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Templo del creyente

Domingo, 26 de mayo de 2019
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paloma de las manos del espírituAmad a esta Iglesia, permaneced en la Iglesia, sed vosotros esta Iglesia (San Agustín)

26 de mayo. DOMINGO VI DE PASCUA.

Jn 14, 23-29

Jesús le contestó (a Judas): Si alguien me ama cumplirá mi palabra Padre le amará, vendremos a él y habitaremos en él 

Somos un tejido social bien entramado donde notas y personas (el Padre, Jesús y nosotros mismos) suenan armónicamente bien a todos los sentidos. Y si ese tejido social se arruga, llamar urgentemente a Jesús y al Padre, pedirles agua y plancha, y alisarlos.

En otro capítulo del Evangelio de Juan, el IV, versículo 21, Jesús y la samaritana: “Créeme, mujer, llega la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén se dará culto al Padre”, el maestro de Nazaret, -que le había pedido agua para beber, y él se la da de vida en abundancia- le anuncia al mismo tiempo que, en el futuro, la adoración no estará ligada a lugares, sino una persona, a Él mismo, el nuevo Templo de Dios, y será un culto en espíritu y de verdad, algo que proviene del corazón movido por Dios y que se revelará en acciones concretas de vida.

Un importante maestro espiritual hinduista indio, Ramana Maharashi (1879-1950), dice en La Filosofía de la existencia“Un universo indefinible, en el que todas las cosas, seres y eventos están interrelacionados -un tejido social bien entramado- apenas tiene sentido a menos que sea consistente. Así las leyes de la naturaleza son inherentes a la naturaleza, y no han sido impuestas por un legislador divino. Es la ley a la que todas las partes de la totalidad se tienen que conformar por su propia existencia como partes o manifestaciones de una totalidad indivisible. La Ley surge de la manera de encajar de manera precisa las partes de la totalidad”.

L´État cést moi, dijo El Rey Sol, y todos los franceses le rindieron honor y pleitesía, aunque las leyes sensatas, humanas y divinas, no se imponen jamás a la totalidad de las partes. Posiblemente no lo hubiera dicho, si hubiera escuchado al Papa Francisco: “Cada cual, con su carisma y misión, somos iguales ante el Señor y somos necesarios en la Iglesia”. Y no digamos nada sí él, tan políticamente cristiano, hubiera leído en Mc 9, 35, lo de: “El que quiera ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos”.

Sin duda, el universo es un templo bien construido -Templo de todos los templos-, cuyos cimientos han sido sólidamente asentados. Es posible que siguiendo los planos del templo de Gerizim, donde se construyó el tabernáculo, de acuerdo con los planes de Yahvé transmitidos a Moisés, como se dice en el Antiguo Testamento.

Y si a pesar de todas estas prevenciones no funcionara convenientemente el sistema previsto, y el templo viniera al mundo con defecto de fábrica y sin sello de garantía que avale la marca de “Somos unos buenos cristianos”, es que el sistema elemental de emergencia no ha funcionado adecuadamente, y es necesario llevarlo al taller urgentemente y repararlo. Es conveniente que las olas del océano sean conscientes de la tarea programada para ellos, los robots bañen con su habitual pericia el producto.

En la obra de Cervantes, El Ingenioso Don Quijote de la Mancha, , dijo el ilustre caballero a Sancho Panza su escudero: “Si a mí se me acordara de hacer una redoma del bálsamo de Fierabrás, que con sola una gota se ahorraran tiempo y medicinas” y te curaras. Es un bálsamo de quien tengo la receta en la memoria, con el cual no hay que tener temor a la muerte, ni hay pensar morir de ferida alguna”.

Un buen baño del tal ungüento vendría bien al Rey, a Gerizim, a Ramana, al Templo de Jerusalén y a todos los nuestros, haciendo que los amáramos o más y por más tiempo.

San Agustín, obispo de Hipona, decía a sus feligreses: “Amad a esta Iglesia, permaneced en esta Iglesia, sed vosotros esta Iglesia. Y que jamás se cumpla en nosotros lo que decía Robert Burton (1567-1640), clérigo inglés y profesor de la Universidad de Oxford: “Allí donde Dios tiene un templo, el diablo suele levantar una capilla”.

planeta-azul

TIERRA LATIENTE

La Tierra está latiendo dentro y fuera
de mí. También debajo de mí late
en un feliz y amistoso debate
con ritmos de clarín y de bandera.

Rueda sin fin la rutilante esfera
por la senda de un celestial combate,
y sin que apenas nadie se percate
de su veloz y singular carrera.

Grácil es su rodar, y aventurera.
No existe campeón, héroe ni vate
que le prive de siempre primera.

Supera con laurel cualquier embate,
venga de la más mansa o feroz fiera,
sin que nadie la copa le arrebate.

 

Vicente Martínez

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Y vendremos a él y haremos morada en él

Domingo, 26 de mayo de 2019
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12261a-errores-practicar-espiritualidadJn 14, 23-29

En el último domingo de Pascua seguimos leyendo el discurso de despedida de Jesús. En esta narración, la comunidad de Juan quiere resumir el testamento que Jesús deja a sus seguidores. En el fragmento de hoy hay dos promesas: “El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él… el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será el que os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.” ¡¡¡Genial!!! ¡Estas sí que son Palabra de Vida eterna! ¡Cuántas veces habré leído este texto sin enterarme de nada!

Mi idea de Dios, próxima a la que presenta el AT, que he mantenido larguísimos años de mi formación cristiana, me ponía las cosas muy difíciles para compaginarla con mi evolución intelectual y humana. El dios en que creía se me iba haciendo inverosímil e increíble.

No hace mucho oí, por primera vez, la expresión “Hacer experiencia de Dios”. Me pareció una afirmación contradictoria. Mis ideas de experimento y del dios en que creía eran incompatibles. De ese dios lejano (en los cielos), todopoderoso y juez de vivos y muertos no se puede tener experiencia. En cambio, hoy es para mí una evidencia que sólo si experimentas la presencia de Dios en tu vida cotidiana (si tienes la vivencia de su Presencia) puedes ser creyente en Él. Sin hacer equivalentes creencias y fe. La fe es un encuentro personal con un DiosAmor (sin guion) cercano e íntimo. Así es el Dios de Jesús de Nazaret. Hoy puedo vivir con alegría que Jesús es “La morada de Dios entre los hombres” y nosotros también. Así el lugar de la presencia del Dios de Jesús es el hombre. Por eso podemos experimentarlo (vivenciarlo) dentro de nosotros mismos mismo y descubrirlo dentro de cada uno de los demás seres humanos.

¿Qué ha pasado en mi vida para este cambio? Que buscando a dios me he encontrado al Jesús de los Evangelios. Al Jesús modelo de imagen de Dios. Modelo de la encarnación de Dios en todo. Y a partir de este encuentro he ido elaborando otra imagen de Dios, del hombre, de mí misma y del mundo. Y desde ahí veo las cosas “divinas” de otra manera.

El encuentro con el Dios de Jesús ha producido en mí una revolución de todo mi sistema creyente. Un Dios cercano, Fundamento de mi ser e identificado conmigo. El Dios Encarnación, Presencia, Fundamento y Padre. (Todo son metáforas porque nuestro vocabulario se queda pobre para nombrar al Innombrable). Igualmente, el cambio en la visión del hombre no ha sido menor. Del ser carente, incompleto, incapaz de bondad, a un ser en evolución y progreso, capaz de desarrollar sus potencialidades y llegar a su realización plena; un ser abierto y autónomo, responsable de sí mismo y de los otros. Un ser para los otros. En síntesis: el hombre como imagen y semejanza del Dios de Jesús.

Y como la idea de Dios y del hombre que tengas es fundamental en la espiritualidad que vives y en la religión que practicas, la transformación de ella acarrea necesariamente un cambio de la religiosidad y la espiritualidad. Y en consecuencia, modifica radicalmente tu identidad cristiana. Como veíamos el domingo pasado la señal del cristiano no es la cruz. La señal del cristiano es el amor a Dios en el hombre. Porque son una misma realidad. Porque Dios se ha encarnado, se ha identificado (“a mí me lo hicisteis”) con el hombre.

Si nos sentimos “morada de Dios”, si verdaderamente Dios está en nosotros, tenemos necesariamente que manifestarlo. Dios es amor y lo mejor de nosotros es nuestro ser amoroso; que es nuestro verdadero ser, nuestro ser profundo. Somos templos de Dios, presencia constante del Espíritu de Dios con nosotros. Somos seres habitados. No estamos solos. Somos presencia del amor de Dios en el mundo. Nuestra vida tiene que dar testimonio de esa Presencia. ¿Cómo? Siendo sus manos y sus pies. Trabajando con ilusión en la implantación del Reinado de Dios en el mundo. Tenemos que ayudar a Dios en esa tarea. Todo en nosotros es don y tarea. Los talentos recibidos son para emplearlos en los que necesitan de nosotros. Somos administradores fieles y sabios de nuestras cualidades para rentabilizarlas en el bien común de nuestros próximos. Dios los da para el bien de toda la comunidad. Los otros descubrirán la presencia de Dios en mi vida cuando manifieste a través de mis comportamientos lo que de Dios hay en mí. Bondad, honradez, disponibilidad, actitud de servicio a los demás. Cuando, de verdad sea un ser para otro. Desde nuestro ser amoroso. Esto es Vivir desde nuestro ser resucitado, desde nuestra nueva humanidad. Eso es nacer de nuevo, nacer a la Vida divina, eterna, definitiva. Y esto aquí y ahora. Sin dejarlo para más tarde.

África de la Cruz

Fuente Fe Adulta

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La paz que nadie nos puede quitar

Domingo, 26 de mayo de 2019
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image-300x248VI Domingo de Pascua

26 mayo 2019

Jn 14, 23-29

Aun con un estilo a veces recargado y repetitivo –a la vez que deudor de su momento histórico y de su paradigma cultural–, el autor del cuarto evangelio tiene la virtud de expresar la verdad profunda de lo que somos. Por eso, cuando lo leemos desde la comprensión, sus palabras transmiten sabiduría atemporal y despiertan resonancias en nuestro interior porque salen al paso del anhelo profundo que nos habita, por más que a veces esté aletargado.

En la Carta a los Efesios (2,14) se afirma que “Jesús es nuestra paz”. Sin duda, a tenor de lo que aparece en los evangelios sinópticos, Jesús vivió en paz profunda o ecuanimidad. Una paz que nacía en él de la certeza de estar siempre en el Padre y de no buscar otra cosa en la vida que “cumplir su voluntad”. Sin duda, una persona que no se aferra a las expectativas de su ego, sino que ama lo que la Vida quiere, permanecerá anclada en la paz.

El ego vive en el sobresalto porque, en cuanto se hace presente la frustración, se altera o se deprime. Por esa razón, en tanto en cuanto estemos identificados con él, la paz nos resultará inasible. Cuando, por el contrario, dejamos de asociar nuestra “suerte” a la suya, porque hemos comprendido que no somos él, es posible la ecuanimidad aun en medio de los contratiempos. Lo cual recuerda aquella expresión sabia de Khrisnamurti: “El secreto de mi paz es que no me importa lo que suceda”.

En medio de una terrible crisis de angustia, esa parece que fue la experiencia de Jesús: “Que no sea lo que quiero yo, sino lo que quieres tú” (Mc 14,36). Cuando una persona solo quiere lo que “Dios”, el “Padre”, la “Vida” quiere, ¿qué podría quitarle la paz?

Lo cual no significa que no haya dolor, decepción y frustración. Somos seres sensibles y todo lo que acontece hace que vibremos. Y cuando lo que acontece es doloroso, algo en nuestro interior acusa el dolor.

Sin embargo, el movimiento de la superficie no niega la quietud del fondo. Cuando saboreamos el Silencio, experimentamos que, más allá de las circunstancias y bajo la agitada superficie de la mente, existe un nivel profundo que permanece estable, en silencio y en paz. Por eso, con razón afirma el texto que la paz de Jesús no es como la que da el mundo. Esta última dura lo que dura la bonanza, es una “paz” deudora de las circunstancias. La paz de Jesús, por el contrario, es una paz sin objeto, porque no depende de otro factor; es consistente en sí misma.

