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Jesús Lozano Pino: El lugar de los débiles como mirada hermenéutica (II).

Sábado, 9 de septiembre de 2023
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jesus19n-5-webConferencia en Ronda en el curso de verano de la UNED (26-30 de junio). 

[Nota aclaratoria: _continuamos nuestro artículo dejando claro que, aunque me estoy apoyando en el primer Heidegger para hacer notar de una manera más contundente el paso, el proceso de cambio que podemos vislumbrar de Heidegger a Vattimo, no es verdaderamente éste, el primer Heidegger (el de Ser y Tiempo) el que deslumbra a Vattimo y lo condiciona en su interpretación filosófica, ya que el discurso racional que Vattimo bebe del alemán es más el del 2º Heidegger, no el de Ser y Tiempo que pertenece a la 1ª etapa del pensador alemán y que en parte llenan estas páginas sino el de Tiempo y Ser, el de la Kehre, el del que llamamos “2º Heidegger”. Así pues, en honor a la verdad, hay que insistir en que este giro filosófico está ya iniciado en germen en Heidegger y continuado, bajo mi punto de vista, llevado a su plenitud cristiana en Vattimo, dado su historia personal y trayectoria socio-política.  Sin el trabajo racional y espiritual previamente llevado a cabo por Heidegger (y las bases hermenéuticas legadas de Gadamer, su otro gran maestro del pensamiento) no podríamos hablar hoy del legado cristiano-hermenéutico de Vattimo. Una vez dicho esto continuemos nuestra exposición…]

“Para hacer las cosas bien hace falta:
Primero el amor; segundo, la técnica”.
(Antoni Gaudí)

Un nuevo espacio y tiempo en Gianni Vattimo

►Para Heidegger había dos formas de “estar-en-el-mundo”, según el grado de adecuación a la estructura de fondo de la existencia humana (lo que Heidegger llama “existencia auténtica” y “existencia inauténtica”). Se trata de un acto de comprensión de sí mismo como “ser-en-el-mundo”: el hombre puede “conquistarse”, ganarse a sí mismo o perderse en lo anodino y en lo impersonal. Esto último, decía Heidegger,  constituye la existencia inauténtica, que para Vattimo representa el modelo de sociedad consumista del capitalismo

En este tipo de sociedad, que se mueve por los hilos de la modernidad tecnológica y el consumo. Nos perdemos con facilidad a nosotros mismos, casi sin darnos cuenta, dada la superficialidad y la escasa interiorización que el neoliberalismo desalmado procura, pero también perdemos a los demás, a aquellos que también comparten nuestro ser-en-el-mundo, des-cuidando la mirada, entretenidos en vanidades y aniquilando el cuidado que hace posible el rescate de los pasados posibles y una espera solícita de un futuro mejor para todos.

Vattimo, como Heidegger, no cree que el hombre deba perderse al nivel de las cosas del mundo, al nivel de los entes viviendo en la falsa seguridad de lo cotidiano. Vattimo cree con Heidegger que el hombre puede, mediante un acto de libertad, dar un salto desde la trivialidad, la mediocridad y la inconsciencia de la existencia anónima al encuentro consigo mismo, pero añade también el encuentro con los demás, especialmente con los más débiles. Pues bien, podemos decir que allí donde Martin Heidegger bordea y limita el escarpado terreno filosófico señalando y distinguiendo “autenticidad” e “inautenticidad”, allí donde Heidegger limita, Vattimo milita con la “caritá” (con la caridad cristiana) abriendo un portal, un tajo (precioso como el de Ronda) en el que emerge un nuevo espacio y tiempo hermenéutico capaz de unir la tierra con el cielo, dando la posibilidad de que la vida, a pesar de su crudeza, pueda convertirse en una obra de arte donde no haya vencedores ni vencidos sino “fusión de horizontes”, cuyos propios interlocutores ponen en juego arrancándolos de toda posición de fuerza.

Por eso, la experiencia de la verdad es una experiencia, en cierto modo, estética, poética. Y donde hay fuerza opresiva, pensamiento único y falta de libertad, de luz y color, el juego del lenguaje naufraga y experimenta su propia muerte. De este modo, el ser no se da como algo que está más allá de la palabra ni como algo anterior e independiente de ella sino que se da precisamente en ella. Es por esto que sólo puede ser entendida en el lenguaje como una perspectiva alternativa y global del mundo, como una creación de mundos posibles, un dejar aparecer que oculta, alumbra y libera al mismo tiempo. ¿Qué poesía, qué arte o estética, por ejemplo, se puede dar en el fascismo?

Como tantas veces predica Teresa Oñate, la ontología hermenéutica es una ontología de las diferencias. Así, los otros pueblos y culturas, los otros marginados: homosexuales, mujeres, niños, indios, negros, pobres, enfermos, vencidos, locos, parados, drogadictos, viejos, refugiados… piden también hoy la palabra para ser escuchados. Para lograr esta tarea de recuperar los posibles pasados, santificar y rehabilitar el presente y acercar el futuro posible, las personas y pueblos crucificados han de ser desclavados de la cruz del eterno sufrimiento que padecen por la injusticia y la tozudez del hombre.

Nuestro Dios, según Gianni Vattimo, no puede ser un Dios sádico sediento de dolor. La Buena Noticia de Jesús se injerta, pues, en la historia del hombre dignificándolo, salvándolo de la esclavitud y liberándolo de falsos e institucionales pesos alienantes. Su propuesta y su programa es el Sermón del monte y las Bienaventuranzas: creyentes activistas en el amor, el perdón, la honestidad, la inclusión y el servicio para construir en la tierra un mundo de justicia.

Cuando con nuestras palabras y obras traducimos «Dios» por «Amor» los universos de comprensión de los interlocutores se conectan, y hay que agradecer que salga a la luz desde voces críticas menos clericales y ortodoxas, como es el caso de Vattimo. Ya san Juan nos dejó escrito de forma indeleble que «Dios es amor», y san Pablo clarificó y esclareció qué connotaciones conlleva hablar de amor, hablar de Dios. Este lenguaje, bien explicado, es todavía hoy universal y bien acogido. Por ello, lo que en principio pudiera parecer debilidad (en su sentido más negativo), se convierte, potencialmente en una preciosa oportunidad. ¿Por qué renegar de la postmodernidad, de esta época en la que nos ha tocado vivir y dar respuesta? ¿Por qué querer encontrarnos con tiempos pasados, si tampoco fueron ejemplares? Es una obligación de todos saber leer los signos de los tiempos y, sin traicionar la esencia del mensaje de Jesús, traducirlo adecuadamente a los oídos, las mentes y los corazones de las personas que habitan nuestro mundo. ¿O es que acaso la propuesta del amor y la justicia ya no tiene hoy la misma validez?

