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Pan de Vida

Jueves, 13 de abril de 2017
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JUEVES SANTO: LA CONFIANZA DE MARÍA

corazonmaria

*

Eran los días de la Pascua y después de tres años de vida pública, María, era muy consciente de los sentimientos encontrados que las palabras de Jesús, provocaban en unos y en otros. Sabía, por supuesto, que Jesús incomodaba a los sumos sacerdotes y poderosos y tenía miedo por él. Un miedo que no la paralizaba, que le hacía dejarlo todo en manos de Dios, confiar en El, esperar en El. Pasase lo que pasase, sabía que Dios estaría siempre a su lado, a nuestro lado, porque no sabe hacer otra cosa que amarnos.

María, la de la confianza, María la de la espera, María del perdón, María mujer fuerte… nadie tiene mayor amor, que quien conserva la bondad, el amor, la fe, aunque le hieran.

Me uno hoy a esta oración con María.

El Pan de Vida eres Tú
mi alimento, mi luz
la vida que no se contiene
y derrama su Amor sin perderse

El Pan de Vida eres Tú
mi alimento, mi luz
la fuerza que me abraza siempre
el abrazo, que espera paciente

EL PAN DE VIDA ERES TÚ
EL PAN DE VIDA ERES TÚ
EL PAN DE VIDA ERES TÚ
MI ALIMENTO Y MI LUZ

El Pan de Vida eres Tú
mi alimento, mi luz
la paz que me fortalece
para seguir viviendo de frente

El Pan de Vida eres Tú
mi alimento, mi luz
el pan que me compromete
el Amor que me invita a ofrecerme

EL PAN DE VIDA ERES TÚ
EL PAN DE VIDA ERES TÚ
EL PAN DE VIDA ERES TÚ
MI ALIMENTO Y MI LUZ
MI ALIMENTO Y MI LUZ

 *

Salomé Arricibita

***

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“Atracción por Jesús”. 19 Tiempo Ordinario – B (Juan 6,41-51)

Domingo, 9 de agosto de 2015
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19-852855-300x266El evangelista Juan repite una y otra vez expresiones e imágenes de gran fuerza para recordar a todos que han de acercarse a Jesús para descubrir en él una fuente de vida nueva. Un principio vital que no es comparable con nada que hayan podido conocer con anterioridad.

Jesús es «pan bajado del cielo». No ha de ser confundido con cualquier fuente de vida. En Jesucristo podemos alimentarnos de una fuerza, una luz, una esperanza, un aliento vital… que vienen del misterio mismo de Dios, el Creador de la vida. Jesús es «el pan de la vida».

Por eso, precisamente, no es posible encontrarse con él de cualquier manera. Hemos de ir a lo más hondo de nosotros mismos, abrirnos a Dios y «escuchar lo que nos dice el Padre». Nadie puede sentir verdadera atracción por Jesús, «si no lo atrae el Padre que lo ha enviado».

Lo más atractivo de Jesús es su capacidad de dar vida. El que cree en Jesucristo y sabe entrar en contacto con él, conoce una vida diferente, de calidad nueva, una vida que, de alguna manera, pertenece ya al mundo de Dios. Juan se atreve a decir que «el que coma de este pan, vivirá para siempre».

Si, en nuestras comunidades cristianas, no nos alimentamos del contacto con Jesús, seguiremos ignorando lo más esencial y decisivo del cristianismo. Por eso, nada hay pastoralmente más urgente que cuidar bien nuestra relación con Jesús el Cristo.

Si, en la Iglesia, no nos sentimos atraídos por ese Dios encarnado en un hombre tan humano, cercano y cordial, nadie nos sacará del estado de mediocridad en que vivimos sumidos de ordinario. Nadie nos estimulará para ir más lejos que lo establecido por nuestras instituciones. Nadie nos alentará para ir más adelante que lo que nos marcan nuestras tradiciones.

Si Jesús no nos alimenta con su Espíritu de creatividad, seguiremos atrapados en el pasado, viviendo nuestra religión desde formas, concepciones y sensibilidades nacidas y desarrolladas en otras épocas y para otros tiempos que no son los nuestros. Pero, entonces, Jesús no podrá contar con nuestra cooperación para engendrar y alimentar la fe en el corazón de los hombres y mujeres de hoy.

José Antonio Pagola

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“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”. Domingo 9 de agosto de 2015 Domingo 19º de tiempo ordinario

Domingo, 9 de agosto de 2015
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44-ordinarioB19 cerezoDe Koinonia:

1Reyes 19,4-8: Con la fuerza de aquel alimento, caminó hasta el monte de Dios.
Salmo responsorial: 33: Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Efesios 4,30-5,2: Vivid en el amor como Cristo.
Juan 6,41-51: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo

En aquel tiempo, los judíos criticaban a Jesús porque había dicho: “Yo soy el pan bajado del cielo”, y decían: “No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?” Jesús tomó la palabra y les dijo: “No critiquéis. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios.” Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan de vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.”