¿Nos la tiene que dar Jesús, como afirma el texto? Eso es solo una lectura mental, que se basa en la creencia de la separación; es decir, nace de una consciencia de separatividad. La paz de Jesús es la paz que somos. En aquella forma de hablar, parecía ser un “regalo” venido de fuera –y ciertamente Jesús nos ha regalado su forma de vivirla, en la que podemos vernos alcanzados y, sobre todo, “despertados”– pero, en la comprensión, se nos hace manifiesto que la paz no es “algo”, ni viene de “fuera”, ni es condicionada… La Paz de la que se habla es una con el Fondo de lo real: es otro nombre de lo que somos.

¿Cómo es la paz en mí?

Enrique Martínez Lozano

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Salud y Salvación

Domingo, 26 de mayo de 2019
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imagesDel blog de Tomás Muro la verdad es libre:

  1. ¿Pascua del enfermo?

        Parece un cierto contrasentido celebrar la Pascua del enfermo. Si algo no es vida, es la enfermedad.

Pero tal vez JesuCristo deja ver sus heridas en los enfermos, cuando nos encontramos en o con la enfermedad. La Resurrección no borra las señales del sufrimiento.

        Alguna respuesta y salida hemos de hallar al dolor, al sufrimiento, a la vida.

  1. La enfermedad.

        Cuando nos encontramos sanos vivimos en una cierta armonía, un cierto bienestar, equilibrio, algo de confianza y seguridad.

La enfermedad es un ataque a la vida, que nos puede sobrevenir de mil formas, por muchos caminos y nos puede herir en la parte física, en la psicológica (espiritual) o en las dos.

La enfermedad (seria / grave) nos embarga de una gran debilidad, el sufrimiento y el dolor hacen su tarea, disminuyen las capacidades, y ello nos puede sumir en una incertidumbre y preocupación. ¿Qué será de mí?

  1. Afrontar la enfermedad.

03.1         Nuestra respuesta más normal y habitual ante la enfermedad suele ser la médica. Acudimos al Ambulatorio, al médico, al hospital. El diálogo, la entrevista entre el médico y el paciente es una conversación científica: síntomas, diagnóstico, pronóstico, pauta a seguir, etc. Es así, es lo que hay que hacer.

  • 2 Pero no todo en la enfermedad es dolor físico. Ciertamente hay que aliviar el dolor, (el “dolorismo” que propugnaba alguna ascética no es ni humano ni cristiano).

Pero la enfermedad va a estar siempre presente en nuestra vida y en muchas ocasiones la enfermedad va envuelta en incertidumbre, seria preocupación, desesperanza, miedo, angustia. Tal vez nos agobia el presentimiento de que, quizás, sea la última enfermedad. La vida es una enfermedad mortal.

  • 3 Siempre, pero en muchas ocasiones más, el tratamiento de la enfermedad es humanista y tiene una dimensión espiritual.

Una cosa es la libertad religiosa y otra -muy distinta- es que el ser humano tiene una dimensión espiritual que hay que cuidar y enseñar a cuidar. Uno puede ser ateo o increyente, pero ha de cuidar el fondo espiritual de su persona. (No porque uno sea ateo deja de ser espiritual y ha de cultivar su dimensión espiritual)

Romano Guardini, gran teólogo de la primera mitad del siglo XX (1885-1968), -siendo él mismo depresivo- escribía: La melancolía (depresión) es algo demasiado doloroso y que penetra con demasiada profundidad en las raíces de nuestra existencia humana como para que podamos abandonarla sólo en manos de los psiquiatras.

La enfermedad tiene un tratamiento médico, pero no únicamente científico, sino también espiritual.

Algo de esto decía también el neurólogo donostiarra,  Félix Martí Massó en los cursos de verano de la UPV: la curación y la salida de estas enfermedades “del alma” se asienta en tres piedras angulares: la medicina (química), la logoterapia (grupo, familia, amigos, etc.) y en la dimensión espiritual.

  1. Salud: Salvación.

     images2   La expresión “salud” es la misma que “salvación”.

        Cuando estamos enfermos necesitamos, añoramos la salud y la salvación. La salud es un asunto médico, pero es más que eso, porque se trata de aliviar la desesperanza, la conciencia, sembrar paz en el hundimiento personal.

        Hablamos de “calidad de vida”, pero tal calidad la reducimos el buen ejercicio de unas funciones fisiológicas. Pero la salud y la vida humanas son más que la mera funcionalidad orgánica: la serenidad, la paz, la felicidad, la justicia, el sentido de la vida, hacer el bien, no se venden en la farmacia.

        Jesús pasó su vida entre nosotros haciendo el bien, curando enfermos: fue un “buen samaritano”. Jesús es la cercanía de Dios a los débiles, a pobres, a los enfermos.

        Sentirnos acogidos por el Buen Samaritano alivia mucho en la enfermedad.

        Ser buenos samaritanos es noble tarea.

Anda y haz tú lo mismo.

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“Una alegría diferente”. 6º Pascua – B (Juan 15,9-17)

Domingo, 6 de mayo de 2018
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821290No es fácil la alegría. Los momentos de auténtica felicidad parecen pequeños paréntesis en medio de una existencia de donde brotan constantemente el dolor, la inquietud y la insatisfacción.

El misterio de la verdadera alegría es algo extraño para muchos hombres y mujeres. Todavía saben quizá reír a carcajadas, pero han olvidado lo que es una sonrisa gozosa, nacida de lo más hondo del ser. Tienen casi todo, pero nada les satisface de verdad. Están rodeados de objetos valiosos y prácticos, pero apenas saben nada de amor y amistad. Corren por la vida absorbidos por mil tareas y preocupaciones, pero han olvidado que estamos hechos para la alegría.

Por eso, algo se despierta en nosotros cuando escuchamos las palabras de Jesús: os he hablado «para que participéis de mi gozo, y vuestro gozo sea completo». Nuestra alegría es frágil, pequeña y está siempre amenazada. Pero algo grande se nos promete. Poder compartir la alegría misma de Jesús. Su alegría puede ser la nuestra.

El pensamiento de Jesús es claro. Si no hay amor, no hay vida. No hay comunicación con él. No hay experiencia del Padre. Si falta el amor en nuestra vida, no queda más que vacío y ausencia de Dios. Podemos hablar de Dios, imaginarlo, pero no experimentarlo como fuente de gozo verdadero. Entonces el vacío se llena de dioses falsos que toman el puesto del Padre, pero que no pueden hacer brotar en nosotros el verdadero gozo que nuestro corazón anhela.

Quizá los cristianos de hoy pensamos poco en la alegría de Jesús y no hemos aprendido a «disfrutar» de la vida, siguiendo sus pasos. Sus llamadas a buscar la felicidad verdadera se han perdido en el vacío tal vez porque seguimos obstinados en pensar que el camino más seguro de encontrarla es el que pasa por el poder, el dinero o el sexo.

La alegría de Jesús es la de quien vive con una confianza limpia e incondicional en el Padre. La alegría del que sabe acoger la vida con agradecimiento. La alegría del que ha descubierto que la existencia entera es gracia.

Pero la vida se extingue tristemente en nosotros si la guardamos para nosotros solos, sin acertar a regalarla. La alegría de Jesús no consiste en disfrutar egoístamente de la vida. Es la alegría de quien da vida y sabe crear las condiciones necesarias para que crezca y se desarrolle de manera cada vez más digna y más sana. He aquí una de las enseñanzas clave del Evangelio. Solo es feliz quien hace un mundo más feliz. Solo conoce la alegría quien sabe regalarla. Solo vive quien hace vivir.

José Antonio Pagola

Audición del comentario

Marina Ibarlucea

 

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“Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”. Domingo 06 de mayo de 2018 Domingo sexto de Pascua

Domingo, 6 de mayo de 2018
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32-PascuaB6 cerezoDe koinonia:

Hechos de los apóstoles 10,25-26.34-35.44-48: El don del Espíritu Santo se ha derramado también sobre los gentiles.
Salmo responsorial: 97: El Señor revela a las naciones su salvación.
1Juan 4,7-10. Dios es amor.
Juan 15,9-17: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.

La primera lectura de este domingo, el famoso episodio de la visita de Pedro a Cornelio, en el capítulo 10 de los Hechos de los Apóstoles, refleja simbólicamente un momento importante del crecimiento del «movimiento de Jesús»: su transformación en una comunidad abierta, transformación que le llevará más allá del judaísmo en el que nació. Dejará de identificarse con una religión étnica, una religión casada con una etnia y su cultura, religión étnica que se tenía por la elegida, y que miraba a todas las demás por encima del hombro considerándolas «los gentiles», dejados de la mano de Dios. Es un tema muy importante, y relativamente nuevo, en todo caso, desatendido por la teología tradicional. Para una homilía puede merecer la pena, más que insistir en el tema eterno del amor…

El pasaje se presta además para toda una lección de teología. Es bueno recomendar a los oyentes que no se queden con la referencia entrecortada que habrán escuchado en la lectura (una selección de unos cuantos versículos salteados), sino que la lean en casa despacio (sin más: “el capítulo 10” de los Hechos, y que saquen sus conclusiones. También se puede recomendar a los grupos e estudio de la comunidad parroquial que lo tomen para su estudio.

Pedro ni sus compañeros de comunidad, todavía no se llamaban «cristianos»… eran simplemente judíos conmovidos por la experiencia de Jesús. Y observaban todas las leyes del judaísmo. Una de ellas era la de no mezclarse con «los gentiles». Y eran leyes sagradas, que eran normalmente observadas por todos, y cuyo incumplimiento implicaba incurrir en «impureza» y obligaba a molestas prácticas de purificación.

Pero Pedro da varios saltos hacia adelante. En primer lugar deja de considerar profano o impuro a ninguna persona, a pesar de que se lo mandaba la ley; es como el levantamiento de una condenación de impureza que pesaba sobre las “otras” religiones desde el punto de vista del judaísmo. Y en segundo lugar «cae en la cuenta» de que Dios no puede tener acepción de personas, ni de religiones, sino que no hace diferencia entre las personas según su etnia o su cultura-religión: acepta a quien practica la justicia, sea de la nación que sea. Es un salto tremendo el que dio Pedro.

Respecto al primer punto, de la valoración negativa de las demás religiones, en la historia subsiguiente se retrocedería: se llegaría a pensar que las otras religiones serían… no sólo inútiles, sino falsas, o incluso negativas, hasta diabólicas. Por poner sólo un ejemplo: el primer catecismo que se escribió en América Latina, nada menos que por el profético Pedro de Córdoba, superior de la comunidad dominica de Antonio Montesinos, declara en su primera página: «Sabed y tened por cierto que ninguno de los dioses que adoráis es Dios ni dador de vida; todos son diablos infernales».

Respecto al segundo punto, la «no acepción de personas por parte de Dios en lo que se refiere a razas, culturas y religiones», o lo que es lo mismo, la igualdad básica ante Dios de todos los seres humanos –incluyendo todas sus culturas y religiones-, hoy mismo continuamos en retroceso con relación a Pedro: la posición oficial de la Iglesia católica dice que las «otras» religiones «están en situación salvífica gravemente deficitaria» (Dominus Iesus 22).

Paradójicamente, la posición de Pedro en los Hechos de los Apóstoles resulta más afín a la mentalidad de hoy que nuestra teología oficial actual. Es por ello por lo que, en este domingo, confrontarse con la Palabra de Dios puede traducirse en una aplicación concreta a nuestras maneras de pensar respecto a las otras religiones. En el guión subsiguiente proporcionamos algunas cuestiones para un tratamiento pedagógico del tema.

El evangelio de hoy, de Juan, es el del mandamiento nuevo, el mandamiento del amor. Pocas palabras deben saturamos tanto en el lenguaje cotidiano como ésta: «amor». La escuchamos en la canción de moda, en la conductora superficial de un programa de televisión (tan superficial como su animadora), en el lenguaje político, en referencia al sexo, en la telenovela (más superficial aún que la animadora, si eso es posible)… Se usa en todos los ámbitos, y en cada uno de ellos significa algo diferente. ¡Pero, sin embargo, la palabra es la misma!

El amor en sentido cristiano no es sinónimo de un amor «rosado», sensual, placentero, dulzón y sensiblero del lenguaje cotidiano o posmoderno. El amor de Jesús no es el que busca su placer, su «sentir», o su felicidad sino el que busca la vida, la felicidad de aquellos a quienes amamos. Nada es más liberador que el amor; nada hace crecer tanto a los demás como el amor, nada es más fuerte que el amor. Y ese amor lo aprendemos del mismo Jesús que con su ejemplo nos enseña que «la medida del amor es amar sin medida». Leer más…

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6.5.18. No os llamo siervos, sois amigos

Domingo, 6 de mayo de 2018
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31598701_974470836063442_2723656787818446848_nDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 6 pascua, Juan 15,9-17. Éste es el manifiesto supremo del amor cristiano. No somos siervos de Dios, pues él no se impone por encima para que le obedezcamos, sino que nos llama y nos hace sus amigos.

