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“¿No ardía nuestro corazón?” (Lucas 24,13-35). Crónica de un encuentro en Zaragoza

Miércoles, 3 de septiembre de 2014

20140902_173416Ciertamente, hermanos, ardía nuestro corazón en el encuentro, una vez más, con el grupo de Zaragoza… Ardía nuestro corazón y éramos conscientes de la presencia del señor entre nosotros mientras compartíamos el pan de la Palabra, el vino de la fraternidad y al partir del pan… Como los discípulos de Emaús, como tantos y tantos cristianos y cristianas que a lo largo de los tiempos se han reunido para hacer memoria del Viviente…

El lunes llegaba a Zaragoza y, junto con Dorian, pude conocer el espacio en el que vive una comunidad contemplativa que ora por nosotros… Día de encuentro, de comida fraterna y de compartir ideas, inquietudes y prometedoras novedades que seguro enriquecerán al grupo y a quien les acoja… Todavía es pronto para hablar de ello, pero ya huele a primicia y a esperanza.

Ayer, era el encuentro por la tarde… En casa de Dorian que nos acogió con las manos abiertas, como las primitivas iglesias domésticas de los primeros cristianos (“… partían el pan en las casas y comían juntos con alegría y sencillez de corazón“. Hechos, 2, 46b) nos juntamos en torno a una mesa… No éramos muchos… ¿o sí? Allí estában Dorian, Irimego, Abdías, Alamo, luis manuel, Ignaciano, Mudejarillo, En Arjé, que hizo lo imposible por estar allí y… fray Bernardo Yoel, en esa preciosa vela que alumbraba el camino… ¿sólo ellos?, no, ciertamente estaban allí tantos hermanos y hermanas que a lo ancho de todo el mundo entran en la página, leen las aportaciones del foro, escriben, oran y permanecen unidos en esta comunión que rebasa fronteras, confesiones, vidas y experiencias… Sí, en esa pequeña sala había un mundo y, sobre todo, estaba Él, El Viviente, el Señor resucitado que nos ha convocado a esta comunidad virtual, a este espacio de encuentro de creyentes GLTBI para dar testimonio del amor y de la ternura de Dios y para la denuncia profética de la Homofobia y de todas las fobias… Y eso, queridos hermanos, desde la infinita confianza  en este Dios que nos salva y que traducían las lecturas que fueron proclamadas…

20140902_173443Por eso, leíamos  Isaías 50: 4-10: El Señor me ha dado lengua de discípulo… siendo conscientes de que hemos sido convocados no para quedarnos en el calor del hogar, ni en las tiendas del Tabor, sino para descender de la montaña para consolar al afligido, para construir fraternidad, para ser profetas que denuncien la injusticia aún a riesgo del insulto y la persecución…porque confiamos en el Dios de la Vida. Respondíamos aleres con el Salmo 121 (120): Levanto mis ojos a los montes ¿de dónde me vendrá el auxilio? y lo confirmábamos con Romanos 8:35-39:  siendo conscientes de que nada ni nadie nos  separará del amor de Dios… ni jerarquías, ni prejuicios obsoletos…

Terminamos la Palabra proclamando la Buena Noticia de Lucas 7,1-10: El relato de la Curación del siervo del Centurión, sintiéndonos agradecidos con las palabras de Jesús: “Os aseguro que ni aun en Israel he encontrado tanta fe como en este hombre”. Un relato que nos hablaba de esa diversidad de 20140902_220444vidas, experiencias personales, trayectorias vitales, confesiones religiosas, que poníamos sobre la mesa y en esa “homilía” compartida entre todos como eco de esa palabra que se hacía realidad en nuestras vidas…

Pusimos sobre la mesa nuestras inquietudes, peticiones y deseos… allí estábais todos y todas transmitiéndonos vuestra vida y vuestra fuerza… por eso surgió el agradecimiento, largo, discutido, compartido, por tanto beneficio recibido…

Tras esta auténtica eucaristía, el ágape fraterno nos unión entre risas, anécdotas y retazos de vida… Una vez más Vida, Vida, Vida… Y al final, las despedidas…algunos nos quedábamos en Zaragoza, otros hacia sus respectivos pueblos… Y sin embago alegres, sabiendo que la puerta está abierta, que más pronto que tarde volveremos a encontrarnos y conscientes de que, si se demora, el Espíritu nos ha unidoy nos une en un mismo camino, en una misma tarea.

Ese era el sentido y significado de las minúsculas semillas de mostaza, venidas de tierra Santa, que Dorian nos fue entregando a cada uno tras la eucaristía… de nosotros depende que fructifiquen…

Esta es mi experiencia que,seguro, completarán quienes allí estaban…

Gracias hermanos por este encuentro, más bien, reencuentro…

Mudejarillo

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