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Resucitó el Señor. Un mapa de experiencias pascuales

Domingo, 12 de abril de 2020
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Del blog de Xabier Pikaza:

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Ha resucitado Cristo, Aneste Khristós. Ésta es la experiencia central del evangelio, el centro de la vida cristiana. Todo el Nuevo Testamento es un testimonio de ella. Felicidades a todos.

   Muchos de nosotros estamos encerrados, en cuarentena forzosa, este año 2020. Pero la Palabra no está en cuarentena. Por eso la debemos escuchar, proclamar, compartir, desde nuestras casas convertidas en “catacumbas pascuales”. En este contexto de gozo sereno y gran esperanza quiero ofrecer a mis lectores lo mejor que yo puedo hacer: Un mapa o tabla de experiencias pascuales, según el Nuevo Testamento.

    Es una “tabla” para revivir la Pascua, para pasar de cuadro a cuadro y completarlos todos… Sería hermoso recrear con esta tabla una “Ciudad‒Pascua”, en la línea de “Ciudad‒Biblia”. Pero eso lo podrá hacer cada lector. Que tome su Biblia y me siga. Buen día de Pascua a todos, felicidades.

  1. SEPULCRO VACÍO. HISTORIA PASCUAL DE MUJERES

586465fe9d612af0bd4b5c6e8e859defEmpezando con el evangelio de Marcos, que nos lleva a la sepultura de Jesús, con unas mujeres temblorosas, azoradas, exultantes. Ellas son el principio de la pascua. En este relato del “principio pascual” sobresale la figura de María Magdalena… Falta el testimonio de María, la Madre, que se sitúa en otro plano, que debemos completar desde nuestra propia experiencia, conforme al testimonio de conjunto del Nuevo Testamento y de la tradición cristiana.

  1. Mujeres ante el sepulcro. No está en la tumba (Mt 28, 1-3; Mc 16,1-3; Lc 24,1; Jn 20,1). Éste es motivo pascual más importante en el principio origen de la Iglesia: Unas mujeres amigas van a llorar al sepulcro de Jesús, con el deseo de ungir su cadáver. Pero el “ángel” de Dios le dice que no está allí, que no es un muerto en un sepulcro. Que está vivo, que vayan a decirlo a sus amigos, que le busquen y le hallarán en Galilea, donde había vivido y amado, donde habría preparado la llagada del Reino de Dios. Toda el cristianismo posterior depende de esta experiencia de las mujeres. Especialmente centrada en María Magdalena, como ratifica la tradición de fondo de Mc 16,9.
  2. Unas mujeresazoradas… ¿Han cumplido el encargo pascual? ¿Están, estamos todavía en camino? Varios textos desarrollan el motivo anterior. Las mujeres llegan al sepulcro, viendo que está abierto y dentro a un joven (ángel) que les dice que Jesús ha resucitado, mandándoles que vayan y lo anuncien a los discípulos y a Pedro en Galilea (cf. Mc 16,4-7; Lc 24,2; Jn 20,1-2). Ese motivo se enriquece y complica después, pues el evangelio Marcos dice que ellas no fueron donde Pedro y los discípulos (16, 8), que no lograron ir, que es difícil transmitir la experiencia del encuentro pascual… Los demás evangelios dicen que fueron. Ésta es nuestra experiencia el año 2020: Todos nosotros somos aquellas mujeres: ¿Hemos ido de verdad, hemos dicho al mundo que ha resucitado? ¿Estamos todavía en camino?
  3. Las mujeres han visto a Jesús resucitado. Ellas son las primeras, son la llave de la pascua. Ésta es la versión que ofrece Mt 28, 8-10, en contra de Mc 16, 7-8. Mateo afirma que las mujeres han ido, están siempre en camino para anunciar la pascua… Que ellas saben algo que nos demás no sabemos. Ellas siguen estando en camino y mientras avanzan han visto a Jesús. Este evangelio supone y dice que las mujeres han y saben algo que los demás no sabemos. Han “tocado” a Jesús, han escuchado su palabra… y mientras el conjunto de la Iglesia parece estar muda en un inmenso silencio… ellas dicen, proclaman la Palabra, son el principio de la nueva Iglesia.
  4. Versión del evangelio de Juan: La primera es Magdalena; los varones no ven, van y vienen. Ella queda en el “huerto de la pascua”. María ve. Pedro y el Discípulo amado, avisados por Magdalena, llegan al sepulcro, lo ven abierto, con las vendas y sudario en el suelo; el Discípulo Amado cree que Jesús ha resucitado, sin necesidad de verle (Jn 20, 3-10); pero el evangelio no dice cómo le ve y cree… Pedro va y viene. Sólo María Magdalena ve y dialoga con Jesús en el huerto, como sabe Mc 16, 9. Ella es en el principio toda la iglesia.
  5. La pascua, una experiencia de mujeres. María Magdalena “ve” a Jesús. Es la primera que tiene un experiencia pascual, conforme al Evangelio de Juan: Ella vuelve al huerto del sepulcro, ve primero a un ángel y luego a Jesús (Jn 20, 11-16; Mc 16,9). Hay más mujeres que “ven” al Cristo pascual y cuentan sus experiencias a los discípulos pero ellos no les creen (Mc 16,10-11; Lc 24,9-11). Las mujeres aparecen así como un grupo de testigos que han “visto” a Jesús, pero no han sido creídas `por los discípulos.
  6. De las mujeres a Pedro… el principio de la Iglesia. Aparición a Simón, llamado Cefas/Pedro (Lc 24,34; 1 Cor 15, 5; cf. Jn 20, 8). La tradición posterior de la Iglesia interpreta esta “aparición” o experiencia pascual de Pedro como origen del movimiento cristiano. Pero es el “primero de los apóstoles” porque ha tenido la primera experiencia de Jesús y ha puesto en movimiento el movimiento cristiano.

2. LISTA DE APARICIONES

   icono16 Pasamos así de Marcos y las mujeres de la tumba y del principio de la Iglesia a los tres siguientes evangelio, por orden (Mateo, Lucas, Juan). Ellos nos ofrecen una tabla espléndida, variadas, luminosa de experiencias pascuales (apariciones), que pueden y deben ser las nuestras:

MATEO  

  1. Mateo 1. Principio cósmico. El ángel de Dios corrió la losa del Sepulcro… Transformación cósmica. Gran testimonio divino en Mt 28, 1‒6. La resurrección de Jesús aparece como una especie de “cosmogénesis”, la nueva creación. El ángel de Dios (Dios mismo) abre el sepulcro: tema simbólico de Mt 28,2-4, ha sido desarrollado de forma espléndida por el por Ev. apócrifo de Pedro. No se puede tomar en sentido literal externo, pero muestra la gran novedad de la pascua como despertar cósmico
  2. Mateo 2. Aparición de los resucitados antiguos en Jerusalén, en el momento de la muerte Jesús, Mt 27,52‒53. Este evangelio retoma y reformula un motivo apocalíptico de la resurrección de los justos en el tiempo mesiánico, conforme e a la más antigua experiencia judía: Jesús muere y resucita en Jerusalén… allí ha comenzado ya, junto al valle de Josafat, al otro lado de la ciudad, la gran resurrección de los muertos. Ésa es nuestra historia.
  3. Mateo 3. Jesús empezó a resucitar en Jerusalén…Pero la Iglesia no se expande desde allí, junto al valle de Josafat, sino desde la montaña de Galilea. Esta es la aparición final y en ellas seguimos inmersos nosotros… en una montaña desconocida, quizá en el Tabor, allí nos espera Jesús y desde allí nos envía a todo el mundo. De Galilea venimos, hacia el mundo entero vamos como testigos de la Pascua: “Id a todos los pueblos… y yo estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos”  (Mt 28, 16-20).

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  1. Lucas 1. Aparición a los dos discípulos fugitivos: Camino de Emaús. Aparición en forma de catequesis, de interpretación de la escritura. Estos dos discípulos (¿dos varones? ¿un varón y una mujer?) fueron quizá dos personas históricas. El evangelio quiere decir que somos todos nosotros, que hemos tenido miedo de Jesús, que nos marchamos de Jerusalén para no volver… Pero Jesús nos sale al encuentro y nos muestra su vida, su presencia, en el recuerdo de lo que Jesús ha sido, en la fracción del pan. Por eso regresan a Jerusalén (Lc 24, 13-35; Mc 16, 13-35), donde encuentra a la comunidad reunida y diciendo que la aparición pascual de Jesús es verdadera, está atestiguada por Pedro, en forma de catequesis bíblica, como un encuentro progresivo con el Señor
  2. Lucas 2. Aparición a la iglesia primera, en la casa de la Iglesia de en Jerusalén, Cenáculo (Lc 24, 36-49); Lucas la presenta como “aparición” (experiencia pascual de todos los discípulos).Jesús se manifiesta en la vida entera de la Iglesia, formada por testigos pascuales de Jesús… La aparición se concreta en dos signos: Recibiréis el Espíritu Santo y llevaréis el perdón a todos los pueblos. La presencia pascual es nuevo nacimiento, en forma de perdón y comunión que se ofrece entre todos los pueblos.
  3. Lucas 3. Última experiencia: Monte de los Olivos, Ascensión (Lc 24, 50‒51; Hechos 1). Según Lucas, el tiempo pascual culmina a los 40 días… Cuaresma (cuarenta días) de pasión sigue la Cuaresma pascual, que culmina en el Monte de los Olivos. Allí lleva Jesús a los suyos, a la cumbre, sobre el Huerto de los Olivos… donde había experimentado la Pasión… Allí se eleva, en el lugar donde, según la tradición de Zacarías 14, tendrá que volver Jesús‒Mesías, glorioso, triunfal, para iniciar la nueva Jerusalén
  4. Lucas 4. Experiencia de Pentecostés (Hch 2). Lucas supone que la última aparición de Jesús no se centra en él como persona individual, sino del Espíritu Santo, que se revela como “persona comunitaria, principio de la iglesia”, principio de transformación pascual a los discípulos reunidos en Pentecostés. De esa forma pasamos de loa “cuarenta días” de las apariciones pascuales a la experiencia del Espíritu Santo a los “cincuenta días” de la pascua entera, en el principio de la Iglesia.

aparicion de jesus a tomasJUAN

  1. Juan 1.Aparición a todos los discípulos sin Tomás; el texto supone que algunos “ven a Jesús y no creen…”, como si fueran por libre. Tomás tiene que estar con los demás discípulos para que su experiencia de Jesús pueda ser ratificada por toda la Iglesia. (Jn 20, 19-25; cf. Mc 16,14; Lc 24,36-43).
  2. Juan 2.Aparición a todos los discípulos con Tomás (Jn 20, 24-29). Sólo el hecho de que Tomás tenga una experiencia de Jesús unido a la comunidad indica el valor que tiene ella. Jesús resucitado es el mismo Cristo de la Pasión, con las heridas de la muerte, en las manos y los pies, en el costado. Ésta es “nuestra aparición”, la de Tomás… que vuelve, que viene a la comunidad de los que recuerdan a Jesús, que insiste de nuevo el “cuerpo herido” de Jesús, de todos los que mueren…
  3. Juan 3. Aparición en Galilea (Jn 21). Ésta es en el evangelio de Juan la aparición misionera de Jesús por excelencia, en el contexto de la pesca, en la barca de Pedro. Hay que volver de nuevo a Galilea, dialogar con Jesús, seguirle por los caminos, subir en su barca (la de Pedro, la de todos, la nuestra…). En esta escena está toda la Iglesia pascual, los siete discípulos (caca uno somos uno de ellos, con Pedro, con el Discípulo amado), pescando y sufriendo toda la noche, para ser reanimados en la mañana, enviados…

3.EXPERIENCIA Y TESTIMONIO DE SAN PABLO (1 Cor 15, 3‒9)

Paul2    Pablo no ha escrito un evangelio, pero nos ha ofrecido eso que pudiéramos llamar la tabla oficial de las apariciones… Es una “tabla oficial”, para iglesias que insisten en el testimonio de los varones, fundadores de iglesias oficiales. Pero eso prescinde del testimonio de las mujeres. Su testimonio es muy importante, pero debe ser completado por todo lo anterior:

