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“Éste es mi Hijo amado”. Domingo 25 de Febrero de 2024. Domingo segundo de Cuaresma

Domingo, 25 de febrero de 2024
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20-cuaresma B2 cerezoLeído en Koinonia:

Génesis 22,1-2.9-13.15-18: El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe.
Salmo responsorial: 115: Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.
Romanos 8,31b-34: Dios no perdonó a su propio Hijo.
Marcos 9,2-10: Éste e mi Hijo amado.

Después del anuncio de la pasión y del llamado al seguimiento, Marcos introduce el relato de la transfiguración (Mc 9,2-8). Algo así como una “Pascua anticipada”, junto a una crucifixión igualmente “anticipada”. Después viene la discusión sobre la resurrección y el retorno de Elías (Mc 9,9-13) y la historia de la sanación del niño mudo (Mc 9,14-29). Según Xavier Pikaza, los tres relatos tejen un tríptico eclesial que vincula la experiencia de oración, la fe sanadora y el anuncio de la pasión y la resurrección. Así la experiencia pascual (transfiguración) está unida a la acción liberadora.

Veamos en primer lugar la fuerza simbólica del relato, y después “ataremos cabos” para resaltar el mensaje para nuestro HOY:

“Seis días” que evocan los “seis días” de la creación, o los “seis años” de trabajo antes del “año sabático”. Es pues, tiempo productivo, de siembra, de actividad, de preparación. En este ambiente sucede la transfiguración. Pudiéramos decir que la transfiguración pertenece a “otro tiempo”, que irrumpe en el “tiempo ordinario”, con el fin de producir un contraste, un desequilibrio, un llamado de atención, una corrección.

“Tres discípulos”: Pedro, Santiago y Juan, en representación de la comunidad discipular conducida por Jesús. La humanidad masculina en camino al encuentro transformador con la divinidad. Quizá por ello más necesitada de la corrección que va a desarrollarse en lo alto del monte.

“Vestidos resplandecientes” para resaltar la transformación, en donde el resplandor y la blancura expresan la profundidad y la integridad del cambio operado. Las primeras comunidades cristianas usaron vestidos blancos recién lavados para simbolizar la nueva vida que se proponían vivir. Los vestidos exteriores son expresión de los profundos cambios en el interior de las personas.

“Tres seres resplandecientes”: Jesús, Moisés y Elías, en representación de la “comunidad celestial” en comunión. También masculina. Quizá por ello, el encuentro de las dos comunidades sólo suman “seis”. La plenitud del “siete” tendrá lugar mediante la inclusión de la comunidad femenina.

“Tres tiendas”, simbolismo del éxodo y del Dios del éxodo, experiencia tribal originaria y fundacional de Israel. El tiempo de las tiendas es también tiempo de alianza tribal, de solidaridad, de igualdad. En la fiesta de las tiendas sukkot cada familia hacía una choza y habitaba en ella, recordando la salida de Egipto.

Tenemos un énfasis en el simbolismo trinitario: 3 seres celestiales (Jesús, Moisés, Elías), 3 discípulos (Pedro, Juan, Santiago), 3 chozas (éxodo); tres veces tres junto con la gloria de Dios. Tres significa comunidad, perfección, plenitud. Es la propuesta comunitaria de Dios para la humanidad a partir del mismo ser trinitario de Dios. Es el proyecto a construir una vez que se regrese a la llanura.

“Nube”, para los pueblos del desierto significa sombra, lluvia, vida, alegría, bendición. Por eso, siempre está relacionada con Dios. Es un signo visible de la presencia y la compañía gratificante de Dios. Así lo fue durante la travesía del pueblo por el desierto, Dios caminaba delante de él señalando el camino. La voz y la nube van junto al pueblo, cuando este decide construir el proyecto de Dios.

“Subir el monte alto”: evocando Horeb-Sión, lugar donde Moisés y Elías se vieron “cara-a-cara” con Dios. Epifanía que revela el proyecto de Dios y que da fuerza y sabiduría para llevarlo a cabo. Ascenso humanizador, en cuanto capacidad y decisión para realizar lo revelado por Dios.

“Descender del monte”: a la llanura, para el encuentro y la transformación humana y social. En el descenso, quienes experimentaron la resurrección, discuten sobre la “resurrección de los muertos”. El monte está relacionado con la resurrección y la llanura con la muerte. Evocación de los orígenes de Israel en las montañas tribales en contraste con las llanuras tributarias e idolátricas. Producir tal contraste es la tarea permanente de quienes “descienden del monte”. De ahí el imperativo a descender.

En el camino a Jerusalén era necesaria la transfiguración. Galilea había mostrado el “éxito” del reino de Dios. La comunidad discipular identificó allí la realización de los tiempos mesiánicos relacionados con los milagros de Jesús y con las multitudes necesitadas. La expectativa judía de un Mesías liberador de la opresión romana estaba siendo respondida. La comunidad discipular aún no salía de estos moldes mesiánicos. Cuando Jesús anuncia su pasión y crucifixión, hay alarma y desconcierto. No se entiende un mesianismo que pase por la cruz. Para “corregir” esta situación vivida por la comunidad post-pascual de Marcos, el relato introduce la transfiguración.

No sabemos cuál sea el contenido materialmente histórico de este relato teológico, ni es importante conocerlo; este relato, como todo el evangelio, no está escrito tanto “para que sepamos” un dato material de la vida de Jesús, sino “para que creamos”, para alimentar nuestra fe subrayando un aspecto de una verdad salvífica (no una verdad física). Para comunicarnos un mensaje espiritual (una verdad profunda), sin que importe la veracidad fáctica del hecho que sirve de símbolo-vehículo para la transmisión de ese mensaje (o sea, aunque como verdad superficial no fuera cierto tal hecho).

Lo que en el sentido profundo se trasmite en el texto es una vivencia fundamental para toda persona humana, que lo fue sin duda también para Jesús: la necesidad de transcender la superficie de las cosas para captar su sentido profundo. En un momento privilegiado de gracia, los discípulos pudieron acceder a una visión más honda de lo que significaba aquél Jesús humilde que les acompañaba “como uno de tantos”. Y eso les dio ánimos y les fortaleció para continuar la “subida a Jerusalén”.

La fe es la que opera esa “transfiguración”; por ella la vida real, tantas veces chata y sin relieve, rutinaria o hasta decepcionante, se “trasfigura”, mostrándonos sus riquezas de sentido, su trasfondo de dimensiones transcendentes, hasta hacernos experimentar incluso que “todo es gracia”, como dijo Bernanos. Ante esa visión transfigurada de la realidad, uno se extasía, sentimos el deseo de detener el tiempo para contemplar y saborear… Pero esos momentos privilegiados, transfigurados, son excepciones; a lo largo del camino hacia Jerusalén hay pocos montes Tabor…

La fe es la que debe suplir y hacer posible en el fondo del corazón la fuerza para subir al monte Tabor, incluso cuando podamos estar más cerca del otro monte, el Calvario… La fe nos puede dar “una visión contemplativa de la realidad”, una visión mayor, penetrante, transfiguradora, anticipadamente escatológica incluso. Este poema de Casaldáliga que les ofrecemos parece expresar algo semejante.

“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva”

Entonces veré el sol con ojos nuevos
y la noche y su aldea reunida;
la garza blanca y sus ocultos huevos,
la piel del río y su secreta vida.

Veré el alma gemela de cada hombre
en la entera verdad de su querencia;
y cada cosa en su primero nombre
y cada nombre en su lograda esencia.

Confluyendo en la paz de Tu mirada,
veré, por fin, la cierta encrucijada
de todos los caminos de la Historia

el reverso de fiesta de la muerte.
Y saciaré mis ojos en Tu gloria,
para ya siempre más ver, verme y verte.

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25.2.24. Dom 2. Cuaresma: Transformación de la iglesia dormida (Mc 9,2-8)

Domingo, 25 de febrero de 2024
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IMG_3259Del blog de Xabier Pikaza:

Este domingo suele llamarse de “trans-figuración” o cambio de figura (apariencia externa) de Jesús y de la iglesia. Pero el evangelio  no dice “cambio de figura” (trans-figuración: que cambie externamente todo para que nada cambie), sino de forma de ser  (transformación, metamorfosis).  

 Son muchos los que, en contra del evangelio, sólo quieren unos cambios “cosméticos” de la figura/apariencia de la iglesia (dormidos allí arriba los tres: Pedro, Jacob, Juan), para que todo siga igual.

El evangelio quiere un cambio de morfé/forma de ser (meta-morfosis o trans-formación)  de la iglesia.

Marcos 9,2-10

En aquel tiempo, Jesús llevó a Pedro, a Jacob y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transformó (mete-morphôzê) delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.

Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: “Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.” Estaban asustados, y no sabía lo que decía. Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: “Éste es mi Hijo amado; escuchadlo.” De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.

Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: “No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.” Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de “resucitar de entre los muertos”.

Comparar los textos

Esta es la fiesta de  la meta-morfosis, el cambio de ser de Jesús y de la iglesia, no un pequeño cambio externo, cosmético, de la iglesia, conforme al principio deLampedusa: Que parezca que cambia todo, para que nada cambie (Gatopardo). 

Esta Meta-morfosis de Jesús  tiene que ser cambio del triunvirato de la iglesia (Pedro, Jacob, Juan)nos invita a un cambio radical en la forma de ser (no sólo de la figura externa de la vida.

Marcos 9, 2 Y seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, les subió a solas a un monte muy alto y se trans-formó (fue transformado) ante ellos. 3 Y sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como ningún batanero del mundo podría blanquearlos. 4 Y se les aparecieron Elías y Moisés, que conversaban con Jesús.

La traducción latina/romana  de Marcos (y el texto de Lucas 9, 28b-30) dicen que fue un cambio de figura (trans-figuratus), un cambio de la apariencia del  rostro (eidos/figura de su rostro) cambió, se hizo distinto (heteron), sus vestidos brillaban etc.

 Anotaciones sobre el texto de Marcos

Y seis días después… Posiblemente alude al Día de Dios (sábado o domingo), pasados seis días de la escena anterior, la de Cesarea de Felipe, con la “confesión” de Pedro y la revelación de Jesús (dar la vida por el Reino). Ha pasado la semana de los días de la creación, llega el día séptimo de la gloria de Cristo.

Tomando a solas a Pedro, Santiago Zebedeo y Juan. El triunvirato oficial de la Iglesia. Estos tres son signo de la historia de Jesús, su grupo de intimidad; ellos son, al mismo tiempo, el testimonio de la iglesia entera.

  • Son los tres primeros del tiempo de Jesús, compendio de todas la iglesia posterior
  • Más tarde el triunvirato lo forman los tres del Concilio de Jerusalén: Pedro, Santiago/Jacob hermano de Jesús y Pablo (Gal 2, Hech 15). En los dos casos tenemos una iglesia “trinitaria” de tres varones.
  • Trinidad de mujeres... Tanto Mc 15-16  como en Mateo y Lucas en vez del triunvirato ponen un triunfeminato, formado por las tres “marías” (Magdalena, con M. de Cleofás  y Salome), a las que Jn 19 añade el discípulo amado.

Les subió a un monte muy alto… Simbólicamente es el monte de Galilea… En el fondo es el monte de la Cruz y de la pascua… Es como si Jesús les/nos hiciera ascender… para descubrir la verdad, para transformarnos.

Fue trans-formado ante ellos. La palabra clave del relato es metemorphôze (fue transformado o metamorfoseado, en pasivo divino) ante ellos. Esa palabra (meta-mofosis) tiene un sentido técnico en griego (e incluso en latín) y evoca las transformaciones que asumen (padecen) los dioses y seres divinos, tomando diversas formas para presentarse y actuar. En esa línea se sitúa la obra clásica de Ovidio (Las Metamorfosis), escrita el año 7 d.C., en la que se narran, partiendo de las obras clásicas de Homero y Hesíodo (del conjunto de la mitología de Grecia y Roma), los cambios o “transformaciones” de dioses y héroes, desde el principio hasta el tiempo de Julio César (pocos años antes de Cristo). Toda la realidad es, según eso, una “metamorfosis” incesante de todo lo que existe, dentro del continuo sagrado de la realidad, donde dioses y hombres se vinculan (sin diferencia esencial).

Y sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrante… Marcos no dice nada del cambio del rostro de Jesús (a diferencia de Lucas 9, 29, quien significativamente omite la palabra metamorfosis, por sus implicaciones de cambio externo, no radical de la vida), o de alguna de sus partes (como la mirada, cf. Ap 2, 18; 3, 18), sino que se fija sólo en sus vestidos, que se vuelven blancos, es decir, de color de cielo (cf. Ap 3, 18; 19, 14). De esa manera sigue la tradición del Antiguo Testamento, por ejemplo en Is 6, 1, donde se dice que el profeta vio a Dios, pero sólo se fija en su manto). También el joven de la pascua de Mc 16, 5 tendrá el vestido blanco.

