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“Dejar espacio al señor”, por Carmen Barba Pérez.

Sábado, 16 de diciembre de 2017
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028“Sales al encuentro del que practica gozosamente la justicia y recuerda tus caminos” (Is 64,4)

Instituto Superior de Pastoral, 25 de noviembre de 2017

1. Introducción: una nueva oportunidad

Con la fiesta de Cristo Rey los cristianos terminamos el año litúrgico confesando a Jesús como el centro de nuestras vidas, como el eje sobre el que gira toda nuestra existencia, confesando –como nos ha recordado el Papa Francisco en el Mensaje con motivo de la primera Jornada mundial de los pobres– que “el inocente clavado en la cruz, pobre, desnudo y privado de todo, encarna y revela la plenitud del amor de Dios”1.

El Adviento nos abre las puertas de un nuevo año. Del mismo modo que el inicio de cada año natural se nos ofrece como una oportunidad, como una posibilidad abierta, para dar lo mejor de nosotros mismos en los 365 días que tenemos por delante…, así tendríamos que vivir el comienzo de cada año litúrgico que se no ofrece como novedad, oportunidad, nuevo comienzo…

Creo –es mi percepción, quizás equivocada– que los cristianos solemos caer en un error: considerar el año litúrgico como un “ciclo” como un tiempo circular que vuelve una y otra vez, sin cambio, repitiéndose monótonamente: otro Adviento, otra Navidad…, después vendrá otra Cuaresma, otra Pascua…, y así para volver a empezar.

Esta sensación de circularidad imprime monotonía y rutina y no se corresponde con lo que proclamamos como creyentes que es, justamente, lo contrario: domingo a domingo celebramos al Dios de la sorpresa, al Dios de la novedad, a Aquel que va siempre por delante, que no se repite, a Aquel que sostiene y empuja nuestra historia (personal, comunitaria, mundial, eclesial…), que nos interpela y compromete en la construcción del Reino, hasta que Jesús (el centro de nuestra vida) sea realmente todo en todos.

Nuestro caminar personal, familiar, social, histórico… es un caminar hacia delante, hacia lo mejor, hacia la superación constante…, es un caminar que se nos abre lleno de posibilidades, que nos debe ilusionar, que nos debe llenar de nuevas energías… porque Dios, que es novedad constante, lo impulsa desde dentro.

Creo que si miramos el nuevo año litúrgico desde esta perspectiva, seremos capaces de romper con la rutina para dejarnos sorprender, conmover y movilizar. Ya no será “otro Adviento más”, sino “un Adviento nuevo y distinto”; ni “una Navidad más”, sino “una Navidad nueva e inolvidable”…

Nuestra experiencia nos dice que todo comienzo pone en marcha nuevos resortes, nuevas actitudes. Voy a detenerme en cuatro movimientos a las que, expresamente, nos invita el Adviento y la Navidad.

2. Ponernos en marcha

2.1. Primer movimiento: despertar para servir

En los tiempos en que vivimos es urgente estar despiertos, vigilantes, atentos, en vela. Si vamos por la vida dormidos, distraídos, inconscientes… no tendremos el gozo y la oportunidad de descubrir la novedad que se nos ofrece. Si no estamos despiertos, pasarán este Adviento y esta Navidad, acabará el “cansancio” de estas fiestas y todo volverá a ser igual que antes “a la espera de otro Adviento”.

La Palabra de Dios insiste en la necesidad de despertar del sueño, de estar vigilantes. Se nos llama a “velar y orar porque no sabemos ni el día ni la hora”2. Estar despiertos y conscientes es la condición para acoger la permanente venida de Dios a nosotros, su constante adviento.

Es la actitud que descubriremos en los pastores de Belén, aquellos marginados de la historia que se mantenían despiertos y vigilantes en medio de la noche, con esa atención necesaria para poder percibir y acoger lo importante.

No se trata de un esfuerzo titánico y voluntarista sino de esa forma de ser y de vivir que se transforma en movimiento cotidiano de apertura, de disponibilidad, de acogida, de espera paciente y activa, porque como decía Simone Weil: «los bienes más preciados no deben ser buscados, sino esperados»3.

Estar despiertos, espabilarnos… equivale a caer en la cuenta de nuestra realidad y de la realidad de quienes nos rodean. Es descubrir que no estamos solos, que todos nos necesitamos, que nada ni nadie puede sernos indiferente porque “nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en el corazón del seguidor de Jesús”4. Se trata de vivir con consciencia nuestro día a día, poniendo lo mejor de nosotros mismos en lo cotidiano.

