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Emilce Cuda: Justicia social, una realidad de vida o muerte.

Viernes, 12 de enero de 2024
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Emilce Cuda: Para construir puentes en la periferia, “no hay que crear nuevos espacios, solamente hay que conectarlos”

Emilce Cuda: ¿Estamos educando a los jóvenes para que sean cuidadores de la Casa Común?, por Paola Calderón

(Página 12).- La comunidad organizada de trabajadores, empleadores y gobiernos que es la Organización Internacional del Trabajo, la OIT, constituida como unidad en la diferencia a partir de la realidad de sufrimiento que genera el desempleo estructural, la explotación y el tráfico de personas, no concibe la justicia social a modo de distribución como se cree, sino a modo de participación, como se teme. La justicia social, tanto para el mundo de las relaciones del trabajo, como para el magisterio social de la Iglesia Católica, no es una idea política, ni una fórmula económica. Es una realidad jurídica de vida o muerte. Se trata de quién decide y no de quién recibe. Por eso el Consejo de Administración de la OIT aprobó la Coalición Mundial por la Justicia Social.

Como dice el Papa Francisco en la encíclica Laudato Si, el clamor que grita por justicia social ya no es solo de los pobres, sino también de la tierra. Es por eso que, en respuesta a la crisis socio-ambiental que amenaza las condiciones de vida en el planeta, durante la 349a reunión del Consejo de Administración de la OIT se aprueba la Coalición Mundial por la Justicia Social. Cuesta pensar que una vez más se deba salir a promocionar que todos los seres humanos “tienen derecho a perseguir su bienestar material y su desarrollo espiritual en condiciones de libertad y dignidad, de seguridad económica y en igualdad de oportunidades”. Sin embargo, así lo dice y así lo hará la OIT con su experiencia centenaria, reafirmando en el siglo XXI la Declaración de Filadelfia. sumando los desafíos de la Agenda 2030.del Sínodo de la d

Conformada para defender los pilares fundamentales del Programa de Trabajo Decente y los principios de la Declaración del Centenario de la OIT para el Futuro del Trabajo, la Coalición no puede ser considerada ideológica.

Promover el empleo productivo, digno y decente con medidas de protección social, así como promover el diálogo social tripartito, no puede ser considerado un atentado a la libertad individual.

Fortalecer las capacidades de todas las personas para beneficiarse de las oportunidades de un mundo del trabajo en transición, al tiempo que fortalecer la dimensión social del desarrollo sostenible, el comercio y la inversión, no puede ser considerado un atentado a la seguridad pública.

Promocionar las instituciones del trabajo, el derecho a elegir donde vivir, aumentar la resiliencia de las periferias, ocuparse de los derechos sociales de los más vulnerables, luchar contra el desempleo juvenil, la desigualdad de género y la economía informal, no puede ser considerado ideología.

Por el contrario, despreciar la justicia social es un atentado a la democracia participativa.

El desafío

El desafío de la Coalición Mundial por la Justicia Social consiste en contrarrestar esa propaganda negativa libertaria logrando un “impacto significativo” a escala global de valorización positiva de la justicia social, visibilizando sus aspectos constitutivos y promocionándolos como universales.

Nunca está de más aclarar que la justicia social, lejos de ser una idea, está realizada como bien común a modo de instituciones que garanticen: trabajo digno y decente; oportunidades equitativas de acceso al empleo y a la riqueza; respeto de los derechos laborales como derechos humanos; integración de la protección social; salud, nutrición y educación de calidad; capacitación permanente; desarrollo de competencias; políticas públicas y financieras que responden a demandas reales de la sociedad; empoderamiento de jóvenes y mujeres; solidaridad entre las diferentes regiones; acuerdos de comercio y financiación para una transición justa; y derecho a la migración. Sus elementos constitutivos se van agregando como resultado de un proceso histórico de discernimiento social comunitario. Porque el cambio o viene desde abajo, o no viene. Los derechos no son otra cosa que necesidades reconocidas por el Estado bajo la forma de ley, como instituciones.

El desafío de la Coalición de la OIT no pasa por determinar qué es la justicia social, sino por “mejorar las actividades de promoción y el establecimiento de un programa para elevar el debate político sobre la justicia social; promover la coherencia de las políticas y las acciones conjuntas, y generar y difundir conocimientos”. Para eso “los asociados pueden adherirse a la Coalición y apoyar la causa de la justicia social de formas diferentes y complementarias, que van desde contribuir a los esfuerzos de promoción (por ejemplo, a través de eventos o talleres, y de la movilización inter pares) hasta proporcionar apoyo en especie (por ejemplo, conocimientos especializados, herramientas y datos) o realizar contribuciones financieras” (cf. n.12).