  1. Se apareció a Cefas, iglesia petrina. Se le llamó Cefas, Pedro, Piedra de la Iglesia, porque había visto y anunciado la pascua de Jesús. Esta aparición a Cefas (nombre arameo de Pedro) está al fondo de Mc 16, 7 y de Jn 21, 15, 17, pero sólo se cita aquí (1 Cor 15, 5) de un modo expreso (y en Lc 24, 34): «Ha resucitado verdaderamente el Señor y se ha aparecido a Simón». Ésta es para Pablo (y Lucas) la primera de las experiencias pascuales, fundamento de la confesión creyente de la Iglesia. Debió ser una “experiencia de conversión”, el principio de una tarea especial de servicio en la Iglesia, como atestigua Lc 22, 29 y de un modo especial el texto de las “llaves” (Mt 16, 17-19), que puede interpretarse en forma de experiencia pascual
  2. Luego se apareció a los Doce, iglesia apostólica. Son los testigos colegiados de la pascua, signo del Israel definitivo que nace con Cristo. Esta experiencia pascual de los Doce sólo ha sido atestiguada en este pasaje del NT, pues en otros textos paralelos los destinatarios de la resurrección no son ya los Doce, sino un grupo indeterminado y quizá más grande de discípulos (cf. Jn 20, 19), reunidos con los Once (Doce menos Judas Iscariote: cf. Lc 24, 33); ella fundamenta y simboliza la misión universal de la Iglesia en el monte de Galilea (Mt 28, 16). Estos Doce aparecen como signo de Israel, con una función propia en la vida de Jesús y al comienzo de la Iglesia “apostólica”,  fundada en los primeros discípulos/apóstoles  de Jesús.
  3. Luego a más de 500 hermanos, iglesia universal. Esos 500 hermanos pueden ser todos los hombres y mujeres de la primera iglesia (en la línea de Lc 24 y Jn 20), aunque el número puede resultar excesivo (pues Hch 1, 15 habla de 120 hermanos). Ellos pueden ser también los congregados de Pentecostés en Jerusalén (cf. Hch 2), o quizá mejor los representantes de las comunidades cristianas de Galilea, que no sólo habían escuchado al Jesús de la historia, sino que habían celebrado su presencia pascual, como muestra la tradición de las multiplicaciones, donde él ofrece y comparte pan a sus seguidores (cf. Mc 6, 30-44; 8, 1-10), aunque en estos casos sea habla de un número más grande (de cinco mil y cuatro mil, según los casos). Sea como fuere, estos quinientos hermanos   son un signo fuerte del primer impacto de la resurrección en el comienzo de la iglesia, pues están situados antes de las experiencias pascuales de Santiago y de los apóstoles, que marcan el comienzo de la iglesia de los hebreos y helenistas, antes de la “conversión” del mismo Pablo.
  4. Luego se apareció a Santiago. No había creído en Jesús durante el tiempo de su vida (cf. Mc 3, 31-35). Pero, en un momento dado, tras su muerte, le descubre y le confiesa como Cristo. Su experiencia y su incorporación a la Iglesia, con los hermanos de Jesús, atestiguada bien por Pablo (cf. Gal 1, 19;  2, 9-12), constituye un elemento esencial del cristianismo. Si no pudiéramos apelar a Santiago y a los «hermanos» (con su madre), si no hubiera una iglesia judeocristiana, correríamos el riesgo de tomar a Jesús  como un mito y separarle de su origen. Al perseguir a los judíos, cierta iglesia posterior ha tendido a olvidar este origen y rasgo judío. De todas formas, esta experiencia no se encuentra al principio del principio, sino que viene después de los Doce y los quinientos, indicando que en el momento de la conversión de Santiago había ya muchos creyentes.
  5. Después a todos los apóstoles. Parecen ser los cristianos los helenistas de Jerusalén (cf. Hch 6-7), los primeros que anunciaron el evangelio a los gentiles, iniciando así una Iglesia universal. Pablo alude aquí a «todos», sin precisar el número, y en ese sentido puede incluir entre ellos a varones y mujeres que han «visto» a Jesús y han actuado como fundadores de iglesias. Posiblemente, algunos le conocieron en Jerusalén, antes de ser crucificado. Sea como fuere, ellos descubrieron el alcance universal del mensaje y de la entrega de Jesús al servicio del Reino. Sin ellos no se hubiera mantenido la memoria distintiva de Jesús, ni Pablo se hubiera “convertido, ni se hubiera mantenido la iglesia.

Para saber más 

  1. J. Bartolomé, La resurrección de Jesús, CCS, Madrid 1994
  2. Benoit, Pasión y Resurrección del Señor, FAX, Madrid 1971
  3. Caba, Resucitó Cristo, mi esperanza, BAC, Madrid 1986
  4. E. Brown, La muerte del Mesías II, Verbo Divino, Estella 2006
  5. D. Crossan, Los orígenes del cristianismo, Sal Terrae, Santander 2002
  6. Müller, El origen de la fe en la resurrección de Jesús, Verbo Divino, Estella 2003
  7. Pikaza, Historia de Jesús, Verbo Divino, Estella 2015
  8. Vidal, La resurrección de los muertos, Sal Terrae, Santander 2025
  9. Wilckens, La resurrección de Jesús, Sígueme, Salamanca 1981 .
  10. N.T. Wright, La resurrección del Hijo de Dios, Verbo Divino, Estella  2008

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Tres reacciones ante la resurrección de Jesús. Domingo de Pascua

Domingo, 12 de abril de 2020
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Pedro Y Juan ante la resurrecciónDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Una elección extraña

            Las dos frases más repetidas por la iglesia en este domingo son: “Cristo ha resucitado” y “Dios ha resucitado a Jesús”. Resumen las afirmaciones más frecuentes del Nuevo Testamento sobre este tema.

            Sin embargo, como evangelio para este domingo se ha elegido uno que no tiene como protagonistas ni a Dios, ni a Cristo, ni confiesa su resurrección. Los tres protagonistas que menciona son puramente humanos: María Magdalena, Simón Pedro y el discípulo amado. Ni siquiera hay un ángel. El relato del evangelio de Juan se centra en las reacciones de estos personajes, muy distintas.

EL primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.

Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte.

Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos. 

María reacciona de forma precipitada: le basta ver que han quitado la losa del sepulcro para concluir que alguien se ha llevado el cadáver; la resurrección ni siquiera se le pasa por la cabeza.

Simón Pedro actúa como un inspector de policía diligente: corre al sepulcro y no se limita, como María, a ver la losa corrida; entra, advierte que las vendas están en el suelo y que el sudario, en cambio, está enrollado en sitio aparte. Algo muy extraño. Pero no saca ninguna conclusión.

El discípulo amado también corre, más incluso que Simón Pedro, pero luego lo espera pacientemente. Y ve lo mismo que Pedro, pero concluye que Jesús ha resucitado.

El evangelio de san Juan, que tanto nos hace sufrir a lo largo del año con sus enrevesados discursos, ofrece hoy un mensaje espléndido: ante la resurrección de Jesús podemos pensar que es un fraude (María), no saber qué pensar (Pedro) o dar el salto misterioso de la fe (discípulo amado).

¿Por qué espera el discípulo amado a Pedro?

Es frecuente interpretar este hecho de la siguiente manera. El discípulo amado (sea Juan o quien fuere) fundó una comunidad cristiana bastante peculiar, que corría el peligro de considerarse superior a las demás iglesias y terminar separada de ellas. De hecho, el cuarto evangelio deja clara la enorme intuición religiosa del fundador, superior a la de Pedro: le basta ver para creer, igual que más adelante, cuando Jesús se aparezca en el lago de Galilea, inmediatamente sabe que “es el Señor”. Sin embargo, su intuición especial no lo sitúa por encima de Pedro, al que espera a la entrada de la tumba en señal de respeto. La comunidad del discípulo amado, imitando a su fundador, debe sentirse unida a la iglesia total, de la que Pedro es responsable.

Las otras dos lecturas: beneficios y compromisos.

A diferencia del evangelio, las otras dos lecturas de este domingo (Hechos y Colosenses) afirman rotundamente la resurrección de Jesús. Aunque son muy distintas, hay algo que las une:

  1. a) las dos mencionan los beneficios de la resurrección de Jesús para nosotros: el perdón de los pecados (Hechos) y la gloria futura (Colosenses);
  2. b) las dos afirman que la resurrección de Jesús implica un compromiso para los cristianos: predicar y dar testimonio, como los Apóstoles (Hechos), y aspirar a los bienes de arriba, donde está Cristo, no a los de la tierra (Colosenses).

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 10, 34a. 37-43

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: 

            «Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.

Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. A este lo mataron, colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos.

Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. De él dan testimonio todos los profetas: que todos los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados».

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3, 1-4

HERMANOS:

Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.

Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él.

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Domingo de Resurrección. Ciclo A. 12 Abril, 2020

Domingo, 12 de abril de 2020
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“Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos”.

(Jn 20, 1-9)

Los evangelios sinópticos: Mateo, Marcos y Lucas, dejan recogidos tres anuncios de Jesús a sus discípulos. Por tres veces Jesús anuncia su muerte y resurrección. Tres veces y de una manera clara y directa. Pero nada. Los discípulos no entienden.

La muerte de Jesús les pilla de sorpresa, les llena de temor y saca lo peor de ellos: la traición, la infidelidad, el abandono. Metidos en su propio miedo no pueden pensar ni recordar el anuncio de su maestro: “que él había de resucitar de entre los muertos”.

Magdalena le busca pero le busco muerto y al no encontrarlo se abre a la vida. Se han llevado a su Maestro y eso la lleva a reunirse con sus condiscípulos. Pero para que todos juntos puedan hacer experiencia del Resucitado será necesario que cada uno haga su camino personal de apertura.

El discípulo amado llega primero al sepulcro, pero el primero en entrar será Pedro. Pedro entra pero no ve más que ausencia. Juan entra y descubre signos de resurrección.

Magdalena volverá y será la primera en encontrarse con el Resucitado. El proceso personal hacia la vida plena es diferente para cada persona.

La manera en la que cada persona caminamos tras las huellas de Jesús es única. Dios no hace copias, hace originales. Cada persona es una obra maestra de Dios única e irrepetible. Por eso nuestra relación de amistad con Él es genuina.

La mañana de Pascua nos devuelve la originalidad que somos cada una de nosotras. Cada encuentro con el Resucitado es único. Cada una de nosotras necesitamos hacer la experiencia y Dios nos brinda la oportunidad necesaria.

Oración

Irrumpe, Trinidad Santa, en nuestros temores y oscuridades con la novedad de tu Resurrección.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Domingo de Pascua

Domingo, 12 de abril de 2020
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8461470921_30a1ef6ec4_zJn 20, 1-9

Jesús había alcanzado la VIDA antes de morir. Y él fue consciente de ello. Él era el agua viva, dice a la Samaritana, Él había nacido del Espíritu, como pidió a Nicodemo; Él vive por el Padre; Él es la resurrección y la Vida. Ya en ese momento, cuando habla con sus interlocutores, está en posesión de la verdadera Vida. Eso explica que le traiga sin cuidado lo que pueda pasar con su vida biológica. Lo que verdaderamente le interesa es esa VIDA (con mayúscula) que él alcanzó durante su vida (con minúscula). La experiencia pascual de sus seguidores consistió en darse cuenta de esta realidad en Jesús.

No debemos entender la resurrección como la reanimación de un cadáver. Un instante después de la muerte, el cuerpo no es más que estiércol. Los sentimientos que nos unen al ser querido muerto, por muy profundos y humanos que sean, no son más que una relación psicológica. Esos despojos no mantienen ninguna relación con el ser que estuvo vivo. La muerte devuelve al cuerpo al universo de la materia de una manera irreversible. La posibilidad de reanimación es la misma que existe de hacer un ser humano partiendo de un montón de basura. Eso no tiene sentido ni para los hombres ni para Dios.

Jesús sigue vivo, pero de otra manera. Debo descubrir que yo estoy llamado a esa misma Vida. A la Samaritana le dice Jesús: el agua que yo le daré se convertirá en un surtidor que salta hasta la Vida eterna. A Nicodemo le dice: Hay que nacer de nuevo; lo que nace de la carne es carne, lo que nace del espíritu es Espíritu. El Padre vive y yo vivo por el Padre, del mismo modo, el que me asimile vivirá por mí. Yo soy la resurrección y la Vida, el que cree en mí aunque haya muerto vivirá, y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre. Jesús no habla para un más allá, sino en presente. ¿Creemos esto?

Jesús había conseguido, como hombre, la plenitud de Vida del mismo Dios. Porque había muerto a todo lo terreno, a su egoísmo, y se había entregado por entero a los demás, llega a la más alta cota de ser posible como hombre mortal. Este admirable logro fue realizable, después de haber descubierto que esa era la meta de todo ser humano, que ese era el único camino para llegar a hacer presente lo divino. Esta toma de conciencia fue factible, porque había experimentado a Dios como Don. Una vez que se llega a la meta, es inútil seguir preocupándose del vehículo que hemos utilizado para alcanzarla.

La liturgia de Pascua nos está diciéndonos que, en cada uno de nosotros, hay zonas muertas que tenemos que resucitar. Nos está diciendo que debemos preocuparnos por la vida biológica, pero no hasta tal punto que olvidemos la verdadera Vida. Nos está diciendo que tenemos que estar muriendo todos los días y al mismo tiempo resucitando, es decir pasando de la muerte a la Vida. Si al celebrar la resurrección de Jesús no experimentamos nosotros una nueva Vida, es que nuestra celebración ha sido simple folclore. Aunque tengamos partes muertas, todos estamos ya en la Vida que no termina.

Nota: por motivos de salud pública, en medio de la pandemia por el virus Covid-19, están prohibidos los actos de culto en numerosos países. Por si alguien quiere vivir de esta forma virtual la celebración dominical, facilitamos el enlace con el audio de la Eucaristía correspondiente al Domingo de Resurrección (ciclo A), que se grabó hace tres años: Pincha aquí para escuchar la Eucaristía.

 

Meditación

Resurrección y Vida expresan la misma realidad.
En la medida que haga mía la Vida,
Estoy garantizando la resurrección.
No te preocupes de lo que va a ser de ti en el más allá.
Lo importante es vivir aquí y ahora esa VIDA.
Todo lo demás ni está en tus manos ni debe importarte.

Para profundizar

¿Puede resucitar el que está vivo?

Jesús no estuvo muerto ni un instante

Cambiemos el concepto de esa VIDA

y cambiará la idea de la Pascua

No hay sombra en un objeto si no le da la luz

Podemos vivir en la sombra sin descubrir la luz

Podemos vivir en la luz aun sabiendo que la sombra está a la vuelta

No podemos separar la muerte de la Vida

pero podemos olvidarnos de una de ellas

No hay que pasar la muerte para vivir la Vida

como nos han contado tantas veces

La Vida es ya mi ámbito, aunque no la descubra

La pascua no es un tiempo, es un estado

en el que todos permanecemos siempre

Muerte y resurrección caminan de la mano

Y nunca pueden separarse del todo

Jesús había resucitado antes de muerto

No lo pudieron sospechar sus seguidores

La experiencia pascual obró el milagro

y fue una bendición para nosotros

Gracias a ellos sabemos que está vivo

y que esa misma Vida está en nosotros

Si solo nos fijamos en él, seguimos muertos

La Pascua atañe a cada uno en lo más hondo

No hay nada que esperar cuando lo tienes todo

Busca dentro de ti lo que celebras

y todo cambiará radicalmente

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Aleluias desde el silencio.

