Archivo

Entradas Etiquetadas ‘Judas’

“¿Una traición o traiciones? Jesús cena con los estigmatizados”, por Julián Bedoya Cardona.

Miércoles, 26 de abril de 2023
Comentarios desactivados en “¿Una traición o traiciones? Jesús cena con los estigmatizados”, por Julián Bedoya Cardona.

pelicula sobre judas 2004Jesús tenía tanta simpatía por las comidas, tanto que en ellas se despidió de los más cercanos, de sus allegados. Sabía que en cualquier momento lo iban a capturar y ya no podía escabullirse, una sombra espantosa se cierne sobre esta comida de amistad. Uno de los doce está del lado del enemigo. ¿Por qué? Jesús había hablado del Reino de Dios. Los evangelistas hacen notar que la incredulidad de Judas se daba la mano con su avaricia. Recordamos muy bien el momento de la cena cuando Jesús le dice: “vete y haz lo que tengas que hacer”. Parece que esta premisa sirviera para juzgar a Judas Iscariote como siempre lo hemos escuchado. Judas era un discípulo que quería a Jesús, y como todos los discípulos y espectadores de Jesús se preguntaba: ¿Cuándo llegaría ese Reino de Dios, del que Jesús nos habla? Ese Reino que traería paz, donde no habría hambruna ni sufrimiento… que Jesús le diga: “vete y haz lo que tengas que hacer” nos coloca frente a unas hipótesis:

Judas y Jesús posiblemente tuvieron un diálogo a solas para cuadrar toda esta artimaña de su captura, o por otro lado, Judas anhelaba el mesianismo militante, así como Pedro y los otros discípulos lo esperaban. Esto lo llevó a emprender la táctica de negociar la entrega de Jesús para adelantar ese Reinado de Dios, ya que muchos sitúan a Judas como un zelote (como lo ubica Oscar Cullmann y Martin Hengel). Los zelotes según el historiador Flavio Josefo eran un partido formado aproximadamente del año 66 a.c, en el periodo intertestamentario, y tenían una ideología religiosa, altamente eficaz, de lucha escatológica por la liberación… Sus axiomas fundamentales eran una ardiente espera del Reino de Dios y un celo fanático por la ley. Se sentían herederos de los Macabeos, este grupo ultranacionalista, usaban la fuerza y la violencia para mover sus ideales, buscaban terminar con el dominio romano y lograr la independencia política; “los zelotes insistían repudiar a cualquier rey, excepto Dios” (Kirsopp Lake). Judas no encuentra mejor ocasión que acelerar la acción mesiánica en pascua o cerca a esta fiesta (Cfr. Mc 14, 11), pues veía todo a su favor, la muchedumbre de peregrinos que había allí ya hablaba de Jesús, y teniendo muy presente este factor, Judas imaginaba una revuelta popular si apresaban a Jesús; tanto era así que, uno de los que andaba con Jesús (en el evangelio de Juan nos dice que era Pedro, en los otros lo omiten). Lucas nos da a entender que todos los que estaban con Jesús estaban armados cuando narra que uno de ellos dijo: “Señor ¿atacamos con espadas?” y tenía una espada en el momento en el que prendieron a Jesús (Cfr. Mt 26, 51; Mc 14, 47; Lc 22, 49 – 50; Jn 18, 10). Quizá esto lo pensó y lo ejecutó Judas, y Jesús se dio cuenta de ello, de ahí las palabras de Jesús dirigidas a Judas “Amigo, adelante con los planes” (Mt 25, 50).

Suponer que desde un principio Judas le traicionaría es un enigma que daña la imagen de Jesús. Por un lado, Jesús prometió a Judas, como a los restantes discípulos, sentarse con Él en el cielo “en uno de los doce tronos y juzgar a las doce tribus de Israel” (Mt 19,28). ¿Cómo Jesús pudo prometerle, a pesar de todo, un trono en el cielo y sobre todo, cómo pudo confiarle la bolsa común siendo Judas un “ladrón”? (Jn 12,6). La figura del traidor Judas es una figura de fábula religiosa. Este Judas tildado en los evangelios de maldad no existió. Se la da incluso la mayoría de los que le inculpan; en concreto los tres evangelios sinópticos. Ellos le hacen permanecer presente durante toda la comida pascual, no mencionan que Judas se ausentó; Lucas expresa que Judas estuvo presente hasta el final de la cena (Cfr. Lc 22, 21 – 30), luego Jesús sale con los discípulos hacia Getsemaní como lo relatan Mateo y Marcos. Lucas habla del monte de los olivos y es evidente que los doce le siguieron (Lc 22, 39). De un momento a otro aparece Judas con unos vándalos armados ¿Cómo es posible organizar todo con tanta rapidez? Además, si había sospecha resultaba fácil cambiar de escondite, por otro lado, sin la intervención de Judas también era fácil dar con Jesús, por lo tanto no era necesario una traición, pues Jesús manifiesta que los enemigos le conocen bien, le conocen con claridad. Respecto a que los sinópticos no cuentan sobre la ausencia de Judas, el evangelio de Juan cayó en la cuenta y corrige la presentación del relato, haciendo que Judas abandone la comida. Muchos dicen que la avaricia por dinero se absorbió a Judas, pero si hubiese sido por dinero, Judas hubiese salido mucho antes con la bolsa común donde se hallaban los fondos del grupo.

Judas es un producto de la fantasía. Se compone en gran medida de citas del Antiguo Testamento. El tema del traidor es un motivo corriente; y, puesto que también era bíblico, se prestaba a los evangelistas, que ven profetizado en el Antiguo Testamento el destino de Jesús, cuando David había sido traicionado por su asesor, Ajitófel Guilo, al unirse éste a la conjura de Absalón, hijo de David (2 Sm 15,12).  Judas debió besar finalmente a Jesús como también Joab, el general de David, besó a Amasa, el enemigo de David, mientras le clavaba la espada (2 Sm 20, 9ss); “Si me hubiera ultrajado mi enemigo, sabría soportarlo. Si fuese mi adversario el que me oprime, me escondería de él. Mas fuiste tú, mi compañero, mi familiar y amigo. Con el que he compartido la dulce confidencia y a la casa de Dios marchamos juntos en cortejo festivo” (Sal 55, 13-15). “Hasta el amigo de mi confianza, el que mi pan comía, contra mí se ha levantado y me ha engañado” (Sal 41, 10)… además Pablo de Tarso dice en la carta a los Corintios: “que el resucitado se apareció a Cefas (Pedro) y luego se apareció a los doce” (1 Cor 15, 5).

Pero siempre hemos hecho malas lecturas de Judas ajusticiándolo y dando a entender que por Judas Jesús murió de manera temprana y trágica. Judas no existió como traidor, sí existió el odio cristiano vertido no sólo sobre este individuo, sino sobre todo su pueblo “los iscariotes – sicarios”, un odio real sobre una historia adaptada, acomodada e inventada, hasta lo constata las versiones que hay sobre su muerte; la versión en el evangelio de Mateo dice “Judas el que había traicionado a Jesús, al ver que lo habían condenado, tuvo remordimiento y devolvió las treinta monedas a los sumos sacerdotes y a los ancianos, diciéndoles: he pecado entregando a la muerte a un hombre inocente. Ellos les contestaron: ¿Y eso que nos importa a nosotros? Eso es cosa suya. Entonces Judas arrojo las moneda en el templo, se fue y se ahorcó” (Mt 27, 3 – 5), otra versión se halla en los Hechos de los Apóstoles que dice: “Judas era uno de los nuestros y tenía parte en nuestro trabajo, pero fue y compró un terreno con el dinero que le pagaron por su maldad; luego cayó de cabeza y se reventó, y se le salieron los intestinos” (Hch 1, 17 – 18), otra versión es posterior atribuida a Papías de Hierápolis este dice que Judas se hinchó supurando pus y gusanos, llego a punto de reventarse y sus entrañas se desparramaron, en forma irónica dice que nadie puede pasar por aquel lugar donde Judas murió sin taparse las narices… y así sigue la historia de señalamiento y de crear odio en la figura de Judas Iscariote.

No es fácil determinar si la última Cena de Jesús con sus apóstoles fue una cena pascual. Los Sinópticos la presentan como tal, pero Juan no. En el evangelio de Juan, Jesús muere en un día distinto comparándolo con los sinópticos. Mateo y Marcos dicen que cenaron “el primer día de los ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual” (Cfr. Mt 26,17; Mc 14,12). Los “ázimos” era el primero de los siete días que duraba la pascua, es decir, el viernes a la noche. Lucas, más explícito, aclara que Jesús se sentó a cenar en “la fiesta de los ázimos, llamada Pascua” (Lc 22,1.7.14). En los evangelios sinópticos, Jesús celebra la última cena el día de la Pascua y muere al día siguiente; mientras que, según el evangelio de Juan, cuando los judíos llevan a Jesús al pretorio, éstos no quisieron entrar para no contaminarse (sabemos el escrúpulo que manejaban ellos con lo impuro) y poder así comer la Pascua (Cfr. Jn 18,28). Ellos iban a celebrar la cena pascual después de que Jesús hubiera muerto en la Cruz, o sea, que en los evangelios sinópticos, por un lado, y en Juan, por otro, se trata de dos días distintos. La clave en el evangelio de Juan la encontramos en el episodio de la crucifixión, cuando los judíos no querían ver los crucificados el sábado porque el día era muy solemne (era pascua) y dialogan con Pilato (Cfr. Jn 19, 31). Con esto se puede deducir que, había que comer el cordero la tarde anterior a su muerte, queda claro que Juan coloca la última cena antes de la fiesta de Pascua, el jueves en la noche (Cfr. Jn 13, 1). ¿Cuál de las versiones será la correcta? Para responder a esto es necesario entender que “existían dos calendarios, este dato es trasteado de los manuscritos del Qumrán en el libro de los Jubileos y en el libro de Henoc” (Ariel Álvarez).