La narración del primer libro de los Reyes está sumamente cuidada y llena de detalles que hacen de esta simple huida algo más profundo y simbólico. Para empezar, las alusiones al desierto, a los padres, a los cuarenta días y cuarenta noches de camino, al alimento, al monte de Dios, son demasiado claras y numerosas como para no reconocer en el camino de Elías el camino inverso al que realizó Israel en el éxodo. No se trata sólo de una huida; también hay una búsqueda de las raíces que terminará en un encuentro con Dios. También los grandes héroes como Elías y Moisés (cf. Num 11,15) han sentido nuestra debilidad. Elías, desanimado del resultado de su ministerio huye porque «no es mejor que sus padres» en el trabajar por el reino de Dios y es mejor reunirse con ellos en la tumba (v.4). Cuando el hombre reconoce su debilidad, entonces interviene la fuerza de Dios (2Cor 12,5.9). Con el pan y el agua, símbolos del antiguo éxodo, Elías realiza su propio éxodo (símbolo de los cuarenta días, v.8) y llega al encuentro con Dios. Tal como está narrado este episodio de Elías nos habla del camino, de los empeños, de las tareas demasiado grandes para hacerlas con las propias fuerzas y de la necesidad de caminar apoyados en las fuerzas del alimento que nos mantiene.

La segunda lectura es la continuación de esta exhortación apostólica que desciende a detalles hablando de aquello que el cristiano debe evitar (aspecto negativo) o debe hacer (aspecto positivo). Así, el cristiano puede trabajar en la edificación de la iglesia y no entristecer al Espíritu rompiendo la unidad (4,25-32a; 4,3). Este modo de vivir encuentra su fundamento en aquello que Cristo ha realizado o el Padre ha cumplido por Cristo. Vivir de manera cristiana y vivir en el amor como Cristo y el Padre (cf. Mt 5,48). Como el Padre perdona, así debe hacer el cristiano (v. 32b); Mt 6,12.14-15). Como Cristo ama y se dona en sacrificio, así hace el cristiano. La unidad es fruto del sacrificio personal. El tema de la imitación de Dios, consecuencia y expresión de ser hijos suyos, revela la referencia evangélica de esta exhortación de Efesios (cf. Mt 4,43-48). El Espíritu es el elemento determinante del comportamiento cristiano. En línea con otros pasajes paulinos sobre el Espíritu, en éste su recepción se vincula (indirectamente) al bautismo y se le considera como sello/marca que identificará en la parusía a cuantos pertenecen a Cristo.

El evangelio de Juan que hoy leemos comienza con el escándalo que se produce en los judíos porque Jesús se equipara al pan; pero más aun porque dice que ha “bajado del cielo”. Para ellos esto no tiene explicación, puesto que conocen a Jesús desde su infancia y saben quiénes son sus padres. Para ellos su vecino Jesús, visto en su sola dimensión humana, no guarda relación alguna con las promesas del Padre y con su proyecto de justicia revelado desde antiguo.

Juan utiliza esta figura del escándalo y del no poder ver más allá de la dimensión humana de Jesús, para dar a conocer la dimensión que encierra la persona y la obra del Maestro. En primer lugar, la adhesión a Jesús es obra también de Dios; es él mismo quien suscita la fe del creyente y lo atrae a través de su hijo.

Conocer a Jesús es apenas un primer paso en el cual se encuentran sus paisanos; pero adherir la propia fe a él es el siguiente paso, que exige un despojarse totalmente para poder encontrar en él el camino que conduce al Padre. Sólo este segundo momento permite descubrir que Dios se está revelando en Jesús tal cual es; esto es, un Dios íntimamente comprometido con la vida del ser humano y su quehacer.

Jesús propone asumir el paso de la vida humana con un total compromiso. El alimento, que es indispensable para vivir, es utilizado como metáfora para hacer ver que más allá de la dimensión humana de cada persona hay otra dimensión que requiere también ser alimentada. El ser humano, llamado a trascenderse a sí mismo, tiene que esforzarse también continuamente para que su ciclo de vida no se quede sólo en lo material.

Así pues, el conocimiento y aceptación de la propuesta de Jesús alimenta esa dimensión trascendente del ser humano, que es la entrega total y absoluta a la voluntad del Padre; y la voluntad del Padre no es otra que la búsqueda y realización de la Utopía de la Justicia en el mundo en todos los ámbitos (Reinado de Dios), para que haya «vida abundante para todos» (Jn 10,10). Leer más…

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Dom 9.8.15. Es el hijo de José, y su Comunión va más allá del Mar Mediterráneo

Domingo, 9 de agosto de 2015
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imagesDel blog de Xabier Pikaza:

Domingo 19 tiempo ordinario. Juan 6, 41-45. Sigue el tema del domingo anterior: Jesús es “pan”, su vida es alimento, es comunión que nosotros compartimos y ofrecemos, unos a los otros, siendo de esa forma Eucaristía.

Este evangelio de la comunión, según el libro de Juan, empezó en Cafarnaum, donde Jesús se definió a sí mismo como Eucaristía, pan compartido, comunicación de Vida, junto al mar de Galilea, según dice Juan este domingo.

