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Somos luz y sal

Domingo, 9 de febrero de 2020
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Luz.3Domingo V del Tiempo Ordinario 

9 febrero 2020

Mt 5, 13-16

La lectura moralista –“tienes que…”, “debes…”– introduce en un voluntarismo, no solo peligroso en sus consecuencias, sino profundamente engañoso en su origen.

          Es peligroso porque, en la práctica, se desliza fácilmente hacia el fariseísmo y termina inflando el ego, que se apropia de la acción y de su esfuerzo: creo que soy “yo” el que hago, y hago “más” que otros que no se exigen tanto como yo.

          Y es engañoso porque parte de la creencia errónea de que somos carencia. Tal creencia aflora de manera espontánea en cuanto se produce la identificación con el yo. Al reducirnos a él, no podemos percibir sino su fragilidad, debilidad, necesidad y carencia. Todo ello es cierto –esa es nuestra “personalidad”–, pero no lo es que esa sea nuestra identidad.

          No somos la “forma” –carenciada– en la que se expresa; somos “Eso” que se expresa temporalmente en toda forma. Y “Eso” es plenitud atemporal e ilimitada, pura Consciencia, una con todo lo que es.

          “Eso” es luz y sal, si queremos utilizar estas metáforas. La llama no necesita hacer un “esfuerzo” para iluminar; basta –como apunta la parábola de Jesús– con no ponerle encima un celemín. Ya somos luz: solo se requiere no bloquearla. Lo cual implica actitudes de autenticidad y de transparencia.

          Así como la llama ilumina por sí misma, la luz brota en nosotros en cuanto nos vivimos con limpieza, siendo canales transparentes por los que fluye. A nosotros, como a la llama, nos basta ser lo que somos y vivirnos en coherencia con ello. Lo notaremos porque crecerá en nosotros una actitud de desapropiación y de libertad interior: dejaremos que la Vida fluya, dando luz y sabor en cada momento.

¿Desde dónde me vivo habitualmente?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Sabor a Evangelio

Domingo, 9 de febrero de 2020
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5b91b-luz2bdel2bmundoDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

  1. Sal y luz: sabor y color de la vida.

         El evangelio de hoy es la conclusión de las bienaventuranzas, (Mt 5), que no leímos el pasado domingo por coincidir con la Fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo.

Las dos lecturas de hoy ensamblan dos símbolos: la sal y la luz. Vosotros sois la sal y la luz.

  1. Sal

         La sal conserva los alimentos además de dar sabor a la comida. La sal es un símbolo de cierta viveza: sabor y saber en la vida.

(Saber) Sabiduría no es lo mismo que ciencia: Se puede tener conocimientos y carreras universitarias, pero no saber vivir ni saborear la vida. Cuántas personas no tienen ciencia, pero saben vivir, tienen sabiduría y

         Los cristianos, la comunidad eclesial es sal de la tierra: Vosotros sois la sal de la tierra.

         Cristiano es quien tiene y transmite el buen sabor de Cristo. No quien transmite órdenes, sino quien transmite la bondad de Cristo.

         Escuchábamos al profeta Isaías en la primera lectura:

Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que ves desnudo, y no te cierres a tu propia carne. Entonces romperá tu luz.

La sal ¿se ha vuelto insípida?

         Llevamos unos años en los que la iglesia jerárquica –sobre todo un gran sector de la jerarquía hispana- dice poco, transmite escaso sentido cristiano. Anda atosigada con media docena de cuestiones morales, que no son centrales ni mucho menos al cristianismo: la propiedad del patrimonio eclesiástico, la fecundación in vitro, la homosexualidad, la cuestión de género, peregrinaciones, etc.

         ¿Dónde ha quedado el contenido y el sabor del Evangelio de JesuCristo?

         ¿Dónde han quedado las bienaventuranzas, el amor?

Dónde han quedado el: Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que ves desnudo, y no te cierres en ti mismo

  1. Luz

     El símbolo de la luz está muy presente en la Biblia (y en la vida). La luz es el principio de la creación de la vida (Gn 1,3). El pueblo que vivía en tinieblas, vio una gran luz, (Mt 4,16). Yo soy la luz (Jn 8,12; 9,5).

Solemos emplear el símbolo de la luz en los momentos más importantes de la vida: las madres “dais a luz”. Cuando morimos, alguien nos deseará y pedirá a Dios Padre que nos “conceda la luz eterna”. En situaciones difíciles: no vemos la luz, la salida. A veces nos encontramos con personas que “no tiene luces” o a nosotros mismos nos “faltan las luces” por debilidad, cansancios, etc.

         Como cristianos nos acercamos a quien es la Luz para que Él ilumine nuestra vida y nosotros transmitamos, reflejemos un poco de luz. Los cristianos somos como Juan Bautista, no somos la luz: Cristo es la luz.

  1. Todos hemos de iluminar y ser sal en la vida.

         La vida nos llama a ser luz: como padres de familia que ilumináis la vida de vuestros hijos; a veces como compañeros y amigos que no ayudamos, nos “iluminamos”: “quien encuentra un amigo encuentra un tesoro”, dice la Biblia, aunque no hace falta que lo dijera. En una comunidad religiosa es importante la luz y el sabor que proyectamos y dejamos, (hay quien todo lo ve negro y de sabor amargo; también se puede encender una vela y hacer un poco de luz). La responsabilidad de un profesor, de un maestro es grande a la hora de iluminar, de enseñar más con su testimonio que con su ciencia. Los psicólogos, los médicos iluminan también la vida, los problemas de las personas: un buen consejo, enseñar a vivir, etc. Los presbíteros, los catequistas tenemos una responsabilidad de transmitir la luz de Cristo

         Otras profesiones también iluminan (a veces no sé si ciegan) la vida de los demás: periodistas, científicos, incluso políticos

  1. alumbre así vuestra luz.

Lo eclesial y lo eclesiástico en nuestro momento diocesano.

         Dado el momento y la situación de nuestra diócesis. Necesitamos luz, sal, paz, calma, interioridad. ¿O es que no se quieren ver las cosas?

La luz y la sal no están en la doctrina teórica, ni en disciplina eclesiástica, menos en el uso del poder despótico, (1Ped 5,1-4).

