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“Homosexualidad. Las razones De Dios” Cap. 1º: “Mis razones”

Miércoles, 28 de diciembre de 2022

29058Cómo anunciábamos, a comienzos de este mes, el autor de este libro recientemente publicado por la Editorial San Pablo,  nos ofrece una sorpresa, la posibilidad de ir, poco a poco publicar en esta página una serie de reseñas del libro que abran el apetito y las ganas de adentrarse en él…

Un libro escrito por un buen amigo de esta página, alguien fiel a la misma y que generosamente ha ayudado a mantenerla viva… Un libro que puede resultar una buena sugerencia para regalar en Navidad o Reyes.

El esperado libro “Homosexualidad. Las razones de Dios” ya está en la calle. Es la primera vez que una editorial de Iglesia (San Pablo) aborda en profundidad este tema.

Su autor, Miguel Sánchez Zambrano, nos envía un resumen del primer capítulo titulado “Mis razones”

MIS RAZONES

Angustia tengo por ti, que me fuiste muy dulce.
Más maravilloso me fue tu amor, que el amor de las mujeres
.

David a la muerte de Jonatán.
(2 Samuel 1,26)

Tenía 14 años cuando el padre escolapio nos reunió en clase para darnos algunas «orientaciones sobre sexualidad». La charla duró una hora (naturalmente sin opción alguna a preguntar, lo hubieras entendido o no). Daba igual comprenderla, pues se trataba de asimilar o grabar lo dicho, sin posibilidad de objetar nada de lo expuesto. De aquella hora solo recuerdo con nitidez los segundos que pudieran durar las siguientes palabras: «…y tened muy claro que, si tenéis alguna vez relaciones con una chica, Dios os castigará con el infierno, y si se os ocurre hacerlo con un chico, entonces será mucho más horrible para Dios y os castigará doblemente. Nunca lo hagáis con una chica, pero jamás, nunca jamás, se os ocurra hacerlo con un chico».

Hacía tres años que había descubierto la sexualidad con otro chico. Aquel juego de preadolescentes me pareció un regalo de Dios que, de golpe, tras las duras palabras del padre escolapio, se transformó en un tremendo temor al más severo de los castigos.

Al terminar la charla, ya a solas y con el miedo (pánico) a ser «descubierto», le pregunté sobre lo dicho en clase. Sin darle más importancia vino a repetir una a una las palabras condenatorias ya oídas anteriormente.

Mucho tiempo después, estudiando mi caso (soy Psicoterapeuta) entendí que en aquel momento quedé en estado de shock. Por último, decir que vivía una fe experimentada desde pequeño, educado en las Siervas del Evangelio de Granada y en una familia de arraigada tradición católica. El trauma emocional sufrido tras las palabras del escolapio, lo gestionó mi mente somatizándolo en un foco epiléptico, que se manifestó a mis 22 años, dando así salida a la fuerte tensión acumulada durante los años precedentes.

El máximo dolor que puede llegar a sufrir el homosexual cristiano se fundamenta en que por un lado, mientras la Iglesia le dice: Dios te condena si vives según la identidad sexual que El te ha dado», en su corazón, la voz de Dios le dice: «Te amo y te bendigo cuando actúas según el don de ser homosexual que yo te he dado». Por tanto, todo homosexual que mantiene su fe y que logra no abandonar la Iglesia, tras escuchar los pronunciamientos de ciertos prelados, tiene que pasar por el proceso de lograr distinguir entre la voz de Jesús (que le dice que le ama tal cual es, que quiere acompañarlo y que habita en su corazón) y la voz de la Iglesia que le dice que Dios rechaza lo que hace. Y este proceso es un camino de crecimiento espiritual ciertamente muy doloroso.

Y es que la Iglesia ha llegado, por ahora, a un callejón sin salida, además de a una gran paradoja: trato de respeto, compasivo y comprensivo hacia la persona homosexual y rechazo frontal, por «intrínsecamente desordenado», según el Catecismo, hacia la relación homosexual.

El foco epiléptico, consecuencia de la profunda división mental que vivía fue diagnosticado y controlado eficazmente y de inmediato por el psiquiatra y sacerdote claretiano, Rafael Gómez Manzano. Con una fuerte medicación de 11 grageas diarias y un régimen de vida muy estricto, en 2017 la epilepsia quedaba totalmente asintomática, constatando la sanación la Resonancia Magnética que el Neurólogo González Maldonado me mando hacer. O sea, estaba curado. Pregunté al doctor: «Entonces, en realidad, ¿qué es lo que ha quedado en mi cerebro?». Él me respondió: «Mira, Miguel, si se tratase de una herida, lo que te ha quedado es la cicatriz de la misma. Tu “herida mental” se ha cerrado. Había desaparecido la división en mi mente. Había recuperado mi salud mental, pero me quedaban otras dos «áreas» dañadas, la psico-emocional y la espiritual, al haber sido un sacerdote de quien recibí aquella fatídica condena. En 2021 logré sanar ambas, tras haber realizado el proceso de Justicia Restaurativa y haberme encontrado con el Provincial Escolapio P. Jesús Elizari, que me levantó la condena y me bendijo, pidiéndome perdón y mostrando su dolor por lo ocurrido y las consecuencias que había padecido.