Y se les aparecieron Elías y Moisés. En el monte de Jesús están los dos del AT: Moisés es la ley, Elías es la profecía… Falta el tercero que sería David o Salomón (sapienciales, salmos.., Esos dos conversaban con Jesús. Se les aparecieron a ellos (a los tres videntes), no a Jesús. La iglesia es una conversación de Jesús con Moisés y Elías . Sobre la interpretación de Moisés (la Ley) ha venido discutiendo Jesús con los escribas, desde Marcos 2, 7, pasando por 3, 22 y 7,1, hasta culminar en 14, 53.

Sobre la relación de Elías con Juan Bautista y con Jesús ha tejido Marcos su evangelio (desde 1, 2-3, pasando por 6, 15; 8, 29 y 9, 11, hasta 15, 35). Ellos representan la identidad de Israel, es decir, la Ley (Moisés) y la profecía (Elías), vinculadas en su raíz y señalando que el camino de Jesús, rechazado por otros como peligroso para la identidad y esperanza israelita, cumple en realidad esa esperanza.

Jesús asume y culmina de esa forma el camino y testimonio de Moisés y Elías. No se identifica con ninguno de ellos, no es Moisés ni es Elías, es alguien distinto, el Cristo, Hijo de Dios, pero cumple y culmina la función que ellos han iniciado, de forma que “conversa” con ellos. Mirados desde esa perspectiva así, Moisés y Elías realizan la misma función de Isaías y el Bautista en Mc 1,1-11: ofrecen testimonio, abren un camino de esperanza. Pero la palabra creadora y la revelación definitiva provienen directamente del Dios que engendra a Jesús diciéndole “tú eres mi Hijo” (1,9-11) o le declara como Hijo delante de sus discípulos (Éste es mi Hijo 9,7), cumpliendo y desbordando de esa forma las funciones de Moisés y Elías.

Esta es una escena de contraste. Las autoridades oficiales y sagradas de Jerusalén (escribas-sacerdotes-ancianos) van a condenar a Jesús en nombre de su Dios de poder (cf. Mc 8,31). Pues bien, ese mismo Dios avala a Jesús llamándole su Hijo, y así lo reconocen los representantes verdaderos de Israel (Moisés y Elías). Por eso, la Iglesia de Jesús que ha escrito y que acoge este pasaje viene a presentarse como auténtico Israel, heredera de todas las palabras de la ley y profecía (Moisés y Elías), frente a los judíos no cristianos que, en el fondo, habrían rechazado a sus padres verdaderos Pedro, Santiago y Juan descubren así a Jesús arriba, en la montaña de la gloria, culminando el camino de Moisés y Elías, con quienes él conversa (êsan synlalountes: estaban dialogando).

Posiblemente, en su origen, el texto evocaba una experiencia de resurrección: brilla sobre Jesús la gloria de Dios en la montaña de su pascua, en la que culmina todo el camino de Israel. Pero esa transformación pascual sólo tiene sentido (y sólo se realiza) en el camino que lleva a la entrega de la vida; por eso, Marcos ha querido situar esa escena en el momento clave del camino de Jesús, cuando él ha decidido tomar un camino de entrega de la vida a favor de los demás, poniéndose en manos del Dios de la Vida.

Meta-morfosis cristiana, no meta-morfosis o avatara de película  

Hay metamorfosis que no son más que cambios externos, una especie de mutaciones teatrales… en las que todo parece cambiar pero sin que cambie realmente nada conforme , una ley de la naturaleza, formulada por A. L. Lavoisier (1743-1794): “nada se crea, nada se destruye, todo se transforma”. Aquí se podría aplicar la formula de Lampedusa, en el Gatopardo: Parece que se cambia todo para que no se cambie nada.

Avataras de las religiones de oriente… En un plano, en parte, semejante al anerior se sitúan muchas experiencias y/o formulaciones de las religiones orientales (sobre todo del hinduismo, pero también del budismo), que hablan de las manifestaciones sagradas de la divinidad o del misterio (Visnú, Shiva, el Dharma, lo Búdico…) en algunos seres privilegiados como Krisna, Rama o Gautama Buda. En sentido estricto, el que se metamorfosea no es el hombres, sino lo divino, que toma forma (apariencia) humana, para así ayudar a los hombres y mujeres en el camino de su divinización o liberación.

J. Cameron, Avatar/avatara. Hacia el año 2009/2010 se estrenó la película de  J. Cameron, titulada precisamente Avatar, en la que se expone con símbolos de fondo pagano y bíblico (Eva…), oriental y occidental, la posible tragedia de una humanidad técnica que ha perdido su vinculación con la naturaleza sagrada (la interconexión/metamorfosis que todo lo vincula), por un deseo esquizofrénico de dominio técnico, enriquecimiento idolátrico y muerte. Avatar es un canto a la gran Metamorfosis, que se concreta en las vinculaciones (sinapsis) sagradas que vinculan a todos los vivientes, dentro del Todo sagrado (que es la Madre).

Novedad Cristiana. La gran transformación Mc 9, 2-9 (cf. Mt 17, 1-13).

  • La iglesia está representada por los tres varones (Pedro, Jacob, Juan/Pablo), pero faltan aquí las mujeres… Hay que introducirlas…
  • Los tres se duermen…Quieren que Jesús les conceda el poder sobre el monte, no quieren hacer con él el camino… Son, somos, la iglesia dormida, miedosa… del triunvirato masculino.
  • En Mc 16, 1-8, el ángel de la pascua dice a las tres mujeres del monte verdadero (las tres marías), que dejen la tumba, que vayan a Galilea y pongan en marcha a Pedro y a su compañía… Con toda intención, Maros sigue diciendo que ellas no han ido todavía, que tienen que ir, que tienen que ponernos en marcha, bajar del monte, dejar el sueño, caminar…

Metamorfosis/transformación de la iglesia. Reflexión

Ese cambio está inspirado, fundado en Jesús,  con Moisés y Elías a su lado, con Pedro/Papa, pero también con Jacob y Juan… y sobre todo con las tres mujeres en la base. O realizamos todo ese cambio o morimos como iglesia.

Al  emplear esa palabra (metemorphôtê), Marcos quiera situar la experiencia de Jesús en el trasfondo religioso de su tiempo, pero destacando la novedad esencial del evangelio… No cambiar la figura externa, cambiar la realidad total del ser humano y de la forma de vida, como indica la partícula meta (más allá, por encima), que aparece en la expresión meta-noia (que se suele traducir por con-versión, pero que significa cambio total de conocimiento, meta-gnosis, de ser). La radicalidad cristiana de esa experiencia, entendida como meta-noia (cambio de conocimiento) y meta-morfosis (cambio de forma de ser) expresa la novedad más honda del cristianismo y de la iglesia.

La misma palabra metamorfosis (aceptada por Mt 17, 2, desde un contexto más judío) ha suscitado el recelo de Lucas, que no se atreve a utilizarla ni en griego y que sólo habla de un cambio en el rostro y vestidos de Jesús. Lucas sigue la traducción de la Vulgata (transfiguratus est coram ipsis, Mc 9, 2), habla de la Trans-figuración y no de la Trans-formación (Meta-morfosis) de Jesús y de la iglesia…

La palabra transfiguración es buena, pues nos invita a trascender o cambiar la figuras externa de la vida. Pero no es suficiente; no basta con cambiar la figura externa, hay que cambiar la forma de ser, la  realidad misma de la vida de la iglesia.

Es muy posible que el traductor de la Vulgata, con el evangelio de Lucas  y la liturgia latina hayan tenido miedo de utilizar la palabra  trans-formatio (trans-formación, cambio de forma-morphê) y por eso han puesto  transfiguración: hay que cambiar la figura externa de la iglesia; no se puede cambiar su forma de ser. Entendida así,  la fiesta de hoy es fiesta de trans-formación, ni simple trans-figuración. Por eso, la meta-morfosis no es un cambio de forma externa o figura, sino un cambio esencial, una “mutación” radical.

Comparación con Pablo. Flp 2, 6-11. Servicio de amor hasta la muerte.

La experiencia cristiana de la metamorfosis de Jesús (y de aquellos que creen en él) nos sitúa, según Marcos, cerca de aquello que Pablo y su escuela han explorado al hablar de la transformación radical de la vida, que se expresa de un modo privilegiado en Jesús.

Así, por ejemplo, en el himno de Flp 2, 6-11 se dice que Jesús ha tomado la “morphê” o forma/esencia de siervo, para realizar su tarea (en una línea de verdadera encarnación, no de apariencia). Pues bien, según eso, Jesús ha realizado la obra de Dios (siendo aquel que vive en morphê Theou, forma/esencia de Dios) por haber asumido la morphê doulou, forma/vida de servidor, entregándose así por los demás. Éste es el argumento que está al fondo de 1 Cor 15, 35-58, donde se habla de la gran trans-formación de la vida humana, que se realiza en Cristo, una meta-morfosis que puede y debe compararse a la que se produce (en otro nivel) en las semillas de las plantas, que se siembran y mueren y así “resucitan”.

Transformación y metanoia…

 Esa trans-formación con “meta” (meta-morphê) ha de vincularse se con la meta-noia (trans-gnosis, trans-pensamiento) del mensaje original de Jesús (Mc 1,14-15) y del discurso de Pablo en Atenas (Hech 17, 30) donde Pablo presenta ante la cultura el sentido de la transformación del cristianismo.

En el fondo del relato de la metamorfosis de Jesús en Mc 9, 2-8 está la experiencia de la gran trasformación pascual de la humanidad y del cosmos entero (cf. Rom 8, 18-30), que es el centro de la fe cristiana. Esa meta-morfosis de Jesús (su avatar) es mucho más que lo que busca y dice Cameron. No es un retorno a un tipo de “madre” naturaleza antigua (Eva, Pandora), de la que venimos, sino creación pascual de aquello que aún no somos. En un sentido, Cameron tiene razón (corremos el riesgo de matar a la Madre naturaleza). Pero en otro se queda muy corto: la meta-morfosis de Jesús nos lleva a futuros aún no explorados, ni imaginados…, en línea de creación pascual, a través de un amor que es capaz de dar la vida por los demás.

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La anticipación del triunfo de Jesús. Domingo 2º de Cuaresma. Ciclo B

Domingo, 25 de febrero de 2024
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IMG_3225Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El domingo 1º de Cuaresma se dedica siempre a las tentaciones de Jesús, y el 2º a la transfiguración. El motivo es fácil de entender: la Cuaresma es etapa de preparación a la Pascua; no sólo a la Semana Santa, entendida como recuerdo de la muerte de Jesús, sino también a su resurrección. Este episodio, que anticipa su triunfo final nos ayuda a enfocar adecuadamente estas semanas.

El contexto

Jesús ha anunciado que debe padecer mucho, ser rechazado, morir y resucitar. Pedro, que no quiere oír hablar de sufrimiento y muerte, lo lleva aparte y lo reprende, provocando la respuesta airada de Jesús: «Retírate, Satanás». Luego llama a toda la gente junto con los discípulos, y les dice algo más duro todavía: no sólo él sufrirá y morirá; los que quieran seguirle también tendrán que negarse a sí mismos y cargar con la cruz. Pero tendrán su recompensa cuando él vuelva triunfante. Y añade: «Algunos de los aquí presentes no morirán antes de ver llegar el reinado de Dios con poder». ¿Se cumplirá esa extraña promesa? ¿Hay que hacerle caso a uno que pone condiciones tan duras para seguirle?

El cumplimiento: la transfiguración

Seis después tiene lugar este extraño episodio.

En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.

Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: 

– «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» 

Estaban asustados, y no sabía lo que decía. Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube:

– «Éste es mi Hijo amado; escuchadlo.»

De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:

– «No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»

Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar de entre los muertos».

El relato podemos dividirlo en tres partes: la subida a la montaña, la visión, la bajada. Desde el punto de vista litera­rio es una teofanía, una manifestación de Dios, y Marcos utiliza los mismos elementos que empleaban los autores del Antiguo Testamento para describirla.

            La subida a la montaña

Es significativo el hecho de que Jesús sólo elige a tres discípu­los, Pedro, Santiago y Juan. La exclusión de los otros nueve no debemos interpretarla sólo como un privilegio; la idea principal es que va a ocurrir algo tan importante que no puede ser presen­ciado por todos. Por otra parte, se dice que subieron «a una montaña alta». Mc usa el frecuente simbolismo de la montaña como morada o lugar de revelación de Dios. Entre los antiguos cananeos, el monte Safón era la morada del panteón divino. Para los griegos se trataba del Olimpo. Para los israelitas, el monte sagrado era el Sinaí. También el Carmelo tuvo un prestigio especial entre ellos, igual que el monte Sión en Jerusalén.

            La visión

En la visión hay cuatro elementos que la hacen avanzar hasta su plenitud.