El punto de vista histórico actual, el que promueve Vattimo y algunos de los aquí presentes es un pensamiento que es ecologista, postcolonialista, multiculturalista, feminista, internacionalista… Un pensamiento de la diferencia que se muestra a favor de los más vulnerables.

No habrá horizonte alternativo posible para nosotr@s hasta que las izquierdas no se dejen modificar por su postmodernidad y delimiten su desmesura metafísica, aquella que no reconocen en ellas mismas. Pero eso pasa porque admitan el Retorno a los pasados y los bienes culturales espirituales posibles (inmanentes). Sin esa reflexión ₋afirma Oñate₋ no puede darse la comprensión de la urgencia a la crítica entre el vínculo eficaz de Modernidad y Capitalismo y Nihilismo. En una palabra: el totalitarismo y el pensamiento único no tiene ideología, sólo ascenso social,  patrimonio y guerra a repartir con los Débiles. No es social. Ni cristiana secularizada.

Existe una relación entre la «muerte de Dios» (de Nietzsche) y el «final de la metafísica» (en Heidegger) que podemos relacionar con el dios débil de Vattimo y el amor como límite cristiano–hermenéutico. El nihilismo positivo y optimista es un producto de la secularización del cristianismo y no una pérdida de significado, sino la asunción del pensamiento heideggeriano. Ni la ciencia es la casa de la verdad ni la historia el camino del progreso hacia la emancipación, sino la cáritas. El amor cristiano supone y representa la no necesidad del relato violento y fuerte para que las cosas funcionen; en este sentido significa el fin de la modernidad. Así pues, la relación que existe entre ser y Dios es que la historia de la secularización sería para Vattimo parte de la historia de la salvación. El cristianismo cobra importancia histórica por haber aportado el punto de inflexión para la disolución metafísica que termina en el proceso de secularización como inicio del pensamiento contemporáneo. Vattimo crea entonces un nuevo significado de secularización: el «pensamiento débil». El regreso de la religión es ahora bienvenido desde el sentido débil de la cáritas. El mayor logro filosófico a raíz de la secularización consiste, pues, en el regreso de la experiencia religiosa pero basada necesariamente en el respeto, el amor y la caridad [nunca en la imposición de un argumento fuerte, metafísicamente impositivo].

Y, en medio de este retorno religioso al corazón de un cristianismo que podríamos llamar «hermenéutico», una ventana se abre en esta nueva construcción: aparece en escena el Papa Francisco. Bergoglio está siendo para nuestro autor un claro ejemplo de por dónde debe caminar la auténtica Iglesia de Jesús en su visión teológico–política y pastoral. Tanto es así que Vattimo declaró en Julio del 2018 en la sección digital del periódico La Stampa (que privilegia las noticias relevantes sobre el Vaticano), cito textualmente palabras de Vattimo: «Este Papa me quita la vergüenza de llamarme católico». El Papa Francisco, a través de un amigo en común: el humanista argentino Luis Liberman (director de la Cátedra del Diálogo y la Cultura), recibió una copia del último libro de Vattimo: Alrededores del ser. Francisco le devolvió la atención con una llamada telefónica donde mantuvieron una amena conversación sobre Iglesia y filosofía y la necesidad actual de zambullirse en el pensamiento heideggeriano. Este simple gesto de conversar un ratito con el Papa Francisco ha supuesto un salto cualitativo en su relación y actitud con la Institución.

No es la primera vez que la sencillez y cercanía de Francisco han logrado estrechar las relaciones y acortar distancias para favorecer el encuentro… Vattimo también hizo su parte y contribuyó de alguna forma a ello regalándole, con intención, su último libro. Lo más curioso es que Vattimo no sólo no se sintió juzgado sino, incluso, comprendido en la necesaria regeneración de la teología católica para llegar a dar una seria respuesta al mundo actual. Sentimiento muy diferente al que personalmente tuvo en otras ocasiones en el seno de la Iglesia católica en su difícil relación con los dos anteriores Pontífices. Para Vattimo, que siempre se sintió comunista católico, el Papa Francisco ha sido un bálsamo y confirmación de que vale la pena ser católico porque la buena noticia de Jesús vuelve a su sitio tras el estancamiento ocurrido después del ilusionante Concilio Vat. II. Una nueva primavera eclesial ha surgido de la mano de Bergoglio; es más, Vattimo entiende que Francisco ha salvado a la Iglesia de su propia autodestrucción, «del suicidio al que la estaban empujando sus antecesores en base a la lectura literal de las Sagradas Escrituras y los dogmas, lo que a fin de cuentas, históricamente sólo ha servido para alejar a la comunidad de la Iglesia». Y es que para Vattimo funcionamos como verdadera Iglesia cuando caminamos hacia una comunidad de hermanos más circular que piramidal, una Iglesia–asamblea basada en el servicio. Para él, la cuestión se debe jugar más en el campo de la conciencia comunitaria de sus miembros que de quiénes puedan dirigir con mayor o menor acierto la Institución. Es interesante aquí ver cómo Vattimo, al igual que el Concilio Vaticano II, desea una Iglesia más «Pueblo de Dios», más comunidad, menos jerárquica. El papa Francisco, que está potenciando la sinodalidad dentro de la Iglesia está, a su vez, acercando a Vattimo hacia la comunidad eclesial, aunque ya sabemos que el turinés no se deja atrapar, así como así, con simples clichés.

