Comentarios desactivados en El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido… Para dar libertad a los oprimidos.
Una llamada a la entrega, al compromiso de seguirle sólo a Él:
*
Preguntas para subir y bajar el monte Carmelo
(A Gustavo Gutiérrez,
maestro espiritual
en los altiplanos de la Liberación,
por su itinerario latinoamericano
“Beber en su propio pozo”).
«Por aquí ya no hay camino».
¿Hasta dónde no lo habrá?
Si no tenemos su vino
¿la chicha no servirá?
¿Llegarán a ver el día
cuantos con nosotros van?
¿Cómo haremos compañía
si no tenemos ni pan?
¿Por dónde iréis hasta el cielo
si por la tierra no vais?
¿Para quién vais al Carmelo,
si subís y no bajáis?
¿Sanarán viejas heridas
las alcuzas de la ley?
¿Son banderas o son vidas
las batallas de este Rey?
¿Es la curia o es la calle
donde grana la misión?
Si dejáis que el Viento calle
¿qué oiréis en la oración?
Si no oís la voz del Viento
¿qué palabra llevaréis?
¿Que daréis por sacramento
si no os dais en lo que deis?
Si cedéis ante el Imperio
la Esperanza y la Verdad
¿quién proclamará el misterio
de la entera Libertad?
Si el Señor es Pan y Vino
y el Camino por do andáis,
si al andar se hace camino
¿qué caminos esperáis?
(Desde la Amazonia brasileña,
en tiempos de probación
y de invencible esperanza criolla).
*
Pedro Casaldáliga El Tiempo y la espera. Sal terrae, 1986
***
En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendio por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan.
Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
– “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido.
Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista.
Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor.”
Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles:
– “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oir.”
*
Lucas 1, 1-4; 4, 14-21
***
El anuncio del Mesías va dirigido antes que nada a los afligidos. En primer lugar, dispone a los humildes por estar humillados; después, a los abatidos, a los que tienen roto el corazón por las penas; a continuación, se dirige a las cárceles para gritar a los prisioneros la libertad, para abrir los cepos de los atados. El Mesías no distingue entre culpables e inocentes, sino que proclama en su tiempo una amnistía general, que afecta, naturalmente, a los siervos, a los esclavos vendidos.
A Jesús le correspondió leer un sábado estos versículos de Isaías en la sinagoga. Fue en Nazaret, como nos cuenta el evangelio de Lucas. Leyó ante su gente estos versículos plenos de poder y anunciadores de la llegada de grandes cambios. Cuando acabó la lectura declaró que aquellas palabras de Isaías se habían vuelto urgentes, actuales, a través de él, Jesús. Él era el ungido de Dios, el Mesías venido a cumplir en el presente las profecías pendientes. Los presentes se quedaron estupefactos y, después, reaccionaron con hostilidad, expulsándole. Para ellos, era una blasfemia que un hombre se pudiera declarar mesías.
Ahora bien, por encima de esto, estaban espantados por el anuncio de que los versículos de Isaías pudieran cumplirse verdaderamente en su tiempo. Aunque una persona de fe pueda pedir a Dios que venga su Reino y se haga su voluntad, no por ello estará dispuesta a acoger el primero y la segunda. Aquí está el Mesías que consuela a los humildes y a los abatidos y libera a los prisioneros y a los siervos de sus cepos.
Estos versículos de Isaías, como muchos otros, ponen a prueba a las personas de fe: ¿están dispuestas a resistir la venida, el cumplimiento de los tiempos anunciados? Al final, pocos están dispuestos a creer que los versículos de Isaías son actuales. Pocos se comportarían de una manera diferente a los habitantes de Nazaret. Sin embargo, cada generación pasa rozando al Mesías, y corresponde sólo a los creyentes allanar su llegada.
*
Erri de Luca, Ora prima,
Magnano 1997, pp. 75-77, passim.
Comentarios desactivados en “La primera mirada”. 3 Tiempo ordinario – C (Lucas 1,1-4; 4,14-21)
La primera mirada de Jesús no se dirige al pecado de las personas, sino al sufrimiento que arruina sus vidas. Lo primero que toca su corazón no es el pecado, sino el dolor, la opresión y la humillación que padecen hombres y mujeres. Nuestro mayor pecado consiste precisamente en cerrarnos al sufrimiento de los demás para pensar solo en el propio bienestar.
Jesús se siente «ungido por el Espíritu» de un Dios que se preocupa de los que sufren. Es ese Espíritu el que lo empuja a dedicar su vida entera a liberar, aliviar, sanar, perdonar: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad y a los ciegos la vista, para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor».
Este programa de Jesús no ha sido siempre el de los cristianos. La teología cristiana ha dirigido más su atención al pecado de las criaturas que a su sufrimiento. El conocido teólogo Johann Baptist Metz ha denunciado repetidamente este grave desplazamiento: «La doctrina cristiana de la salvación ha dramatizado demasiado el problema del pecado, mientras ha relativizado el problema del sufrimiento». Es así. Muchas veces la preocupación por el dolor humano ha quedado atenuada por la atención a la redención del pecado.
Los cristianos no creemos en cualquier Dios, sino en el Dios atento al sufrimiento humano. Frente a la «mística de ojos cerrados», propia de la espiritualidad del Oriente, volcada sobre todo en la atención a lo interior, el que sigue a Jesús se siente llamado a cultivar una «mística de ojos abiertos» y una espiritualidad de responsabilidad absoluta para atender al dolor de los que sufren.
Al cristiano verdaderamente espiritual –«ungido por el Espíritu»– se le encuentra, lo mismo que a Jesús, junto a los desvalidos y humillados. Lo que le caracteriza no es tanto la comunicación íntima con el Ser supremo cuanto el amor a un Dios Padre que lo envía hacia los seres más pobres y abandonados. Como ha recordado el cardenal Martini, en estos tiempos de globalización, el cristianismo ha de globalizar la atención al sufrimiento de los pobres de la Tierra.
Comentarios desactivados en “Hoy se cumple esta Escritura”. Domingo 26 de enero de 2025. Domingo 3º del Tiempo Ordinario
Leído en Koinonia:
Nehemías 8, 2-4a. 5-6. 8-10: Leían el libro de la Ley, explicando el sentido. Salmo responsorial: 18: Tus palabras, Señor, son espíritu y vida. 1Corintios 12, 12-30: Vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro. Lucas 1, 1-4; 4, 14-21: Hoy se cumple esta Escritura.
En el libro de Nehemías se nos cuenta de una lectura pública y solemne del libro de la ley de Dios, el que nosotros los cristianos llamamos Pentateuco y en cambio los judíos designan como “Toráh”, Ley. Estamos a finales del siglo V AC, los judíos hace pocos años que han regresado del destierro en Babilonia y a duras penas han logrado reconstruir el templo, las murallas de la ciudad, sus propias casas. Les hace falta urgentemente una norma de vida, una especie de “constitución” por medio de la cual puedan regirse en todos las aspectos de la vida personal, social y religiosa. Esdras, un líder carismático, respetado por todos y considerado levita y escriba, es decir, sacerdote y maestro, les da esa ley, esa constitución que necesitan, proclamando solemnemente, ante todo el pueblo reunido, la santa Ley de Dios. Ya vimos como respondió la gente: comprometiéndose a cumplirla y guardarla, llorando sus infidelidades y, a instancias de sus líderes, celebrando una fiesta nacional: la fiesta de la promulgación de la Ley divina. Desde ese remoto día, quinientos años antes de Jesucristo, hasta hoy, los judíos ordenan sus vidas según los mandatos de la Toráh o Pentateuco.
El texto de Lc 4, 14ss era un texto sin relevancia en la vida práctica de la comunidad cristiana hasta hace sólo 50 años, un texto olvidado, como tantos otros que hoy nos parecen fundamentales. Fue la teología latinoamericana la que puso de relieve este texto como capital. Lucas lo pone al inicio de la vida pública de Jesús. Puede que no corresponda a algo que aconteciera realmente al principio (Juan, de hecho, pone otros pasajes como comienzo de su evangelio), pero lo fue en su significación. O sea, tal vez no ocurrieron las cosas así (y no es posible saberlo históricamente), pero Lucas tiene razón cuando sitúa esta escena en su evangelio como un inicio programático que contiene ya, en germen, simbólicamente, toda su misión.
Jesús, sin duda, tuvo que interpretar muchas veces su propia vida con estos textos proféticos de Isaías. Parece obvio que Jesús vio su vida como el cumplimiento, como la prolongación de aquel anuncio profético de la “Buena Noticia para los pobres”. La misión de Jesús es el anuncio de la Buena Noticia de la Liberación. La “ev-angelización” (“eu-angelo” = buena noticia) no es más que una forma de la liberación, la “liberación por la palabra”.