La santa cena y la cronología de la pasión, basadas en la tesis del uso de “dos calendarios diferentes entre los habitantes de Palestina en tiempo de Jesucristo: uno más tradicional (lo seguían en Qumrán y parte del pueblo) y otro más oficial (lo seguían los fariseos y parte del pueblo). Mientras el primero es de origen bíblico y de ritmo solar, el segundo es de origen helenístico y de ritmo lunar” (A. Jaubert). El calendario solar estaba dividido en 12 meses (8 meses de 30 días y 4 de 31) en compendio tenía 364 días y 52 semanas, todos los años iniciaban con el miércoles porque según el Génesis cuando Dios creó el mundo, fue el cuarto día, es decir, el miércoles por ser el día en el que Dios creó al sol, la luna, los astros; y estos que rigen el calendario (Cfr. Gn 1, 14 -19). El comienzo del día para el judío es muy distinto a lo que hoy entendemos; para nosotros el día inicia a la hora cero, mientras que para el judío iniciaba por la tarde cuando el sol se desvanecía o se ocultaba, tanto que los judíos el viernes (para nosotros, para ellos ya contaba como sábado) en la tarde dejaban de hacer sus actividades o labores, tenían que tener las cosas con antelación, por esta razón los judíos no querían ver los cuerpos en las cruces durante el sábado, hablan con Pilato  para que quiebren los pies a los crucificados, al ver que Jesús ya había muerto no le quiebran los pies (nos deja al descubierto otro dato que Jesús fue el primero en morir), piden ejecutar esta acción para poder bajarlos de la cruz, porque el sábado esta próximo y debía respetarse, además era el día de la Pascua, aunque este día implica actividad religiosa (Cfr. Lv 16, 31; 23, 32). El termino hebreo shabbat (sábado) se forma a partir de la raíz shebet que significa cesar, desistir, descansar. El día de reposo semanal era un gran regalo para el pueblo de Dios.  En Egipto el faraón no les permitía descansar de su arduo trabajo, sin embargo, Dios le dio a Israel el sábado como día de reposo cuando estaban en el desierto y ya habían abandonado Egipto (Cfr. Ex 16, 23 – 30). En el monte Sinaí se dio el mandamiento formal de respetar el sábado como día de reposo (Cfr. 20, 8 11; Dt 5, 12 – 15).

Es necesario entender el mesianismo como un asunto colectivo, que tuvo la iniciativa en Jesús el hombre de Nazaret, que siempre quiso sorprendernos con su manera de pensar, hablar y vivir. Hoy día vemos muchas personas que han creído en historias inventadas, hasta el punto de hacerlas ver como reales. Hoy que en la mayoría de los discursos nos hablan del amor y la amistad, no es posible cargar odio ante las personas que piensan diferente y quieren salirse de las estructuras que en tantas ocasiones oprimen. Recordemos que Jesús también nos exhorta a ser congruentes y coherentes en la vida con lo que decimos y hacemos.

Julián Bedoya Cardona

Fuente Fe Adulta

Biblia, Espiritualidad , , , ,

Una Nueva mirada al caso Judas.

Martes, 7 de junio de 2022
Comentarios desactivados en Una Nueva mirada al caso Judas.

pelicula sobre judas 2004Para quien hace una lectura atenta y profunda del Evangelio sólo hay una definición aceptable de Judas: el amigo de Jesús. Judas no es sino una pequeña muestra de todas las Traiciones, incoherencias, contradicciones, que por generaciones llevamos los cristianos a las espaldas. Jesús en el mismo momento en que Judas ejecuta su traición por medio de una de las señales más sagradas del amor, el beso, saca del vocabulario de su propio corazón un solo nombre: el nombre de ¡amigo! Dios no es legalista porque elige una relación de amor que es la única que nunca ha sido legalizada. Todas las otras sí lo son: relación de socios, laboral o contractual, también entre padres e hijos, relación matrimonial, de dueño y mascota, de religión y creyentes, etc., pero no la de amistad.

No me escandalizo de que Jesús haya llamado a Judas con el nombre de amigo. Incluso es algo que me llena de alegría. Porque ese mismo nombre me corresponde a mí en todo derecho. Porque yo también he aprendido a traicionarle mil veces.

No era necesario para nuestra salvación lo que Judas hizo, seguramente teniendo grandes razones en su cabeza, y de esa manera crucificaran a Jesús y nos salvara. ¡¡No!! No nos salva la crucifixión que fue un asesinato, ni nos salva la muerte de Jesús, sino que nos salva la Vida de Jesús entregada hasta la muerte. Y dicha entrega se verifica en una donación en relación. Si la unidad de cada uno con Dios y la unidad entre nosotros no nos lidera, habrá traición. Cuidar nuestra salvación es cuidar la relación, para que nadie esté deshabitado del amor. Judas Iscariote fue el único judío entre los 12 discípulos que Jesús eligió (el resto eran galileos) y por ello, poseía ideas religiosas más enraizadas y un gran apego a las concepciones tradicionales del Mesías, que era esperado en la forma de un profeta, de un gran sacerdote, de un líder revolucionario o de un rey que derrotaría a los invasores. Judas es cautivado por la figura de Jesús, pero cuando éste se presenta como hijo de Dios, debió sufrir un gran impacto y una terrible decepción. Judas era un hombre idealista. Siguió al Maestro porque, al igual que los otros apóstoles, pensó que los iba a sacar de la opresión. Para seguir a Jesús no hay que ser idealista, religioso pesimista u optimista, o un fanático de las propias creencias, sino que hay que ser realista como ser humano. Jesús se había escabullido varias veces cuando intentaron capturarlo. Quizá Judas pensó que Jesús escaparía otra vez o que por fin se presentaría la oportunidad de presionarlo a manifestarse de manera portentosa. Judas creía en Jesús como emancipador del pueblo a la manera zelota, pero no le calzaba lo que Jesús afirmaba en cuanto al amor a los enemigos, poner la otra mejilla y orar por quienes les perseguían. Todo ello significaba un cambio en la manera de ver la realidad y los acontecimientos que, por lo visto, Judas no pudo asimilar.

Se podría sostener que Judas haya sido parte del grupo de los sicarios y de ahí su epíteto Iscariote. Y como todo es creencia en esta vida o las creencias nos gobiernan, podríamos pensar que el hecho de crecer con el nombre Judas, en ese tiempo evocaría al líder revolucionario y legendario Judas Macabeo; igualmente iscariote refería a un miembro de los Sicarii o un grupo de rebeldes judíos que eran conocidos por cometer actos de terrorismo asesinando personas entre las multitudes escondiendo dagas bajo sus capas (aunque hay que decir que muchos ubican el comienzo de los sicarios el año 40dc, lo cual, no coincidiría al menos con la fecha de reconocimiento histórico oficial de la existencia de los sicarii, pero sabemos que todo grupo tiene sus vivencias desde mucho antes de ser reconocidos por un nombre más específico). Con esas creencias en la consciencia de Judas, podemos percibir sin justificarlo, que su relación con Jesús era concebida principalmente desde su creencia o mentalidad revolucionaria y política, donde la metanoia o cambio de mentalidad que Jesús pedía casi como condición sine qua non, no fue alcanzada por Judas.

Jesús lo había elegido como el ecónomo o administrador económico del grupo de los Doce, por lo cual, suponemos había una gran confianza y conocimiento entre ellos (Jn. 13,29). Pero también quien ha tenido una experiencia administrativa o de recolectar dinero, sabe que va perdiendo continuidad en los procesos y, por tanto, efectividad. También tienen la vivencia de estar en entredicho por quienes hacen parte en dicho proceso. Eso implica que tal vez judas, no estaba tan disponible en la formación que requería de su rabbí o maestro. Tiendo a pensar que Judas fue el primer apóstol que tomó consciencia de quién era verdaderamente Jesús, y lo hizo sin la luz, entendimiento y paz de un Pentecostés, por ello, quizá se desesperó, se halló sin salida, para él mismo y para Jesús, y terminó suicidándose. Dejó sin salida al que es la Vida Misma y se quitó la vida. Tal vez, la estrategia política y revolucionaria de Judas era que apresaran a Jesús, ya que posteriormente de su recibimiento triunfante en Jerusalén, Jesús se echó al poder económico y religioso encima, y perdió el apoyo que tenía incluso de muchos del pueblo que después gritarán, crucifícalo. De hecho, cuando lo apresaron hubo una turba o muchedumbre enardecida con espadas y palos (Mc. 14,43b). Para la mentalidad de Judas, si Jesús estuviese recluido, sería más fácil reincentivar y reinsertar luego de un tiempo menos tempestuoso, su imagen y figura ante el pueblo como un revolucionario, un héroe de verdad y como el mesías libertador de los opresores. La misma gente presionaría su liberación. Por ello, al arrestarlo debían de cuidar de su seguridad y protegerlo de la turba. Quizá así lo entendió, cuando en la última cena Jesús le dijo: “lo que vas a hacer, hazlo pronto” (Jn. 13,27). Y así se explicaría también el indicar con un beso a Jesús para que lo tomaran preso: “Amigo, ¿a qué vienes?” (Mt. 26, 50a). Como observamos Jesús lo llama amigo y le dice “¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?” (Lc. 22,48). Algo ocurría, no es una mera traición, sino que hay una razón oculta en el contexto de Judas. Ciertamente era costumbre de la época que al Rabbí o Maestro se le saludaba con un beso, pero Judas le da un beso con ternura; así queda consignado en el evangelio más antiguo (Mc. 14,45b).