— Pero hoy (7.7.15) nosotros hacemos que la comunión acabe en el Mar Meditarráneo, en cuyas aguas terminan de morir, ahogados y con hambre, varios cientos de seres humanos sin más delito que tener hambre y buscar pan en la Europa llamada Cristiana.

Donde mueren de esa forma los que mueren (viniendo por pan a una tierra que se dice cristiana) no se puede hablar de Eucaristía, pues sin pan compartido en nombre de Jesús no hay cristianismo, como sabe y proclama la Escritura y el Dogma de la Iglesia.

a) Éste es el sentido de la creación, cuando Dios ofrecía a Adán y Eva los frutos del jardín, diciendo así que son los hombres y mujeres los que han de hacerse pan, unos en los otros y para otros, para que no venga la Serpiente, que como pan aparte (no se hace Eucaristía, Gen 2).

images2b) Ésta es la verdad del Éxodo judío, en el que Dios mismo regalaba maná (pan del camino) para hombres y mujeres, por igual a todos, de manera que ninguno acaparara en contra de los otros, sino todos tenían lo bastante/suficiente para comer, amarse, alimentarse (cf. Ex 16; Núm. 11).

c) Ésta es la verdad del evangelio, leyendo y aplicando a los cristianos (y a los hombres y mujeres), aquello que Jesús dice de sí mismo, porque él es Eucaristía y porque compartimos su vida, para hacernos comunión de vida, para que no acabe nuestra patria en el Mar Mediterráneo, pues todos somos hijos de José, pan de Eucaristía

Texto,

En aquel tiempo, los judíos criticaban a Jesús porque había dicho: “Yo soy el pan bajado del cielo”, y decían: “No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?”

Jesús tomó la palabra y les dijo: “No critiquéis. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día.

Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”. Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna.

f) Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan de vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo (Juan 6, 41-51).

a)Trasfondo sinóptico: Enseñar, dar de comer

En un determinado momento Jesús quiso que sus discípulos descansaran. Han compartido su tarea han comenzado a enseñar y curar sobre la tierra (cf. Mc 6, 30), están cansados. Jesús les lleva a reposar, pero la gente les ha visto y aún les necesita. Sobre el cansancio de los discípulos (de la iglesia) está el vacío y angustia de los hombres que llaman y que buscan.

La misericordia de Jesús vence al cansancio y así sigue enseñando. Se hace tarde, están en un lugar muy apartado ¿Qué pueden hacer? Los discípulos (¿la iglesia?) quieren que los hombres y mujeres se marchen, cada uno a su camino, conforme a sus propias posibilidades (a pie o en patera de mar, buscando comida). Pero Jesús no les puede enviar así vacíos, y pregunta:

¿Cuántos panes tenéis? ¡Mirad bien! Y mirando respondieron cinco panes y dos peces. Y les mandó sentarse en grupos sobre la hierba verde. . . Y tomando los cinco panes y los dos peces miró hacia el cielo, dijo la bendición y partió los panes y los fue dando a sus discípulos, para que los repartieran a la gente. Y tam¬bién repartió los dos peces para todos. Y comieron todos y se hartaron (Mc 6, 38 42).

Este es el relato, simple y terso, con sus dos elementos centrales (a) Jesús enseña, comparte la palabra. (b) Jesús da de comer, hace que los hombres que le siguen compartan la comida

b) Una novedad mayor hacerse comida

Dando un paso más en esta línea, el evangelio de Juan ha descubierto y desvelado un gran misterio: Jesús no sólo enseña y da de comer, sino que se convierte él mismo en comida. Ésta es su novedad “teológica”, su novedad humana, la verdad más honda de la Eucaristía: compartiendo el pan de Jesús (en recuerdo de su vida y de su muerte), sus discípulos descubren que él mismo en comida, de tal forma que ellos han de hacerse comida unos para los otros.

Yo soy el pan de la vida.
El que venga a mí no tendrá hambre.
El que crea en mí ya no tendrá más sed (Jn 6, 35).

Estas palabras deben entenderse desde el fondo del milagro precedente los discípulos comparten su comida (el pan y vino, los panes y los peces) con todos los hombres de la tierra. Sólo sobre esa base, con el nuevo espíritu de Jesús, con la confianza que ofrece su camino, ellos descubren una forma nueva de existen¬cia, en la que el mismo Cristo es pan de Dios para los hombres, de manera que en él y por él tienen que hacerse pan unos para otros.

c) Un hombre cualquiera ¿No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre?

Los “judíos” critican a Jesús porque dice que es “el pan bajado del cielo”. Le critican porque saben que es “un hombre cualquiera”, como todos ellos: «No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?».

Éste es el tema. Los “judíos”, es decir, aquellos que no logran comprender el misterio del pan compartido conocen bien a Jesús y saben que no es un ángel del cielo, ni siquiera es un hombre de alcurnia. Saben de dónde viene: de José y de María… ¿De dónde le han salido las ínfulas que tiene para presentarse como “pan del cielo”. Es un hombre como los demás, como sabe el himno de Flp 2.