Estar despiertos es, en definitiva, sentirnos vivos, ponernos en marcha, salir de nuestras rutinas y hacer de nuestra vida un servicio, a pesar de la indiferencia o el escepticismo que podamos encontrar a nuestro alrededor.

Estar despiertos exige aprender a discernir los signos de los tiempos para reconocer la presencia de Dios y de su reino en los acontecimientos de la vida y actuar en consecuencia.

Una forma de vida despierta, atenta y vigilante, en servicio al otro, comporta superar el «no tengo tiempo» (para lo más valioso: la escucha de la Palabra, la oración-contemplación reposada, la dedicación a los demás) por el «aquí estoy». Supone una permanente atención para rechazar las “obras de la oscuridad” (apatía, comodidad, indiferencia, rutina, afán de protagonismo, hedonismo, corrupción de toda índole) y acoger “las armas de la luz” (paz, justicia, dignidad personal, derechos humanos para todos, compromiso en la transformación de la sociedad y construcción de unas redes sociales nuevas)5.

SÓLO DESPIERTOS PODEMOS ESCUCHAR CON PACIENCIA, SALIR CON PRONTITUD Y ACOGER CON TERNURA.

2.2. Segundo movimiento: escuchar para liberar

Despiertos y vigilantes ¿para qué? ¿con qué objetivo?

Despiertos, atentos y expectantes, con los ojos y los oídos bien abiertos para poder sacudirnos todo lo que nos embota y atonta y emprender la apasionante tarea de liberarnos y liberar.

El Adviento es una llamada a la libertad, a romper las ataduras de todo aquello que nos encierra, nos encoge, nos empequeñece como personas. Es una llamada a eliminar los obstáculos que nos incapacitan para recibir a Aquel que, estando ya en nuestras vidas, nos invita a dejarle espacio, a ensanchar nuestra tienda, la tienda de nuestro corazón, para ser cada vez más conscientes de su presencia.

Escuchar con todo nuestro ser es desprendernos de todo aquello que nos impide abrirnos a la novedad de Dios. Es reencontrarnos con nuestro yo más profundo, superar la locura en la que nos sumergimos tantas veces, salir de la instalación en la superficie de nuestro ser, de la reducción de nosotros mismos a lo que tenemos, a lo que hacemos, a las funciones que ejercemos, a la imagen que damos.

Abrirnos a la escucha que libera es abandonar todo aquello que nos hace ir demasiado deprisa, demasiado encerrados en nuestros pensamientos, ocupaciones y problemas. Es –como decía Dietrich Bonhoeffer– “permitir que [en medio del trajín cotidiano] Dios nos interrumpa. Constantemente Él se cruzará en nuestro camino y cancelará nuestros proyectos humanos enviándonos personas que vienen con sus propios reclamos y peticiones. Puede que, absortos en nuestras importantes ocupaciones diarias, pasemos de largo como hizo el sacerdote ante el hombre que había caído en mano de los ladrones… quizás también enfrascados en la lectura de la Biblia. De este modo pasamos de largo ante el signo que Dios ha erigido bien visible en nuestra vida para mostrarnos que lo que cuenta no es nuestro camino sino el suyo” 6.

Por eso el Adviento es una llamada a la “conversión”.

Pero ¡cuidado!, convertirse no se trata tanto de hacer un nuevo esfuerzo voluntarista por cambiar, cuanto de caer en la cuenta de que nuestra única tarea es vivir lo que ya somos: hijos e hijas de Dios Padre/Madre y, por tanto, hermanos y hermanas entre nosotros.

En Jesús, hecho niño en Belén, se nos da la oportunidad de redescubrir nuestra identidad más profunda y celebrarla con gozo. Él no sólo nos revela quién es Dios, sino que proclama quienes somos cada uno de nosotros. Por eso, desde la contemplación expectante y humilde del misterio de la Encarnación tenemos que aprender que mirar a Jesús es como mirarnos en un espejo.

Es necesario abrir el oído y escuchar para vivir con un corazón limpio y libre de falsas tradiciones el misterio al que nos acercamos con “temor y temblor”7 experimentando en el hondón del ser la grandeza a la que hemos sido llamados: somos hijos e hijas de Dios, aunque aún no se haya manifestado plenamente8.