Judas no tenía la intención de que Jesús muriera. No creyó que eso fuera a ocurrir, pero al ver lo que había provocado, sufrió grandes y terribles remordimientos. En realidad, era Judas quien había sido traicionado por el poder religioso, que manipuló el fanatismo revolucionario de Judas, para eliminar a Jesús. Por ello, cuando toma consciencia de que Jesús era realmente el mesías (ya no como mesías político, sino según el siervo sufriente de Is.53), fue a arrojarles de vuelta las 30 monedas de plata (unos 1.200 dólares en la actualidad) a los sacerdotes en el Templo (Mt. 27,5). Notemos que el original dice habitación divina. No sabemos si fue la habitación del Kodesh haKodashim o Apartado de apartados, o “Sanctasanctórum” y “Santo de los Santos”, lo cual, representaría un desprecio y rabia directamente hacia el fanatismo religioso traidor que se aprovechó del fanatismo revolucionario de Judas. Ello no implicaría un desprecio a Dios o a lo divino, pues, ya medio milenio antes no se podía decir el nombre de Dios en el Sanctasanctórum, pues, los babilónicos al destruir el primer Templo, habían destruido el Kodesh haKodashim y asesinado al sumo sacerdote que tenía el secreto de saber cómo decir el Nombre.

Judas prefirió entregar a Jesús al poder religioso creyendo que sólo lo arrestaría, jamás que lo eliminaría. El poder religioso traicionó a Dios y a Judas. Caifás sabía de las profecías de Isaías 53 reveladas 760 años antes, pero no le convenía ese mesianismo del siervo de YHWH. Esa invención y ambición humana de tener un poder sagrado, ese fanatismo, le hizo decidir no querer ver. La misma especie de fanatismo, pero romano, que después destruirá dicho “Sanctasanctórum” el año 70dc, sin haber mediado una orden oficial e imperial para hacerlo. Y es que todo fanatismo es el escenario para que la ceguera de la traición tome protagonismo. La misma mentalidad y los mismos actos libres de la voluntad de Judas fueron determinando su decisión final, incluso su forma de muerte. La misma ley judía declaraba maldito a quien muriera colgado, con lo cual, el suicidio era sólo la última y más irremediable de toda una serie de decisiones tomadas por Judas. Hay dos versiones en la biblia de cómo murió Judas: que se suicidó ahorcándose (no dice ni dónde ni cómo, Mt. 27,5); y una más atroz que dice, que con el salario de su iniquidad adquirió un campo, y cayendo de cabeza, se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron (Hechos 1, 17-18). Hay que decir que tal vez, se ha elegido en la tradición, la predicación del ahorcamiento, lo cual, hace de Judas un maldito y traidor. Quizá se dejó de lado la versión del libro de los Hechos por ser muy cruenta, pero accidental.

Lo que le dolió a Judas no fue la posibilidad de perder el paraíso, según la religión, sino haber perdido la voz de su amigo y Maestro, la voz de Jesús de Nazaret. La muerte nos despoja de todo. Pero nos llevamos el amor que pusimos y dejamos el amor que dimos. Siempre le damos a Dios tan poco, pero Él sabe que en ese poco estuvo todo nuestro ser. Dios sabe que no lo amamos a su altura, pero que lo amamos como pudimos y entendimos el amor. Dios ama con nuestro amor, y como lo damos mientras caminamos hacia su Misericordia. Él es tan comprensivo, que se anticipa a nuestros contextos, y nos perdona, no después de un proceso largo, sino estando sufriendo lo que le hicimos: perdónalos porque no saben lo que hacen (Lc. 23,34).

La Gratuidad tiene la última palabra y la muerte, aunque sea un suicidio o una horrible caída, tiene sólo la penúltima palabra. Mi pensar es que Judas, después de su muerte pudo otra vez besar tiernamente al Resucitado y decirle a su oído: Amigo, sólo tú Eres Alguien para siempre.

Gabriel Cifermann

Fuente Fe Adulta

Biblia, Espiritualidad ,

“Judas Iscariote: ¿mito o realidad?”, por John Shelby Spong

Jueves, 14 de abril de 2022
Comentarios desactivados en “Judas Iscariote: ¿mito o realidad?”, por John Shelby Spong

pelicula sobre judas 2004Entre los caracteres más conocidos del Nuevo Testamento está aquel a veces llamado “el anticristo”. Siempre es presentado en tonos oscuros, como agazapado en las esquinas, ocultando su rostro. Se dijo de él que “haría cualquier cosa por dinero”. En el cine, obras como “El Rey de Reyes”, y en el teatro – “Jesucristo super estrella”, entre otras, este carácter es siempre el segundo protagonista, la contraparte del héroe. Su nombre es Judas, pero en el Nuevo Testamento, típicamente se le da un título identificador, de modo que su nombre casi nunca es mencionado sin ese título. Se le llama Iscariote. Judas Iscariote.

¿Qué significa esta palabra? Antes, los eruditos pensaban que guardaba relación con su lugar de origen y señalaban que debería ser el poblado de Kerioth, en Judea. De ser cierto, esto haría de Judas el único discípulo no galileo. A partir de ahí, surgió la especulación de que su acto de traición se explicaba por el hecho de ser “forastero”. La especulación bíblica suele lanzarse a toda carrera con escasos datos reales.

Luego, alguien notó que en el primer siglo la gente no inventaba títulos para designar el lugar de origen. En esos tiempos decían “Jesús de Nazaret”, “Pablo de Tarso” o incluso “Pedro de Betsaida”. Hay sólo dos personas en el Nuevo Testamento que llevan este título descriptivo acompañando sus nombres: Judas Iscariote y María Magdalena. Hoy, el pensamiento común de los estudiosos es que esos títulos no se refieren al origen geográfico sino al carácter. “Magdalena” parece derivar de la palabra “migdal” (escrito “mgdl”, en hebreo), que parece hacer referencia al estatus de María. Migdal, que originalmente significaba “torre”, devino en “grande”, “alto”, “enorme”. De ser así, María Magdalena significaría “María la Grande” o “Gran María”, una idea que abre la puerta a todo tipo de nuevas posibilidades a desarrollar. De “Iscariote”, por su parte, hoy se piensa que procede de la palabra “sicarius”, que literalmente significa “asesino”. “Judas el asesino” sería probablemente la mejor traducción del término. Para el tiempo en que este personaje aparece por primera vez en el Nuevo Testamento, su nombre ya ha sido conectado con la definición de “asesino”. Desde su primera mención, el recuerdo de este hombre no ha sido favorable.

Extrañamente, sin embargo, con todo lo central que fue el rol de este hombre en la historia de Jesús, no hay mención de él en ninguna fuente cristiana escrita hasta el s. VIII de nuestra era. Este hecho con frecuencia causa sorpresa en muchos, pero es verdad. Judas Iscariote hace su primera aparición en el tercer capítulo de Marcos, escrito en el año 72 e.c., unos 42 años después de la crucifixión. Esta referencia inicial está en Marcos 3:19. Marcos está describiendo los inicios del movimiento cristiano. Empieza con Juan Bautista preparando el camino, recibiendo y bautizando a Jesús y dando testimonio de su futura grandeza. Luego Marcos relata la historia del arresto de Juan y señala que, a partir de ese hecho, Jesús asume el liderazgo del movimiento. Luego describe el comienzo del movimiento de Jesús con el llamado a los discípulos y la ejecución de “actos de poder” o milagros que muestran su poderío. Finalmente, de entre un grupo de seguidores, dice que Jesús eligió a doce “para estar con él y ser enviados a predicar y contar con autoridad para expulsar demonios” (Mc. 3:14-15). Luego, Marcos hace una lista de los doce apóstoles, iniciándola con Pedro y dejando para el final a Judas Iscariote, “quien también lo traicionó”. El rol de Judas se expandirá con otros detalles que serán agregados a su vida cuando los demás evangelios fueron escritos – Mateo, en el año 85; Lucas, a comienzos de los 90; Juan, al final del primer siglo. No hay, sin embargo, mención alguna de Judas antes de Marcos. Hay referencias de Pedro y los 12 anteriores a Marcos, las que se encuentran en los escritos de Pablo, quien redactó sus epístolas entre los años 51 y 64, sin que se encuentre en ellas referencia alguna a Judas. ¿Acaso este hecho levanta sospechas acerca de la historicidad de Judas? Puede ser, pero no debemos apresurar conclusiones hasta que tengamos a la vista toda la evidencia disponible.

Hay quienes afirman que el hecho que Pablo no mencione a Judas es un argumento desde la omisión, lo cual nunca es un argumento poderoso. Pablo, sin embargo, no es tan silencioso como parece. Veamos qué dice Pablo que puede ser apropiado para este análisis.