1) La transformación de las vestiduras de Jesús, que se vuelven «de un blanco deslumbrador, como no es capaz de blanquearlos ningún batanero del mundo». Mc parece sugerir que del interior de Jesús brota una luz deslumbradora que transforma sus vestidos. Esa luz simboliza la gloria de Jesús, que los discípulos no habían percibido hasta ahora de forma tan sorprendente.

2) Elías y Moisés. Curiosamente, el primer plano lo ocupa Elías, considerado en el judaísmo el precursor del Mesías (Eclesiástico 48,10); el puesto secundario que ocupa Moisés resulta difícil de explicar. Moisés es el gran mediador entre Dios y su pueblo, el profeta con el que Dios hablaba cara a cara. Sin Moisés, humana­mente hablando, no habría existido el pueblo de Israel ni su religión. Elías es el profeta que salva a esa religión en su mayor momento de crisis, hacia el siglo IX a.C., cuando está a punto de sucumbir por el influjo de la religión cananea. Sin él, habría caído por tierra toda la obra de Moisés. Por eso los judíos concedían especial importancia a estos dos personajes. El hecho de que se aparezcan ahora a los discípu­los (no a Jesús), es una manera de confirmarles la importancia del personaje al que están siguiendo. No es un hereje ni un loco, no está destruyendo la labor religiosa de los siglos pasados, se encuentra en la línea de los antiguos profetas, llevando su obra a plenitud.

3) En este contexto, las palabras de Pedro proponiendo hacer tres tiendas suenan a simple despropósito. Mc lo justifica aduciendo que estaban espantados y no sabía lo que decía. Generalmente nos fijamos en las tres tiendas. Pero esto es simple conse­cuencia de lo anterior: «qué bien se está aquí». Pedro no quiere que Jesús sufra. Mejor quedarse en lo alto del monte con Jesús, Moisés y Elías que tener que seguirle con la cruz.

4) La nube y la voz. Como en el Sinaí, Dios se manifiesta en la nube y habla desde ella. Sus primeras palabras repiten exactamente las que se escucharon en el momento del bautismo de Jesús, cuando Dios presentaba a Jesús como su siervo. Pero aquí se añade un imperativo: «¡Escuchadlo!». La orden se relaciona con las anteriores palabras de Jesús, que han provocado tanto escán­dalo en Pedro, y con la dura alternativa entre vida y muerte que ha planteado a sus discípulos. Ese mensaje no puede ser eludido ni trivializado. «¡Escuchadlo!»

Este episodio está contado como experiencia positiva para los apóstoles y para todos nosotros. Después de haber escuchado a Jesús hablar de su pasión y muerte, de las duras condiciones que impone a sus seguidores, tienen tres experiencias complementarias: 1) ven a Jesús transfigurado de forma gloriosa; 2) se les aparecen Moisés y Elías; 3) escuchan la voz del cielo.

Lo cual supone una enseñanza creciente: 1) al ver transformados sus vesti­dos tienen la expe­riencia de que su destino final no es el fracaso, sino la gloria; 2) al aparecérseles Moisés y Elías se confirman en que Jesús es el culmen de la historia religiosa de Israel y de la revela­ción de Dios; 3) al escuchar la voz del cielo saben que seguir a Jesús no es una locura, sino lo más conforme al plan de Dios.

            El descenso de la montaña

La orden de Jesús de que no hablen de la visión hasta que él resucite (v.9) se inserta en la misma línea de la prohibición de decir que él es el Mesías (16,20). No es momento ahora de hablar del poder y la gloria, suscitando falsas ideas y esperanzas. Después de la resurrección, cuando para creer en Cristo sea preciso aceptar el escándalo de su pasión y cruz, se podrá hablar con toda libertad también de su gloria.

Dos padres, dos hijos, dos escándalos

            El domingo pasado recordamos un primer momento de la Historia de la Salvación: el diluvio y su relación con el bautismo. En este segundo domingo se recuerda el sacrificio de Abrahán (1ª lectura) y el sacrificio de Cristo (2ª). Las dos lecturas se relacionan por oposición. En la primera, Abrahán está dispuesto a sacrificar a su único hijo si Dios se lo pide, cosa que no ocurre. En la segunda, Dios entrega a su hijo para demostrarnos que está dispuesto a concedernos todo. Los dos textos extrañan, incluso escandalizan, a muchos cristianos.

Primer escándalo: el sacrificio de Abrahán (Génesis 22,1-2. 9-13.15-18)

En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán,  llamándole: 

̶  ¡Abrahán!

Él respondió:

̶  Aquí me tienes.

Dios le dijo:

̶  Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio, en uno de los montes que yo te indicaré.

Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo:

̶ ¡Abrahán! Abrahán!

Él contestó:

̶  Aquí me tienes.

El ángel le ordenó:

̶  No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo tu único hijo.

Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo.

El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo:

̶  Juro por mí mismo -oráculo del Señor-: Por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido.

La práctica de los sacrificios humanos está muy extendida en los más diversos pueblos y culturas, desde Escandinavia al Japón. Pero el Antiguo Testamento nos informa también de algo más terrible: el sacrificio del primogénito. En casos de extrema necesidad, el rey o el jefe militar ofrecía en sacrificio a los dioses lo más valioso que poseía: el hijo o la hija primogénito. No sabemos si esta práctica estaba difundida también a nivel privado. Si lo que dice el profeta Jeremías no es exageración, cabe pensar que sí.

En esa práctica, desde la óptica de aquellos siglos, hay algo muy valioso: se reconoce el derecho de Dios a lo más querido para cualquier persona. Pero en Israel intuyeron pronto que Dios no quiere esa forma de piedad. Había que compaginar dos cosas aparentemente contradictorias: Dios tiene derecho a la vida del primogénito, pero no quiere ejercer ese derecho.

El relato del sacrificio de Abrahán cumple perfectamente este objetivo: el patriarca reconoce el derecho de Dios, pero Dios no quiere que lo ponga en práctica. Cuando se conocen las circunstancias históricas y culturales, el relato no escandaliza, sino que alegra.

Segundo escándalo: el sacrificio de Jesús (Romanos 8, 31b-34)

Hermanos: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, más aún resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros?

Más difícil de explicar es este segundo escándalo. Porque nadie comprende que Dios sacrifique a su hijo para salvar a esa panda de indeseables que somos nosotros. Lo curioso es que los primeros autores cristianos (los evangelistas y los apóstoles en sus cartas) nunca se escandalizaban de este hecho. Se admiraban, pero no se escandalizaban. Por un motivo muy sencillo: no se quedaban en la muerte de Jesús, todo lo pensaban a partir de la resurrección. La historia había terminado maravillosamente bien. Y eso les capacitaba para ver de forma positiva incluso los aspectos más escandalosos. Las palabras de Pablo en esta lectura no pueden ser más duras: Dios «no perdonó a su propio Hijo». Sin embargo, Pablo no deduce de ahí que Dios es cruel, sino que está dispuesto a darnos todo con él.

Ya que la idea del juicio final se ha utilizado a menudo para angustiar a la gente, conviene advertir cómo lo enfoca Pablo. El fiscal es Dios; pero no el Dios justiciero, sino un juez corrupto que se pone de parte de los culpables. Y el juez es Jesús, que ha muerto y sigue intercediendo por nosotros. Es el caso más escandaloso de corrupción de la justicia. Afortunadamente para nosotros.

La mejor forma de ser agradecidos con este fiscal y este juez es vivir de acuerdo con sus palabras en el evangelio: “Este es mi Hijo amado, escuchadlo”.

 

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Segundo Domingo de Cuaresma. La Transfiguración. 25 de febrero, 2024

Domingo, 25 de febrero de 2024
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«Mientras bajaba de la montaña, Jesús les mandó que no explicaran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre hubiera resucitado de entre los muertos. Ellos retuvieron estas palabras, pero discutían entre ellos qué quería decir eso de «resucitar de entre los muertos».
(Mc 9, 2-10)

En el camino de preparación hacia la Pascua, hoy leemos en el Evangelio el texto de la Transfiguración de Jesús. Se trata de un episodio que prepara a los apóstoles para lo que se acerca: la pasión, muerte y resurrección de su Maestro.

Desde que Jesús comenzó a predicar y a sanar, sus acciones y palabras han ido mostrando quién es. Los apóstoles han sido testigos de lo que ha dicho y hecho. Sin embargo, Jesús es muy cauteloso a la hora de revelar su identidad, porque sabe que puede ser fácilmente malinterpretada. Él es el Mesías, sí, pero no un Mesías poderoso y triunfador, sino uno que será rechazado y abandonado por todos, que sufrirá y hasta morirá violentamente, pero que después resucitará. Jesús trata de hacer comprender a sus discípulos esto tan chocante.

En este contexto, la Transfiguración es una confirmación por parte de Dios Padre de quién es Jesús verdaderamente. Nos encontramos en un ambiente de intimidad y propicio para la manifestación de Dios. Solo los tres apóstoles más cercanos suben con Jesús a una montaña; allí, la ropa de Jesús se vuelve resplandeciente, aparecen Moisés y Elías, los envuelve una nube y la propia voz del Padre confirma que aquél es su Hijo, y que todo se hará como él dice.

Tal experiencia tiene que dar fuerza y certeza a Pedro, Santiago y Juan para todo lo que seguirá, que no será fácil. En efecto, no acaban de entender que Jesús resucitará porque no se creen que morirá realmente. La verdadera transformación de Jesús no será esta transfiguración, que parece tan agradable, delante de tres de sus amigos. Sino que será la resurrección desde la muerte para liberar de ésta a toda la humanidad. O, en otras palabras: se transformará en Vida sin ningún rasguño de muerte para dar Vida plena a cada persona.

Como los apóstoles, sentimos la tentación de quedarnos en la montaña. De rehuir lo que pide una entrega de nosotras. Pero nosotros sabemos cómo sigue la historia. Recibimos de Dios fuerza y certeza de lo que somos y de lo que estamos llamados a ser. Entregamos lo que somos y en este desprendimiento encontramos la vida verdadera. La Vida con mayúsculas, la vida en Dios. Tenerlo presente nos da fuerza, serenidad, esperanza y coraje.

Oración

«Danos valor, Padre, para atrevernos a vivir recordando que tú llevas vida nueva a todas la cosas. Renuévanos para que seamos testigos de tu fidelidad hasta el final

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Deshumanizar a Jesús para divinizarlo, ha sido la gran trampa.

Domingo, 25 de febrero de 2024
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"Transfiguration" by Carl H. Bloch, Danish Painter, 1834-1890. Oil on Copper Plate. Public domain. Source: www.carlbloch.com.Transfiguration” by Carl H. Bloch, Danish Painter, 1834-1890. Oil on Copper Plate. Public domain. Source: www.carlbloch.com.

DOMINGO 2º DE CUARESMA (B)

Mc 9,1-9

En los tres ciclos litúrgicos leemos, el segundo domingo de cuaresma, el relato de la transfiguración. Hoy leemos el de Marcos que es el más breve, aunque hay muy pocas diferencias con los demás sinópticos. Lo difícil para nosotros es dar sentido a este relato. Marcos coloca este episodio entre el primer anuncio de la pasión y el segundo. Hay una intención clara de contrarrestar ese lenguaje duro de la cruz.

Es descabellado que Jesús se dedicara a hacer una puesta en escena. Mucho menos que tratara de dar un caramelo a los más íntimos para ayudarles a soportar el trago de la cruz (cosa que no consiguió). Con ello estaría fomentando lo que tanto critica Marcos en todo su evangelio: El poner como objetivo último la gloria; aceptar que lo verdaderamente importante es el triunfo personal, aunque sea a través de la cruz.

La estructura del relato a base de datos del AT, nos advierte de que no se trata de un hecho histórico, sino de teología. No quiere decir que Dios realice un espectáculo de luz y sonido. Son solo experiencias subjetivas que, en un momento determinado, atestiguan la presencia de lo divino en un ser humano. La presencia de lo divino es constante en toda la realidad creada, pero el hombre puede descubrir esa realidad y vivirla de una manera experimental en un momento determinado de su vida.

A Dios nunca podemos acceder por los sentidos. Si en esa experiencia se dan percepciones sensoriales, se trata de fenómenos paranormales. Dios está en cada ser acomodándose a lo que es como criatura, no violentando nada de ese ser. La llegada a la existencia de todo ser es la consecuencia de la presencia divina en él. Esto no quiere decir que la experiencia de Dios no sea real. Quiere decir que Dios no está nunca en el fenómeno, sino en la esencia. “Si te encuentras al Buda, mátalo”.

Jesús, como ser humano, tuvo que luchar en la vida por descubrir su ser. El relato de hoy quiere decir que habitaba en él lo divino. Seguramente se trate de un relato pascual que se consideró oportuno retrotraer a la vida de Jesús. En los relatos pascuales se insiste en que ese Jesús Vivo es el mismo que anduvo con ellos por las tierras de Galilea. En la trasfiguración, se dice lo mismo, pero desde el punto de vista contrario. El Jesús que vive con ellos es ya el Cristo glorificado.