La luz cristiana está en el corazón compasivo y misericordioso

         ¿Cuándo alumbra la luz del evangelio, cuándo transmitimos esa luz? La respuesta la encontramos en la primera lectura de hoy del profeta Isaías:

“Cuando destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia, cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía.”

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“Salir a las periferias”. 5 Tiempo ordinario – A (Mateo 5,13-16)

Domingo, 5 de febrero de 2017
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12-05-to-600x894Jesús da a conocer con dos imágenes audaces y sorprendentes lo que piensa y espera de sus seguidores. No han de vivir pensando siempre en sus propios intereses, su prestigio o su poder. Aunque son un grupo pequeño en medio del vasto Imperio de Roma, han de ser la “sal” que necesita la tierra y la “luz” que le hace falta al mundo.

“Vosotros sois la sal de la tierra”. Las gentes sencillas de Galilea captan espontáneamente el lenguaje de Jesús. Todo el mundo sabe que la sal sirve, sobre todo, para dar sabor a la comida y para preservar los alimentos de la corrupción. Del mismo modo, los discípulos de Jesús han de contribuir a que las gentes saboreen la vida sin caer en la corrupción.

Vosotros sois la luz del mundo. Sin la luz del sol, el mundo se queda a oscuras y no podemos orientarnos ni disfrutar de la vida en medio de las tinieblas. Los discípulos de Jesús pueden aportar la luz que necesitamos para orientarnos, ahondar en el sentido último de la existencia y caminar con esperanza.

Las dos metáforas coinciden en algo muy importante. Si permanece aislada en un recipiente, la sal no sirve para nada. Solo cuando entra en contacto con los alimentos y se disuelve con la comida, puede dar sabor a lo que comemos. Lo mismo sucede con la luz. Si permanece encerrada y oculta, no puede alumbrar a nadie. Solo cuando está en medio de las tinieblas puede iluminar y orientar. Una Iglesia aislada del mundo no puede ser ni sal ni luz.

El Papa Francisco ha visto que la Iglesia vive hoy encerrada en sí misma, paralizada por los miedos, y demasiado alejada de los problemas y sufrimientos como para dar sabor a la vida moderna y para ofrecerle la luz genuina del Evangelio. Su reacción ha sido inmediata: “Hemos de salir hacia las periferias”.

El Papa insiste una y otra vez: “Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrase a las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termina clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos”.

La llamada de Francisco está dirigida a todos los cristianos: “No podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos”. “El Evangelios nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro”. El Papa quiere introducir en la Iglesia lo que él llama “la cultura del encuentro”. Está convencido de que “lo que necesita hoy la iglesia es capacidad de curar heridas y dar calor a los corazones”.

José Antonio Pagola

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“Vosotros sois la luz del mundo”. Domingo 5 de febrero de 2017 5º Domingo Ordinario

Domingo, 5 de febrero de 2017
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13-ordinarioa5Leído en Koinonia:

Isaías 58,7-10: Romperá tu luz como la aurora.
Salmo responsorial: 111: El justo brilla en las tinieblas como una luz.
1Corintios 2,1-5: Os anuncié el misterio de Cristo crucificado.
Mateo 5,13-16: Vosotros sois la luz del mundo.

Las lecturas de hoy tienen como tema central la justicia de Dios, expresada plenamente en el amor misericordioso para con el prójimo. El relato que leemos del profeta Isaías se enmarca en el contexto del ayuno, en donde se realiza una fuerte crítica al pueblo de Israel por sus prácticas religiosas desarticuladas de la fe y la justicia con los pobres. El profeta llama a realizar el verdadero culto a Yahvé, ligado íntimamente con la justicia y la misericordia. Las prácticas religiosas deben salir del corazón y deben dar como fruto una verdadera justicia social, concretizada en el compartir del pan con el hambriento, en la solidaridad con los que sufren, en preocuparse visceralmente por los hermanos pobres, pues en ellos, en los abatidos, en los mal vistos, es donde el mismo Dios se revela; es en ellos donde la luz de Dios se hace presente; es donde el Dios de Israel verdaderamente habita.

En relación con lo anterior, Pablo expresa a los corintios que el misterio de Dios anunciado por él no se fundamenta en la sabiduría humana, sino en el mismo Señor crucificado, lo cual significa que es Dios quien ha actuado en Pablo y en la comunidad. Es relevante que Pablo se refiera a la cruz de Cristo como el elemento esencial de su predicación. Con ello quiere hacer presente el verdadero rostro de Dios que se revela no a los sabios ni a los poderosos, sino a los más vulnerables de la sociedad. De ahí que el anuncio de la Palabra transformadora de Dios no pertenezca al mundo de la sabiduría humana, sino a la fuerza salvífica del Espíritu de Dios; es decir, que la fe y su debido comportamiento moral, sintetizado en la justicia y en la misericordia, sea una iniciativa exclusiva de Dios, una acción liberadora que penetra en el corazón del ser humano y que lo empuja a actuar de una manera coherente con la Palabra escuchada. Por tanto, el anuncio del misterio de Dios realizado por Pablo a la comunidad griega de Corinto es su propia experiencia de Cristo; lo que realmente anuncia es la vivencia de ese mensaje.

El evangelio de hoy, de Mateo, expresa cuál es la misión de los creyentes de todos los tiempos: ser sal y luz para el mundo. Tanto la sal como la luz son elementos necesarios en la vida cotidiana de las familias. La sal da sabor a las comidas, conserva los alimentos, purifica; en la antigua Palestina servía para encender y mantener el fuego de los hornos de tierra. Por su parte, como es sabido, la luz disipa las tinieblas, ilumina y orienta a las personas; es la metáfora perfecta que emplea el AT para hacer referencia a Dios; y es la tarea de los profetas y en especial la del Mesías: ser luz de las naciones (Is 42,6). Sal y luz, entonces, hablan de la tarea del seguidor fiel de Jesús: Expresar la fe, su integración con el proyecto de Dios a través del testimonio de vida, a través de las buenas obras, de los buenos frutos; tiene la misión de mantener el sabor y la luminosidad de la Palabra de Dios en todo tiempo y lugar del mundo –empresa que únicamente se logra por medio de una conciencia plena de la necesidad de fomentar en la comunidad mundial la justicia y la solidaridad entre los hermanos. Leer más…

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Dom 5.2.17. Una luz encendida, sal que conserva y da gusto

Domingo, 5 de febrero de 2017
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imagesDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 5, ciclo A. Mt 5, 13-16. Vosotros sois la sal de la tierra, vosotros sois la luz del mundo… Así dijo Jesús a sus discípulos, a modo de afirmación (¡vosotros sois sois!) y de propuesta (¡habéis de ser!). Estas palabras son una promesa de gozo y responsabilidad, pero pueden convertirse en fuente de condena, si no las acogemos y cumplimos.

