?

En el primer caso, los discípulos refle­jarían la mentalidad de que la riqueza es una bendición de Dios; si los ricos no se salvan, ¿quién podrá salvarse?

En el segundo caso, los discípulos pensarían que la comunidad no puede subsis­tir si no entran ricos en ella que pongan sus bienes a disposi­ción de todos.

En cualquier hipótesis, la respuesta de Jesús (“para Dios todo es posible”) da por terminado el tema.

3. Los discípulos: Jesús vale más que todo

Pedro entonces le dijo:
‒ Mira, nosotros hemos dejado todo y te hemos seguido.
Contestó Jesús:
‒ Todo el que deje casa o hermanos o hermanas o madre o padre o hijos o campos por mí y por la buena noticia ha de recibir en esta vida cien veces más en casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y campos, con persecuciones, y en el mundo futuro vida eterna.

La intervención de Pedro no empalma con lo anterior, sino que contrasta la actitud de los discípulos con la del rico: «nosotros hemos dejado todo y te hemos seguido». Ahora quiere saber qué les tocará.

La respuesta de Jesús enumera siete objetos de renuncia, como símbolo de renuncia total: casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos, campos. Todo ello tendrá su recompensa en esta vida (cien veces más en todo lo anterior, menos en padres) y, en la otra, vida eterna. Pero, al hablar de la recompensa en esta vida, Marcos añade «con persecuciones».

Decía Salomón que, con la sabiduría “me vinieron todos los bienes juntos”. A los discípulos, la abundancia de bienes se la proporciona el seguimiento de Jesús.

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“Inmatriculaciones”, por José Arregi.

Domingo, 1 de junio de 2014
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noticia414Leído en su blog:

Ni siquiera sabía lo que significa “inmatricular”, pero la Iglesia católica me lo ha enseñado en los últimos años. Significa registrar por primera vez algún bien en el registro de propiedad, y es lo que han hecho y siguen haciendo muchos obispos –el arzobispo de Pamplona a la cabeza–, al amparo de una ley franquista de 1946 ampliada con una cláusula introducida ad hoc por un Gobierno de Aznar en 1998.

Es muy fácil: basta que un obispo cualquiera, con los atributos de “fedatario” o notario que la mencionada ley le reconoce, acuda al registro de propiedad –con mucho sigilo, eso sí– y declare: “Esta catedral y esas iglesias, este palacio y aquellas casas curales con sus fincas, y aquel cementerio e incluso el frontón… declaro que todo eso es propiedad de la Iglesia”. Y no hay más que decir. Y el registrador lo registrará. Y si algún colectivo de la ciudad o del pueblo, enterado del fraude eclesiástico, fuera a reclamar la propiedad inmatriculada, le dirán: “Lo inscrito inscrito está”, como dijo Pilato. Y no les quedará más que recurrir a los tribunales, pero no lo tendrán fácil, pues la ley es la ley, aunque venga de Franco.

He ahí nuestra Iglesia, la que predica a Jesús. Pero ¿puede una Iglesia que inmatricula ser Iglesia de Jesús? Siento decirlo, pero lo digo rotundamente: Jesús no la reconocería como suya ni se reconocería en ella. Una Iglesia que se apropia de todo lo que usa o usó en el pasado no es Iglesia de Jesús, que dijo: “No llevéis oro, ni plata ni dinero en el bolsillo; ni zurrón para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni cayado”.

Una Iglesia que se adueña de lo que algún rey le donó –¿quién era el rey para donárselo?– o de lo que el pueblo entero construyó cuando todo el pueblo era cristiano, de buena o de mala gana; una Iglesia que se apropia de los bienes de los pobres para especular con ellos o vendérselos a algún especulador no es Iglesia de Jesús, que expulsó a los mercaderes del templo y que dijo:“Gratis lo recibisteis, dadlo gratis”.