El relato, quiere demostrar que lo que descubrieron de Jesús después de su muerte, ya estaba en él durante su vida, aunque no fueron capaces de apreciarlo. Jesús fue siempre lo que nos hace ver el relato, antes de la muerte y después de ella. Lo que hay de divino en Jesús está en su humanidad, no está añadido a ella. Este mensaje es muy importante a la hora de superar visiones demasiado maniqueas de Jesús.

Pedro, Santiago y Juan, los únicos a los que Jesús cambió el nombre. Eran buena gente, pero un poco duros de mollera. Necesitaron clases de apoyo para poder llegar al nivel de comprensión de los demás. Los tres acompañan a Jesús en el huerto. Los tres son testigos de la resurrección de la hija de Jairo. Pedro acaba de decir a Jesús, que de pasión y muerte, ni hablar. Santiago y Juan van a pedir a Jesús que quieren ser los primeros en su reino. Los tres demuestran que no entendieron el mensaje.

La montaña alta, la nube, la luz, la voz, el miedo, son todos elementos que aparecen en las teofanías del AT. El monte es una clara referencia al Sinaí. La nube fue signo de que Dios los acompañaba, sobre todo en el desierto. La nube trae agua, sombra, vida. Los vestidos blancos son signo de la divinidad. El hecho de que todos sean símbolos no disminuye en nada la profundidad del mensaje, al contrario, el lenguaje bíblico asegura la comprensión de los destinatarios, que eran todos judíos.

Moisés y Elías, además de ser los testigos de grandes teofanías, representan todo el AT, la Ley y los profetas. Significa que Jesús no se sacó su mensaje de la manga, sino que está en total acuerdo con el AT. Lo que se intenta es manifestar el traspaso del testigo a Jesús. Hasta ahora, La Ley y los profetas eran la clave para descubrir la voluntad de Dios. Ahora, la clave de acceso a Dios será Jesús.

¡Qué bien se está aquí! Para Pedro era mucho mejor lo que estaba viendo y disfrutando que la pasión y muerte que les había anunciado. Cuando les anuncia por primera vez la pasión, Pedro había dicho a Jesús: ¡Ni hablar! Ahora se encuentra a sus anchas. Manifiesta el mismo afán de gloria que a todos nos invade.

Vamos a hacer tres chozas. Pedro está en la “gloria”, y pretende retener el momento diciendo lo que piensa y manifestando su falta total de comprensión del mensaje de Jesús. Le ha costado subir, pero ahora no quieren bajar. Se habían acercado a Jesús con buena voluntad, pero sin descartar la posibilidad de medrar. Al poner al mismo nivel a los tres personajes, Pedro niega la originalidad de Jesús. No acepta que la Ley y los profetas están superados. La voz corrige la visión de Pedro.

¡Escuchadlo! En griego, “akouete autou” significa escuchadle a él solo. A Moisés y Elías los habéis escuchado hasta ahora. Llega el momento de escucharle a él. El AT es el mayor obstáculo para escuchar a Jesús. Hoy lo son los prejuicios que nos han inculcado sobre Jesús. Escuchar es la actitud del discípulo. En el Éxodo, escuchar a Dios es obedecerle. La Palabra que escuchamos nos arranca de nosotros mismos.

No contéis a nadie… Es la referencia más clara a la experiencia pascual. No tiene sentido hablar de lo que ellos ni estaban buscando ni habían descubierto. No sólo no contaron nada, sino que a ellos mismos se les olvidó. En el capítulo siguiente nos narra la petición de los primeros puestos por parte de Santiago y Juan. Pedro termina negándolo ante una criada. Hechos impensables después de una tal visión.

Lo importante no es que Jesús sea el Hijo amado, sino que cada uno de nosotros somos el hijo amado como si fuéramos únicos. Dios nos está comunicando en cada instante su misma Vida y habla en lo hondo de nuestro ser en todo momento. Esa voz es la que debemos escuchar. No tenemos que aceptar la cruz para alcanzar gloria. No llegamos a la vida a través de la muerte. En la muerte está ya la Vida.

Debemos escuchar a Jesús para poder comprender la Ley y los Profetas, no al revés. Seguimos apegados al AT. El mensaje de Jesús nos viene grande. Como Pedro, lo más que hemos hecho, es ponerlo al mismo nivel que la Ley y los Profetas. El interpretar a Jesús desde el AT nos ha jugado una mala pasada.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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¿Quién soy yo?

Domingo, 25 de febrero de 2024
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transfiguracion011

Mt 17, 1-9

«Y su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz»

Es probable que el relato de la Transfiguración sea la forma que elige el evangelista para recordarnos que ése que está a punto de subir a Jerusalén, que va a ser prendido por las autoridades, escarnecido y crucificado, es “el Hijo, el amado, el predilecto”, y que, aunque parezca lo contrario, Dios estaba con él, y no con los sacerdotes que aparentemente logran vencerle; que es a él a quien hay que escucharle.

También hay quien afirma que en la Transfiguración se manifiesta la auténtica realidad de Jesús, y por consiguiente nuestra auténtica realidad libres de las ataduras de este mundo material. Y esta última interpretación nos plantea una pregunta crucial para nosotros: ¿Quiénes somos?…

Los seres humanos somos conscientes de nuestros actos, nuestros anhelos, deseos, ilusiones, frustraciones y esperanzas; de nuestros sentimientos, y emociones, de nuestros semejantes, de nuestro entorno y de muchas cosas más. Ahora bien, esa conciencia es lo más subjetivo que puede existir, y en ella no cabe el plural, no cabe el “nosotros”, y eso nos obliga a utilizar la primera persona del singular para reformular estas frases. En ese caso hubiésemos dicho que yo soy consciente de que yo existo, de que yo pienso, de que yo siento, de que yo anhelo, de que yo decido, de que yoactúo… Pero, ¿cuál es la índole de “ese yo” alrededor del cual gira todo mi ser?…

La primera consideración es que yo debe ser tratado siempre como sujeto, y no como objeto o predicado: yo pienso, yo siento, yo anhelo…  No es correcto hablar de “mi yo”, porque yo no puedo poseerme a mí mismo. Tampoco es correcto decir que “tengo un yo”, pues la cosa es justamente al contrario: yo tengo un cuerpo, un cerebro, una conciencia y unas facultades que conforman mi ser. Esto hace que no sea fácil hablar con rigor “del yo”, y que sea habitual en los autores consultados caer en la trampa de convertirlo en objeto para poder reflexionar sobre él. En la medida de lo posible vamos a intentar no caer en ella, y para tratar de lograrlo, los próximos párrafos se van a redactar en la primera persona del singular y poniendo el énfasis en el sujeto.

Yo soy yo. Ya lo era cuando acababa de ser concebido y lo seguiré siendo aunque me corten un brazo o pierda la razón. Antes tenía dos brazos y después sólo uno, pero eso no cambia mi identidad; antes tenía consciencia y después no, pero eso tampoco la cambia. Cuando era un bebé todos a mi alrededor admitían mi identidad, e incluso después de la muerte seguiré siendo yo en la memoria de mi gente.

Hemos dicho que yo tengo un cuerpo y un cerebro, pero también tengo un conjunto de conocimientos que se va acrecentando con el paso del tiempo. Pero mis conocimientos no son yo, sino algo de mi posesión. Por mucho que cambien, yo seguiré siendo el mismo, y si pierdo la razón perderé todo mi conocimiento, pero seguiré siendo yo. El mismo razonamiento se puede aplicar al conjunto de mi experiencia. Antes acumulaba pocas experiencias y después muchas más: pero sigo siendo yo.

Y tras este repaso a mis pertenencias ya sé lo que “tengo”, pero sigo sin saber lo que “soy”. Sé que no soy mi cerebro, ni mi cuerpo, ni mi experiencia de la vida, ni mis conocimientos (porque mientras ellos cambian, yo sigo siendo el mismo). No sé hasta qué punto soy los valores arraigados en mí, o mis capacidades (como mi capacidad de amar o de sentir felicidad), mi personalidad, mi conciencia o el conjunto de todo ello… pero en definitiva no sé lo que soy.

Ahora bien, al menos tengo una pista, pues si considero la parte material de mi ser (la cosa extensa) como una simple posesión, tendré que admitir que yo estoy hecho de sustancia inmaterial. Los eleáticos, con Parménides a la cabeza, defienden que “somos lo que pensamos”, pero esta interpretación se nos antoja reduccionista, porque no explica otros atributos como la libertad o el amor. Por eso, y aunque quizás en la práctica signifique lo mismo, prefiero considerarme de naturaleza espiritual; entendiendo el término espiritual como lo opuesto a lo material.

Los racionalistas del Barroco ponen en duda la existencia de toda realidad ajena a nuestra mente (estamos encerrados en nuestro mundo mental). A mí no se me ocurre negar la realidad de mi cuerpo ni del mundo exterior, porque me parece razonable que existan —porque mis vivencias son tan vívidas, complejas y coherentes, que resulta muy difícil sustraerse a ello—, pero me permito cuestionar si mi cuerpo forma parte de mi esencia o es una simple posesión que me permite vivir en este mundo material; es decir, si mi esencia no es puramente espiritual.

Esta concepción del yo coincide básicamente con el alma inmortal cristiana puesta por Dios en cada uno de nosotros. El cuerpo muere y el alma le sobrevive para toda la eternidad. Pero si estamos destinados a gozar de más vida tras la muerte, lo lógico es pensar que sobreviviremos íntegros, sin mutilaciones, aunque dejemos en esta orilla aquellas posesiones que no necesitamos en la “otra vida”.

Desde una óptica teológica y según la concepción de ser humano que acabamos de exponer, es posible que la forma más coherente de concebirnos sea como el soplo de Dios del que habla el cronista del Génesis. El cronista afirma que en nosotros “sopla” el viento de Dios, pero según esta concepción, sería oportuno interpretarlo como que “somos” soplo de Dios; que la arcilla es una simple morada transitoria que en ningún caso forma parte de nosotros.

Yo soy soplo de Dios, espíritu de Dios, con todo lo que ello implica; amor, compasión, tolerancia, libertad… en busca de felicidad. Lo demás son unas pertenencias que perderé cuando ya no las necesite.

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Escuchadlo.

Domingo, 25 de febrero de 2024
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la transfiguracionDOMINGO 2º CUARESMA (B)

Mc 9,2-10

Como cada año, la liturgia del segundo domingo de Cuaresma nos acerca al relato de la Transfiguración de Jesús. En esta ocasión de la mano del evangelista Marcos y, por tanto, con sus toques redaccionales y sus claves teológicas. Por eso encontramos la prominencia de la figura escatológica de Elías (nombrado antes que Moisés en Mc 9,4, a diferencia de Mt 17,3 y Lc 9,30) o el hincapié en el secreto mesiánico.

Pero, si hay algo que se repite en cada relato, más allá de la comunidad que subyazca tras su redacción final, es la expresión situada en el centro del texto como núcleo de la narración. Una afirmación puesta en boca de Dios mismo: “Este es mi Hijo amado”, que finaliza con un rotundo imperativo: “¡Escuchadlo!.

La descripción de los discípulos muestra la complejidad del momento que viven. El evangelio nos dice que Pedro “no sabía que decir” porque todos estaban asustados (“aterrorizados” podría ser la traducción del término griego ἔκφοβοι). No hay que olvidar que este acontecimiento tiene lugar, según los evangelios, en pleno camino hacia Jerusalén, después de que Jesús les ha anunciado por primera vez que allí padecerá, será rechazado (por los ancianos, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley) y acabará muriendo. Aún más, les ha asegurado que “si alguno quiere venir detrás de mí”, ha de renunciar a sí mismo, cargar con su cruz y seguirle (cf. Mc 8,34). Junto a ello también les ha anunciado su resurrección al tercer día, pero los discípulos, tal y como nos recuerda el final del evangelio de hoy, aún no están capacitados para entender eso.

Seguramente todos podemos sentirnos identificados con Pedro, Santiago y Juan. No resulta fácil el camino hacia Jerusalén al lado de Jesús. Humanamente huimos de la cruz, del dolor y el sufrimiento. Como a los discípulos, nos cuesta entender a fondo lo que esto significa. A quienes hoy le seguimos nos alienta la experiencia pascual, la certeza de que nuestro camino cuaresmal finaliza en una Pascua alegre y plena. Pero, aunque es esta experiencia la que nos posibilita reconocer que el Resucitado no es otro que el Crucificado y que sin Cruz no hay Vida, a nuestros ojos se les hace difícil distinguirlo, a nuestra mente entenderlo y a nuestros pies ahondar sobre unas huellas que atisbamos profundas por el peso de la cruz…

Es Dios mismo, cuya presencia es simbolizada en esa nube que nos recuerda que Él nunca nos abandona (cf. Ex 13,21-22), quien nos posibilita reconocer en Jesús, -ese Jesús, el que camina hacia Jerusalén- al Hijo Amado y nos impele a escucharlo (audire), como paso previo y necesario para poder obedecerle (ob-audire). Escucharle es lo que posibilitará que su Palabra nos saque de nuestros “sustos” y nos transforme para vivir como hijas e hijos amados en el Hijo Amado.