No somos tampoco empleados de Dios, para triunfo y gloria de su empresa, pues tenemos en la vida más tarea ni más finalidad que ser amigos.

Somos simplemente amigos de Dios en Jesús…, como dice este evangelio de Juan (¡el testamento del amado!), y como Juan de la Cruz ha interpretado añadiendo que ya “sólo en amor es mi ejercicio”.

Esta lectura de pascua, es un texto paradójico, nervioso, escrito en zig-zag, como el amor que se dice no diciendo o , mejor dicho, diciendo de otro modo.

Amar es simplemente “dejarse amar”, como las mujeres de la pascua, como el discípulo amado, como todos los que han amado a Jesús y se dejan amar por él y con él, sin más ejercicio que el seguir amando…, no para no hacer, sino para hacer de otra manera.

En este manifiesto de amistad culmina el evangelio, entendido, al fin, como escuela de amor… donde no se cumple menos, sino mucho más, porque sólo quien es amado y ama puede asumir en presteza la tarea de la vida, cumpliendo así el “mandamiento del amor”, comos seguirá diciendo Jesús.

Buen domingo a todos, para que podamos expresar de esa manera la alegría suprema que Jesús muestra y nos ofrece en este evangelio.

Jn 15, 9-17

Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.

Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.

Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros.

Jesús enamorado

16708394_738743216302873_4384676287806301455_nSe ha discutido mucho sobre Jesús enamorado (de mujeres y/o de varones), se han hecho y se siguen haciendo novelas sobre Jesús casado, con María Magdalena o Salome. Pero los evangelios no dan pie para sacar esas conclusiones. Ellos hablan, sin embargo, de Jesús amigo.

— Éste es un tema del que apenas ha tratado la Iglesia, porque, en general, ha tenido miedo a la amistad, que constituye el centro del Evangelio de Juan.
Ciertamente, Jesús es el carismático de Marcos, el maestro de Mateo, el hombre del gran señorío de Lucas… Pero Jesús es sobre todo y ante todo “amigo”, como sabe el evangelio de Juan.

— Este Jesús del evangelio de Juan empalma así con el ideal de amistad del mundo griego, pero le ofrece unos rasgos distintivos, como muestra su “discípulo amigo” (más que amado). Recuperar y cultivar ese rasgo de Jesús amigo, en la línea del evangelio de Juan, tendría grandes consecuencias para la Iglesia, entre ellas estas cuatro:

1. Superar una visión y esquema de poder y obediencia en la Iglesia, pues va no sólo en contra del Evangelio de Juan, sino de toda la tradición cristiana.

2. Plantear sin miedo, con claridad y hondura, el tema de la amistad entre los diversos grupos de creyentes, especialmente en un tipo de clero, obsesionado a veces por las llamadas “amistades particulares”.

3. Concebir y vivir la Iglesia en forma de comunidad de amigos de Dios y de Jesús, de clérigos y no clérigos, de hombres y mujeres.

4. Entender y acoger a Dios (y a Jesús en Dios) como amigo, superando una teología del poder y de la sumisión

1. COMENTARIO. NO OS LLAMO SIERVOS, SOIS MIS AMIGOS

El mensaje más hondo del evangelio de Juan ha venido a expresarse en el amor fraterno, vivido en forma de amistad. No es simplemente amor al enemigo, no es tampoco amor esponsal. Es amor de hermanos que se vuelven amigos.

Ésta revelación del amor fraterno/amistoso es el don supremo del evangelio de Juan a la historia de occidente. Leer más…

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Dios nos ha amado. Amémonos unos a otros. Domingo 6º de Pascua. Ciclo B

Domingo, 6 de mayo de 2018
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amarDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

La 2ª lectura y el evangelio están estrechamente relacionados. «Amémonos unos a otros», comienza el texto de la carta de san Juan. Y el evangelio insiste dos veces: «Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros»; «Esto os mando: que os améis unos a otros». Este precepto se basa en el amor que Dios nos ha manifestado de dos formas complementarias: enviando su Espíritu y enviando a su Hijo.

Un Padre que da el Espíritu sin distinguir entre judíos y paganos (1ª lectura)

            La lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles recoge parte de un importantísimo episodio de la iglesia primitiva. Hasta entonces, los discípulos de Jesús se han visto a sí mismos con un grupo dentro del judaísmo, sin especial relación con los paganos. No se les pasa por la cabeza hacer apostolado entre ellos, mucho menos entrar en sus casas si no se han convertido al judaísmo y se han circuncidado. Los consideran impuros.

            En este contexto, se cuenta que Pedro tuvo una visión: ve bajar del cielo un mantel repleto de toda clase de animales impuros (cerdo, conejo, cigalas, etc.) y escucha una voz que le ordena: mata y come. Pedro se niega en redondo. «Nunca he probado un alimento profano o impuro». Y la voz del cielo le responde: «Lo que Dios declara puro tú no lo tengas por impuro».

            Termina la visión. Pedro se siente desconcertado, y mientras piensa en su posible sentido, llaman a la puerta de la casa tres hombres enviados por un pagano, el capitán Cornelio, para pedirle que vaya a visitarlo. Pedro comprende entonces el sentido de la visión: no puede considerar impuro a un pagano interesado en conocer el evangelio. Al día siguiente se pone en camino desde Jafa a Cesarea y cuando llega a casa de Cornelio tiene lugar la escena que hoy leemos.

Cuando iba a entrar Pedro, salió Cornelio a su encuentro y se echó a sus pies a modo de homenaje, pero Pedro lo alzó, diciendo: 

–«Levántate, que soy un hombre como tú.»

Pedro tomó la palabra y dijo: 

– «Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea.»

Todavía estaba hablando Pedro, cuando cayó el Espíritu Santo sobre todos los que escuchaban sus palabras. Al oírlos hablar en lenguas extrañas y proclamar la grandeza de Dios, los creyentes circuncisos, que habían venido con Pedro, se sorprendieron de que el don del Espíritu Santo se derramara también sobre los gentiles. Pedro añadió:

– «¿Se puede negar el agua del bautismo a los que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?»

Y mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo. Le rogaron que se quedara unos días con ellos.

            Indico algunos detalles interesantes:

            1) «Está claro que Dios no hace distinciones»; para él lo importante no es la raza sino la conducta del que lo respeta y practica la justicia.

            2) La venida del Espíritu Santo sobre este grupo de paganos produce los mismos frutos que en los apóstoles el día de Pentecostés: hablan lenguas extrañas y proclaman la grandeza de Dios.

            3) El Espíritu Santo viene sobre ellos antes de recibir el bautismo. No se puede decir de forma más clara que «el Espíritu sopla donde quiere y cuando quiere».

            La conducta de Pedro provocó gran escándalo en los sectores más conservadores de la comunidad de Jerusalén y debió subir a la capital a justificar su conducta. Pero este episodio deja claro que, para Dios, los paganos no son seres impuros. Él ama a todos los hombres sin distinción. Con ello se justifica el apostolado posterior entre los paganos.

Un Padre que da su Hijo a los pecadores (2ª lectura)

La carta de Juan justifica el mandato de amarnos mutuamente diciendo que «Dios es amor» y cómo nos lo ha demostrado.

Queridos hermanos:

Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados.

                Cuando yo era niño, el catecismo de Ripalda, a la pregunta de quién es Dios nos enseñaba a responder: «Un señor infinitamente bueno, sabio y poderoso, principio y fin de todas las cosas». El autor de la carta no necesita tantas palabras. Se limita a decir: «Dios es amor». Y ese amor lo manifiesta enviando a su hijo «como víctima de propiciación por nuestros pecados».

                     La «víctima de propiciación» era el animal que se ofrecía para impetrar el perdón. El Día de la Expiación (yom kippur), el Sumo Sacerdote ofrecía un macho cabrío por los pecados del pueblo. En otras ocasiones se ofrecían cabras y novillos con el mismo fin. Pero esas víctimas carecían de valor definitivo. La humanidad se encontraba en una especie de círculo cerrado del que no podía escapar. Entonces Dios nos proporciona la única víctima decisiva: su propio hijo.

            Y esto lo hace cuando todavía éramos pecadores. No espera a que nos convirtamos y seamos buenos para enviarnos a su Hijo. Si la primera lectura decía que Dios no hace distinción entre judíos y paganos, la segunda dice que no hace distinción entre santos y pecadores.

En vez de amar a Dios, amar a los hermanos (evangelio)

En la segunda lectura el protagonismo ha sido de Dios. En el evangelio, el protagonista principal es Jesús, que demuestra su amor hasta el punto de dar la vida por nosotros, llamarnos amigos suyos, elegirnos y enviarnos. (¡Cuánta gente desearía poder decir que es amigo o amiga de un personaje famoso, que ha sido elegido por él para llevar a cabo una misión!).

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

– «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que  he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis el Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros.»

Lo que Jesús exige a cambio de esta amistad es muy curioso. Cuando era estudiante en el Pontificio Instituto Bíblico le escuché este comentario al P. Lyonnet: «Fijaos en lo que dice la 1ª carta de Juan: “Si tanto nos ha amado Dios…” Nosotros habríamos añadido: “también nosotros debemos amar a Dios”. Sin embargo, lo que dice Juan es: “Si tanto nos ha amado Dios, debemos amarnos unos a otros”.

            Algo parecido ocurre en el evangelio de hoy. «Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.» Jesús podría haber dicho: «Amadme como yo os he amado». Pero no piensa en él, piensa en nosotros. Es fácil engañarse diciendo o pensando que amamos a Jesús, porque no puede demostrarse ni negarse. Lo difícil es amar al prójimo.

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6º Domingo de Pascua. 06 Mayo, 2018

Domingo, 6 de mayo de 2018
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“Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotras, y vuestra alegría llegue a plenitud.”

(Jn 15, 9-17)

Lo que nos presenta el evangelio de hoy es una declaración de amor. “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo.” Estás son las palabras que Jesús no deja de pronunciar en la vida de cada creyente.

El signo de los cristianos no es la cruz, es el Amor. La cruz por sí sola es un instrumento de tortura. Cuando Jesús en un acto infinito de amor y generosidad se deja clavar en cruz la convierte en símbolo de Amor.

El problema que tenemos los cristianos es que nos quedamos mirando a la cruz. O mirando al Amor. Y eso hay que hacerlo, pero no podemos quedarnos ahí. El evangelio continua, Jesús no dice: “amadme como yo os he amado.” No, lo que dice es: “amaos unos a otros como yo os he amado”.

Jesús era muy listo, y nos conoce bien. Sabía que no íbamos a tener grandes dificultades en amarle a Él o amar a Dios. Esto último ya lo hacía muy bien el pueblo judío. Pero no basta. El amor a Dios, para ser completo, para que de verdad se convierta en alegría, tiene que pasar por las hermanas, por las personas que conviven con nosotras.

Por que el amor del que habla Jesús no es una cuestión teórica sino una realidad existencial y práctica. No es algo que “se aprende de memoria” sino algo que que se experimenta en la vida.

Las teorías, por buenas que sean, no provocan alegría. La alegría brota de la vida, de la “práctica”. Y la vida concreta es mucho más audaz y sorprendente que cualquier teoría.

Por que “en teoría” es feliz aquella persona que consigue éxito, fama y dinero. La publicidad nos vende una infalible teoría sobre la felicidad. Es feliz la persona que es guapa, joven y tiene buena salud. Es decir, que tiene un cuerpo atlético, un hermoso cabello, una piel sin arrugas y un buen bronceado.

Pero la vida nos muestra otra cosa. Vemos el brillo de la auténtica felicidad en los ojos de una madre que ve salir adelante a su hijo con parálisis cerebral. O en un joven que se queda en silla de ruedas tras un accidente y pierde movilidad pero descubre la Vida.

La alegría que llega a plenitud es la que es capaz de atravesar los fracasos y el dolor. Es la que lleva consigo la conciencia de saberse vulnerables pero profundamente amadas.

Oración

Trinidad Santa, no dejes que nos conformemos con medias alegrías, sino que caminemos hacia la alegría que brota de Ti. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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La quintaesencia de lo humano es el amor.