Y frente a tanto dolor, la esperanza que nos va infundiendo el papa Francisco.

A los homosexuales cristianos, nos es urgente e imprescindible que el Papa sea capaz de tener las ideas muy claras y muy definida la dirección que opte por tomar. Nuestra esperanza se fundamenta en su cometido profético. La Iglesia ha de recuperar urgentemente su función esencial: defender la vida, erradicar todo posible sufrimiento y bendecir a los que, por amor, decidan compartir sus vidas con un igual, tal como lo hace con los heterosexuales y que estos no resulten, como hasta hoy, privilegiados. Todos somos hijos de Dios, todos somos iguales. Así nos lo enseñó Jesús y así lo predica la Iglesia.

Las páginas de este libro desean ser solo una aportación más (tal como opina la Editorial S. Pablo al decidir publicarlo) una aportación que fomente el diálogo e incentive la profundización sobre el tema.

Me mueve la posibilidad (aunque sea solo posibilidad) de que mis hermanos y hermanas gays y lesbianas (personas LGTBI), encuentren un capítulo, una frase, una palabra con la que identificarse y, reconociéndola como propia, los haga un poco más libres, un poco más felices y, porque no, un poco más creyentes y que mis hermanos y hermanas heteros vivan felizmente su sexualidad, sin rechazar ni avergonzarse de quienes no somos igual a ellos. Me sentiré colmado si esto ocurre en uno solo de los que hayáis decidido leerme. Y si no fuese así, siempre me quedará la esperanza de que eso ocurra en algún otro futurolector.

Extraído del libro “HOMOSEXUALIDAD. LAS RAZONES DE DIOS” (San Pablo 2022)

***

RAZONES PARA DESMONTAR LA CONDENA

«Amas a todos los seres; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado (…). En todos los seres está tu Espíritu inmortal».

Sabiduría 11,24-26

«Todo amor, se tenga o no conciencia de ello, es amor de Dios».

Ibn Arabi, judío murciano del siglo XII

«Es posible amar lo que somos sin odiar lo que no somos».

Kofi Annan, ex-Secretario General de la ONU

«Yo no soy quién para juzgar a los homosexuales».

Papa Francisco

«Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel o su orientación sexual. El odio se aprende, igual que se aprende a amar».

Nelson Mandela

Los textos bíblicos en los que se basa el rechazo y condena a la homosexualidad se encuentran fundamentalmente en los libros del Génesis, Levítico, Deuteronomio, Jueces y Romanos.

El Levítico. Este libro es, en verdad, un documento histórico extraordinario al ser la base social organizativa de una determinada sociedad, la judía de hace muchos cientos de años, en un determinado tiempo y en unas especialísimas circunstancias.

La sociedad judía acababa de constituirse como tal, ocupando su propio territorio (la Tierra prometida) y necesitaba organizarse social y políticamente. Sucede que, al sentirse pueblo elegido por Dios, las que tenían que haber sido meras leyes, normas o disposiciones para organizar su convivencia, todas ellas quedan «bañadas» por su propia orientación religiosa. No hace falta ir muy lejos para encontrar sociedades que articulan sus leyes y normas de convivencia en base a una religión concreta. Así lo hizo la España franquista, que las articuló según las bases de la doctrina católica, en este caso de modo extremadamente ortodoxo. Parece congruente que una vez acabado dicho periodo político, desaparezcan dichas leyes y se articulen las nuevas, según las necesidades reales de la sociedad de su tiempo.

Tal ocurrió en nuestro país entre 1975 y 1978. Lo que ya no resulta congruente es que una legislación de un pueblo articulada hace miles de años permanezca vigente en nuestros días, en el ámbito eclesial, al menos en algunos aspectos, como ocurre con el tema que nos ocupa.

Nos encontramos pues con aquel pueblo, el judío que tiene que asegurar a toda costa su supervivencia. Por ello, todo lo que impidiese o no facilitase el hecho procreativo sería digno de reprobación y condena. En esas condiciones concretas, la práctica homosexual, la masturbación, la eyaculación fuera del cuerpo de la mujer o, simplemente, la relación cuando esta estuviese en periodo menstrual (imposible procrear) eran, lógicamente y debido a aquellas especiales circunstancias, hechos igualmente condenados.