Dice Marcos que “esto se les quedó grabado” a los discípulos. Graba, Señor, tu Palabra en nuestros corazones para que también nosotros, permaneciendo junto a ti en el camino, te escuchemos.

Inma Eibe, ccv

Fuente Fe Adulta

 

 

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Sólo en casa se está bien.

Domingo, 25 de febrero de 2024
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IMG_3151Domingo II de Cuaresma

25 febrero 2024

Mc 9, 2-10

Tengo para mí que una persona únicamente puede decir “¡Qué bien se está aquí!” cuando, de manera consciente o inconsciente, se halla en conexión con lo que realmente somos.

En ocasiones, podemos decir que estamos bien, pero quizás queramos decir que no tenemos ningún malestar que nos agobie. Pero, ¿eso es estar bien? ¿Cómo decir que estoy bien cuando basta cualquier contratiempo para sentir que todo se derrumba?

Cuando el estar bien depende de circunstancias ajenas, eso es algo pasajero y, en cierto modo, superficial. Es un estar bien que se halla bajo la amenaza de lo efímero. Y resulta llamativo que, a pesar de ello, lo persigamos con todo nuestro afán. Sin embargo, mientras sea en esa dirección, habremos errado el camino porque buscamos el estar bien en un lugar equivocado, el lugar de las formas.

En ese lugar, estar bien es lo opuesto a estar mal. Y así como lo primero es ansiado con todas nuestras fuerzas, lo segundo es temido como la mayor amenaza. Nuestra mente cree trazar con exactitud la línea divisoria entre lo uno y lo otro. Y siempre que, según mis parámetros mentales, yo mismo o una persona querida “no está bien”, puedo entrar en pánico.

Sin embargo, más allá de ese «estar bien» siempre efímero y bajo amenaza, siempre perseguido y nunca totalmente atrapado, que buscamos aferrar pero se nos escurre entre los dedos, hay otro “estar bien” que no tiene opuesto ni es objeto de amenaza. Y únicamente lo experimentamos cuando vivimos en conexión con lo que somos en profundidad.

Hay un lugar en nosotros siempre disponible y siempre a salvo: es nuestra “casa”. En nuestra existencia habrá oleaje de todo tipo que nos envuelva emocionalmente, pero el fondo de lo que somos es siempre quietud, aun en las circunstancias más oscuras y dolorosas. Y aun en medio del dolor más oscuro, gracias al silencio de la mente, podremos escuchar la voz que clama en nuestro interior: “¡Qué bien se está aquí!”.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Transfigurado (Tabor), Desfigurado (Calvario), Resucitado

Domingo, 25 de febrero de 2024
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IMG_3208Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

1.- TEOFANÍAS. (TEO: DIOS / FANO: MOSTRAR)

El relato de la Transfiguración se sitúa en el ámbito de las Teofanías (manifestaciones de Dios) del Antiguo Testamento.

La transfiguración es un relato de revelación con semejanzas al del bautismo de Jesús en el trío Jordán en el que también se oye una voz que dice: “Este es mi hijo amado, escuchadle”.

Por otra parte el texto de Transfiguración es como un mosaico de símbolos y alusiones religiosas:

+ La montaña como lugar cercano a los cielos donde habita Dios).

+ La nube es el signo de la presencia y protección de Dios al pueblo. Cuando las tribus hebreas caminaban por el desierto, la nube de Dios les protegía del rigor del sol.

+ La luz: el rostro resplandeciente, los vestidos refulgentes es el ámbito de Dios.

+ Las “tiendas” hace alusión a la fiesta de las tiendas en las que los judíos se encontraban con Dios.

+ La voz: Este es mi Hijo, escuchadle.

2.- JESÚS SE TRANSFIGURÓ.

El relato de la Transfiguración no es un hecho espectacular, histórico, sino que es expresión de la experiencia del encuentro de aquellos tres discípulos con JesuCristo.

Jesús era hombre como cualquier otro. Humana e históricamente hablando Jesús era un judío del siglo I en el que no era fácil ver en él a Cristo como expresión, como hijo de Dios

¿No es éste el carpintero, el hijo de María, y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿No viven sus hermanas aquí con nosotros? (Mc 6,3).

De hecho la mayor parte de los contemporáneos y conciudadanos de Jesús no vieron, no creyeron en Jesús como Cristo, sino como el hijo de María…

Los discípulos para intuir en Jesús a Dios, al hijo de Dios, tuvieron que dar pasos y procesos de fe.

El relato de la Transfiguración está ubicado inmediatamente después del acto de fe de Pedro. «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.»

La Transfiguración acontece únicamente en la fe, por tanto para quien es creyente.

Desde la experiencia de Jesús llegaron a creer en Cristo. Desde la materialidad de las palabras y acontecimientos de Jesús, llegaron a intuir y creer que aquel hombre, Jesús, era expresión de Dios: Este es mi Hijo amado, escuchadle.

03.- TRANSFIGURAR LA VIDA.

La vida es más amplia de lo que vemos o palpamos.

Jesús, -el encuentro con Jesús- les ayudó a ver la existencia humana abierta a toda la realidad, que es más amplia que la mera materialidad.

Como personas inteligentes (homo sapiens) y como creyentes, los seres humanos tenemos la capacidad, la noble capacidad de transfigurar la vida, las realidades de la vida. Los símbolos son “pequeñas o grandes” transfiguraciones.

Transfigurar es transcender las realidades de la vida.

El cristiano -y en gran medida el ser humano- vive las mismas realidades que todo el mundo, pero las vive de modo transfigurado desde la voz que resuena en el monte Tabor.

+ Un regalo: un libro, un DVD tiene más significado que la mera materialidad del regalo. Un regalo queda transfigurado y significa afecto, amistad, agradecimiento.

+ Los seres humanos comemos, pero las comidas humanas no son la mera ingestión de unos alimentos sino que quedan transfiguradas en encuentros, amistad, amor, fiesta, celebración.

+ La sexualidad humana no es mera genitalidad zoológica, sino que es encuentro, amistad, amor.

+ Es también el caso del arte, de la estética: en el fondo es una transfiguración del hierro, de la madera, de la piedra, del lenguaje, de los sonidos, que nos transportan un “paso más allá”.

+ Cuando escuchamos una misa de réquiem, quizás evocando la muerte de los seres queridos, nos transporta, nos transfigura, nos lleva a otras realidades que se llaman recuerdo, amor, esperanza, casa del Padre, cielo, etc.

+ Un atardecer, un encuentro, una oración pueden transfigurar nuestro ser, nuestra existencia hacia la verdad, la bondad o la belleza.

+ Nos llegará la noche, la noche de la transfiguración, que dijo Pablo VI en sus últimos momentos

Así pues, cuando alguien te enseñe las estrellas, no te quedes mirando el dedo: mira al cielo, al horizonte.

Transfiguremos la vida, los acontecimientos, las realidades de la vida

04.-  ¿NOS HEMOS VUELTO INTRANSCENDENTES?

Una sociedad, una etapa cultural que no transfigura, una ideología y una iglesia que no transciende las realidades de la vida, se vuelve intranscendente y superficial.

¿No será este el caso del momento que estamos viviendo? Quizás hoy en día no se da ya el ateísmo, sino la intranscendencia.

Vivir es transfigurar la existencia, transcenderla.

Antonio Machado, Pío Baroja, M Unamuno, Juan R Jiménez, Gabriel Celaya, Jorge Oteiza, Joan Manuel Serrat, Paco Ibáñez y tantos otros, no han sido personas (poetas, cantantes, escultores etc.) o no son personas especialmente religiosas, pero sí personas capaces de transformar, de transfigurar, de sugerir una Palabra de verdad, de bondad, de estética, de ideales, valores, caminos…

05.- EL TRANSFIGURADO VA A SER DESFIGURADO.

Jesús está subiendo a Jerusalén en vísperas de ser crucificado.

Del monte Tabor Jesús subirá a otro monte: al Calvario, al sufrimiento de la vida, pero al final está la Transfiguración de la Resurrección.

El Viernes santo leeremos los cantos del Isaías sobre el siervo de Dios: no tiene aspecto humano, humillado, desfigurado …

El mismo desfigurado es quien se ha transfigurado.

¿Cómo dar respuesta y salida a lo que se avecinaba, a la cruz del Calvario y a todos nuestros “calvarios”, a nuestra muerte?.

La única forma que tiene Jesús de romper la barrera de la crucifixión y de la muerte es hacer ver a los suyos que tras la barrera de la muerte está la vida. Antes de “desfigurarse”, Jesús se transfigura. El relato de la Transfiguración tiene una función pedagógica. Es un relato de resurrección; la vida es la transfiguración de la muerte.

Entonces una luz les embargó y vivían en paz: se está bien aquí, en la fe.

Este es mi Hijo amado, escuchadle.

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El reino va realizándose y podemos saborear sus frutos en muchos momentos

Domingo, 25 de febrero de 2024
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IMG_3224Comentario al evangelio del 2° domingo de cuaresma (25-02-2024)

A pesar del camino de cruz que, de hecho, van a tener que recorrer en su seguimiento, la promesa de la resurrección es una realidad y han podido saborearla en esta experiencia de la transfiguración

En nuestra vida cristiana también nos movemos entre el entender el camino de Jesús y el dudar de este

Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, Santiago y Juan y los lleva, a ellos solos, aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos, y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, tanto que ningún batanero en la tierra sería capaz de blanquearlos de ese modo. Se les aparecieron Elías y Moisés y conversaban con Jesús. Toma la palabra Pedro y dice a Jesús: “Rabbí, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”; -pues no sabía qué responder ya que estaban atemorizados-. Entonces se formó una nube que les cubrió con su sombra y vino una voz desde la nube: “Este es mi Hijo amado, escuchadle”. Y de pronto, mirando en derredor, ya no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos. Y cuando bajaban del monte les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos observaron esta recomendación, discutiendo entre sí que era eso de “resucitar de entre los muertos” (Marcos 9, 2-10).

El domingo pasado comentábamos que el reino de Dios supone la conversión al nuevo horizonte del amor inconmensurable de Dios. Decíamos también que no es fácil entenderlo. Precisamente eso relata Marcos en el cap. 8 (antes del texto correspondiente al evangelio de hoy) cuando Jesús anuncia su pasión a los discípulos: “el Hijo del hombre debe sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos …”. Ellos no le entienden y Jesús los reprende: “sus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres” (Mc 8, 31-33). Tal vez por eso, en el texto de hoy, Jesús toma a sus discípulos más cercanos -los primeros que fueron llamados- y les va a revelar el sentido de su misión: Él es más grande que Moisés y Elías y la voz desde la nube lo confirma llamándole Hijo amado quien ha de ser escuchado. Por supuesto el pasaje, como todos los textos bíblicos, no ha de tomarse al pie de la letra sino entender su significado y el papel que juega en el evangelio. De este texto se dice que es un texto post pascual, es decir, cómo los evangelios se escriben después de la resurrección de Jesús, el escritor sagrado puede adelantar experiencias post pascuales que ayudan a entender al Jesús de la historia.

Lo que interesa descubrir es cómo en la vida de Jesús, de alguna manera los discípulos van descubriendo poco a poco que son llamados por alguien que es mayor que todos los profetas y que, a pesar del camino de cruz que, de hecho, van a tener que recorrer en su seguimiento, la promesa de la resurrección es una realidad y han podido saborearla en esta experiencia de la transfiguración. Pero el texto muestra que no acaban de entenderla. Quieren hacer tres tiendas para quedarse allí y discuten sobre qué significará el resucitar de entre los muertos. Jesús les dice que no cuenten a nadie lo que han visto respondiendo al objetivo de Marcos de ir manteniendo en secreto la revelación de Jesús como Mesías hasta que llegue el desenlace final.

En nuestra vida cristiana también nos movemos entre el entender el camino de Jesús y el dudar de este.  Tenemos momentos que podríamos llamar de “transfiguración” -todo parece claro, sencillo y reconfortante- y momentos de incertidumbre, duda y ganas de dejarlo todo. Así es el discipulado y se ha de caminar con ello. Pero este texto nos recuerda, una vez más, que seguimos a un Mesías crucificado pero que nos promete la resurrección. En otras palabras, el sí de Dios a la vida de Jesús sigue vigente para sus discípulos y nada de lo vivido queda perdido. El reino va realizándose y podemos saborear sus frutos en muchos momentos. Agradezcámoslo y que esas experiencias positivas nos fortalezcan para mantener la fidelidad al seguimiento hoy y hasta el final.