Éste es el tema: la salvación de Dios (el pan del cielo) forma parte de nuestra propia historia. Jesús no es pan del cielo por ser un tipo de “monstruo” o prodigio celeste, sino, simplemente, por ser un hombre, un simple ser humano. No hace falta más para ser presencia de Dios, pan del cielo.

(d) El Padre me ha enviado… La atracción de Jesús.

Ha nacido de José y María y, sin embargo, al mismo tiempo, ha venido de Dios, porque el mismo le ha enviado. Es un hombre normal y, sin embargo, Dios mismo se expresa en su vida y en la vida de aquellos que le buscan (atraídos por Dios). Jesús, como hombre, es según eso la revelación y presencia de Dios, el auténtico alimento, de manera que en su vida y en la vida de aquellos que le escuchan viene a revelarse el misterio de la VIDA DE DIOS. De esa forma se vinculan los cuatro rasgos de un único misterio, es decir, de la Eucaristía. Leer más…

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“Yo soy el pan de vida.”

Domingo, 2 de agosto de 2015
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62Sacred-HeartOfJesus2

Oda al Santísimo Sacramento del Altar

I – Exposición

Pange lingua gloriosi
corporis misterium.

Cantaban las mujeres por el muro clavado
cuando te vi, Dios fuerte, vivo en el Sacramento,
palpitante y desnudo, como un niño que corre
perseguido por siete novillos capitales.

Vivo estabas, Dios mío, dentro del ostensorio.
Punzado por tu Padre con aguja de lumbre.
Latiendo como el pobre corazón de la rana
que los médicos ponen en el frasco de vidrio.

Piedra de soledad donde la hierba gime
y donde el agua oscura pierde sus tres acentos,
elevan tu columna de nardo bajo nieve
sobre el mundo de ruedas y falos que circula.

Yo miraba tu forma deliciosa flotando
en la llaga de aceites y paño de agonía,
y entornaba mis ojos para dar en el dulce
tiro al blanco de insomnio sin un pájaro negro.

Es así, Dios anclado, como quiero tenerte.
Panderito de harina para el recién nacido.
Brisa y materia juntas en expresión exacta,
por amor de la carne que no sabe tu nombre.

Es así, forma breve de rumor inefable,
Dios en mantillas, Cristo diminuto y eterno,
repetido mil veces, muerto, crucificado
por la impura palabra del hombre sudoroso.

Cantaban las mujeres en la arena sin norte,
cuando te vi presente sobre tu Sacramento.
Quinientos serafines de resplandor y tinta
en la cúpula neutra gustaban tu racimo.

II – Mundo
Agnus Dei qui tollis pecata mundi.
Miserere nobis

Noche de los tejados y la planta del pie,

silbaba por los ojos secos de las palomas.
Alga y cristal en fuga ponen plata mojada
los hombros de cemento de todas las ciudades.

La gillette descansaba sobre los tocadores
con su afán impaciente de cuello seccionado.
En la casa del muerto, los niños perseguían
una sierpe de arena por el rincón oscuro.

Escribientes dormidos en el piso catorce.
Ramera con los senos de cristal arañado.
Cables y media luna con temblores de insecto.
Bares sin gente. Gritos. Cabezas por el agua.

Para el asesinato del ruiseñor, venían
tres mil hombres armados de lucientes cuchillos.
Viejas y sacerdotes lloraban resistiendo
una lluvia de lenguas y hormigas voladoras.

Noche de rostro blanco. Nula noche sin rostro.
Bajo el sol y la luna. Triste noche del mundo.
Dos mitades opuestas y un hombre que no sabe
cuándo su mariposa dejará los relojes.

Debajo de las alas del dragón hay un niño.
Caballitos de cardio por la estrella sin sangre.
El unicornio quiere lo que la rosa olvida,
y el pájaro pretende lo que las aguas vedan.

Sólo tu Sacramento de luz en equilibrio
aquietaba la angustia del amor desligado.
Sólo tu Sacramento, manómetro que salva
corazones lanzados a quinientos por hora.

Porque tu signo es clave de llanura celeste
donde naipe y herida se entrelazan cantando,
donde la luz desboca su toro relumbrante
y se afirma el aroma de la rosa templada.

Porque tu signo expresa la brisa y el gusano.
Punto de unión y cita del siglo y el minuto.
Orbe claro de muertos y hormiguero de vivos
con el hombre de nieves y el negro de la llama.

Mundo, ya tienes meta para tu desamparo.
Para tu horror perenne de agujero sin fondo.
¡Oh Cordero cautivo de tres voces iguales!
¡Sacramento inmutable de amor y disciplina!

III – Demonio

Quia tu es Deus, fortitudo mea, quare me sepulisti?
et quare tristis incedo dum affligit me inimicus?

Honda luz cegadora de materia crujiente,
luz oblicua de espadas y mercurio de estrella,
anunciaban el cuerpo sin amor que llegaba
por todas las esquinas del abierto domingo.