Las aplicaciones son muchas, y bastante directas:
-La misión cristiana hoy, continuando la misión de Jesús, tiene que ser… eso mismo, o sea: “continuación de la misión de Jesús”, en sentido literal y directo. Ser cristiano, en efecto, será «vivir y luchar por la Causa de Jesús», sentirse llamado a proclamar la Buena Noticia de la Liberación, entendiéndolo en su literalidad más material también: la “Buena Noticia” tiene que ser «buena» y tiene que ser «noticia». No se puede sustituir semánticamente por el «catecismo» o la «doctrina». Jesús no vino a enseñar “la doctrina”; la “evangelización” de Jesús no fue una «catequesis eclesiástico-pastoral»…
-La misión de Jesús no puede pretender ser neutral, “de centro”, “para todos sin distinción”, no inclinada ni para los ricos ni para los pobres… como pretenden tantas veces quienes confunden la Iglesia con una especie de anticipo piadoso de la Cruz Roja… Lo peor que podría decirse del evangelio es que fuese neutral, que no se pronuncia, que no opta por los pobres… La peor ideología sería la que ideologiza el evangelio de Jesús diciendo que es neutro e indiferente a los problemas humanos, sociales, económicos y políticos, porque se referiría sólo a “lo espiritual”…
-Puede ser bueno recordar una vez más: Jesús está lejos de la beneficencia y del asistencialismo… No se trata de “hacer caridad” a los pobres, sino de inaugurar el orden nuevo integral, el único que permite hablar de una liberación real… Es importante caer en la cuenta de que muchas veces que se habla de opción “preferencial” por los pobres se está claramente en una mentalidad asistencial, muy alejada del espíritu de Lc 4, 14ss.
-La palabra evangelizadora, o es activa y práctica en la praxis de liberación, o es anti-evangelizadora. La palabra evangelizadora no es palabra de teoría abstracta. Es una palabra que hace referencia a la realidad y la confronta con el proyecto de Dios. “Evangelizar es liberar por la palabra” (Nolan). Una palabra que no entra en la historia, que no se pronuncia, que se mantiene por encima de ella o en las nubes, que no moviliza, no sacude, no provoca solidaridad (ni suscita enemigos)… no es heredera de la «pasión» del Hijo de Dios. Leer más…
Comentarios desactivados en 26.1.25. Discurso de Nazaret, programa “eclesial” de Jesús ( Lc 4, 14-21, Dom 3 TO)
Jesus Unrolls the Book in the Synagogue James Tissot 1894
Del blog de Xabier Pikaza:
En el contexto de la toma de posesión y discurso inaugural del Presidente USA en el Capitolio, la liturgia nos pide hoy que escuchemos el Programa de Investidura de Jesús en Nazaret. Los contrastes con obvios. A Jesús quisieron matarle por su discurso, conforme a una “tradición” de linchamiento, vinculada en USA con Ch. Lynch. Esta vez logró escapar. La siguiente le amarraron al madero y le crucificaron. Buen domingo a todos.
| Xabier Pikaza
Lucas sitúa el comienzo del mensaje y misión de Jesús en Nazaret de Galilea, su patria, retomando y transformando el anuncio que Isaías aplicaba a los oprimidos de Israel. Parecen preguntarle ¿quién eres?, y el responde «¡Dios me ha enviado…. Es como si el mundo fuera una cárcel y él hubiera venido a romperla:
Entró en la sinagoga, tomó el libro… y encontró el pasaje donde está escrito
El Espíritu del Señor esta sobre mi;
por eso me ha ungido para evangelizar a los pobres;
me ha enviado para ofrecer libertad a los presos y vista a los ciegos;
para enviar en libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor.
Enrolló el volumen y dijo: Hoy se ha cumplido esta Escritura (cf. Lc 4, 16-21).
Jesús se presenta como Ungido de Dios (=Mesías), con palabras de Is 61, 1-3, pero introduciendo en ellas una novedad muy significativa: ha venido para “enviar en libertad a los oprimidos” (cf. Is 58, 6), pero no el año de venganza de Dios, completando y precisando de esa forma el tema de 61, 1-3. El texto puede dividirse así:
(a) Principio:«El Espíritu del Señor está sobre mi» (Lc 4, 18 a). No está poseído por Satán, espíritu impuro (como decían los escribas de Mc 3, 22 al acusarle), sino que está lleno del Espíritu Santo, como dice el texto paralelo de Mt 12, 28: «Si expulso a los demonios con (la fuerza de) el Espíritu de Dios, es que el reino de Dios ha llegado a vosotros». Este es para Lucas el punto de partida de la obra mesiánica. Jesús ha recibido el Espíritu de Santidad (cf. Mc 1, 10) y puede presentarse como “ungido”: le llena Dios y le libera para ser liberador; le llena con su Espíritu, de forma que pueda actuar como mesías.
(b) Ampliación. «Por eso me ha ungido…, por eso me ha enviado»(Lc 4, 18-19). El Espíritu suscita y consagra a Jesús, para que proclame y realice su acción liberadora. En ese fondo se entienden las dos mitades del pasaje: – Dios le ha ungido para evangelizar a los pobres; – le ha enviado para proclamar la libertad etc. Todo el texto tiene un sentido mesiánico. Se ha venido diciendo, de forma errada, que la Biblia israelita promete y ofrece sólo bienes materiales, mientras que Jesús concede a los cristianos los bienes interiores del Espíritu. En contra de eso, aquí vemos que Jesús ofrece libertad real y completa
Jesús es Cristo, Ungido de Dios, no porque concede simples bienes interiores, sino porque declara cumplidas, en su vida y persona, las promesas de la antigua profecía que se expresan en la liberación de los oprimidos y, en especial, de los encarcelados. Su redención no es materialista ni espiritualista, sino humana en sentido integral, cumpliendo de esa forma la esperanza de los pobres, encarcelados, ciegos, oprimidos… Así estaban los hombres, condenados en el mundo, como en cárcel, oprimidos por el hambre y falta de libertad, sin ojos para ver, sin fiesta para celebrar y Jesús ha venido a ofrecerles los dones del Reino. De esa forma es evangelio para los marginados. Aquellos a quienes ayudaba eran israelitas oprimidos, pero el texto ira mostrando que esa ayuda y evangelio de libertad se abre a todos los oprimidos y necesitados:
Me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres. Jesús es Ungido por excelencia (=Mesías, Cristo): Dios le ha regalado su Espíritu para que exprese su don y presencia en el mundo, evangelizando a los pobres o necesitados, hambrientos de pan o carentes de otros bienes importantes. Evangelizar significa ofrecer vida, camino de esperanza.
Me ha enviado para proclamar la libertad a los prisioneros (=cautivos, presos), es decir, a los hombres y mujeres a quienes la violencia de la historia ha esclavizado. Prisioneros son los derrotados, aquellos que han caído bajo el poderío de los fuertes. Prisioneros de una violencia universal son todos y en especial los últimos del mundo, vencidos y esclavos, expulsados y encadenados de la historia, víctimas de la guerra, encarcelados por la justicia.
(Me ha enviado) para proclamar (=ofrecer) vista a los ciegos… Ciegos son los pobres y presos, aquellos a quienes la violencia del sistema ha reprimido. Sólo libera de verdad a los demás quien les enseña a descubrir las cosas y entenderlas, de manera que se valgan y piensen por sí mismos. Por eso, en el centro de este texto (Lc 4, 18-19) hallamos la experiencia de Jesús que ofrece a los ciegos un tipo de visión más alta, que les permite conocerse y expresarse como humanos.
(Me ha enviado) para “enviar” en libertad a los oprimidos. Lo que antes era anuncio (proclamar la libertad a los encarcelados) aparece ahora como gesto ya realizado: Jesús ha venido para “enviar en libertad”. Leído el texto de manera literal, deberíamos suponer que Jesús quiere romper los muros de las cárceles, abriendo de par en par sus puertas. Dios le ha enviado para lograr que los oprimidos puedan marchar en libertad, iniciando el acto final de transformación, que precede a la concordia universal.
(Me ha enviado) para proclamar el año de gracia (=aceptable) del Señor. Así culmina la unción de Jesús y se completan los momentos anteriores de su obra. La plenitud humana (apertura de los ojos, libertad de la vida) se expresa como fiesta jubilar: año de gracia, tiempo de gozo que, conforme a la tradición de Israel, se vuelve celebración de fraternidad, perdón de las deudas, liberación de los esclavos, reparto de las tierras. Este era el año en que se abrían las cárceles y todo comenzaba de nuevo, repartiéndose los bienes de la tierra (cf. Lev 25).
Jesús puede afirmar que eso se cumple en el hoy del tiempo mesiánico iniciado por su vida y mensaje (Lc 4, 21). Así se cumple la libertad mesiánica, como anuncio profético (con la esperanza israelita de Isaías 58 y 61) y como verbo performativo (que realiza aquello que proclama). Esta no es una palabra aislada, un mensaje teórico de tipo espiritualista, sino la voz creadora de Jesús que incluye en su “yo” liberador y jubilar a todos sus discípulos mesiánicos. Esa palabra introduce a los cristianos en la mejor tradición jubilar del judaísmo, haciéndoles portadores de un mensaje y camino de liberación, que se expresa por ellos, pero les desborda, haciéndoles testigos y promotores de un mensaje universal de libertad.
