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La revolución de lo pequeño

Miércoles, 13 de julio de 2022
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609625E5-13F0-4F9F-9A27-5742E04A2668– ¿Estás bien? ¿Necesitas ayuda? ¿Te puedo echar una mano? ¡Con estos calores…!

– Estoy bien, muchas gracias. Tengo el coche ahí mismo, pero da gusto encontrarse con gente así, como tú.

Ella arrancó satisfecha, pues ya había cumplido. Se había detenido al verme parado junto a la enorme maleta tomando aire. Me había interpelado sólo por altruismo y ya no tenía sentido seguir hablando. La respuesta me salió del alma. Nada más lejos de mí echar flores huecas, sin genuino perfume, ni sentido.

No deberíamos perder tan fácilmente la fe en la humanidad, ni en su juventud. Las preguntas de la joven mujer se sucedieron con decisión y sin tregua. Venían para mi asombro desde un viejo coche que se detuvo a la par de mí. Yo remontaba el día pasado a pie, con un gran trasto sobre ruedas y evidente esfuerzo, la pequeña rampa desde la estación de tren de Altsasu al pueblo.

Es muy mala la costumbre de salir de casa con todas las letras, con todos los documentos, correos y archivos digitales a cuestas. Hay que saber viajar como sentenció el poeta, “ligeros” y sin pesados “gigas” a cuestas. No se puede ir por el mundo pegado a un enorme ordenador que impide remontar con agilidad las cuestas. Podría arramblar con el ordenador pequeñito, pero los ojos están muy hechos a la pantalla grande, muy mal acostumbrados a tener siempre toda la información a mano.

Es muy mal hábito adherirte de por vida a una máquina, porque después resoplarás en los días de calor tórrido y llamarás la atención de conductores y viandantes. De cualquier forma, me alegro de haber resoplado. Sí, yo estaba bien. Tan sólo un poco acalorado. En realidad, me sentía reconfortado en lo interno, cada vez más convencido de la revolución de las pequeñas cosas, de que son los cotidianos gestos de humanidad los que en realidad contribuyen a cambiar para bien nuestro mundo. Yo me sentía bien, feliz de constatar que hay una juventud que no tiene prisa para llegar a ningún lugar, que se detiene en su camino las veces que haga falta para asistir a quien lo pueda necesitar, al cabezón, por ejemplo, que se lleva a todas partes su entera vida a cuestas.

Ella arrancó desconocedora de que en realidad ya me había quitado el mayor peso, el de pensar que el humano a la salida de su estación, de su largo letargo egocentrista no tenía remedio, ni futuro. Estos días están cambiando los mapas políticos. Colombia, Francia y Andalucía acaparan la atención de los medios. Nos alegramos cuando nuestros colores ganan apoyo y ascienden.

“El  Gobierno de los nadies y para las nadies” se instalará felizmente en Bogotá. El país hermano camina a paso firme del miedo a la reconciliación, de la violencia a la paz. Nos complacemos cuando nos enteramos de que Gustavo Petro entra decidido a poner coto a una historia de abismales diferencias sociales, cuando las fuerzas de progreso en Francia toman más asientos en el Parlamento, cuando la moderación y el equilibrio ganan adeptos en las filas de los populares…, pero a la postre sabemos que todo ello carga con importante ficción. Queremos que desde lejanos despachos transformen un día a día que en realidad nos corresponde mayormente a nosotros y nosotras transformar.

Más que nuestra opción política prospere, más que el color del sobre que introduzcamos en la urna de cristal salga triunfante, es nuestra actitud de vida en medio del inmenso escenario planetario, son los gestos de ayuda y cooperación sencillos y diarios, los llamados a ir transformando poco a poco la realidad. A la postre es nuestra actitud solidaria para con el prójimo la que inaugurará un escenario local y global más halagüeño.

El “¿Estás bien…?, la preocupación y vigilancia del otro, el sentimiento de que el otro es con nosotros y nosotras, de que nos interesa, representa la antítesis de ese tentador “¡Sálvese quien pueda!” que igualmente cosecha sus adeptos en nuestra sociedad con fuerte impronta materialista. “¿Estás bien…?” ya sea por el calor intenso de estos días, la enfermedad, las llamas cercanas, las guerras más alejadas… El sencillo y elemental “¿Estás bien…?”, ante cualquier azar de la vida, ya inmediato, ya en apariencia distante, nos vacuna ante el virus más peligroso y despiadado que jamás hayamos podido llegar a conocer: el individualismo.

Koldo Aldai Agirretxe

Fuente Fe Adulta

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Somos grandes y pequeños

Viernes, 1 de abril de 2022
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Del blog de Henri Nouwen:

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“Debemos mantenernos cerca de la humillación y de la victoria de Cristo, porque estamos llamados a vivir ambas en nuestra vida cotidiana. Somos grandes y pequeños, partículas del universo y de la gloria de Dios, hombrecillos asustados y también hijos e hijas del Señor de toda la creación”

*

Henri Nouwen,
Diario del último año de vida

***

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Fidel Aizpurúa: El triunfo de los pequeños. Retiro en la Pascua de 2021.