El debolismo kenótico–caritativo que propone Gianni Vattimo posee un compromiso efectivo con la realidad, con los pobres y con los pueblos crucificados, tal y como afirma la teóloga feminista protestante Dorothee Sölle. Es por ello que a Francisco se le ha señalado como marxista, aunque él —al hilo de una entrevista en EEUU donde le preguntaron con mucha intención sobre su continuo mensaje de igualdad y justicia— declaró que son los comunistas quienes piensan [en algunos aspectos] como los cristianos. En dicha entrevista sentenció: «Cristo ha hablado de una sociedad en la que decidan los pobres, los débiles y los excluidos. Para obtener igualdad y libertad debemos ayudar al pueblo, a los pobres con fe en Dios o sin ella, y no a los demagogos o a los barrabás». Nunca viene mal recordar aquellas palabras proféticas que sentenció Helder Cámara y que hoy podríamos perfectamente extender a Francisco, el  primer Papa latinoamericano:

«Cuando alimenté a los pobres me llamaron santo; pero cuando pregunté por qué hay gente pobre me llamaron comunista (…) Si le doy de comer a los pobres, me dicen que soy un santo. Pero si pregunto por qué los pobres pasan hambre y están tan mal, me dicen que soy un comunista (…) Siempre que busqué defender a los pobres, la iglesia me acusó de hacer política (…) Los que tratamos de tomar la antorcha y seguir los pasos de Jesucristo, no debemos descansar hasta que los muros de la injusticia, la exclusión y la mentira caigan en nuestra preciosa tierra americana ancha y enajenada».

Así, el pensamiento débil en Vattimo es, a su vez, un pensamiento «de los débiles», y aquí también toca directamente con el corazón del mensaje cristiano: no sólo que el núcleo y la esencia del cristianismo es un Jesús humilde, kenótico, como bien muestran los pasajes de los Evangelios, sino también un Dios cercano a las mujeres y hombres, especialmente de aquellos que la sociedad y la política marginan. Esta es una clave significativa que Gianni Vattimo nos brinda para una propuesta filosófica en orden a construir un mundo mejor, que ayuda bastante a acercar posturas con la Iglesia, muy especialmente a partir de Francisco. Leer más…

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“El lugar de los débiles como mirada hermenéutica (I)”, por Jesús Lozano Pino

Viernes, 1 de septiembre de 2023
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jesus19n-5-webUn nuevo espacio y tiempo en Gianni Vattimo

Conferencia en Ronda en el curso de verano de la UNED (26-30 de junio). 

Decía Nietzsche, en Verdad y mentira en sentido extramoral, “No hay hechos, sólo interpretaciones”, y aunque nosotros podamos entender que hay interpretaciones mejores que otras (¿verdad?), partimos con Nietzsche de que la realidad no es una cuestión puramente objetiva (no todos viendo lo mismo vemos lo mismo), pero tampoco meramente subjetiva: la realidad, como nuestra felicidad, está ligada y relacionada con los demás, con quienes me rodean, con la sociedad en la que vivo y la humanidad a la que pertenezco. Y según como yo perciba la realidad, según cómo la comprenda y me sitúe ante los acontecimientos, así actúo.

– Es muy importante lo que hacemos, pero sobre todo “desde dónde lo hacemos y por qué lo hacemos”, y eso está conectado con la visión que poseemos de las cosas y el análisis de la realidad que tenemos.

Puedo ver un oleaje impecable en alta mar, con truenos y rayos y una oscuridad que se levanta en el cielo…, y dependiendo de donde me sitúe lo veré y sentiré de un modo u otro y actuaré de una manera diferente. Digamos que, salvo que seamos invidentes, todos veremos los truenos y los rayos y la lluvia y las olas…

Pero no sentiremos de la misma forma los acontecimientos si soy el marido o la mujer del marinero que está jugándose la vida en alta mar, o si soy el dueño de un chiringuito situado a la orilla de la playa, si soy un curioso turista o el mismísimo hombre del tiempo, ¿Por qué no? Como dice Heidegger, no es el mismo el significado para uno que para otro porque esa diversa significación deriva de una forma, también diversa, de preocupación o de interés. Es, por tanto, el Dasein quien da a las cosas del mundo su sentido y su inteligibilidad.

En cada una de estas situaciones, en cada uno de estos lugares de referencia la realidad es comprendida de forma diversa y ello está vinculado a la percepción que tenemos de las cosas, no sólo porque la realidad ilumina nuestra comprensión dejándome tocar por ella y descubriendo su impacto sobre mí -como decimos- de un modo único, sino porque también ilumina nuestras acciones transformadoras (nuestro compromiso con el mundo). Y esto es muy importante, porque según contemple la realidad, así votaré, por ejemplo, en las próximas elecciones, trataré a quienes trabajen conmigo, me comportaré con mis vecinos y me conmoveré o no por los cientos de muertos y desaparecidos en las aguas del sur de Grecia…

Como le ocurre a Vattimo y veremos seguidamente, el análisis que hace de la realidad configurará su modo de ser y estar en el mundo, pues éste mira la realidad y la traduce desde un espacio y tiempo que tiene como protagonistas a los perdedores, a los vencidos, a los ignorados y los silenciados de este mundo aquí y ahora. Y es que la visión de la realidad configura toda la vida personal y social del que mira… ¡Y, no me podéis negar que hay miradas que matan y miradas que aman, miradas que ilusionan y miradas vencidas, miradas individualistas y egoístas, que excluyen, y miradas compadecidas!

A este respecto recuerdo cómo un amigo que vivía en una comunidad me contaba una anécdota significativa que traigo ahora aquí para ilustrar la importancia de la mirada y, en definitiva, de la hermenéutica: en uno de los sitios que vivió, un compañero suyo siempre estaba quejándose de otro, éste era mayor, enfermo (tenía una bolsa externa por la que hacía y  depositaba sus necesidades, y además se le caía de la boca muchas veces la comida. Bueno, Miguel se llamaba…). Pues bien, me contaba que este otro compañero suyo expresaba pública y continuamente su queja mostrándole a Miguel el malestar que le causaba el mal olor de la bolsa y el asco que le producía la comida salpicada que se le caía. A ver, Miguel era el mismo compañero de ambos pero, mientras el otro no hacía más que quejarse y despreciar a Miguel, mi amigo veía en él a un pobrecito enfermo de cáncer, a una persona mayor necesitada de cariño, de cuidados… Bastante tenía Miguel con seguir dándole sentido a su vida como para encima aguantar insultos o incomprensiones. Miguel no era sólo su enfermedad, su limitación.

