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Otra Iglesia. Clero disidente durante la Segunda República y la guerra civil

Martes, 3 de junio de 2014

OtraIglesiaEl historiador coordina “Otra Iglesia. Clero disidente durante la Segunda República y la Guerra Civil”

Feliciano Montero: “Hay mártires en los dos bandos, también entre los curas de izquierdas”

“No se trataba de una cruzada religiosa, la guerra no podía justificarse religiosamente”

El canónigo que eligió al pueblo frente a Franco

(Jesús Bastante).- Feliciano Montero es uno de los compiladores de Otra Iglesia. Clero disidente durante la Segunda República y la Guerra Civil, una obra publicada por la editorial Trea. El libro narra las vidas de aquellos curas disidentes o militantes de izquierdas que, según Feliciano, “también son santos” (en el sentido laico de la palabra) puesto que en muchos casos ejercieron actos heroicos como salvar la vida de personas de derechas.

Hay mártires en los dos bandos, también en el bloque de los curas de izquierdas, afirma Montero, lamentando que las historias de estos sacerdotes hayan sido en su mayoría olvidadas. “Los únicos que nunca perdieron la memoria de lo que habían sido durante la guerra y la República fueron los curas vascos”, opina el compilador del libro.

Como historiador, Feliciano es consciente de que “la historia de la República y de la Guerra Civil no pondera demasiado las posiciones de centro”. Y esto se debe, a su parecer, a que “la guerra elimina los matices, hay que definirse en blanco o negro”.

 El libro trata un tema polémico, controvertido y poco conocido. ¿Por qué hablar de “otra Iglesia”?

Porque los curas biografiados en el libro tienen ciertamente una trayectoria diferente a la que fue la posición mayoritaria, y la más conocida y reconocida en la historia de la Iglesia española.

¿Existen características comunes para poder definir a esos curas?

Fundamentalmente son clérigos que entran en un proceso de conversión hacia valores democráticos y republicanos, a través del compromiso social o de ciertos contactos del mundo exterior a la Iglesia católica. Son personas que van convirtiéndose a esos valores, lo que hace que, cuando llega la República, se encuentran a gusto. De una manera bastante natural. Y después, ante la situación dramática y crítica de la Guerra Civil, según dónde les pilla, asumen posiciones heterodoxas para lo que era la posición dominante en la Iglesia.

¿Fue compatible en esos casos la identificación de los valores republicanos o de izquierdas y la pertenencia a la Iglesia?

 Era peligroso, pero desde luego sí era compatible. Más allá de las biografías más excepcionales de estos curas, durante la República la mayor parte de la población creo que fue sinceramente católica pero a la vez aceptó la República. En algunos casos de manera accidentalista o posibilista, como “mal menor” según la teoría de León XIII. Pero en otros casos, aunque fuera un sector minoritario, se aceptó con más convicción. Aunque ciertamente al estallar la guerra la cosa se complicó mucho más. La compatibilidad se hizo muy difícil, prácticamente imposible.

¿Se sintieron esos curas abandonados por su Iglesia, por su jerarquía?

Sí. La guerra supuso una ruptura para toda la sociedad española. Creo que la historia de la República y de la Guerra Civil a veces no pondera demasiado las posiciones de centro. Es decir, los matices. La guerra elimina los matices, hay que definirse en blanco o negro. De ahí que todos los que estuvieran en una posición matizada eligieron el exilio para simplemente desaparecer. En el caso de los curas también. Muchos de ellos fueron también perseguidos y suspendidos de su cargo, aunque algunos de ellos lograron posteriormente rehabilitarse.

¿Fueron los obispos mediadores en el conflicto, o se comportaron de manera opuesta? Sabemos que en el 37 declararon el alzamiento como una gran cruzada. ¿Hubo posturas diferentes por parte de algunos obispos o sacerdotes concretos?

Justamente los sacerdotes que aparecen en el libro son el testimonio de aquellos que fueron enemigos del golpe de Estado de Franco. Hubo curas muy conocidos que asumieron una tarea de propaganda en defensa de la República en medios católicos extranjeros, criticando la legitimidad religiosa de la guerra. De modo que estuvieron claramente enfrentados con la pastoral colectiva en esa guerra de propaganda.

Guerras de propaganda hay en todas las guerras, pero en el caso de España lo que se discutía era el carácter religioso o no de la Guerra Civil.

¿Cree que tenia un carácter religioso la Guerra Civil?