Consuelo Vélez

Fuente Un grano de mostaza.

(Foto tomada de: https://www.epifania.es/parroquia/retablo/la-transfiguracion/)

 

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“Actualizar la Cuaresma”, por Gabriel Mª Otalora.

Viernes, 23 de febrero de 2024
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Convertíos y creed en el Evangelio - 1De su blog Punto de Encuentro:

Llamamos Cuaresma al periodo de 40 días (cuadragésima) como tiempo de preparación de la Pascua. Esto es importante y se nos olvida: que no es solo una puerta estrecha, ni el objetivo es la mortificación. Ocurre lo mismo cuando subimos una montaña para disfrutar de las vistas y tonificar el cuerpo: el objetivo no es el cansancio, el esfuerzo muscular, el frío o el calor del camino, sino las vistas maravillosas, el reponer fuerzas en la cima compartiendo un buen refrigerio, el haberlo conseguido y el placer de la experiencia vivida.

Por eso entiendo mal el aspecto de las procesiones de Semana Santa, centradas en el Viernes Santo, e incluso en el dolorismo que a veces lo impregna todo. La Cuaresma y la Semana Santa apuntan a lo esencial: a la Pascua, al paso del Señor de la muerte a la Vida, con lo que esto supone de esperanza y tarea a nuestro alrededor. La razón de ser de la Cuaresma es justamente prepararse para vivir la victoria de Cristo sobre el mal y la muerte, que no tiene la última palabra. Buena Noticia, sin duda.

Naturalmente que para ello hay que esforzarse en el tiempo cuaresmal de cara al compromiso evangelizador a base de ejemplo. Es un mandato principal que los medios para lograrlo no deben despistarnos, y mucho menos convertirlos en fines. La Cuaresma en el siglo XXI no ha cambiado en su fundamento, pero, como decía Juan XXIII, hay que estar con los signos de los tiempos a la hora de su aplicación por cada creyente.

Cuaresma significa cambio a mejor. Es un tiempo fuerte para vivir con una doble mirada, primero interior, y desde ahí a nuestro alrededor con los ojos de Dios. Lo cierto es que la palabra “conversión” está devaluada, ahora se percibe como un retroceso al pasado, algo obsoleto y anacrónico… ¿Qué significa “Convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1, 15)? En positivo es una mejora en nuestras actitudes personales para que generen amor en sus diferentes formas (compasión, ayuda, aceptación, comprensión, escucha…). En negativo es el esfuerzo por domeñar aquellas actitudes no son acordes con la Buena Noticia que Jesús vivió y predicó.

Conversión para ser la mejor posibilidad de cada uno, sin quedarnos en una Cuaresma de solo privaciones y normas… Es algo más exigente que el cumplimiento del “cumplo y miento”. Es corregir las desviaciones del corazón y orientarlo de nuevo hacia Dios. La conversión interior, la que cuesta mucho más que los sacrificios tradicionales.

¿Qué nos dice el Papa del tiempo de Cuaresma? El camino de conversión cuaresmal se manifiesta en hechos concretos, de hacer o de no hacer. Para esta Cuaresma 2024, Francisco nos propone reflexionar sobre la esclavitud (consumismo y otras adicciones) y la libertad (para convertirla en amor). “No se trata solamente de tomar distancia del mal, sino de poner en práctica todo el bien posible: esto es convertirse”. El Señor es capaz de “hacer este milagro”, es decir, “cambiarnos”, no de un día para el otro, sino en el camino de toda la vida.

CONVERSIÓN Y SINODALIDAD

Palabras del Papa: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual, más que para la auto-preservación”. La reforma de estructuras que exige la conversión de nuestras actitudes sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida” al mundo (EG 27).

De este modo, la conversión personal y pastoral es presentada como la condición sin la cual no habrá una verdadera reforma eclesial. Más importante es cambiar las actitudes que las estructuras, que también, porque lo importante es vivir el Mensaje como Pueblo de Dios, y no la institución eclesial, que es un medio operativo para el fin. De hecho, la conversión pastoral está ahora relacionada con las “reformas espirituales, pastorales e institucionales” (Aparecida 367).

Se ha recalcado mucho la importancia de la formación permanente. Pero Francisco afirma: no es suficiente, porque se necesita también y, sobre todo, “una conversión y una purificación permanente”. Sin ella, “el esfuerzo funcional sería inútil”.

El Papa propone “dos caminos” que nos desafía a que continuamos el viaje sinodal eclesial. El primer camino es la oración: Tenemos que escuchar a Jesús para llevar a cabo la misión. La Cuaresma es un tiempo de gracia en la medida en que escuchamos a Jesús en la Palabra, pero también en los acontecimientos de la vida. Y lo segundo escucha también a nuestros hermanos y hermanas en la Iglesia. Esto es difícil, ¡pero es una estupenda penitencia!

Mientras continuamos nuestro camino hacia la alegría pascual, meta de la Cuaresma, nos esforzamos en la conversión -mediante el ayuno, la limosna y oración cuaresmales-, entendida de manera amplia. Va mucho más de lo litúrgico y doctrinal. Va de llevar la cruz de cada día a la manera en que la vivió Jesús, transformándola en amor.

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“Amor y agua fresca”, por Dolores Aleixandre

Jueves, 22 de febrero de 2024
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IMG_3155De su blog Un grano de mostaza:

La aventura del decrecer – menos cosas,  menos prisas, menos redes,  menos quejas, menos palabras… –

A Paris, on vit d’amour et d’eau fraiche”. Lo leí el año pasado en una fuente del aeropuerto de Orly y se me ocurre que podría ser un buen programa para este Febrero en  que el Miércoles de Ceniza coincide – qué casualidad –  con la fiesta de San Valentín.  Vamos a imaginar una escena que, aunque anticipada en el tiempo, resulta previsible después del Sínodo:  después de mucha investigación y diálogos, se ha abierto por fin el camino al diaconado femenino, es Miércoles de ceniza y una diaconisa  revestida con estola morada se dirige así a la asamblea de fieles:  “Queridas hermanas y hermanos:  el consejo sinodal de la parroquia – nuestro hermano mayor el presbítero,  yo misma y una representación de laicos/as y religiosos/as – me encarga comunicaros  nuestra propuesta para la cuaresma de este año: VIVIR DE AMOR Y DE AGUA FRESCA.

Queremos iniciar así el camino hacia la Pascua y poner todas nuestras energías en practicar gestos de cordialidad y de acogida para hacer de nuestra comunidad un “hospital de campaña”. Os invitamos también a experimentar la extraña alegría que acompaña a cualquier intento de simplificar la vida y el asombro de constatar lo poco que se necesita  para ese buen vivir que todos añoramos. Os animamos a emprender la aventura del decrecer – menos cosas,  menos prisas, menos redes,  menos quejas, menos palabras… –  para dejar espacio a los amigos, el sosiego, los encuentros, la gratitud, el silencio.

Os propongo como gesto simbólico que os vayáis acercando al altar para beber de este recipiente recién bendecido – un botijo, en realidad  – un sorbo de agua fresca. Esta va a ser en esta cuaresma la señal de nuestro deseo de vivir la sencillez del Evangelio,  cuidar la armonía con la hermana tierra  y luchar para que haya sitio para todos en la mesa de sus bienes.

Antes de marcharos, un último recordatorio: tenemos la inmensa suerte, inmerecida,  de conocer la Fuente de la que nace esa agua así que no dejemos crecer  la hierba en la veredita que nos conduce a ella.

Dolores Aleixandre, Vida Nueva, Febrero 2024

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Como un puente sobre aguas turbulentas…

Miércoles, 21 de febrero de 2024
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“Cuando estés cansado sintiéndote pequeño. Cuando las lágrimas estén en tus ojos, las secaré todas. Estoy a tu lado cuando los tiempos se ponen difíciles y los amigos simplemente no pueden ser encontrados. Como un puente sobre aguas turbulentas…”.

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Cuando estés abrumado
y te sientas pequeño
Cuando haya lágrimas en tus ojos,
yo las secaré todas

Estoy a tu lado.
Cuando las circunstancias sean adversas
Y simplemente no encuentres amigos
Como un puente sobre aguas turbulentas
Yo me desplegaré
como un puente sobre aguas turbulentas
Yo me desplegaré

Cuando te sientas deprimido y extraño
cuando te encuentres perdido
cuando la noche caiga sin piedad
Yo te consolaré
Yo estaré a tu lado

Cuando llegue la oscuridad
y te envuelvan las penas
como un puente sobre aguas turbulentas
Yo me desplegaré
como un puente sobre aguas turbulentas
Yo me desplegaré

Navega, chica plateada
Navega
Ha comenzado a brillar tu estrella
todos tus sueños se verán colmados

Mira cómo resplandecen
Si necesitas un amigo,
Yo navego tras de ti
Como un puente sobre aguas turbulentas
Aliviaré tu mente
Como un puente sobre aguas turbulentas

*

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Carlos Ayala Ramírez: Cuaresma: “Fuera los ídolos que nos agobian, fuera los apegos que nos aprisionan”.

Martes, 20 de febrero de 2024
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IMG_3062El tema del mensaje del papa Francisco para la Cuaresma de 2024 es “A través del desierto Dios nos guía a la libertad”. El mensaje tiene un carácter profético, es decir, cultiva el pensamiento crítico y la urgencia de poner en práctica el hacer que unifica memoria y actualidad, fe y justicia, gratuidad y compromiso, libertad y liberación, realidad y utopía, humanización y desarrollo. El fundamento del mensaje es lo que se conoce como el núcleo de la fe de Israel: “Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud”. La evocación de un hecho pasado se hace en la medida en que tiene vigencia en el presente. El Papa recuerda que el Dios de la Biblia es un Dios que ha visto la opresión de su pueblo, ha oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces, conoce muy bien sus sufrimientos y por eso ha bajado a liberarlo del poder opresor. El papa actualizando ese pasado, afirma que también hoy llega al cielo el grito de tantos hermanos y hermanas oprimidos. Y de inmediato invita a preguntarnos: ¿nos llega también a nosotros ese grito? ¿Nos sacude? ¿Nos conmueve?

El obispo de Roma sostiene que estas preguntas siguen desafiándonos y que, el camino cuaresmal 2024 será concreto, si al escucharlas confesamos que seguimos bajo el dominio del Faraón. “Es un dominio que nos deja exhaustos y nos vuelve insensibles. Es un modelo de crecimiento que nos divide y nos roba el futuro; que ha contaminado la tierra, el aire y el agua, pero también las almas”. El faraón de ayer y de hoy, explica el papa, “destruye incluso los sueños, roba el cielo, hace que parezca inmodificable un mundo en el que se pisotea la dignidad y se niegan los vínculos auténticos”. De ahí se deriva un gran peligro: el éxodo puede interrumpirse y los sueños de libertad truncarse. Y de nuevo las preguntas que invitan a pensar y actuar: ¿deseo un mundo nuevo? ¿Estoy dispuesto a romper los compromisos con el mundo viejo?

Pero, según el Papa, más temibles que el faraón son los ídolos que son concebidos como la voz del opresor dentro de nosotros, que se hacen patentes cuando nos sentimos omnipotentes, reconocidos por todos, cuando tomamos ventajas sobre los demás. Todo ser humano, explica el papa, siente en su interior la seducción de esta mentira. “Por eso, podemos  apegarnos al dinero, a ciertos proyectos, ideas, objetivos, a nuestra posición, a una tradición e incluso a algunas personas”. Las consecuencias de estos apegos son gravemente dañinas. El Papa habla de que en lugar de impulsarnos nos paralizan, en lugar de unirnos nos enfrentan, en lugar de compañeros y compañeras de viaje encontramos amenazas y enemigos. La pregunta en este contexto es: ¿cómo opera la voz del opresor en la vida personal y colectiva?

Ahora bien, la Cuaresma no solo es tiempo para “ver la realidad”, como lo afirma el documento. Es también tiempo de conversión, tiempo de libertad, tiempo de actuar, tiempo de decisiones comunitarias, tiempo para detenerse y reflexionar, tiempo para madurar. En esta línea, el mensaje del Papa invita a reconocer las semillas de nueva humanidad que hay en el mundo: la de los pequeños y humildes que no han sucumbido al encanto de la mentira. “Mientras que los ídolos vuelven mudos, ciegos, sordos, inmóviles a quienes les sirven, los pobres de espíritu están inmediatamente abiertos y bien dispuestos; son una fuerza silenciosa del bien que sana y sostiene el mundo”, afirma el Papa.

