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“Una Iglesia despierta”. 1 Domingo de Adviento – B (Marcos 13,33-37)

Domingo, 30 de noviembre de 2014
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01advientoB1cerezoLas primeras generaciones cristianas vivieron obsesionadas por la pronta venida de Jesús. El resucitado no podía tardar. Vivían tan atraídos por él que querían encontrarse de nuevo cuanto antes. Los problemas empezaron cuando vieron que el tiempo pasaba y la venida del Señor se demoraba.

Pronto se dieron cuenta de que esta tardanza encerraba un peligro mortal. Se podía apagar el primer ardor. Con el tiempo, aquellas pequeñas comunidades podían caer poco a poco en la indiferencia y el olvido. Les preocupaba una cosa: «Que, al llegar Cristo, nos encuentre dormidos».

La vigilancia se convirtió en la palabra clave. Los evangelios la repiten constantemente: «vigilad», «estad alerta», «vivid despiertos». Según Marcos, la orden de Jesús no es solo para los discípulos que le están escuchando. «Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: Velad». No es una llamada más. La orden es para todos sus seguidores de todos los tiempos.

Han pasado veinte siglos de cristianismo. ¿Qué ha sido de esta orden de Jesús? ¿Cómo vivimos los cristianos de hoy? ¿Seguimos despiertos? ¿Se mantiene viva nuestra fe o se ha ido apagando en la indiferencia y la mediocridad?

¿No vemos que la Iglesia necesita un corazón nuevo? ¿No sentimos la necesidad de sacudirnos la apatía y el autoengaño? ¿No vamos a despertar lo mejor que hay en la Iglesia? ¿No vamos a reavivar esa fe humilde y limpia de tantos creyentes sencillos?

¿No hemos de recuperar el rostro vivo de Jesús, que atrae, llama, interpela y despierta? ¿Cómo podemos seguir hablando, escribiendo y discutiendo tanto de Cristo, sin que su persona nos enamore y trasforme un poco más? ¿No nos damos cuenta de que una “Iglesia dormida” a la que Jesucristo no seduce ni toca el corazón, es una Iglesia sin futuro, que se irá apagando y envejeciendo por falta de vida?

¿No sentimos la necesidad de despertar e intensificar nuestra relación con él? ¿Quién como él puede liberar nuestro cristianismo de la inmovilidad, de la inercia, del peso del pasado, de la falta de creatividad? ¿Quién podrá contagiarnos su alegría? ¿Quién nos dará su fuerza creadora y su vitalidad?

José Antonio Pagola

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” Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa”. Domingo 30 de noviembre de 2014. Domingo 1º de Adviento.

Domingo, 30 de noviembre de 2014
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1609802_527682714013418_497079345_nLeído en Koinonia:

Isaías 63,16b-17.19b;64,2b-7: ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases!.
Salmo responsorial: 79: Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
1Corintios 1,3-9: Aguardamos la manifestación de nuestro Señor Jesucristo.
Marcos 13,33-37: Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa.

La comunidad judía que retorna del exilio enfrenta un gran desafío: reconstruir los fundamentos de la nación, la ciudad y el Templo. No era una tarea fácil. La mayoría de los exiliados ya se habían organizado en Babilonia y en otras regiones del imperio caldeo. La mayor parte de los que habían llegado desde Judea cincuenta años antes ya habían muerto y los descendientes no sentían gran nostalgia por la tierra de sus padres. Los profetas los habían invitado continuamente a reconocer los errores que habían conducido a la ruina, pero la mayor parte de los exiliados ignoraban a los mediadores de Yahvé.

Algunos tomaron entre sus manos el proyecto de reconstruir la identidad, las instituciones y la vida de la nación. Sin embargo, no contaron inicialmente con mucho apoyo, Parecía una idea loca e innecesaria: para qué volver a Jerusalén si ya no haía remedio… Lo mismo nos ocurre a veces a nosotros, vivimos de la nostalgia del pasado pero no nos comprometemos a transformar la realidad del presente. Añoramos otros tiempos en que se vivía mejor, pero no rescatamos los valores que hacen posible una convivencia humana justa y equitativa.