Creo que en parte sí. Pienso que con la distancia histórica que tenemos hoy, y desde una mentalidad post-conciliar con la que me identifico, es muy fácil desmontar eso. Pero creo que hay que colocarse en el contexto de la época y escuchar los testimonios de la gente que vivió aquello de cerca, sus autopercepciones. Una cosa es que Franco y los militares utilizaran el elemento religioso, sobre todo cuando le guerra se consolidó, para favorecer claramente su posición (y en esta operación entraron los obispos, que se dejaron utilizar por el régimen, o se utilizaron recíprocamente); y otra cosa es que efectivamente los fieles, los católicos, vivieran la experiencia de la guerra con carácter religioso. Y yo creo que para bastantes de los que participaron en la guerra, fue así. Y no cabe que nosotros desautoricemos sus percepciones. ¿Quiénes somos nosotros para desautorizar a quienes vivieron situaciones tan dramáticas, en las que les iba la vida? Tenían sus condicionamientos, como tenemos nosotros los nuestros. Pero precisamente el trabajo del historiador es tratar de comprender el contexto de la época, intentar situarse en él. Desautorizarlo o descalificarlo desde parámetros posteriores no tiene mucho sentido. Aunque se tenga que reconocer, por supuesto, que hubo una manipulación y una utilización de ese carácter religioso, y que se trató de transmitir al catolicismo internacional (no sólo español) que había un respaldo de la Iglesia hacia un determinado bando, a pesar de que medios franceses y belgas habían publicado que no. Que no se trataba de una cruzada religiosa, y que la guerra no podía justificarse religiosamente.

Como historiador, ¿cómo ves los procesos de beatificación de los mártires de la Guerra Civil?

Hay que reconocer que es llamativa la evolución de la política de la Iglesia al respecto. Hay un momento, en torno al 63 o 64, en que Pablo VI decidió que se paraban esos procesos, y se paralizaron los que habían empezado inmediatamente después de la guerra. El importantísimo libro de Antonio Montero sobre la persecución religiosa está hecho en buena medida sobre la base de los estudios previos sobre esos procesos, que estaban demasiado recientes.

Pues bien, la paralización de todo ese proceso tuvo que ver con el espíritu del Concilio, pero sobre todo con lo que significaba el proceso de reconciliación de la sociedad española, que era necesario apoyar. No es casual que el proceso se recupere en un momento en que la Iglesia cambia de orientación, con Juan Pablo II, cuando éste plantea la reafirmación de la identidad católica. Es decir, el Papa plantea que no hay de qué avergonzarse de ser católico, sino al revés, dar testimonio; y en ese mismo contexto el Papa plantea una canonización masiva, de gente incluso anónima (santos laicos, etc.). Por otro lado, coincide con un momento en que la Transición se ha consolidado, y eso da pie a que se pueda replantear el tema desde otra perspectiva.

Lógicamente esto fue percibido por la oposición tradicional a la Iglesia, por los socialistas y por los comunistas de Izquierda Unida como una vuelta al tiempo de la guerra. Pero yo creo que no es así. Hay que distinguir, deslindar, el proceso de reconocimiento de la fe de esos mártires, de esos sufrientes o víctimas de la guerra; de las reivindicaciones que pusieron en cuestión la reconciliación y sus valores.

Luego está también el tema del perdón. Siempre se ha dicho que la izquierda, los sectores anticlericales o la oposición laica han criticado a la Iglesia que no haya pedido perdón. Pero yo pienso que sí que hubo una petición de perdón muy temprana, que tiene que ver con el proceso de pre-transición de la Asamblea Conjunta. Aunque no fuera aprobado finalmente como conclusión, es un documento que obtuvo una mayoría amplísima. La Iglesia del útimo quinquenio del franquismo funcionó en clave de reconciliación. Y por tanto, en clave de revisión de lo que había hecho y de petición de perdón de muchas maneras.

Hay otro aspecto que puede ser más impopular o puede parecer que decirlo sea políticamente incorrecto, pero es que por la otra parte tampoco se ha producido una petición de perdón verdadera. Y el perdón tendría que ser recíproco. Pero ninguna de las dos partes propiamente lo ha hecho.

Si bien es cierto que los mártires lo son no por una cuestión política sino por haber sido asesinados por motivo de su fe, también es cierto que no hay procesos de martirio en el otro bando. No hay ningún procesos iniciado de algún cura republicano o vasco que también hubiera sido asesinado… ¿No hay mártires entre los curas que no fueron asesinados por los comunistas o los republicanos?

Volvemos a lo de antes: al contexto de la época, en el que nuestros biografiados eran heterodoxos y representaban justo lo contrario de lo que era la postura oficial mayoritaria. En general, en el caso de nuestros curas disidentes o de otros militantes de izquierdas que no cometieron actos de violencia e incluso que cometieron actos heroicos por salvar a personas de derechas etc., es evidente que también hay santos (en el sentido laico de la palabra). Es decir, que en el bloque de los curas de izquierdas también hay “mártires”.

Lo que pasa es que en este debate hay un cierto error en el sentido de que la cuestión de los mártires al final es una cuestión interna de la Iglesia. ¿Por qué entonces duele tanto o afecta tanto a sectores que no son de Iglesia que sean mártires o no? Sería más lógico que no los no creyentes pensaran “allá la Iglesia con ese tema”.

Pero en el sentido de haber ejercido virtudes heroicas (de generosidad, de perdón, de jugarse la vida por salvar a las personas…), desde una perspectiva laica más amplia, creo que hay mártires en los dos bandos.

¿Documentáis casos así en el libro?