Domingo, 6 de mayo de 2018
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0f5f124a47c98c6d1975f836decccdb3Jn 15, 9-17

El evangelio de hoy es continuación del que leímos el domingo pasado. Sigue explicando, en qué consiste esa pertenencia del cristiano a la vid. Poniendo como modelo su unión con el Padre, va a concretar Jesús lo que constituye la esencia de su mensaje. Ya sin metáforas ni comparaciones, nos coloca ante la realidad más profunda del mensaje evangelio: El AMOR, que es a la vez, la realidad que nos hace humamos.

Jn pone en boca de Jesús la seña de identidad que debe distinguir a los cristianos. Es el mandamiento nuevo, por oposición al mandamiento antiguo, la Ley. Queda establecida la diferencia entre las dos alianzas. Jesús no manda amar a Dios ni amarle a él, sino amar como él ama. No se trata de una ley, sino de una consecuencia de la Vida de Dios y que se ha manifestado en Jesús. Nuestro amor será “un amor que responde a su amor” (Jn 1,16). El amor, que pide Jesús tiene que surgir de dentro, no imponerse desde fuera.

Jn emplea la palabra “agape”. Los primeros cristianos emplearon ocho palabras, para designar el amor: agape, caritas, philia, dilectio, eros, libido, stergo, nomos. Ninguna de ellas excluye a las otras, pero solo el “agape” expresa el amor sin mezcla alguna de interés personal. Sería el puro don de sí mismo, solo posible en Dios. Está haciendo referencia a Dios, es decir, al grado más elevado de don de sí mismo. No está hablando de amistad o de una “caridad”. Se trata de desplegar una cualidad exclusiva de Dios

Dios demostró su amor a Jesús con el don de sí mismo. Jesús está en la misma dinámica con los suyos, es decir, les manifiesta su amor hasta el extremo. El amor de Dios es la realidad primera y fundante. Jn lo ha dejado bien claro en la segunda lectura: “En esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó”. Descubrir esa realidad y vivirla, es la principal tarea del que sigue a Jesús. Es ridículo seguir enseñando que Dios nos ama si somos buenos y nos rechaza si somos malos.

Hay una diferencia que tenemos que aclarar. Dios no es un ser que ama. Dios es el amor. En Él, el amor es su esencia, no una cualidad como en nosotros. Yo puedo amar o dejar de amar y seguiré siendo yo. Si Dios dejara de amar un solo instante, dejaría de existir. Dios manifiesta su amor a Jesús y a mí, pero no lo hace como nosotros. No podemos esperar de Dios “muestras puntuales de amor”, porque no puede dejar de demostrarlo un instante. Jesús sí puede manifestar el amor de Dios, amando como un ser humano.

Juan intenta trasmitirnos que, hablando con propiedad, Dios no puede ser amado. Él es el amor con el que yo amo, no el objeto de mi amor. Aquí está la razón por la que Jesús se olvida del primer mandamiento de la Ley: “amar a Dios sobre todas las cosas”. Jn comprendió perfectamente el problema, y deja muy claro que solo hay un mandamiento: amar a los demás, no de cualquier manera, sino como Jesús nos ha amado. Es decir, manifestar plenamente ese amor que es Dios, en nuestras relaciones con los demás.

No se puede imponer el amor por decreto. Todos los esfuerzos que hagamos por cumplir un “mandamiento” de amor, están abocados al fracaso. El esfuerzo tiene que estar encaminado a descubrir a Dios, que es amor dentro de nosotros. Todas las energías que empleamos en ajustarnos a una programación tienen que estar dirigidas a tomar conciencia de nuestro verdadero ser. Solo después de un conocimiento intuitivo de lo que Dios es en mí, podré descubrir los motivos del verdadero amor.

El amor del que nos habla el evangelio es mucho más que instinto o sentimiento. A veces tiene que superar sentimientos e ir más allá del instinto. Esto nos lleva a sentirnos incapaces de amar. Los sentimientos de rechazo a un terrorista pueden hacernos creer que nunca llegaré a amarle. El sentimiento es instintivo y anterior a la intervención de nuestra voluntad. El amor es más que sentimiento. La prueba de fuego del amor es el amor al enemigo. Si no llego hasta ese nivel, todos los demás amores son engañosos.

El amor no es sacrificio ni renuncia, sino elección gozosa. Esto que acaba de decirnos el evangelio no es fácil de comprender. Tampoco esa alegría de la que nos habla Jesús es un simple sentimiento pasajero; se trata de un estado permanente de plenitud y bienestar, por haber encontrado tu verdadero ser y descubrir que es inmutable. Una vez que has descubierto tu ser luminoso e indestructible, desaparece todo miedo, incluido el miedo a la muerte. Sin miedo no hay sufrimiento. Surgirá espontáneamente la alegría.

Solo cuando has descubierto que lo que realmente eres, no puedes perderlo, estás en condiciones de vivir para los demás sin límites. El verdadero amor es don total. Si hay un límite en mi entrega, aún no he alcanzado el amor evangélico. Dar la vida, por los amigos y por los enemigos, es la consecuencia lógica del verdadero amor. No se trata de dar la vida biológica muriendo, sino de poner todo lo que somos al servicio de los demás.

Ya no os llamo siervos. No tiene ningún sentido hablar de siervo y de señor. Más que amigos, más que hermanos, identificados en el mismo ser de Dios, ya no hay lugar ni para el “yo” ni para lo “mío”. Comunicación total en el orden de ser. Jesús se lo acaba de demostrar poniéndose un delantal y lavándoles los pies. La eucaristía dice exactamente lo mismo: Yo soy pan que me parto y me reparto para que me coman. Yo soy sangre (vida) que se derrama por todos para comunicarles esa misma Vida. Jesús lo compartió todo.

Os he hablado de esto para que vuestra alegría llegue a plenitud. Es una idea que no siempre hemos tenido clara en nuestro cristianismo. Dios quiere que seamos felices con una felicidad plena y definitiva, no con la felicidad que puede dar la satisfacción de nuestros sentidos. La causa de esa alegría es saber que Dios comparte su mismo ser con nosotros. Nos decía un maestro de novicios: “Un santo triste es un triste santo”.

No me elegisteis vosotros a mí, os elegí yo a vosotros. Debemos recuperar esta vivencia. El amor de Dios es lo primero. Dios no nos ama como respuesta a lo que somos o hacemos, sino por lo que es Él. Dios ama a todos de la misma manera, porque no puede amar más a uno que a otro. De ahí el sentimiento de acción de gracias en las primeras comunidades cristianas. De ahí el nombre que dieron los primeros cristianos al  sacramento del amor. “Eucaristía” significa exactamente acción de gracias.

Cualquier relación con Dios sin un amor manifestado en obras, será pura idolatría. La nueva comunidad no se caracterizará por doctrinas, ni ritos, ni normas morales. El único distintivo debe ser el amor manifestado. Jesús no funda un club cuyos miembros tienen que ajustarse a unos estatutos sino una comunidad que experimenta a Dios como amor y cada miembro lo imita, amando como Él. Esta oferta no la pueden hacer la institución, por eso se muestra Jesús tan distante e independiente de todas ellas. Ninguna otra realidad puede sustituir lo esencial. Si esto falta no puede haber comunidad cristiana.

Meditación

Sin la experiencia de unidad con Dios
No podemos desplegar el verdadero amor.
El verdadero amor nos lleva al límite de lo humano.
No somos nosotros los que tenemos que amar.
Amar es deshacerme de todo lo que creo ser,
Para que solo quede en mí lo que hay de Dios.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Jesús, brújula de la vida.

Domingo, 6 de mayo de 2018
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viajero-concentrado-mirando-la-brujula-sobre-el-mapa_23-2147628786“Dios nos visita muchas veces, pero la mayor parte del tiempo, no estamos en nosotros… (Maestro Eckhart)

18 de marzo. V Domingo de Cuaresma

Jn 12, 20-33

Se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea y le pidieron: Señor, queremos ver a Jesús

Un grupo de griegos buscadores le comentan a Felipe que quieren ver a Jesús. Quieren conocer al Maestro que, como Platón y Aristóteles, enseña en Galilea. Felipe se lo dice a Andrés y ambos se lo comunican a Jesús. “Dichos griegos, dice Schökel, representan las primicias de la gentilidad; son la vanguardia de la gentilidad que viene a Jesús”. En las listas de apóstoles de los Sinópticos y en los Hechos de los apóstoles, aparece siempre entre los Doce. La primera representación histórica de su figura en el arte es en un capitel de la iglesia de San Pedro la Nave en El Campillo, Zamora. Un relieve visigodo del siglo VII que acompaña a otros similares de los apóstoles Pedro, Pablo y Tomás. En el arte pictórico tenemos en el Museo del Prado el San Felipe, óleo sobre tabla, de Rubens. Su mirada es penetrante como la de Jesús.

Un periodista preguntó un día a Teresa de Calcuta: “¿Cuál es la obra más importante de su vida?”. La madre Teresa contestó sin vacilar: “Lo más importante de mi vida es haber conocido a Jesús”. Según Juan en 12, 16, los fariseos comentaban: “Todo el mundo se va con élY se van y se quedan con él porque todos ellos creen que han encontrado la perla más importante de su vida«¿Cómo puedo hacer una escultura? Simplemente retirando del bloque de mármol todo lo que no es necesario”, dijo en cierta ocasión el insigne escultor Michelangelo Buonarroti. Cuando queremos tener la verdadera figura de Jesús, la mejor manera de conseguirlo es ir desprendiendo de él todos los capisayos con que la Iglesia le ha ido revistiendo a través de cuarenta siglos permitiéndole ser sí mismo. Los artistas del medievo lo dejaron claro en los capiteles de los claustros.

Johannes Vermeer (1632-1675) pintor holandés, tiene un óleo sobre lienzo titulado El geógrafo. Cristophe André lo describe en El arte de la felicidad, de esta manera: “La búsqueda del geógrafo se asemeja mucho a la nuestra. Desde el espacio cerrado de su habitación de trabajo, aspira a organizar el mapa del mundo. De igual modo procedemos nosotros, cuando reflexionamos sobre la felicidad, a partir de nuestras experiencias íntimas”. En su descripción parece adivinar lo que cada uno de nosotros andamos también buscando en la existencia. Su geógrafo corre también tras un enigma. Desde hace mucho tiempo reflexiona, calcula, encuentra, cambia de opinión, advierte que, a veces, ha seguido un camino equivocado, y es entonces cuando levanta la cabeza de nuevo y se gira hacia la luz, permitiendo que su mirada se evada más allá de la ventana. Abriga el presentimiento de que ya no le bastan para la búsqueda la ciencia, el trabajo y la inteligencia. Comprende que debe permitir que le sobrevenga algo que pertenece al plano de la intuición o de la emoción: descubre que la solución a esa cuestión que le tormenta no se encuentra en el exterior de sí mismo, en los mapas, en los globos, en la punta del compás, sino en su interior.

Como Felipe, como los fariseos, como Teresa de Calcuta, como el geógrafo de Vermeer, como el Maestro Eckhart, como Jesús excepto, estamos en búsqueda incesante de ese Dios que no encontramos porque, como apunta el místico: “nos visita muchas veces,  pero la mayor parte del tiempo, no estamos en nosotros.

El GIRASOL

-¿Qué te tienta del sol con tanta fuerza,
que desde su salida hasta el ocaso
con tanto afán le sigues en el cielo?
……………..
-Fuera de su calor y luz, mi vida
no da fruto y se pierde en el vacío.
Mi cabeza erguida sobre el tallo,
recuerda, coronada, su figura:
el “Astro Rey”, decían los antiguos.

Me veo en él centrada la mirada
y en él clavada fija la mantengo
porque de su vivir yo vida tengo:
todos los seres de la Tierra vivos,
en Él estamos, somos y existimos.
……………..
-Despierta de tu sueño girasol,
que el calor estival de la mañana
anuncia recogida de cosecha.
Segadores, cantad vuestras canciones
a Dios, al Girasol, al Sol y al Viento.

(NATURALIA. Los sueños de las criaturas. Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Amigos en comunidad.

Domingo, 6 de mayo de 2018
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1102014719_univ_lsr_xlHe pasado el fin de semana en la Rioja, tierra plagada de viñedos donde el símil de la “vid” con la vida de la comunidad cristiana se hace evidente y palpable. Su necesario cuidado nos alerta del que necesita nuestra vida personal y comunitaria para poder dar el fruto esperado. Es una parte de lo que hemos trabajado en ese intento de vivir relacionados y dependientes unos de otros a nivel de universo.

¿Y cuál es ese fruto del que hablamos: cumplir los mandamientos, realizar obras de caridad, atraer adeptos a nuestras iglesias?