Jueves, 8 de abril de 2021
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Golden-tailed Sapphire (Chrysuronia oenone) (♂) Small hummingbird flying and static suspended on a background of green leaves and plants and blue colors, with outstretched wings looking to the right Hay un librito de Carlos Severri con este título. En él pretende motivar a los niños al juego del ajedrez, haciéndoles ver que también los pequeños pueden ganar partidas a los grandes. Y eso puede hacernos conectar con la espiritualidad de la Pascua: un triunfo de pequeños, de derrotados, de caídos que se levantan.

La fe ha envuelto la celebración de la Pascua de brillo, de luz, de épica, de triunfo. Consideramos que la Pascua no solamente es un triunfo grande de Jesús, sino que es el triunfo máximo de la vida. Y es cierto. Pero no hay que olvidar su origen: ¿cómo entenderían los primeros seguidores el triunfo de la resurrección? ¿Como algo para ser publicitado a bombo y platillo o como algo hermoso, pero pequeño, que se guarda en el corazón y que saca a la persona de sus derrotas?

Puede ser la Pascua un tiempo bueno para, uniéndose a Jesús, celebrar los pequeños triunfos de cada día como lenguaje de vida y de esperanza. Quizá en lo pequeño habite mayor verdad que en las celebraciones pomposas. Tal vez la resurrección de Jesús es el lenguaje de vida en lo pequeño, en lo pobre, en lo humilde. No se quiere quitar esplendor a la Pascua, sino situarla en otro marco, más entrañable, más vivo y, tal vez, más real.

De esta manera puede que la Pascua de este año pase de ser una verdad de fe a convertirse en un sencillo dinamismo de vida. Saber que hay triunfo en lo pequeño es lo que puede hacer que el seguidor de Jesús viva su resurrección como promesa del propio triunfo, más allá de cualquier limitación.

1. La luz de la poesía

La verdad poética nos ayuda a pensar la fe con más hondura:
Con frecuencia creemos, oscuridad,
que ocupas todo el espacio
y que nada escapa a tu poder.
Apenas somos capaces de contemplar
la pequeña lumbre que vacila, temblorosa,
en el centro de tu dominio.
Pero, de pronto, algo ocurre en nuestro corazón
y el mundo invierte su destino.
Entonces, oscuridad, te repliegas
hasta los bordes de la existencia
y tu trono es usurpado por la luz.
Expulsado el infierno de nosotros,
el resplandeciente nos otorga su gracia.
Y su sutil, invencible, sonrisa.

R. Argullol

· La vida nos lleva, a veces, a creer, falsamente, que todo es oscuridad, que no hay espacio para la luz, que lo nuestro está amasado en el sinsentido, que no tenemos salida y que, por ello, no hay esperanza. La derrota de la luz es la más triste de las derrotas.

· Esa oscuridad es la que impide el gozo de la contemplación de la luz pequeña que habita en lo oscuro, la pequeña llama que tiembla en cada buena acción, en cada palabra amable, en cada gesto de un corazón que se entrega.

· Pero ocurre que se produce un milagro: la oscuridad se repliega, se encoge y se oculta, deja de oprimir. Y el gozo de la luz surge, pequeño, pero tenaz. Algo de eso es la resurrección de Jesús: la pequeña fuente del gozo que nos dice que nunca se agotará la esperanza y que la alegría será la tierra de quienes aman. Y en esa tierra no habrá infierno porque habrá sido expulsado.

· La sutil sonrisa de Jesús vivo es el mejor signo de resurrección. Celebrar la resurrección es sentirse bien bajo esa sonrisa que nos habla de amor y de vida en nuestros caminos cotidianos, en nuestros trabajos comunes, en nuestras vidas ciudadanas.

2. La luz de la Palabra: Lc 10,17-20

«Los setenta regresaron muy contentos y le dijeron: – Señor, hasta los demonios se nos someten por tu nombre. Él les contestó: – ¡Ya veía yo que Satanás caería del cielo como un rayo! Yo os he dado la potestad de pisar serpientes y escorpiones y todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá haceros daño. Sin embargo, no sea vuestra alegría que se os someten los espíritus; sea vuestra alegría que vuestros nombres están escritos en el cielo».

– El texto pertenece al tema de la misión. Es la vuelta gozosa que narra el triunfo humilde de los discípulos que han comprobado que el mandato de Jesús de “liberar de los demonios”, de ayudar a que los pobres tengan esperanza, ha funcionado. La esperanza de la libertad se ha despertado en el corazón de los pobres y el demonio de la opresión ha dado un paso atrás.