Jesús hace a sus discípulos una recomendación que hoy nos sorprenden: mantenerse despiertos. ¡Todo lo contrario de lo que nosotros haríamos! Pero él tiene sus razones. Si cada día estamos embargados por las preocupaciones más superfluas, lo más seguro es que se nos pase la hora apropiada para realizar la misión que Jesús nos encomienda. Jesús, en el evangelio, nos enseña a estar en guardia contra los que creen que las enseñanzas cristianas son algo superfluo. El evangelio debe ser proclamado donde sea necesario, deber ser colocado donde se vea, debe ponerse al alcance de todos. Nuestra misión es hacer del evangelio una lámpara que ilumine el camino de la vida y nos mantenga en actitud vigilante.

 La interpretación que se daba a estos textos del evangelio que apuntan hacia el futuro o hacia la escatología estuvo casi siempre revestida de un tinte apocalíptico y de temor: el Señor había establecido un plazo, que se nos podría acabar en cualquier momento, imprevisiblemente, por lo cual necesitábamos estar preparados para un juicio sorpresivo y castigador que el Señor podría abrir en cualquier momento contra nosotros. «Que la muerte nos sorprenda confesados». Este miedo funcionó durante mucho tiempo, durante tantos siglos como duró una imagen mítica de Dios, excesivamente calcada de la imagen del señor soberano feudal que dispone despóticamente sobre sus súbditos. El miedo a la condenación eterna, tan impregnado en la sociedad cristiana medieval y barroca, hizo que la «huelga de confesonarios» pudo ser en determinados momentos un arma esgrimida por el clero contra las clases altas, por ejemplo por parte de los misioneros defensores del pueblo contra los conquistadores españoles dueños de esclavos (recuérdese el film La misión). Causa sonrisas pensar en la eficacia que una tal «huelga de confesionarios» pudiera tener hoy día… Y es que la estrella de la «vida eterna», el dilema de la salvación/condenación eternas, brillaba con su potencia indiscutible en el firmamento de la cosmovisión del hombre y la mujer premodernos… Pero son tiempos idos. Sería un error enfocar el comentario a evangelios como el que hoy leemos en esa misma perspectiva, pensando que nuestros contemporáneos son todavía premodernos…

El estado de alerta, la mirada atenta al futuro que evita el adocenamiento o la rutina… sí que es una categoría y una dimensión del hombre y de la mujer modernos. Si lo interpretamos como «esperanza», la pertinencia del mensaje aún es más vigente.

¿Qué puede significar «Adviento» para la sociedad actual? Como nombre de un tiempo litúrgico significa bien poco, y no habría que lamentarse mucho ni gastar pólvora inútilmente, pues cualquier día –tal vez más pronto que tarde- la Iglesia cambiará el esquema de los ciclos de la liturgia, que clama a gritos por una renovación. Lo que importa no es el tiempo litúrgico, sino el Adviento mismo, el «Advenimiento» –que eso significa la palabra–, el «noch nicht Sein» como diría Ernst Bloch, aquello cuya forma de ser consiste en «no ser todavía pero tratando de llegar a ser»… Ateo como era, Bloch construyó toda su poderoso edificio filosófico sobre la base de la utopía y la esperanza, y presentó en bellas páginas inolvidables la grandeza heroica del santo y del mártir ateo, capaz de dar la vida en aras de su esperanza… Ebeling, en la misma línea decía: «lo más real de lo real, no es la realidad misma, sino sus posibilidades»… Lo real más real no es sin más lo real, sino las posibilidades de ser que lo que hoy es lleva consigo.

Después de los años 90 del siglo pasado, estamos en un tiempo en el que se dice que se ha dado un «desfallecimiento utópico». Con el triunfo del neoliberalismo y la derrota de las utopías (no «de las ideologías», alguna de las cuales siguen muy vivas), la cultura moderna –o mejor posmoderna- castiga al pensamiento esperanzado y utopista. El ser humano moderno-posmoderno está escarmentado. Ya no cree en «grandes relatos». Se nos ha impuesto una cultura anti-utópica, antimesiánica, a-escatológica, ¿sin esperanza?, a pesar de la brillantez de que hacen gala los productos de la industria mundial del entretenimiento; detrás del atractivo seductor de ese entretenimiento, la imagen de ser humano que queda está ayuna de toda esperanza que trascienda siquiera mínimamente el «carpe diem» o el «disfruta la vida». ¿Qué advenimiento («adviento») espera el hombre y la mujer contemporáneos? ¿Cómo vivir el adviento en una sociedad que no espera ningún «advenimiento»? Desde luego, no reduciendo el adviento a un «tiempo litúrgico», o a un tiempo pre-navidad… ¿Cómo pues?