Nada de eso menciona el evangelio, sino una clase de amor que lleve hasta las últimas consecuencias como el de Jesús, hasta dar la vida, entregando la vida por ellos, hasta el extremo para ser consecuente con su convencimiento.

Eso sí: “para que llevéis dentro mi alegría y así vuestra alegría llegue a su colmo”. Todas nuestras frustraciones, desengaños, faltas de esperanza, fatalismos, responden a que no nos salen las cosas como queremos y desde luego eso no corresponde al amor auténtico sino al ego.

El gozo nos dice Jesús, nos viene de “mantenernos” en ese amor de Dios que se traduce en el amor concreto que Jesús nos tiene y nos demuestra de una manera tan palpable y tan real hasta dar la vida. Cuando eso lo vivimos en comunidad se convierte en un gozo indescriptible: sensación de apoyo, armonía, entendimiento suma de talentos y creatividad.

 De ahí nace la auténtica amistad. La amistad no me parece la palabra con la que una inmensa mayoría de cristianos definirían su relación con Dios. “Hijos”, “siervos”, “trabajadores de la viña” por no mencionar otros términos, son los que se nos han inculcado a lo largo de los siglos y han perdurado hasta hoy.

El evangelio de Juan, según la prestigiosa teóloga norteamericana, Sandra Schneiders, tiene como centro un tema: “la revelación”, que  a lo largo de la historia ha sido reducido en muchas ocasiones a “información”, más relacionado con proposiciones dogmáticas que se han quedado frías y nos suenan a mandamiento.

La revelación tiene que ver sobre todo con relación. Expresa no tanto conocimiento teórico, información, como auto comunicación. Esta au-torevelación es siempre una invitación a la otra persona a entrar en la intimidad de la propia persona: una invitación por tanto a compartir vida. Esta vida compartida, conduce a la amistad. Y la amistad es un proceso largo y a lo que nunca nos referimos como “ya he llegado”.

La revelación es un proceso que nunca está “acabado. No es que una vez revelado el “secreto” de Dios ya podemos programar nuestra vida de acuerdo a ese conocimiento. Jesús se va revelando en un proceso y es en ese mismo proceso en el que vamos desarrollando lo que es el auténtico discipulado.

Ese amor del que nos habla Jesús se ha traducido por acciones en favor de los demás y amar a Dios igual a cumplir sus mandamientos. Durante siglos eso hemos entendido que era el evangelio y formar parte de la comunidad cristiana. ¿Para qué darle más vueltas?

En el siglo XXI, o entramos en el sentido profundo de la mística o no hemos entendido nada. En ese cambio de sierva a amiga, cualquier ser humano, hombre o mujer, comprende la elección, la llamada, el encargo como fruto de una relación profunda de amor esponsalicio, apasionado, que lejos de ser intimista o ñoño, provoca tal pasión que la persona es capaz de vivir dando la vida hasta el extremo.

Ese gozo, ese amor esa vida son el fruto para compartir. La vida se expande…

Carmen Notario Ajuria

espiritualidadintegradoracristiana.es

Fuente Fe Adulta

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Dios solamente ama

Domingo, 6 de mayo de 2018
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imagen191Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:


01. DIOS ES AMOR. 

Cuando Dios crea no hace un alarde de fuerza o tecnológico. Dios ama y desde su amor, crea, nos crea. Dios crea porque quiere comunicarse. El obrar de Dios a lo largo de la historia no es un monólogo ni un “largar” dogmas, doctrinas y moral. La creación, nuestra propia creación es el primer acto de amor salvífico. La creación y la revelación constituyen un largo –a veces dramático- diálogo entre Dios que ama y el ser humano.

No se trata de que Dios crea, nos “echa al mundo” y “vosotros veréis lo que hacéis”, sino que Dios nos crea en su amor y nos crea para ser felices y salvarnos y nos ama siempre y a fondo perdido y, cuanto más perdidos estamos, más nos ama.

02. JESUCRISTO ES EL AMOR DE DIOS QUE DESCIENDE A NOSOTROS.

Jesús es la comunicación del amor de Dios que convive con nosotros. Jesús es el Hijo amado del Padre

v 9 a: como el Padre me ha amado, así os he amado yo.

La vivencia, la experiencia que Jesús tiene de Dios es que es amor. JesuCristo podía habernos dicho que Dios es infinito, eterno, justo, castigador, implacable, ultraortodoxo, etc. Pues bien, JesuCristo tiene una experiencia muy distinta: como el Padre me ha amado. Jesús se siente amado, querido por Dios.

En las caras y conciencias de muchos cristianos y eclesiásticos vemos mucha amargura y angustia. En el “subconsciente” de este momento eclesiástico no parece residir la gracia, la bondad, el amor de Dios Padre.

Sin embargo, somos cristianos porque hemos sido amados, hemos recibido el amor de Dios y nos hacemos cristianos porque amamos.

Lo que nos identifica como cristianos es el amor.

El ADN del cristiano no es la ley, ni el cumplimiento, ni la perfección y escrupulosidad de su moral, ni los ritos, ni las vestimentas, ni el clerygman, tampoco la identidad del cristiano está en la ortodoxia, sino en el amor.

Quien no ama, no ha conocido a Dios.

En esto os conocerán que sois mis discípulos, en que os amáis unos a otros, (Jn 13,34-35).

Muchos de nosotros tenemos una imagen, una experiencia de un Dios duro, justiciero y que “no deja pasar una”. El Dios de Jesús no es el Dios que crea el infierno, que condena, es el Dios que ama.

Volvamos nuestra mirada al amor de Dios: conozcamos la misericordia de Dios y de Cristo. Somos discípulos amados, no clientes o consumidores religiosos posibles candidatos al infierno.

03. ALGUNAS PRECISIONES. 

un-nino-africano-dice-no-al-racismo¿Y qué es el amor?

El amor es una de esas realidades que han sido distorsionadas, mal entendidas, a veces comercializada.

Por simple sentido común, conviene ser conscientes y distinguir los diversos niveles de las relaciones humanas y los varios modos de vivir el entramado de tales relaciones.

En griego hay tres palabras para hablar de los diversos niveles del amor, que son los que Sigmund Freud utilizará siglos más tarde: EROS (amor erótico), FILIA (amor de amistad) y ÁGAPE (amor de donación / entrega).

Los tres niveles son buenos, pero diversos y conviene no mezclarlo todo.

Algunos sois padres y el amor matrimonial es profundo, pero diverso del amor, también hondo, hacia los hijos.

En la vida familiar somos hermanos y tal fraternidad es algo muy íntimo. Sin embargo puede que dos hermanos, siendo hermanos queridos, no sean amigos. Es distinto ser hermano a ser amigo. Con un amigo tengo otro tipo de relación y, quizás, de confidencialidad.

En la vida podemos querer a personas por su serenidad, por su competencia, por su disponibilidad. En la vida religiosa, presbiteral el amor, la afectividad se encauza por otros derroteros (celibato).

La vida religiosa, la vida monacal vive en comunidad y se dan relaciones de fraternidad en la fe que les une en un carisma concreto: benedictinos, franciscanos, congregaciones de vida activa, etc. Los miembros de una comunidad religiosa monacal viven como hermanos o hermanas, lo cual no significa que todos los miembros de tal comunidad sean amigos, ni que la comunidad viva en una adolescente amistad.

La vida comunitaria ha de estar posibilitada por una madurez personal, de fe, afectiva y en muchas ocasiones habrá de echar mano del respeto hacia quien no piensa como yo, en ocasiones el perdón, en todo caso de una convivencia adulta, madura.

El presbítero-sacerdote realiza su afecto y amor orientando su vida hacia el Reino de Dios, que se concretará en la tarea pastoral, intelectual y en una buena convivencia con los colaboradores de su parroquia o de las personas con quienes trabaja. Amar su propia tarea, parroquia, mundo pastoral.

Las Parroquias y “comunidades cristianas” no son comunidades de amigos. Los que estamos aquí reunidos nos estimamos, nos respetamos, estaríamos dispuestos a ayudarnos o ayudar a otros en caso de necesidad, pero no somos estrictamente amigos, ni se debe pretender que una parroquia sea una comunidad de amigos.

No es lo mismo amistad que amor, enamoramiento que encuentro, eros que caridad. Y conviene no mezclarlo todo.

04. AMOR Y POLÍTICA.

Puede parecer una ilusión infantil, pero los grandes problemas de la pobreza, del hambre, etc., no se va a solucionar con criterios económicos, sino con criterios éticos. Igualmente la cuestión de la paz –pacificación de nuestro pueblo y de otros muchos conflictos históricos de la pacificación requiere tratamiento político, conversaciones, negociaciones, etc., pero en el humus de esas negociaciones y problemas habrá que inyectar reconciliación y humanismo.

Inteligencia creativa humana hay, dinero hay, tecnología, materias primas (creación) siguen habiendo todavía. Si todo ello no se concreta es por otras razones ya no técnicas, sino éticas.

Lo que llama la atención es que ni los economistas, ni políticos, ni los medios de comunicación, ni la Universidad, ni los sindicatos, ni muchas veces los eclesiásticos invoquemos el amor eficaz en nuestras vidas

El dinero, ni la patria, ni el poder creen en Dios ni en el hombre, el dinero no ama. Y es ahí donde comienza la convivencia y el encuentro entre personas y pueblos.

Fomentar la paz, el encuentro, el amor no es debilidad, sino humanismo.

04. ALGUNAS CONCRECIONES 

vidrieras-5-bigAmar es respetar y acoger a los seres humanos solamente porque son seres humanos, hijos de Dios.

o Por tanto amar significa RESPETAR a todas las personas por el mero hecho de ser personas: hijos de Dios. Hacemos interesadas acepciones de personas: pensemos en ideologías, puestos eclesiásticos, emigrantes, racismos, etc.

o Hoy en día en nuestro pueblo el mandamiento del amor significa respeto y buscar, ABRIR CAUCES Y CAMINOS, DIÁLOGO PARA LA CONVIVENCIA, la paz y la pacificación. Y en cuanto sea posible, perdonar.

o Amar significa NO SER RACISTA, ni marginar o despreciar a nadie por su etnia, por su origen, por sus limitaciones.

o En el ámbito familiar amar significa muchas veces RESPETO, no hurgar en viejas heridas, no revolver las cosas. Cuestiones de dinero, herencias, etc. Saber declinar, dejar ya de lado determinadas cuestiones.

o El mundo eclesiástico comenzará a ser eclesial -cristiano- cuando intente ver la vida y las situaciones y problemas desde el amor y no tanto desde el legalismo, el miedo, el poder y la ortodoxia. La Iglesia comenzará a ser cristiana cuando deje de ser una permanente sucursal de la Inquisición y del sacramentalismo y pase a ser un hospital de campaña donde se curan las heridas.

o En ocasiones -siempre- amar significa ser discreto y callarse. Callar un defecto, un pecado ajeno, etc. El silencio y la discreción son variantes del mandamiento del amor. Una persona adulta ha de saber callar y marcharse a la tumba con unos cuantos secretos.

o A veces amar significa poner un poco de razón a los sentimientos que pueden aflorar. En determinadas circunstancias es muy difícil amar: en viejos problemas históricos, comunitarios, familiares, brotan sentimientos de odio, de venganza, etc., que son difíciles de dominar. En esas situaciones amar puede significar poner un poco de razón, nuestros sentimientos quizás no los podamos dominar fácilmente, al menos seamos razonables, sensatos.

06. SOMOS DISCÍPULOS AMADOS.

Somos cristianos y ser cristiano es sentirse querido por Dios y desplegar la vida desde el amor. Desde el amor las cosas se ven de otra manera.

El amor produce una confianza enorme, una gran serenidad. Noches oscuras nos van a venir, pero quien ama, quien ama la humanidad, la vida, los valores del Reino de Dios tiene el alma sosegada, en calma.

ESTO OS MANDO: QUE OS AMÉIS UNOS A OTROS.

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“El Espíritu de la Verdad”. 21 de mayo de 2017. 6 Pascua (A). Juan 14, 15-21.

Domingo, 21 de mayo de 2017
Comentarios desactivados en “El Espíritu de la Verdad”. 21 de mayo de 2017. 6 Pascua (A). Juan 14, 15-21.