Controversia y crisis (Lc 4, 28-29).
Los momentos anteriores del programa mesiánico de liberación se encuentran implicados, ofreciendo amor y curación a judíos y extranjeros, como seguirá suponiendo Jesús, cuando interpreta proféticamente sus palabras, desde la tradición del mensaje y milagros de Elías y Eliseo. Pues bien, en vez de alegrarse por ello, sus paisanos de Nazaret le expulsan de la sinagoga y quieren asesinarle, conforme a una ley de linchamiento colectivo (cf. Lc 4, 20-29). No pueden aceptar que Dios cure (trasforme) por igual a nacionales y extranjeros: no quieren libertad, ni evangelio para aquellos que no lo merecen (encarcelados y extraños).
Leído así, el conjunto del pasaje (Lc 4, 16-30) cobra una inquietante y esperanzada actualidad. También a nosotros nos turba y extraña ese universalismo: queremos libertad, pero sólo para algunos paisanos de mi pueblo o mi grupo; queremos prosperidad, pero sólo para los que pertenecen a los del propo grupo. Así añadimos que cárceles y castigos siguen siendo necesarias para los de otros grupos sociales, raciales, culturales… Pues bien, en contra de eso, este pasaje afirma que, para ser verdadera, la libertad ha de ser universal, en igualdad para todos. Desde aquí ha de entenderse la continuación del pasaje.
Todos daban testimonio sobre él,
maravillados por las palabras de gracia que salían de su boca y decían:
¿No es éste el hijo de José? (Lc 4, 22)
Los nazarenos parecen admirarse por las palabras de gracia que Jesús ha proclamado, pero pronto descubrimos que esa admiración esconde una condena. Ciertamente, los oyentes de la sinagoga quieren palabras de gracia (logoi tês kharitos), pero sólo para ellos, no para los de fuera. Los oyentes nazarenos saben que las palabras de gracia de para todos son amenazadoras para ellos, pues les hacen perder sus privilegios particulares. Por eso preguntan de forma acusadora: «¿No es éste el hijo de José?
Saben que es hijo de José (en plano legal, nacional). Por eso, su pregunta no es para que respondamos «sí, éste es el hijo de José» y de esa manera ratifiquemos su origen familiar, sino para le distingamos de José, que a los ojos de los nazarenos había sido un luchador nacional, un partidario de la separación entre los buenos israelitas y los malos extranjeros.
Los oyentes nazarenos acusan a Jesús de citar mal a Isaías, incluyendo sólo las palabras de gracia “para todo” y suprimiendo las de condena para los enemigos. Desde ese fondo se entiende refrán: «Un profeta no es bien recibido en su tierra» (Lc 4, 24). Én contra de eso, Jesús se presenta como profeta de gracia para todos, judíos y gentiles, cambiando así la profecía antigua de Isaias 61, pasando por alto (suprimiendo) las palabras de condena contra los enemigos.
– El texto de Isaías 61, 2 nos situaba en un contexto de jubileo: perdonar las deudas y liberar a los presos y cautivos. Pero los oyentes de Nazaret pensaban que ese perdón y liberación debía aplicarse sólo a los israelita, no a los de fuera, de manera que el perdón para unos debía completarse y ratificarse con la condena y opresión para otros, Como proclamaba Isaías 61, 1-2:
El Espíritu del Señor está sobre mí. |
me ha ungido. | Me ha enviado para publicar la buena noticia a los pobres…,
curar los corazones desgarrados, | anuncia la amnistía a los cautivos…
para proclamar un año de gracia del Señor,
| un día de venganza de nuestro Dios…
Liberación de los amigos y venganza (condena) contra los enemigo formaban la cara y cruz de una misma sentencia antitética. Pues bien, Jesús rompe esa antítesis, esa oposición (evangelio para unos, opresión para otros. Así entendida, desde su original de Primer Testamento, ésta es una profecía de gracia y condena, en la línea de “amarás a tus amigos y odiarás a tus enemigos” (Lc 6, 27-35; Mt 5, 38-38). Desde esa perspectiva de doble sanción (Año de Gracia, Día de Venganza), este pasaje de Is 61 sigue dividiendo a los hombres, pues Dios les deja en manos de su juicio, como en el caso de los frutos del árbol del conocimiento del bien y el mal de Gen 2-3, marcado por la lucha entre buenos y malos.
De un modo consecuente, en su mensaje programático en su pueblo, este Jesús, nazoreo de Nazaret, ha venido a superar (condenar) el mesianismo particular de los habitantes de su patria. No es una pequeña variación, sino una transformación del primer testamento (lo mismo que Dan 7, 14. 27 en Mc 10, 45). Eso significa que cesan los antiguos privilegios de los nazarenos (“buenos” judíos); las normas de la ley sacral de perdón para bien de algunos y de castigo para otros se acaban. Esta “corrección” de Jesús se inscriben dentro de la lógica del Sermón de la Montaña que supera la oposición entre amigos (a quienes debe amarse) y enemigos (a quienes se combate o rechaza) [1].
Jesús ha roto ese esquema de elección y ventaja propia, ofreciendo perdón sin venganza, una libertad que desborda el nivel del buen sistema (de los nazarenos). Lógicamente, los partidarios (privilegiados) del sistema, representados aquí por los “buenos” nazarenos le condenan y quieren matarle porque rompe su seguridad, ofreciendo la curación y libertad a todos los (incluidos los enemigos seculares de Israel: fenicios y sirios).
Los colectivos religiosos, igual que los estados “legales”, necesitan defender su identidad y para ello han expulsar a los extraños o encerrarlos en la cárcel. Lógicamente, junto al “año de gracia” (para ellos), necesitan un “día de venganza” (para los enemigos). Así ha sido y así será. Los defensores de un tipo de iglesia o nación impositiva, los partidarios de unas minorías rectoras empeñadas e defender su identidad, tendrán que seguir apelando a la venganza o cárcel del sistema. Pero Jesús insiste en lo dicho y continúa:
Ningún profeta es bien recibido en su tierra.
Muchas viudas había en Israel en los días de Elías…
y a ninguna fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en Sidón.
Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo,
pero ninguno fue limpiado, sino Naamán el sirio».
Y todos en la sinagoga se llenaron de ira y levantándose,
le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre
para despeñarle… (Lc 4, 28-29).
Para defender su actitud, Jesús apela a dos figuras venerables (Elías y Eliseo), que eligieron y ayudaron a paganos. Es normal que los nazarenos (representantes de los buenos israelitas) se sientan defraudados, pues pierden sus ventajas anteriores. Quieren defender su privilegio; por eso se enfurecen e intentan lincharle.
-Jesús se funda en la tradición de los milagros proféticos que Elías y Eliseo realizaron con enfermos extranjeros, desbordando las fronteras de Israel (cf. 1 Rey 17, 1.7-9; 18, 1; 2 Rey 5, 1-14). De esa forma, las mismas escrituras sagradas le permiten superar el egoísmo grupal de sus oyentes.
-Los nazarenos, representantes de la “buena” ley nacional, apoyados por el orden de su religión), rechazan esa interpretación universalista de Isaías y deciden matar a Jesús, a través de un juicio popular que se expresa a través de una violencia unánime, que se ha manifestado muchas veces a lo largo de la historia [2]
Esta escena nos sitúa en el centro del evangelio de Lucas (y de todo el Nuevo Testamento). No es un gesto casual. Los nazarenos no quieren matar a Jesús por asesino o violador, por adúltero o idólatra (como manda la ley israelita), sino por algo más profundo: porque pone en riesgo la distinción y seguridad legal del pueblo, ofreciendo el evangelio a los de fuera (a los antes rechazados), sin distinguir a nacionales y extranjeros, silenciando así la “venganza” de Dios contra estos últimos. Por eso, sus mismos paisanos intentan matar a Jesús y lo hacen precisamente porque defienden la institución nacional, fundada en la distinción de legales e ilegales (de los que pueden vivir en libertad y de los encarcelados). Para ser verdadera, la profecía de gracia ha de extenderse a todos, por encima de los muros privilegiados de un tipo de nazarenos.
NOTAS
[1] J. Klausner, Jesús de Nazaret, Paidós, Barcelona 1991, ha mostrado la novedad de esta “anti-lógica” de Jesús.
[2] J. P. Meier, Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico I-IV, Verbo Divino, Estella 1998-2005, ha mostrado las conexiones de la historia de Jesús y la tradición profética de Elías-Eliseo,
Después de celebrar las tres epifanías (a los magos, en el Jordán, en Caná), volvemos al evangelio de Lucas. Cuando lo escribió tomó como punto de partida el de Marcos. Incluso lo copió a veces al pie de la letra. Pero, en bastantes ocasiones, lo cambia y completa. Uno de los casos más curioso de cambio y añadido lo tenemos en el evangelio de este domingo.