Forma de la belleza sin nostalgias ni sueño.
Rumor de superficies libertadas y locas.
Medula de presente. Seguridad fingida
de flotar sobre el agua con el torso de mármol.

Cuerpo de la belleza que late y que se escapa.
Un momento de venas y ternura de ombligo.
Amor entre paredes y besos limitados,
con el miedo seguro de la meta encendida.

Bello de luz, oriente de la mano que palpa.
Vendaval y mancebo de rizos y moluscos.
Fuego para la carne sensible que se quema.
Níquel para el sollozo que busca a Dios volando.

Las nubes proyectaban sombras de cocodrilo
sobre un cielo incoloro batido por motores.
Altas esquinas grises y letras encendidas
señalaban las tiendas del enemigo Bello.

No es la mujer desnuda ni el duro adolescente
ni el corazón clavado con besos y lancetas.
No es el dueño de todos los caballos del mundo
ni descubrir el anca musical de la luna.

El encanto secreto del enemigo es otro.
Permanecer. Quedarse en la luz del instante.
Permanecer clavados en su belleza triste
y evitar la inocencia de las aguas nacidas.

Que al balido reciente y a la flor desnortada
y a los senos sin huellas de la monja dormida
responda negro toro de límites maduros
con la flor de un momento sin pudor ni mañana.

Para vencer la carne del enemigo bello,
mágico prodigioso de fuegos y colores,
das tu cuerpo celeste y tu sangre divina
en este Sacramento definido que canto.

Desciendes a la materia para hacerte visible
a los ojos que observan tu vida renovada
y vences sin espadas, en unidad sencilla,
al enemigo bello de las mil calidades.

¡Alegrísimo Dios! ¡Alegrísima Forma!
Aleluya reciente de todas las mañanas.
Misterio facilísimo de razón o de sueño,
si es fácil la belleza visible de la rosa.

Aleluya, aleluya del zapato y la nieve.
Alba pura de acantos en la mano incompleta.
Aleluya, aleluya de la norma y punto
sobre los cuatro vientos sin afán deportivo.

Lanza tu Sacramento semillas de alegría
contra los perdigones de dolor del Demonio,
y en el estéril valle de luz y roca pura
la aguja de la flauta rompe un ángel de vidrio.

Andrei....

IV – Carne

Qué bien os quedasteis
galán del cielo,
que es muy de galanes
quedarse en cuerpo

Lope de Vega
Canto de los cantares

Por el nombre del Padre, roca luz y fermento,
por el nombre del Hijo, flor y sangre vertida,
en el fuego visible del Espíritu Santo,
Eva quema sus dedos teñidos de manzana.

Eva gris y rayada con la púrpura rota,
cubierta con las mieles y el rumor del insecto.
Eva de yugulares y de musgo baboso
en el primer impulso torpe de los planetas.

Llegaban las higueras con las flores calientes
a destrozar los blancos muros de disciplina.
El hacha por el bosque daba normas de viento
a la pura dinamo clavada en su martirio.

Hilos y nervios tiemblan en la sección fragante
de la luna y el vientre que el bisturí descubre.
En el diván de raso los amantes aprietan
los tibios algodones donde duermen sus huesos.

¡Mirad aquel caballo cómo corre! ¡Miradlo
por los hombros y el seno de la niña cuajada!
¡Mirad qué tiernos ayes y qué son movedizo
oprimen la cintura del joven embalado!

¡Venid, venid! Las venas alargarán sus puntas
para morder la cresta del caimán enlunado,
mientras la verde sangre de Sodoma reluce
por la sala de un yerto corazón de aluminio.

Es preciso que el llanto se derrame en la axila,
que el mano recuerde blanda goma nocturna.
Es preciso que ritmos de sístole y diástole
empañen el rubor inhumano del cielo.

Tienen en lo más blanco huevecillos de muerte
(diminutos madroños de arsénico invisible),
que secan y destruyen el nervio de luz pura
por donde el alma filtra lección de beso y ala.

Es tu cuerpo, galán, tu boca, tu cintura,
el gusto de tu sangre por los dientes helados.
Es tu carne vencida, rota, pisoteada,
la que vence y relumbra sobre la carne nuestra.

Es el gesto vacío de lo libre sin norte
que se llena de rosas concretas y finales.
Adán es luz y espera bajo el arco podrido
las dos niñas de lumbre que agitaban sus sienes.

¡Oh Corpus Christi! ¡Oh Corpus de absoluto silencio,
donde se quema el cisne y fulgura el leproso!
¡Oh blanca forma insomne!
Angeles y ladridos contra el rumor de venas.

 *
Federico García Lorca
(Homenaje a Manuel de Falla)

Oda al Santísimo Sacramento del altar

(Fotografías: Dalí y Jim Ferringer)

***

 

Yo soy el Pan de Vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed

En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:

“Maestro, ¿cuándo has venido aquí?”

Jesús contesto:

– “Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.

Ellos le preguntaron:

– “Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?”

Respondió Jesús:

“La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado.”

Le replicaron:

“¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Les dio a comer pan del cielo.””