Sólo descubriendo con asombro lo que somos por don y gracia nos abriremos a la libertad9 que necesitamos para dejar que algo nuevo brote en nuestras vidas. En la libertad y desde la libertad, la violencia se torna justicia, la intolerancia se transforma en paciencia y consuelo; el cansancio por la rutina deja paso a la alegría de la novedad; el deseo de venganza da espacio al perdón sin condiciones…

Despiertos y liberados podemos salir al encuentro de Aquel que nos quiere encontrar.

2.3. Tercer movimiento: salir para dejarse encontrar

Sabemos que la palabra «Adviento» significa literalmente «advenimiento», «venida», «llegada». Son cuatro semanas en las que Dios (el que viene, el que tiene la iniciativa) y nosotros (los que le esperamos) somos los protagonistas. Es decir, son cuatro semanas de “movimiento” porque se va a producir un “encuentro” que va a trastocar nuestra vida.

Dios viene, se hace presente… nosotros esperamos su venida, nos preparamos para ella. Pero nuestra espera no puede ser pasiva.

En realidad, si lo pensamos despacio ¿podemos hablar de la venida del Señor? ¿No es verdad que Dios está ya siempre presente en nosotros, puesto que si existimos es gracias a su presencia en lo más profundo de nuestro ser? ¿No afirmamos con san Pablo que «en él vivimos, nos movemos y existimos»10?

Y si esto es así (que lo es) entonces, ¿tiene sentido hablar de que Dios sale a nuestro encuentro, de que Él viene? ¿acaso se ha ido?

Si Él ya ha venido, si ya está con nosotros, entonces ¿a quién esperamos?

Responder a esta pregunta es importante en nuestro camino creyente, porque en el fondo cuestiona cómo vivimos la Navidad: ¿es un recuerdo de algo que se produjo de forma puntual en Belén hace más de 2000 años, o es una realidad que sigue aconteciendo de un modo nuevo y distinto en este 2017 para ti…, para mí…, para todos…?

Afirmamos que Dios viene, que sale a nuestro encuentro. Todos tenemos experiencia de que, cuando nos abrimos con un corazón creyente a lo que nos rodea, somos capaces de percibir la constante venida de Dios que se hace presente y activo en la creación, en la historia, en la sociedad y en la vida de las personas.

Siempre y en todo lugar podemos escuchar los pasos de nuestro Dios. Él viene y está presente en la luz y en las tinieblas, en el gozo y en el dolor, en el trabajo y en el descanso… En cada instante (como dice el profeta) se rasga el cielo y desciende el salvador11.

Él sale a nuestro encuentro de un modo total y permanente. Viene a nuestro mundo, a nuestra historia, a cada uno de nosotros… Se hace presente presencia.

Y puesto que Dios nos ha dado en Jesús todo lo que nos podía dar, somos nosotros los que debemos dejarle sitio12 allí donde quiere dejarse encontrar13. “Si realmente queremos encontrar a Cristo, es necesario que toquemos su cuerpo en el cuerpo llagado de los pobres […] en los rostros y en las personas de los hermanos más débiles”14: rostros “marcados por el dolor, la marginación, la opresión, la violencia, la tortura y el encarcelamiento, la guerra, la privación de la libertad y de la dignidad, por la ignorancia y el analfabetismo, por la emergencia sanitaria y la falta de trabajo, el tráfico de personas y la esclavitud, el exilio y la miseria, y por la migración forzada. La pobreza tiene el rostro de mujeres, hombres y niños explotados por viles intereses, pisoteados por la lógica perversa del poder y el dinero”15.

Él viene, sigue viniendo, sigue saliendo a nuestro encuentro, recordándonos que el camino del Reino se construye desde la práctica gozosa de la justicia16 porque es en estos hermanos nuestros, los más pequeños y desamparados donde Él se hace presente, donde Él se hace de nuevo Navidad. Leer más…

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Abrir el espacio de su tienda.