El Advenimiento que esperamos los cristianos no es la Navidad… Ni siquiera es «el cielo»… ¡Es el Reino! No es otro mundo… es este mismo mundo… ¡pero «totalmente otro»! Se puede ser cristiano sin celebrar el adviento, ¡pero no sin preparar el Advenimiento! Ser cristiano es hacer propia en el corazón la nostalgia de Aquel que decía: «fuego he venido a traer a la tierra, y ¡cómo deseo que arda…!». Los cristianos no pueden inculturarse del todo en esta cultura anti-utópica y sin «grandes relatos», porque somos hijos de la gran Utopía de la Causa de Jesús, y tenemos el «gran relato» del Proyecto de Dios… Podríamos no celebrar el adviento, pero no podemos dejar de darnos la mano con los santos y mártires ateos (quedan pocos) y con todos los hombres y mujeres de la tierra, de cualquier religión del planeta, para trabajar denodadamente por el Advenimiento del Nuevo Mundo.

Cada vez se perfila mejor: crear un Mundo Nuevo, fraterno-sororal y solidario, sin imperios ni instituciones transnacionales o mundiales explotadoras de los pobres, lo que Jesús llamó «malkuta Yahvé» en su boca aramea, Reino de Dios, pero dicho con palabras y hechos de este ya tercer milenio, ése es el Advenimiento que esperamos, el sueño que nos quita el sueño, lo que nos hace estar en «alerta». Leer más…

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Adviento, Puerta de futuro (30.11.14): Despertad, han pasado las bestias

Domingo, 30 de noviembre de 2014
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DHRYTDel blog de Xabier Pikaza:

Mc 13, 33-36. El domingo pasado terminaba el año litúrgico 2014 con una llamada de juicio y vigilancia. Empieza hoy el nuevo año 2015 con otra llamada, pero no de juicio sino de esperanza: Despertaos .

Por esperanza vivimos, pues si no fuera así nos habríamos matado hace milenios. Hemos vivido y seguimos avanzando sobre un abismo de amenazas,pero tenemos que despertar un año más y superar las tempestades, como puede evocar esa puerta sobre la playa del poniente, en As Catedrais, Ribadeo.

Ha pasado el tiempo de las tres bestias

1. El año 1848 lanzaron Marx y Engels su Manifiesto Comunista, anunciando que un gran fantasma recorre ya los caminos de Europa, y avanza imparable sobre el mundo, el fantasma comunista. Casi doscientos años han pasado y el fantasma con sus rasgos visionarios verdaderos no ha logrado no logra tomar un rostro humano, en plenitud y justicia. El “fantasma rojo” del comunismo (1ª Bestia)sigue aleteando en diversos lugares, pero no logra dar un sentido a la historia.

2. El año 1933 (27.5) proclamó Heidegger, en el discurso rectoral de Freiburg i.B., su ploclama platónico-nazi, diciendo que había que estar decididos” (con Entschlossenheit), en medio de la gran tormenta, citando y deformando una gran frase de Platón, (República, 497 d,9).«Todo lo grande está en medio de la tempestad» («Alles Grosse steht in Sturm»). La suya, no la de Platón, era la Sturm o tormenta (Sturm und Drang: Asalto e ímpetu) de las Fuerzas de Asalto del Nazismo, que intentaba recrear el universo mundo partiendo de los arios alemanes, los “animales rubios” de la historia (2ª Bestia). Han pasado cien años, y la decepción de esa “filosofía” sigue siendo más grande que nunca.

3. En tono ya muy menor, con rasgos de cinismo narcisista, el año 1992, F. Fukuyama proclamaba por fin la llegada del “último hombre”, con el fin de la historia (The End of History and the Last Man). Tras la impotencia del comunismo y la tragedia del nazismo había llegado ya el hombre definitivo, capitalista y liberal, al servicio de un mercado controlado por una élite de especuladores encabezados por la bestia blanca del Gran CVapital y sus aliados. Casi veinticinco años han pasado. La injusticia y ruindad de ese programa es más evidente que nunca.