Domingo, 12 de abril de 2020
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resurreccion-y-vide-eternaJn 20, 1-9

12 de abril de 2020

¿Cómo hablar de Resurrección en medio de esta situación que estamos viviendo? ¿Cómo entonar un Aleluya desde el drama del sufrimiento, del caos, de la muerte, de la noche de tantos duelos personales y colectivos, en un mundo paralizado y paralizante? Sobran palabras y quizá un silencio es la mejor respuesta. Pero la fe cristiana siempre ha sentido la responsabilidad de hacer una lectura creyente de los acontecimientos en un diálogo profundo con la realidad. Nuestra fe es exigente y radical porque nos pide ver más allá del drama humano. No hay más que ver la historia de Jesús y su desenlace. La fe cristiana es una posición ante la vida que no busca un consuelo narcótico, sino que sostiene la raíz de la existencia revelando que hay algo más que el drama humano y que puede ser traspasado y liberado.

El Evangelio de este Domingo inicia el penúltimo capítulo de Juan en el que se hace evidente la luz, la vida y la verdad que ha ido tejiendo todo el mensaje joánico.  Narra la experiencia de tres referentes en el origen de nuestra fe: María de Magdala, Pedro y Juan. Son tres personas, pero no se representan a sí mismas porque presuponen tres prototipos de formas diferentes de acceder al mensaje de la Resurrección.

El texto ya nos sitúa en una nueva era: “El primer día de la semana” Ya no es el Sabbat el día religioso, hay una superación de la visión judía de la revelación de Dios y que va apuntando hacia una nueva Alianza entre la humano y lo Divino. María va muy de mañana al sepulcro, casi antes del amanecer. Estamos ante un símbolo que nos revela que, en el punto más oscuro de la noche, cuando la noche ya no puede ser más noche, justo el instante siguiente es ya el amanecer; nace la luz y algo nuevo asoma a la consciencia humana. El sepulcro es el símbolo de la muerte, de lo que ha perdido sentido, es el llanto y el drama humano hecho realidad. Jesús no está en la tumba vacía, sin embrago, puede ser una prueba negativa de su nueva existencia. María es capaz de leer un signo lleno de misterio y al mismo tiempo de esperanza: la piedra está quitada e interpreta que se han llevado el cuerpo de Jesús. Su reacción no es paralizante, va corriendo a contarlo y a abrir una nueva perspectiva de los hechos.

Pedro, que representa la autoridad, y Juan que representa el vínculo de amor con el Maestro, van corriendo juntos para ver qué está pasando. Dice el Evangelio que llega antes Juan, quizá porque está liberado del peso de la institución y va centrado en lo esencial que va dirigiendo su vida. Se asoma al sepulcro y no entró. Seguramente no necesitaba ya más signos que lo que su inspiración profunda le iba revelando. Pedro sí entró y comienza una descripción exhaustiva de lo que allí había. Signos, signos y signos. La mente humana necesita evidencias, necesita medir, necesita espacio, tiempo, formas, contar, separar, controlar. Pero también la mente humana es capaz de procesar una novedad que conecta con otra realidad profunda que no entra en las categorías tangibles. El evangelio de hoy nos sitúa ante una realidad que trasciende la evidencia física y la apertura a mirar de una manera diferente; nos conduce a una nueva visión de la vida. Hasta entonces, narra el Evangelio de Juan, no habían entendido que Jesús resucitaría y vencería a la muerte.

Nos encontramos ante la savia que va regando los vasos conductores del cristianismo que no se detiene en los límites humanos, sino que los amplía y trasciende. Es muy fácil creer en la Resurrección como dogma (si lo dicen los elegidos con tanta contundencia será verdad) recitarlo en el Credo, ponerlo como bandera de nuestra religión, esperar al fin de nuestra vida biológica para vivir con esa ilusión. Puede, incluso, darnos seguridad y tener cierto control en la ruta a la que vamos caminando. Lo realmente difícil es vivir la resurrección en el aquí y ahora, no vivirla como un premio sino como un nuevo modo de existencia, encontrar pequeños signos en la vida ordinaria que nos hablan de esa conexión con otra consciencia de la que también está hecho el ser humano.  El Cielo y la Tierra en unidad, inseparables, la luz y la tiniebla, la muerte y la vida cohabitando en nuestro escenario vital. Un mensaje que nos habla de que la esencia humana es atemporal, no necesita signos, no tiene espacio, no tiene límites, sólo LUZ en un movimiento permanente hacia la plenitud.

¡¡¡FELIZ PASCUA!!!

Rosario Ramos

Fuente Fe Adulta

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Más allá de la apariencia.

Domingo, 12 de abril de 2020
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Amanecer.4-300x300Domingo de Pascua

12 abril 2020

Jn 20, 1-9

El autor del evangelio parece ofrecer claves que muestran que se trata de un relato catequético que pretende un único objetivo, recogido en la última frase de todo el párrafo: afirmar que Jesús vive. Para ello utiliza el “mapa” judío que habla de “resurrección de entre los muertos”. A diferencia de la griega –que, separando “alma” y “cuerpo”, podrá hablar de “inmortalidad del alma”–, la antropología hebrea, radicalmente unitaria, solo puede mantener la afirmación de la vida después de la muerte apelando a una “resurrección” por parte de Dios.

       “El primer día de la semana”, el amanecer, la oscuridad, la losa quitada… aparecen como elementos cargados de simbolismo que hablan de novedad radical: la muerte no es el final de nada, sino el comienzo de todo; la oscuridad se transforma en luz y toda “losa” pesada –de miedo y de muerte– es quitada.

          La catequesis constituye una invitación a ver más allá de las apariencias o “vendas”, para lo cual se precisa una mirada nueva, que brota más fácilmente del corazón, del amor.

          Tal mirada requiere silenciar la mente. Porque, de otro modo, no lograremos ver sino lo que siempre hemos visto, es decir, lo que nuestra mente nos dicta a partir de todo lo que ella ha recibido, aprendido e interiorizado. Pero todo lo que la mente puede ofrecernos son únicamente creencias, constructos mentales de todo tipo, carentes de consistencia. Para ver en profundidad es preciso descorrer el velo mental a través del silencio y reconocer Aquello que aparece cuando el pensamiento se ha silenciado. Krishnamurti lo expresó con acierto: “Solo una mente en silencio puede ver la verdad, no una mente que se esfuerza por atraparla”.

Cuando no pongo pensamientos, ¿qué queda?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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La vida es un duelo a muerte, que gana la VIDA

Domingo, 12 de abril de 2020
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evangelio-21Del blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

Algunas consideraciones

  1. Pascua.

A pesar de los pesares y, aunque no lo parezca, es Pascua. La vida es más fuerte que la muerte. Cristo resucitó.

La resurrección del Señor es el fundamento de nuestra esperanza absoluta.

Esperamos y deseamos que la medicina y la ciencia  terminen por dominar y vencer este virus, esta pandemia que llena de muerte y angustia la humanidad, pero el fundamento de nuestra esperanza absoluta es Cristo resucitado.

  1. Magdalena, Pedro y el discípulo amado.

         Los cuatro evangelistas nos hablan de que las primeras en llegar al sepulcro fueron algunas mujeres. Mateo, Marcos y Juan sitúan entre estas mujeres a Magdalena.

         San Juan presenta a esta mujer Magdalena (de Magdala) al final de su evangelio, al pie de la cruz.

         Magdalena amó a Jesús en vida, lo amó en la muerte y lo sigue amando en la Resurrección.

         Pedro llegó “tardíamente” al sepulcro y solamente vio los signos de la muerte: el sepulcro, las vendas, el sudario.

         El Discípulo, que se siente amado por Jesús llega primero al sepulcro, vio y creyó en la vida, en la Resurrección.

La resurrección es una cuestión de fe, no de verificación histórica.

Quiera Dios que la ciencia, la medicina consigan dominar y erradicar este virus. Las medidas higiénicas y de protección son necesarias, pero a la fe en la Vida y en  resurrección se llega por el amor: Magdalena y el Discípulo Amado amaron al Señor y creyeron que vive por siempre.

También nosotros, como aquellas mujeres y discípulos hoy vemos los signos de muerte: sudarios, vendas, la losa del sepulcros… Nosotros vemos, estamos informados del número de muertos, cadáveres, morgue, etc. Pero quizás, no llegamos creer en la Vida, en el resucitado.

  1. El sepulcro, la losa, las vendas, sudarios.

         La pregunta que se hicieron aquellas mujeres es la misma que nos hacemos nosotros: ¿quién nos removerá la losa, el problema de la muerte, del sepulcro? La losa de la muerte de Jesús y de nuestra muerte.

         Magdalena, como los demás, buscaban a Jesús en la muerte, por eso les cuesta trabajo reconocerle vivo.

         JesuCristo resucitado no era un espíritu que anduviera errante por qué se yo qué espacios, mientras, de cuando en cuando, se aparecía hasta que finalmente subió al cielo en la Ascensión. El cielo no es un lugar físico, sino “la intimidad de Dios”, el amor, el abrazo del Padre al hijo pródigo y a su Hijo.

         El amor no muere.

         Quizás nos haría bien sembrar amor sencillo y discreto para, así, vivir en esperanza.

  1. La resurrección no es un espectáculo

         Habría sido un grandioso espectáculo, un golpe de fuerza del Deus ex machina. Pero la vida es más sencilla y humilde.

El místico antropólogo Teilhard de Chardin escribe.

La muerte nos entrega totalmente a Dios, nos traspasa a Él. En correspondencia, hemos de entregarnos a ella con gran amor y abandono, ya que no nos queda otra cosa que hacer, cuando se nos presenta, que dejarnos dominar y conducir enteramente por Dios.[1]

         La cruz elevó a Jesús al ámbito de Dios. La Ascensión de Cristo en la tradición de San Juan es la cruz.

  1. Feliz Pascua.

         Desde la mañana de Pascua se abre una nueva vida para el creyente, para el que corre, vey cree.

         Tenemos prisa –corrieron– por vivir y vivir en paz.

         Resucitamos en cada vida que nace, en cada momento que nos perdonan y perdonamos, en cada gesto de acogida, en la esperanza infinita…

Desde la Resurrección del Señor: Feliz Pascua y corramos hacia la vida.

[1] P. Teilhard de Chardin Himno del Universo, LVII, Madrid, Ed Trotta, 2004.

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Cristo ha resucitado. Verdaderamente ha resucitado. ¡Exultemos de Alegría en esta mañana de Pascua!

Domingo, 1 de abril de 2018
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Del blog de la Communion Béthanie:

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Con María Magdalena, Simón Pedro y Juan

Corramos, corramos para anunciar y para testimoniar el amor sin límite de Dios para todos los hombres

Con Cristo resucitamos a una vida nueva. Nos libera definitivamente del mal. Nos reúne allí dónde estamos.

Vida que renace cada mañana,

Vida renovada si confiamos en la palabra de los discípulos del Cristo que vieron sólo una tumba vacía,,

Vida renovada si dejamos a Cristo rodar cada mañana la piedra de nuestras tumbas para que brote en nosotros la esperanza del que nos abre el camino, el que nos envía hacia los demás..

Vida renovada que nos lleva a seguir a Cristo siendo los testigos de su resurrección.

Vida renovada que nos hace próximos y atentos a aquéllos que sufren abrumados por la desesperación, la enfermedad, la muerte.

Dejemosnos habitar por esta alegría pascual que nos iluminará hasta el día de Pentecostes donde llenos del Espíritu Santo, fuerza y alegría nos serán todavía renovadas para caminar humildemente con nuestro Dios, él que nos asegura su presencia todos los días de nuestra vida hasta el final de los tiempos.

¡Feliz Fiesta de Pascua!

*

Anne-Marie,
Sœur de la Communion Béthanie

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En el fluir confuso de los acontecimientos hemos descubierto un centro, hemos descubierto un punto de apoyo: ¡Cristo ha resucitado!

Existe una sola verdad: ¡Cristo ha resucitado! Existe una sola verdad dirigida a todos: ¡Cristo ha resucitado!

Si el Dios-Hombre no hubiera resucitado, entonces todo el mundo se habría vuelto completamente absurdo y Pilato hubiera tenido razón cuando preguntó con desdén: «¿Qué es la verdad?». Si el Dios-Hombre no hubiera resucitado, todas las cosas más preciosas se habrían vuelto indefectiblemente cenizas, la belleza se habría marchitado de manera irrevocable. Si el Dios-Hombre no hubiera resucitado, el puente entre la tierra y el cielo se habría hundido para siempre. Y nosotros habríamos perdido la una y el otro, porque no habríamos conocido el cielo, ni habríamos podido defendernos de la aniquilación de la tierra. Pero ha resucitado aquel ante el que somos eternamente culpables, y Pilato y Caifas se han visto cubiertos de infamia.

Un estremecimiento de júbilo desconcierta a la criatura, que exulta de pura alegría porque Cristo ha resucitado y llama junto a él a su Esposa: «¡Levántate, amiga mía, hermosa mía, y ven!».