El mensaje también subraya que, en Cuaresma, redescubrimos que el amor a Dios y al prójimo es un único amor. Para el Papa no tener otros dioses es detenerse ante la presencia de Dios, en la carne del prójimo. Por eso considera que la oración, la limosna y el ayuno no son tres ejercicios independientes, sino un único movimiento de apertura y vaciamiento.  En ese espíritu proclama: “¡fuera los ídolos que nos agobian, fuera los apegos que nos aprisionan!”.

Pero el itinerario cuaresmal (de la esclavitud a la libertad) no solo tiene un componente personal, sino también social, que ha de traducirse en actitudes, prácticas y actos diarios, individuales y comunitarios, en la familia y en el trabajo, en la oración y en la política. Por tanto, según el mensaje, Cuaresma implica un tiempo para las decisiones pequeñas y grandes, “capaces de cambiar la cotidianidad de las personas y la vida de un barrio: los hábitos de compra, el cuidado de la creación, la inclusión de los invisibles o los despreciados”.

Finalmente, el Papa invita a todas las comunidades cristianas a ofrecer a sus fieles momentos para reflexionar sobre los estilos de vida; a darse tiempo para verificar su presencia en el barrio y su contribución para mejorarlo. En este momento histórico, dice el Papa, “los desafíos son enormes, los quejidos dolorosos —estamos viviendo una tercera guerra mundial a pedacitos—, pero abrazamos el riesgo de pensar que no estamos en una agonía, sino en un parto; no en el final, sino al comienzo de un gran espectáculo”.

La Cuaresma 2024, nos pone en contacto con dos cuestiones radicales de la vida: la esclavitud y la libertad. Si el mensaje reaviva en nosotros la esperanza de un mundo humanizado, vale la pena interiorizarlo, difundirlo y llevarlo a la práctica.

 

Carlos Ayala Ramírez

Profesor de la Escuela de Pastoral Hispana de la Arquidiócesis de San Francisco, CA; Profesor facilitador del Certificado de liderazgo Hispano del Boston College; Docente jubilado de la UCA.

Fuente Fe Adulta

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Pregón para empezar la Cuaresma.

Lunes, 19 de febrero de 2024
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Empezar la Cuaresma bien lavado y aseado;
despierto, como la creación que gime y canta;
limpio, como el firmamento allá arriba;
luminoso y fresco, como son las alboradas;
y perfumado, como el aire de mi tierra.

Empezar la Cuaresma sin barreras ni murallas;
con las puertas y ventanas abiertas;
con las antenas altas y bien orientadas;
sin miedos, con esperanza y muchas ganas,
y con la casa barrida y bien oreada.

Empezar la Cuaresma sin hacer trampas;
caminando, sin fijar la vista en las renuncias,
ni retener el carnaval que susurra otras cosas;
dejándonos llevar por el Espíritu
y exponiéndonos, desnudos, a su brisa y fuego.

Empezar la Cuaresma desmarcándose con firmeza
de políticas partidarias y corruptas,
de compromisos con prebendas,
de privilegios huecos y egoístas
y de dobles contabilidades con cajas oscuras.

Empezar la Cuaresma ayunando sin complejos,
orando en lo secreto al Padre que nos ama
pidiendo por su proyecto y lo que necesitamos,
y haciendo de la limosna, tan denostada,
causa alegre, generosa y muy humana.

Empezar la Cuaresma con un saludo de bienvenida;
dejando las tinieblas en sus cuevas;
dando gracias por la vida; recibida
con ganas infinitas de recorrer sus sendas
y con la mochila preparada y ligera.

Empezar la Cuaresma en tu compañía, Señor,

…¡y a la aventura, cada día!

*

Florentino Ulibarri
Fe Adulta

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¿Cuáles son sus pactos (bajo el arco iris de Dios) en esta Cuaresma?

Lunes, 19 de febrero de 2024
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IMG_3150La reflexión de hoy es del colaborador invitado John Huân Vũ. John es un líder del ministerio laico en la Diócesis de San José y miembro del consejo asesor LGBTQ+ del Departamento de Policía de San José. Es gerente de producto en PayPal y ex voluntario que trabaja en la empresa como presidente de oración interreligiosa global.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el primer domingo de Cuaresma se pueden encontrar aquí.

En este primer domingo de Cuaresma, nos sumergimos en la historia de Noé y su familia, quienes acaban de sobrevivir a una inundación masiva en la tierra. Dios reconoció la destrucción y estableció un pacto, una declaración o una promesa a Noé y sus descendientes de que “nunca más toda vida será destruida por el agua de un diluvio; nunca más habrá diluvio que destruya la tierra” (Génesis 9:11 NVI).

Demos un paso atrás e imaginemos cómo se habrían sentido Noé y su familia en ese momento. Me imagino que sintieron miedo, tristeza, confusión o incluso enojo. Al reconocer estos sentimientos, Dios ofreció una “señal” de su alianza: un arco iris.🏳️‍🌈

¿No es hermoso que la primera aparición de la palabra “arco iris” en las Escrituras Hebreas apareciera en un acontecimiento tan significativo? Casi todos hemos visto un arcoíris, especialmente aquellos que miran a través de las nubes después de un poco de lluvia. Un día lluvioso puede ser deprimente, pero ver un arcoíris puede levantarnos el ánimo. Un arcoíris es un hermoso regalo para recordarnos que debemos seguir esperando en el pacto de Dios.

Cuando ves un arcoíris, ¿qué significa para ti? ¿Qué tal una bandera arcoíris, un cartel o incluso un pin en un edificio gubernamental, una casa o las pertenencias personales de otra persona?

En junio de 2022, estaba en un crucero de Alaska que hizo escala en el puerto de Skagway. Temprano en la mañana, antes de emprender una excursión ese mismo día, decidimos aventurarnos por el pueblo de camino a una caminata en un bosque cercano. Mientras caminábamos por este pequeño y tranquilo pueblo, notamos que varias tiendas tenían algo inesperado: banderas de arcoíris, pancartas y parafernalia. ¡Nunca esperé que esta ciudad de Alaska tuviera tantos artículos de arcoíris!

Más tarde, ese mismo día, Skagway estaba lleno de turistas y tiendas abiertas. Caminando por la ciudad, notamos a una mujer marimacha de aspecto estereotipado ayudando a los visitantes. Le preguntamos si Skagway era una ciudad amigable con LGBTQ+ dada la cantidad de arcoíris que vimos a lo largo del día. Ella sonrió y nos dijo que este era el inicio del tercer Skagway Pride anual. Unos minutos más tarde, esta ciudad tuvo un pequeño pero poderoso desfile del Orgullo compuesto por cinco autos decorados con banderas arcoíris, con las drag queens y los reyes del festival. ¡Si parpadearas, te perderías el desfile!

En el evento de inauguración del Orgullo más tarde esa noche, éramos los únicos pasajeros que conocimos a varios residentes para escuchar cómo se unieron para el Skagway Pride. Fue conmovedor escuchar al alcalde compartir lo importante que era para él que la asamblea municipal aprobara una resolución que daba la bienvenida a Skagway a personas de todas las identidades de género y orientaciones sexuales.

IMG_3149Mientras caminábamos de regreso a nuestro crucero, reflexioné sobre lo que significó toda esta experiencia para mí. Ver esos artículos del arcoíris representó un pacto, una declaración o una promesa de que la pequeña ciudad de Skagway realmente les da la bienvenida a todos. Esos arcoíris reflejaron la esperanza intrínseca de que Dios estará con nosotros para ayudar a la humanidad a ser inclusiva, acogedora y amorosa.

Cuando miramos a nuestra sociedad, esa esperanza intrínseca parece cada vez más imposible. Aunque podemos elegir fácilmente el miedo, la tristeza, la confusión o incluso la ira como Noé y su familia, sabemos que eventualmente aparecerá un arcoíris. Vemos ese arco iris cuando extraños ayudan a extraños. Vemos ese arcoíris cuando las personas se ofrecen como voluntarias en un refugio, abren sus hogares, donan sus pertenencias o ayudan a otros a encontrar a sus seres queridos. Vemos ese arco iris cuando las personas pueden dejar de lado sus creencias, sus diferencias y sus puntos de vista políticos para trabajar juntos para ser inclusivos, acogedores y amorosos.

Entonces, la próxima vez que seas testigo de un “arco iris en las nubes” en forma de compasión y bondad humana, piensa en el pacto que Dios está haciendo contigo. ¿Es un pacto de protección? ¿Es un pacto de vida plena? ¿Es una alianza de amor? ¿Es un pacto de servicio? ¿Es algo más?

En todos estos años que existió la humanidad, Dios ha sostenido su arco iris. ¿Confías en que el pacto de Dios se ha hecho contigo “y con todos los seres vivientes de toda especie”?

¿Qué pacto harás para ti, para los demás y para Dios durante este tiempo de Cuaresma?

–John Huân Vũ, 18 de febrero de 2024

Fuente New Ways Ministry

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“Está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.”

Domingo, 18 de febrero de 2024
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Anthem

Los pájaros cantaron
Al amanecer
Empieza otra vez
Los oí decir
No te detengas en lo que
Ya se ha ido
O lo que aún no ha sido

Sí, las guerras
Serán libradas otra vez
La paloma sagrada
Será capturada otra vez
Comprada y vendida
Y comprada otra vez
La paloma nunca es libre

Toquen las campanas que aún suenan
Olviden sus sacrificios perfectos
Hay una grieta, una grieta en todas las cosas
Así es como entra la luz

Pedimos señales
Las señales fueron enviadas:
El nacimiento traicionado
El matrimonio gastado
Sí, la viudez
De todo gobierno
Señalеs que pudieran ver todos

Ya no puеdo correr más
Con esa multitud sin ley
Mientras los asesinos en lugares altos
Dicen sus plegarias en voz alta
Pero han convocado, han convocado
Una nube de tormenta
Y lo van a oír de mí

Toquen las campanas que aún suenan
Olviden sus sacrificios perfectos
Hay una grieta, una grieta en todas las cosas
Así es como entra la luz

Puedes juntar las partes
No obtendrás la suma
Puedes iniciar la marcha
No hay un tambor
Todo corazón, todo corazón
Al amor vendrá
Pero como un refugiado

Toquen las campanas que aún suenan
Olviden sus sacrificios perfectos
Hay una grieta, una grieta en todas las cosas
Así es como entra la luz

Toquen las campanas que aún suenan
Olviden sus sacrificios perfectos
Hay una grieta, una grieta en todas las cosas
Así es como entra la luz
Así es como entra la luz
Así es como entra la luz

*

Leonar Cohen

***

***

El Espíritu empujó a Jesús al desierto.

Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás;

vivía entre alimañas, y los ángeles le servían.

Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios.

Decía: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.”

*

(Marcos 1, 12-15)

***

Hacerse hombre significa hacerse “pobre”, no tener nada con que presentarme fuerte frente a Dios, ningún apoyo, ninguna fuerza o seguridad fuera del compromiso y el sacrificio del propio corazón. El llegar a ser hombre viene a ser como la confesión de la pobreza del espíritu humano frente a la reivindicación total de la inaccesible trascendencia de Dios. Con la valentía de esta pobreza comenzó la aventura divina de nuestra salvación. Jesús no se tuvo por nada ni se defendía con nada, ni siquiera con su origen. Satanás, por el contrario, trata de impedir esta pobreza radical. Quiere hacer a Jesús fuerte, porque sólo teme una cosa: la impotencia de Dios en la naturaleza humana que asumió, Dios en un corazón humano destinado al sacrificio, que desde la fidelidad incondicional a su innata pobreza sufre desde dentro – y por lo tanto salva la necesidad y perdición del hombre.

Por eso la tentación de Satanás es un atentado contra el  autoaniquilamiento de Dios, una tentación contra la seguridad y “riqueza de espíritu”, contra la divinidad de Jesús, un sondeo a la seriedad y grandeza de su humanidad. Desde los comienzos hizo y hace lo mismo, y siempre le reconoceremos por las palabras: “Seréis como dioses”. Esta es la tentación de las tentaciones, con mil variaciones: la tentación contra la verdad de la naturaleza asignada al hombre. El pretende que la tierra sea exclusivamente suya, y con la tierra también el hombre: el hombre, en torno al cual se combatía antes de despertarse al alba de su libertad de suerte que ya nunca se le podía pedir e invitar a tomar una decisión libre por sí mismo de manera desinteresada, pero siempre o cortejado amigablemente o astutamente atacado.

*

J. B. Metz,
Pobreza en el Espíritu. Meditaciones teológicas,
Brescia 1968, 105.

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“Escuchar la llamada a la conversión”. Domingo 1 Cuaresma – B (Marcos 1,12-15)

Domingo, 18 de febrero de 2024
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IMG_3019«Convertíos, porque está cerca el reino de Dios». ¿Qué pueden decir estas palabras a un hombre o una mujer de nuestros días? A nadie nos atrae oír una llamada a la conversión. Pensamos enseguida en algo costoso y poco agradable: una ruptura que nos llevaría a una vida poco atractiva y deseable, llena solo de sacrificios y renuncia. ¿Es real mente así?