Pablo es el primer escritor cristiano en usar la palabra “traición” en relación con Jesús. Lo hace en la primera carta a los Corintios (11:23-26), que fue escrita alrededor del año 54 e.c., un poco menos de una década antes de la aparición de Marcos. Este texto es uno de los dos, ambos en la misma epístola, en los que Pablo usa palabras similares para introducir lo que dice y reclamar autoridad especial para ello. He aquí, dice, “Yo recibí del Señor lo que también os he entregado” palabras que aseguran la atención de su audiencia. El contenido de ese material era: “que el Señor Jesús, la noche que fue traicionado (la palabra griega es “isparedideto”, que literalmente significa “entregado”), tomó pan y, habiendo dado gracias, lo partió”. Luego, Pablo sigue con la institución de la eucaristía cristiana. Es interesante notar que Pablo no dice quién lo “traicionó” o “entregó”. Por cierto, no hay nada en esta epístola que sugiera que la traición de Jesús fuera obra de uno de “los doce”.

Para fortalecer la idea de que éste no es un argumento basado en el silencio, nos movemos cuatro capítulos más adelante en esta misma carta, 1 Corintios, a la segunda y última vez que Pablo declara estar entregando material autoritativo de importancia original. Esta vez, en 1Corintios 15:3, Pablo escribe: “Os he enseñado como de gran importancia lo que previamente recibí”, y a continuación relata la primera versión de los eventos finales en la vida de Jesús. Describe la crucifixión en una frase: “Murió por nuestros pecados, de acuerdo a las escrituras”. Luego, describe el funeral de Jesús en sólo dos palabras: “fue sepultado”. Y de ahí salta a la experiencia pascual.

Acerca de la resurrección, Pablo dice: “Que fue levantado al tercer día, de acuerdo a las escrituras, y que se apareció a Cefas y luego a los doce” (1Cor. 15:4-5). Noten la palabra en cursiva. Los “doce” incluye a Judas. Pablo está diciendo que tres días después de la crucifixión, los discípulos – los doce – estaban aún intactos. Cuando Mateo escribía a mediados de la novena década, luego de que la historia de Judas Iscariote había ingresado en la tradición, los discípulos eran mencionados como “los once” (Mt. 28:16). Obviamente, parece lógico concluir que Pablo nunca había oído la idea de que uno de los doce había traicionado a Jesús. ¿Significa ésto que la historia de Judas Iscariote fue una adición posterior, quizás mitológica, en la tradición de los evangelios? Ciertamente tal posibilidad queda abierta, pero aún se necesitan más datos antes que esa conclusión empiece a parecer probable. Así que profundicemos la investigación. ¿Es significativo que el nombre del traidor sea Judas? Judas es simplemente la versión griega de Judá, que es el nombre de toda la nación judía. A través de los evangelios hay un intento evidente de trasladar la culpa por la muerte de Jesús de los romanos a los judíos. Esto se ve más claramente en Mateo, cuando Pilatos, el rostro oficial de Roma en Judea, aparece lavándose las manos públicamente y proclamándose “inocente de la sangre de este hombre justo”, sólo para recibir en respuesta el clamor de la multitud judía gritándole “su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos”. Hacer el nombre del traidor idéntico al nombre de la nación también serviría al propósito de transferir la culpa ¿Verdad? Así es como la sospecha sobre la historicidad de Judas Iscariote entra en nuestras mentes y empieza a crecer.

Ahora veamos detalles de la historia de Judas. Marcos, Mateo y Lucas identifican unánimemente a Judas como “uno de los doce”. Marcos dice que las autoridades judías le prometieron un pago pero no especifica su monto. Sólo Mateo lo hace, con las famosas “treinta piezas de plata”. En la Última Cena, Jesús anuncia que “uno de los doce me traicionará”. Todos preguntaron “¿Seré yo?” Marcos no identifica a Judas. Mateo, sin embargo, nos muestra a Jesús respondiendo la pregunta de Judas con las palabras “tú lo has dicho”. Juan hace decir a Jesús: “a quien yo le de el pan mojado, ese es”. Luego mete el pan en la fuente y se lo ofrece a Judas. En Juan, Judas se hunde inmediatamente en la noche. Todos los evangelios coinciden en que el acto de la traición es un beso. Sólo Mateo, sin embargo, cuenta la historia del arrepentimiento de Judas y su intento por devolver el dinero. Ante el rechazo recibido, Judas arroja las monedas al interior del templo. También sólo Mateo cuenta la historia de Judas saliendo y colgándose. Lucas, en el Libro de los Hechos, insinúa una muerte bien diferente para Judas. En su relato, un Judas nada arrepentido va a inspeccionar el campo comprado con el dinero recibido, dice Lucas: “cayó de cabeza y se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron” (Hch. 1:18). Eso no es el resultado de un colgamiento. Cada evangelio predice un terrible fin para el traidor e incluso es llamado ladrón en el cuarto evangelio. A medida que pasan los años, Judas se torna más y más malo.

De modo que los detalles bíblicos concernientes a Judas revelan que la historia de uno de los doce traicionando a Jesús es una tradición desarrollada posteriormente. Y le dieron al traidor el nombre de la nación sobre la que quieren poner la culpa por la muerte de Jesús. Y lo pintan con colores oscuros mientras buscan blanquear o exonerar a Pilatos. ¿Hay aquí algo que va más allá de la historia recordada?

¿Será posible que la historia de Judas Iscariote sea parte de una mitología en desarrollo? ¿Es Judas una persona real o es un carácter literario desarrollado posteriormente? Conservemos estas preguntas en la mente. Seguiremos en este tema con más evidencia bíblica en la próxima columna.

John Shelby Spong

© www.progressivechristianity.com, vía Fuente Adulta

Biblia, Espiritualidad , , , , ,

“Multitud de únicos”.

Jueves, 14 de abril de 2022
Comentarios desactivados en “Multitud de únicos”.

icono-del-lavatorio-de-los-pies-40x60-cmJueves Santo – 2022

El ambiente se estaba caldeando por momentos. Apareces y desapareces procurando no comprometer y al mismo tiempo dando testimonio una y otra vez de quién eres y quién te envía.

La crispación de los que mandan, los interrogantes del pueblo sobre tu identidad y los que se rinden ante tus palabras y dicen “jamás ha hablado nadie como ese hombre” (1) están acelerando la comprensión de que estaba llegando tu hora.

Reúnes a los tuyos en una cena que parece un final pero que tiene los ingredientes de un principio para quien no pierda detalle: “Se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en una jofaina y se pone a lavarles los pues a los discípulos, secándoselos con la toalla que se hacía ceñido” (2).

Me impresiona el hecho mismo de lavar los pies a otro. Es una posición de abajamiento, de curvatura, de humildad física; tanto del que lava como de quien es lavado. Dura poco, apenas unos instantes, dejando la sensación de que algo se escapa, dejando una amorosa experiencia de exclusividad.

Hay alguien que me cuenta el momento de intimidad de lavar los pies a los discípulos, mucho mejor de lo que yo me atrevo a expresar: “El amor se desenmascaraba, y ya se me escapaba. Estaba allí a mis pies, todo para mí. No pude retenerlo. Pasa en los pies del vecino y en los de Judas mismo, de todos aquellos de quienes no sabemos si son discípulos verdaderos, y a quienes me ha sido necesario aceptar día tras día: era el precio para quedarme con Él y, al atardecer, tener derecho al pan y a la copa. Él amó a los suyos hasta el extremo, todos los suyos le pertenecen, cada uno como único, multitud de únicos”. (3)

Así se explica Christian de Chergé, prior del monasterio de Tibhirine, el 13 de abril de 1995, su último Jueves Santo, fue asesinado con otros seis hermanos de comunidad en mayo del siguiente año. Agradezco que lo dejara escrito y quedo preguntándome:

¿Cuánta agua has de desperdiciar año tras año, Tú… el Maestro, el Señor… para que  entendamos qué significa ser multitud de únicos?

Pongamos en la Mesa del Jueves Santo hechos que muestren que algo hemos entendido de cuidado, de servicio, de paciencia, de sencillez, de cercanía, de perdón, de paz… en definitiva, que sabemos del Amor que nos muestras y estamos dispuestos de salir a hacer lo que haces con cada uno, siguiendo tu ejemplo, reconociendo al otro como único.

Al enderezarnos, si Dios quiere y vaya que sí quiere, veremos una multitud de únicos, sinónimo de fraternidad universal.

Mari Paz López Santos

(1 y 2)  Jn, 13, 1-15

(3)     “La esperanza invencible”, Christian de Chergé, Ed. Lumen, pág. 70)

Biblia, Espiritualidad , , , , ,

“Judas Iscariote: ¿mito o realidad?”, por John Shelby Spong

Jueves, 18 de abril de 2019
Comentarios desactivados en “Judas Iscariote: ¿mito o realidad?”, por John Shelby Spong

pelicula sobre judas 2004Entre los caracteres más conocidos del Nuevo Testamento está aquel a veces llamado “el anticristo”. Siempre es presentado en tonos oscuros, como agazapado en las esquinas, ocultando su rostro. Se dijo de él que “haría cualquier cosa por dinero”. En el cine, obras como “El Rey de Reyes”, y en el teatro – “Jesucristo super estrella”, entre otras, este carácter es siempre el segundo protagonista, la contraparte del héroe. Su nombre es Judas, pero en el Nuevo Testamento, típicamente se le da un título identificador, de modo que su nombre casi nunca es mencionado sin ese título. Se le llama Iscariote. Judas Iscariote.