Llega a su cumplimiento el gran misterio de la salvación. Crece la semilla de la vida y renueva de manera misteriosa el corazón de la criatura. La Esposa y el Espíritu dicen al Cordero: «¡Ven!». La Esposa, gloriosa y esplendente de su belleza primordial, encontrará al Cordero.

*

P. Florenskij,
cuore cherubico,
Cásale Monferrato 1999, pp. 172-174, passim).

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“Misterio de Esperanza”. Domingo de Resurrección – B (Juan 20,1-9)

Domingo, 1 de abril de 2018
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821285Creer en el Resucitado es resistirnos a aceptar que nuestra vida es solo un pequeño paréntesis entre dos inmensos vacíos. Apoyándonos en Jesús resucitado por Dios intuimos, deseamos y creemos que Dios está conduciendo hacia su verdadera plenitud el anhelo de vida, de justicia y de paz que se encierra en el corazón de la humanidad y en la creación entera.

Creer en el Resucitado es rebelarnos con todas nuestras fuerzas a que esa inmensa mayoría de hombres, mujeres y niños que solo han conocido en esta vida miseria, humillación y sufrimiento queden olvidados para siempre.

Creer en el Resucitado es confiar en una vida donde ya no habrá pobreza ni dolor, nadie estará triste, nadie tendrá que llorar. Por fin podremos ver a los que vienen en pateras llegar a su verdadera patria.

Creer en el Resucitado es acercarnos con esperanza a tantas personas sin salud, enfermos crónicos, discapacitados físicos y psíquicos, personas hundidas en la depresión, cansadas de vivir y de luchar. Un día conocerán lo que es vivir con paz y salud total. Escucharán las palabras del Padre: «Entra para siempre en el gozo de tu Señor».

Creer en el Resucitado es no resignarnos a que Dios sea para siempre un «Dios oculto» del que no podamos conocer su mirada, su ternura y sus abrazos. Lo encontraremos encarnado para siempre gloriosamente en Jesús.

Creer en el Resucitado es confiar en que nuestros esfuerzos por un mundo más humano y dichoso no se perderán en el vacío. Un día feliz, los últimos serán los primeros y las prostitutas nos precederán en el reino.

Creer en el Resucitado es saber que todo lo que aquí ha quedado a medias, lo que no ha podido ser, lo que hemos estropeado con nuestra torpeza o nuestro pecado, todo alcanzará en Dios su plenitud. Nada se perderá de lo que hemos vivido con amor o a lo que hemos renunciado por amor.

Creer en el Resucitado es esperar que las horas alegres y las experiencias amargas, las «huellas» que hemos dejado en las personas y en las cosas, lo que hemos construido o hemos disfrutado generosamente, quedará transfigurado. Ya no conoceremos la amistad que termina, la fiesta que se acaba ni la despedida que entristece. Dios será todo en todos.

Creer en el Resucitado es creer que un día escucharemos estas increíbles palabras que el libro del Apocalipsis pone en boca de Dios: «Yo soy el origen y el final de todo. Al que tenga sed yo le daré gratis del manantial del agua de la vida. Ya no habrá muerte ni habrá llanto, no habrá gritos ni fatigas, porque todo eso habrá pasado».

José Antonio Pagola

Audición del comentario

Marina Ibarlucea

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“Él había de resucitar de entre los muertos”. Domingo 5 de abril de 2015. Domingo de Pascua

Domingo, 1 de abril de 2018
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27-pascuaB1 cerezoLeído en Koinonia:

Hechos de los apóstoles 10,34a.37-43: Hemos comido y bebido con él después de su resurrección:
Salmo responsorial: 117. Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Colosenses 3,1-4: Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo.
O bien: 1Corintios 5,6b-8: Quitad la levadura vieja para ser una masa nueva.
Juan 20,1-9: Él había de resucitar de entre los muertos.

A) Primer comentario

Para este domingo de Pascua nos ofrece la liturgia como primera lectura uno de los discursos de Pedro una vez transformado por la fuerza de Pentecostés: aquél que pronunció en casa del centurión Cornelio, a propósito del consumo de alimentos puros e impuros, lo que estaba en íntima relación con el tema del anuncio del Evangelio a los no judíos y de su ingreso a la naciente comunidad cristiana. El discurso de Pedro es un resumen de la proclamación típica del Evangelio que contiene los elementos esenciales de la historia de la salvación y de las promesas de Dios cumplidas en Jesús. Pedro y los demás apóstoles predican la muerte de Jesús a manos de los judíos, pero también su resurrección por obra del Padre, porque “Dios estaba con él”. De modo que la muerte y resurrección de Jesús son la vía de acceso de todos los hombres y mujeres, judíos y no judíos, a la gran familia surgida de la fe en su persona como Hijo y Enviado de Dios, y como Salvador universal; una familia donde no hay exclusiones de ningún tipo. Ese es uno de los principales signos de la resurrección de Jesús y el medio más efectivo para comprobar al mundo que él se mantiene vivo en la comunidad.

Una comunidad, un pueblo, una sociedad donde hay excluidos o marginados, donde el rigor de las leyes divide y aparta a unos de otros, es la antítesis del efecto primordial de la Resurrección; y en mucho mayor medida si se trata de una comunidad o de un pueblo que dice llamarse cristiano.

El evangelio de Juan nos presenta a María Magdalena madrugando para ir al sepulcro de Jesús. “Todavía estaba oscuro”, subraya el evangelista. Es preciso tener en cuenta ese detalle, porque a Juan le gusta jugar con esos símbolos en contraste: luz-tinieblas, mundo-espíritu, verdad-falsedad, etc. María, pues, permanece todavía a oscuras; no ha experimentado aún la realidad de la Resurrección. Al ver que la piedra con que habían tapado el sepulcro se halla corrida, no entra, como lo hacen las mujeres en el relato lucano, sino que se devuelve para buscar a Pedro y al “otro discípulo”. Ella permanece sometida todavía a la figura masculina; su reacción natural es dejar que sean ellos quienes vean y comprueben, y que luego digan ellos mismos qué fue lo que vieron. Este es otro contraste con el relato lucano. Pero incluso entre Pedro y el otro discípulo al que el Señor “quería mucho”, existe en el relato de Juan un cierto rezago de relación jerárquica: pese a que el “otro discípulo” corrió más, debía ser Pedro, el de mayor edad, quien entrase primero a mirar. Y en efecto, en la tumba sólo están las vendas y el sudario; el cuerpo de Jesús ha desaparecido. Viendo esto creyeron, entendieron que la Escritura decía que él tenía que resucitar, y partieron a comunicar tan trascendental noticia a los demás discípulos. La estructura simbólica del relato queda perfectamente construida.

La acción transformadora más palpable de la resurrección de Jesús fue a partir de entonces su capacidad de transformar el interior de los discípulos –antes disgregados, egoístas, divididos y atemorizados– para volver a convocarlos o reunirlos en torno a la causa del Evangelio y llenarlos de su espíritu de perdón.

La pequeña comunidad de los discípulos no sólo había sido disuelta por el «ajusticiamiento» de Jesús, sino también por el miedo a sus enemigos y por la inseguridad que deja en un grupo la traición de uno de sus integrantes.

Los corazones de todos estaban heridos. A la hora de la verdad, todos eran dignos de reproche: nadie había entendido correctamente la propuesta del Maestro. Por eso, quien no lo había traicionado lo había abandonado a su suerte. Y si todos eran dignos de reproche, todos estaban necesitados de perdón. Volver a dar cohesión a la comunidad de seguidores, darles unidad interna en el perdón mutuo, en la solidaridad, en la fraternidad y en la igualdad, era humanamente un imposible. Sin embargo, la presencia y la fuerza interior del «Resucitado» lo logró.

Cuando los discípulos de esta primera comunidad sienten interiormente esta presencia transformadora de Jesús, y cuando la comunican, es cuando realmente experimentan su resurrección. Y es entonces cuando ya les sobran todas las pruebas exteriores de la misma. El contenido simbólico de los relatos del Resucitado actuante que presentan a la comunidad, revela el proceso renovador que opera el Resucitado en el interior de las personas y del grupo.

Magnífico ejemplo de lo que el efecto de la Resurrección puede producir también hoy entre nosotros, en el ámbito personal y comunitario. La capacidad del perdón; de la reconciliación con nosotros mismos, con Dios y con los demás; la capacidad de reunificación; la de transformarse en proclamadores eficientes de la presencia viva del Resucitado, puede operarse también entre nosotros como en aquel puñado de hombres tristes, cobardes y desperdigados a quienes transformó el milagro de la Resurrección.

El evangelio de hoy está recogido en la serie «Un tal Jesús» de los hermanos López Vigil, en el capítulo 125 ó 126, Sus audios, así como los guiones de literarios de los episodios y sus correspondientes comentarios teológicos se pueden encontrar y tomar en http://www.untaljesus.net

B) Segundo comentario: «El Resucitado es el Crucificado»

Como otros años, incluimos aquí un segundo guión de homilía, netamente en la línea de la espiritualidad latinoamericana de la liberación, que titulamos con ese conocido lema de la cristología de la liberación.

Lo que no es la resurrección de Jesús

Se suele decir en teología que la resurrección de Jesús no es un hecho “histórico”, con lo cual se quiere decir no que sea un hecho irreal, sino que su realidad está más allá de lo físico. La resurrección de Jesús no es un hecho realmente registrable en la historia; nadie hubiera podido fotografiar aquella resurrección. La resurrección de Jesús objeto de nuestra fe es más que un fenómeno físico. De hecho, los evangelios no nos narran la resurrección: nadie la vio. Los testimonios que nos aportan son de experiencias de creyentes que, después, “sienten vivo” al resucitado, pero no son testimonios del hecho mismo de la resurrección.

La resurrección de Jesús no tiene parecido alguno con la “reviviscencia” de Lázaro. La de Jesús no consistió en la vuelta a esta vida, ni en la reanimación de un cadáver (de hecho, en teoría, no repugnaría creer en la resurrección de Jesús aunque hubiera quedado su cadáver entre nosotros, porque el cuerpo resucitado no es, sin más, el cadáver). La resurrección (tanto la de Jesús como la nuestra) no es una vuelta hacia atrás, sino un paso adelante, un paso hacia otra forma de vida, la de Dios.

Importa recalcar este aspecto para darnos cuenta de que nuestra fe en la resurrección no es la adhesión a un “mito”, como ocurre en tantas religiones, que tienen mitos de resurrección. Nuestra afirmación de la resurrección no tiene por objeto un hecho físico sino una verdad de fe con un sentido muy profundo, que es el que queremos desentrañar.

La “buena noticia” de la resurrección fue conflictiva

Una primera lectura de los Hechos de los Apóstoles suscita una cierta extrañeza: ¿por qué la noticia de la resurrección suscitó la ira y la persecución por parte de los judíos? Noticias de resurrecciones eran en aquel mundo religioso menos infrecuentes y extrañas que entre nosotros. A nadie hubiera tenido que ofender en principio la noticia de que alguien hubiera tenido la suerte de ser resucitado por Dios. Sin embargo, la resurrección de Jesús fue recibida con una agresividad extrema por parte de las autoridades judías. Hace pensar el fuerte contraste con la situación actual: hoy día nadie se irrita al escuchar esa noticia. ¿La resurrección de Jesús ahora suscita indiferencia? ¿Por qué esa diferencia? ¿Será que no anunciamos la misma resurrección, o que no anunciamos lo mismo en el anuncio de la resurrección de Jesús? Leer más…

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Mt 7. Pascua 2018. Misión universal

Domingo, 1 de abril de 2018
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n178p68Del blog de Xabier Pikaza:

Hemos celebrado esta noche (del 31 del 3 al 1 del 4), en una colina del Carmelo sobre el Tormes, en Cabrerizos-Salamanca, la Fiesta de Dios, que es la Pascua de Jesús, el “paso” de (por) la muerte a da vida.

Sólo por haber amado hasta el final, habiendo entregado su vida (que es vida de Dios), en amor y comunión, con todos los pobres y expulsados de la tierra,
Jesús ha “resucitado”, y vuelve a Galilea para reiniciar su camino, pero ahora a través de sus discípulos.Éste es el evangelio de la Pascua de Mateo, que se celebra en el Monte de Galila y se extiende a todo el mundo (por todas las naciones).

Ésta es la escena final del evangelio de Mateo, y en ella se condensa todo el camino anterior, y se abre al mundo entero, como presencia y promesa de vida, a través de las mujeres que le han visto y confesado al lado de su sepultura, y por medio de los discípulos que llegan corriendo para verle en Galilea.

Esta palabras de Pascua (Mt 28, 16-20) constituyen con las ya comentadas (del amor y el juicio: Mt 25, 31-46) la clave hermenéutica, el centro y final del evangelio de Jesús, que se hace así nuestro Evangelio.

Con estas palabra, de experiencia y envío, de don y compromiso, quiero felicitar a todos mis amigos (a todos los lectores de mi blog), diciéndoles: ¡Vamos al Monte de la Pascua de Jesús, retomemos su camino de pascua 2018!.

Ha resucitado el Señor, alegrémonos. Felicidad a Todos.

Mt 25, 31-46

18 Y Jesús, adelantándose, les habló diciendo: Se me ha dado toda autoridad en el cielo y sobre la tierra: 18 Yendo pues, haced discípulos a todos los pueblos, bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo 20 enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado, y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días, hasta la consumación del tiempo.

