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“Hijas e hijos de tres”, por José Arregi

Lunes, 9 de marzo de 2015
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9d39be9a54Leído en su blog:

El Parlamento británico ha dado luz verde a la utilización de una novedosa técnica de reproducción asistida que permitirá que los hijos no hereden enfermedades mitocondriales graves de sus madres (ceguera, sordera, fallos cardíacos, daños cerebrales…). La mitocondria –¡qué sé yo de esto, pero es un milagro que exista!– es una especie de minúscula central energética de la célula viviente, todo un mundo infinito invisible a la vista, como el infinito grande y pequeño.

La técnica consiste en sustituir la mitocondria enferma del óvulo materno por la mitocondria sana del óvulo de una tercera persona, la mujer donante, para fecundarlo luego con el espermatozoide del padre e introducirlo en el útero de la madre. La misma operación puede realizarse con los óvulos recién fecundados de madre y donante. La ciencia prolonga el milagro de la naturaleza. En realidad, también la ciencia, como todo lo que somos y hacemos, forma parte de la naturaleza. Y del milagro de la Vida de la que somos hijos.

Pero no todos lo ven así, ni aprueban la nueva terapia. Entre otros, se han opuesto –como es normal, o cuando menos habitual– los altos dirigentes de la Iglesia anglicana y de la Iglesia católica de Gran Bretaña. Arguyen la inexistencia de suficientes garantías médicas y la posible destrucción de embriones. Advierten contra la injerencia en el orden de la naturaleza querida por Dios, y contra la tentación de crear seres humanos a nuestra conveniencia, o contra la disolución de la estructura misma filial-parental en una paternidad-maternidad de tres. Incluso el autor de la primera fecundación in vitro ha protestado, calificando la técnica como “bricolaje de la vida” y preguntando: “¿Es que vamos a crear todos los trozos del ser humano?”. ¿Y por qué no, si es para bien?

Comprendo las objeciones, pero creo que ninguna es suficiente para negarnos a este nuevo paso de la medicina. ¡Ojalá se den pronto muchos más! A condición, eso sí, de no sucumbir a la obsesión de la salud perfecta y de no someternos a los intereses desmedidos de las grandes multinacionales, farmacéuticas u otras, dos de los más graves trastornos de nuestro tiempo, cuyo remedio es mucho más urgente y difícil que el de las enfermedades mitocondriales. Pero eso excede la responsabilidad de los médicos. La vocación de la medicina –sublime profesión– es prevenir, curar, cuidar las heridas de la vida, y a ello contribuye la terapia mitocondrial. La humanidad se lo agradece.

¿Seguridad absoluta? Nunca la hay. El riesgo cero no existe. Hay que considerar cada vez los pros y los contras, medir la proporción entre los resultados y los medios, y decidirse no pocas veces por el bien mayor o el mal menor. No hay ningún principio absoluto, ninguno, aparte de hacer el mayor bien posible. Y la certeza absoluta no existe. ¿Destrucción de embriones? Es deseable evitar la destrucción de embriones o incluso pre-embriones humanos, aunque sean de unas horas, pero la terapia mitocondrial no la conlleva necesariamente, y en cualquier caso me parece abusivo identificar el cigoto inicial con un embrión desarrollado y no digamos con un feto. ¿Injerencia en el misterioso orden de la naturaleza? Toda medicina lo es, desde la aspirina a la nanomedicina. Cultivar la tierra es injerencia. Vivir es injerencia. La cuestión es si cuidamos la salud de la vida, de la vida universal, no solo de la humana.

¿Hijos de tres? Sí, y de muchas, de muchos más. De hecho, nunca somos solamente hijos de dos, ni somos solo los genes que nos dieron. Somos hijos e hijas de la Santa Trinidad, metáfora de la Comunidad de todos los vivientes y de todos los seres. Somos interser, polvo de estrellas extintas, partículas de estrellas aún por nacer.

Bendigo la comunión de la Vida que somos, y a la mujer que dona su óvulo fecundo, y la asombrosa mitocondria que guarda la memoria de nuestra ascendencia universal. Bendigo el Misterio que nos engendra y nutre, transformándonos sin cesar. Creatividad sagrada en el corazón infinito del átomo y del universo. Fondo Bueno de la realidad, Espíritu, Dios. Salud, Salvación, Cuidado. Y está en nuestras manos.

Joxe Arregi

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La tormenta perfecta que originó el sida

Lunes, 6 de octubre de 2014
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1412260639_097968_1412269871_noticia_normalUn enfermo de sida en Mbanza-Ngungu (República Democrática del Congo) / C. G.