La modalidad

La modalidad para cumplir el propósito ético de la Coalición Mundial por la Justicia Social, consiste en conformar una plataforma de cooperación y alianzas multilaterales para impulsar la justicia social a escala mundial, regional y nacional. Lo hará mediante políticas coordinadas, en apoyo de las prioridades nacionales, fomentando los esfuerzos colectivos para aumentar “la escala y el impacto de sus respectivas acciones” (cf. n. 9).

Para eso, se aprovecharán las estructuras y alianzas existentes, y se crearán nuevas. Se tratará de influir en la agenda mundial generando inversiones para medir: el nivel de compromiso con la justicia social y de apoyo a la misma; la visibilidad de las acciones de promoción; el seguimiento de los avances y la contribución a crear un repositorio de buenas prácticas; y la contribución al foro político de alto nivel de las Naciones Unidas.

Mediante esta plataforma de alto impacto, la Coalición tratará de activar los “apoyos necesarios para el reconocimiento de la justicia social en la agenda multilateral -en particular en la Cumbre del Futuro de las Naciones Unidas de 2024, y en la Cumbre Social Mundial de las Naciones Unidas de 2025” (Cf. n. 7).

La conformación

La conformación de la Coalición Mundial por la Justicia Social sigue la estructura tripartita del diálogo social -gobiernos, organizaciones de trabajadores y organizaciones de empleadores-, sumando ahora: organizaciones internacionales y regionales; instituciones financieras internacionales; empresas; instituciones académicas y organizaciones no gubernamentales. Esta ampliación responde al desafío que representa el cumplimiento de los ODS de la Agenda 2030, tanto sociales como ambientales. Por eso, a las prioridades iniciales de trabajo digno y decente, se suman la de empresas sostenibles y la de planificación para una transición justa en favor de la mitigación de los efectos del cambio climático y la adaptación a estos.

El Director General de la OIT, Gilbert F. Houngbo, declaró: “Ahora contamos con los esfuerzos de todos para movilizar a los principales interlocutores y hacer avanzar la justicia social. La necesidad de que la Coalición empiece a trabajar es cada vez más urgente“.

 Los fundamentos

Los fundamentos de la Coalición están definidos por varios documentos: la Constitución de la OIT, incluida la Declaración de Filadelfia; la Declaración de la OIT relativa a los principios y derechos fundamentales en el trabajo y su seguimiento (1998), en su versión enmendada en 2022; la Declaración de la OIT sobre la justicia social para una globalización equitativa (2008), en su versión enmendada en 2022; la Declaración del Centenario de la OIT para el Futuro del Trabajo (2019); el Llamamiento mundial a la acción para una recuperación centrada en las personas de la crisis causada por la COVID-19 que sea inclusiva, sostenible y resiliente (2021); y la Resolución sobre las desigualdades y el mundo del trabajo (2021).

Lejos de ser una improvisación demagógica de gobiernos corruptos o pastores populistas, las bases de la Coalición siguen los principios, los valores, el programa normativo y la estructura de gobernanza de la OIT.

Emilce Cuda, secretaria de la Pontificia Comisión para América Latina

(Emilce Cuda es teóloga. Escribió el libro “Para leer a Francisco. Teología, ética y política“, publicado en 2014)

 Fuente Página 12

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El Vaticano “canoniza” a Romero, Angelelli y Posadas Ocampo.

Domingo, 2 de marzo de 2014
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romer_560x280Leemos en Religión Digital:

El cardenal Sandri pone como ejemplo de santidad a los tres obispos mártires

El Vaticano “canoniza” a Romero, Angelelli y Posadas Ocampo

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“Fueron víctimas por ser fieles a la opción preferencial por los pobres”

(J. Bastante).- Son los tres obispos mártires de Latinoamérica. En México, El Salvador y Argentina, víctimas de la dictadura y de la defensa del Evangelio de los pobres y para los pobres. Reivindicados por esta primavera de la Iglesia, Óscar Romero, Enrique Angelelli y Juan Jesús Posadas Ocampo acaban de ser reconocidos por la Pontificia Comisión Para América Latina como “víctimas por ser fieles a la opción preferencial por los pobres”.