Hay en el Nuevo Testamento otros textos importantes de apariciones de Jesús (cf. Lc 24; Jn 20-21), y ellas han de interpretarse también desde la totalidad del mensaje en el que se encuentran integradas. Pero sólo el texto Mt 28, 16-20, leído desde la perspectiva abierta por 16, 13-19 y 25, 31-46, ofrece un programa total de evangelio, de manera que se pueda decir “sobre esta Roca edificaré mi Iglesia”

1. Se me ha dado (= Dios me ha dado…) toda autoridad tierra (28, 18b).

evangelio-de-mateoEsta palabra evoca una entronización solemne, retomando el motivo del Hijo del Hombre en Dan 7, 13. No describe la entronización en sí, pero transmite la palabra por la que Jesús la “cuenta” (proclama), presentándose como Señor de cielo y tierra, no para imponerse, como le había propuesto el Diablo de 4, 8, sino para crear la nueva humanidad, que se concretará en su Iglesia. Sólo ahora, culminada su Cruz, resucitado por Dios, Jesús puede presentarse como Señor universal, confiando a sus discípulos la extensión de su reinado en la tierra.
La palabra clave es se me ha dado (vedo,qh moi,, en pasivo divino: Dios me ha dado). Por eso, el principio de la revelación y de la novedad cristiana no es “Yo Soy” (como Yahvé) o “yo pienso, yo puedo, yo tengo” (como en la modernidad), sino “Dios me ha dado”. Jesús se presenta así como portador del don más alto. Lo tiene todo, pero no por sí mismo, sino por gracia. Ciertamente, él ha entregado su vida por Dios, se ha entregado hasta la muerte, pero no dice “lo he conseguido, he merecido…”, sino “Dios me ha dado”.

‒ El primado del tú, de aquel que me ofrece su vida. Por eso en el principio de la palabra pascual no está el “yo” (en gesto de auto-posesión), sino el “tú” de Dios, que le dado todo, y le ha hecho ser, en la línea de 11, 27, donde Jesús confesaba “todo me lo ha dado mi Padre”, pero con dos diferencias. (a) La confesión de 11, 27 podía parecer una palabra “eterna”, independiente de la historia; por el contrario, esta afirmación (se me ha dado: edothê: 28, 18) forma parte de un proceso histórico, centrado en la cruz y en la pascua, que nos sitúa por tanto, ante la historia de Dios en Jesús. (b) Al decir “se me ha dado”, está evocando sin duda al Padre, pero no lo dice, dejando así velado el nombre de Dios, en línea de respeto confesional. Al afirmar “todo”, él proclama la más honda confesión monoteísta. No quiere ocupar el lugar de Dios, ni disputarle su poder, sino que lo recibe y acoge agradecido.

‒ No recibe el simple ser (ousia), sino el poder para que otros sean (ekxousia) como autoridad suprema).
Sólo ahora, tras haber entregado su vida en manos de Dios, perdiéndola en un sentido (27, 46), él puede decir y dice “todo se me ha dado”, recibiendo en su vida el poder de cielo y tierra, la capacidad activa de expandirse (ex‒ousia), mostrándose así como ser que actúa y se despliega, no en gesto de dominio impositivo, sino de creación, de despliegue vital, a fin de que todos sean. De esa autoridad que Dios ha concedido a Jesús deriva todo lo que existe, la misma creación (cielo y tierra), pues él su mediador, un tema que ha sido destacado por los grandes testigos del Nuevo Testamento (de Jn 1, 1-18 a Hbr 1, 1-3, pasando por Col 1, 15-20). Pues bien, esta mediación universal de Jesús en cielo y tierra tiene un sentido histórico, es propia del Jesús crucificado.

2. Gran Mandato, misión universal (28, 19a).

Jesús ha recibido la autoridad de recrearlo todo, y así puede transmitir a sus discípulos su nuevo mandato mesiánico (equivalente al del principio, en Gen 1, 28: ¡creced, multiplicaos!), que consta de tres elementos:

‒ Yendo pues . Ésta es una palabra clave de la tradición de la Biblia, donde se utiliza con frecuencia, en el sentido de ir, marchar). El texto está en participio subordinado, para así poner más de relieve el imperativo siguiente (haced discípulos), pero estrictamente hablando puede tomarse también como imperativo: Id pues… Este mandato marca la novedad del evangelio. Pudiéramos pensar que los discípulos se habían recogido en la montaña de Galilea, para recuperar allí a Jesús, con el deseo de quedarse con él a solar por siempre (como en 17, 1-5). Pero Jesús les arranca una vez más de la montaña, profundizando su encuentro con él, y les envía, como seguirá diciendo este pasaje, que marca el principio de la gran marcha del evangelio, la tarea pascual de los discípulos. Da la impresión de que no han tenido tiempo de estar con Jesús, de descansar y de aprender con él, como supone Hch 1, diciendo que Jesús estuvo con ellos cuarenta días. Aquí basta un momento. Los discípulos “ven” a Jesús. Él se presenta y les envía. Eso es todo. Comienza el Éxodo final de la humanidad.

‒ Haced discípulos
(matheteusate). En esta palabra (matheteuô, en transitivo: haced discípulos) se condensa la historia y mensaje de Jesús. Ellos, los Once de la montaña son los discípulos (mathetai) de Jesús, y él les pide que hagan discípulos suyos a todos los hombres de la tierra, ofreciéndoles su mismo camino, y enseñándoles a vivir de un modo mesiánico. Los restantes títulos de humanidad pasan a segundo plano o pierden su sentido: No hay judíos ni gentiles, hombres ni mujeres, siervos ni libres (como diría Pablo en Gal 3, 28), pues todos pueden (y han de) ser “discípulos” de Jesús, unidos en su seguimiento.
Éste es el único principio, el valor central del evangelio, el punto de partida y sentido de la nueva humanidad: Aprender a ser como Jesús. Pues bien, ellos, los Once de la montaña han de iniciar la gran transformación, para que todos los hombres y mujeres sean discípulos de Jesús, que no les dice ya directamente que curen, ni que expulsen demonios, ni que impongan su poder, sino que enseñen a los hombres y mujeres a ser discípulos, seguidores suyos, compartiendo su camino pascual, en escucha y comunión abierta a todos.

A todos los pueblos (panta ta ethnê). No van a dominar reinos, como quería el Diablo de 4, 8, sino a crear una humanidad, sin diferencia entre judíos y gentiles. En ese contexto aparece esta palabra (todos los pueblos) en su sentido originario, como en Gen 1-11, antes de la llamada de Abraham (y como en Mt 25, 32). No hay por tanto un pueblo especial, pues todos son “especiales”, protagonistas de un mismo camino de humanidad mesiánica. Significativamente, Jesús no les dice que vayan a los hombres y mujeres por separado, sino a los pueblos, entendidos como unidades culturales, grupos vinculados por una lengua, una forma de ser, sin supremacía de unos sobre otros (ni de Grecia, ni de Roma, ni siquiera de Israel).

Este Jesús pascual nos sitúa por tanto ante la única humanidad, formada por el conjunto de los pueblos, que provienen de Adán-Eva (Gen 3-4) y más en concreto de la familia a Noé (Gen 9). El origen de la diversidad de pueblos (que forman la única humanidad, tras el diluvio) ha sido evocado de formas complementarias en Gen 10 (multiplicación pacífica) y Gen 11 (separación conflictiva). En esa línea, desde la llamada posterior de Abraham puede hablarse de una bendición de Dios abierta a la humanidad, formada por muchos pueblos, que pueden unirse y se unen en un camino de fe, en el seguimiento de Jesús (cf. Gen 12, 1-3, en sentido universal, conforme a la visión de Pablo en Gal y Rom).

Este pasaje recupera la totalidad de los pueblos, destinatarios del mensaje de Jesús a través de sus discípulos, sin que unos dominen sobre otros (como quiso Roma). Eso significa que ha de surgir una humanidad mesiánica universal (vinculada por el discipulado), a partir de “todos los pueblos”, es decir, de los diversos grupos de raza, lengua o cultura. Esos discípulos no se dirigen ya a los reinos, en cuanto estructuras de poder (pues el Diablo domina en todos ellos (pasai tas basileiais, en 4, 8; cf también 24, 7), sino a todos los pueblos (en cuanto estructuras de vida: panta ta ethnê), para implantar de esa manera el Reino de los Cielos (de Dios), la humanidad reconciliada, capaz de expresar la salvación, en la línea de 25, 31-46. En este envío a todos los pueblos, sin diferencia entre unos y otros culmina el evangelio de Mateo.

3. Iniciación cristiana, rito fundacional (bautizándoles: baptidsontes; 28, 19b).

Éste es el gesto del nuevo comienzo, el sacramento originario de la Iglesia, para hombres y mujeres de todos los pueblos, sustituyendo a la circuncisión, que era sólo para varones judíos, con su marca de separación. El mensaje va dirigido a los pueblos en conjunto, pero luego se concreta, por el bautismo, en cada uno de los hombres o mujeres. Cristianos no son ya los que nacen de otros cristianos (como son judíos los que nacen de judía), sino aquellos que, formando parte de cualquier pueblo, asumen voluntariamente el rito de integración (iniciación) en la comunidad universal de los discípulos de Jesús. Leer más…

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Domingo de Pascua de Resurrección. 1 Abril, 2018

Domingo, 1 de abril de 2018
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“El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro”.

(Jn 20, 1-9)

El amanecer de la Pascua comienza en medio de la oscuridad. Y las primeras señales de vida se dan en un paisaje de muerte.

Es curioso como tendemos a separar e incluso a enfrentar realidades que ni siquiera son opuestas, solo que unas nos gustan más que otras. O ni siquiera eso. Solo que unas creemos que nos hacen felices y las otras no.

Dividimos nuestra vida entre experiencias positivas y experiencias negativas. Asociamos lo positivo a lo que nos hace disfrutar sin ningún esfuerzo y lo negativo a lo que nos hace sufrir. Por esta regla de tres salir una noche con los amigos es positivo y pasar días estudiando para un examen negativo. Todo junto es un engaño.

La vida, y cada una de nuestras historias, no son una película en blanco y negro. Nuestra vida no está dividida en dos, por un lado la luz y, por el otro, la oscuridad. No, la vida, la realidad es a todo color. Todas las experiencias están llenas de luz y salpicadas de oscuridad. Lo más valioso suele venir con el corcho protector del esfuerzo y más de una vez en la caja del sufrimiento.

El sufrimiento no es positivo o negativo, tampoco la alegría. Hay alegrías tremendamente destructivas. La búsqueda de la alegría fácil e inmediata destruye a muchas personas. De la misma manera hay sufrimientos que engrandecen y liberan.

La vida es una armonía de luces y sombras, silencios, ruidos y melodías. Si la vivimos en blanco y negro resulta monótona y caprichosa. Cuando la disfrutamos a todo color y en todas sus dimensiones es apasionante.

Este es el mensaje de la mañana de Pascua. La vida no es ni blanca ni negra. Es blanca, negra y de otros muchos colores. La vida y la muerte no son dos cosas separadas. Tampoco la alegría y el sufrimiento son opuestos.

El secreto está en seguir buscando. María Magdalena, aun a oscuras va a buscar. En su oscuridad busca un cadáver en un sepulcro, pero en su camino amanece y encuentra la VIDA. Y tú, ¿todavía buscas?

Oración

Danos, Trinidad Santa, un corazón de buscadoras que nos haga avanzar incluso en la noche. Que nos haga a travesar nuestros paisaje de muerte. Y danos, también, esos ojos que descubren la VIDA. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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“Volver a galilea”. 20 de abril de 2014. Pascua de Resurrección (A). Mateo 28, 1- 10.

Domingo, 16 de abril de 2017
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5610_159130280184_684985184_3801385_7704869_nLos evangelios han recogido el recuerdo de tres mujeres admirables que, al amanecer del sábado, se han acercado al sepulcro donde ha sido enterrado Jesús. No lo pueden olvidar. Lo siguen amando más que a nadie. Mientras tanto, los varones han huido y permanecen tal vez escondidos.

El mensaje, que escuchan al llegar, es de una importancia excepcional. El evangelio más antiguo dice así: “¿Buscáis a Jesús de Nazaret, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado”. Es un error buscar a Jesús en el mundo de la muerte. Está vivo para siempre. Nunca lo podremos encontrar donde la vida está muerta.

No lo hemos de olvidar. Si queremos encontrar a Cristo resucitado, lleno de vida y fuerza creadora, no lo hemos de buscar en una religión muerta, reducida al cumplimiento externo de preceptos y ritos rutinarios, o en una fe apagada, que se sostiene en tópicos y fórmulas gastadas, vacías de amor vivo a Jesús.

Entonces, ¿dónde lo podemos encontrar? Las mujeres reciben este encargo: “Ahora id a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis”. ¿Por qué hay que volver a Galilea para ver al Resucitado? ¿Qué sentido profundo se encierra en esta invitación? ¿Qué se nos está diciendo a los cristianos de hoy?

En Galilea se escuchó, por vez primera y en toda su pureza, la Buena Noticia de Dios y el proyecto humanizador del Padre. Si no volvemos a escucharlos hoy con corazón sencillo y abierto, nos alimentaremos de doctrinas venerables, pero no conoceremos la alegría del Evangelio de Jesús, capaz de “resucitar” nuestra fe.

A orillas del lago de Galilea, empezó Jesús a llamar a sus primeros seguidores para enseñarles a vivir con su estilo de vida, y a colaborar con él en la gran tarea de hacer la vida más humana. Hoy Jesús sigue llamando. Si no escuchamos su llamada y él no “va delante de nosotros”, ¿hacia dónde se dirigirá el cristianismo?

Por los caminos de Galilea se fue gestando la primera comunidad de Jesús. Sus seguidores viven junto a él una experiencia única. Su presencia lo llena todo. Él es el centro. Con él aprenden a vivir acogiendo, perdonando, curando la vida y despertando la confianza en el amor insondable de Dios. Si no ponemos, cuanto antes, a Jesús en el centro de nuestras comunidades, nunca experimentaremos su presencia en medio de nosotros.