La pandemia surgió en Kinshasa alrededor de 1920

El crecimiento urbano, el ‘boom’ de los ferrocarriles y el comercio sexual se confabularon para propagar por África y el mundo el VIH

El virus estaba bien establecido en las poblaciones heterosexuales de África central y oriental

El salto del VIH de los primates a los humanos no es un fenómeno tan raro: ha ocurrido al menos 13 veces

El sida que nadie conoce

Más noticias de VIH/SIDA

Documento: ‘The early spread and epidemic ignition of HIV-1 in human populations’

Javier Sampedro

La reciente epidemia de ébola ha vuelto a traer a primer plano a los virus emergentes, agentes secretos llegados de otras especies para hacer una escabechina en la nuestra, aprovechándose de la virginidad del sistema inmune humano contra ellas. El sida, que ya ha infectado a 75 millones de personas, también fue un virus emergente procedente de los chimpancés en los años 20, lo que revela la importancia capital de comprender esos saltos entre especies y los factores que subyacen a su contagio entre los seres humanos. Y eso es exactamente lo que acaba de hacer un equipo dirigido por virólogos de Oxford y Lovania que incluye a científicos españoles.

El detalle histórico que alcanzan las nuevas técnicas matemáticas para reconstruir el pasado a partir de secuencias de ADN es asombroso. Los investigadores han logrado determinar que la pandemia surgió en Kinshasa, la capital de la República Democrática del Congo, alrededor de 1920, y que su propagación fue el producto de una “tormenta perfecta”, en su propia expresión. El crecimiento de Kinshasa y las demás ciudades congoleñas en esa época, la gran extensión de la red de ferrocarriles bajo la dominación colonial belga, el tráfico de trabajadoras sexuales y –ya en los años 60— la independencia del país se confabularon para propagar primero por África y después por todo el mundo una de las peores pandemias de la historia.

1412260639_097968_1412273848_sumario_normalLos primeros casos de sida que registró la medicina se dieron en Estados Unidos en 1981, y dos años después se descubrió su agente causal, el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). Pero pronto resultó obvio que la enfermedad llevaba mucho tiempo en África, y no exactamente en un estado latente, pues el virus estaba bien establecido en las poblaciones heterosexuales de África central y oriental. Esa historia profunda de la epidemia, simplemente, había permanecido oculta para la ciencia y sepultada bajo estratos de miseria en la zona más olvidada del planeta.

El estudio, que se publica hoy en Science, ha reconstruido la historia del HIV –en concreto de la cepa M, que es el subtipo que se propagó por toda África y el resto del mundo— con las sofisticadas técnicas matemáticas de la evolución molecular, basadas en la comparación de secuencias de ADN (o ARN, la molécula hermana que utiliza este virus para almacenar información genética). El principio es simple —los virus con secuencias parecidas tienen un origen común reciente, y cuanto menos parecidas más remoto es su parentesco—, pero han alcanzado en los últimos años una gran complejidad matemática. Los métodos estadísticos de este trabajo han sido desarrollados por los propios autores.

El salto del VIH de los primates a los humanos no es un fenómeno tan raro: ha ocurrido al menos 13 veces, que sepan los científicos. Solo uno de esos saltos, sin embargo, ha sido el responsable de la pandemia global, y ese es el virus que el nuevo trabajo ha podido trazar hasta Kinshasa alrededor de 1920. En las décadas siguientes a esa fecha ocurrió la tormenta perfecta.

La dispersión original del VIH ocurrió sobre todo desde Kinshasa hacia otros centros de población. Hacia 1937 se produjeron los primeros contagios en la ciudad vecina de Brazzaville (o más exactamente, los primeros en los que el virus responsable sobrevivió hasta que alguien tomó una muestra en tiempos recientes: esta es la limitación de la evolución molecular). También a finales de los años 30 había llegado a las localidades sureñas de Lubumbashi y Mbuji-Mayi, lo que concuerda con los datos históricos de transporte y con los movimientos de emigrantes desde Kinshasa hacia las otras ciudades. La dispersión siguió a Bwamanda (1946) y Kisangani (1953).

La principal ruta de transmisión fue el ferrocarril, con solo el 5% de los movimientos a través de la red fluvial. Los trenes del antiguo Congo Belga (después Zaire y aún después República Democrática del Congo) movían 300.000 pasajeros al año en 1922, y cerca de un millón en 1948. Las ciudades conectadas con Kinshasa por ferrocarril actuaron después como focos secundarios, desde donde el virus se propagó a los países vecinos.

“Consideramos probable que los cambios sociales asociados a la independencia, en 1960, causaran que el virus se escapara de los pequeños grupos de gente que había infectado típicamente hasta entonces, y pasara a propagarse por la población general africana, y finalmente por todo el planeta”, dice el primer autor del trabajo, Nuno Faria, del departamento de Zoología de la Universidad de Oxford.

La contribución española ha venido del biólogo David Posada, un especialista en recombinación genética de la Universidad de Vigo. “Los datos se tomaron hace cinco años y han estado en un cajón hasta que los investigadores de Oxford han tenido tiempo de organizarlos en este artículo”, explica Posada. Su papel ha sido garantizar que la recombinación genética –un proceso que baraja los genes del virus, similar al que ocurre en nuestras gónadas cada generación— no ha sesgado los análisis estadísticos que trazan el virus a Kinshasa en 1920. “Las conclusiones son robustas”, asegura el biólogo, “aunque, desde luego, no extrapolables al ébola”.

Fuente El País:

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