La realidad es más compleja, quiero decir: más rica de lo que habitualmente una mirada distraída o egoísta capta. No es simplista, es exigente porque es multiforme y plural. Me llama mucho la atención cómo, por ejemplo, ante las circunstancias sociales tan complejas, los medios de comunicación, los partidos políticos, las tertulias, incluso alguna filosofía pretenden que veamos todo desde una perspectiva dicotómica: blanco/negro, bueno/malo…, “si p, entonces q”… olvidando que la vida está llena de perspectivas, de miradas, de colores y tonalidades, también grises. Comprender la realidad depende de la complejidad de los hechos y su  interrelación con otros hechos, pero también de la subjetividad del sujeto que interpreta la realidad. Para comprender la realidad tenemos que tener en cuenta todos los aspectos personales que intervienen en ella (experiencias, vivencias, historia, ideología, personalidad…), si no queremos quedarnos sólo con una parte. Esto lo que nos muestra es que la compresión de la realidad no es neutra. No existe la neutralidad ante la realidad.

Por un lado estamos diciendo que la realidad es compleja, pero también que la comprendemos, la desciframos, la traducimos desde un lugar y un espacio concreto. Y en esto los hermeneutas son como los músicos que tocan Jazz: dominan todos los géneros musicales y son capaces de salirse de la escala establecida. En la música clásica existe una partitura con las notas musicales escritas por el compositor y el que la ejecuta debe obedecer y no tocar otras diferentes. Para el jazz esto se queda corto. Podemos decir que supera esta visión. Así, el gran maestro Louis Armstrong decía que «el jazz es una música de intérpretes».

En un mundo que se muestra hostil a las humanidades y frente a un pensamiento estereotipado que los mercados de la filosofía nos viene vendiendo para poder sobrevivir, me gustaría aquí hacer un hueco a uno de los grandes, uno de los mejores hermeneutas del siglo XX (seguro que de lo que llevamos del XXI) que supo nadar a contracorriente e interpretar a gigantes del pensamiento, como Nietzsche, Heidegger o Gadamer, pero generando un nuevo pensamiento, a la vez que rescataba de la fosa del olvido a un cristianismo hermenéutico no doctrinal.

Éste, sin lugar a dudas, es Gianni Vattimo. El italiano va a partir de unas claves de comprensión de la realidad que se construye desde el lugar del que sufre, de la persona excluida, rota… y lo hace sin conformarse, rompiendo los estereotipos, lo convencional, orientándose siempre para todos, sin olvidar a las minorías y a los olvidados, sobre todo no desligando medios de fines, al contrario de lo que hacen habitualmente las ideologías fuertes. Desde la empatía y la caridad, poniéndose en el lugar del otro, desde la comprensión y el diálogo, sabiendo que a veces hay que ceder pero sin justificar sus propios intereses al analizar la realidad y, especialmente, desterrando toda forma de violencia (¡y hay tantas!), siendo capaz de diferenciarse y también de “señalarse” como un modo de pensamiento no fuerte, abierto, dialogante pero en modo alguno relativista porque no lo es, ya que a Vattimo la realidad le interroga, le duele y le exige tomar partido. -Como él mismo reconoce en una entrevista concedida a la UCA (la Universidad católica del Salvador, donde mataron a Ignacio Ellacuría y a otr@s compañer@s allá por los años 80), él se dirigía hacia una crítica de la modernidad ilustrada pero también del comunismo marxista soviético que dejó 70 millones de muertos porque éste se convertía en un pensamiento único (Vattimo no tenía por qué dejar de ser comunista, cosa que no ha dejado de serlo aunque de un comunismo débil, pero debía hacer una crítica de él, si traspasaba unos límites, porque un hermeneuta no firma un cheque en blanco a nada ni a nadie, a ninguna ideología, institución o persona.

Vattimo es un intérprete de la realidad. Fue Gadamer y, especialmente, Heidegger quienes lo dirigieron hacia su escuela más significativa, aquella que ponía en el centro de la realidad la interpretación. Así, la escuela hermenéutica posmoderna desde la cual él responde declarando débil al pensamiento es -como él mismo dice- una historia de debilitación, de reducción de los absolutos, de reconocimiento de los que son golpeados, apartados, excluidos por las políticas y estrategias más intransigentes y dogmáticas (se llamen como se llamen).

Si observamos el título de esta presentación hablamos de un espacio, de un lugar de referencia que ilumina la mirada de Vattimo y toda su comprensión de la realidad. Este espacio, como decimos, es el lugar de los débiles.  A su vez, la comprensión de la que parte Vattimo y la lectura iluminadora de la realidad que su mirada posee se entreteje, filosóficamente hablando, con el concepto de temporalidad heideggeriana. Decía Heidegger que el hombre consiste en un poder ser todas esas posibilidades que tiene “a mano”. Pero no todas las posibilidades que el hombre puede ser se realizan: hay que elegir… y se elige según un proyecto. El hombre, desde su libertad, eligiendo entre sus posibilidades, proyecta –dice Heidegger- lo que ha de ser. Quizá sea ésta una de las concepciones más luminosas y enriquecedoras del pensamiento contemporáneo sobre el hombre. El hombre no es un ser completo, acabado, sino que tiene que “hacerse”.

Vattimo nunca dejó sus intereses religiosos y políticos, no. De hecho, el pensamiento débil (aunque de una forma crítica) le da una lectura al tema de la religión. No podemos olvidar que el cristianismo siempre ha sido fundamental en su discurso; él siempre ha sido un “catocomunista”, un comunista católico porque –como él mismo afirma- si no fuera cristiano (si no fuera católico), no tendría la tentación de ser comunista. La única razón por la que él se siente comprometido con una política del socialismo es el amor al próximo que aprendió en el Evangelio, especialmente el amor por los débiles. Traduciéndolo para que en la calle también se pueda entender: a Vattimo no le da igual 8 que 80. Vattimo tiene muy claro su opción preferencial: la misma mirada que le hace escuchar a todos y dialogar con todos, le otorga una lucha incansable nada titubeante por la justicia, llegando a comprender -como también lo hicieron Sócrates o Jesús- que es preferible padecer la injusticia a causarla, al tiempo que defiende y pone voz a los intereses y necesidades de los que no tienen voz o no tienen fuerza para ejercerla. ¡cuántas veces tuvo que lidiar Vattimo con el recién fallecido y magnate Silvio Berlusconi! *El pensamiento débil  no es un pensamiento acomodaticio sino, más bien, un pensamiento a favor de los débiles.