Si volvemos a Galilea, la “presencia invisible” de Jesús resucitado adquirirá rasgos humanos al leer los relatos evangélicos, y su “presencia silenciosa” recobrará voz concreta al escuchar sus palabras de aliento.

José Antonio Pagola

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“Él había de resucitar de entre los muertos”. Domingo 16 de abril de 2017. Domingo de Pascua.

Domingo, 16 de abril de 2017
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23-PascuaA1Leído en Koinonia:

A) Primer comentario

Para este domingo de Pascua nos ofrece la liturgia como primera lectura uno de los discursos de Pedro una vez transformado por la fuerza de Pentecostés: aquél que pronunció en casa del centurión Cornelio, a propósito del consumo de alimentos puros e impuros, lo que estaba en íntima relación con el tema del anuncio del Evangelio a los no judíos y de su ingreso a la naciente comunidad cristiana. El discurso de Pedro es un resumen de la proclamación típica del Evangelio que contiene los elementos esenciales de la historia de la salvación y de las promesas de Dios cumplidas en Jesús. Pedro y los demás apóstoles predican la muerte de Jesús a manos de los judíos, pero también su resurrección por obra del Padre, porque “Dios estaba con él”. De modo que la muerte y resurrección de Jesús son la vía de acceso de todos los hombres y mujeres, judíos y no judíos, a la gran familia surgida de la fe en su persona como Hijo y Enviado de Dios, y como Salvador universal; una familia donde no hay exclusiones de ningún tipo. Ese es uno de los principales signos de la resurrección de Jesús y el medio más efectivo para comprobar al mundo que él se mantiene vivo en la comunidad.

Una comunidad, un pueblo, una sociedad donde hay excluidos o marginados, donde el rigor de las leyes divide y aparta a unos de otros, es la antítesis del efecto primordial de la Resurrección; y en mucho mayor medida si se trata de una comunidad o de un pueblo que dice llamarse cristiano.

El evangelio de Juan nos presenta a María Magdalena madrugando para ir al sepulcro de Jesús. “Todavía estaba oscuro”, subraya el evangelista. Es preciso tener en cuenta ese detalle, porque a Juan le gusta jugar con esos símbolos en contraste: luz-tinieblas, mundo-espíritu, verdad-falsedad, etc. María, pues, permanece todavía a oscuras; no ha experimentado aún la realidad de la Resurrección. Al ver que la piedra con que habían tapado el sepulcro se halla corrida, no entra, como lo hacen las mujeres en el relato lucano, sino que se devuelve para buscar a Pedro y al “otro discípulo”. Ella permanece sometida todavía a la figura masculina; su reacción natural es dejar que sean ellos quienes vean y comprueben, y que luego digan ellos mismos qué fue lo que vieron. Este es otro contraste con el relato lucano. Pero incluso entre Pedro y el otro discípulo al que el Señor “quería mucho”, existe en el relato de Juan un cierto rezago de relación jerárquica: pese a que el “otro discípulo” corrió más, debía ser Pedro, el de mayor edad, quien entrase primero a mirar. Y en efecto, en la tumba sólo están las vendas y el sudario; el cuerpo de Jesús ha desaparecido. Viendo esto creyeron, entendieron que la Escritura decía que él tenía que resucitar, y partieron a comunicar tan trascendental noticia a los demás discípulos. La estructura simbólica del relato queda perfectamente construida.

La acción transformadora más palpable de la resurrección de Jesús fue a partir de entonces su capacidad de transformar el interior de los discípulos -antes disgregados, egoístas, divididos y atemorizados- para volver a convocarlos o reunirlos en torno a la causa del Evangelio y llenarlos de su espíritu de perdón.

La pequeña comunidad de los discípulos no sólo había sido disuelta por el «ajusticiamiento» de Jesús, sino también por el miedo a sus enemigos y por la inseguridad que deja en un grupo la traición de uno de sus integrantes.

Los corazones de todos estaban heridos. A la hora de la verdad, todos eran dignos de reproche: nadie había entendido correctamente la propuesta del Maestro. Por eso, quien no lo había traicionado lo había abandonado a su suerte. Y si todos eran dignos de reproche, todos estaban necesitados de perdón. Volver a dar cohesión a la comunidad de seguidores, darles unidad interna en el perdón mutuo, en la solidaridad, en la fraternidad y en la igualdad, era humanamente un imposible. Sin embargo, la presencia y la fuerza interior del «Resucitado» lo logró.

Cuando los discípulos de esta primera comunidad sienten interiormente esta presencia transformadora de Jesús, y cuando la comunican, es cuando realmente experimentan su resurrección. Y es entonces cuando ya les sobran todas las pruebas exteriores de la misma. El contenido simbólico de los relatos del Resucitado actuante que presentan a la comunidad, revela el proceso renovador que opera el Resucitado en el interior de las personas y del grupo.

Magnífico ejemplo de lo que el efecto de la Resurrección puede producir también hoy entre nosotros, en el ámbito personal y comunitario. La capacidad del perdón; de la reconciliación con nosotros mismos, con Dios y con los demás; la capacidad de reunificación; la de transformarse en proclamadores eficientes de la presencia viva del Resucitado, puede operarse también entre nosotros como en aquel puñado de hombres tristes, cobardes y desperdigados a quienes transformó el milagro de la Resurrección.

El evangelio de hoy está recogido en la serie «Un tal Jesús» de los hermanos López Vigil, en el capítulo 125 ó 126, Sus audios, así como los guiones de literarios de los episodios y sus correspondientes comentarios teológicos se pueden encontrar y tomar en http://www.untaljesus.net

B) Segundo comentario: «El Resucitado es el Crucificado»

Como otros años, incluimos aquí un segundo guión de homilía, netamente en la línea de la espiritualidad latinoamericana de la liberación, que titulamos con ese conocido lema de la cristología de la liberación que encabeza este apartado.

Lo que no es la resurrección de Jesús

Se suele decir en teología que la resurrección de Jesús no es un hecho “histórico”, con lo cual se quiere decir no que sea un hecho irreal, sino que su realidad está más allá de lo físico. La resurrección de Jesús no es un hecho realmente registrable en la historia; nadie hubiera podido fotografiar aquella resurrección. La resurrección de Jesús objeto de nuestra fe es más que un fenómeno físico. De hecho, los evangelios no nos narran la resurrección: nadie la vio. Los testimonios que nos aportan son de experiencias de creyentes que, después, “sienten vivo” al resucitado, pero no son testimonios del hecho mismo de la resurrección.

La resurrección de Jesús no tiene parecido alguno con la “reviviscencia” de Lázaro. La de Jesús no consistió en la vuelta a esta vida, ni en la reanimación de un cadáver (de hecho, en teoría, no repugnaría creer en la resurrección de Jesús aunque hubiera quedado su cadáver entre nosotros, porque el cuerpo resucitado no es, sin más, el cadáver). La resurrección (tanto la de Jesús como la nuestra) no es una vuelta hacia atrás, sino un paso adelante, un paso hacia otra forma de vida, la de Dios.

Importa recalcar este aspecto para darnos cuenta de que nuestra fe en la resurrección no es la adhesión a un “mito”, como ocurre en tantas religiones, que tienen mitos de resurrección. Nuestra afirmación de la resurrección no tiene por objeto un hecho físico sino una verdad de fe con un sentido muy profundo, que es el que queremos desentrañar.

La “buena noticia” de la resurrección fue conflictiva

Una primera lectura de los Hechos de los Apóstoles suscita una cierta extrañeza: ¿por qué la noticia de la resurrección suscitó la ira y la persecución por parte de los judíos? Noticias de resurrecciones eran en aquel mundo religioso menos infrecuentes y extrañas que entre nosotros. A nadie hubiera tenido que ofender en principio la noticia de que alguien hubiera tenido la suerte de ser resucitado por Dios. Sin embargo, la resurrección de Jesús fue recibida con una agresividad extrema por parte de las autoridades judías. Hace pensar el fuerte contraste con la situación actual: hoy día nadie se irrita al escuchar esa noticia. ¿La resurrección de Jesús ahora suscita indiferencia? ¿Por qué esa diferencia? ¿Será que no anunciamos la misma resurrección, o que no anunciamos lo mismo en el anuncio de la resurrección de Jesús?

Leyendo más atentamente los Hechos de los Apóstoles ya se da uno cuenta de que el anuncio mismo que hacían los apóstoles tenía un aire polémico: anunciaban la resurrección “de ese Jesús a quien ustedes crucificaron”. Es decir, no anunciaban la resurrección en abstracto, como si la resurrección de Jesús fuese simplemente la afirmación de la prolongación de la vida humana tras la muerte. Tampoco estaban anunciando la resurrección de un alguien cualquiera, como si lo que importara fuera simplemente que un ser humano, cualquiera que fuese, había traspasado las puertas de la muerte.

El crucificado es el resucitado

Los apóstoles no anunciaban una resurrección muy concreta: la de aquel hombre llamado Jesús, a quien las autoridades civiles y religiosas habían rechazado, excomulgado y condenado.

Cuando Jesús fue atacado por las autoridades, se encontró solo. Sus discípulos lo abandonaron, y Dios mismo guardó silencio, como si estuviera de acuerdo. Todo pareció concluir con su crucifixión. Todos se dispersaron y quisieron olvidar.

Pero ahí ocurrió algo. Una experiencia nueva y poderosa se les impuso: sintieron que estaba vivo. Les invadió una certeza extraña: que Dios sacaba la cara por Jesús, y se empeñaba en reivindicar su nombre y su honra. “Jesús está vivo, no pudieron hundirlo en la muerte. Dios lo ha resucitado, lo ha sentado a su derecha misma, confirmando la veracidad y el valor de su vida, de su palabra, de su Causa. Jesús tenía razón, y no la tenían los que lo expulsaron de este mundo y despreciaron su Causa. Dios está de parte de Jesús, Dios respalda la Causa del Crucificado. El Crucificado ha resucitado, !vive!

Y esto era lo que verdaderamente irritó a las autoridades judías: Jesús les irritó estando vivo, y les irritó igualmente estando resucitado. También a ellas, lo que les irritaba no era el hecho físico mismo de una resurrección, que un ser humano muera o resucite; lo que no podían tolerar era pensar que la Causa de Jesús, su proyecto, su utopía, que tan peligrosa habían considerado en vida de Jesús y que ya creían enterrada, volviera a ponerse en pie, resucitara. Y no podían aceptar que Dios estuviera sacando la cara por aquel crucificado condenado y excomulgado. Ellos creían en otro Dios.

Creer con la fe de Jesús

Pero los discípulos, que redescubrieron en Jesús el rostro de Dios (como Dios de Jesús) comprendieron que Jesús era el Hijo, el Señor, la Verdad, el Camino, la Vida, el Alfa, la Omega. La muerte no tenía ningún poder sobre él. Estaba vivo. Había resucitado. Y no podían sino confesarlo y “seguirlo”, “persiguiendo su Causa”, obedeciendo a Dios antes que a los hombres, aunque costase la muerte. Leer más…

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Ni Dios, ni Cristo, ni resurrección

Domingo, 16 de abril de 2017
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Pedro Y Juan ante la resurrecciónDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Una elección extraña

Las dos frases más repetidas por la iglesia en este domingo son: “Cristo ha resucitado” y “Dios ha resucitado a Jesús”. Resumen las afirmaciones más frecuentes del Nuevo Testamento sobre este tema.

Sin embargo, como evangelio para este domingo se ha elegido uno que no tiene como protagonistas ni a Dios, ni a Cristo, ni confiesa su resurrección. Los tres protagonistas que menciona son puramente humanos: María Magdalena, Simón Pedro y el discípulo amado. Ni siquiera hay un ángel. El relato del evangelio de Juan se centra en las reacciones de estos personajes, muy distintas.

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo:

― Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

María reacciona de forma precipitada: le basta ver que han quitado la losa del sepulcro para concluir que alguien se ha llevado el cadáver; la resurrección ni siquiera se le pasa por la cabeza.

Simón Pedro actúa como un inspector de policía diligente: corre al sepulcro y no se limita, como María, a ver la losa corrida; entra, advierte que las vendas están en el suelo y que el sudario, en cambio, está enrollado en sitio aparte. Algo muy extraño. Pero no saca ninguna conclusión.

El discípulo amado también corre, más incluso que Simón Pedro, pero luego lo espera pacientemente. Y ve lo mismo que Pedro, pero concluye que Jesús ha resucitado.

El evangelio de san Juan, que tanto nos hace sufrir a lo largo del año con sus enrevesados discursos, ofrece hoy un mensaje espléndido: ante la resurrección de Jesús podemos pensar que es un fraude (María), no saber qué pensar (Pedro) o dar el salto misterioso de la fe (discípulo amado).

Los relatos de los próximos días de Pascua nos ayudarán a alcanzar la tercera postura.

¿Por qué espera el discípulo amado a Pedro?

Es frecuente interpretar este hecho de la siguiente manera. El discípulo amado (sea Juan o quien fuere) fundó una comunidad cristiana bastante peculiar, que corría el peligro de considerarse superior a las demás iglesias y terminar separada de ellas. De hecho, el cuarto evangelio deja clara la enorme intuición religiosa del fundador, superior a la de Pedro: le basta ver para creer, igual que más adelante, cuando Jesús se aparezca en el lago de Galilea, inmediatamente sabe que “es el Señor”. Sin embargo, su intuición especial no lo sitúa por encima de Pedro, al que espera a la entrada de la tumba en señal de respeto. La comunidad del discípulo amado, imitando a su fundador, debe sentirse unida a la iglesia total, de la que Pedro es responsable.