1398445799_315714_1398446224_album_normalJesús se está despidiendo de sus discípulos. Los ve tristes y abatidos. Pronto no lo tendrán con él. ¿Quién podrá llenar su vacío? Hasta ahora ha sido él quien ha cuidado de ellos, los ha defendido de los escribas y fariseos, ha sostenido su fe débil y vacilante, les ha ido descubriendo la verdad de Dios y los ha iniciado en su proyecto humanizador.

Jesús les habla apasionadamente del Espíritu. No los quiere dejar huérfanos. Él mismo pedirá al Padre que no los abandone, que les dé “otro defensor” para que “esté siempre con ellos”. Jesús lo llama “el Espíritu de la verdad”. ¿Qué se esconde en estas palabras de Jesús?

Este “Espíritu de la verdad” no hay que confundirlo con una doctrina. Esta verdad no hay que buscarla en los libros de los teólogos ni en los documentos de la jerarquía. Es algo mucho más profundo. Jesús dice que “vive con nosotros y está en nosotros”. Es aliento, fuerza, luz, amor… que nos llega del misterio último de Dios. Lo hemos de acoger con corazón sencillo y confiado.

Este “Espíritu de la verdad” no nos convierte en “propietarios” de la verdad. No viene para que impongamos a otros nuestra fe ni para que controlemos su ortodoxia. Viene para no dejarnos huérfanos de Jesús, y nos invita a abrirnos a su verdad, escuchando, acogiendo y viviendo su Evangelio.

Este “Espíritu de la verdad” no nos hace tampoco “guardianes” de la verdad, sino testigos. Nuestro quehacer no es disputar, combatir ni derrotar adversarios, sino vivir la verdad del Evangelio y “amar a Jesús guardando sus mandatos”.

Este “Espíritu de la verdad” está en el interior de cada uno de nosotros defendiéndonos de todo lo que nos puede apartar de Jesús. Nos invita abrirnos con sencillez al misterio de un Dios, Amigo de la vida. Quien busca a este Dios con honradez y verdad no está lejos de él. Jesús dijo en cierta ocasión: “Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”. Es cierto.

Este “Espíritu de la verdad” nos invita a vivir en la verdad de Jesús en medio de una sociedad donde con frecuencia a la mentira se le llama estrategia; a la explotación, negocio; a la irresponsabilidad, tolerancia; a la injusticia, orden establecido; a la arbitrariedad, libertad; a la falta de respeto, sinceridad…

¿Qué sentido puede tener la Iglesia de Jesús si dejamos que se pierda en nuestras comunidades el “Espíritu de la verdad”? ¿Quién podrá salvarla del autoengaño, las desviaciones y la mediocridad generalizada? ¿Quién anunciará la Buena Noticia de Jesús en una sociedad tan necesitada de aliento y esperanza?

José Antonio Pagola

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“Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor”. Domingo 21 de mayo de 2017. 6º Domingo de Pascua.

Domingo, 21 de mayo de 2017
Comentarios desactivados en “Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor”. Domingo 21 de mayo de 2017. 6º Domingo de Pascua.

28-PascuaA6 cerezoLeído en Koinonia:

Hechos de los apóstoles 8,5-8.14-17: Les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo
Salmo responsorial: 65: Aclamad al Señor, tierra entera.
1Pedro 3,15-18: Como era hombre, lo mataron; pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida
Juan 14,15-21: Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor

La palabra de Felipe, un misionero que lleva el mensaje de Jesús a nuevas fronteras, es escuchada con atención porque hay coherencia entre lo que dice y lo que hace. La palabra y el poder sanador de Felipe son motivo de alegría para la comunidad samaritana. Para que una comunidad se mantenga firme en el evangelio es necesario tener la fuerza y la gracia del Espíritu Santo, algo que solo se logra con la oración, la imposición de las manos como signo de herencia fraterna y el bautismo comprometido con la misión de Jesús. Los discípulos y discípulas de ayer y de hoy tenemos la gracia de haber recibido el Espíritu Santo a través del Bautismo y la imposición de las manos. El Espíritu Santo es el único que puede garantizar el éxito y la eficacia de la misión. Discipulado, Espíritu y misión son las marcas que identifican al misionero de Jesús.

El pasaje de la carta de Pedro insta a la comunidad a ser santos. Una santidad que está siempre ligada al seguimiento y a las consecuencias que esta opción misionera imponga en nuestras vidas.

El Evangelio de Juan nos da la clave del verdadero seguimiento: AMAR. Este amor es el mandamiento que Jesús da a quienes quieran seguirlo. Ser discípulos o discípulas de Jesús implica tener como norma de vida el amor, un amor activo, liberador y eficaz. Ésta es la esencia del Evangelio, éste es el corazón de la vida y la práctica de Jesús, esto es lo que identifica a todos aquellos y aquellas que han asumido su misión.

Jesús teme por el futuro de sus discípulos. Sabe que las fuerzas del mal son poderosas y no escatiman esfuerzos para eliminar a las fuerzas del bien. Reconoce que sus discípulos no tienen todavía la formación y la convicción necesaria para enfrentar estas fuerzas malignas. Por esto, en un gesto de amor profundo, Jesús le pide al Padre que derrame el Espíritu sobre los discípulos de ayer y de hoy, para no dejarnos huérfanos, para que permanezca siempre con nosotros en la continuidad de la misión. Mientras el mundo permanece ciego, el Espíritu permite a los discípulos de Jesús reconocerlo en los hermanos. En el amor a los demás se reconoce el verdadero rostro de Jesús. Sólo el amor, al que somos llamados, es garantía de la presencia de Dios en nosotros y en nuestras comunidades. Si el amor es la clave del seguimiento de Jesús, tendremos que preguntarnos que estamos haciendo en nuestra vida y en nuestras comunidades para impregnar el mundo de amor, un amor que con la fuerza del Espíritu, permita que la verdad, la justicia y la fraternidad sean las huellas del Reino en el mundo de hoy.


La 1ª lectura, tomada del libro de los Hechos, nos presenta a Felipe predicando a los samaritanos en su capital. Es una noticia inusitada si tenemos en cuenta la enemistad tradicional entre judíos y samaritanos, tan presente en los evangelios, en pasajes como la parábola del buen samaritano (Lc 10,29-37), o la conversación de Jesús con la samaritana (Jn 4,1-42) o en otros pasajes más breves (Mt 10,5; Lc 9,51-56; 17,16; Jn 8,48). Los judíos consideraban a los samaritanos como herejes y extranjeros (cfr. 2Re 17,24-41) pues, aunque adoraban al único Dios y vivían de acuerdo con su ley, no querían rendir culto en Jerusalén, ni aceptaban ninguna revelación ni otras normas que las contenidas en el Pentateuco. Los samaritanos pagaban a los judíos con la misma moneda, pues los habían hostigado en los períodos de su poderío y habían llegado a destruir su templo en el monte Garitzín. Por todo esto nos parece sorprendente encontrar a Felipe predicando entre ellos, en su propia capital, y con tanto éxito como sugiere el pasaje que hemos leído, hasta concluir con un hermoso final: que su ciudad, la de los samaritanos, “se llenó de alegría”.

Esta obra evangelizadora que rompe fronteras nacionales, que supera odios y rivalidades ancestrales, provocando en cambio la unidad y la concordia de los creyentes, es obra del Espíritu Santo, como comprueban los apóstoles Pedro y Juan, que con su presencia en Samaria confirman la labor de Felipe. Se trata de una especie de Pentecostés, de venida del Espíritu Santo sobre estos nuevos cristianos procedentes de un grupo tan despreciado por los judíos. Para el Espíritu divino, no hay barreras ni fronteras. Es Espíritu de unidad y de paz.

La 2ª lectura sigue siendo, como en los domingos anteriores, un pasaje de la 1ª carta de Pedro. Escuchamos una exhortación que con frecuencia se nos repite y recuerda: que los cristianos debemos estar dispuestos a «dar razón de nuestra esperanza» a todo el que nos la pida. ¿Por qué creemos, por qué esperamos, por qué nos empeñamos en confiar en la bondad de Dios en medio de los sufrimientos de la existencia, las injusticias y opresiones de la historia? Porque hemos experimentado el amor del Padre, y porque Jesucristo ha padecido por nosotros y por todos, para darnos la posibilidad de llegar a la plenitud de nuestra existencia en Dios. Por esta misma razón el apóstol nos exhorta a mostrarnos pacientes en los sufrimientos, contemplando al que es modelo perfecto para nosotros, a Jesucristo, el justo, el inocente, que en medio del suplicio oraba por sus verdugos y los perdonaba. La breve lectura termina con la mención del Espíritu Santo por cuyo poder Jesucristo fue resucitado de entre los muertos.

A quince días de que termine la cincuentena pascual, la Iglesia comienza a prepararnos para la gran celebración que la concluirá: la de Pentecostés, la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles. La manifestación pública de la Iglesia. Podríamos decir que su inauguración –teológicamente hablando, no históricamente hablando–. En la lectura del evangelio de san Juan, tomada de los discursos de despedida de Jesús que encontramos en los capítulos 13 a 17 de su evangelio, el Señor promete a sus discípulos el envío de un “Paráclito”, un Defensor o Consolador, que no es otro que el Espíritu mismo de Dios, su fuerza y su energía, Espíritu de verdad porque procede de Dios que es la verdad en plenitud, no un concepto, ni una fórmula, sino el mismo Ser Divino que ha dado la existencia a todo cuanto existe y que conduce la historia humana a su plenitud.

Los grandes personajes de la historia permanecen en el recuerdo agradecido de quienes les sobreviven, tal vez en las consecuencias benéficas de sus obras a favor de la humanidad. Cristo permanece en su Iglesia de una manera personal y efectiva: por medio del Espíritu divino que envía sobre los apóstoles y que no deja de alentar a los cristianos a lo largo de los siglos. Por eso puede decirles que no los dejará solos, que volverá con ellos, que por el Espíritu establecerá una comunión de amor entre el Padre, los fieles y El mismo.

El «mundo» (en el lenguaje de Juan) no puede recibir el Espíritu divino. El mundo de la injusticia, de la opresión contra los pobres, de la idolatría del dinero y del poder, de las vanidades de las que tanto nos enorgullecemos a veces los humanos. En ese mundo no puede tener parte Dios, porque Dios es amor, solidaridad, justicia, paz y fraternidad. El Espíritu alienta en quienes se comprometen con estos valores, esos son los discípulos de Jesús.

Esta presencia del Señor resucitado en su comunidad ha de manifestarse en un compromiso efectivo, en una alianza firme, en el cumplimiento de sus mandatos por parte de los discípulos, única forma de hacer efectivo y real el amor que se dice profesar al Señor. No es un regreso al legalismo judío, ni mucho menos. En el evangelio de San Juan ya sabemos que los mandamientos de Jesús se reducen a uno solo, el del amor: amor a Dios, amor entre los hermanos. Amor que se ha de mostrar creativo, operativo, salvífico. Leer más…

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Dom 21.5.17. Se acerca Pentecostés. Experiencia y teología del Espíritu Santo

Domingo, 21 de mayo de 2017
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imagesDel blog de Xabier Pikaza:

Domingo 6º de Pascua. Juan 14,15-21. El evangelio de hoy presenta la Pascua de Jesús como promesa y Esperanza del Espíritu Santo:

Yo rogaré al Padre y os enviará otro Defensor”, es decir, el “paráclito de Dios”, Dios mismo como Amado compañero, Consolador y defensor de los hombres.

Nos acercamos a la Ascensión del Señor, nos acercamos a Pentecostés. En esa línea quiero presentar mi reflexión dominical…que en este día tendrá dos partes bien diferenciadas:

(1) Un comentario exegético del evangelio, centrado como he dicho en la promesa del Espíritu Santo, analizando las palabras del evangelio, con la promesa del Paráclito, desde sus diversas perspectivas Puede servir de meditación personal o de guión para una predicación dominical.

La Pascua viene a presentarse en este contexto como experiencia de intimidad orante, Dios en nosotros. Ésta es la promesa que sostiene el camino de la historia tantas veces oscura y angustiosa de los hombres: Llega el Espíritu de Dios, la verdad auténtica, la nueva humanidad

(2) En la segunda parte quiero presentar una teología del Espíritu Santo, comentando dos obras fundamentales de H. Mühlen, que fue a finales del siglo XX el gran pensador alemán que renovó el estudio de la “Vida de Dios”, hecha fuente de vida en la existencia de los hombres.

H. Mühlen fue un gran teólogo… un carismático. De esa forma pasó de la cátedra (sin dejarla) a las comunidades pentecostales católica, apostando por una renovación vivencial de la Iglesia.