¿Qué significa esta palabra? Antes, los eruditos pensaban que guardaba relación con su lugar de origen y señalaban que debería ser el poblado de Kerioth, en Judea. De ser cierto, esto haría de Judas el único discípulo no galileo. A partir de ahí, surgió la especulación de que su acto de traición se explicaba por el hecho de ser “forastero”. La especulación bíblica suele lanzarse a toda carrera con escasos datos reales.

Luego, alguien notó que en el primer siglo la gente no inventaba títulos para designar el lugar de origen. En esos tiempos decían “Jesús de Nazaret”, “Pablo de Tarso” o incluso “Pedro de Betsaida”. Hay sólo dos personas en el Nuevo Testamento que llevan este título descriptivo acompañando sus nombres: Judas Iscariote y María Magdalena. Hoy, el pensamiento común de los estudiosos es que esos títulos no se refieren al origen geográfico sino al carácter. “Magdalena” parece derivar de la palabra “migdal” (escrito “mgdl”, en hebreo), que parece hacer referencia al estatus de María. Migdal, que originalmente significaba “torre”, devino en “grande”, “alto”, “enorme”. De ser así, María Magdalena significaría “María la Grande” o “Gran María”, una idea que abre la puerta a todo tipo de nuevas posibilidades a desarrollar. De “Iscariote”, por su parte, hoy se piensa que procede de la palabra “sicarius”, que literalmente significa “asesino”. “Judas el asesino” sería probablemente la mejor traducción del término. Para el tiempo en que este personaje aparece por primera vez en el Nuevo Testamento, su nombre ya ha sido conectado con la definición de “asesino”. Desde su primera mención, el recuerdo de este hombre no ha sido favorable.

Extrañamente, sin embargo, con todo lo central que fue el rol de este hombre en la historia de Jesús, no hay mención de él en ninguna fuente cristiana escrita hasta el s. VIII de nuestra era. Este hecho con frecuencia causa sorpresa en muchos, pero es verdad. Judas Iscariote hace su primera aparición en el tercer capítulo de Marcos, escrito en el año 72 e.c., unos 42 años después de la crucifixión. Esta referencia inicial está en Marcos 3:19. Marcos está describiendo los inicios del movimiento cristiano. Empieza con Juan Bautista preparando el camino, recibiendo y bautizando a Jesús y dando testimonio de su futura grandeza. Luego Marcos relata la historia del arresto de Juan y señala que, a partir de ese hecho, Jesús asume el liderazgo del movimiento. Luego describe el comienzo del movimiento de Jesús con el llamado a los discípulos y la ejecución de “actos de poder” o milagros que muestran su poderío. Finalmente, de entre un grupo de seguidores, dice que Jesús eligió a doce “para estar con él y ser enviados a predicar y contar con autoridad para expulsar demonios” (Mc. 3:14-15). Luego, Marcos hace una lista de los doce apóstoles, iniciándola con Pedro y dejando para el final a Judas Iscariote, “quien también lo traicionó”. El rol de Judas se expandirá con otros detalles que serán agregados a su vida cuando los demás evangelios fueron escritos – Mateo, en el año 85; Lucas, a comienzos de los 90; Juan, al final del primer siglo. No hay, sin embargo, mención alguna de Judas antes de Marcos. Hay referencias de Pedro y los 12 anteriores a Marcos, las que se encuentran en los escritos de Pablo, quien redactó sus epístolas entre los años 51 y 64, sin que se encuentre en ellas referencia alguna a Judas. ¿Acaso este hecho levanta sospechas acerca de la historicidad de Judas? Puede ser, pero no debemos apresurar conclusiones hasta que tengamos a la vista toda la evidencia disponible.

Hay quienes afirman que el hecho que Pablo no mencione a Judas es un argumento desde la omisión, lo cual nunca es un argumento poderoso. Pablo, sin embargo, no es tan silencioso como parece. Veamos qué dice Pablo que puede ser apropiado para este análisis.

Pablo es el primer escritor cristiano en usar la palabra “traición” en relación con Jesús. Lo hace en la primera carta a los Corintios (11:23-26), que fue escrita alrededor del año 54 e.c., un poco menos de una década antes de la aparición de Marcos. Este texto es uno de los dos, ambos en la misma epístola, en los que Pablo usa palabras similares para introducir lo que dice y reclamar autoridad especial para ello. He aquí, dice, “Yo recibí del Señor lo que también os he entregado” palabras que aseguran la atención de su audiencia. El contenido de ese material era: “que el Señor Jesús, la noche que fue traicionado (la palabra griega es “isparedideto”, que literalmente significa “entregado”), tomó pan y, habiendo dado gracias, lo partió”. Luego, Pablo sigue con la institución de la eucaristía cristiana. Es interesante notar que Pablo no dice quién lo “traicionó” o “entregó”. Por cierto, no hay nada en esta epístola que sugiera que la traición de Jesús fuera obra de uno de “los doce”.

Para fortalecer la idea de que éste no es un argumento basado en el silencio, nos movemos cuatro capítulos más adelante en esta misma carta, 1 Corintios, a la segunda y última vez que Pablo declara estar entregando material autoritativo de importancia original. Esta vez, en 1Corintios 15:3, Pablo escribe: “Os he enseñado como de gran importancia lo que previamente recibí”, y a continuación relata la primera versión de los eventos finales en la vida de Jesús. Describe la crucifixión en una frase: “Murió por nuestros pecados, de acuerdo a las escrituras”. Luego, describe el funeral de Jesús en sólo dos palabras: “fue sepultado”. Y de ahí salta a la experiencia pascual.

Acerca de la resurrección, Pablo dice: “Que fue levantado al tercer día, de acuerdo a las escrituras, y que se apareció a Cefas y luego a los doce” (1Cor. 15:4-5). Noten la palabra en cursiva. Los “doce” incluye a Judas. Pablo está diciendo que tres días después de la crucifixión, los discípulos – los doce – estaban aún intactos. Cuando Mateo escribía a mediados de la novena década, luego de que la historia de Judas Iscariote había ingresado en la tradición, los discípulos eran mencionados como “los once” (Mt. 28:16). Obviamente, parece lógico concluir que Pablo nunca había oído la idea de que uno de los doce había traicionado a Jesús. ¿Significa ésto que la historia de Judas Iscariote fue una adición posterior, quizás mitológica, en la tradición de los evangelios? Ciertamente tal posibilidad queda abierta, pero aún se necesitan más datos antes que esa conclusión empiece a parecer probable. Así que profundicemos la investigación. ¿Es significativo que el nombre del traidor sea Judas? Judas es simplemente la versión griega de Judá, que es el nombre de toda la nación judía. A través de los evangelios hay un intento evidente de trasladar la culpa por la muerte de Jesús de los romanos a los judíos. Esto se ve más claramente en Mateo, cuando Pilatos, el rostro oficial de Roma en Judea, aparece lavándose las manos públicamente y proclamándose “inocente de la sangre de este hombre justo”, sólo para recibir en respuesta el clamor de la multitud judía gritándole “su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos”. Hacer el nombre del traidor idéntico al nombre de la nación también serviría al propósito de transferir la culpa ¿Verdad? Así es como la sospecha sobre la historicidad de Judas Iscariote entra en nuestras mentes y empieza a crecer.

Ahora veamos detalles de la historia de Judas. Marcos, Mateo y Lucas identifican unánimemente a Judas como “uno de los doce”. Marcos dice que las autoridades judías le prometieron un pago pero no especifica su monto. Sólo Mateo lo hace, con las famosas “treinta piezas de plata”. En la Última Cena, Jesús anuncia que “uno de los doce me traicionará”. Todos preguntaron “¿Seré yo?” Marcos no identifica a Judas. Mateo, sin embargo, nos muestra a Jesús respondiendo la pregunta de Judas con las palabras “tú lo has dicho”. Juan hace decir a Jesús: “a quien yo le de el pan mojado, ese es”. Luego mete el pan en la fuente y se lo ofrece a Judas. En Juan, Judas se hunde inmediatamente en la noche. Todos los evangelios coinciden en que el acto de la traición es un beso. Sólo Mateo, sin embargo, cuenta la historia del arrepentimiento de Judas y su intento por devolver el dinero. Ante el rechazo recibido, Judas arroja las monedas al interior del templo. También sólo Mateo cuenta la historia de Judas saliendo y colgándose. Lucas, en el Libro de los Hechos, insinúa una muerte bien diferente para Judas. En su relato, un Judas nada arrepentido va a inspeccionar el campo comprado con el dinero recibido, dice Lucas: “cayó de cabeza y se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron” (Hch. 1:18). Eso no es el resultado de un colgamiento. Cada evangelio predice un terrible fin para el traidor e incluso es llamado ladrón en el cuarto evangelio. A medida que pasan los años, Judas se torna más y más malo.

De modo que los detalles bíblicos concernientes a Judas revelan que la historia de uno de los doce traicionando a Jesús es una tradición desarrollada posteriormente. Y le dieron al traidor el nombre de la nación sobre la que quieren poner la culpa por la muerte de Jesús. Y lo pintan con colores oscuros mientras buscan blanquear o exonerar a Pilatos. ¿Hay aquí algo que va más allá de la historia recordada?

¿Será posible que la historia de Judas Iscariote sea parte de una mitología en desarrollo? ¿Es Judas una persona real o es un carácter literario desarrollado posteriormente? Conservemos estas preguntas en la mente. Seguiremos en este tema con más evidencia bíblica en la próxima columna.