Pero este “hacerse” no tiene un sentido estrictamente biológico, de puro desarrollo somático, no se trata de un desarrollo de las puras virtualidades, de un hacerse por  sí mismo, sino de un hacerse a sí mismo, decidiendo, eligiendo lo que se quiere ser. El hombre está, pues, embarcado en la ardua tarea de hacer su propia vida, lo quiera o no, decía Heidegger. Arrojado en el mundo sin ninguna opción por su parte, sin haber sido consultado, el Dasein se encuentra sintiendo que es y teniendo que ser en un perpetuo inacabamiento. De aquí que toda elección que el hombre realiza sea una determinación creadora de su ser porque lo va configurando.

Así pues, el “ser-ahí” vive anticipándose a lo que va a ser. El futuro, pues, pertenece al sentido del ser. Pero aquí “futuro” hay que entenderlo no tanto como lo que aún no es pero será, sino como posibilidad de existir. Es, por lo tanto, una dimensión estructural de la existencia humana. Heidegger la llama “futuridad”. Este ser anticipándose hace resaltar lo que en el Dasein es ya. Así, y esto es algo más que interesante, el futuro (como posibilidad de ser) implica el pretérito, puesto que se es desde lo ya sido, desde donde se plantea nuestra posibilidad de ser. El pretérito, el pasado es, así, otra dimensión estructural del “ser-ahí”.

Pero es que la comprensión desde nuestras posibilidades de lo ya sido determina la comprensión de lo que actualmente somos. El presente, pues, aparece envuelto por la relación entre futuro y pasado. Estas tres dimensiones -pasado, presente y futuro- constituyen la unidad del ser y recibe el nombre de “temporalidad”. El ser del hombre es, por consiguiente, temporalidad. Y éste es, en realidad, el tiempo originario, a diferencia del tiempo cósmico, incluso del tiempo vulgar. Pero, entiéndase bien, no es que el hombre esté en el tiempo ₋dice Heidegger₋ sino que él mismo es temporalidad. La temporalidad, pues, es la estructura concreta del Dasein, su sentido último porque está como “entretejido de tiempo”. El tiempo es la textura más profunda del “ser-ahí”. Es, por lo tanto, aquello desde lo cual él comprende e interpreta. Es el horizonte de la comprensión del ser.

Pero, claro, el mundo no es sólo el mundo de las cosas, de los útiles. Además de con las cosas, el Dasein se relaciona con otros Dasein. Si el análisis del “ser-en-el-mundo” reveló que “jamás se da un mero sujeto sin mundo,… a la postre tampoco se da inmediatamente un yo aislado de los otros”. Y es precisamente al relacionarse con el mundo de las cosas como el Dasein descubre al otro. Es decir, las mismas cosas que son útiles a la mano para mí me aparecen como siendo también “a la mano” para los otros. Y en razón de este concomitante “ser-en-el-mundo”, el mundo es ya siempre en cada caso aquel que comparto con los otros.

Ahora bien, los otros no son útiles, ni son para mí sólo objeto de preocupación. Los otros son como yo y, como yo, coexisten conmigo en el “estar-en-el-mundo“. Esto determina un modo nuevo de relación ₋que llama Heidegger₋ la “solicitud”. Si la actividad del hombre con respecto a las cosas se llama “preocupación, la forma de relacionarse con los otros se llama “solicitud“. Curiosamente en alemán ambas palabras tienen la misma raíz, que significa  “cuidado”. El cuidado pertenece, por consiguiente, a la estructura ontológica fundamental de la existencia humana y ese cuidado se traduce  de dos maneras: (1) como preocupación por las cosas y (2) como solicitud por los otros. Si Sartre hablaba del choque, la hostilidad y el enojo y de que “el infierno son los otros”, haciendo referencia a las relaciones conflictivas que tenemos en nuestras vidas, Heidegger va a  hablar de solicitud hacia el prójimo como forma del cuidado. Y ese cuidar, esta solicitud hacia los demás puede ser positiva, indiferente o negativa. Tal relación determina la convivencia, pero no es más que una relación informe, mientras no se estructura políticamente. Y es aquí donde Vattimo milita como catocomunista, como pensador contra dogmático y de izquierdas y, a la vez, seguidor del Evangelio. Y es que a Vattimo le ocurrió lo que ya alguien dijo, que “de tanto mirar al mar se le volvieron los ojos azules…”

[CONTINUARÁ…]

Jesús Lozano Pino

Fuente Fe Adulta

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Jesús Lozano Pino: La vida es una enfermedad mortal de transmisión sexual.

Miércoles, 3 de mayo de 2023
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carpe-diem-vida-e1504898311341La “búsqueda de la inmortalidad” es una de las aspiraciones más antiguas del ser humano, y se encuentra presente en muchas culturas y civilizaciones desde tiempos ancestrales en diferentes formas y expresiones. En la mitología griega, los dioses olímpicos eran retratados como seres inmortales, y los faraones egipcios se creían semidioses que tenían la capacidad de vivir para siempre en el más allá. En la filosofía antigua griega, también se reflexionaba sobre la inmortalidad del alma, y se buscaba encontrar la clave para lograr la eternidad.

En la actualidad, aún existen diversas corrientes espirituales y religiosas que prometen la inmortalidad del alma o la resurrección después de la muerte, entre ellas la cristiana. Sin embargo, es importante destacar que la búsqueda de la inmortalidad ha sido cada vez más asociada a la ciencia y la tecnología en el siglo XXI, con teorías que proponen la extensión de la vida a través de la biotecnología o la criogenización, entre otros métodos… Estamos ante algo tan antiguo que se llamó el Elixir de la eterna juventud y que hoy suena tan nuevo en nuestra sociedad desacralizada, donde el hombre ₋al igual que el mismísimo capitalismo₋ pone todos los rituales y esfuerzos de su parte para intentar perpetuarse y no cesar jamás. Estamos ante un mito científico al que queremos llegar a cualquier precio, una nueva religión.

Pero, ¿quién, si pudiera, no daría todo lo que tiene para conseguirlo?