Despertaos

Pues bien, tras esas tres bestias, dignas del Apocalipsis de Juan (donde hay también 3 o 4 avanzando por la historia), podemos detenernos una vez más y escuchar la palabra de la llegada (el Adviento) del Hombre de Dios, conforme a la esperanza profética, recreada por Jesús, de manera que podemos y debemos despertar. Es el tiempo de la gran palabra: Despertaos.

Empieza así otra vez el Adviento y vamos a celebrar de nuevo la esperanza, marcada por la Venida de Dios en quien creemos, Dios del sol y de la tarde huidiza sobre el agua de la vida. Así lo proclama este evangelio, que extiende ante nosotros una vía de esperanza. La palabra de este tiempo es “velad”, es decir, despertaos (agrhypneite: salid del sueño), mantened vuestra esperanza ante la llegado del Hombre Nuevo, no dejéis que el miedo o el sueño os domine. Buen día a todos, buen Adviento. Llega Dios, es decir, llegamos nosotros mismos.

Texto litúrgico ampliado: Mc 13, 28-36

No me quiero limitar al texto reducido de la liturgia (Mc 13, 33-36). Prefiero verlo en su entorno (Mc 13, 28-26), mirado desde todo Mc 13, el más duro y más consolador de todos los textos de esperanza cristiana, un pasaje lleno de guerras y enfrentamientos, de hambres y terrores, pero también de caminos abiertos y presencias activas.

Este capítulo recoge la palabra que Jesús dirigió a sus cuatro discípulos primeros (Pedro y Andrés, Santiago y Juan), sobre el Monte de los Olivos, abriendo sus ojos, para que vieran el misterio de los tiempos (cf. Mc 13, 3-4).

(El material de este comentario lo tomo de mi Evangelio de Marcos, Verbo Divino, Estella 2010)

a. (Está a las puertas)….

28 Fijaos en lo que sucede con la higuera. Cuando sus ramas se ponen tiernas y brotan las hojas, conocéis que se acerca el verano. 29 Pues lo mismo vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que ya está cerca, a las puertas.

b. (En esta generación, ya ha llegado)

30 Os aseguro que no pasará esta generación sin que todo esto suceda. 31 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

b’ (Ni Cristo sabe, ni lo sabe el Hijo)

32 En cuanto al día y la hora, nadie sabe nada, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sino sólo el Padre.

a’ (despertad)

¡Cuidado! Despertaos (agrhypneite: salid del sueño), porque no sabéis cuándo llegará el momento. 34 Sucederá lo mismo que con aquel que se ausentó de su casa, encomendó a cada uno de los siervos su tarea y encargó al portero que velase. 35 Así que velad, porque no sabéis cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a media noche, al canto del gallo o al amanecer. 36 No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos. 37 Lo que a vosotros os digo, lo digo a todos: ¡Velad!

Éste es el final del final

El evangelio de Marcos ha dicho lo importante sobre la crisis de los tiempos, con la llegada del Hijo del Hombre, es decir, de la humanidad verdadera (Mc 13,24-27). Pero a fin de completar ese mensaje (¡viene el Hijo del Hombre!) en forma positiva, en clave de advertencia eclesial, este pasaje recoge dos palabras distintas complementarias.

Este mensaje tiene dos elementos, lo mismo que la gran palabra de Mc 1, 14-15 (convertíos…). (a) Por un lado la certeza de que hay Dios, y Dios mismo nos despierta, desde dentro, para que podamos asumir nuestra más honda realidad de humanos/divinos. (b) Por otro lado la exigencia de que nosotros mismos salgamos del sueño en que estamos hundidos, un sueño de fantasías (Marx), de violencias (Heidegger), de impotencias aprovechadas por los “listos de turno” (Fukuyama).

Esta es nuestra definición más honda: Somos seres que podemos despertar…

— (b) Todas estas cosas han de suceder en esta generación (13, 30). Ésta es una palabra que se puede atribuir al Jesús histórico: en esta misma generación (en este tiempo que es el nuestro) se cumple ya todo. Estamos al fin de los tiempos, ante la Hora decisivo. El Evangelio de Marcos dirige esta palabra de Jesús a los lectores/oyentes de su evangelio. Ahora, cuando se proclama esta palabra, sucederán estas cosas. Leer más…

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Súplica, realidad, vigilancia. Domingo 1º de Adviento. Ciclo B.