Jesús les replicó:

“Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.”

Entonces le dijeron:

“Señor, danos siempre de este pan.”

Jesús les contestó:

“Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.”

*

Juan 6,24-35

***

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“El corazón del Cristianismo”. 18 Tiempo Ordinario – B (Juan 6,24-35)

Domingo, 2 de agosto de 2015
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18-852854La gente necesita a Jesús y lo busca. Hay algo en él que los atrae, pero todavía no saben exactamente por qué lo buscan ni para qué. Según el evangelista, muchos lo hacen porque el día anterior les ha distribuido pan para saciar su hambre.

Jesús comienza a conversar con ellos. Hay cosas que conviene aclarar desde el principio. El pan material es muy importante. Él mismo les ha enseñado a pedir a Dios «el pan de cada día» para todos. Pero el ser humano necesita algo más. Jesús quiere ofrecerles un alimento que puede saciar para siempre su hambre de vida.

La gente intuye que Jesús les está abriendo un horizonte nuevo, pero no saben qué hacer, ni por dónde empezar. El evangelista resume sus interrogantes con estas palabras: «y ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?». Hay en ellos un deseo sincero de acertar. Quieren trabajar en lo que Dios quiere, pero, acostumbrados a pensarlo todo desde la Ley, preguntan a Jesús qué obras, prácticas y observancias nuevas tienen que tener en cuenta.

La respuesta de Jesús toca el corazón del cristianismo: «la obra (¡en singular!) que Dios quiere es esta: que creáis en el que él ha enviado». Dios solo quiere que crean en Jesucristo pues es el gran regalo que él ha enviado al mundo. Esta es la nueva exigencia. En esto han de trabajar. Lo demás es secundario.

Después de veinte siglos de cristianismo, ¿no necesitamos descubrir de nuevo que toda la fuerza y la originalidad de la Iglesia está en creer en Jesucristo y seguirlo? ¿No necesitamos pasar de la actitud de adeptos de una religión de «creencias» y de «prácticas» a vivir como discípulos de Jesús?

La fe cristiana no consiste primordialmente en ir cumpliendo correctamente un código de prácticas y observancias nuevas, superiores a las del antiguo testamento. No. La identidad cristiana está en aprender a vivir un estilo de vida que nace de la relación viva y confiada en Jesús el Cristo. Nos vamos haciendo cristianos en la medida en que aprendemos a pensar, sentir, amar, trabajar, sufrir y vivir como Jesús.

Ser cristiano exige hoy una experiencia de Jesús y una identificación con su proyecto que no se requería hace unos años para ser un buen practicante. Para subsistir en medio de la sociedad laica, las comunidades cristianas necesitan cuidar más que nunca la adhesión y el contacto vital con Jesús el Cristo.

José Antonio Pagola

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“El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará sed”. Domingo 2 de agosto de 2015. Domingo 18º de tiempo ordinario

Domingo, 2 de agosto de 2015
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43-ordinarioB18 cerezoDe Koinonia:

Éxodo 16,2-4.12-15: Yo haré llover pan del cielo.
Salmo responsorial: 77: El Señor les dio un trigo celeste.
Efesios 4, 17.20-24: Vestíos de la nueva condición humana, creada a imagen de Dios.
Juan 6,24-35: El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará sed.

En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo has venido aquí?” Jesús contesto: “Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.” Ellos le preguntaron: “Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?” Respondió Jesús: “La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado.” Le replicaron: “¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Les dio a comer pan del cielo.”” Jesús les replicó: “Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.” Entonces le dijeron: “Señor, danos siempre de este pan.” Jesús les contestó: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.”

La primera lectura, del Éxodo, nos recuerda cómo el desierto es la carencia de todo. A toda persona le llega de vez en cuando su desierto: la situación crítica en la que parece que no se encuentran soluciones de ayuda para sobrevivir a tan crítica situación. Al pueblo de Israel le era muy provechoso el tener que estar en el desierto donde todo falta, para que pudiera experimentar el portentoso modo que Dios tiene para ayudar a los que en Él confían. En el desierto el Pueblo de dios aprende a experimentar la condición de “pobre”, de “necesitado de todo” del auxilio de Dios. Esto le será útil para el crecimiento de su fe y de su esperanza en las ayudas milagrosas. En la península del Sinaí hay un arbusto llamado “tamarisco”. Produce una secreción dulce que gotea desde las hojas hasta el suelo. Por el frío de la noche se solidifica y hay que recogerla de madrugada antes de que el sol la derrita. ¿Sería esto lo que Dios le proporcionó a su pueblo, multiplicándolo claro está, de manera prodigiosa? Lo cierto es que los israelitas consideraron siempre la aparición de este alimento como una demostración de la intervención milagrosa a favor de su pueblo. Lo llamaron “maná”, porque los niños al comerlo preguntaban: “¿qué es esto?, “lo que en su idioma se dice: “Man-ah?”. También es llamado por los salmos “pan del cielo” (Sal 78) y el libro de la Sabiduría dice que, “sabía a lo que cada uno deseaba que supiera” (Sab16,20). Jesús dirá que el Verdadero Pan bajado del cielo será su cuerpo y su sangre. O sea que este maná milagroso del desierto era un símbolo y aviso de lo que iba a hacer Dios más tarde con sus elegidos, dándoles como alimento el cuerpo de su propio Hijo divino.