La liturgia ha complicado las cosas al unir dos textos muy distintos: la introducción de Lucas a su evangelio (1,1-4) y la actuación de Jesús en Nazaret (4,14-21). Quien pretenda tratar los dos temas en la homilía puede provocar que sus oyentes terminen con la cabeza caliente y los pies fríos. Aconsejaría limitarse al segundo. Dejo el comentario a la introducción para un apéndice.
Actuación de Jesús en Nazaret (Lc 4,14-21)
Marcos cuenta que Jesús, cuando metieron en la cárcel a Juan Bautista, se dirigió a Galilea y proclamaba: “Se ha cumplido el plazo y está cerca el reinado de Dios. Convertíos y creed la buena noticia”.
Lucas también dice que Jesús se dirigió a Galilea y predicaba en las sinagogas, pero no dice qué predicaba. Las primeras palabras públicas las pronunciará en la sinagoga de Nazaret, y no hablan del plazo que se ha cumplido ni de la cercanía del reinado de Dios; tampoco piden la conversión y la fe.
En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan. Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor.»
Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles:
– Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.
El reinado de Dios no está cerca, se ha hecho presente en Jesús
Lo primero que hace Jesús es leer un texto de Isaías que pretende consolar a los pobres, los cautivos, los ciegos, los oprimidos. Son imágenes que no debemos interpretar al pie de la letra. No se trata de ciegos físicos ni de presos. Este texto, escrito probablemente en el siglo VI o V a.C., describe la triste situación en la que se encontraba por entonces el pueblo de Israel, sometido al imperio persa. Una situación bastante parecida a la de los judíos del tiempo de Jesús, sometidos al imperio romano. Los presentes en la sinagoga de Nazaret podían verse reflejados perfectamente en esas palabras del libro de Isaías. Pero lo importante es lo que Jesús añade: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”.
Cuando se comparan las primeras palabras de Jesús en Marcos y Lucas se advierte una interesante diferencia. En Marcos, lo esencial es el reinado de Dios y la actitud que debemos adoptar ante su cercanía (conversión y fe). En Lucas, la fuerza recae en el personaje sobre quien Dios ha enviado su Espíritu: Jesús. No se trata de que el reinado de Dios esté cerca, se ha hecho ya presente en Jesús.
¿Qué se cumple hoy?
El texto de Isaías se puede interpretar, a la ligera, como si el personaje del que habla (para nosotros, Jesús) fuese a llevar a cabo la mejora social de los pobres, la liberación de los cautivos, la curación de los ciegos, la libertad de los oprimidos. Sin embargo, el texto no pone el énfasis en la acción, sino en el anuncio. La traducción litúrgica usa tres veces el verbo “anunciar” (en griego sería una vez “evangelizar” y dos “anunciar”). Este matiz es importante, porque coincide con lo que hizo Jesús. Es cierto que curó a algún ciego, pero no liberó de los romanos ni mejoró la situación económica de los pobres. Lo que hizo fue “anunciar el año de gracia del Señor”, hablar de un Dios Padre, que nos ama incluso cuando las circunstancias de nuestra vida siguen siendo muy duras.
Un optimismo desafiante
La liturgia ha dividido el relato de Lucas en dos domingos. Con ello, nos quedamos sin saber cómo reaccionará el auditorio a lo que ha dicho Jesús. La sabremos el próximo domingo. Lo que hoy debe quedarnos es el profundo optimismo del mensaje de Isaías, que, al mismo tiempo, supone un desafío para nuestra fe. ¿Se ha cumplido realmente esa Escritura que anuncia la mejora y la salvación a pobres, ciegos, cautivos y oprimidos? Una rápida lectura del periódico bastaría para ponerlo en duda. Cuando Lucas escribió su evangelio, cuarenta o cincuenta años después de la muerte de Jesús, también tendría motivos para dudar de esta promesa. Sin embargo, no lo hizo. Jesús había cumplido su misión de anunciar el año de gracia del Señor, había traído esperanza y consuelo. Había motivo más que suficiente para creer que esa palabra se había cumplido y se siguen cumpliendo hoy.
La 1ª lectura (Nehemías 8, 2-4a. 5-6. 8-10)
En aquellos días, el sacerdote Esdras trajo el libro de la Ley ante la asamblea, compuesta de hombres, mujeres y todos los que tenían uso de razón. Era mediados del mes séptimo. En la plaza de la Puerta del Agua, desde el amanecer hasta el mediodía, estuvo leyendo el libro a los hombres, a las mujeres y a los que tenían uso de razón. Toda la gente seguía con atención la lectura de la Ley. Esdras, el escriba, estaba de pie en el púlpito de madera que había hecho para esta ocasión. Esdras abrió el libro a la vista de todo el pueblo -pues se hallaba en un puesto elevado- y, cuando lo abrió, toda la gente se puso en pie. Esdras bendijo al Señor, Dios grande, y todo el pueblo, levantando las manos, respondió: «Amén, amén.» Después se inclinaron y adoraron al Señor, rostro en tierra.
Los levitas leían el libro de la ley de Dios con claridad y explicando el sentido, de forma que comprendieron la lectura. Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote y escriba, y los levitas que enseñaban al pueblo decían al pueblo entero: «Hoy es un día consagrado a nuestro Dios: No hagáis duelo ni lloréis.» Porque el pueblo entero lloraba al escuchar las palabras de la Ley. Y añadieron: «Andad, comed buenas tajadas, bebed vino dulce y enviad porciones a quien no tiene, pues es un día consagrado a nuestro Dios. No estéis tristes, pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza.»
La escena se sitúa en la segunda mitad el siglo V a.C., en tiempos de Esdras, y representa una gran novedad. Hasta entonces, quienes hablaban en público eran los profetas. Ahora se lee el libro de la Ley de Moisés (quizá alguna parte del Deuteronomio). El texto une dos formas distintas de lectura:
La primera, solemne, tiene a Esdras de protagonista: se sitúa en un púlpito, la gente se pone en pie, Esdras bendice al Señor y todos adoran.
La segunda, más sencilla: “Los levitas leían el libro de la ley de Dios con claridad y explicando el sentido, de forma que comprendieron la lectura”. Esta segunda forma coincide con lo que hace Jesús en Nazaret
La introducción al evangelio (Lc 1,1-4)
Ya que el ciclo C está dedicado al evangelio de Lucas, se recoge el prólogo, en el que Lucas ofrece cuatro datos esenciales: a) por qué escribe la obra; b) a quién la dedica; c) qué método usa; d) qué pretende. [La traducción litúrgica ha cambiado el orden, colocando el primer lugar al destinatario].
Puesto que muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han cumplido entre nosotros, como nos los transmitieron los que fueron desde el principio testigos oculares y servidores de la palabra, también yo, después de informarme, he resuelto, ilustre Teófilo, escribirte todo por orden y exactamente, comenzando desde el principio; para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.
Justificación. Llama la atención la referencia a esos muchos que emprendieron la tarea de contar lo sucedido. Si Lucas escribe en la década de los años 80-90, ¿quiénes son esos muchos? Podemos citar con seguridad el evangelio de Marcos, que usará como punto de partida, y el documento con dichos de Jesús conocido como «fuente Q». También otra serie de documentos menores, fragmentarios, utilizados por Lucas en la redacción de su evangelio. Más importante es que los califica de «testigos oculares», convertidos más tarde en «servidores de la Palabra».
Destinatario. ¿Quién es Teófilo? Normalmente se ha pensado en un pagano convertido al cristianismo, de buena posición social y económica, dispuesto a costear los gastos que suponen viajes, investigación y redacción de la obra. Otros no ven claro que se trate de un pagano convertido; podría ser un judío.
Método. Volviendo a los precursores, Lucas no se siente satisfecho con su labor. Encuentra que no han escrito «desde el principio» (a;nwqen), «todo» (pa/sin), «exactamente»(avkribw/j) y «por orden» (kaqexh/j). Estas cuatro deficiencias son las que pretende mejorar. En un breve resumen, podemos decir que
«desde el principio» lo lleva a comenzar por la infancia;
«todo», a incluir en el relato de Marcos la gran aportación de los Dichos (Q) y de otras tradiciones que él ha descubierto;
«exactamente», a situar los hechos en su contexto histórico preciso: censo de Quirino (2,1-2), actividad de Juan Bautista (3,1-2);
«por orden», a componer la obra de forma coherente, cuidando al mismo tiempo su calidad literaria.
Finalidad. Se indica claramente: «para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido». Esto sugiere que Teófilo ha sido «catequizado» (kathch,qhj) solo oralmente. La obra de Lucas servirá para dar autoridad y solidez a esa enseñanza, confirmando y ampliando lo aprendido anteriormente. Este dato es fundamental para no extrañarse de ciertas«incongruencias» de Lucas. Por ejemplo, en 5,3 habla de Simón como si fuera conocido para el lector, aunque es la primera vez que lo nombra. De hecho, un lector que ya ha sido catequizado sabe muy bien quién es Simón Pedro.
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Quien desee completar estas ideas puede consultar J. L. Sicre, El evangelio de Lucas. Una imagen distinta de Jesús. Verbo Divino. Estella 2021, pp. 63-67.