El elixir de la eterna juventud es una leyenda que ha existido desde hace siglos en diversas culturas y mitologías. Según la leyenda, este elixir es una sustancia mágica que tiene la capacidad de detener el proceso de envejecimiento y mantener a quien lo consume joven y saludable por siempre. En la cultura china, existe la leyenda del “Elixir de la Vida“, que se originó en la dinastía Han (206 a.C.-220 d.C.) y afirma que el emperador Qin Shi Huang buscó la fórmula del elixir para prolongar su vida. También en la cultura persa, se habla del “Agua de la Vida que concedía la juventud eterna… Me parece un dato no menos que curioso, al hilo de lo que estamos reflexionando, el diálogo y la escena de Jesús mantiene con la samaritana a la que le ofrece el agua con la que jamás volverá a tener sed, pero lo dejaré para otra ocasión porque esta cuestión se saldría de la intención primaria de este escrito: “Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Jn 4,13-14).

En la actualidad, la ciencia ha avanzado en el estudio del envejecimiento y la búsqueda de métodos para prolongar la vida, pero aún no existe un elixir mágico que garantice la eternidad, quizá sí evitar el dolor, luchar contra la enfermedad y retrasar la llegada del envejecimiento, “enfermedad” que muchos tendremos la suerte de vivir. En todo caso, nuestra sociedad del siglo XXI lo que intenta es eludir las leyes y categorías espacio-temporales que nos gobiernan, aunque sea enmascarándolascomo lo hacen los filtros y programas de belleza en las redes sociales.

Por otro lado, todos queremos perpetuarnos, no caer en el olvido, en el sin-sentido de nacer para morir y después acabar en la nada. En este sentido, hace poco (no sé dónde lo vi, creo que en un programa de tv) una anciana dejó grabado antes de morir un vídeo-mensaje, creo que en las redes sociales, pidiendo que no la olvidaran, tal y como nos transmite de forma insuperable la película Coco, pues existe una muerte que podemos llamar “la muerte última”, la que te hace desaparecer para siempre, la del olvido, precipitando la gravosa pregunta de cuál ha sido el sentido que ha tenido mi efímera existencia y, sobre todo, qué huella ha dejado en los demás. Algunos dicen que escribir un libro, hacer historia, patentar un invento o hacer un descubrimiento, incluso tener un hijo son destellos de una búsqueda insaciable del ser humano que, de alguna forma, no quiere cesar jamás.

La mayoría de los científicos trabajan en proyectos para mejorar la calidad de vida y prevenir enfermedades relacionadas con el envejecimiento, y esto está bien pero no podemos olvidar tan pronto el deseo de inmortalidad y las horribles consecuencias que aparecen en Frankenstein, la in-olvidable obra de Mary Shelley escrita en el s. XIX. Está claro que hoy día tenemos más a mano la oportunidad, no de ser eternos pero sí de ampliar nuestra posibilidad y mejora de vida.

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Esto, aunque es justo y necesario, un deber de la ciencia, no es nuestra salvación, ya que olvidamos –aquella frase que muchos atribuyen a Sartre en la que se afirma que “LA VIDA ES UNA ENFERMEDAD MORTAL DE TRANSMISIÓN SEXUAL”, al menos la vida humana.

¡Qué se lo pregunten a ANA OBREGÓN con todo el debate ético y legal que ha abierto sobre la gestación subrogada y el nacimiento de su hijo-nieto! …Y es que, si todavía no está a mi alcance hacer un replicante exacto de la persona amada (recordemos el debate bioético en la película de El sexto día, protagonizada por Arnold Schwarzenegger), al menos podré calmar (sólo temporalmente) mi deseo reviviéndolo en Ana Sandra, hija póstuma de su hijo y nieta-hija de su abuela. Pero… ¡no le podía fallar…! Le prometió que saldría de la enfermedad, y le falló. Pero, ¿es que acaso estaba en su mano que viviera o no? No quiero trivializar, mucho menos ridiculizar la cuestión. Se entiende que la pérdida de un ser querido es un acontecimiento existencial traumático que mueve todos los resortes en los que nos apoyamos.

La verdad es que desde que nacemos, como de alguna manera advertía Martin Heidegger, somos lo suficiente mayores como para morir. Esta es la verdad, la realidad que no queremos asumir. Por ello nuestra vida, en cierto modo, es inauténtica, ya que queremos evadirnos de esta espada de Damocles que todos tenemos encima y que es, junto al sufrimiento, la otra cara de la moneda de la vida-felicidadPor ello la vida se vive con angustia. Por ello la vida se pierde de sentido y se desorienta en el bosque de la existencia. Por ello vivimos distraídos, descentrados y olvidándonos de que somos seres finitos en busca de infinitud. Por ello nos aterroriza morir, cesar, dejar de existir, pero ¿también de ser? Aquí la fe tiene cabida y no creo que solamente sea como pura ilusión o salida, como escapatoria.

Quiero entender que ese futuro posible no será como en las mejores series de zombies, ni como las mejores películas pías. Honestamente no sé cómo será pero sí cómo no será. Intuyo que llegará de una forma espiritual, incluso ₋podíamos decir₋ cósmica, pues somos tierra, somos polvo de estrellas, pero dudo mucho de que sea un revivir la misma carne, más de lo mismo. No me preguntéis por qué lo sé. No lo sé. Sólo sé que no lo puedo saber. Lo que sí sé es que todos nos negamos a aceptar esta clase de suerte.

Vivimos como si fuésemos eternos e inmortales o, mejor dicho, queriendo olvidar de que la vida tiene límites. No, no podemos conseguir todo lo que deseamos, el deseo juega en otra liga… En este sentido, recuerdo las palabras de Jesús a Nicodemo: lo nacido de la carne es carne, mas lo del espíritu no. Entiendo que, si quiero tener futuro, debo alimentar el espíritu, esa otra parte de mí que me identifica como único e intransferible y que da sentido a mi existencia y a la de los que me rodean en mi co-existencia. Como afirma Leonardo Boff, “Siempre que triunfa la justicia sobre las políticas de dominación, siempre que el amor supera la indiferencia, siempre que la solidaridad salva vidas en peligro ahí está ocurriendo la resurrección, es decir, la inauguración de aquello que tiene futuro.

Si la muerte, la enfermedad, el tiempo y el espacio y la naturaleza nos limita (y debe ser así, si no queremos usurparle el puesto a Dios), el amor milita y vive para siempre.