No se trata de decir que lo somos, sino de serlo. No se trata de imponer a los demás esta pretensión: ¡Nosotros somos la luz…! (como si fuéramos mejores que los otros), sino de ofrecer humildemente un resquicio de luz, como luciérnagas en noche tenebrosa (¡epertargi!), como un poco de sal en la sosa “comida” del mundo.

A veces hemos hecho todo lo contrario: Hemos querido imponer nuestra oscuridad como si fuera luz, apagando luces ajenas… Hemos arrojado sobre otros nuestras sales muertas… Por eso sigo diciendo: No se trata de apagar, sino de alumbrar; no se trata de amargar, sino de saborear y dar gusto. Y esto de un modo sencillo, como si fuera natural, gratuitamente, sin cobrar, sin exigir, sin pasar por encima de nadie.

Vosotros sois la luz, vosotros sois la sal… Ésta es una palabra que Jesús dirige a todos (a vosotros), a los cristianos individuales y a la Iglesia como grupo, para que seamos como la sal que mantiene la vida de la tierra y ofrece su sazón a los alimentos, como la luz que abre espacios de claridad y de sentido.

imagesqÉsta ha podido ser una palabra altisonante, como si pudiéramos ir por la calle diciendo “somos mejores que vosotros, tenemos gente más buena, dogmas más altos, iglesias más grandes, más bellas ceremonias, poderes religiosos, más santos….

Pero ésta puede y ha de ser una palabra consoladora… si empezamos a ser de un modo muy sencillo una presencia de luz, una sal para el mundo, nosotros, no unasestructuras exteriores…; nosotros mismos, hablando con nuestra vida, no con sermones hechos, con mentiras repetidas… Nosotros mismos, desnudos y transparentes, desde la luz y la sal del evangelio…, reflejando su gracia, repartiendo su sal.

‒ Ser como la sal… La tierra corre el riesgo de podrirse, porque no tiene sal o porque la tiene mala y excesiva (el Mar Muerto). La sal no vale para sí, sino para conservar y sazonar, para diluirse en el proceso de la vida de la tierra… No sois sal para vosotros, para un grupo pequeño, sino sal para la tierra entera.

‒ Ser luz… Tampoco la luz vale en sí, sino para alumbrar a otros… El peligro de cierta iglesia ha sido petrificar la luz o, mejor dicho, confundiendo su oscuridad con luz, y queriendo imponerla sobre los demás…

Y con esto dejo las consideraciones generales y paso al argumento del evangelio de este domingo, sorprendente y consolador, cercano y exigente. Buen domingo a todos

(tema de mi Diccionario de la Biblia).

Un tema de Mateo

Estos símbolos de la luz y de la sal habían sido utilizados por Marcos (cf. Mc 9, 50; 4, 21), y reutilizados por Lucas por separado, en su contexto antiguo (14, 34-35 y 11, 33). Pero sólo Mateo los ha vinculado y unificado desde la perspectiva de las bienaventuranzas, que habían aparecido como programa mesiánico/sapiencial abierto a todos los hombres y mujeres (Mt 5, 1-12)en tercera persona).

Antes de precisar la aplicación de la nueva “ley” de Jesús vienen estas palabras sobre la experiencia clave de la comunidad, entendida desde la tradición del judaísmo; ellas expresan ahora la identidad más honda de la Iglesia (¡vosotros sois!), en una línea que puede compararse a la de la semilla y la levadura de Mt 13, 31-33:

5 13 Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se desala ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada, sino para ser arrojada afuera y pisoteada por los hombres.14 Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada sobre un monte. 15 Ni encienden una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los de la casa. 16 Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielo.

imagessinfotogifLa sal es un signo ambivalente, es desolación y desierto (como en el Mar de la Sal, Mar Muerto, a poca distancia de Jerusalén), y de condimento alimenticio y componente de los sacrificios (cf. Lev 2, 13). Un texto enigmático de Marcos afirma que «todo será salado en (con) fuego. Buena es la sal. Pero si la sal se desala, ¿con que la sazonareis?» (Mc 9,50). Esta imagen ofrece una interpretación de conjunto de la realidad, partiendo del riesgo de condena que Jesús ha vinculado al rechazo (escándalo) de los pobres.

En ese contexto se sitúa la frase enigmática “todo se salará con fuego” Mc 9, 49), que debió ser comprensible para la comunidad de Marcos, pero que ha planteado pronto dificultades (cf. ComMc 9, 50). Pues bien, en contra de eso Mateo introduce el tema de la sal en un contexto de proclamación mesiánica, presentando a los creyentes (¡vosotros!) como sal de la tierra y luz del cosmos:

‒ Sal de la tierra (to halas tês gês: 5, 13). Esta palabra denota una fuerte autoconciencia de misión de la Iglesia, un compromiso de salvar la tierra, como buena sal, que da sabor y conserva los alimentos. Los cristianos son portadores de un sabor y salvación que han de ofrecer a los demás, no al servicio de sí mismos, pues la sal no vale en sí, sino en cuanto se disuelve y sazona (conserva) los alimentos. Una sal que se desale (5,13: que se vuelve loca, môranthê) se hace inútil. De esta forma dirige Mateo una advertencia a los cristianos, para que no pierdan su fuerza y sean signo de sentido (conservación) para la tierra entera.