Sí. Por ejemplo, el caso de un cura nada conocido, el párroco de Mijas, Francisco González Fernández. Él se fue decantando cada vez más por la República, se hizo maestro, abandonó la parroquia (o le presionaron para que lo hiciera) y se fue a trabajar a una escuela. Poco a poco se fue comprometiendo con la República, cada vez más, hasta identificarse plenamente con la República Popular. Es un caso en torno al que hay más preguntas que respuestas, porque acceder a fuentes o documentos es difícil, pero los testimonios apuntan a que él siempre trató de mediar para salvar a personas y familias.

Hay otros casos más conocidos de anarquistas o socialistas que pasaron por la cárcel. Todos fueron represaliados salvo aquellos a los que les pilló la guerra en territorio republicano y lograron ir al exilio. Aunque el exilio también fue una represalia, pues no podían regresar ni recuperar su identidad.

¿Cómo era la Iglesia con la que soñaban estos personajes que se vieron obligados a abandonar su país y en cierto modo también su ministerio activo?

Hay dos perfiles: uno más de tipo social, en el que fue el compromiso lo que les llevó a tomar posiciones críticas con el contexto político y también con la propia Iglesia en la medida en que no apoyaba decididamente ese compromiso. Y luego hubo también una evolución intelectual en muchos casos hacia valores liberales y republicanos. Lo curioso en ese sentido es que este fenómeno sería claramente un antecedente de lo que es el espíritu del Concilio Vaticano II.

En el caso de uno de los biografiados que aparecen en el libro y que ya era conocido porque aparecía en otros, le dio tiempo a contemplar la Iglesia del Vaticano II, y a verse reconocido a posteriori. Esto ocurrió en más casos, pero lo irónico es que la Iglesia post-conciliar apenas reconoció esas trayectorias. Esas trayectorias y esos valores quedaron verdaderamente olvidados, salvo los de algunos muy destacados, que jugaron papeles principales como propagandistas durante la guerra. Pero la mayoría ha quedado muy olvidada. Los únicos que fueron reivindicados, tanto en el exilio como en el interior, fueron los curas vascos, que tenían mayor peso como colectivo y que nunca perdieron la memoria de lo que habían sido durante la guerra, la República y demás. Al igual que los catalanes.

Pero el resto de curas desconocidos no fueron reivindicados en el tiempo del Concilio como antecedentes. Aunque uno al leer la historia se da cuenta de que efectivamente son un anticipo.

¿Cómo vivieron estos biografiados la persecución que en un momento se dio durante la República contra las órdenes religiosas? ¿Cómo vivieron ellos, los curas que admiraban los principios de la República, que en su nombre se desatara la violencia anticlerical antes incluso de que estallara la guerra?

La violencia antes de la guerra, en el año 34 y en la época del Frente Popular, no fue comparable con la violencia que se desató en el verano del 36, ya en un contexto de armas.

La pregunta que muchos autores nos hemos hecho pero que creo que no está suficientemente plateada o estudiada es la justificación que existe en el discurso republicano. Algo así como “la Iglesia se lo merece”. En la línea de la postura de autocrítica de los sectores del catolicismo social más combativos y comprometidos, que en vísperas de la guerra reflexionaban sobre lo que entonces llamaban “las razones de la apostasía de las masas“. Hacían una autocrítica muy fuerte desde círculos de estudios y seminarios dirigidos a selectos grupos de sacerdotes, y señalaban la responsabilidad de la Iglesia en el desafecto y la desafección, e incluso en la violencia popular anticlerical. Es decir, que en parte se entendió o se justificó esa violencia, aunque también hay que tener en cuenta que durante la guerra las noticias de lo que estaba ocurriendo no eran inmediatas. Habitualmente llegaban tarde y de manera confusa, sin calibrar las situaciones.

Hubo republicanos católicos que por defender la república justificaron totalmente la violencia anticlerical. En cambio, otros de esa misma tendencia la criticaron. Así que hubo de todo, aunque no está excesivamente estudiado, a pesar de que es un tema bien interesante.

¿Quiénes son los estudiosos que han participado en este libro?

Yo he animado y coordinado el libro, dándole una cobertura académica desde mi posición de profesor universitario. Llevo tiempo coordinando un proyecto de investigación sobre el catolicismo y el laicismo en la España del siglo XX, y dentro de ese contexto este tema es muy interesante, porque en las biografías de estas personas se cruzan y se pueden apreciar perfectamente esos conflictos. Creo que en general son personas que experimentan una conversión hacia la laicidad, compatible con la fe católica. En ese sentido, están en el cruce.

En el libro han participado varios autores. Algunos de ellos están haciendo tesis sobre los clérigos republicanos en el Parlamento de la República, lleva trabajando tiempo en investigaciones de ese tipo y tienen una base de datos muy amplia sobre este tipo de curas. Cada biografía del libro es el trabajo de una persona que se fue agregando al proyecto, pero como equipo nos reunimos varias veces para contrastar e intercambiar. Es decir, que hay un cierto trabajo colectivo dentro de que cada capítulo tiene su autonomía. Pero el protagonismo principal corresponde a los autores

Fuente Religión digital

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