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“En el camino de Navidad”, por Gabriel Mª Otalora

Martes, 3 de enero de 2023
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Portrait of Mr. Dag Hammarskjöld, Secretary-General of the United Nations. Dag Hammarskjöld, Secretario-General de las Naciones Unidas* y Premio Nobel de la Paz 1961

De su blog Punto de Encuentro:

Es propio de las fechas navideñas darnos un gusto especial con historias bonitas que nos endulcen este tiempo entrañable y lleno de sentido para algunos, y desazonador y triste para una mayoría creciente de personas. En mi caso, he tenido la oportunidad de conocer el diario Marcas en el camino, escrito por Dag Hammarskjöld en su época de ministro del gobierno sueco y después, cuando le nombran Secretario General de la ONU, en 1953. Y el gusto especial ha llegado al leerlo.

Se trata del único Premio Nobel de la Paz a título póstumo, tras el accidente de aviación ocurrido en circunstancias más que sospechosas cuando volvía de mediar en la guerra intestina que sufría el Congo. Ese fue uno de los conflictos en los que se implicó desde lo que él llamaba la “diplomacia preventiva”. Otro de sus pasiones fue la economía política. Hammarskjöld, junto con su hermano, Bo, entonces en el Ministerio de Bienestar Social, abrió el camino a la creación del actual llamado “Estado de bienestar”.

 Tras su muerte prematura se publicó este diario, un texto que ha dado brillo a mis particulares fechas navideñas. Se trata de un conjunto de pensamientos, poemas, aforismos y oraciones que me recuerdan a las meditaciones de Marco Aurelio sin el enfoque estoico, y donde impera una mirada espiritual comprometida y a la vez esperanzada de la realidad.

Hammarskjöld ofrece unas experiencias palpitantes que dan valor a la vida, alentando al cultivo del propio jardín, incluso con exclamaciones como esta: “¡Ay de aquél que no intuye su valor!”. Quiere que nos tomemos en serio nuestra profunda voluntad creadora, incluyendo el servicio que supone mejorar la vida de los demás. Sus páginas son un tratado de sabiduría desde su experiencia “a pie de obra” que demanda la implicación del lector. Resultan recurrentes las veces que apela a la fuerza de la voluntad creadora, del conocimiento de la realidad y de nosotros mismos como una potencia esencial para crecer nosotros y hacer crecer en humanidad a nuestro alrededor. A lo que tendrías que atreverte, nos dice, es a ser tu mismo, sin medir la altura de la montaña antes de alcanzar la cima; entonces verás lo baja que era.

Es de la opinión que en cada momento te eliges a ti mismo, aunque no todas las elecciones íntimas logran la congruencia entre uno mismo y lo elegido. La vida abarca mucho más allá de los límites de nuestras expectativas, y por eso mismo la vida, a veces, parece más difícil que la muerte. Sus páginas son de una madurez llena de oscuridades radiantes alejadas de quien reparte recetas; son las experiencias de alguien que madura todo y saca fruto de todo. A quien le parece raquítica la vida -reflexiona-, ¿no será más bien que sus manos son demasiado pequeñas, que están empañadas sus pupilas, que es él quien tiene que crecer? El viaje más largo, sin duda, es hacia el interior, uno de los lugares más fructíferos, donde hay que valorar la importancia de ser acogedor para salvar la ternura. Y más allá de eso, el amor, perdonando y sabiendo que podemos creer en el perdón con solo que nosotros mismos perdonemos. Así es posible descubrir que la humildad es lo contrario de la humillación.

Todo esto escrito entre viajes y conflictos internacionales, entre reuniones de gobierno y actuaciones como alto cargo de Naciones Unidas. Alta política que hoy no goza de buena prensa. La política es nuestra forma de vivir en sociedad, sobre todo tal como la entendió este diplomático sueco: la dignidad de la persona en lugar de su instrumentalización, el bien común de todos, más allá de un genérico interés general. Frente a la desafección creciente de la política que prioriza en sus representantes el interés personal, la búsqueda de seguridades futuras y el poder, Hammarskjöld refleja en su diario todo lo contrario: el compromiso político y su abnegada entrega por la paz y el bien común evidenciando la fuerza convincente de sus ideales.