“Volvió” y nosotros volvemos a estrenar tiempo litúrgico. Bueno, en rigor empezamos hace casi dos semanas. El tiempo de Navidad terminó con el Bautismo del Señor y desde entonces empezamos el “Tiempo Ordinario”. Es el más largo de los tiempos litúrgicos y sin embargo parece que le damos poca importancia.
El Adviento y la Cuaresma son tiempos fuertes, llenos de compromisos y anhelos. La Navidad y la Pascua son tiempos de mucha fiesta y alegría. El Tiempo Ordinario pasa más desapercibido, es silencioso, pero es aquí donde se “cuece” la vida.
Lo que decíamos, lo estamos estrenando y durante este año la liturgia nos presenta el evangelio de Lucas. Tenemos treinta y pico semanas para saborear la experiencia de Jesús que tuvo la comunidad de Lucas.
Y así, de una volada, nos hemos plantado en el capítulo 4, en la vida pública de Jesús. Los relatos del anuncio y el nacimiento los hemos recordado en Navidad. Ahora estamos de nuevo en la línea de salida. Jesús vuelve a Galilea y volverá alguna vez más, y también nos hará volver. Pero no vuelve de cualquier manera, vuelve “con la fuerza del Espíritu”. ¿Qué tal si también nosotras nos animamos a volver así, con la fuerza del Espíritu?
Ahora que las fiestas de Navidad nos han devuelto a nuestras rutinas, a nuestra cotidianidad, volvamos con ganas. Volvamos con novedad.
Lo conocido no es menos emocionante o más pobre, las cosas buenas no solo suceden en vacaciones. Toda nuestra vida está llena de regalos por abrir. Muchas veces no llevan papel de colores ni son objetos que podamos almacenar. Quizá por ello a penas los percibimos y se quedan esperando.
¡Anímate! Y vuelve tú también a tu Galilea. Pero vuelve con la fuerza del Espíritu para que en ti se cumpla el Sueño de Dios.
Oración
Derrama, Trinidad Santa, tu Espíritu sobre nosotras para que nos acerquemos a tu Palabra y descubramos la Buena Noticia. Para que nuestras vidas sean signos de libertad. Amén.
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DOMINGO III (C)
Lc 4,14-21
Este ciclo (C) toca leer el evangelio de Lucas, que empieza con un paralelismo de la infancia entre el Bautista y Jesús en los dos primeros capítulos. A partir de aquí, se olvida de todo lo dicho y comienza solemnemente su evangelio: “En el año quince del gobierno de Tiberio César… vino la palabra de Dios sobre Juan. Después del bautismo y las tentaciones, propone un nuevo comienzo con un resumen: Regresó a Galilea con la fuerza del Espíritu, enseñaba en las sinagogas y su fama se extendió.
No es la primera vez que entra en una sinagoga pues dice: “como era su costumbre”. Y “haz aquí lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm. El texto de Isaías es el punto de partida. Pero más importante aún que la cita es la omisión voluntaria de la última parte que decía: “… y un día de venganza para nuestro Dios” (estaba expresamente prohibido añadir o quitar un ápice del texto). Los que escuchaban se dieron cuenta de la omisión. Atreverse a rectificar la Escritura era inaceptable.
Isaías habla en metáforas, no de curación física. Jesús se niega a entrar en la dinámica que ellos esperan. Este relato es el mejor resumen de toda la vida pública de Jesús. Mientras atendía a sus necesidades materiales, grandes aplausos. Cuando intenta haceres ver que su mensaje consiste en darse a los demás, absoluto fracaso. Hace muy bien Lucas en ponerlo como principio de todo su evangelio.
No comenta un texto de la Torá, que era lo más sagrado para el judaísmo sino un texto profético. El fundamento de la predicación de Jesús se encuentra más en los profetas que en el Pentateuco. Para los primeros cristianos estaba claro que el mismo Espíritu que ha inspirado la Escritura, unge a Jesús a ir mucho más allá de ella, superando el carácter absoluto que le habían dado los rabinos. Ninguna teología, ninguna norma tiene valor absoluto. Es hombre debe estar siempre abierto al futuro.
Al aplicarse a sí mismo el texto, está declarando su condición de “Ungido”. Seguramente es esta pretensión la que provoca la reacción de sus vecinos, que le conocían de toda la vida y sabían quién era su padre y su madre. En otras muchas partes de los evangelios se apunta a la misma idea: La mayor cercanía a la persona se convierte en el mayor obstáculo para poder aceptar lo que es. Para un judío era impensable que alguien se atreviera a cambiar la idea de Dios de la Escritura.
Partiendo de Isaías, Jesús anuncia su novedoso mensaje. A las promesas de unos tiempos mesiánicos por parte de Isaías, contrapone Jesús los hechos: “hoy se cumple esta Escritura”. Toda la Biblia está basada en una promesa de liberación. No debemos entender literalmente el mensaje, y seguir esperando lo que ya nos han dado. Dios no nos libera, Dios es la liberación. Yo solamente debo tomar conciencia de ello.
La libertad es el estado natural del ser humano. La “buena noticia” de Jesús va dirigida a todos los que padecen cualquier clase de sometimiento, por eso tiene que consistir en una liberación. No debemos caer en una demagogia barata. La enumeración que hace Isaías no deja lugar a dudas. En nombre del evangelio no se puede predicar la simple liberación material, pero tampoco podemos conformarnos con una salvación espiritual, desentendiéndonos de las esclavitudes materiales.
Oprimir a alguien, o desentenderse del oprimido, es negar el Dios de Jesús. El Dios de Jesús no es el aliado de unos pocos. No es el Dios de los buenos, de los piadosos ni de los sabios; es, sobre todo, el Dios de los marginados, de los excluidos, de los enfermos y tarados, de los pecadores. Solo estaremos de parte Dios, si estamos con ellos. Una religión, compatible con cualquier clase de exclusión, es idolátrica. “id y contarle a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan…”
Hoy el ser humano busca con ahínco la liberación de las opresiones externas, pero descuida la liberación interior, que es la verdadera. Jesús habla de liberarse antes de liberar. En el evangelio de Juan, está muy claro que tan grave es oprimir como dejarse oprimir. El ser humano puede permanecer libre, a pesar de sometimientos externos, hay una parte de su ser que nadie puede doblegar. La primera obligación del hombre es no dejarse esclavizar y el primer derecho, verse libre de toda opresión.
¿Cómo conseguirlo? El evangelio nos lo acaba de decir: “Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu”. Ahí está la clave. Solo el Espíritu nos puede capacitar para cumplir la misión más importante que tenemos como seres humanos. Tanto en el AT como en el NT, ungir era capacitar para una misión. Pablo nos lo dice con claridad meridiana: Si todos hemos bebido de un mismo Espíritu, seremos capaces de superar el individualismo, y entraremos en la dinámica de pertenencia a un mismo cuerpo.
La idea de que todos formamos un solo cuerpo es genial. Ninguna explicación teológica puede decirnos más que esta imagen. La idea de que somos individuos con intereses contrapuestos es tan demencial como pensar que una parte de nuestro cuerpo pueda ir en contra de otra parte del mismo cuerpo. Cuando esto sucede le llamamos cáncer. El individualismo solo puede ser superado por la unidad del Espíritu.
Pablo nos invita a aceptarnos los unos a los otros como diferentes. Esa diversidad es precisamente la base de cualquier organismo. Sin ella los seres vivos superiores serían inviables. Una de las exigencias más difíciles de nuestra condición de criaturas consistiría en aceptar al otro como diferente, encontrando en esa diferencia no una amenaza, sino una riqueza. Es fácil aceptar que estamos en la dinámica opuesta. Seguimos empeñados en rechazar y aniquilar al que no es como nosotros.
Lo único que predicó Jesús fue el amor, la unidad. Eso supone la superación de todo egoísmo y toda conciencia de individualidad. Los conocimientos científicos adquiridos en estos dos últimos siglos vienen en nuestra ayuda. Somos parte del universo, somos parte de la vida. Si seguimos buscando el sentido de nuestra existencia en la individualidad, terminaremos todos locos. El sentido está en la totalidad, que no es algo separado de mi individualidad, sino su propio constitutivo esencial.
El Espíritu no es más que Dios presente en lo más hondo de nuestro ser. Eso que hay de divino en nosotros es nuestro verdadero ser. Todo lo demás, no solo es accidental, transitorio y caduco, sino que terminará por desaparecer. No tiene sentido que sigamos potenciando aquello de lo que tenemos que despegarnos. Querer poner el sentido a mi existencia en lo caduco es ir en contra de nuestra naturaleza más íntima.
Todos lo ocurrido en el mundo hasta la aparición de los primeros seres humanos estuvo causado por las leyes naturales; tanto físicas como biológicas o evolutivas. Ése era un mundo netamente determinista donde todo ocurría porque inexorablemente tenía que ocurrir así; y no sólo nos referimos a los fenómenos físicos o químicos que conformaron la Tierra y configuraron a los seres vivos, sino también a la conducta de los animales que la poblaban; una conducta totalmente determinada por sus instintos. Los conceptos de “bien” y de “mal” carecían de sentido, al igual que el de “libertad”. Si alguien había diseñado aquel proceso fabuloso podía estar tranquilo, pues no existía ningún factor que pudiese malograr su obra.