Miércoles, 2 de abril de 2014
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Del blog À Corps… À Coeur:

ouvrir-lespace

(Crédit Photos : François Rousseau)

Los otros son como nosotros. Están en camino, tienen que hacerse, completarse, superar sus límites,  liberarse como nosotros de su yo prefabricado y nostálgico. Y no podemos vivir sin amarles. ¿Cómo amarles en libertad, en la transparencia, sin hacernos daño con sus límites y sin dañarles por los nuestros? Una vez más, debemos vaciar nuestros centros , necesitamos instalarnos en la raíz de la vida de los demás, en la raíz de su personalidad, debemos instalarnos en el cenro de su inconsciente, en espíeiru, ahí donde su vida termina su fuente en sus ojos. Y cuando los reunimos en la luz infinita, cuando creamos un espacio ilimitado a su alrededor, entonces podemos amar incondicionalmente porque los amamos en su devenir, los amamos en su futuro, los amamos en el infinito para alcanzarlos un día, al igual que nosotros mismos, si ellos y nosotros somos fieles a nuestro propósito principal.

Es en la medida en que no nos ponemos límites y les ayudamos… que la comunión entre los hombres,  que las amistades y los amores humanos pueden anudarse y eternizarse.

*

Maurice Zundel

zundel

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Sed transeúntes (peregrinos).

Miércoles, 5 de marzo de 2014
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Hoy comienza la Cuaresma. Del blog À Corps… À Coeur:

soyez-passant

 El Evangelio de Tomás es uno de los textos redescubiertos en Nag Hammadi, en el Alto Egipto en 1945.

No es una narración histórica o relato de milagros, ni un compendio de hechos y acciones que Jesús hubiera realizado, sino una colección de palabras breves . Entre los investigadores, algunos creen que estas palabras son anteriores a la redacción de los otros evangelios . Pertenecerían a la tradición de las “dichos de los padres” en el judaísmo antiguo.

En el logion 42 Yeshua dijo : “Sed transeúntes”.

Es una palabra importante no sólo para los cristianos sino para toda la humanidad.

La palabra “Pascua”, Pesaj en hebreo, en griego Pasqua, significa “paso”, es pasar.

Pasar de la oscuridad a la luz,
de este mundo espacio-tiempo al mundo increado, como dijo Yeshua “de este mundo al Padre”,
 de este mundo espacio -temporal al Origen que nos lleva; hacia el Aliento que nos inspira y expira …

Sed transeúntes” es también un recordatorio de que somos seres de paso.

¿Qué es lo que no sucede en nuestras vidas? ¿Qué es lo que no pasará?

Todo pasa.

Es una verdad que no es triste. Al contrario, nos enseña a disfrutar mejor cada momento …
Es precisamente porque todo ocurre, que lo importantes apreciarlo mientras que está ahí, mientras florece .

No te alejes de la rosa cuando da su fragancia.

Estar presente, muy presente en lo que se nos da a cada momento .

El transeúnte no es indiferente . Él es el que ve las cosas por primera y última vez. Así las ve las ve con una atención e intensidad extremas.

Porque conoce esta otra palabra: Panta rei , literalmente “todo pasa, todo fluye “ . Esto no nos debe llevar a un estado de indiferencia, de desprecio .Bien al contrario, podemos aprender a escoger cada cosa en el momento en el que se da, enlol que se nos ofrece en este momento.

Ir hacia … no quiere decir que no veamos lo que florece en el borde del camino, la meta no debe hacernos olvidar lo esencial de la búsqueda… tierra prometida que ya está ahí, en el polvo de los senderos que nos conducen…

“¡Sed transeúntes !”

Somos peregrinos sobre la tierra, estamos en marcha .Evolucionamos al filo de los días… en el filo del 
tiempo.

Para permanecer transeúnte, se trata de no apesadumbrarse, no ser ligeros, no esclerotizarse, no asentarse en el conformismo… cimentarse en las posesiones, logros, formas de hacer o pensar
… Esto quebraría en nosotros la esencia del hombre, su movimiento, su futuro.

El hombre no es un ser, sino un quizás…

De hecho puede surgir en nosotros el conflicto entre lo necesario y lo esencial, ya que es difícil discernir entre los dos.

A veces incluso se nos pide abandonar lo necesario sin perder lo Esencial, es decir, el Deseo, la apertura a lo Real, a lo infinito que nos habita ya que somos el templo y el lugar de paso …

Esta es la sabiduría de todos los días, pero es bueno recordar en su cama de hospital , recordar que “esto también pasará”.
No hay dolor eterno . Los males, incluso los más grande y terribles terminan por pasar …

También debemos recordar igualmente estas pocas palabras en el momento del placer, del abrazo, de la felicidad. Saber que “esto también pasará”, de lo contrario se aferrará, apegará. Así que este apego a la felicidad del momento causará sufrimiento.