Jesús Lozano Pino

Fuente Fe Adulta

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Leonardo Boff: “Tomás de Kempis entiende los secretos del alma humana mejor que cualquier psicoanalista”

Jueves, 5 de enero de 2017
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beato-tomas-kempis-milima20150730-0429-11_270x250Su “Imitación de Cristo”, el libro más leído después de la Biblia

“Entiende el deseo y sus angustias, pero también indica caminos de cómo enfrentarlo”

(Leonardo Boff, en Koinonia).- Al completar más de 50 años de labor teológica, me puse un desafío: retraducir la “Imitación de Cristo” del latín medieval, retocando el estilo en el sentido de superar el tradicional dualismo de la visión clásica y añadiéndole al final una parte escrita dentro de la moderna cosmología que procura articular e incluir todas las dimensiones, más adecuada al espíritu contemporáneo.

Fue una tarea minuciosa que me costó dos años de trabajo. Sería mi canto de cisne de la teología más sistemática, mi “nunc dimittis, Domine” bíblico (“ahora, Señor, puedo partir”).

Su autor es el venerable Tomás de Kempis (1380-1471) nacido en Alemania. Fue durante toda la vida maestro espiritual de jóvenes religiosos de los Canónigos de San Agustín. Produjo una obra de profunda espiritualidad que ha alimentado a la cristiandad hasta el día de hoy, siempre leída, meditada y citada siempre por nombres notables como Freud, Jung y Heidegger.

Hay más de mil ediciones de la “Imitación de Cristo” repartidas por el mundo y en el British Museum se coleccionan más de mil ejemplares.

El libro se compone de cuatro partes a las cuales me atreví a añadir una quinta, usando el mismo estilo del autor. Le di como título El seguimiento de Jesús por los caminos de la vida”. El seguimiento completa la imitación, de forma que por la imitación se busca alcanzar el Monte Tabor del alma y por el seguimiento, la llanura y el valle donde luchan y laboran los seres humanos.

Tomás de Kempis tenía una mente libre. Incluso dentro del espíritu de la tendencia espiritual más difundida de la época, llamada Devotio Moderna, no se dejó influenciar por ninguna escuela teológica o tendencia mística. Por el contrario, muestra cierta distancia y también una sospecha velada sobre todo saber teológico y teórico y sobre revelaciones particulares.

Lo que cuenta para él es la experiencia del encuentro con Cristo, con su cruz, con su obediencia al Padre, con su humildad, con su misericordia, con el amor incondicional y con su pasión y cruz valerosamente soportadas. El tema del despojamiento de sí mismo y de todos los apegos del ego adquiere relevancia especial hasta el punto de haber despertado la atención de los más agudos analistas de la condición humana.

¿En qué reside la singularidad de la “Imitación de Cristo”? El camino de la “Imitación de Cristo” se centra en el Cristo de la fe y sus virtudes: su humildad, su amor a los pobres y pecadores, su compasión con los enfermos y discriminados, su actitud ante la condición humana que él compartió con nosotros. La Epístola a los Hebreos dice claramente que él “pasó por las mismas pruebas que nosotros” (4,15), estaba “rodeado de flaqueza” (5,2) y “aprendió la obediencia por medio del sufrimiento” (5,8).

San Pablo va más lejos al invitarnos a “tener los mismos sentimientos que Cristo Jesús tuvo: no se aprovechó del hecho de ser Dios, sino que por solidaridad con nosotros asumió la condición de siervo, presentándose como un simple hombre y se humilló hasta aceptar la muerte de cruz” (cf. Flp 2, 5-8), castigo infame para la época. No se “avergonzó de llamarnos hermanos y hermanas” (Hbr 2,11) y en el juicio final se refiere a los pobres y marginados llamándolos “mis hermanos y hermanas más pequeños” (Mt 25,40).

Estas son las actitudes que propone el autor a sus oyentes para alcanzar un alto nivel de vida espiritual. Cristo habla a la subjetividad de la persona en busca de un camino espiritual y la lleva a descubrir todos los meandros de la malicia humana pero también toda la grandeza de la posibilidad de conquistar un alto nivel de vida interior.

Tomás de Kempis, mejor que cualquier psicoanalista entiende los meandros más secretos del alma humana, las solicitaciones del deseo, las angustias que produce, pero también indica caminos de cómo enfrentarlas confiados siempre en la gracia de Dios, en la misericordia de Jesús y en el completo despojamiento de sí mismo. Procura consolar al fiel imitador con el ejemplo de Cristo, le muestra la alegría inaudita de la intimidad con Él y, por fin, la grandeza de la recompensa eterna que le está preparada en la eternidad.

El libro ofrece una espiritualidad cristalina como el agua de la fuente detrás de casa. Orienta y alimenta todavía en nuestros días la búsqueda humana de un encuentro con el Misterio de todas las cosas: el Dios interior y exterior que llena todo.

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Adviento con María: Esos tus ojos misericordiosos

Viernes, 23 de diciembre de 2016
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15578977_705312969645898_4048951600502189357_nDel blog de Xabier Pikaza:

La Salve ha sido quizá la más conocida de las oraciones específicamente católicas, una antífona mariana, de origen medieval, dirigida a la Madre de Jesús, pidiéndole que sea intercesora misericordiosa ante su Hijo Jesucristo.

Me parece hermoso presentarla y comentarle en este Adviento, al final del Año de la Misericordia. No es, como diré, la única oración de María, pus a su lado ha de ponerse el Magníficat, que es el canto de la justicia radical (¡derriba del trono a los potentados…!). Pero es también importante, pues nos sitúa ante la maldad radical de la vida (¡destierro, valle de lágrimas, campo de destierro y llanto!), haciendo que podamos abrir los ojos del corazón en gesto de esperanza.

Cuentan que un día, en su famosa Cátedra de Filosofía, el profesor D. José Ortega y Gasset estaba explicando el análisis existencial de M. Heidegger, el más radical de los pensadores del siglo XX, comentando temas como caída y finitud del hombres, estar arrojado y perdido en el mundo… y de pronto se paró y pregunto al alumno más sabio del grupo: ¿Puede usted compararme el análisis de Heidegger con la Salve Cristiana?