John Shelby Spong

© www.progressivechristianity.com, vía Fuente Adulta

Biblia, Espiritualidad , , , , ,

“Al que yo bese”, por Carlos Osma.

Miércoles, 7 de mayo de 2014
Comentarios desactivados en “Al que yo bese”, por Carlos Osma.

judas_kissUn precioso artículo del blog Homoprotestantes:

El beso que con toda probabilidad más influencia ha tenido en nuestra cultura occidental, tuvo como protagonistas a dos hombres que se habían querido pero a los que las circunstancias, el egoísmo, las esperanzas truncadas y el poder religioso distanciaron. Un beso dado en la oscuridad, fuera de la ciudad y a la vista de otros hombres que a la postre originaría dolor, sufrimiento e incluso la muerte de ambos. Me refiero al beso con el que el discípulo Judas traicionó a su maestro Jesús.

El evangelio de Marcos nos cuenta esta historia situando a Judas, el traidor, entre dos poderes que habían entrado en conflicto, el de Jesús y sus seguidores, y el de los jefes de los sacerdotes, los maestros de la ley y los ancianos. Jesús había provocado en innumerables ocasiones a quienes detentaban el poder religioso, pocos días antes se había atrevido a predecir la destrucción del Templo, y éstos querían apresarlo para matarlo. Aquel pobre galileo se había convertido en un verdadero peligro para la estabilidad religiosa.

Judas es el nexo entre la religiosidad aferrada al poder y el Jesús liberador. Y ese nexo, según los evangelios, era un traidor. Una persona que vendió a su maestro, por el que lo había dejado todo, a quienes podían darle unas cuantas monedas que le ayudarían a vivir mejor. Seguir a un predicador itinerante anunciando el Reino de Dios pudo ser emocionante al principio, pero con el tiempo se había convertido en una pesada carga que aportaba pocas alegrías.

La comunidad que escribió el evangelio de Marcos había sufrido persecuciones y muchas veces se había encontrado en la tesitura de escoger entre estos dos poderes, el del Reino predicado por Jesús, o el poder político y religioso. Y en ocasiones la elección más práctica e inteligente para estos cristianos y cristianas del primer siglo, había sido renunciar a la fe cristiana, crucificándola ante sus conciudadanos. Por un tiempo valió la pena la locura del evangelio, pero la realidad se imponía y era más inteligente salvar la vida. El beso de Judas que tantos y tantas tuvieron que dar en los primeros siglos de nuestra era, nació de la necesidad por sobrevivir.

Besos de este tipo se han dado por millones de razones desde entonces, tener que escoger entre la vida y la religiosidad no ha sido nunca fácil. A los poderes religiosos no les gustan los mesías porque siempre les interpela y les anuncia que el Templo que han construido en su nombre, pero que han acabado por convertir en una cueva de ladrones, será destruido muy pronto. Los poderes religiosos por su parte siempre acabarán por destruir el evangelio porque lo que ellos quieren son seguridades y no la transformación radical del mundo en el que viven. Los poderes religiosos siempre crucifican el evangelio al lado de ladrones, para desvirtuarlo. Lo hacen parecer algo maldito, estúpido y arriesgado… sus monedas de plata, son la elección más inteligente para quienes se han creído al Mesías.

Los cristianos lgtb conocen muy bien como funciona este poder religioso, no hace falta que se lo expliquen. En innumerables ocasiones han vivido la experiencia de Judas, teniendo que elegir entre la tranquilidad que dan las monedas de plata, que no son más que la mentira, la ocultación y la doble vida; y la vida en abundancia que nace de la verdad, la luz y el amor que les propone un Jesús queer que se deja besar sabiendo que con ese beso se le está traicionando. Vivir la radicalidad de ser lo que cada uno es, sabiendo que Dios ama a cada persona tal y como es, o ir tirando con las monedas de los sacerdotes. Parece una elección fácil en principio, pero el poder religioso crucificará con el mesías a quien se atreva a elegir la vida.

Los cristianos lgtb viven constantemente ante esta elección, por una parte tienen a su maestro que les llama a una vida radical que no siempre es fácil, una vida alejada de los aplausos y el visto bueno de las mayorías religiosas, y por otra tienen a sus familias, sus iglesias o su entorno que les anima a escoger una vida cómoda, la vida del mentiroso y el traidor. Y no siempre se elige lo mismo, y no siempre se acierta. Y a veces se dan cuenta de que acaban de crucificar a quien desea salvarlos cuando ven las caras de aceptación en los poderes religiosos; y otras se descubren besando a Jesús pero para darle las gracias, para decirle que vale la pena seguirle, que sólo unos días junto a él valen más la pena que una vida con treinta monedas de plata.

Y un día como hoy, al leer en el evangelio la traición de Judas, me han venido a la mente multitud de personas lgtb que han sido crucificadas por sus familias y sus iglesias por salir del armario. Personas que eligieron no besar a Jesús para traicionarlo, sino para seguir hasta el final junto a él. Y me siento afortunado por conocer a estas personas, su ejemplo y valentía. No siempre las cristianas y los cristianos han sido tan valientes, no siempre han sido tan coherentes. Y ver testimonios reales de personas que se han arriesgado por el evangelio, a pesar de que ese riesgo no les ha traído reconocimiento, sino más bien desprecios, me ayuda a ver que todavía hay cristianos y cristianas que se han tomado en serio lo que significa la llamada de Jesús. Y ver su cara de dignidad, y la manera en la que son capaces de llevar los golpes recibidos, las heridas de su espalda, de sus manos, sus pies o su frente; me permite reconocer lo que significa la cruz de Cristo. Me permite conocer a otros Judas que decidieron no traicionar a su maestro, sino ir a la cruz con él, para nacer después, quizás por primera vez, a la vida.

Al final Judas se arrepintió del beso que había dado a Jesús para entregarlo, y se dio cuenta que lo prometido por los sacerdotes no satisfacía lo que deseaba. La historia de siempre, la religión se defiende siempre con espejismos que acaban por ser falsos. Y en ese momento Judas sintió la desesperación de no tener a su lado a su maestro, a quien tanto había querido, para poder abrazarlo y besarlo todos los días. A los otros Judas que yo he conocido, a esas y esos que enviaron a su infierno religioso a los sacerdotes y se quedaron junto a Jesús, nunca les he visto desesperados por la decisión valiente que un día tomaron. El seguimiento no es fácil, pero poder abrazar y besar al maestro todos los días, trae una paz que incluso en los peores momentos supera con creces unas míseras treinta monedas de plata.

Carlos Osma

Biblia, Espiritualidad , , , , , , , , ,

Raniero Cantalamessa: “El pecado de Judas no fue haber traicionado a Jesús, sino haber dudado de su misericordia”

Domingo, 20 de abril de 2014
Comentarios desactivados en Raniero Cantalamessa: “El pecado de Judas no fue haber traicionado a Jesús, sino haber dudado de su misericordia”

JONATHAN SCARFE, JOHNATHON SCHAECHLeemos en Religión Digital:

El predicador del Papa traza una vibrante reflexión sobre el pecado y el perdón

“El dinero es el verdadero enemigo, el competidor de Dios en este momento”

(Jesús Bastante).- Viernes Santo. Cristo muere abandonado y traicionado por los suyos. Por Judas, el gran traidor de la Historia. Pero también por Pedro, quien le negó tres veces. Y tantas veces por cada uno de nosotros. “El mayor pecado de Judas no fue haber traicionado a Jesús, sino haber dudado de su misericordia”, indicó esta tarde el predicador de la Casa Pontificia, Raniero Cantalamessa, durante los oficios en la basílica de San Pedro.

Fue una ceremonia sobria, impregnada de la relevancia del momento. El propio Francisco se tumbó en el suelo de la basílica para orar, y durante toda la ceremonia mantuvo un rictus serio, concentrado, casi en trance. No así Cantalamessa, que trazó una vibrante homilía en la que reflexionó sobre la traición de Judas, y la de cada uno de nosotros.

Y es que, más allá de las posibles razones que muchos han tratado de apuntar, a lo largo de los siglos, para explicar por qué Jesús fue vendido por uno de sus amigos, el capuchino insistió en quehubo un motivo más a ras de la tierra: el dinero.

Judas, responsable de la bolsa de los compañeros de Jesús, “era un ladrón”. Y un entusiasta del dinero. “Su propuesta a los sacerdotes es explícita: ¿cuánto estáis dispuesto a darme si os lo entrego? Y ellos fijaron el precio: 30 monedas”.

“¿Acaso no ha sido casi siempre así en la historia, y no es todavía así? El dinero, ¿no es el ídolo por antonomasia?”, dijo Cantalamessa, quien calificó al dinero de “verdadero enemigo, el competidor de Dios en este momento”. “¿Quién es el otro patrón, el anti dios? Nos lo dice Jesús: nadie puede servir a dos amos: no podéis servir a Dios y al dinero”.

El dinero es el anti dios, cambia la fe, esperanza y caridad… se hace una siniestra inversión de los valores, añadió el capuchino, quien insistió en que “el apego al dinero es la raíz de todos los males“. “¿Qué hay detrás del comercio de la droga, que destruye tantas vidas humanas, detrás de la prostitución, la mafia, la corrupción política, el comercio de armas, o la cosa más terrible, detrás de la venta de órganos humanos arrancados a niños? Y la crisis, ¿no es debida en buena parte a la detestable codicia del dinero?“, recordó Cantalamessa.