Los primeros seres humanos seguían sometidos a los mismos instintos egoístas que habían dominado a sus ancestros, pero en ellos fue creciendo una conciencia capaz de distinguir lo bueno de lo malo y una libertad que les permitía elegir entre lo uno y lo otro. Su conducta ya no estaba determinada, pero estaba seriamente condicionada por unos instintos que hasta entonces habían sido simples mecanismos de supervivencia, pero que merced a la conciencia y la libertad que iban adquiriendo, se convirtieron en pasiones que les hacían muy difícil comportarse de acuerdo a lo que les marcaba su conciencia incipiente.
Pero Dios no les dejó inermes ante ellas, pues les infundió su Espíritu para que su fuerza les permitiese combatirlas. Y así, con ese soplo de Dios quedó configurada la condición humana; por una parte sometida a unas pasiones fruto de su herencia genética animal que le arrastran hacia abajo, hacia la tierra de la que procede, y por otra, liberada por la fuerza del espíritu de Dios que le empuja hacia arriba, hacia la plenitud, hacia su destino. La historia humana es el fruto de la lucha encarnizada y permanente entre estas dos fuerzas contrapuestas que nos solicitan en sentidos opuestos, pues es ella la que ha marcado y sigue marcando la vida de cada hombre y el rumbo de la humanidad.
Ahora bien, si entendemos la historia como materialización del proyecto de Dios, podremos comprender dos aspectos cruciales para nuestra vida. La primera es que caminamos hacia la plenitud individual y colectiva, es decir, hacia un mundo libre por fin de las pasiones que nos deshumanizan. A esto lo llamamos el sueño de Dios. La segunda, que los protagonistas de esta última etapa del camino somos nosotros; que Dios ha confiado en nosotros, ha puesto en nuestras manos su proyecto y nos ha dotado de tal grado de inteligencia y libertad, que ahora tenemos la capacidad de culminarlo… o destruirlo.
En principio los seres humanos apenas podíamos influir en su proyecto, pero merced a la inteligencia de la que fuimos dotados, nos hemos ido haciendo cada vez más poderosos, hasta el punto en que hoy somos capaces de mandarlo al traste, bien sea borrando del mapa a la especie humana, o bien, deteriorando su hábitat hasta el punto de hacerlo inhabitable.
Y esta capacidad que sin duda poseemos nos plantea preguntas que no sabemos responder desde la razón. Por ejemplo, ¿supondría esto el fracaso de Dios, que vería naufragar su sueño? ¿está Dios dispuesto a fracasar por mantener el don precioso de la libertad que nos ha dado? ¿Dios puede fracasar?…
No, Dios no fracasa, y esta convicción nos abre la puerta a la esperanza a pesar de las negros nubarrones que ensombrecen el horizonte. Pero esta esperanza no puede ser pasiva, sino activa, militante, pues somos el único instrumento del que Dios dispone para evitar el desastre.
Jesús se sintió enviado por Dios para marcar el rumbo de la humanidad y, a su muerte, nos envió a nosotros para completar su obra: «Como Dios me envió, así os envío yo a vosotros»… La seña de identidad del cristiano es el compromiso con esta tarea apasionante y descomunal, y ninguna otra, y se espera que la llevemos a cabo al estilo de Jesús, como la semilla, como la levadura, siendo sal, siendo luz… Claro que podemos no entenderlo así y poner nuestra prioridad en otros menesteres, pero estaremos corriendo el riesgo de no servir para nada útil y acabar desapareciendo.
Comentarios desactivados en La misión de Jesús y la nuestra.
DOMINGO 3º T.O. (C)
Comentario al Evangelio del 26 de Enero, 2025
Potentes y empoderadoras palabras las que constituyen el núcleo del evangelio de hoy.
Claramente dividido en dos partes, encabezado, el texto elegido, por una introducción o prólogo que garantiza la autenticidad y el rigor de lo que se va a comunicar a continuación. Objetivo: proclamar con todo lujo de detalles la misión de Jesús y la nuestra.
El prólogo, Lucas 1, 1-4, nos introduce en un contexto de carta dirigida a Teófilo, quien hoy podría ser tú o yo, a una comunidad a la que se hizo y se nos hace depositarios de las enseñanzas con las que Teófilo fue, y nosotrxs hemos sido, instruidxs.
El autor, Lucas, nos actualiza su estudio riguroso de los textos conocidos hasta el momento, como una puesta al día y organización del material transmitido por los testigos oculares, que fueron reconocidos como depositarios auténticos del mensaje.
Testigos oculares que se convirtieron, por el impacto de la experiencia en “servidores de la Palabra”.
Aquí entra un primer reto que esta introducción nos plantea, ¿Quiénes son hoy lxs servidorxs de la Palabra? ¿Es tarea exclusiva de los ordenados? Jesús no era ordenado, lxs testigos oculares menos.
El movimiento de Jesús nace y evoluciona entre gente laica, mayormente sencilla, y sin más autoridad que la que les otorgaba esa Palabra dirigida al corazón y a la mente, tan potente en su mensaje que: sanaba y liberaba de falsas creencias y de mediocridades religiosas.
Teófilo, en su momento histórico, representa probablemente a la comunidad a la que Lucas se dirige; hoy el mensaje se dirige a nuestras comunidades cristianas extendidas a lo largo y ancho del planeta.
Me quedo, de esta primera parte, con las palabras “para que compruebes la solidez de las enseñanzas con las que has sido instruido” (Lc1, 4). Solidez enraizada en la experiencia directa y viva de Jesús, transmitida por lxs testigxs oculares.
Introduce la segunda parte, (Lucas 4, 14-21), la frase que permeará todo el texto y cuyo impacto nos llega hasta hoy: “Con la fuerza del Espíritu Santo regresó Jesús a Galilea…”
Jesús, el portador del Espíritu, el que se deja mover por el Espíritu-Ruah, presente ya en el Big Bang. Jesús, aquí presentado por Lucas, preparando el ambiente para que le escuchemos en lo que se llama su discurso programático, o su misión, su tarea, su pasión.
En unas horas, el día que estoy preparando este texto, el mundo escuchará el discurso programático del nuevo presidente de USA, rodeado de las personas que menos coinciden con el discurso de Jesús. Una de sus primeras ocupaciones será, calmar a las masas sedientas de…” deportando a nuestros hermanas y hermanos, los más pobres entre los pobres, hacia un sur sin futuro para ellos y con deudas de miles de dólares que les costó la travesía para llegar al país que en nombre de unos que llegaron antes, hoy les echan.
Ahí estará la iglesia católica representada por un cardenal bendiciendo su mandato.
Jesús, desde la sencillez de una aldea, posiblemente calzando unas viejas sandalias polvorientas y una túnica gastada, se pone de pie, en la sinagoga, el mismo espacio donde se han condenado a muerte estos últimos meses, a miles de palestinos paupérrimos, y ahí, después de elegir para su lectura, que como laico podía hacer, de pie, proclama el texto de hoy.
Después, con la misma unción se sienta, postura propia e indicativa de ser maestro, y con su indiscutible autoridad interior hace suyas las palabras proclamadas.
El mensaje es diáfano:
De nuevo
“El Espíritu del Señor descansa sobre mí,
porque él me ha ungido.
Me ha enviado a dar la buena noticia a los pobres,
a proclamar la libertad a los cautivos,
y la vista a los ciegos,
a poner en libertad a los oprimidos,
a proclamar el año favorable del Señor”.
Esta última frase hace alusión al año jubilar, que también nosotros estamos celebrando.
Lucas nos muestra una claridad indiscutible, posicionando a Jesús como Señor abriendo los ojos de los ciegos que tiene delante, grupo al cual muchos de nosotros pertenecemos.
Ciegos por no ver nuestra identidad, por seguir cautivos de viejas mentalidades que nos empequeñecen y desautorizan, dejando campo libre a otras fuerzas que no encuentran oposición si nosotrxs dormitamos.
No puedo evitar recordar la figura del pequeño y vulnerable pastorcillo David, frente al imponente, poderoso y fornido Goliat.
Algo así es lo que veo entre la gente comprometida hasta los dientes, por ejemplo en USA, frente a las deportaciones millonarias que empiezan ya y frente al negacionismo del cambio climático…
Miles de religiosas, mayoría mayores, junto con servicios sociales, mientras duren, junto con parroquias y familias comprometidas, juntos, preparando la piedrecita que tiene que tumbar al Goliat que desea cambiar el mundo.
Esa piedrecita, que veremos luego en el NT fue la piedra angular que rechazaron los arquitectos, pero gracias a ella, tenemos a Jesús, tenemos los evangelios, tenemos comunidades cristianas comprometidas.