Una Iglesia que se apodera de las casas y bienes que la hospitalidad de la gente le cedió en otros tiempos no puede ser Iglesia de Jesús, que dijo: “Cuando lleguéis a un pueblo o aldea, buscad a alguien digno de confianza y quedaos en su casa hasta que marchéis”. Lo que es muy distinto de “Quedaos con sus casas cuando os marchéis…”, como vemos que sucede hoy.

Una Iglesia que se incauta de mezquitas convertidas en catedrales –azares de la historia– y pretende que sea solamente suyo lo que ha sido y debiera ser de todas las religiones, más aun, de toda la sociedad, no puede ser Iglesia de Jesús, que dijo: “Ha llegado la hora en que no se adore a Dios en templos, sino en espíritu y en verdad”.

Una Iglesia que litiga en los tribunales, hasta el Tribunal Constitucional, por bienes inmuebles ajenos –y aunque fueran propios– no es Iglesia de Jesús, que dijo: “Al que quiere pleitear contigo para quitarte la túnica, dale también el manto”.

Una Iglesia incapaz de reconocer o de aceptar que el mundo ha cambiado, que la sociedad ya no es cristiana, una Iglesia que sigue valiéndose de leyes y privilegios confesionales, una Iglesia aliada con el poder y el dinero, una Iglesia que resulta ser la mayor propietaria particular de bienes inmuebles de todo el Estado… no es Iglesia de Jesús, el profeta galileo marginado e itinerante, carismático y revolucionario, que vivió sin casa y sin bienes y dijo: “Las zorras tienen madrigueras y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar su cabeza”.

Una Iglesia que se instala en palacios, que busca privilegios, que se apropia de iglesias e inmatricula bienes que fueron de todos no es Iglesia de Jesús, pues envió a sus discípulas y discípulas a promover la liberación y a curar, a nada más. Jesús no fundó ninguna Iglesia, pero solo una Iglesia itinerante, siempre en camino, una Iglesia sanadora, una Iglesia desapropiada, una Iglesia desinstalada de edificios de piedra, doctrinas, ritos y normas, puede ser Iglesia de Jesús.

En nombre de Jesús y de su Buena Noticia, tan buena también para hoy, pedimos, pues, a la Iglesia que se desprenda de tanta posesión, piedra y letra, y sea testigo humilde del único tesoro, de la perla preciosa: la Salud, la Gracia, la Vida.

José Arregi

Para orar

DEJA LA CURIA, PEDRO

Deja la curia, Pedro,
desmantela el sinedrio y la muralla,
ordena que se cambien todas las filacterias impecables
por palabras de vida, temblorosas.
Vamos al Huerto de las bananeras,
revestidos de noche, a todo riesgo,
que allí el Maestro suda la sangre de los Pobres.
La túnica inconsútil es esta humilde carne destrozada,
el llanto de los niños sin respuesta,
la memoria bordada de los muertos anónimos.
Legión de mercenarios acosan la frontera de la aurora naciente
y el César los bendice desde su prepotencia.
En la pulcra jofaina Pilatos se abluciona, legalista y cobarde.
El Pueblo es sólo un «resto»,
un resto de Esperanza.
No Lo dejemos sólo entre guardias y príncipes.
Es hora de sudar con Su agonía,
es hora de beber el cáliz de los Pobres
y erguir la Cruz, desnuda de certezas,
y quebrantar la losa—ley y sello— del sepulcro romano,
y amanecer
de Pascua.
Diles, dinos a todos,
que siguen en vigencia indeclinable
la gruta de Belén,
las Bienaventuranzas
y el Juicio del amor dado en comida.
¡No nos conturbes más!
Como Lo amas,
ámanos,
simplemente,
de igual a igual, hermano.
Danos, con tus sonrisas, con tus lágrimas nuevas,
el pez de la Alegría,
el pan de la Palabra,
las rosas del rescoldo…
…la claridad del horizonte libre,
el Mar de Galilea ecuménicamente abierto al Mundo.