Siguen diciendo que el alumno sabio contestó que Heidegger era un pensador excelso, mientras que la Salve era una oración de incultos supersticiosos…

Pues bien, Ortega, famoso por su durísima ironía, le dijo: Usted, alumno mío, no es inculto y supersticioso, sino algo muchísimo peor, es un idiota. No existe, que yo sepa, en la historia de occidente un texto que mejor refleje la condición del hombre, la Goworfenheit, que la Salve cristiana. Pero quizá a Heidegger le falta la Madre.

En este contexto, entre Heidegger y el final del Adviento, he querido ofrecer un breve análisis de la Salve, como oración de Adviento, una oración que no es todo para los cristianos, pero que sigue siendo importante.

Imagen: Una representación tradicional de Santa María de la Salve (como la que tenía en su mente el “famoso” alumno de Ortega, del primer tercio del siglo XX, quizá alejada de nuestra sensibilidad, casi un siglo más tarde. Al final he querido poner,al lado de la imagen de María, para quien siga leyendo, una fotografía de estudio de J. Ortega y Gasset. Buen final de Adviento, con María (y con Ortega y Gasset, es decir, con el pensamiento).

Salve, una oración de misericordia

María ha sido para los cristianos un signo especial de la misericordia, como lo muestra la Salve, una antífona mariana, del XII d.C., que le atribuye y aplica los signos fundamentales de la misericordia de Dios:

Salve, reina y madre de misericordia;
vida, dulzura y esperanza nuestra, Salve.
A ti clamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos,
gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea pues, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos,
y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
Oh, clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María.

Los nombres de la Madre

‒ La Madre de Jesús es Vida (Hayyim), palabra que define a Dios, en sentido intensivo: Yahvé mismo es la Vida, de manera que en él y solo en él existe todo lo que existe (como supone Jn 1, 4-5, que atribuye la Vida también al Logos de Dios que es Jesucristo.

‒ Ella es Dulzura, tema que puede aplicarse al Espíritu Paráclito y que Pablo atribuye de un modo especial a Dios (2 Cor 10, 1). Pues bien, en esa línea, la Salve identifica de algún modo la dulzura de Dios y del Espíritu Santo con María Madre.

‒ María es finalmente esperanza, tema que el Antiguo Testamento vincula con Dios (cf. Jer 17, 7; Sal 61, 4; 71, 5), y el Nuevo Testamento con Jesús, que anuncia y prepara la esperanza de Dios en el Reino. Pues bien, ahora, la esperanza de Dios y de Jesús se expresa por María.

Invocación

Tras haberla presentado de esa forma, los orantes la invocan: A ti clamamos los desterrados hijos de Eva…

No están en su patria, sino arrojados, lejos de Dios, como pueblo de sufrientes (pobres, vencidos… ), y así vienen suplicantes a María, la madre buena que nos ha liberado del riesgo de la madre mala, Eva, marcando así el cambio de señorío, el paso del dominio de Eva (madre de pecado, destierro) al de María, madre de misericordia. Esta visión de las dos madres, y el paso de la mala a la buena (propio de la gnosis del siglo II-III d.C.) se interpreta aquí en forma mariana.

La Salve nos sitúa ante el motivo de la búsqueda de madre, propio de una sociedad de abandonados, desterrados, que quieren liberarse de este cuerpo de pecado, para alcanzar la misericordia, diciendo: A ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas… No se acusan de ningún pecado, no son culpables por ninguna falta, social o individual, pero sufren y lamentan un destierro que proviene del pecado original de Eva, mala madre, por cuya falta padecen.

Como los hebreos en Egipto

Esta oración retoma el motivo de los hebreos en Egipto, a quienes Dios mismo escuchó desde su altura (cf. Ex 2-3). Pero los desterrados de la Salve no llaman a Dios, ni buscan ayuda en esta tierra, pues saben que en ella nada puede cambiarse, sino que se dirigen a la Madre buena (a ti suspiramos, gimiendo y llorando) para decirte tres cosas:

Ea pues, Abogada nuestra… Conforme a la tradición de la Iglesia, según el evangelio de Juan, el Abogado defensor de los creyentes es el mismo Espíritu Paráclito, cuya función asume aquí María, que aparece así como Espíritu divino, en forma de mujer/madre, Reina y Señora, Abogada defensora de de los creyentes. María aparece así como enemiga del Diablo destructor, a quien se dice que ha vencido (cf. Gen 3, 15; Ap 12, 1-5. Este pasaje de la Salve nos sitúa ante una visión de gran fuerza, que ha calado en la conciencia de los sufridos cristianos de occidente, del XII d.C. hasta la actualidad.

‒ Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos. María es presencia de Dios en forma de Madre y Mujer. Estos ojos de María son sin duda aquellos ojos de Dios que miraban la opresión de su pueblo en Egipto (Ex 2, 23-25; 3, 7-8), apareciendo como misericordes, portadores de misericordia. El orante sólo pide a María que vuelva sus ojos y le mire (nos mire) en comunicación de amor. Al hijo pequeño le basta con saber y sentir que la madre lo hace mira.

‒ Y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre Algunos han pensado que Dios mira con ojos de pura justicia. Pues bien, en contra de eso, el orante de la Salve sabe que Dios mira (a través de María) con ojos de misericordia. Por eso, no pide nada (salud, dinero, amor humano, victoria…), sino una mirada, y la certeza de que al fin de la misma María le llevará Jesús.

15585460_705313366312525_2037837235911728775_oAnticlímax.

Y así termina la oración, con títulos propios de Dios de Ex 34, 6-7), pero aplicados a María, para definir su misericordia:

‒ Oh clemente. La clemencia era propia de Dios; pues bien, aquí se atribuye a la madre de Jesús, que aparece como signo personal del perdón de Dios, que no juzga a los culpables, sino que los libera del castigo.

‒ Oh piadosa. Éste es el nombre del Dios de la alianza (hesed), que se aplica aquí a María, con una palabra que no puede aplicarse sólo a la vida tras la muerte, sino que se expresa a la tarea de los hombres que han de ser misericordiosos entre sí (piadosos, religiosos) desde este mundo, en la línea de las obras de misericordia.

‒ Oh dulce. María es dulce y fuente de dulzura en un mundo de amargura, exilio y llanto, arrojados, caídos, en orfandad y muerte. En ese contexto, el orante llama y siente a la Madre de Jesús como dulzura (como leche que alimenta, sacia y anima a los hombres en la tierra prometida del Antiguo Testamento: Ex 3, 8).

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