La tarea, la misión es ardua. Nos sentimos pequeñxs, pero no olvidemos que “El Espíritu del Señor, descansa sobre nosotrxs”, no olvidemos que hemos sido “ungidxs”.
Sólo se nos invita a poner nuestro Bautismo en “modo activo” y como David y, sobretodo, como Jesús, hacer de nuestras vidas anuncio y tarea profética frente a lo que venga, sin olvidar a lxs pobres y a madre Tierra, ambos explotados y amenazados intensamente, y además, de cada vez más desprotegidos.
Comentarios desactivados en Los riesgos del mesianismo.
Domingo III del Tiempo Ordinario
26 enero 2025
Lc 1,1-4. 4, 14-21
De entrada, el discurso programático con el que Lucas resume la actividad de Jesús suena como “evangelio” (en griego: eu-angélion = buena nueva, buena noticia). Resuena como un mensaje de sanación, liberación y vida para los pobres y para quienes padecen cualquier tipo de opresión. Según el mismo, Jesús aparece como alguien que sale al encuentro de la persona en la situación en la que esta se encuentra, respondiendo a su necesidad concreta.
Tal como se realizó en la propia persona de Jesús, constituye una práctica modélica marcada por la compasión, entendida como poner amor donde hay dolor, y basada en una consciencia clara -aunque no conceptualizada en estos términos- de no-separación. Por decirlo brevemente: la llamada “regla de oro”, presente en todas las tradiciones sapienciales e igualmente en los textos evangélicos –“no hagas a nadie lo que no quisieras que te hicieran a ti” o “trata a los demás como te gustaría que te trataran a ti”-, más allá de cualquier formulación con la que se revista, se asienta en la certeza profunda de que todo otro es no-otro de mí.
Así se presentaba, en su origen, el llamado mesianismo cristiano. Sin embargo, no hay mesianismo sin riesgos graves, que fácilmente lo hacen derivar hacia el autoritarismo, el moralismo, la imposición e incluso el narcisismo. Y eso ocurre cada vez que, desconectada de la Fuente -siempre limpia, humilde y desapropiada-, la persona lo vive en beneficio propio, sea para autoafirmarse en la creencia de poseer la verdad, sea para situarse en un plano de supuesta superioridad moral, sea para sostener una imagen idealizada de sí misma. En cualquiera de sus formas, el principio de compasión ha sido pervertido por el egocentrismo, y el mesianismo desemboca irremediablemente en el fanatismo.
Teófilo no es tanto un individuo, sino que hemos de entenderlo en el sentido etimológico de la palabra: “Theos” Dios / “philos”: amigo. Lucas dirige su evangelio a los amigos de Dios. Dios es amigo, amigo nuestro, amigo de todos. (S Juan dirá que Dios es amor (1 Juan 4,8).
Así pues, excelentísimos amigos de Dios.
No es cosa de poca monta saber que sois -somos- amigos y que Dios os -nos- tiene a todos por amigos (incluidas nuestras calamidades). ¡Tantas veces hemos sido denostados por pecadores, tantas predicaciones nos han llamado y nos llaman de casi todo! Ya cansa tanto pecado y tanto infierno.
Es un bálsamo escuchar a san Lucas que nos llama: excelentísimos amigos de Dios. Dios es nuestro amigo.
El evangelio de Jesús es, pues, un evangelio dirigido a los amigos de Dios. El Dios de Jesús no es un justiciero temible al que hemos de contentar y aplacar. Dios es amigo.
Mientras Dios nos quiere, muchas veces vivimos como “clientes” de lo eclesiástico.
¿Me siento querido por Dios?
02.- ¿A qué ha venido Cristo?
El pasado domingo “asistíamos” al comienzo de la actividad de Jesús según el evangelio de Juan: las bodas de Caná: un vino nuevo de amor.
Hoy, hemos escuchado en el texto evangélico “el discurso programático”, el comienzo de la vida y actividad adulta de Jesús según el Evangelio de Lucas.
03.- Lo que caracteriza la tarea, la misión de Jesucristo.
“¿Cuál es el programa de Jesús?”
Buena noticia a los pobres Y liberación
La palabra eu – angelion significa buena noticia.
Jesús es la última y definitiva palabra de Dios.
Jesús -Él mismo- es ya buena noticia para los pobres.
Jesús estaba y está cerca de los débiles: de los enfermos físicos y psíquicos, estaba cerca de las personas problemáticas, de los pecadores.
Hay personas que en sí mismas son una buena noticia, un don, tienen y transmiten paz, serenidad.
04.- Liberación a los cautivos y oprimidos.
Dos veces aparece la libertad – liberación de los cautivos / oprimidos.
Desde Egipto y el destierro de Babilonia, cautividades y opresiones hay muchas en la vida, en la historia de los pueblos y de las personas. Opresiones económicas, sociales, eclesiásticas, políticas, raciales. Cautividades también en el orden personal, esclavitudes morales.
Es hermoso y cristiano sentirse, ser libre y ayudar a que los demás vivan en libertad.
05.- Un tiempo y una eternidad amables: gracia.
El texto que hemos escuchado en el evangelio lo toma Jesús del profeta Isaías. Jesús podía -¡debía!- haber continuado con el texto de Isaías: he sido enviado a anunciar el día de venganza de nuestro Dios, pero no lo hizo. Lo de JesuCristo es otra cuestión. Jesús no predica la venganza de Dios, sino que viene a anunciar el tiempo amable de Dios, un tiempo, una historia de gracia, de amabilidad.
06.- Y esta gracia y salvación está presente ya hoy
Hoy estamos salvados. Es el “hoy” lucano
Lc 2, 11: Hoy Os ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor.
Lc 4, 21: Hoy se cumple ante vosotros esta profecía”.
Lc 5, 26: Hoy hemos visto cosas extraordinarias, dice la gente tras la curación del paralítico
Lc 19, 5.9: Hoy tengo que alojarme en tu casa le dice Jesús a Zaqueo.
Hoy ha llegado la salvación a esta casa.
Lc 23, 43: Hoy estarás conmigo en el paraíso le dice Jesús
Hoy, no mañana, estamos salvados los pobres, oprimidos, esclavos y pecadores.
Esto infunde una gran paz y serenidad en nuestra vida.
Amigo de Dios, la buena noticia de Jesús es que Dios es nuestro amigo y que estamos en un tiempo de gracia y salvación.
Comentarios desactivados en “Jesús evangelizador de los pobres ”, por Consuelo Vélez.
De su blog Fe y Vida:
Comentario al evangelio del III Domingo del TO 26-01-2025
Con este texto se explícita la misión de Jesús como evangelizador de los pobres. No son los pobres espirituales u otro tipo de pobrezas que podrían ocultar la primera y fundamental que niega la dignidad a las personas
Que el mismo Espíritu que guio a Jesús, anime nuestra evangelización posibilitando que la gracia de Dios se cumpla hoy, en la realidad concreta que vivimos
Ya que muchos emprendieron la tarea de relatar los sucesos que nos han acontecido, tal como nos lo transmitieron los primeros testigos presenciales y servidores de la palabra, también yo he pensado, ilustre Teófilo, escribirte todo por orden y exactamente, comenzando desde el principio; así comprenderás con certeza las enseñanzas que has recibido. (…)
Impulsado por el Espíritu, Jesús volvió a Galilea, y su fama se extendió por toda la región. Enseñaba en sus sinagogas, y era respetado por todos. Fue a Nazaret, donde se había criado, y según su costumbre entró un sábado en la sinagoga y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías. Lo abrió y dio con el texto que dice:
– El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido para que dé la Buena Noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año de gracia del Señor.
Lo cerró, se lo entregó al empleado y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Él empezó diciéndoles:
– Hoy, en presencia vuestra, se ha cumplido este pasaje de la Escritura.
(Lc 1, 1-4; 4, 14-21).
El evangelio de hoy consta de dos partes que corresponden a capítulos diferentes del evangelio de Lucas. La primera parte se refiere a la intencionalidad de Lucas al escribir su evangelio: “relatar todos los sucesos que han acontecido”. La segunda parte se referirá al inicio del ministerio público de Jesús según el relato de este evangelista.
No hemos de pensar que el evangelio de Lucas -como ningún otro texto bíblico- es un texto histórico sino un texto teológico. Es decir, con base en los hechos del Jesús de la historia que se han ido transmitiendo, el evangelista construye su evangelio para mostrar al Jesús en el que cree la comunidad cristiana. Por eso, aunque en la introducción Lucas diga que escribirá con orden y comenzando desde el principio, no podemos compararlo a un relato histórico con exactitud de datos, fechas, nombres, etc. Como ya dijimos, la sagrada escritura es, ante todo, un texto teológico. Lucas le dirige su evangelio a Teófilo, nombre que significa “amigo de Dios”, con lo cual, algunos afirman que Lucas se está dirigiendo a los creyentes como amigos de Dios.