Con todo, sus reflexiones no provienen de un mar en calma ni una iluminación pacífica, sino de una exigencia personal transformada en soledad que le inquietaba hasta el punto de considerar la idea del suicidio. Sin embargo, lo que destila su diario es que las tormentas no fueron más fuertes que su afán constructivo de vivir para sí mismo y para los demás, en medio de sentimientos de soledad, que unas veces roza la desesperación y otras se muestra cargado de una profunda espiritualidad gracias a la búsqueda incansable que nace de ser mejor posibilidad de uno mismo allá donde esté.

El propio Hammarskjöld llamó a esta biografía interior “una especie de Libro Blanco sobre mis negociaciones conmigo mismo y con Dios”. Curiosamente, no hace en ellas referencia a ningún suceso ni persona concreta; son las marcas en el camino lo que importan, de ahí el nombre de su día. Aprendamos de este gran personaje.

* (7 de abril de 1953-18 de septiembre de 1961)

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Uno, real en el uno.

Jueves, 12 de noviembre de 2020
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Estar vestido de este «yo» hecho de opiniones de personas indiferentes, de condecoraciones insignificantes, de «intervenciones » protocolarias. Oprimido en esta camisa de fuerza de lo inmediato.

Salir de todo esto, desnudo, sobre el abismo del alba, aceptado, invulnerable, libre: en la luz, con la luz, de luz. Uno, real en el uno. Salir fuera de mí mismo en cuanto obstáculo para mí mismo en esta consumación.

¿Por qué privarte de ello -dices-, si la cosa no hace mal a nadie y a ti te hace bien? ¿Por qué, si no está en contradicción con la decisión que has tomado? Tu misma reacción al olvidar esta promesa -como reacción a una traición y a una debilidad humillante- es una respuesta suficiente a tu pregunta.

Todo en el presente, nada para el presente. Nada para el futuro que tenga que ver con tu nombre o tu sosiego. Sólo si tu esfuerzo ha sido guiado por una entrega al deber en la que te hayas olvidado por completo de ti mismo podrás conservar la fe en todo su valor. Ahora bien, si ha sido así, tu esfuerzo hacia la meta te habrá enseñado a alegrarte cuando otros la alcancen .

*

Dag Hammarskjöld
Secretario General de las Naciones Unidas
(7 de abril de 1953-18 de septiembre de 1961)
Premio Nobel de la Paz 1961

Portrait of Mr. Dag Hammarskjöld, Secretary-General of the United Nations.

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Una vez respondí que sí…

Lunes, 18 de junio de 2018
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… Y eso tiene consecuencias.

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Padre Carlos Múgica, asesinado por su defensa de la Justicia

No sé quién – o qué cosa- planteó la pregunta. No sé cuándo fue planteada. No recuerdo qué respondí. Pero una vez respondí que sí a alguien o a algo. A ese momento se remonta en mí la certeza de que la vida tiene un sentido y de que, por consiguiente, la mía, en sumisión, tiene un fin. Desde ese momento supe qué es «no volverse atrás», «no preocuparse por el mañana».

Guiado en el laberinto de la vida por el hilo de Ariadna de la respuesta, hubo un tiempo y un lugar en el que supe que la vida lleva a un triunfo que es ruina y a una ruina que es triunfo, supe que el precio de apostar la vida es el vituperio y que la posible elevación del hombre es el colmo de la humillación. Más tarde, la palabra coraje perdió su sentido para mí, puesto que no podían quitarme nada.

Más adelantado en el camino, aprendí paso a paso, palabra a palabra, que detrás de cada dicho del Héroe de los evangelios hay un ser humano y la experiencia de un hombre. Incluso detrás de la oración en la que pidió que se apartara de él aquel cáliz y detrás de la promesa de vaciarlo. Incluso detrás de cada palabra que dijo en la cruz.

*

Dag Hammarskjöld,
Marcas en el camino, 
Editorial Seix Barral, Barcelona 1965.

Portrait of Mr. Dag Hammarskjöld, Secretary-General of the United Nations.

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¿Tiempo ordinario?