La segunda lectura continuada de la carta a los Efesios pide a los creyentes que se dejen renovar por el Espíritu Santo y pasen de un modo de obrar no digno del ser humano, a un modo de obrar digno de quien tiene fe en Cristo. Pide que abandonemos nuestro estilo anterior de vida pecaminosa y marchemos en adelante por un nuevo camino de vida cristiana. Se nos invita a no dejarnos guiar por esta “vaciedad de criterios”. En estos pocos versículos continúa la exhortación a buscar la unidad y a vivir dignamente la propia vida cristiana, guiada y fundamentada en un verdadero conocimiento de Cristo. Pablo desarrolla este argumento jugando con la antítesis del ser humano viejo y el ser humano nuevo (Col 3,9-10; 1Cor 5,7-8). Elegir la novedad, lo nuevo, es elegir a Cristo. Esto significa romper con el viejo ser humano pecaminoso, con el pecado del mundo, para estar dispuestos a una continua renovación en el Espíritu, a vivir en la justicia y santidad y ser justos y rectos. Este texto es una clara respuesta a quienes piensan que el cristianismo simplemente es una cosa del pasado.

El evangelio de hoy, de Juan, el discurso del pan de vida, se desenvuelve en tres afirmaciones lógicamente sucesivas, y la primera que presenta este texto es: el real o verdadero “pan del cielo” no es el maná dado una vez por Moisés, contrariamente a lo que la gente pensaba (v.31). Es literalmente el pan que ha bajado del cielo. Dios, no Moisés, es quien da este pan (v.32). Jesús ha realizado signos para revelar el sentido de su persona (domingo anterior), pero la gente sólo lo han entendido en la línea de sus necesidades materiales (6,26.12). Jesús ha querido llevarnos a la comprensión de su persona, porque sólo a través de la fe pueden entender quien es él y sólo así podrá donarse a ellos como comida: pero para hacer esto es necesario trabajar o procurar por un alimento y una vida que no tienen término y que son dones del Hijo del hombre (v.27). Los judíos piensan de inmediato en las obras (v.28; Rm 9,31-32), pero Jesús replica que sólo una obra deben cumplir: creer en él (v.29; Rm 3,28), reconocer que tienen necesidad de él, como se tiene necesidad del alimento material. Al considerar la exigencia de Jesús muy grande es por lo que piden una demostración de los que afirma realizando una señal que al menos se compare con aquellas realizadas por Moisés (vv. 30-31), pues aquellas que acaba de realizar (6,2) no se consideran suficientes. Jesús responde afirmando que es más que Moisés, pues en él (Cristo) se realiza el don de Dios que no perece. Su pan se puede recoger (6,13), el maná se pudrió (Ex 16,20).

“Yo soy el pan de vida” es una fórmula de fuerza extraordinaria, parecida a aquellas otras que sólo a Jesús se podría atribuir: “Yo soy la luz del mundo”, “Yo soy el buen pastor”… el que viene a Jesús no tendrá hambre ni sed, no necesita de otras fuentes de gozo para saciar sus anhelos y aspiraciones. Jesús es fuente de equilibrio y de gozo, fuente de sosiego y de paz. Jesús es el lugar y fundamento de la donación de la vida que Dios hace al ser humano. En Jesucristo, Dios está por completo a favor del ser humano, de tal modo que en él se le abre su comunión vital, su salvación y su amor, y en tal grado que Dios quiere estar al lado del ser humano como quien se da y comunica sin reservas. En la comunión con el revelador –Cristo- se calma tanto el hambre como la sed de vida que agitan al ser humano. Leer más…

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Dom 2.7.15. El pan es pan, y la economía, más que economía

Domingo, 2 de agosto de 2015
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programa_59_principalDel blog de Xabier Pikaza:

18º dom. tiempo ordinario, Juan 6,24-35. El evangelio del domingo pasado contaba la historia de las multiplicaciones y decía que, al ver que les daba de comer, muchos quisieron coronarle rey; pero Jesús se escapó al monte, porque no quería ser rey de esa manera (no quería limitarse a dar simplemente de comer).

Y de esa manera, tras esconderse en el monte, marchó a Cafarnaúm, su pueblo. Pero la gente que había querido hacerle rey para comer de balde (¡a costa de los otros!) no dejó de insistir, y así llegó tras él a Cafarnaúm, exigiéndole lo mismo:

¡Quieren hacerle rey para quedarse así, en el nivel de la economía, como cebones satisfechos. Pero él se resiste: ¡No quiere ser rey dando de comer! Quiere hacer algo mucho más importante: ¡Enseñarles a ser pan, es decir, personas!

Esa respuesta de Jesús que se niega a darles de comer de esa manera no es un gesto de evasión, sino todo lo contrario: ¡Es un ascenso de nivel!