Pero será la segunda parte que constituya el mensaje más importante de este evangelio. Lucas presenta un texto programático del ministerio de Jesús, introduciéndolo con un breve sumario de la actividad de Jesús: “enseñaba en la sinagoga y era respetado por todos”. Todo esto “impulsado por el Espíritu”. El tema de un Jesús guiado por el Espíritu será fundamental en la obra lucana. De ahí que no es de extrañar que, en la sinagoga de Nazaret, en la que realiza la lectura que era habitual, el texto escogido sea el del profeta Isaías el cual comienza mostrando la centralidad del Espíritu: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para dar la buena noticia a los pobres”. El texto de Isaías es prácticamente el que se lee en este texto, pero se omite “el día de venganza y recompensa” (Is 61,2), porque la buena noticia anunciada por Jesús es solo de misericordia y gracia para todos.
Con este texto se explícita la misión de Jesús como evangelizador de los pobres. No son los pobres espirituales u otro tipo de pobrezas que podrían ocultar la primera y fundamental que niega la dignidad a las personas: la pobreza real, aquella que impide a las personas tener casa, comida, dignidad. Jesús anuncia que su mensaje transformara las situaciones: “la libertad a los cautivos, la vista a los ciegos, la libertad a los oprimidos”. Y, como resumen de todo esto, se proclama el año de gracia del Señor. En realidad, la misericordia de Dios es gratis y no exige de los destinatarios ningún mérito de su parte.
El evangelio termina con las palabras de Jesús sobre la escritura que se cumple hoy. En otras palabras, la transformación de la realidad no es para después de esta vida sino para el presente y en las situaciones concretas. Como bien ha señalado el papa Francisco, la evangelización tiene una dimensión social inherente que no podemos dejar de lado. La vida en abundancia que el Señor nos promete es para vivirla aquí y ahora. Todos los de la sinagoga tenían los ojos fijos en Jesús por la radicalidad de sus palabras. Posiblemente a los discípulos de hoy nos falta esa misma contundencia para atraer a muchos a seguir este camino porque una fe que transforma la vida si es significativa para el mundo de hoy. Por tanto, que el mismo Espíritu que guio a Jesús, anime nuestra evangelización posibilitando que la gracia de Dios se cumpla hoy, en la realidad concreta que vivimos.
Comentarios desactivados en “El Año de Gracia es el Hoy de Dios, su don y nuestra tarea”, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF
Comentario a la lectura evangélica (Lucas 1,1-4; 4,14-21) de la Misa del Tercer Domingo del Tiempo Ordinario C –26 enero 2025 –
En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan. Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
– «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor».
Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él.
Y él comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír».
Estos versículos del Evangelio de Lucas representan un texto “programático”, donde el evangelista describe el inicio de la vida pública y el estilo misionero de Jesús. No hay que olvidar que Lucas es el autor del Evangelio pero también de los Hechos de los Apóstoles. Descubrimos, así, cómo hay una continuidad entre la misión de Jesús y la misión de la Iglesia, porque es el Espíritu Santo mismo el protagonista del mandato de Jesús y del don del Señor resucitado y animador de la Iglesia naciente en Pentecostés: “… recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros y seréis mis testigos… hasta los confines de la tierra” (Hechos 1,8).
Jesús, al inicio de su vida pública, llega a Nazaret. Aquí participa en la oración del pueblo, proclama la Escritura en el día de reposo y, al final, hace un comentario breve pero atractivo. El pasaje de Isaías recuerda los años posteriores al exilio del pueblo en Babilonia, tiempo de crisis y de pérdida de esperanza, pero también de deseo de renovación y de reconstrucción.
Contemplemos cómo Jesús se hace obediente a la palabra profética en la escucha del Padre: el texto es su presentación, su documento de identidad, la declaración de su vocación y misión, pero también de todo apóstol y bautizado.
Lo que destaca, en primer lugar, es la relación entre el Espíritu y Jesús, entre Jesús y el Padre, el Señor que derrama el Espíritu: esta relación es el fundamento y la fuente de la misión. En la efusión del Espíritu, Jesús es ungido como el Siervo de Dios, como aquel que vino a dar su vida por cada uno de nosotros. El Espíritu, entonces, es la fuerza, la presencia viva y vivificante, el compañero fiel de toda la vida de Jesús y de la Iglesia, el verdadero protagonista de la misión de la Iglesia: no sólo es la fuente de la relación, sino que nos abre nuevos horizontes, nos pone en movimiento, nos envía a los hermanos.
El pasaje indica algunas acciones concretas, expresadas a través de cuatro verbos: llevar la buena noticia, proclamar la liberación, liberar, proclamar el año de gracia.
Todo parte del anuncio, de la evangelización: el anuncio contiene el plan de Dios, que quiere llegar a la humanidad y llevar un mensaje de alegría. El verbo indica también movimiento, la necesidad de salir para llevar el don del anuncio. Los destinatarios son los pobres, literalmente son “aquellos que se encogen de miedo”, porque están en una condición de humillación; pero también están aquellos que se reconocen no autosuficientes sino necesitados de Dios, que están en espera. El mensaje es de alegría, signo visible y perceptible del cambio y de la intervención salvífica de Dios. El anuncio de la liberación debe ser proclamado en voz alta también a los prisioneros, a los que son esclavos porque están encadenados; a los que están en la oscuridad; a los oprimidos, aplastados en su dignidad; a quienes viven en condiciones de vida alienantes y deshumanizadoras, como la ceguera, la pobreza, la marginación y todas las formas de esclavitud.
Pero sobre todo, proclama un tiempo de gracia, de benevolencia, de reconciliación, de misericordia y de voluntad salvífica y gratuita de Dios. El año de gracia era considerado el año del descanso de la tierra, del perdón y de la restitución de la libertad de los esclavos y de los bienes: por eso coincidía con la distribución gratuita de los frutos de la tierra, don del Señor, pero También con el tiempo de la hermandad y la solidaridad, para dar a otros la posibilidad de empezar de nuevo, de levantarse, de reconstruirse.
Todo parece detenerse, la gente espera en un silencio lleno de atención un signo de esperanza, se proyecta sobre Jesús, “Verbo hecho carne“, que proclama con fuerza el cumplimiento de la Escritura escuchada hoy: sorprende la brevedad de este comentario. . , probablemente intencional, para que quede preservado en la memoria.
Hoy es la primera palabra de la predicación de Jesús recogida en el Evangelio de Lucas. Pronunciado por el Señor, indica un hoy que atraviesa todos los tiempos y permanece siempre válido. La Palabra de Dios es siempre hoy. La gracia de Dios es siempre hoy. Un hoy comienza: cuando lees la Palabra de Dios, un hoy comienza cuando esa palabra se hace acogida y carne. La profecía de Isaías se remonta a siglos atrás, pero Jesús, «con la fuerza del Espíritu», la hace actual y, sobre todo, la lleva a cumplimiento e indica el camino para acoger la Palabra de Dios: hoy. No como un cuento antiguo, no: hoy.
Es el hoy del cumplimiento de la salvación, que resonará varias veces en el Evangelio de Lucas; hoyde acoger el don de la Presencia de Dios en nuestras vidas; el hoy en el que la Palabra se realiza; es el hoy en el que el Espíritu hace vida la Palabra comunicada; es hoy el anuncio de la Palabra anunciada por Jesús y confiada a los apóstoles, a cada uno de nosotros, a toda la Iglesia.
“¡Cómo quisiera encontrar las palabras para alentar una etapa evangelizadora más fervorosa, alegre, generosa, audaz, llena de amor hasta el fin y de vida contagiosa! Pero sé que ninguna motivación será suficiente si no arde en los corazones el fuego del Espíritu. En definitiva, una evangelización con espíritu es una evangelización con Espíritu Santo, ya que Él es el alma de la Iglesia evangelizadora. Antes de proponeros algunas motivaciones y sugerencias espirituales, invoco una vez más al Espíritu Santo; le ruego que venga a renovar, a sacudir, a impulsar a la Iglesia en una audaz salida fuera de sí para evangelizar a todos los pueblos” (Papa Francisco, Evangelii Gaudium 261).
Joseba Kamiruaga Mieza CMF
A modo de necesaria posdata:
El evangelista San Lucas merece un comentario deudor y agradecido. La liturgia nos hace leer, junto al episodio de la sinagoga de Nazaret, el prólogo del Evangelio (1, 1-4). Lucas es un narrador que atesora los relatos de los “testigos oculares” de la historia de Jesús. Es un narrador entusiasta y el evangelista más fascinado por el Espíritu Santo: al menos en los evangelios sinópticos es quien lo evoca más a menudo. Y eso lo hace particularmente agradable para nosotros.
También debemos al hábil escritor y erudito San Lucas el Benedictus, el Magnificat, y el Nunc dimittis, que son la columna vertebral de la oración litúrgica común y que parecen estar animados por la misma esperanza abrumadora del pasaje de Isaías que relata en el episodio de la sinagoga de Nazaret y luego en las Bienaventuranzas.
Por eso también debemos un poco de nuestra fe a su “cuidadosa investigación”. Tratemos de imaginar a San Lucas como persona, viajando, investigando, escuchando y escribiendo. Y sintamos una oleada de gratitud hacia él.
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