*

(Pedro Casaldáliga)

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El teólogo jesuita González Faus pide al Papa que la Iglesia venda bienes para ayudar a las víctimas de la crisis.

Domingo, 9 de marzo de 2014
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custodia-de-juan-de-arfeLeído en el blog de José Ignacio González Faus Miradas Cristianas:

La custodia de la catedral de Toledo o las joyas de la corona de la Virgen del Pilar

“Ante una verdadera necesidad humana, nada hay tan sagrado que resulte intocable, si puede remediarla”

Querido hermano Francisco, obispo de la iglesia que debe “presidir en el amor”: me digo que son demasiadas las cartas que se te escriben, que no puedes leerlas todas y que nuestra tarea hoy no debería ser dictarte lo que has de hacer, sino ayudarte en lo que has propuesto. Pero hay un punto que me parece muy importante, muy olvidado, urgente y relativamente fácil. Tiene además que ver con tu ilusión de “una iglesia pobre y para los pobres”. Y es el que me impulsa a ponerte estas líneas.

Todos hemos leído cómo David, ante el hambre ocasional de sus soldados consideró legítimo comer los panes de la proposición, y cómo Jesús aludió a ese episodio para justificar que sus discípulos quebrantasen el reposo del día santo. Ambos episodios vienen a decirnos que ante una verdadera necesidad humana, nada hay tan sagrado que resulte intocable, si puede remediarla. No sé si Juan Pablo II pensaba en esos episodios cuando escribió que “ante los casos de necesidad no se debe dar preferencia a los adornos superfluos de los templos y a los objetos preciosos de culto divino; al contrario, podría ser obligatorio enajenar esos bienes para dar pan, bebida, vestido y casa a quien carece de ello” (SRS 31). Wojtila habla de obligación y, en las líneas anteriores, señalaba que esa es la enseñanza y la praxis de la iglesia primitiva.

modelo-mendigo-e1351374118361Me pregunto si no hay un amplio sector eclesial que esgrime con furia determinados preceptos de la Iglesia, mientras que otros que no le gustan no los contradice ni los discute con argumentos, sino simplemente los olvida, los mete en el congelador o los envuelve con el plástico de un silencio absoluto. Temo que eso mismo hemos hecho con la enseñanza citada de la SRS: en momentos tan duros y tan trágicos como los actuales, para tantas gentes, no puedo menos de pensar en algunos “objetos preciosos de culto divino” de mi país: la custodia de la catedral de Toledo, las joyas de la corona de la Virgen del Pilar, la Sagrada Familia de Barcelona, el cáliz de la cena de Valencia (que además tiene mínimas posibilidades de ser auténtico) y otros que yo desconozco ¿no deberían haber sido “enajenados” hace tiempo, para ver cómo pueden remediar el hambre y las lágrimas de tanta gente sencilla que son los verdaderos paganos de nuestra crisis económica? Todas esas riquezas no le dan ningún culto a Dios; en cambio, ponerlas al servicio de las víctimas de nuestra crisis sería un gran acto de culto divino, con tal que no se haga alocada y precipitadamente, sino estudiando el modo de que resulten lo más eficaces posible.

Temo que los católicos de mi país seamos responsables de un pecado grave en este punto y me duele que ninguna voz autorizada de la iglesia española se haya levantado para evitarlo. Cuento con que decirte esto me puede costar más de dos bofetadas porque herirá sentimientos patrióticos. No deseo herirlos; pero pienso que el Reino de Dios es nuestra patria más verdadera, mucho más que todos nuestros localismos fatuos. Y esa enajenación de los objetos del culto divino pertenece al reino de Dios; mientras que negarse a ella sólo obedece a orgullos o miedos demasiado humanos.

Sé que hay mucha gente sincera dispuesta a seguirte y ayudarte por la autoridad que te has ganado en estos meses. Y que una palabra o indicación tuya en este sentido podría ser un gran acto de culto divino válido, para toda la Iglesia. Perdóname si por ello te doy la lata.

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