Jesús sabe que la cuestión del (de la comida y de los euros) no se arregla en un nivel puramente material, sino en uno más alto, en un nivel más alto, siendo de verdad personas.

Texto: Juan 6,24-35 (resumido)

En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí… fueron a buscarle a Cafarnaún y le preguntaron: Maestro ¿cuándo has venido aquí?”

Jesús contestó: Os lo aseguro, me buscáis porque habéis comido pan hasta saciaros. No trabajéis por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna…

Entonces le dijeron: Señor, danos siempre de este pan.

‒ Jesús les contestó: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.

Confundieron a Jesús con la comida. Pero él no era pan de esa manera

Muchos le buscaban simplemente porque daba de comer, y, ciertamente, eso lo hacía siempre que podía, siempre que encontraba a personas con hambre y tenía algún pan a su alcance. Pero él sabía que el hombre no vive sólo de pan, sino (y sobre todo) de palabra. Pero vino a dar palabra antes que pan (porque el pan vendrá por añadidura, si tenemos de verdad palabra, y dialogamos y sabemos compartir unos con los otros).

En un determinado momento, al hombre hay que darle de comer (y, sobre todo, no hay que robarle, quitándole lo suyo e impidiéndole que coma). Pero, al mismo tiempo, sabiendo que hay darle de comer (¡y dándole de hecho, si es que tiene hambre!) hay que ofrecerle palabra, es decir, libertad y autonomía creadora, para que pueda así buscar el pan y aprenda a compartirlo (en un mundo donde mi libertad no consiste en tener yo todo lo que pueda a costa de los otros).

El tema es ¿quién y cómo puede alimentar de esa manera? Según el evangelio, la verdadera alimentación se logra sólo a través de la palabra y la justicia, allí donde los hombres y mujeres se hacen pan (como Jesús), dándose a sí mismos y viviendo de tal forma que los demás puedan acceder a la palabra y compartir también la comida.

El pan no es dinero, el pan soy yo

Desde ese fondo se entiende la conversación que sigue… Jesús les ha dicho que tiene una comida que dura para siempre:

– Ello le dijeron: Señor, danos siempre de ese pan.
– Jesús les contestó: Yo soy el pan vivo (=de vida). El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed (Jn 6, 35).

El pan no es una cosa, el pan soy yo, y eres tú, y somos nosotros. Lo que pasa es que no queremos darnos y ser pan para los otros. El problema es que no hemos descubierto la belleza y gozo del compartir, la riqueza de ser para los otros.

Sólo un hombre o mujer puede saciar de verdad a otro humano, como sabe todo enamorado, como sabe todo hombre religioso. La vida humana es “vida compartida”, de manea que cada uno se hacer cuerpo del otro y así pueden vivir los dos en compañía (cf. Gn 2: Eres carne de mi carne…).

La misma existenciase vuelve de esa forma amor, de manera que cada uno ofrezca a los demás no sólo un pan externo (un dinero objetivo), sino que les dé su propia vida, para que se alimenten de ella, de lo que dice, de lo que es y de lo que tiene.

Subir de nivel. Un problema nunca se soluciona en su mismo plano

El pan cerrado en sí mismo es un problema material, y no se puede resolver en modo alguno en ese plano, discutiendo sobre bienes y dineros, como se está haciendo ahora. Ciertamente, en un sentido es bueno que la gente discuta también ese, en un nivel de economía pura, para que haya más seriedad “objetiva”. Pero si quedamos a ese plano nivel seguiremos discutiendo eternamente, y los más fuertes (los más “listos”, los más egoístas, los de menos de escrúpulos) se seguirán aprovechando de los débiles, y seguirá habiendo injusticia, nuevas formas de hambre.

La única solución está en subir de nivel, descubriendo que el hombre no vive básicamente de pan material (Mt 4, 4), pues de eso vive un “cerdo” o un esclavo, sino de la palabra compartida, de la solidaridad y del amor generoso, en libertad.

Eso es lo que Jesús descubre y dice. Es bueno y necesario dar de comer al hambriento (¡tuve hambre y me disteis de comer: Mt 25, 31- 46).Pero sólo podré dar de comer de verdad a los demás cuando sepa que la comida es más que comida, cuando descubra que hay nivel más hondo de hermosura y gozo, de posesión y generosidad que me permite vivir en alegría y dar (compartir) lo que soy y tengo con los otros.

No se trata de dar menos, sino más

No se trata de decir “hay otros bienes más altos” y así quedarnos con los bienes materiales, con el pan, sin compartirlo. Es todo lo contrario:

Cuando descubro que hay un bien más alto, cuando de verdad lo encuentro y lo disfruto, puedo y debo darlo todo, compartir lo que soy y lo que tengo con los otros, para que ellos sean, de una forma generosa.

No se trata pues de dar menos, sino más. No se trata sólo de dar pan, sino de darme a mí mismo, pero sabiendo siempre que no puedo dar el pan más alto que soy y tengo si no doy y comparto el pan material, los bienes de la tierra.

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