‒ Luz del cosmos (to phôs tou kosmou). Mateo ha desarrollado más esta comparación, que proviene de Marcos (ComMc 4, 21; cf. Lc 8, 16), donde tenía una introducción sorprendente (¡no viene la luz…!) y Jn 8, 12 la desarrollará de una forma cristológica (¡yo soy la luz del mundo!), pero Mateo la convierte en una parábola eclesial, en segunda persona: ¡Vosotros sois la luz! La luz es quizá el más poderosos de los símbolos del cosmos, y así aparece en la Biblia como principio de la creación (cf. Gen 1, 2-5. 14-18). Leer más…

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La sal y la luz. Domingo 5º TO. Ciclo A

Domingo, 5 de febrero de 2017
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imagesDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre:

El evangelio de este domingo consta de dos breves parábolas muy fáciles de entender. Pero se puede profundizar en ellas situándolas en su contexto y utilizándolas para un examen de conciencia.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

               Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.

               Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del candelero, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.

Diseccionando el texto

               Aunque empiezan de forma muy parecida, el desarrollo de las dos parábolas es distinto.

               La primera consta de dos elementos: afirmación (vosotros sois la sal) y advertencia sobre el peligro de perder el sabor.

               La segunda es más compleja, consta de cuatro elementos: entre la afirmación (vosotros sois la luz) y la advertencia sobre el peligro de meter la lámpara en el armario, encontramos una nueva imagen sobre la ciudad en lo alto del monte, y termina con una exhortación a hacer brillar nuestra luz.

               Pido perdón por destripar el texto, pero lo hago para dejar claro la difícil tarea de los evangelistas, que reunieron palabras pronunciadas por Jesús en diversos momentos, y no tenían la posibilidad moderna de marcar bloque y trasladar o borrar sin enorme gasto de tiempo y de dinero.

El contexto: las parábolas y las bienaventuranzas

               El evangelio de Mateo sitúa estas dos parábolas inmediatamente después de las bienaventuranzas. Como vimos el domingo pasado, las bienaventuranzas hablan de las personas que pueden interesarse por el mensaje de Jesús y entenderlo; de las que pueden entrar a formar parte de la comunidad cristiana (el reinado inicial de Dios) por los motivos más diversos en su actitud ante Dios y el prójimo. Proclamando los valores más inauditos, son un canto de esperanza para todos los que se sienten marginados por la sociedad y el estamento religioso: Dios Rey los acoge como súbditos.

               Pero Mateo, siempre tan realista, no quiere que los cristianos lancemos las campanas al vuelo, que nos sintamos maravillosos y al seguro. Por eso, antes de entrar en el cuerpo central del Sermón del Monte, nos da un doble toque de atención con estas dos parábolas.

Los dos peligros

               Leídas juntas, las dos parábolas pretende ilusionar a los oyentes recordándoles que Dios les ha concedido la capacidad de dar sabor, y energía para iluminar a todos los hombres, redundando en gloria de Dios.

               Pero caben dos peligros: el prime­ro, perder la energía (parábola de la sal); el segundo, ocultarla (parábola de la luz del mundo).

               ¿Cómo se puede perder la energía? Más adelante, en la parábola del sembrador, Mateo ofrece unas pistas cuando habla de la semilla sembrada entre cardos: las preocupaciones mundanas y la seducción de la riqueza lo ahogan, y no da fruto (Mt 13,22).

               ¿Cómo conservar la energía? Si tomamos como modelo a Jesús, sus dos fuentes de energía fueron la oración (tema que subrayan los cuatro evangelios) y el contacto directo con el prójimo, especialmente con los más necesitados (enfermos, marginados).

               ¿Cómo ocultar la luz? Dejándonos arrastrar por lo cómodo y fácil. Jesús fue luz del mundo porque no se recluyó cómodamente en su mundo, prefirió el esfuerzo, el riesgo, el cansancio, la adversidad y la muerte.

¿Cómo hacer que brille nuestra luz?

               La primera lectura, tomada del c.58 de Isaías, encaja perfectamente con la parábola de la luz.

               Así dice el Señor:

               Parte tu pan con el hambriento,

               hospeda a los pobres sin techo,

               viste al que ves desnudo,

               y no te cierres a tu propia carne.

               Entonces romperá tu luz como la aurora,

               en seguida te brotará la carne sana;

               te abrirá camino la justicia, detrás irá la gloria del Señor.

               Entonces clamarás al Señor, y te responderá;

               gritarás, y te dirá: «Aquí estoy.

               Cuando destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía.

               Tras la destrucción de Jerusalén y la deportación a Babilonia (año 586 a.C.), la situación del pueblo judío fue trágica, incluso después de la vuelta del destierro (año 538 a.C.). La capital siguió prácticamente despoblada hasta mediados o finales del siglo V (época de Nehemías) y la situación económica era de absoluta penuria. El pueblo se sentía como un cuerpo enfermo y sumergido en tinieblas.

               En esas circunstancias de desánimo, busca la solución en una serie de ceremonias religiosas, especialmente el ayuno (que implicaba no sólo abstenerse de alimentos sino también realizar otros ritos, como cubrirse de saco y ceniza, etc.), para ganarse el favor de Dios. Pero Dios no hace nada. Y el pueblo se queja y protesta. «¿Para qué ayunar si no haces caso?» Dios responde por medio del profeta: si quieres que tu situación mejore, que brille tu luz en las tinieblas, que rompa tu luz como la aurora, comprométete con el que pasa hambre, tiene sed, está desnudo y sin techo (las famosas obras de misericordia, que se conocían ya en el antiguo Egipto); destierra la opresión y la maledicencia.

               Hay una idea capital en esta lectura. Cuando habla de los necesitados termina diciendo: «y no te cierres a tu propia carne». El hambriento, desnudo o sin techo no es un ser extraño, ajeno a mí, al que hago un favor si me apetece. Es mi propia carne, que reclama cuidado y atención, como un miembro cualquiera de nuestro cuerpo.

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Domingo V del Tiempo Ordinario. 5 febrero, 2017

Domingo, 5 de febrero de 2017
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domingo-v-to

“Alumbre así vuestra luz a las gentes

para que vean vuestras buenas obras

y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.”

(Mt 5, 13-16)

Imagínate por un momento que eres una artista famosa en el campo que quieras: poesía, escultura, pintura, cine, fotografía, moda, canto…

Tienes que imaginarte que eres una renombrada artista. Famosa, conocida, valorada. De esas que se han abierto camino poco a poco y con dificultades. Con un talento que no siempre se ha sabido reconocer.