¿No os dice algo de algunos administradores del dinero público?”, continuó. “¿No es ya escandaloso que algunos perciban sueldos cien veces superiores a los que trabajan en sus dependencias, y que levanten la voz en cuanto se apunte la posibilidad de tener que renunciar a algo?

El dinero es falso y mentiroso, promete la seguridad pero la quita, promete libertad pero la destruye“, prosiguió el predicador de la Casa Pontificia, quien añadió que “la traición de Judas continúa en la historia. Y el traicionado es siempre Él. Judas vendió al jefe, sus imitadores venden su cuerpo. Porque los pobres son miembros de Cristo. ‘Todo lo que hagáis con cada uno de mis hermanos pequeños, me lo hacéis a mi'”.

Pensad en el Judas que cada uno tenemos dentro de nosotros”, se detuvo Cantalamessa. Y es que “se puede traicionar a Jesús de otra manera: quien traiciona a su esposa o su marido; el ministro de Dios infiel a su estado o quien en lugar de apacentar a su rebaño, se apacienta a sí mismo; traiciona a Jesús quien traiciona su conciencia”.

Judas, el gran culpable, tenía un atenuante que yo no tengo: él no sabía quién era Jesús, no sabía que era el hijo de Dios. Nosotros sí“. Y aún así, “al final, Judas se arrepintió, y devolvió los denarios. Los arrojó en el templo y fue a ahorcarse”.

Y pese a todo, “Jesús nunca abandonó a Judas, y nadie sabe dónde cayó en el momento en que se lanzó desde el árbol con la soga al cuello. Quién puede decir lo que pasó por su mente en los últimos instantes”.

De nadie sabe la Iglesia que esté ciertamente en el Infierno, ni siquiera Judas“, proclamó Cantalamessa, quien sí incidió en que “la historia de nuestro hermano Judas nos tiene que llevar a rendirnos a quien nos pide el perdón, y a ponernos en los brazos abiertos del crucificado. No es la traición, sino la respuesta de Jesús a la traición. Él sabía bien lo que iba a hacer, pero no lo expone: quiere darle la posibilidad hasta el final de dar marcha atrás. Sabe a qué ha venido, pero ni siquiera rechaza su beso”.

Cuando Jesús dice en la cruz, “Jesús perdónales porque no saben lo que hacen”, no excluye a Judas, su traidor. “¿Qué haremos pues nosotros, hermanos y hermanas, en este día? ¿A quién seguiremos? ¿A Judas o a Pedro? Pedro tuvo el remordimiento, pero también Judas lo tuvo. ¿Dónde está la diferencia? En una sola cosa: Pedro tuvo confianza en la misericordia de Cristo, Judas no. El mayor pecado de Judas no fue haber traicionado a Jesús, sino haber dudado de su misericordia. Si lo hemos imitado en la traición, no lo imitemos en la falta de confianza”.

Esta es la predicación íntegra del padre Cantalamessa:

«ESTABA TAMBIÉN CON ELLOS JUDAS, EL TRAIDOR»

Dentro de la historia divino-humana de la pasión de Jesús hay muchas pequeñas historias de hombres y de mujeres que han entrado en el radio de su luz o de su sombra. La más trágica de ellas es la de Judas Iscariote. Es uno de los pocos hechos atestiguados, con igual relieve, por los cuatro evangelios y por el resto del Nuevo Testamento. La primitiva comunidad cristiana reflexionó mucho sobre el asunto y nosotros haríamos mal a no hacer lo mismo. Tiene mucho que decirnos.

Judas fue elegido desde la primera hora para ser uno de los doce. Al insertar su nombre en la lista de los apóstoles, el ‘evangelista Lucas escribe: «Judas Iscariote que se convirtió (egeneto) en el traidor» (Lc 6, 16). Por lo tanto, Judas no había nacido traidor y no lo era en el momento de ser elegido por Jesús; ¡llegó a serlo! Estamos ante uno de los dramas más sombríos de la libertad humana.

¿Por qué llegó a serlo? En años no lejanos, cuando estaba de moda la tesis del Jesús «revolucionario», se trató de dar a su gesto motivaciones ideales. Alguien vio en su sobrenombre de «Iscariote» una deformación de «sicariote», es decir, perteneciente al grupo de los zelotas extremistas que actuaban como «sicarios» contra los romanos; otros pensaron que Judas estaba decepcionado por la manera en que Jesús llevaba adelante su idea de «reino de Dios» y que quería forzarle para que actuara también en el plano político contra los paganos. Es el Judas del célebre musical «Jesucristo Superstar» y de otros espectáculos y novelas recientes. Un Judas que se aproxima a otro célebre traidor del propio bienhechor: ¡Bruto que mató a Julio César para salvar la República!

Son todas construcciones que se deben respetar cuando revisten alguna dignidad literaria o artística, pero no tienen ningún fundamento histórico. Los evangelios -las únicas fuentes fiables que tenemos sobre el personaje- hablan de un motivo mucho más a ras de tierra: el dinero. A Judas se le confió la bolsa común del grupo; con ocasión de la unción de Betania había protestado contra el despilfarro del perfume preciosos derramado por María sobre los pies de Jesús, no porque le importaran de pobres -hace notar Juan-, sino porque “era un ladrón y, puesto que tenía la caja, cogía lo que echaban dentro» (Jn 12,6). Su propuesta a los jefes de los sacerdotes es explícita: «¿Cuanto estáis dispuestos a darme, si os lo entrego? Y ellos fijaron treinta siclos de plata» (Mt 26, 15).

 Pero ¿por qué extrañarse de esta explicación y encontrarla demasiado banal? ¿Acaso no ha sido casi siempre así en la historia y no es todavía hoy así? Mammona, el dinero, no es uno de tantos ídolos; es el ídolo por antonomasia; literalmente, «el ídolo de metal fundido» (cf. Éx 34,17). Y se entiende el porqué. ¿Quién es, objetivamente, si no subjetivamente (es decir en los hechos, no en las intenciones), el verdadero enemigo, el competidor de Dios, en este mundo? ¿Satanás? Pero ningún hombre decide servir, sin motivo, a Satanás. Quién lo hace, lo hace porque cree obtener de él algún poder o algún beneficio temporal. Jesús nos dice claramente quién es, en los hechos, el otro amo, al anti-Dios: «Nadie puede servir a dos amos: no podéis servir a Dios y a Mammona» (Mt 6,24). El dinero es el «Dios visible», a diferencia del Dios verdadero que es invisible.

Mammona es el anti-dios porque crea un universo espiritual alternativo, cambia el objeto a las virtudes teologales. Fe, esperanza y caridad ya no se ponen en Dios, sino en el dinero. Se opera una siniestra inversión de todos los valores. «Todo es posible para el que cree», dice la Escritura (Mc 9,23); pero el mundo dice: «Todo es posible para quien tiene dinero». Y, en un cierto nivel, todos los hechos parecen darle la razón.

«El apego al dinero -dice la Escritura- es la raíz de todos los males» (1 Tm 6,10). Detrás de cada mal de nuestra sociedad está el dinero o, al menos, está también el dinero. Es el Moloch de bíblica memoria, al que se le inmolaban jóvenes y niñas (cf. Jer 32,35), o el dios Azteca, al que había que ofrecer diariamente un cierto número de corazones humanos. ¿Qué hay detrás del comercio de la droga que destruye tantas vidas humanas, detrás del fenómeno de la mafia y de la camorra, la corrupción política, la fabricación y el comercio de armas, e incluso -cosa que resulta horrible decir- a la venta de órganos humanos extirpados a niños? Y la crisis financiera que el mundo ha atravesado y este país aún está atravesando, ¿no es debida en buena parte a la «detestable codicia de dinero», la auri sagrada fames, por parte de algunos pocos? Judas empezó sustrayendo algún dinero de la caja común. ¿No dice esto nada a algunos administradores del dinero público?

Pero, sin pensar en estos modos criminales de acumular dinero, ¿no es ya escandaloso que algunos perciban sueldos y pensiones cien veces superiores a los de quienes trabajan en sus dependencias y que levanten la voz en cuanto se apunta la posibilidad de tener que renunciar a algo, de cara a una mayor justicia social?

En los años 70 y 80, para explicar, en Italia, los repentinos cambios políticos, los juegos ocultos de poder, el terrorismo y los misterios de todo tipo que afligían a la convivencia civil, se fue afirmando la idea, casi mítica, la existencia de un «gran Anciano»: un personaje espabiladísmo y poderoso, que por detrás de los bastidores habría movido fila los hilos de todo, para fines que sólo él conocía. Este «gran Anciano» existe realmente, no es un mito; ¡se llama Dinero!

Como todos los ídolos, el dinero es «falso y mentiroso»: promete la seguridad y, sin embargo, la quita; promete libertad y, en cambio, la destruye. San Francisco de Asís describe, con una severidad inusual en él, el final de una persona que vivió sólo para aumentar su «capital». Se aproxima la muerte; se hace venir al sacerdote. Éste pide al moribundo: «¿Quieres el perdón de todos tus pecados?» , y él responde que sí. Y el sacerdote: «Estás dispuesto a satisfacer los errores cometidos, devolviendo las cosas que has estafado a otros?» Y él: «No puedo». «¿Por qué no puedes?» «Porque ya he dejado todo en manos de mis parientes y amigos». Y así él muere impenitente y apenas muerto los parientes y amigos dicen entre sí: «¡Maldita alma la suya! Podía ganar más y dejárnoslo, y no lo ha hecho!”