Si uno es capaz de oír este discurso, vivirlo y “verificarlo”, toca algo en nosotros que está más allá de lo que se llama felicidad y lo que se llama desgracia ,
más allá de lo que agrada y lo que no agrada,
más allá de lo que se llama placer o dolor.

Toca a lo que en nosotros es libre, “incondicionado”.

Es necesario hacer un pacto con el paso del tiempo : Polvo eres, y al polvo volverás ;

La forma que la vida toma en mí va a cesar, va a pasar, sin embargo, el flujo de la vida continúa.

Conviene saber discernir el umbral del gran paso, nuestra verdadera Pascua, qué va a pasar y que está pasando, observar este espacio en el que nos viene nuestro aliento y al que regresa.

¿Qué es lo que hay entre nuestro inspirar y exhalar? ¿De dónde viene nuestro inspirar y a dónde vuelve nuestro exhalar?

Hay un silencio, un “yo-no-sé-qué, un, casi nada”, este que – ya en esta vida – llegará a ella, la muerte no le enseña nada. Llegará entre su inspiración y su expiración una realidad que, en algunas tradiciones, se llama la “vida eterna”.

Las palabras a veces son usadas, gastadas. Decir “vida eterna” hace pensar en algo que no termina nunca: es tan largo, tan aburrido…
Mientras que la “vida eterna” significa el “no-tiempo” más allá de lo que llamamos “espacio-tiempo.”

Por lo tanto, si esto es eterno, no es después de la muerte, es antes, durante y después.

La vida eterna es la dimensión de la eternidad que habita en el corazón mismo de esta vida, de ahí la importancia de conocer, en esta vida, en este momento: Kairos, el momento favorable, el instante eterno, en oposición a Cronos, que devora el tiempo.

Al caminar, se respira el polvo de la carretera, que se adhiere a la cara, a la piel, en la ropa… Pero en el corazón mismo de este polvo, también ocurre que vemos la luz .

He aquí que de repente después de una buena marcha el flujo de pensamientos se para. La marcha se para. Entonces percibimos que el sentido de la marcha – si realmente se ha marchado- se ha parado allí para llegar a este momento de descanso que la tradición judía llamada “Shabat”.

“Nosotros, existimos en el mundo para recordar al mundo que los hombres no están hechos para trabajar, sino para descansar.

Quien ha caminado bien sabe esto, ha caminado para conocer la felicidad de este momento en el que el cuerpo yel pensamiento, la voluntad y el deseo quedan en reposo y esto es shalom, una palabra que no significa sólo “paz”, sino también la totalidad y la plenitud .

La marcha nos vacía y nos llena al mismo tiempo, nos vacía de nuestro pequeño yo, lo agota para hacer sitio a otro yo, que purificado por el camino puede entonces posarse y reposar.

Literalmente, shabat en hebreo significa ” detener “ dejar de hacer , dejar de producir , actuar,
 pero dejar de pensar en lo que ha de ser con lo que es .

La tradición nos dice que el sábado todos los hombres son iguales. Ya no es un comerciante, profesor, trabajador, somos hijos de Dios , hijo del Soplo , los niños  jijos de Este que inspira y de Este que expira a través de nosotros . ” Eso” es la propiedad de la persona , como el amor no es propiedad de los cristianos , la luz no es la propiedad de los budistas. La vida pertenece a aquellos que se atreven a vivirla hasta el final , hasta la muerte …

En el Evangelio de Tomás otro dicho de Jesús dice: “Si te preguntan
: ¿Cuál es la señal de vuestro Padre que está en vosotros? Decidles:
 Es un movimiento y es un descanso …

Hay en nosotros un movimiento, un deseo. Nuestro deseo jamás se colma … De hecho se ahueca sin cesar y nos mantiene en lo abierto, lo abierto que no permite cerrarse sobre una presa, de “cosificar” los seres y la Realidad misma cuando hacemos “que soy” entonces que es ” el Abierto “, esta Luz que no se puede coger, ni tomar, ni comprender …

Y, sin embargo, sin esta luz no podemos ver nada, ni hacer nada, ni pensar nada .

Caminar , ir por delante , quedarse “a la búsqueda” nos mantiene al aire libre, que es un movimiento y es un descanso …

*

Fuente: Hermano Francisco , ermitaño

soyezpassant

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