¿Estás en situación? ¡Bien! Ahora ya eres famosa y reconocida. Lo que significa que tu talento ha sido probado y educado. Te encuentras en lo mejor de tu carrera profesional y acabas de realizar tu gran obra. Todo gran artista tiene una gran obra que lo define.

Estas delante de tu escultura, tu película o tu novela acabada. Sabes que es la mejor. La cumbre del trabajo de toda tu vida.

Pues ahora redobla tu capacidad de imaginar e imagínate (si puedes) que decides no firmar tu obra maestra. No corras, piénsalo despacio.

Piensa en qué podría moverte por dentro a hacer algo así. Para ayudarte a tu reflexión puedes pensar en aquellas obras conocidas de autoras anónimas. Tantos libros y canciones antiguas…

Quizá alguna vez ha caído en tus manos algo hermoso, tan hermoso que has querido saber quién lo ha hecho y cuando te has puesto a investigar no has podido dar con el autor/autora. ¿Quién es capaz de hacer algo bonito y no firmarlo? ¿Qué puede buscar quién hace algo así?

Podemos pensar que a veces sale algo de nosotras tan bueno y bonito que descubrimos que en ello hay algo más que nuestra impronta personal, nuestro trabajo y nuestro esfuerzo.

Imagínate ahora algo más sencillo y cotidiano: un buen guiso, un jardín bonito, una casa limpia y ordenada, un cliente bien atendido, o una buena gestión…Una cosa sencillita que te ha salido tan bien que hasta tú misma te has quedado sorprendida y se te escapa una sonrisa acompañada de un gracias.

Pues algo así parece que nos invita a hacer el evangelio de hoy. A dejar que nuestras obras (grandes o pequeñas) alumbren, den luz, pero una luz, un calor, que quienes las reciban (e incluso nosotras mismas) lo que les salga sea dar gracias a Dios. O lo que es lo mismo: “den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.”

Oración

“Alumbre así vuestra luz a las gentes para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.”

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Déjate iluminar; preocúpate de ser una persona salada

Domingo, 5 de febrero de 2017
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mateo-5-13-16Mt 5, 13-16

El texto que acabamos de escuchar es continuación de las bienaventuranzas, que leímos el domingo pasado. Estamos en el principio del primer discurso de Jesús en el evangelio de Mt. Es, por tanto, un texto al que se le quiere dar suma importancia. Se trata de dos comparaciones aparentemente sin importancia, pero que tienen un mensaje de gran valor para la vida del cristiano, pues su tarea más importante sería estar ardiendo e iluminar.

El mensaje de hoy es simplicísimo, con tal que demos por supuesta una realidad que es de lo más complicada. Efectivamente, todo el que ha alcanzado la iluminación, ilumina. Si una vela está encendida, necesariamente tiene que iluminar. Si echas sal a un alimento, necesariamente quedará salado. Pero, ¿qué queremos decir cuando aplicamos a una persona humana el concepto de iluminado? ¿Qué es una persona plenamente humana?

Todos los líderes espirituales, pero sobre todo el budismo enseñan lo mismo. Buda significa eso: el iluminado. ¡Qué difícil es entender lo que eso significa! En realidad solo lo podemos comprender en la medida que nosotros mismos estemos iluminados. Está claro, sin embargo, que no nos referimos a ninguna clase de luz material. Nos referimos más bien a un ser humano que ha despertado, es decir que ha desplegado todas sus posibilidades de ser humano. Estaríamos hablando del ideal de ser humano.

Esto es precisamente lo que nos está diciendo el evangelio. Da por supuesto todo el proceso de despertar y considera a los discípulos ya iluminados y en consecuencia, capaces de iluminar a los demás. Pero como nos dice el budismo, eso no se puede dar por supuesto, tenemos que emprender la tarea de despertar. Sería inútil que intentáramos iluminar a los demás estando nosotros apagados, dormidos. En el budismo el iluminar a los demás estaría significado por la primera consecuencia de la iluminación, la compasión.

Hay un aspecto en el que la sal y la luz coinciden. Ninguna es provechosa por sí misma. La sal sola no sirve de nada para la salud, solo es útil cuando acompaña a los alimentos. La luz no se puede ver, es absolutamente oscura hasta que tropieza con un objeto. La sal, para salar, tiene que deshacerse, disolverse, dejar de ser lo que era. La lámpara o la vela produce luz, pero el aceite o la cera se consumen. ¡Qué interesante! Resulta que “mi existencia” solo tendrá sentido en la medida que me consuma en beneficio de los demás.

La sal es uno de los minerales más simples (cloruro sódico), pero también más imprescindibles para nuestra alimentación. Pero tiene muchas otras virtudes que pueden ayudarnos a entender el relato. En tiempo de Jesús se usaban bloques de sal para revestir por dentro los hornos de pan. Con ello se conseguía conservar el calor para la cocción. Esta sal con el tiempo perdía su capacidad térmica y había que sustituirla. Los restos de las placas retiradas se utilizaban para compactar la tierra de los caminos.

Ahora podemos comprender la frase del evangelio: “pero si la se vuelve sosa, ¿con qué se salará?; no sirve más que para tirarla y que la pise la gente”. La sal no se vuelve sosa. Esta sal de los hornos, sí podía perder la virtud de conservar el calor. La traducción está mal hecha. El verbo griego que emplea tiene que ver con “perder la cabeza”, “volverse loco”. En latín “evanuerit” significa desvirtuarse, desvanecerse. Debía decir: si la sal se vuelve loca o si la sal pierde su virtud, ¿cómo podrá recuperarse? Esa sal “quemada” no servía más que para tirarla en los caminos.

No podemos hacernos una idea de lo que Jesús pensaba cuando ponía estos ejemplo pero seguro que ya intuían lo que hoy nosotros sabemos. Es curioso que haya llegado a nosotros un proverbio romano que, jugando con las palabras, dice: no hay nada más importante que la sal y el sol. Muy probablemente estas comparaciones, utilizadas en los evangelios, hacen referencia a algún refrán ancestral que no ha llegado hasta nosotros.