Domingo, 30 de noviembre de 2014
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OLYMPUS DIGITAL CAMERADel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

¿Cuatro semanas para prepararnos a recordar el nacimiento de Jesús? No. El Adviento es más que eso. No se trata de recordar románticamente un hecho pasado, se trata de comprender a fondo lo ocurrido y prepararnos para el encuentro definitivo con el Señor.

Suplica (Isaías 63, 16b-17. 19b; 64, 2b-7)

La primera lectura nos sitúa siglos antes de la venida de Jesús. El pueblo de Israel se ve como un trapo sucio, como árbol de ramas secas y hojas marchitas. La situación no sería muy distinta de la nuestra. Pero el pueblo, en vez de culpar a los políticos, a los banqueros, al FMI y a la Sra. Merkel, piensa que todo se debe a que Dios le oculta su rostro por culpa de sus pecados, porque nadie invoca su nombre ni se aferra a Él. Lo lógico sería que el pueblo prometiese cambiar de conducta, interesarse por Dios. Sin embargo, en vez de prometer un cambio le pide a Dios que sea él quien cambie: que recuerde que es nuestro Padre (la idea aparece al comienzo y al final de la lectura), que vuelva, rasgue el cielo y baje. ¿Cómo responderá Dios a esta petición?

Tú, Señor, eres nuestro padre, tu nombre de siempre es Nuestro redentor. Señor, ¿por qué nos extravías de tus caminos y endureces nuestro corazón para que no te tema? Vuélvete, por amor a tus siervos y a las tribus de tu heredad. iOjalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia! Bajaste, y los montes se derritieron con tu presencia. Jamás oído oyó ni ojo vio un Dios, fuera de ti, que hiciera tanto por el que espera en e1. Sales al encuentro del que practica la justicia y se acuerda de tus caminos. Estabas airado, y nosotros fracasamos: aparta nuestras culpas, y seremos salvos. Todos éramos impuros, nuestra justicia era un paño manchado; todos nos marchitábamos como follaje, nuestras culpas nos arrebataban como el viento. Nadie invocaba tu nombre ni se esforzaba por aferrarse a ti; pues nos ocultabas tu rostro y nos entregabas en poder de nuestra culpa. Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero: somos todos obra de tu mano.

Realidad (1 Corintios 1,3-9)

La respuesta de Dios supera con creces lo que pedía el pueblo en la lectura de Isaías, aunque de modo distinto. Dios Padre no rasga el cielo, no sale a nuestro encuentro personalmente. Envía a Jesús, y mediante él nos ha enriquecido en todo y nos llama a participar en la vida de su Hijo. Por consiguiente, añade Pablo, “No carecéis de ningún don”. En una época de crisis, en la que tanta gente se lamenta, a veces con razón, de las muchas cosas de que carece, estas palabras pueden resultar casi hirientes: “No carecéis de ningún don”. Buen momento el Adviento para pensar en qué cosas valoramos: si las materiales, que a menudo faltan, o las que proporciona Jesús: la certeza de que Dios es fiel, está de nuestra parte y nos mantendrá firmes hasta el encuentro final con Él.

Hermanos: La gracia y la Paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean con vosotros. En mi acción de gracias a Dios os tengo siempre presentes, por la gracia que Dios os ha dado en Cristo Jesús. Pues por él habéis sido enriquecidos en todo: en el hablar y en el saber; porque en vosotros se ha probado, el testimonio de Cristo. De hecho, no carecéis de ningún don, vosotros que aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. El os mantendrá firmes hasta el final, para que no tengan de que acusaros en el día de Jesucristo, Señor nuestro. Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo, Jesucristo, Señor nuestro. ¡Y él es fiel!

Vigilancia (Marcos 13, 33-37)

No deja de ser irónico que precisamente el evangelio no hable de Dios Padre ni de Jesús. Se centra por completo en nosotros, en la actitud que debemos tener: “vigilad”, “velad”, “velad”. Tres veces la misma orden en pocas líneas. Porque el Adviento no es sólo recordar la venida del Señor, es también prepararse para el encuentro final con Él.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Mirad, vigilad: pues no sabéis cuando es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejo su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: !Velad!”

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