Las dos partes (experiencia y teología) se vinculan. Las dos nos ayudan a pentrar en la vida de Dios que es su Espíritu. Buen domingo a todos.

Imagen 1. Un signo del Espíritu Santo. El fuego de Dios, hecho paloma…
Imagen 2. El lugar tradicional del Cenáculo y de Pentecostés en Jerusalén…

b2ed404cd66d00ae6bf0e3c40c635b81_lEs una estancia gótica del siglo XIV, un lugar entrañable, signo del Espíritu Dios, en la Jerusalén dividida: Al lado está el gran templo cristiano de Sión, debajo el “cenotafio” de David, revestido de negro y copado por nacionalistas judíos… y este salón del Cenáculo (construído por los franciscanos el año 1342, es ahora propiedad de un musulmán, que deja entrar a los devotos y rezar en privado, pero no celebrar liturgias…).

Buen domingo, buena espera del Espíritu Santo a todos, que buena falta nos hace.
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Texto:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor (=Paráclito), que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque vive con vosotros y está con vosotros.

No os dejaré huérfanos, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, y vosotros conmigo y yo con vosotros.

El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él (Juan 14,15-21).

EXPERIENCIA DEL ESPÍRITU SANTO. COMENTARIO EXEGÉTICO

Introducción.
Evangelio de Juan: Catequesis del Espíritu

jednosc-wiara7(Traducción polaca de un libro sobre el Espíritu Santo, que publiqué el año 2002)

El evangelio de Juan puede entenderse como una catequesis del Espíritu, como dice el mismo Jesús a Nicodemo, maestro de Israel: «En verdad te digo, si alguien no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios» (Jn 2, 5). El evangelio es experiencia de nacimiento: nos hace ver que somos hijos de Dios, con Jesús, en el Espíritu. La religión anterior ha pasado, los montes sagrados y templos, los cultos antiguos. Llega en Jesús la novedad de una adoración gratuita, abierta a todos:

«Créeme, mujer: viene la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre… Pero llega la hora y es ésta en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en Espíritu y en Verdad; estos son los adoradores que Dios busca: Dios es Espíritu, y quienes le adoran deben adorarle en Espíritu y Verdad» (Jn 4, 21-24).

Los hombres estaban divididos por sacralidades. Ahora han de unirse en el Espíritu y Verdad universal. Eso lo sabían los judíos helenistas (Filón y Sabiduría), pero no habían podido concretarlo. Muchos cristianos posteriores han seguido encerrados en una cultura o ciudad (nación) particular. En contra de eso, Jesús quiere que todos se vinculen por el Espíritu, que brota como río de su seno:

«Esto lo dijo refiriéndose al Espíritu que debían recibir los que creyeran en él; pues todavía no había Espíritu, porque Jesús no había sido aún glorificado» (Jn 7, 39).

Jesús resucitado es manantial del Espíritu, que mana hacia todos los humanos (como las aguas del paraíso: Gen 2, 10-14; Ap 22, 1-2).

Jesús pascual, los textos del Paráclito:

En ese fondo se sitúan los textos del Espíritu-Paráclito, como abogado, defensor de los fieles en la prueba (cf. Mc 13, 11 par), intérprete y autoridad de Jesús en la iglesia.

images1(1) Rogaré al Padre y os dará otro Paráclito, que esté con vosotros para siempre (Jn 14, 16). Ésta es la palabra clave del evangelio de hoy. Jesús mismo había sido el Paráclito, defensor de sus discípulos. Pero ahora que se va y les deja en plano físico, pide al Padre otro, que sea presencia interior y compañía (no os dejaré huérfanos: 14, 18).

Los hombres que están cerrados en el “mundo” viven en un plano de carne, de lucha mutua, mentira. La misma vida se les cierra y aparece como círculo de muerte. Por el contrario, aquellos que viven iluminados por Jesús (desde la presencia de Dios) reciben la promesa del el Espíritu. Están acompañados. Esta experiencia del Dios-Compañía es la clave de pascua cristiana.

(2) El Paráclito… os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que os dije, como Maestro interior divino (Jn 14, 26). La iglesia ha corrido a veces el riesgo de entender la verdad como algo impuesto por fuera, resuelto y enseñado desde arriba. Pero Jesús promete a los suyos un magisterio interior: los cristianos sólo conocen la autoridad del Espíritu-Paráclito, que interpreta y actualiza a Cristo. Leer más…

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Alegría, esperanza, amor. Domingo 6º de Pascua.

Domingo, 21 de mayo de 2017
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jsalvDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Las lecturas continúan las tres situaciones de la iglesia que comenté el domingo pasado.

Iglesia naciente: modelo de una nueva comunidad (Hechos de los apóstoles)

En aquellos días, Felipe bajó a la ciudad de Samaria y predicaba allí a Cristo. El gentío escuchaba con aprobación lo que decía Felipe, porque habían oído hablar de los signos que hacía, y los estaban viendo: de muchos poseídos salían los espíritus inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados se curaban. La ciudad se llenó de alegría.

Cuando los apóstoles, que estaban en Jerusalén, se enteraron de que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron a Pedro y a Juan; ellos bajaron hasta allí y oraron por los fieles, para que recibieran el Espíritu Santo; aún no había bajado sobre ninguno, estaban sólo bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo.

Tras la institución de los diáconos, Lucas nos cuenta la actividad de uno de ellos, Felipe, en la fundación de la comunidad de Samaria. Esto le sirve para indicar las características que debería tener cualquier nueva comunidad.

1) No debe excluir a nadie. Felipe se dirige a Samaria, la región más despreciada y odiada por un judío.

2) Felipe predica a Cristo. Los misioneros no proponen una filosofía moral ni una ética; su intención primordial no es reformar las costumbres sino dar a conocer a Jesús.

3) La palabra va acompañada de la acción. Lucas la concreta en signos y prodigios semejantes a los que realizaron Jesús y los apóstoles: curación de todo tipo de enfermos.

4) El fruto de esta actividad es que «la ciudad se llenó de alegría». El evangelio no es un mensaje triste.

5) Sólo falta algo que el diácono Felipe no puede dar: el Espíritu Santo. Eso lo concede la oración de los apóstoles Pedro y Juan, que simbolizan al mismo tiempo con su presencia la unión entre la nueva comunidad y la iglesia madre de Jerusalén.

Iglesia sufriente: calumnias y esperanza (1 de Pedro)

Queridos hermanos: Glorificad en vuestros corazones a Cristo Señor y estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere; pero con mansedumbre y respeto y en buena conciencia, para que en aquello mismo en que sois calumniados queden confundidos los que denigran vuestra buena conducta en Cristo; que mejor es padecer haciendo el bien, si tal es la voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal. Porque también Cristo murió por los pecados una vez para siempre: el inocente por los culpables, para conducirnos a Dios. Como era hombre, lo mataron; pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida.

La carta de Pedro menciona el tema de las calumnias que sufrían los primeros cristianos. Recuerdo dos de ellas, tomadas de textos de Tertuliano y Minucio Félix.

Se decía que cuando uno iba a incorporarse a la comunidad e iniciarse en los misterios, se tomaba a un niño muy pequeño, se lo recubría por completo de harina y se lo colocaba sobre una mesa. Cuando el neófito entraba en la sala, le ordenaban golpear con fuerza aquella masa. Él lo hacía, pensando que no se trataba de nada grave. Y golpeaba una y otra vez hasta matar al niño. Entonces, todos se lanzaban sobre el niño muerto para lamer su sangre y repartirse sus miembros, sellando de ese modo la alianza con Dios.

Otra acusación era la del incesto. Según ella, los cristianos se reúnen en sus días de fiesta para celebrar un gran banquete. Acuden con sus hijos, hermanas, madres, personas de todo sexo y edad. La sala está iluminada sólo por un candelabro, al que se encuentra atado un perro. Cuando han comido y bebido abundantemente, ya medio borrachos, excitan al perro tirándole trozos de carne a un sitio al que no puede llegar, hasta que el perro tira el candelabro, se apaga la luz, y todos se abrazan al azar y se entregan a la mayor orgía entre hermanos y hermanas.

En este contexto, la carta de Pedro recomienda:

1) Saber dar razón de nuestra esperanza con mansedumbre y respeto. Es decir, saber explicar qué creemos y esperamos, pero sin usar condenas y descalificaciones.

2) Es mejor padecer haciendo el bien que padecer haciendo el mal.

Esta conducta, humanamente tan difícil, sólo se puede conseguir recordando el ejemplo de Jesús que, siendo inocente, murió por los culpables. E igual que él resucitó, también nosotros recibiremos el premio de nuestra paciencia.

Iglesia creyente: «obras son amores» (evangelio de Juan)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque vive con vosotros y está con vosotros. No os dejaré huérfanos, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, y vosotros conmigo y yo con vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él.»

El evangelio, en pocas palabras, reúne temas tan distintos que resulta difícil encontrar un elemento común. No se puede pedir un discurso lógico y ordenado a una persona que se despide de sus seres más queridos poco antes de morir. Destaco tres temas.

1) Este breve fragmento comienza y termina con palabras muy parecidas: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos.» «El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama». Como dice el refrán: «Obras son amores, y no buenas razones».

La relación entre el amor y la observancia de los mandamientos es muy antigua en Israel: se remonta al Deuteronomio, donde amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todo el ser, se concreta en la observancia de sus leyes, mandatos y decretos. En el caso de Jesús hay una gran diferencia, sus mandamientos se resumen en uno solo: «Esto os mando: que os améis los unos a los otros como yo os he amado».

2) Teniendo en cuenta la proximidad de la fiesta de Pentecostés, son importantes las palabras: «Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque vive con vosotros y está con vosotros.» Parece una contradicción manifiesta pedir al Padre que nos dé algo que ya vive en nosotros. Son los dos tiempos en los que se mueven a menudo estos discursos: el de Jesús, que mira al futuro y pide al Padre que nos dé un defensor; y el nuestro, que ya hemos recibido el Espíritu y vive en nosotros.

3) La unión plena del cristiano con el Padre y con Jesús. «No os dejaré huérfanos, volveré.» «Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, y vosotros conmigo y yo con vosotros

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Sexto Domingo de Pascua.

Domingo, 21 de mayo de 2017
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pascua

Las lecturas de este sexto domingo de Pascua nos pasean por nuestro interior a modo de guías turísticas para despertarnos a lo esencial, que, como decía El Principito, es invisible a los ojos. Nos llevan hacia lo que habita dentro, nuestros amores, lo que escuchamos, lo que vemos y conocemos y, muy importante, nuestros descubrimientos. Esas experiencias que anclan la existencia en Dios.

Felipe en Samaría es capaz de alegrar a toda la ciudad hablando de Jesús, de Cristo. Contando que vive y que su presencia es sanadora, liberadora, permite volar al viento del Espíritu. Durante toda la Pascua afirmamos en la Eucaristía que la efusión del gozo pascual desborda el mundo de alegría.

Así que la primera parada en nuestra ruta turística interior, es la calle de la alegría. Aquella que descubrimos cuando Dios se hizo presente en nuestra vida, o nos dimos cuenta de que siempre había estado ahí, acompañándonos con su mirada enamorada. ¿Cómo andamos de alegría? Atención, cuidado con desviarse por la calle de la amargura porque se nos avinagra la sonrisa.

Si pasamos a la segunda lectura, nos encontramos con una carta de Pedro. Nos anima a ser valientes y explicar abiertamente a quien nos lo pregunte, sin pudor, qué es lo que llena nuestra vida de esperanza, de confianza, de serenidad. Nos invita a hablar de Dios a quien nos quiera escuchar… pero nos pide que lo hagamos con delicadeza y respeto. Nada de caer en la tentación de imponer nuestra experiencia a otras personas, o despreciarlas y sentirnos por encima.

Nuestra guía interior después de mostrarnos la calle de la alegría nos para frente a la fuente de la esperanza… Agua fresca y gratuita, para todas las personas que se quieran acercar. Y digo que nos para porque es precisamente lo que se necesita, parar. Parar para comprender y contemplar cuál es nuestra verdadera fuente, qué aguas bebemos que a veces nos arrugan la mirada y nos decoloran la sonrisa.

Para escuchar las palabras de Jesús la Iglesia durante la Pascua nos acerca al Evangelio de Juan, que para algunas personas es belleza y poesía y para otras es más bien enigmático y filosófico. Este domingo, igual es porque escribimos desde una monasterio trinitario, lo que más resuena en el corazón es la presencia de las Tres Divinas Personas a lo largo del texto. Y, como no puede ser de otra manera, para hablar de Dios Trinidad habla de amar, del amor que damos, del que recibimos, del Amor. Y lo hace como simulando una danza de entrega y acogida.