La sal actúa desde el anonimato. Si un alimento tiene la cantidad precisa, pasa desapercibida, nadie se acuerda de la sal. Cuando a un alimento le falta o tiene demasiada, entonces nos acordamos de ella. Lo que importa no es la sal, sino la comida sazonada. La sal no se puede salar a sí misma. Pero es imprescindible para los demás alimentos. Era tan apreciada que se repartía en pequeñas cantidades a los trabajadores, de ahí procede la palabra tan utilizada todavía de “salario” y “asalariado”.

Jesús dice que “sois la sal, soy la luz”. El artículo determinado nos advierte que no hay otra sal, que no hay otra luz. Todos tienen derecho a esperar algo de nosotros. El mundo de los cristianos no es un mundo cerrado y aparte. La salvación que propone Jesús es la salvación para todos. La única historia, el único mundo tiene que quedar sazonado e iluminado por la vida de los que siguen a Jesús. Pero cuidado, cuando la comida tiene exceso de sal se hace intragable. La dosis tiene que estar bien calculada.

Cuando se nos pide que seamos luz del mundo, se nos está exigiendo algo decisivo para la vida espiritual propia y de los demás. La luz brota siempre de una fuente incandescente. Si no ardes no podrás emitir luz. Pero si estás ardiendo, no podrás dejar de emitir luz. Solo si vivo mi humanidad, puedo ayudar a los demás a desarrollar la suya propia. Ser luz, significa poner todo nuestro bagaje espiritual al servicio de los demás.

Debemos de tener cuidado de iluminar, no deslumbrar. Debe estar al servicio del otro, pensando en el bien del otro y no en mi vanagloria. Debemos dar lo que el otro espera y necesita, no lo que nosotros queremos ofrecerle. Cuando sacamos a alguien de la oscuridad, debemos dosificar la luz para no dañar sus ojos. Los cristianos somos mucho más aficionados a deslumbrar que a iluminar. Cegamos a la gente con imposiciones excesivas y hacemos inútil el mensaje de Jesús para iluminar la vida real de cada día.

En el último párrafo, hay una enseñanza esclarecedora. “Para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre”. La única manera eficaz para trasmitir el mensaje son las obras. Una actitud verdaderamente evangélica se transformará inevitablemente en obras. Evangelizar no es proponer una doctrina muy elaborada y convincente. No es obligar a los demás a aceptar nuestra propia ideología o manera de entender la realidad.

En las obras que los demás perciben tienen que descubrir mis actitudes internas. Las obras que son fruto solo de una programación externa, no ayudan a los demás a encontrar su propio camino. Solo las obras que son reflejo de una actitud vital auténtica, son cauce de iluminación para los demás. Lo que hay en mi interior, solo puede llegar a los demás a través de las obras. Toda obra hecha desde el amor y la compasión es luz.

Meditación

Puedo desplegar mi capacidad de sazonar
Puedo vivir encendido y dar calor y luz
Soy sal para todos los que me rodean
en la medida en que hago participar a otros de mi plenitud humana.
Soy luz en la medida en que vivo mi verdadero ser
y muestro a otros el camino que les puede llevar a ser en plenitud.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Luz en el candelero

Domingo, 5 de febrero de 2017
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la-magia-de-las-velasLa doctrina de Jesús es un organismo vivo que respira, se desarrolla y evoluciona. Si no lo hace, muere (E. Trías)

5 de febrero. V domingo del TO

Mt 5, 13-16

No se enciende un candil para taparlo con un celemín, sino que se pone en el candelero para que alumbre a todos los de la casa

Y alumbra cuando, como dice Isaías, la luz de ese candil, además de iluminar a los que caminan en obscuridad, les satisface en sus necesidades básicas“comparte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste a quien ves desnudo y no despreocuparte de los tuyos” (Is 58, 7-10). En la Biblia, la luz es faro imprescindible para el mundo y sus moradores.

AT

Dijo Dios: Que exista la luz. Y la luz existió (Gén 1, 3) Fue el primer acto de Dios en la Creación. Luz y oscuridad son, sobre todo, símbolos ricos y profundos: ver la luz equivale a vivir (Job 33, 30); y en 22-28: la luz es la prosperidad; Dios es luz y fuente de luz y su gloria es luminosa; ilumina su rostro mostrando benevolencia (Nm 6, 25). Y en Is 30, 26 y 60, y Zac 14, 7 es una aurora sin término.

NT

Significativa del acercamiento del hombre a Dios (Jn 3, 19-21); elemento de teofanía en la Transfiguración (Mt 17, 2). Como símbolo: Dios es luz (1 Jn 1, 5); Jesús es luz (Jn 1, 4s; y 8,12; el discípulo debe serlo (Mt 5, 14, Ef 5, 8-9, 1 Jn 2, 9-11).

La luz de los discípulos no puede reducirse a la de un humilde candil, aunque generoso, y debe expandirse. En la novela Para siempre, de Susanna Tamaro, Matteo le recuerda a Nora la protagonista, lo que Jesús demanda a sus seguidores y ella anhelaba: “No quieres ser un afluente -decías-, quiero ser un río que desemboca directamente en el mar”Y esto es ser co-creadores y fieles al Antiguo y al Nuevo Testamento.

Hay que ser como Ana Bolena, de la que decía María Estuardo en la ópera de Donizetti: “Sé que seduce a todas las almas, y que inflama todos los deseos”. Una seducción que otorga vida a quienes se sienten embriagados por ella. Como nos sentimos encandilados por el Evangelio. Eugenio Trías lo vió de esta manera cuando escribió en La imaginación Sonora que: “La doctrina de Jesús es un organismo vivo que respira, se desarrolla y evoluciona. Si no lo hace, muere”.

Y ha de desarrollarse porque, como dice Juan en el prólogo de su Evangelio, en la Palabra había vida, y la vida era luz en nosotros destinada a brillar en las tinieblas. Una intencionalidad que el protagonista de la película El cónsul de Sodoma, apunta en estos términos: “Y entonces descubrí que me iría; y a cualquier sitio que fuera yo, tendría mi camino y mi libro para leer. Otros en cambio no se irían. Ellos seguirán años y años, sin esperar con rabia que den las 7 para escapar, y saltar al otro lado de la vida”.