Las otras dos lecturas: Beneficios y compromiso.

A diferencia del evangelio, las otras dos lecturas de este domingo (Hechos y Colosenses) afirman rotundamente la resurrección de Jesús. Aunque son muy distintas, hay algo que las une: 

a) las dos mencionan los beneficios de la resurrección de Jesús para nosotros: el perdón de los pecados (Hechos) y la gloria futura (Colosenses);

b) las dos afirman que la resurrección de Jesús implica un compromiso para los cristianos: predicar y dar testimonio, como los Apóstoles (Hechos), y aspirar a los bienes de arriba, donde está Cristo, no a los de la tierra (Colosenses).

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 10, 34a. 37-43

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:

― Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados. 

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3, 1-4

Hermanos: Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria. 

José Luís Sicre

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Domingo de Pascua

Domingo, 16 de abril de 2017
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8461470921_30a1ef6ec4_zJn 20, 1-9

Jesús había alcanzado la VIDA antes de morir. Y él fue consciente de ello. Él era el agua viva, dice a la Samaritana, Él había nacido del Espíritu, como pidió a Nicodemo; él vive por el Padre; él es la resurrección y la Vida. Ya en ese momento, cuando habla con sus interlocutores, está en posesión de la verdadera Vida. Eso explica que le traiga sin cuidado lo que pueda pasar con su vida biológica. Lo que verdaderamente le interesa es esa VIDA (con mayúscula) que él alcanzó durante su vida (con minúscula).

No debemos entender la resurrección como la reanimación de un cadáver. Un instante después de la muerte, el cuerpo no es más que estiércol. Los sentimientos que nos unen al ser querido muerto, por muy profundos y humanos que sean, no son más que una relación psicológica. Esos despojos no mantienen ninguna relación con el ser que estuvo vivo. La muerte devuelve al cuerpo al universo de la materia de una manera irreversible. La posibilidad de reanimación es la misma que existe de hacer un ser humano partiendo de un montón de basura. Eso no tiene sentido ni para los hombres ni para Dios.

Jesús sigue vivo, pero de otra manera. Debo descubrir que yo estoy llamado a esa misma Vida. A la Samaritana le dice Jesús: el agua que yo le daré se convertirá en un surtidor que salta hasta la Vida eterna. A Nicodemo le dice: Hay que nacer de nuevo; lo que nace de la carne es carne, lo que nace del espíritu es Espíritu. El Padre vive y yo vivo por el Padre, del mismo modo el que me asimile, vivirá por mí. Yo soy la resurrección y la Vida, el que cree en mí aunque haya muerto vivirá, y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre. Jesús no habla para un más allá, sino en presente. ¿Creemos esto?

Jesús había conseguido, como hombre, la plenitud de Vida del mismo Dios. Porque había muerto a todo lo terreno, a su egoísmo, y se había entregado por entero a los demás, llega a la más alta cota de ser posible como hombre mortal. Este admirable logro fue posible, después de haber descubierto que esa era la meta de todo ser humano, que ese era el único camino para llegar a hacer presente lo divino. Esta toma de conciencia fue posible, porque había experimentado a Dios como Don. Una vez que se llega a la meta, es inútil seguir preocupándose del vehículo que hemos utilizado para alcanzarla.

La liturgia de Pascua no está diciéndonos que en cada uno de nosotros, hay zonas muertas que tenemos que resucitar. Nos está diciendo que debemos preocuparnos por la vida biológica, pero no hasta tal punto que olvidemos la verdadera Vida. Nos está diciendo que tenemos que estar muriendo todos los días y al mismo tiempo resucitando, es decir pasando de la muerte a la Vida. Si al celebrar la resurrección de Jesús no experimentamos en nosotros una nueva Vida, es que nuestra celebración ha sido simple folclore.

Meditación

Yo soy la resurrección y la Vida.
Resurrección y Vida expresan la misma realidad, no son cosas distintas.
En la medida en que haga mía la Vida,
estoy garantizando la resurrección.
………………

No te preocupes de lo que va a ser de ti en el más allá.
Además de ser inútil, te llevará a una total desazón.
Lo importante es vivir aquí y ahora esa nueva VIDA.
Todo lo demás ni está en tus manos ni debe importarte.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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La verdad no es un agujero en tierra.

Domingo, 16 de abril de 2017
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532_10_462003dd0683c“La verdad no es un agujero en tierra. La verdad es lo infinito del amor recibido a veces en esta vida cuando ya no nos quedaba nada más. Un segundo basta para conocerlo y comprender –incluso si “comprender” no es la palabra– que este infinito tiene necesariamente un lugar que a su vez tiene que ser también él necesariamente infinito. Un agujero en la tierra no es lo bastante grande para contener todo eso”.

Lo escribe Christian Bobin, lo escribieron con su gesto antes que él estas mujeres que fueron al sepulcro en la madrugada del primer día de la semana. Lo mismo que todos los que pasaron el sábado encerrados en el cenáculo, se sentían engullidas por la muerte, fracasadas en todas sus expectativas, envueltas en la tiniebla del sin sentido. Y, junto a ellas, quizá también nosotros, abrumados por la ausencia de Dios, el exceso de dolor y la desesperanza, como si siguiéramos aún en el anochecer del viernes, volviendo con ánimo abatido de enterrar en el sepulcro proyectos, ilusiones y promesas.

Aferrados a la reacción más fácil: “la verdad es un agujero en tierra” y reaccionando “llorando y hacer duelo” (Mc 16,10) “cerrando las puertas por miedo…” (Jn 20,19). La piedra es demasiado grande para nuestras fuerzas, el orden internacional demasiado injusto, la violencia demasiado arraigada, la presencia creyente irrelevante, la Iglesia demasiado temerosa…

Vamos a prolongar el sábado, vamos a refugiarnos en una espiritualidad evadida y permanecer en una parálisis inerte. Volvamos a Emaús, lejos de los sepulcros y de los crucificados, escapemos no sólo de su dolor sino también de su memoria.

Pero hay en la mañana del “primer día de la semana” un camino alternativo:

“En la madrugada del primer día de la semana, fueron María la  Magdalena y la otra María a ver el sepulcro (…) De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: —Alegraos. Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies”(Mt 28,1.8)

Lo mismo que ellas, sigue habiendo hoy gente que echa a andar todavía a oscuras y se acerca a los lugares de muerte para intentar arrebatarle a la muerte algo de su victoria. Como intentaban borrar algo de su rastro aquellas mujeres a fuerza de perfumes.

Saben que no pueden mover la piedra pero eso no les detiene. Son conscientes de la fragilidad y la desproporción de lo que llevan entre las manos, pero esa lucidez no apaga el incendio de su compasión ni hace su amor menos obstinado.

Quizá no viven todo eso desde la plenitud de la fe, ni le ponen el nombre de esperanza a sus pasos vacilantes en la noche. Pero hacen ese camino abiertos al asombro, apoyados en el recuerdo de palabras que prometen vida, dispuestos a dejarse sorprender por una presencia oscuramente presentida.

Los evangelios de Pascua “están de su parte”. Se lo dicen, nos lo dicen a todos, esas mujeres que irrumpen de nuevo en nuestros cenáculos anunciando: “¡Hemos visto al Señor!”.

De ellas recibimos la buena noticia: Un agujero en la tierra no era lo bastante grande para contener tanto amor. El Viviente sale siempre al encuentro de los que le buscan, los inunda con su alegría, los envía a consolar a su pueblo, los invita a una nueva relación de hermanos y de hijos.

Él va siempre delante de nosotros. Galilea es la encrucijada de todos nuestros caminos.

Dolores Aleixandre

Fuente Fe Adulta

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Apostar por la vida

Domingo, 16 de abril de 2017
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Resurrección2Hermanos, cuando uno es cogido por la fuerza de la Resurrección de Jesús, comienza a entender a Dios de una manera nueva, como un Padre que pone vida donde nosotros ponemos muerte; que genera vida donde nosotros la destruimos. Oremos.

Jesús, queremos apostar por la vida

• Que nuestra Iglesia sea la comunidad de hombres y mujeres comprometidos incondicionalmente y de manera radical en la defensa de la vida, y una vida digna, humana y justa para todos.

Jesús, queremos apostar por la vida

• Que nuestra alegría pascual nazca de ese deseo de una nueva creación, que siembre en nuestro corazón el gozo y la utopía de un futuro distinto y urgente.

Jesús, queremos apostar por la vida

• Que nuestra fe en el resucitado nos lleve a acoger a los pobres, el canto de los que aman la vida, la alegría de los que se entregan, el gozo de los que perdonan, la fe de los que no tienen miedo, la ternura de los que ofrecen misericordia, la utopía de los que trabajan por una sociedad más justa.

Jesús, queremos apostar por la vida

• Que todos nosotros nos pongamos tras las huellas del Resucitado, le reconozcamos en el que tenemos a nuestro lado y nos dejemos encontrar con El en los más desfavorecidos.

Jesús, queremos apostar por la vida

Padre, no permitas que pongamos nuestra fe, esperanza y amor en lo que sólo aparentemente es vida. Que tu Sí a la vida en tu hijo Jesús, nos haga sembradores de vida cada día. Gracias porque en la Resurrección de tu Hijo está la semilla de nuestra vida.

Vicky Irigaray

Fuente Fe Adulta

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Hay luz de mañana nueva.

Domingo, 16 de abril de 2017
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DOMINGO DE PASCUA: LA SONRISA DE MARÍA

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Esta mañana es diferente, la luz es distinta, el corazón late con más alegría, María sabe que el plan de Dios está cumplido. Su alma se estremece de gozo y su sonrisa, ilumina la mañana con una luz nueva. Estamos invitados a vestir la vida y el corazón con esta luz, y a contagiarla con sonrisas, porque el Amor, por mucho ruido que el mal quiera hacer, siempre saldrá victorioso.

ALELUYA, ALELUYA
Abrid ventanas y puertas
Respirad la brisa fresca
Llamad, anunciad con fuerza
HAY LUZ DE MAÑANA NUEVA (bis)

ALELUYA, ALELUYA
No hay soledad ni tristeza
no hay sepulcros, hay promesas
de vida, alegría y fiesta
HAY LUZ DE MAÑANA NUEVA (bis)
HAY LUZ DE MAÑANA NUEVA (bis)

ALELUYA, ALELUYA
No hay dolor, ni tierra yerma
la esperanza germina la tierra
los cansancios se visten de fiesta
HAY LUZ DE MAÑANA NUEVA (bis)

ALELUYA, ALELUYA
No hay espanto, no hay ausencia
la vida camina serena
el amor es la tierra buena
HAY LUZ DE MAÑANA NUEVA (bis)
HAY LUZ DE MAÑANA NUEVA (bis)

ALELUYA, ALELUYA
Hoy la vida se renueva
Jesús ha resucitado
con su fuerza, nos alienta
HAY LUZ DE MAÑANA NUEVA (bis)

ALELUYA, ALELUYA
María sonríe dichosa
¡hoy se cumple cuanto anhela!
la tierra entera se goza
HAY LUZ DE MAÑANA NUEVA (bis)
HAY LUZ DE MAÑANA NUEVA (bis)

  *

Salomé Arricibita

***

Para descargar la canción pinche el siguiente enlace: Hay luz de mañana nueva.mp3 y dele al botón derecho del ratón y guardar como…

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5.4.15. Ha resucitado, Feliz Pascua (con María Magdalena)

Martes, 7 de abril de 2015
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Noli me tangereDel blog de Xabier Pikaza:

No sólo con ella, pero de un modo especial con ella, conforme al testimonio del evangelio de este domingo (Jn 20, 1-9).

Con María Magdalena empezó la noticia, que aceptaron luego otros dos amigos de Jesús (Simón y el Discípulo amado) y luego todos los creyentes), hasta el día de hoy. Es la noticia que quiero transmitir a mis lectores y amigos de blog Aneste Kristos, recogiendo un año más la gran noticia de María Magdalena: Ha resucitado el Cristo.

Alguien ha preguntado por mí estos días pasados en el blog, pero no he podido conectar ni contestar, pues me encontraba aislado, aunque lleno de fuerte presencia, entre el mar y la montaña.

Acabo de volver hace un momento, con el sol poniente de esta primavera de Castilla, deteniéndome un rato en Tordesillas, la tierra, el convento y el río que conserva el llanto de Juana, Reina de Castilla (a quien algunos llamaron la loca, porque vivió para llorar a su querido Enrique el Hermoso, cuyo cuerpo quiso conservar a su lado.

 

41_00325870La reina Juana (hija de Isabel y Fernando, heredera de sus reinos)…fue como María Magdalena, pero con una diferencia:

Juana de Castilla murió llorando de amor, sin redescubrir en este mundo a su amante/amigo muerto, y así la tuvieron por loca sus enemigos, y la encerraron en un convento.

María de Magdala vio y sintió a Jesús resucitado. Supo que él vivía y aunque no pudo seguirle agarrando al modo antiguo (¡no me toques así, noli me tangere!), acogió y transmitió la gran noticia… y fue apóstol de la pascua, la primera “mujer” resucitada en amor por Jesús, para la vida.

Con esa noticia de María (tras haber recordado en Tordesillas a Juana, la reina triste…) quiero saludar a todos los amigos y lectores de este blob, compartiendo con ellos nuestra fiesta de Pascua, con Simón y el Discípulo Amado.