El Espíritu mora en vosotros”… “yo estoy en mi Padre, vosotros en mí, yo en vosotros”… “quien me ama, será amado por mi Padre, y yo también lo amaré”

Si leemos el texto con serenidad nos está invitando a participar en la danza del Amor, con Jesús, con Abba, con el Espíritu Santo. Así que, para nuestras sorpresa, esta ruta por nuestro interior no nos lleva a una clase teórica de dogmática cristiana sino a un taller de danza. La torpeza no es una excusa, porque el taller está preparado para quien se decida a dejar a un lado el pequeño mundo de los razonamientos y dejarse llevar por el ritmo trinitario del Amor. El Amor que habita en ti. Tan solo escucha, y que el latir del corazón se acompase con el latir de Dios. ¡A danzar!

Oración.

Tus palabras refrescan nuestra alma,
todo se hace posible,
envueltas y a la vez habitadas por Ti,
nos hacemos música para Ti.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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El único amor es el que se manifiesta en obras.

Domingo, 21 de mayo de 2017
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enfants1Se habla de la presencia de Dios de Jesús y del Espíritu en la primera comunidad. Se trata de hacer ver a los cristianos de finales del s. I, que no estaban en inferioridad de condiciones con relación a los que habían conocido a Jesús; por eso es tan importante este tema, también para nosotros hoy. Nos pone ante la realidad de Jesús vivo, que nos hace vivir a nosotros con la misma Vida que él tenía antes y después de su muerte; y que ahora se manifiesta de una manera nueva. Se trata de la misma Vida de Dios (Zoe). Esto explica que entre en juego un nuevo protagonista: el Espíritu.

No debemos dejarnos confundir por la manera de formular estas ideas sobre la relación de Jesús, Dios y el Espíritu por aquellos cristianos de finales del s. I. No se trata de una relación con alguna entidad exterior al ser humano. Tampoco se está hablando de tres realidades separadas. Si uno se fija bien en el lenguaje, descubrirá que se habla de la misma realidad con nombres distintos. Una y otra vez insisten los textos en la identidad de los tres. Después de morir, el Jesús que vivió en Galilea, se identificó absolutamente con Dios que es Espíritu. Ahora los tres son indistinguibles.

Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Mandamientos que en el capítulo anterior quedaron reducidos a uno solo: amar. Quien no ama a los demás no puede amar a Jesús, ni a Dios. Los mandamientos son exigencia del amor. Las “exigencias” no son obligaciones impuestas desde fuera, sino la exigencia de amar, que viene del interior y que se debe manifestar en cada circunstancia concreta. Para Jn, “el pecado del mundo” era la opresión, que se manifiesta en toda clase de injusticias. El “amor” es también único, que se despliega en toda clase de solidaridad y entrega a los demás.

Yo pediré al Padre que os mande otro defensor que esté con vosotros siempre.Cuando Jesús dice que el Padre mandará otro defensor, no está hablando de una realidad distinta de lo que él es o de lo que es Dios. Está hablando de una nueva manera de experimentar el amor, que será mucho más cercana y efectiva que su presencia física durante la vida terrena. Primero dice que mandará al Espíritu, después que él volverá para estar con ellos, y por fin que el Padre y él vendrán y se quedarán. Esto significa que se trata de una realidad múltiple y a la vez única, Dios.

“Defensor” (paraklêtos) = el que ayuda en cualquier circunstancia; abogado, defensor cuando se trata de un juicio. Se trata de una expresión metafórica. La defensa a la que se refiere, no va a venir de otra entidad, sino que será la fuerza de Dios-Espíritu que actuará desde dentro de cada uno. Tiene un doble papel: interpretar el mensaje de Jesús y dar seguridad y guiar a los discípulos. El Espíritu será otrovaledor. Mientras estaba con ellos, era el mismo Jesús quien les defendía. Cuando él se vaya, será el Espíritu el único defensor, pero será mucho más eficaz, porque defenderá desde dentro.

“El Espíritu de la verdad”. La ambivalencia del término griego (alêtheia) = verdad y lealtad, pone la verdad en conexión con la fidelidad, es decir con el amor. “De la verdad” es genitivo epexegético; quiere decir, El Espíritu que es la verdad. Jesús acaba de decir que él era la verdad. “El mundo” es aquí el orden injusto que profesa la mentira, la falsedad. El mundo propone como valor lo que merma o suprime la Vida del hombre. Lo contrario de Dios. Los discípulos tienen ya experiencia del Espíritu, pero será mucho mayor cuando esté en ellos como único principio dinámico interno.

No os voy a dejar desamparados. En griego órfanoús = huérfanos se usa muchas veces en sentido figurado. En 13,33 había dicho Jesús: hijitos míos. En el AT el huérfano era prototipo de aquel con quien se pueden cometer impunemente toda clase de injusticias. Jesús no va a dejar a los suyos indefensos ante el poder del mal. Pero esa fuerza no se manifestará eliminando al enemigo sino fortaleciendo al que sufre la agresión, de tal forma que la supere sin que le afecte lo más mínimo.

El mundo dejará de verme; vosotros, en cambio, me veréis, porque yo tengo vida y también vosotros la tendréis. La profundidad del mensaje puede dejarnos en lo superficial de la letra. “Dejará de verme” y “me veréis”, no hace referencia a la visión física. No se trata de verlo resucitado, sino de descubrir que sigue dándoles Vida. Esta idea es clave para entender bien la resurrección. El mundo dejará de verlo, porque solo es capaz de verlo corporalmente. Ellos, que durante la vida terrena lo habían visto como el mundo, externamente, ahora serán capaces de verlo de una manera nueva.

Aquel día experimentaréis que yo estoy identificado con mi Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros. Al participar de la misma Vida de Dios, de la que el mismo Jesús participa, experimentarán la unidad con Jesús y con Dios. Es una experiencia de unidad e identificación tan viva que nadie podrá arrancársela. Es una comunión de ser absoluta entre Dios y el hombre. Por eso, al amar ellos, es el mismo Dios quien ama. El amor-Dios se manifiesta en ellos como se manifestó en Jesús.

“El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; a quien me ama le amará mi Padre y le amaré yo y yo mismo me manifestaré a él”. Su mensaje es el del amor al hombre y no el del sometimiento. La presencia de Jesús y Dios se experimenta como una cercanía interior, no externa. En (14,2) Jesús iba a preparar sitio a los suyos en el “hogar”, familia del Padre. Aquí son el Padre y Jesús los que vienen a vivir con el discípulo. En el AT la presencia de Dios se localizaba en un lugar, la tienda del encuentro o el templo, ahora cada miembro de la comunidad será morada de Dios. No será sólo una experiencia interior; el amor manifestado hará visible esa presencia.

Un versículo después de lo que hemos leído dice: el que me ama cumplirá mi mensaje y mi Padre le demostrará su amor: vendremos a él y permaneceremos con él. Los discípulos tienen garantizada la presencia del Padre y la de Jesus. Esa presencia no será puntual, sino continuada. Una vez más se utiliza el verbo “permanecer” que expresa una actitud decidida de Dios con el hombre. También queda una vez más confirmada la identidad del Jesús con Dios, una vez que ha terminado su trayectoria terrena.

Jesús vivió una identificación con Dios que no podemos expresar con palabras. “Yo y el Padre somos uno.” A esa misma identificación estamos llamados nosotros. Hacernos una cosa con Dios, que es espíritu y que no está en nosotros como parte alícuota de un todo que soy yo, sino como fundamento de mi ser, sin el cual nada puede haber de mí. Esa presencia de Dios en mí no altera para nada mi individualidad. Yo soy totalmente humano y totalmente divino. El vivir esta realidad es lo que constituye la plenitud del hombre.

Meditación

Nos empeñamos en meter en conceptos lo indecible.
Solo la vivencia puede saciar el ansia de conocer y amar.
Lo que te empeñas en buscar fuera, no existe más que dentro.
El ojo ya no existe, ni hay nada que mirar.

Vete al centro de ti y descubre tu esencia.
Ese descubrimiento colmará tus anhelos.
Descubre que la Vida, desde el centro de ti,
ha transformado todo tu ser en Luz.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Otro Paráclito

Domingo, 21 de mayo de 2017
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766c2beac81bb1ac7b41ec146ec21e38He tenido la cabeza inclinada hacia las estrellas desde que puedo recordar. Pero, ¿sabes lo que me sorprendió? No les estaba mirando a ellas. Te estaba encontrando a ti. (Película “Arrival” 2017)

19 de mayo. Domingo IV de Pascua

Jn 14, 15-21

Le pediré al Padre que os envíe otro Valedor que esté siempre con vosotros.

Al otro Paráclito que Jesús pide al Padre para que esté siempre con nosotros podríamos liberarle de la esclerotización en que la teología y los ritos arcaicos le han hecho prisionero, y lanzarle a volar por el mundo en plenitud de alas sobre los horizontes de la realidad humana como apunta Leonardo Boff en Los Sacramentos de la vida“Este espíritu vive hoy en los manantiales de nuestra experiencia cultural. Es como un río subterráneo que alimenta las fuentes, y éstas a los ríos de superficie. No lo vemos, pero es lo más importante, porque hominiza las cosas y humaniza nuestras relaciones con ellas. Detecta el sentido secreto en ellas inscrito”.

Los Hechos de los Apóstoles nos dicen que esa era la labor de sus discípulos cuando después de dar testimonio, anunciaban la Buena Nueva por las aldeas de Samaria (Hch 8, 25). Esta es la manera más acorde de hacer realidad la Pascua cada día. Y en este caso sí que la vemos, porque se hace evidente en la tarea de atención humanitaria en que tantos están comprometidos, pues como dice San Pablo en Rom 1, 19, lo que se puede conocer de Dios lo tenemos a la vista.Y ésta era también la del señor Mansueto, profesor de Boff. “Para quienes le conocimos y fuimos sus alumnos, dice, representó el símbolo fundamental de los valores de la existencia, tales como el idealismo, la abnegación, la humildad, el amor al prójimo, la sabiduría de la vida. Valores que no se comunican en abstracto sino proclamándolos o defendiéndolos. Y más en concreto, viviéndolos y refiriéndolos a personas que los encarnan con sus vidas”.

Quien mejor supo hacerlo fue nuestro Maestro siendo sacramento de aquellos valores que vivió hasta su máxima radicalidad y encarnó en la más cristalina limpidez. En él, como relata el NT, apareció la benignidad y el amor humanitario de Dios, nuestro salvador (Ti 3,4; 2 Tim 1,10). Era la forma visible del Dios invisible (Col 1,15), la irrupción epifánica de la divinidad en la diafanía de la carne visible y palpable (Col 2,9). «Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre», dice a Felipe (Jn 14, 9).

En la película estadounidense Arrival (2017), de ciencia ficción y drama, el director Denis Villeneuve pone en boca de Ian Donnelly estas palabras dirigidas a Louise Banks: “He tenido la cabeza inclinada hacia las estrellas desde que puedo recordar. Pero, ¿sabes lo que me sorprendió? No les estaba mirando a ellas. Te estaba encontrando a ti”. A las que le respondió Louise: “Olvidé lo bien que se sentía el ser sostenida por ti”. Referencias que con toda propiedad nosotros podemos aplicar a la didascálica figura del Espíritu y de Jesús.

Figuras que no sería descabellado sospechar ocultas en estos versos del poema El aire, de Jorge Guillén:

Aquellos días de entonces
vagan ahora disueltos
en este esplendor que impulsa
lo más leve hacia lo eterno.

En Mírame, del vate mexicano Antonio Torres Villén (1760-1812), se resaltan la ansias que el poeta tiene -y nosotros con él- de que la luz que nos viene de Jesús nos ilumine y penetre en el alma.

MÍRAME (Fragmento)

Sólo me basta Señor
Tu Gracia en mí derramada,
como un perfume preciado
que por amor tú me has dado
y así, mi vida inundada…
…se siente cuando yo miro
Tu gloria cada mañana,
y en la noche cuando el Sol
se ha puesto, sigue tu amor
iluminando mi cama.

Me basta que tú me mires
al levantarme en el alba,
y que tu gloria me llene
de esa luz, que de ti viene
y que penetra en mi alma.

(…………)

En esta noche, y a solas,
quiero venir ante ti,
y mañana al despertarme
quiero en tus ojos mirarme
y que te fijes en mí.

 Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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