Llama la atención que, de entre todas las prácticas citadas, sea exclusivamente la homosexual la que en pleno siglo XXI continúa reprobada y calificada como «pecado nefando». Esto no es solo injusto sino extremadamente sorprendente. Ni existen aquellas circunstancias históricas, ni la sociedad está en peligro de extinción. Y no dejaría de ser curioso o anecdótico, si no fuera por la cantidad de sufrimiento humano que este inexplicable hecho ha traído consigo a través de los siglos: persecuciones, hogueras, prisiones, tortura, muertes aterradoras en campos de concentración… y todo por el solo hecho de ser homosexual. La masturbación ha quedado relegada, siempre en el plano religioso, a ser un pecado, digamos de «segundo orden», como aún lo considera la Iglesia, y la eyaculación fuera del cuerpo femenino o el acto sexual durante la menstruación, como actividades sexuales condenadas, se perdieron en la noche de los tiempos. ¿Por qué la condena del acto homosexual y los que lo practican sigue con inusitada vigencia en la Iglesia católica y la cultura que esta alimenta?

No existen en la historia cultural y religiosa de la humanidad unos textos que hayan causado mayor dolor y muerte a tan ingente número de personas y, lo más triste, que los sigan causando.

Es necesario tener presente desde este momento que, junto a los versículos en que el Antiguo Testamento propone el máximo castigo a quienes realicen actos homosexuales, aparecen en igual grado de rechazo, e igualmente prohibidas y castigadas, las siguientes instrucciones:

1. Sembrar un campo con dos clases de semillas o vestir con dos clases de tejidos.

(Lev 19,19)

2. Comer sangre, bajo pena de ser extirpado del pueblo.

(Lev 17,10).

3. Raparse la cabeza o recortarse la barba.

(Lev 19,27).

4. Comer animal muerto o despedazado por las fieras.

(Lev 22,8).

5. Castigar con la muerte a quien blasfeme.

(Lev 24,10).

6. Yacer con mujer durante la menstruación.

(Lev 20,18).

7. Acostarse con varón como con mujer.

(Lev 18,22).

¿En qué difieren las prohibiciones?, ¿debemos los cristianos obedecerlas o sencillamente enmarcarlas en la vida de un pueblo en una época concreta (alejada de nosotros en siglos) y con razones ajustadas a su realidad social, radicalmente diferente a la nuestra? La Iglesia abandonó la obediencia a las seis primeras, ¿por qué persiste en actualizar la condena de la séptima?

Entonces, ¿qué es lo que directamente se condena en la Biblia, respecto al tema sexual? Veamos:

1. El abuso sexual a un hombre. Esto es, la violación del mismo (Gén 19,5-6). Sin embargo, es muy llamativo que no condena la violación a la mujer.

2. El divertimento sexual con un hombre, naturalmente sin el consentimiento de este.

(Jue 19,22).

3. La prostitución sagrada tanto masculina como femenina.

(Dt 23,18-19).

4. La relación sexual con un hombre. (Lev 18,22 y Lev 20,13).

5. La relación sexual entre dos mujeres o dos hombres llevados por la pasión exclusivamente. (Rom 1,26-27).

6. Actos sexuales con animales (zoofilia).

(Lev 18,23).

7. Relaciones sexuales con niños.

(1Tim 1,10).

Queda clara la condena a las relaciones esporádicas, el abuso, el divertimento sexual, la violación, la prostitución sagrada, etc. Ni por una vez aparece condenada la relación homosexual-homoafectiva mutuamente consentida.

Se condena la relación sexual entre hombres, pero en unas circunstancias muy precisas que el autor sagrado no ha querido obviar. Estas circunstancias son el ejercerla de modo violento y el practicarla sin el consentimiento explícito del otro, obviando su dignidad como persona libre con opción a elegir. En ningún momento el autor se refiere a la comisión de actos sexuales en un marco de amor y respeto mutuo. Por si fuera poco, el intento de agresión homosexual quiebra el mandato de hospitalidad de la Ley mosaica y es en este hecho, donde se centra la máxima gravedad y repudio de los hechos narrados.

La Iglesia (con sobrados doctores en veintiún siglos de existencia) no ha considerado clarificar todo lo anterior y haber evitado así un indecible sufrimiento a millones de personas.

Es por tanto injusto aplicar los pasajes bíblicos a aquellas personas que, siendo de idéntico sexo, se sienten atraídos, se enamoran, se aman y deciden vivir su compromiso «hasta que la muerte los separe», en idéntico deseo a como lo formulan los hetero. No se trata ni de perversión, ni de vicio, ni de enfermedad que sea necesario curar, sino de una variante de la expresión amorosa y sexual, tan lícita y digna de respeto como la mayoritaria.

Si todas estas consideraciones las tuviese en cuenta la Iglesia católica, no solo abandonaría su condena a toda relación entre dos iguales, sino que podría abrirse a su bendición, sin ningún reparo.

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