Así lo asumió el cardenal Leonardo Sandri durante la Eucaristía que ha tenido lugar esta mañana en el Vaticano: “Quisiera conmemorar a tres pastores concretos,  desde luego sin anticiparme al juicio de la Iglesia y  sin dar a las palabras “martirio” y “mártir” una significación canónica y teológica y evitando cualquier interpretación política”.

ocampo-posadas-sigue-siendo-recordado-en-mexicoEl Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, Arzobispo de Guadalajara, México, asesinado el 24 de mayo 1993. El Arzobispo Oscar Arnulfo Romero, Arzobispo de San Salvador, asesinado el 24 de marzo 1980 (“la causa de canonización de Mons. Romero ha sido introducida y esperamos pronto verlo como modelo para toda la Iglesia”, añadió Sandri), y, especialmente, el Obispo Enrique Angelelli, Obispo de La Rioja, Argentina, muerto el 4 de agosto 1976, en un sospechoso accidente de auto y en un contexto de valentía del Obispo. “De él recuerdo hoy no solamente la pasión y el convencimiento de que su muerte fue por ser defensor de Dios, de la persona humana y del Evangelio, apuntó el purpurado argentino.

Citando los ejemplos de estos tres pastores, vienen a la memoria las palabras de Benedicto XVI: El mártir es una persona sumamente libre, libre frente al poder, libre frente al mundo; una persona libre, que en un acto definitivo dona a Dios toda su vida”, añadió el cardenal Sandri.

el-obispo-angelelliFinalmente, el responsable de la Comisión Para América Latina incidió en la fe “del Pueblo de Dios en América Latina,  que Aparecida convoca para ser discípulos y misioneros y la del Oriente cristiano,  convocado, después del Sínodo especial para el Medio Oriente,  a la comunión y al testimonio”.

Ésta es la homilía íntegra de Sandri:

Queridos Hermanos y Hermanas:

Terminaremos hoy nuestra Plenaria con esta última celebración eucarística en honor del Sagrado Corazón de Jesús. De este modo nuestra plenaria acaba con la mirada puesta en Cristo crucificado y resucitado, núcleo esencial de nuestra fe y núcleo fundamental a proclamar en la emergencia educativa y en la “traditio” de la fe a nuestra juventud.

Aquí sobre el altar que guarda las reliquias de San Juan Crisóstomo reviviremos el sacrificio de la cruz, poniéndonos con nuestra mente y nuestro corazón frente al costado abierto de Cristo, traspasado por la lanza del soldado, para adorar el misterio de nuestra salvación y de aquí sacar el coraje necesario para el anuncio del Evangelio y para nuestro testimonio de discípulos.

Una constante de la historia cristiana es la persecución y la cruz que en este mundo y en este tiempo de la Iglesia toca a muchos de sus hijos. Es la entrega de la propia vida en medio de la violencia y del desprecio de los valores de la dignidad de la persona humana, de los ataques a personas, a símbolos y a lugares sagrados de nuestra fe que han tenido por consecuencia no solamente el secuestro sino también el asesinato y la muerte de obispos, sacerdotes, religiosos, y religiosas. Esta línea roja de la sangre de los mártires, ha sido registrada en veinte siglos de historia y las Iglesias Orientales Católicas como también las comunidades ortodoxas y otros cristianos han sido y son hoy protagonistas de esta evangélica nota de identidad del discípulo con su maestro y esta fue y es la garantía de la esperanza cierta del cielo nuevo y de la tierra nueva que esperamos ver y tocar con nuestras manos en la eternidad.

Benedicto XVI, en la Exhortación Apostólica “Ecclesia in Medio Oriente”, escribe: “La situación en Medio Oriente es en sí misma un llamamiento urgente a la santidad de vida. Los martirologios enseñan que los santos y los mártires, de cualquier pertenencia eclesial, han sido – y algunos lo son todavía – testigos vivos de esta unidad sin fronteras en Cristo glorioso, anticipando nuestro “estar reunidos” como pueblo finalmente reconciliado en él” (EMO n. 11).

De estos últimos años recuerdo a los 52 mártires de la Catedral Siro-católica de Bagdad, en cuya reconsagración participé en diciembre 2012, y recuerdo el dolor y, la mayoría de las veces, la muda impotencia con la que se tiene que asistir al avance del mal, al desprecio de Dios y de su ley y al desprecio de la dignidad de la persona humana. Y me he preguntado cual era el nexo que podía existir entre esta realidad y la de nuestra América Latina. Es la sangre de Cristo, que ahora vemos derramada en la persona de nuestros hermanos, víctimas de persecución, del terrorismo en general, y del terrorismo de estado en particular, de la violencia irracional y de la del narcotráfico en particular o víctimas por ser fieles a la opción preferencial por los pobres, implícita en la fe cristológica, como indicado por el Papa Benedicto XVI en el discurso inaugural de la Conferencia de Aparecida (cfr también Aparecida nn. 391-392 y ss.) el nexo de nuestras dos realidades. Leer más…

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