Con esta luna mía del Poema de bellos claroscuros, quiero danzar el rítmico ballet de los candiles y luceros.

LA LUNA SUBE Y BAJA

La luna sube y baja mis problemas
por la escarpada cuesta de la vida,
y yo los bajo y subo como ella.

No puedo abandonarlos, pues son míos;
son fruto de mi amor y mi deseo.

-“¡Préstame tu maleta,
quiero viajar contigo, y con ellos
escalar y bajar las cordilleras!”.

Luna “la de los pies ligeros”
como Aquiles,
no me robes el sueño.

Quiero subir, quiero bajar,
rodando cuando bajas,
trepando cuando subes.

Por las laderas de mi tiempo
me persiguen las sombras y las luces
que en mi mente sembraron los ensueños.

Lunática de bellos claroscuros,
quiero danzar contigo
el rítmico ballet de los luceros.

(SOLILOQUIOS. Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Sal y Luz ¿qué somos?

Domingo, 5 de febrero de 2017
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mt-5-13-16Mt 5, 13-16

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra”.

Difícilmente podremos entender la riqueza de esta imagen que propuso Jesús, si no recordamos la importancia que tenía la sal en la sociedad de su tiempo:

· Servía para frotar el cuerpo de los bebés nada más nacer, así se evitaban las infecciones propias de la falta de higiene o de las heridas causadas en el parto.

· La sal era salario; se consideraba una especie de “moneda”, muy valiosa para intercambiar con otros productos de primera necesidad, especialmente con los pueblos que no tenían acceso al mar.

· Se utilizaba como arma, al alcance de cualquiera. Si se esparcía sobre la huerta de un enemigo se le podía arruinar la cosecha y causarle un grave daño económico, sin dejar rastro.

· Se ponía en los hornos del pan para catalizar el calor, hasta que por el uso continuado acababa desvirtuada.

· Servía para convertir el pescado en salazón. De este modo era muy útil para conservarlo y alimentarse en los viajes.

· Condimentaba las comidas.

La sal, por tanto, era muy un elemento imprescindible y valioso en la sociedad. Cuando san Mateo escribió su evangelio, los cristianos eran grupos marginales y estaban siendo perseguidos. ¿Qué reconocimiento social podía tener un grupo de gente que seguía a un galileo crucificado? Los hombres y mujeres cristianos eran la imagen viva del fracaso, como lo fue su Maestro.

El evangelista acaba el texto de las bienaventuranzas con un grito lleno de júbilo y esperanza: “Alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande en los cielos”. Pero no hay que esperar a llegar al cielo (parece que dice Mateo), porque aquí y ahora ya sois sal y luz.

Pero si la sal se estropea no hay manera de devolverle su capacidad de salar. No valía como salario, ni para los hornos; solo servía para reforzar los caminos.

Si los cristianos apostataban, por miedo a las persecuciones o a la muerte ¿cómo podrían recuperar el amor primero, la pasión del seguimiento? Si el Evangelio se desvirtuaba ¿quién le devolvería la garra con la que predicó Jesús la Buena Noticia?

Hoy, junto a la sal tenemos otros productos que potencian el sabor. Seguramente se podría prescindir de la sal en la alimentación y no notaríamos que había sido sustituida por otro producto.

Algo semejante ocurre con el evangelio. La fuerza de una Buena Noticia que ha revolucionado la historia se ha ido desvirtuando en los países ricos y se va sustituyendo por migajas que no sacian el hambre y por “tiritas” que no curan las heridas de la humanidad.

En la educación religiosa y la catequesis se suele poner más el acento en lo que no somos y en lo que hacemos mal que en recordarnos que somos tan imprescindibles y valiosos como la sal.

Si no somos conscientes de esto ¿cómo vamos a despertar esa conciencia en quienes nos rodean?

Vosotros sois la luz del mundoEstos versículos se escribieron en una sociedad en la que la llegada de la noche sumía en la oscuridad total, abundaban los peligros y la gente intentaba guarecerse en alguna aldea, en lugar de seguir el camino.

¿Quién podía permitirse el lujo de iluminar por la noche el camino? ¿Quién era tan tonto que malgastaba el aceite de una lámpara, poniéndola debajo del cajón con el que se medía el trigo (celemín)?

Todavía ahora se cuelgan los candiles en lugares altos, en los que alumbren lo más posible, así se economiza aceite.

¡Qué lejanas nos resultan estas imágenes de la luz y la oscuridad si no hemos experimentado una oscuridad total!

Quienes sufrieron el apagón que se produjo en Nueva York, del 13 al 14 de julio de 1977, contaron que habían vivido situaciones de auténtico pánico;  por ejemplo, las personas que se quedaron atrapadas durante horas en el Metro, hasta que pudieron ser evacuadas; o encerradas en los ascensores de los rascacielos.

A consecuencia de la caída de varios rayos, casi toda la ciudad quedó sin suministro eléctrico, en medio de una severa ola de calor. El pillaje se extendió, hasta el punto de que arrestaron a unas 4.500 personas que fueron sorprendidas saqueando viviendas y comercios. Y muchas personas temieron toparse con un hombre que había cometido varios asesinatos en esa ciudad y andaba suelto.

¿Cómo nos sentiríamos nosotros si nos perdemos en un monte, en una noche sin luna, y sin ningún medio para iluminarnos? ¿Qué sentimos si  descubrimos a lo lejos la luz de las linternas de quienes vienen a rescatarnos?

Muchas homilías son soporíferas y no tienen relación con lo que está viviendo la comunidad o la parroquia. ¿Dónde tomamos conciencia de que somos luz? ¿Dónde, cuándo y cómo nos recordamos que somos como una central eléctrica, por la corriente que nos une? ¿Cómo podemos recuperar el potencial “energético” que tenemos las comunidades cristianas? ¿Nos damos cuenta de los profundos cambios sociales que pueden operarse cuando este potencial se pone en marcha?

La luz que somos ¿no se ha ido diluyendo con las pequeñas luces de las pantallas, que nos absorben la energía, nos entretienen y nos anestesian?

Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.»

Hay un tiempo para cada cosa. Hay un tiempo para pasar desapercibidos, como levadura en la masa, y hay un tiempo para dar testimonio y que se vea el dinamismo del talante cristiano.