– La caída de Satanás es la caída del desaliento, de la pérdida de ilusión, del desconcierto, de la perplejidad. El Satán que bloquea la vida, que la paraliza y la somete, cae al abismo y renace la esperanza. Es posible el pequeño triunfo en la vida de los humildes, triunfo que habla el lenguaje de la posibilidad de tiempos mejores.

– Nada podrá hacer daño a quien siembra amor, a quien celebra el humilde triunfo de la vida, porque se ha instalado dentro de él la certeza de que el mal no dirá la última palabra. Quien se asocia al triunfo de Jesús se inmuniza contra el desaliento.

– El triunfo de lo pequeño lleva a la alegría mayor: saber que se es ciudadano del reino, que el gozo es el horizonte al que está destinado lo creado, sea cual sea su trayectoria histórica.

3. Ahondando

· Contra el sentimiento de derrota: un sentimiento que, con frecuencia, se apodera de las entrañas de la persona. La resurrección, el triunfo de lo pequeño, pone una nota de color y de esperanza en la grisura de nuestros caminos cotidianos y da fuerza para superar ese sentimiento. Incluso nos dice que, más allá de los fracasos, la vida está destinada al éxito y que tal éxito no se nos negará. Si se nos negara, la resurrección habría sido en vano.

· Celebrar el presente y sus logros: porque no se puede negar que en la vida logramos pequeños éxitos que nos alivian. Celebrar el triunfo sería una inyección de entusiasmo para la vida. Y sería también un acto fe: aquel que cree que el triunfo del resucitado cobra rostro en los pequeños triunfos de cualquiera de los humanos. Eso nos ayudaría a suavizar el, a veces, áspero camino de nuestra vida.

· La última palabra será de ánimo, no de derrota: si nuestra vida, el cosmos mismo, terminara en derrota, la resurrección habría sido en vano. Este universo al que pertenecemos puede que acabe en un caos de extinción. Pero aun así, ese caos será un grito de triunfo, el triunfo de lo acabado, de lo logrado, de lo expandido hasta sus últimos límites. Esta clase de certezas nos pueden sostener cuando se nubla el horizonte.

· Renace la esperanza, da un paso atrás la muerte: así reza un himno de Laudes. La resurrección de Jesús es el renacimiento de la esperanza en las pequeñas grietas que deja abiertas la vida. Cada día asistimos a este retroceso de la muerte, hasta que llegue el día sin luto ni llanto, como dice Ap 21,4. Quizá no nos percatemos de ello, envueltos como estamos en muchos dramas en que la muerte es su componente. Pero la utopía de un mundo de vida plena, sea cual sea la forma de lograrlo, es una realidad viva.

4. Triunfos pascuales

Leyendo el diario caminar humano, detectamos una serie de pequeños triunfos que podríamos denominar como “pascuales”, incorporados al triunfo humilde y hermoso del Resucitado:

· El triunfo de la persistente lucha contra la enfermedad: algo que vemos en esta pandemia. Más allá de planteamientos cuestionables, percibimos el denodado esfuerzo por librar al mundo de una plaga que le aflige. Y, aun contando con intereses discutibles, hay que decir que nunca se había trabajado en modos más colaborativos, más universales, más coordinados. Queda mucha tarea por hacer, pero jamás la humanidad ha tirado la toalla frente a la enfermedad. Su historia es una historia de lucha. Así se construye el triunfo de la resurrección.

· El triunfo de la preocupación por el frágil: cosa que existe en nuestra sociedad, aunque todavía quede un largo camino por recorrer. No están secas las entrañas de lo humano cuando nos conmueve la muerte de una pequeña emigrante en el muelle de Arguineguín; no estamos secos cuando los centros de día están bien atendidos, aunque cuesten mucho dinero; no estamos acabados cuando vemos a tantos ancianos del brazo de un cuidador/a; no estamos arruinados cuando se libra una continua batalla contra los abusos sexuales a menores. Queda mucho por hacer, pero se está haciendo ya.

· El triunfo de la empresa que no despide: ya que en este caos económico en que nos ha sumido la pandemia, muchas empresas están al borde del abismo. Y se empeñan en no despedir, bien sea por vía ertes, o por estirar los recursos hasta el límite. Los empresarios modestos saben que el despido es la puerta que se abre a la exclusión. Por eso, luchan con los pocos medios que tienen en su mano para que esa situación se retrase lo más posible y que, incluso, no llegue a darse.

· El triunfo de la solidaridad que no admite espera: porque para muchos es discutible, pero para quien está ahogado, no. Nos referimos a las llamadas “colas del hambre” que aumentan exponencialmente en estos tiempos de pandemia: personas que se han visto echadas a la pobreza y obligadas a pedir para comer. Es una solidaridad, ya lo decimos, discutible desde muchos lados. Pero quien pone algo en esa cesta vacía que se abre ante él, ayuda a triunfar un poco sobre la muerte social.