Viernes, 24 de junio de 2016
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Del blog Amigos de Thomas Merton:a_5

“Mi padre murió con veintitrés años de edad, cuando yo no tenía más que tres. Mi pequeña persona sólo heredó una pequeña cosa de él: un librito de oraciones que guardaba en su interior una estampa con un poema impreso ribeteado en negro. Lo memoricé en cuanto aprendí a leer. Decía:

No tengo más que un minuto,
sólo sesenta segundos
me veo obligado
no puedo rechazarlo,
no lo he buscado,
no lo he elegido,
pero sufriré si lo pierdo…

A medida que pasaban los años, aquellos versos se me iban yendo de la memoria; su filosofía perdía su encanto. Entonces me hice mayor, maduré y descubrí unas cuantas cosas:

El tiempo es la base, el eje, el elemento de cohesión y la gloria de la vida. Pero no es simple. El tiempo ordinario es el período litúrgico más largo de todos. Es un tiempo en el que la vida transcurre a su lento y monótono modo, predecible hasta en lo más mínimo. Más de lo mismo. Misma rutina y misma rutina. Semana tras semana, mes tras mes. Los trayectos entre la casa y el trabajo, el papeleo, las tareas domésticas y el llevar a los niños al colegio nos devoran día tras día con entumecedora regularidad. Y, sin embargo, es en el tiempo «ordinario» en el que ocurren las cosas verdaderamente importantes: nuestros hijos crecen, nuestro matrimonio y nuestras relaciones maduran, nuestro sentido de la vida cambia, nuestra visión se amplía, y nuestra alma llega a su sazón.

Sin lugar a dudas, la oración de la estampa tenía razón: perder la gloria de la vida ordinaria es sufrir la pérdida de la mayor parte de la vida.

Sólo cuenta realmente lo que aprendemos mientras hacemos lo que parece ser pura rutina: cómo resistir, cómo producir, cómo hacer rica la vida en sus momentos más mudos. «Hay más verdades en veinticuatro horas -decía Raoul Vaneigem- que en todas las filosofías».

Únicamente lo ordinario hace especial lo especial. Atiborrarse de especialidad es perder todo sentido de lo excepcional de la vida.

El tiempo ordinario es el mentor de todos nosotros. «Un oficinista de correos -decía Camus- es comparable a un conquistador, si ambos tienen en común la consciencia». Quienes, allí donde están, miran y pueden ver lo que están mirando,son los que hacen extraordinario el tiempo ordinario.

Lo ordinario es lo que nos revela, poco a poco, milímetro a milímetro, «la santidad de la vida, ante la cual -como dijo Dag Hammarskjóld- nos inclinamos en reverente adoración».

Espera pacientemente esas interrupciones de lo ordinario que nos revelan el verdadero núcleo de la condición humana: vida, muerte, cambio.

Es importante entender la diferencia entre estabilidad e intransigencia. La estabilidad nos enraíza en un pasado que, como la buena tierra, nutre lo que está creciendo. La intransigencia, en cambio, nos enraíza en un pasado que se ha petrificado para no tener que crecer en absoluto.

«El despotismo de la costumbre -decía el filósofo John Stuart Mill- es en todas partes una barrera estática contra el avance humano». Considera, pues, como una mala señal cuando te sorprendas a ti mismo arguyendo que ‘siempre se ha hecho así’

Nunca confundas lo ordinario con lo simple, lo estático o lo aburrido. Vivir una vida ordinaria puede perfectamente ser algo muy complicado. Se requiere un gran talento para hacer una gran vida de una vida rutinaria.

Queremos que la vida sea apasionante cuando, de hecho, la vida no es más que vida. Deseamos que lo espiritual sea místico, en lugar de ser real. Para el verdadero místico, el paso de las estaciones nunca es una banalidad. Es la repetición lo que, por fin, abre nuestros ojos a Dios donde Dios ha estado siempre: justamente delante de nuestros ojos.

«Vivir -decía Antoine de Saint-Exupéry- es nacer lentamente». El hecho es que llegar a estar plenamente vivo lleva toda una vida. Hay en todos nosotros tanto que nunca hemos tocado, tanta belleza en la que estamos inmersos y que pasamos por alto… La consciencia es lo que eleva lo ordinario al nivel de lo sublime.

La vida, por definición, es cálida y palpitante. La vida, por definición, habla de Dios.”

*

Joan Chittister.
Escuchar con el corazón.

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