Cuántas veces, en estos tiempos, hemos tenido que repensar ese grito dirigido por Jesús al rico de la parábola que había almacenado bienes sin fin y se sentía al seguro para el resto de la vida: «Insensato, esta misma noche se te pedirá el alma; y lo que has preparado, ¿de quién será?» (Lc 12,20)! Hombres colocados en puestos de responsabilidad que ya no sabían en qué banco o paraíso fiscal almacenar los ingresos de su corrupción se encontraron en el banquillo de los imputados, o en la celda de una prisión, precisamente cuando estaban para decirse a sí mismos: «Ahora gózate, alma mía». ¿Para quién lo han hecho? ¿Valía la pena? ¿Han hecho realmente el bien de los hijos y la familia, o del partido, si es eso lo que buscaban? ¿O más bien se han arruinado a sí mismos y alos demás?

La traición de Judas continua en la historia y el traicionado es siempre él, Jesús. Judas vendió al jefe, sus imitadores venden su cuerpo, porque los pobres son miembros de Cristo, lo sepan o no. «Todo lo que hagáis con uno solo de estos mis hermanos más pequeños, me lo habéis hecho a mí» (Mt 25,40). Pero la traición de Judas no continúa sólo en los casos clamorosos que he mencionado. Pensarlo sería cómodo para nosotros, pero no es así. Ha permanecido famosa la homilía que tuvo en un Jueves Santo don Primo Mazzolari sobre «Nuestro hermano Judas». “Dejad -decía a los pocos feligreses que tenía delante-, que yo piense por un momento al Judas que tengo dentro de mí, al Judas que quizás también vosotros tenéis dentro».

Se puede traicionar a Jesús también por otros géneros de recompensa que no sean los treinta denarios de plata. Traiciona a Cristo quien traiciona a su esposa o a su marido. Traiciona a Jesús el ministro de Dios infiel a su estado, o quien, en lugar de apacentar el rebaño que se la confiado se apacienta a sí mismo. Traiciona a Jesús todo el que traiciona su conciencia. Puedo traicionarlo yo también, en este momento -y la cosa me hace temblar- si mientras predico sobre Judas me preocupo de la aprobación del auditorio más que de participar en la inmensa pena del Salvador. Judas tenía un atenunante que yo no tengo. Él no sabía quién era Jesús, lo consideraba sólo «un hombre justo»; no sabía que era el hijo de Dios, como lo sabemos nosotros.

Como cada año, en la inminencia de la Pascua, he querido escuchar de nuevo la «Pasión según san Mateo», de Bach. Hay un detalle que cada vez me hace estremecerme. En el anuncio de la traición de Judas, allí todos los apóstoles preguntan a Jesús: «¿Acaso soy yo, Señor?» «Herr, bin ich’s?» Sin embargo, antes de escuchar la respuesta de Cristo, anulando toda distancia entre acontecimiento y su conmemoración, el compositor inserta una coral que comienza así: «¡Soy yo, soy yo el traidor! ¡Yo debo hacer penitencia!», «Ich bin’s, ich sollte büßen». Como todas las corales de esa ópera, expresa los sentimientos del pueblo que escucha; es una invitación para que también nosotros hagamos nuestra confesión del pecado.

 El Evangelio describe el fin horrible de Judas: «Judas, que lo había traicionado, viendo que Jesús había sido condenado, se arrepintió, y devolvió los treinta siclos de plata a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos, diciendo: He pecado, entregándoos sangre inocente. Pero ellos dijeron: ¿Qué nos importa? Ocúpate tú. Y él, arrojados los siclos en el templo, se alejó y fue a ahocarse» (Mt 27, 3-5). Pero no demos un juicio apresurado. Jesús nunca abandonó a Judas y nadie sabe dónde cayó en el momento en que se lanzó desde el árbol con la soga al cuello: si en las manos de Satanás o en las de Dios. ¿Quién puede decir lo que pasó en su alma en esos últimos instantes? «Amigo», fue la última palabra que le dirigió Jesús y él no podía haberla olvidado, como no podía haber olvidado su mirada.

Es cierto que, hablando de sus discípulos, al Padre Jesús había dicho de Judas: «Ninguno de ellos se ha perdido, excepto el hijo de la perdición» (Jn 17,12), pero aquí, como en tantos otros casos, él habla en la perspectiva del tiempo no de la eternidad; la envergadura del hecho basta por sí sola, sin pensar en un fracaso eterno, para explicar la otra tremenda palabra dicha de Judas: «Mejor hubiera sido para ese hombre no haber nacido» (Mc 14,21). El destino eterno de la criatura es un secreto inviolable de Dios. La Iglesia nos asegura que un hombre o una mujer proclamados santos están en la bienaventuranza eterna; pero de nadie sabe ella misma que esté en el infierno.

Dante Alighieri, que, en la Divina Comedia, sitúa a Judas en lo profundo del infierno, narra la conversión en el último instante de Manfredi, hijo de Federico II y rey de Sicilia, al que todos en su tiempo consideraban condenado porque murió excomulgado Herido de muerte en batalla, él confía al poeta que, en el último instante de vida, se rindió llorando a quien «perdona de buen grado» y desde el Purgatorio envía a la tierra este mensaje que vale también para nosotros:

Abominables mis pecados fueron
mas tan gran brazo tiene la bondad
infinita, que acoge a quien la implora .

He aquí a lo que debe empujarnos la historia de nuestro hermano Judas: a rendirnos a aquel que perdona gustosamente, a arrojarnos también nosotros en los brazos abiertos del crucificado. Lo más grande en el asunto de Judas no es su traición, sino la respuesta que Jesús da. Él sabía bien lo que estaba madurando en el corazón de su discípulo; pero no lo expone, quiere darle la posibilidad hasta el final de dar marcha atrás, casi lo protege. Sabe a lo que ha venido, pero no rechaza, en el huerto de los olivos, su beso helado e incluso lo llama amigo (Mt 26,50). Igual que buscó el rostro de Pedro tras la negación para darle su perdón, ¡quién sabe como habrá buscado también el de Judas en algún momento de su vía crucis! Cuando en la cruz reza: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34), no excluye ciertamente de ellos a Judas.

¿Qué haremos, pues, nosotros? ¿A quién seguiremos, a Judas o a Pedro? Pedro tuvo remordimiento de lo que había hecho, pero también Judas tuvo remordimiento, hasta el punto que gritó: «¡He traicionado sangre inocente!» y restituyó los treinta denarios. ¿Dónde está, entonces, la diferencia? En una sola cosa: Pedro tuvo confianza en la misericordia de Cristo, ¡Judas no! El mayor pecado de Judas no fue haber traicionado a Jesús, sino haber dudado de su misericordia.

Si lo hemos imitado, quien más quien menos, en la traición, no lo imitemos en esta falta de confianza suya en el perdón. Existe un sacramento en el que es posible hacer una experiencia segura de la misericordia de Cristo: el sacramento de la reconciliación. ¡Qué bello es este sacramento! Es dulce experimentar a Jesús como maestro, como Señor, pero aún más dulce experimentarlo como Redentor: como aquel que te saca fuera del abismo, como a Pedro del mar, que te toca, como hizo con el leproso, y te dice: «¡Lo quiero, queda curado!» (Mt 8,3).

La confesión nos permite experimentar sobre nosotros lo que la Iglesia canta la noche de Pascua en el Exultet: «Oh, feliz culpa, que mereció tal Redentor!» Jesús sabe hacer, de todas las culpas humanas, una vez que nos hemos arrepentidos, «felices culpas», culpas que ya no se recuerdan si no por haber sido ocasión de experiencia de misericordia y de ternura divinas!

Tengo un deseo que hacerme y haceros a todos, Venerables Padres, hermanos y hermanas: que la mañana de Pascua podamos levantarnos y oír resonar en nuestro corazón las palabras de un gran converso de nuestro tiempo:

«Dios mío, he resucitado y estoy aún contigo!
Dormía y estaba tumbado como un muerto en la noche.
Dijiste: «¡Hágase la luz! ¡Y yo me desperté como se lanza un grito! […]
Padre mío que me has generado antes de la aurora, estoy en tu presencia.
Mi corazón está libre y la boca pelada, cuerpo y espíritu estoy en ayunas.
Estoy absuelto de todos los pecados, que confesé uno a uno.
El anillo nupcial está en mi dedo y mi rostro está limpio.
Soy como un ser inocente en la gracia que me has concedido».

Este puede hacer de nosotros la Pascua de Cristo.

Biblia, Espiritualidad , , , , , , ,

Recordatorio

Las imágenes, fotografías y artículos presentadas en este blog son propiedad de sus respectivos autores o titulares de derechos de autor y se reproducen solamente para efectos informativos, ilustrativos y sin fines de lucro. Yo, por supuesto, a petición de los autores, eliminaré el contenido en cuestión inmediatamente o añadiré un enlace. Este sitio es gratuito y no genera ingresos.

El propietario del blog no garantiza la solidez y la fiabilidad de su contenido. Este blog es un lugar de entretenimiento. La información puede contener errores e imprecisiones.

Este blog no tiene ningún control sobre el contenido de los sitios a los que se proporciona un vínculo. Su dueño no puede ser considerado responsable.