Pero siempre hace falta un requisito imprescindible: que el ego se acalle para que se perciba al Abba como la Luz y la Sal, de donde proceden nuestra sal y nuestra luz.

Marifé Ramos González

Fuente Fe Adulta

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Con un poco de sal

Domingo, 5 de febrero de 2017
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salt-of-the-earthJesús se ve que conocía la costumbre riojana. Cuando se asan chuletas al fuego encima de la parrilla, se echa sal a las ascuas, para que tomen fomento y se enciendan más.

Es sorprendente cuando me encuentro con algún texto de personas, creyentes o no, que me impresionan y me hacen pensar. Una tarea a realizar como misión evangelizadora es dar a conocer lo bueno y lo positivo. Hay muchas películas y libros y videos… Qué labor más bonita y cómo animan. Después de ver Silencio, muchas personas nos interrogamos tanto, por lo menos, como si viéramos una película religiosa.

Los que estamos con problemas de tensión arterial, nos ponen poca sal en las comidas. Y da la impresión de que en nuestra iglesia andamos mal de tensión y enseguida se nos sube de tono, y rechazamos y no descubrimos a Jesús en lo no religioso.

Ayer me encontré con un señor a quien le falta una pierna y va sobre una bicicleta: “voy a la cárcel de jóvenes porque un joven quiere hablar conmigo” y allá se va y rocía de sabor la vida y abre horizontes.

Por las noches en el verano está el campo plagado de luciérnagas. Pequeñas lucecitas. Si damos a conocer menos discursos pero más hechos positivos, con un poco de sal, eso son lucecitas. Ahí creo que está mi misión como cristiano.

Ya lo decía Helder Camara: “La sal tiene que estar mezclada con las alubias” Si no, no da sabor. Nuestras experiencias no las podemos dejar guardadas en nuestro arcón, sino en la vida, saliendo al periódico, dialogando en las pequeñas terrazas de la vida, del trabajo, de la diversión.

Me sorprende. Soy aficionado a escribir cartas al director en el periódico y sé que hay muchas personas que lo leen y que llegan a pensar a favor o en contra, pero intento que transmitir el sabor de la vida.

La comida demasiado salada no hay quien la coma, con un poco de sal, da gusto.

No se trata de atiborrar de grandes enseñanzas. Con una pizca de sal, especialmente si tiene humor, cala y penetra más. Me va sucediendo que los últimos cuatro domingos, se me ha ocurrido un chiste en cada evangelio. Y eso cala. Somos sal y luz con la vida, la palabra, los hechos. Aunque a veces la sal escuece las conciencias.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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“Me odian en vano”, un documental sobre la difícil situación de los cristianos LGTB en Rusia.

Martes, 11 de febrero de 2014
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La Iglesia ortodoxa rusa es una de las grandes impulsoras de la homofobia y transfobia en su país, y la mayor parte de sus fieles secundan este odio. De ahí el interés de un documental que recoge las experiencias de los cristianos LGTB en Rusia, que viven una situación especialmente difícil. Rechazados y excomulgados en sus iglesias, y vistos con incomprensión por parte de los LGTB laicos, insisten sin embargo en compatibilizar su fe y su orientación sexual o su identidad de género.

A estas alturas nadie medianamente informado debería sorprenderse de las durísimas circunstancias de las personas LGTB en Rusia. Lo que quizá no es tan conocido es la situación particularmente difícil de los cristianos LGTB. Para dar voz a estas personas nació la película documental Me odian en vano (Invano mi odiano), un título que recoge la traducción oficial del Sínodo de obispos de la Iglesia ortodoxa rusa del versículo 25 del capítulo 15 del Evangelio de Juan, traducido al español como “Me han odiado sin ningún motivo”. Se proyectó por primera vez en Milán el pasado 25 de enero.

La película, rodada en 2013, surgió como una iniciativa de Yulia Matssiy, cineasta independiente de nacionalidad rusa que vive en Milán. Como cuenta la realizadora, desde hace cuatro años asiste a la Iglesia Valdense en Italia, una iglesia separada de Roma desde finales de la Edad Media y que acoge a las personas LGTB. Una inclusión que le llamó la atención y de la cual surgió la idea de contar la situación de los cristianos LGTB en su país de origen.

El documental nos traslada a la Rusia actual, marcada por la ley que prohíbe la propaganda de “relaciones sexuales no tradicionales” a menores. Una norma que no solo sirve para discriminar directamente a las personas LGTB sino que ha alimentado el odio en la ya de por sí homófoba sociedad rusa. En el apoyo a esta ley y en la promoción de la homofobia juegan además un papel clave las iglesias rusas, y muy especialmente la mayoritaria iglesia ortodoxa. La película incluye entrevistas a conocidos activistas LGTB, como Andrey Obolensky o Nikolai Alekseev, y a activistas LGTB cristianos como Valery Sozaev y Yury Maximov, presidente del colectivo Luz del mundo. Aparecen también representantes de iglesias inclusivas, como Jim Mulcahy, pastor de la Iglesia de la Comunidad Metropolitana (fundada como lugar abierto a las personas LGTB) o el obispo Volodymyr Wilde, de la Iglesia ortodoxa griega autocéfala (separada de los principales patriarcados).

La narración va alternando entrevistas con los activistas e imágenes de las reuniones y celebraciones de los colectivos, además de testimonios de diversas personas LGTB cristianas. Se incluyen también imágenes de las protestas en Moscú y una filmación del VI encuentro del Foro de Cristianos LGTB de Europa oriental y Asia central.

Me odian en vano muestra, pues, una cara menos conocida del odio en Rusia contra las personas LGTB, en este caso contra un grupo que sufre el rechazo frontal de las comunidades cuyas creencias religiosas comparte y la incomprensión de una parte del colectivo LGTB laico. Para los primeros son pecadores, mientras que los segundos no entienden por qué ellos se aferran a tradiciones y creencias que les hacen daño y los discriminan. Una aparente contradicción que no amedrenta a los protagonistas de este documental. En palabras de Yury Maximov, “no habrá ley homofóbica, ni en Rusia ni en ninguna parte, que pueda quitarnos la voluntad de amar y estar juntos”.

Os dejamos con el tráiler:

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