Para eso retomo el evangelio, no sólo el texto que se ha leído en la Misa del Domingo, sino con los versos que siguen (Jn 20, 11-18). Ésta es quizá la más bella de las escenas bíblicas de Pascua, con María Magdalena la primera de todos los creyentes. Ella sigue siendo junto a Simón Pedro y al Discípulo Querido de Jesús un signo precioso de la humanidad pascual.

Así la recuerdo, esta tarde de Pascua, como experiencia y experanza de amor sobre la muerte.

Introducción

Empecemos leyendo todo el texto (Jn 20, 11-18) con cuidado, destacando cada uno de sus rasgos. Quizá podamos distinguir ya desde ahora dos aspectos en María:

(a) Ella es la humanidad fracasada, al final de todos los caminos, perdida en un jardín sin más flor que la muerte, llorando por la ausencia de su amado. Destacando algunos de esos rasgos, las visiones posteriores de los gnósticos dirán que la humanidad en una pobre figura de mujer prostituida, caída sobre el suelo.

(b) Pero ella es también la Nueva Eva. No es simplemente una mujer caída, seducida, condenada al cautiverio. Ella representa a todas las mujeres y varones que buscan redención sobre la tierra, apareciendo así como principio de nueva humanidad. Todos somos en esa perspectiva María Magdalena. Ella es nuestra voz y figura de Pascua.

Siendo una mujer derrotada e impotente, sobre el huerto de una vida que se vuelve sepultura, María es, al mismo tiempo, una mujer que que tiene y busca amor: signo de la humanidad que, ansiando al Cristo, quiere alcanzar la redención. No ha escapado como el resto de los discípulos varones, sino que permanece ante la cruz, con otras mujeres (cf. Mc 14, 27; 15, 40. 47). Ella permanece. Su amor a Jesús es mayor que la muerte y por eso queda, llorando y deseando ante un sepulcro vacío.

Interpretada así, la pascua será una respuesta de Dios a la búsqueda de amor de las mujers y los hombres. María es signo de una humanidad que busca amor, que quiere culminar su desposorio, es decir, su alianza y camino de diálogo afectivo con el mismo Dios del cielo, en una tierra convertida en jardín de muerte.

¿Qué hace? Busca apasionadamente a su amigo muerto. Ésta es la paradoja. Conforme a tradiciones espirituales que elaboran más tarde los gnósticos, ella (la mujer caída) debería encontrarse anhelando solo una fuente espiritual de sabiduría, para recibir así la gran revelación de Dios. Sólo entonces podrían celebrarse las bodas finales del varón celeste (Palabra superior) y la mujer caída (humanidad que sufre condenada sobre el mundo). Pues bien, en contra de eso, ella busca sabiduría de amor, pero un amor concreto, inseparable del cadáver (de la historia) de su amigo muerto.

Principio del texto

Ésta es la novedad más alta de la Pascua: la Sabiduría y salvación de Dios parecen haberse escondido en un cadáver. Sobre el jardín del viejo mundo han enterrado a Jesús. María le busca apasionadamente, pues el amor verdadero resulta ineparable del cadáver, de la historia, del amogo muerto. Bien pensada, su acción puede llamarse una locura:

María estaba fuera del sepulcro, llorando.
Mientras lloraba, se inclinó para mirar el monumento
y vio a dos ángeles, vestidos de blanco,
uno junto a la cabeza y otro junto a los pies,
en el lugar donde había yacido el cuerpo de Jesús.
Ellos le dijeron: Mujer ¿por qué lloras?.
Ella les dijo: han llevado a mi señor y no sé dónde le han puesto.
Mientras decía esto se volvió hacia atrás
y vio a Jesús de pie, y no supo que era Jesús.
Le dijo Jesús: Mujer ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?.
Ella, pensando que era el hortelano, le dijo:
Señor, si te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo tomaré
(Jn 20, 10-15).

Éste es el principio de una conversación prodigiosa donde influyen y culminan todos los motivos de la historia humana. Esta mujer no necesita una teoría de iluminación interior: quiere un cadáver, busca el cuerpo de su amigo asesinado. De esa forma rompe los esquemas de la gnosis espiritualizante. No quiere un mundo edificado sobre cadáveres que se ocultan. No se responde con teorías al misterio del amigo muerto.

Sobre el jardín de este mundo, que en el principio pudo haberse presentado como paraiso (cf Gén 2), parece que sólo puede florecer el árbol de la muerte. El nuevo Adán hortelano sería en el fondo un custodio de cadáveres, un sepulturero. Ella, María, parece aceptar ese destino, pero quiere el cadáver de su amigo muerte.

No quiere que lo manipulen, no quiere que lo escondan. Algunos han dicho que se encuentra loca, pero lo está en la forma de los grandes amantes de la historia: como Juana, reina de Castilla, que seguía llorando por los campos, y siguiendo en luto el cortejo del marido muerto (acabo de volver por Tordesillas, allí la he recordado)… como tantos varones y mujeres que recuerdan a su amado y quedan fijados para siempre en actitud de llanto. Necesita el cadáver: no quiere que lo oculten, que lo tapen, para que todo siga como estaba.

Un mundo que oculta sus cadáveres

Estamos en un mundo que quiere ocultar sus cadáveres… Enterrarlos, apartarlos, negarlos: que nadie se acuerde de ellos, que nadie sepa que nosotros (los ricos, los favorecidos) vivimos sobre los cadáveres de miles y millones de “crucificados”,muertos y enterrados (sin que nadie recuerde su cadáver).

Necesitamos ocultar los cadáveres, echar sobre ellos más tierra, una piedra más grande, para así “lavar” nuestra manos y quedar tranquilos. Pues bien, en contra de eso, Magdalena necesita llorar por el amigo muerto,mantener el recuerdo de su cadáver. Éste es un amor que dura, un amor que mantiene el recuerdo, que no quiere olvidar a los amigos muertos.

Humanamente hablando, el gesto de Magdalena parece una locura: no está permitido tomar un cadáver del sepulcro y llevarlo a la casa o ponerlo en la plaza, para que todos vean al que han matado; no es posible mantener de esa manera el recuerdo de un muerto... La historia de los vencedores avanza sobre el olvido de los asesinados (a los que se puede elevar un hermoso sepulcro para olvidarlos mejor).

No se puede detener la muerte, pero mucho han querido hacerlo, de diversas maneras, pero siempre para olvidar mejor, para convertir a los muertos en un recordatorio de nuestro propio poder. En esa línea, los faraones de Egipto y otros grandes magnates de la historia desearon guardar su cadáver o el cadáver de sus familiares, en inmensas pirámides, para así mostrarse superiores e imponerse al resto de los hombres. Sobre la tumba de los grandes héroes muertos se edifican los imperios…

Pero esta mujer no quiere construir una pirámide sobre el gran Cadáver, como hacían en Egipto, no intenta mantener el control sobre los otros por medio de la muerte. Ella pretende algo más simple y más profundo: conservar el amor hacia su amigo muerto, mantener la memoria de su vida. Por eso necesita su cadáver, para llorar por él, para sentir el poder de la muerte y para continuar después su vida (la forma de vida del muerto). No quiere imponerse sobre nadie; le basta con amar, pero necesita el signo de su amado muerto, su cadáver.

Podemos decir que está loca María, pero loca de amor,loca a favor de la vida. Sólo allí donde alguien ama a Jesús se hace posible la experiencia de la pascua. Ciertamente, Jesús estaba vivo y verdadero al interior de esta mujer. Pero la verdad que ella tiene y desea guardar (un cadáver) va a revelarse como fuente y principio de revelación mucho más honda. Ella tendrá a Jesús de otra manera.

Diálogo de amor, resurrección

Vengo, como he dicho, de la ciudad de Tordesillas, donde Juana, la Gran Reina de Castilla, vivió para llorar a su Marico Muerto (un hermoso Enrique).

Pues bien, María y Jesús ya se han encontrado de algún modo. El jardinero le ha preguntado, ella le ha dicho su amor, en el jardín de la muerte, al lado de la tumba vacía. Pero el encuentro verdadero empieza cuando el jardinero, Señor del nuevo huerto de la Vida, toma la palabra y llama a la mujer, diciéndole su nombre:

– Jesús dijo: ¡María!
– Ella se volvió y dijo en hebreo
¡Rabboni! (¡mi maestro!)
– Jesús le dijo: No me toques más,
que todavía no he subido al Padre.
Vete a mis hermanos y diles:
subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios.
– María Magdalena vino y anunció a los discípulos:
¡ He visto al Señor y me ha dicho estas cosas! (Jn 20, 16-20).

María buscaba el amigo en la muerte, es decir, al final de un camino que había empezado en el jardín del paraíso: no quedaba árbol de vida, sólo había un tronco seco de muerte. Buscaba allí el amor de un muerto, pero Jesús le ha respondido ofreciéndole la vida y el amor de Aquel que está vivo, llamándole por su nombre: María. De esta forma, en gesto de conversación personal, ha culminado la experiencia de la pascua.

Sólo quien escucha a Jesús cuando le llama de un modo personal sabe de verdad que existe vida, que hay resurrección. Todo lo demás es presupuesto o consecuencia. La resurrección es en el fondo encuentro personal de amor, descubrimiento de Jesús que se ha elevado de la muerte y que nos dice, llamándonos de un modo íntimo, por nuestro nombre: ¡vive, estoy contigo, sé tu mismo!

Pascua, un encuentro de vida

Esto es la pascua: encuentro con Jesús, encuentro para la via. Eso significa que no estamos condenados a seguir amando a un muerto, buscando en el jardín nuestro cadáver (como buscaba antes María). El verdadero amor suscita vida, transformando el jardín del cadáver en huerto de gracia que dura por siempre. No se trata de negar el cadáver, sino todo lo contrario: de convertir el cadáver en principio de vida. No se trata de ocultar al muerto, para que sigan triunfando los que matan, sino de vivir desde aquel que ha muerto de amor, para vencer en amor a los asesinos de la historia.

Sigamos leyendo el texto. En gesto que se parece al de Mt 28, 10, María se agarra a los pies de Jesús, en encuentro afectuoso donde se vinculan adoración (echarse a los pies), confianza (tocarle) y amor hondo (acariciarle). Ella pretende eternizar esa actitud: estaría así toda la vida, en actitud de unión profunda, en donación de corazones. Nada busca, ya no necesita cosa alguna, tiene todo lo que quiere. La pascua se le hace encuentro permanente de unión con el amado.

No tiene miedo. Por eso, Jesús no tiene que animarle diciendo ¡no temas! (como en otras ocasiones: Mc 16, 6; Mt 28, 20). Como mujer que ha encontrado su dicha, como persona que al fin ha llegado a la meta del camino, María puede mantenerse para siempre en ese gesto de encuentro con su amado. Este es el tiempo de la dicha, de los ojos que se miran, de las voces que dialogan, de las manos que tocan.

En la línea de algunas formulaciones posteriores de la gnosis,pudiéramos afirmar que, María ha empezado a vincularse con Jesús resucitado en desposorio místico, intimista. Ellos representan al ser humano entero: son la díada (o pareja) inicial que simboliza ya la salvación de los humanos, en el nuevo paraíso de este mundo, sobre el huerto de la muerte convertido en manantial de vida. Esa perspectiva es buena, pero debe completarse, como ahora indicaremos.

Paradójicamente ha venido Jesús, se ha mostrado en persona, le ha dicho su amor… Es lógico que ella quiera mantener ese momento, mantenerse en gesto de intimidad por siempre. Pero Jesús responde:¡No me toques!.

Noli me tangere,no me sigas tocando de esta forma

Parece que esta palabra significa: no me toques más, no me sigas agarrando. De esa manera señalar que hay una unión de en este mundo que no puede cerrarse en sí misma. La experiencia pascual es un principio, una promesa que no puede separarse del camino de vida y de misión, es decir, de la tarea al servicio de los demás.

Esta palabra ¡no me toques! recuerda la fragilidad del tiempo, nos sitúa dentro del misterio de una pascua que no puede culminar sobre la tierra. No existe en este mundo amor perfecto, para siempre; todo lo que aquí vamos viviendo sigue abierto hacia la muerte. Por eso, el encuentro con Jesús ha sido un signo de esperanza en el camino, no es aún la realidad cumplida.

María ha descubierto por un breve momento el gran misterio: ha encontrado a Jesús, se ha llenado de su vida pascual y de su gloria. De ahora en adelante no será una pecadora: una mujer caída, estéril, fracasada. La experiencia pascual le ha convertido en portadora del misterio de Dios (Jesús) para los hombres.

Al decirle no me toques, Jesús le está diciendo que ella debe ocuparse de tareas importantes, de misiones nuevas sobre el mundo. La pascua no se puede interpretar como experiencia de escapismo, no es huída hacia un nivel interno, puramente espiritual, de la existencia. Jesús resucitado hace a María misionera de su pascua y de la gracia de Dios ante los hombres.
Conforme a la visión anterior, reflejada en Mc 16, 1-8 y Mt 28, 1-10, las mujeres de la pascua han de decir a los discípulos que vayan pronto a Galilea, para encontrarse allí con Cristo. Pues bien, nuestro pasaje muestra una experiencia pascual nueva. María es portadora de una forma de misión distinta; tiene que buscar a los discípulos para transmitirles el mensaje o misterio mas profundo de Jesús: ¡subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios!

María, mensajera de Pascua

María es, según eso, la primera teóloga de pascua: ha descubierto en su vida el camino de Jesús; sabe que ha triunfado y sube al Padre y así debe decirlo. Desde esta perspectiva se comprende ya mejor el ¡no me toques!. Ella es un signo viviente de la ausencia presente de Jesús; por eso puede decir que vive (ha resucitado) y que ha subido al misterio de Dios Padre. Leer más…

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