· El triunfo de las opciones respetadas: triunfo que nos cuesta mucho, porque se piensa que mi manera de ver las cosas es la correcta. Las diferentes opciones en temas de sexualidad, en temas del final de la vida, en temas de bioética, son respetadas por muchos, aunque a uno no le convenzan. Hacer una ofrenda de la propia manera de pensar hacia la forma distinta de ver las cosas del otro es, sin duda, un lenguaje de resurrección. Es un lenguaje para muchos costoso; toda entrega es costosa.

· Los pequeños triunfos de nuestro día a día: porque sería muy raro que hubiere alguien que logra nunca un pequeño triunfo. Celebrar esos logros es muy saludable y hace que la vida y la fe nos hablen el lenguaje de la esperanza. Conectar esos triunfos humildes con el triunfo del resucitado Jesús les da un horizonte espiritual y un dinamismo que nos empodera y nos hace más inmunes a la derrota.

5. Itinerario pascual

· 1ª Semana (4-10 de abril): celebrar la lucha contra la enfermedad cumpliendo exquisitamente las normas sanitarias y llevando a la oración las situaciones de enfermedad de personas cercanas.

· 2ª Semana (11-17 de abril): celebrar el acompañamiento que se da a los mayores visitando con tiempo amplio a alguna persona mayor. Orar por nuestras casas de mayores.

· 3ª Semana (18-24 de abril): celebrar los esfuerzos de los pequeños empresarios por no despedir. Llevar a la oración a personas que conozcamos que están en erte o en el paro.

· 4ª Semana (25 de abril-1 de mayo): celebrar que haya sensibilidad para llenar las cestas vacías de quien pasa necesidad. Colaborar de algún modo en esa tarea a la vez que se alza la voz pidiendo justicia para los descartados.

· 5ª Semana (2-8 de mayo): celebrar que la sociedad respete cada vez más las opciones personales, aunque a mí no me convenzan del todo. Llevar a la oración el nombre de alguna persona que sufra por sus opciones personales.

· 6ª Semana (9-15 de mayo): celebrar los triunfos personales de cada día. Dar gracias en la oración por algún pequeño triunfo conseguido durante la jornada.

· 7ª Semana (16-23 de mayo): semana de agradecimiento por la resurrección de Jesús y por todos los rostros de resurrección que aparecen en nuestro entorno.

Conclusión

Puede parecer muy modesta y despojada de brillo esta manera de celebrar el triunfo humilde y hermoso de la resurrección de Jesús. Pero se encierra en él un dinamismo, un aliento, que nos puede ser muy útil. Más aún: si esto se vive en comunidad, las posibilidades de celebrar gozosa y aprovechadamente la Pascua se potencian. Que se nos dé el don de la sonrisa del resucitado.

Fidel Aizpurúa

Fuente Fe Adulta

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Pequeños ante Dios.

Viernes, 9 de marzo de 2018
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La ley de Cristo sólo puede vivirse por corazones mansos y humildes. Cualquiera que sean sus dones personales y su puesto en la sociedad, sus funciones o sus bienes, su clase o su raza, los cristianos permanecen como personas humildes: pequeños.

Pequeños ante Dios, porque son creados por él y de él dependen. Cualquiera que sea el camino de la vida o de sus bienes, Dios está en el origen y fin de toda cosa. Mansos como niños y débiles y amantes, cercanos al Padre fuerte y amante. Pequeños porque están ante Dios, porque saben pocas cosas, porque son limitados en conocimiento y amor, porque son capaces de muy poco. No discuten la voluntad de Dios en los acontecimientos que suceden ni lo que Cristo ha mandado hacer: en tales acontecimientos, sólo cumplen la voluntad de Dios.

Pequeños ante los hombres. Pequeños, no importantes, no superhombres: sin privilegios, sin derechos, sin posesiones, sin superioridad. Mansos, porque son tiernamente respetuosos con lo creado por Dios y está maltratado o lesionado por la violencia. Mansos, porque ellos mismos son víctimas del mal y están contaminados por el mal. Todos tienen la vocación de perdonados, no de inocentes. El cristiano es lanzado a la lucha. No tiene privilegios. No tiene derechos. Tiene el deber de luchar contra la desdicha, consecuencia del mal. Por esta razón, sólo dispone de un arma: su fe. Fe que debe proclamar, fe que transforma el mal en bien, si sabe acoger el sufrimiento como energía de salvación para el mundo; si morir para él es dar la vida; si hace suyo el dolor de los demás. En el tiempo, por su palabra y sus acciones, a través de su sufrimiento y su muerte, trabaja como Cristo, con Cristo, por Cristo

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Madeleine Delbrél,
La alegría de creer, Santander 1997.

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