Para comenzar, el verbo griego que se traduce por «convertirse» significa en realidad «ponerse a pensar», «revisar el enfoque de nuestra vida», «reajustar la perspectiva». Las palabras de Jesús se podrían escuchar así: «Mirad si no tenéis que revisar y reajustar algo en vuestra manera de pensar y de actuar para que se cumpla en vosotros el proyecto de Dios de una vida más humana».

Si esto es así, lo primero que hay que revisar es aquello que bloquea nuestra vida. Convertirnos es «liberar la vida» eliminando miedos, egoísmos, tensiones y esclavitudes que nos impiden crecer de manera sana y armoniosa. La conversión que no produce paz y alegría no es auténtica. No nos está acercando al reino de Dios.

Hemos de revisar luego si cuidamos bien las raíces. Las grandes decisiones no sirven de nada si no alimentamos las fuentes. No se nos pide una fe sublime ni una vida perfecta; solo que vivamos confiando en el amor que Dios nos tiene. Convertirnos no es empeñarnos en ser santos, sino aprender a vivir acogiendo el reino de Dios y su justicia. Solo entonces puede comenzar en nosotros una verdadera transformación.

La vida nunca es plenitud ni éxito total. Hemos de aceptar lo «inacabado», lo que nos humilla, lo que no acertamos a corregir. Lo importante es mantener el deseo, no ceder al desaliento. Convertirnos no es vivir sin pecado, sino aprender a vivir del perdón, sin orgullo ni tristeza, sin alimentar la insatisfacción por lo que deberíamos ser y no somos. Así dice el Señor en el libro de Isaías: «Por la conversión y la calma seréis liberados» (30,15).

José Antonio Pagola

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“Se dejaba tentar por Satanás, y los ángeles le servían”. Domingo 18 de febrero de 2024. Domingo primero de cuaresma

Domingo, 18 de febrero de 2024
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19-cuaresma B1 cerezoLeído en Koinonia:

Génesis 9,8-15: El pacto de Dios con Noé salvado del diluvio.
Salmo responsorial: 24:Tus sendas, Señor, son mi misericordia y lealtad para los que guardan tu alianza.
1Pedro 3,18-22: Actualmente os salva el bautismo.
Marcos 1,12-15:Se dejaba tentar por Satanás, y los ángeles le servían.

La primera lectura, Génesis 9, contiene la «alianza de Dios con Noé». La alianza famosa, la más importante, tendrá lugar más tarde, la alianza con Abraham. La Alianza con Noé pertenece a un segundo plano de “la economía de la salvación”. ¡Nunca más habrá diluvio para destruir la tierra!, le asegura Dios a Noé (Gn 9,11). Y esta promesa va acompañada de un memorial: el arco iris, señal del nuevo pacto entre Dios y la humanidad.

¡El miedo al “diluvio” ha sido quebrado! Ahora tenemos una nueva alianza a partir de una alternativa de vida para todos los seres vivientes. El arca que ha abrigado a la familia se transforma en una gran casa acogedora de la vida, en donde el cuidado con los animales se destaca de una manera especial (Gn 9,1-7). Es la casa de la vida que coloca al ser humano en comunión con la tierra, con la naturaleza, con el cosmos.

El río Jordán, el desierto, y la Galilea son como un mismo “hilo conductor” de un desplazamiento fundamental que da inicio al evangelio de Marcos. Ahí percibimos el movimiento del reino de Dios que nos invita a movilizarnos en búsqueda de nuestros propios “lugares del Reino” donde se concreten y desarrollen nuestras opciones por la vida, por la dignificación de las personas y de las comunidades.

El río Jordán evoca grandes y significativos hechos de la historia de Israel. El más importante, sin duda, cuando Josué y el grupo del desierto atraviesan el río para entrar en la tierra prometida (Jos 3-4). Relato de los orígenes de aquel proyecto de vida igualitaria revelado por Dios a los esclavos fugitivos de Egipto. A partir de esta memoria primordial, Juan el Bautista convoca al pueblo alrededor de una nueva esperanza mesiánica. Allí también acude Jesús, procurando “las aguas de Juan”.

El desierto es muy frecuentemente mediación de discernimiento, formación y maduración en el proyecto de Dios. Jesús es llevado por el Espíritu al desierto, lugar por excelencia donde Israel aprendió a ser pueblo. Sujeto y proyecto anudados alrededor de la memoria del éxodo dando inicio al evangelio de Jesús.

Galilea es el lugar donde Jesús concreta su opción de humanidad y de humanización. Esta geografía es para Jesús el espacio vital del Reino. Es un mar, una tierra y un pueblo abierto a las naciones del entorno. Las fronteras se “cruzan” dando lugar a la inclusión de lo diverso en múltiples “misturas”. Favorabilidad donde madura e irrumpe el kairós del reino de Dios.

El paso del Jordán al desierto, plantea la articulación de movimientos mesiánicos proféticos que tienen en esos lugares, sus fuentes de inspiración y de organización. La confrontación con Satanás, como principio cósmico del mal que Marcos lo vincula con la enfermedad, la marginación y la muerte de los pobres, será para Jesús la definición de su vida por la ruta del reino de Dios. El desierto deja de ser lugar de prueba y penitencia según la tradición judía, para convertirse en lugar de aprendizaje definitivo en la confrontación y el desequilibrio. El Espíritu de Dios lleva a Jesús hasta la memoria fundacional de Israel, donde, venciendo a Satán, la vida se torna en fidelidad hacia Dios y hacia lo humano.

El simbolismo de los “cuarenta” tiene que ver con el trauma del nuevo nacimiento. Los poderes de la historia se hallan enfrentados: Jesús como principio de la humanidad liberada desde Dios, y Satanás, que es signo y causa de la muerte en el mundo. Nos hallamos frente al relato de un nuevo origen. Marcos re-escribe la historia, llevándonos del agua del bautismo a la re-construcción de la humanidad, para decirnos que Jesús está ahí apostando por una opción de vida, dignidad y felicidad humana. Pero Jesús no asume el combate solitario. Está junto con los animales y los ángeles como evocando un nuevo paraíso. El servicio angélico comunica esperanza y porta salvación. Al retomar el “paraíso” para re-iniciar el camino de lo humano, Jesús cuenta con fuerzas naturales y angelicales (la tierra y el cielo) favorables. Jesús se encuentra entre la tentación satánica y el servicio angélico. Es el dilema que permanentemente enfrentaremos. Marcos ha evocado estos poderes como en un espejo para que podamos mirarnos en ellos. Nos ha dicho lo que es tentar y servir, nos ha arraigado en la “historia original”. Ya en la historia concreta esos actores sobrenaturales desaparecen y es cuando Jesús nos enseña a servir, sirviendo a su comunidad discipular.

Obviamente, los cuarenta días del desierto no desaparecen. Duran todo el evangelio, toda la vida. Son paradigma de la contradicción y el desequilibrio que permanentemente atraviesan la historia. En la trama de la vida humana se ha venido a introducir y decidir la trama de pecado y esperanza de todos los vivientes (incluidos los animales, los ángeles y los diablos).

En definitiva, la liturgia nos presenta este evangelio del comienzo del ministerio de Jesús, por paralelo con el comienzo de la cuaresma. La Cuaresma es la vida humana… Leer más…

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18.2.24 Metanoia: Con-versión, supra-conocimiento (Mc 1, 14-15, Dom 1 Cuaresma)

Domingo, 18 de febrero de 2024
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IMG_3085Del blog de Xabier Pikaza:

Si no cambiamos de forma de pensar y vivir, de trabajar y relacionadas (en un plano ecológico, económico, afectivo, social, militar…) moriremos pronto como individuos y especie.

Del polvo venimos y al polvo cósmico volvemos (pulvis es et in pulverem reverteris), a no ser que nos convirtamos (meta-noeîte),subiendo de nivel de pensamiento y obra). Así dice la palabra clave de la cuaresma: el “plazo (kairos) se ha cumplido, llega el reino de Dios (o la muerte cósmica); convertíos y creed en el evangelio (Mc 1,14-15).

Introducción.

Esta es la palabra y experiencia clave que voy a comentar al comienzo de cuaresma, como palabra de iglesia (evangelio) que puede y debe aplicarse en un plano personal y social, familiar y eclesial, económico, político, militar. Del polvo venimos, ante la muerte estamos, a no ser que nos con-virtamos (que cambiemos de vertiente, vertedera, arada).

Así comienza el cuerpo evangelio de Marcos (Mc 1,14-15), con una formulación que vincula el mensaje/vida de Jesús básico y la teología de Pablo. Entendida en esa línea, la conversión ha sido, en formas diversas y convergentes la palabra clave de la modernidad, desde la ilustración al marxismo, desde el nazismo a Heidegger (su famosa Kehre o vuelta), desde el capitalismo a las revoluciones post-nacionales, con las “terceras olas” sexuales y afectivas, ecológicas, económicas, y los diversos tipos de dependencias y drogadicciones.  Si  no nos convertimos y cambiamos moriremos

Pequeña historia bíblica.

Entre los elementos de la religión se suelen citar la conversión o trans-formación del ser humano y de la historia (por presencia de Dios y por cambio humano), con el arrepentimiento, el perdón (vinculado a unos ritos sagrados y a la gracia de Dios) y a un tipo de mutación humana

En esa línea ha destacado el judaísmo, que ha sido y  es religión de gracia y amor (elección, alianza), siendo también religión de conversión y arrepentimiento, como muestran algunos de los textos centrales de la Biblia, desde Ex 34,5-7 y Sal 51 (¡Miserere!), hasta Lev 16 y Dan 3,23-34. En esa línea destaca el texto clave de penitencia y conversión titulado Oración de Manasésde la Biblia Griega (de algunas ediciones los LXX), escrito hacia el siglo II a.C., que ha tenido y sigue teniendo un gran influjo en el “ordo” penitencial de las iglesias, especialmente en las comunidades cristianas ortodoxas y en muchas tradiciones católica

            «Pues tú, Señor, Dios de los justos, no estableciste la conversión (metanoia) para los justos, para Abrahán, Isaac y Jacob, que no pecaron contra ti, sino que estableciste la conversión para mí, pecado porque he cometido más pecados que las arenas del mar, se han multiplicado mis culpas, Señor, se han multiplicado, y no soy digno de volver la mirada hacia la altura del cielo por la multitud de mis injusticias (OrMan 8-9). A ti pido, Señor: ¡perdóname, Señor, perdóname! Porque tú eres, oh Dios, el Dios de los que se arrepienten» (OrMan 13, libro de Joel).  

            La Oración de Manasés y el judaísmo en general)tiende a interpretar la conversión como algo que los hombres pueden realizar, por misericordia de Dios; ellos, por sí solos, serían incapaces, pero Dios ha establecido en su favor un nuevo principio de vida: les ofrece tiempo y camino de conversión. A diferencia de eso, conforme al mensaje de Jesús y a la teología de Pablo, Dios no empieza estableciendo un tiempo de conversión para los hombres, sino ofreciendo un tiempo de perdón, de manera que la conversión podrá venir después, como efecto del perdón anterior de Dios.

            Conforme a un esquema de pacto legal, la Oración de Manasés y el judaísmo rabínico en general supone que los hombres son capaces de realizar la obra buena de la conversión, de manera que la salvación empieza por ella. Así lo muestran otros  textos como la Vida de Adán-Eva, Sabiduría y los Testamentos de los XII Patriarcas. Según ellos, Dios ofrece a los judíos un camino de conversión; no les deja perderse en el pecado, no se desentiende de ellos, sino que les busca y ayuda a fin de que se transformen. Pero al final son ellos, los judíos los que deben convertirse y hacerse así merecedores del perdón. Les salva Dios, si ellos se salvan; les convierte, si ellos se convierten. Ésta es la grandeza y límite del judaísmo en su visión de lo divino. Dios necesita que el hombre se convierta, para así volverse justo.

En esa línea, OrMan define al Señor como Dios de los justos(=Theos tôn dikaiôn). No es el Dios que justifica a los pecadores, según la formulación mesiánica de de Jesús y de Pablo, sino el amigo de los que ya son justos, según la teología del judaísmo. Por eso, el pecador se debe convertir, de manera que su justicia se expresa precisamente allí donde confiesa su pecado para superarlo. Lógicamente, cuando más intensa sea su confesión de culpas mayor será su mérito.

A través de su metanoia o penitencia creadora, el pecador se vuelve justo, llegando de esa forma a ser amigo de Dios. Por eso, para mostrar su conversión tiene que multiplicar y multiplica sus palabras de confesión de pecados. En el fondo, esta OrMan nos sitúa dentro de la más fuerte retórica de confesión de culpas. En este contexto podemos hablar de una de una antropología penitencial, es decir, del hombre que llega a ser justo a través de la conversión. El pecado era destrucción del humano; la conversión es recreación. Dios quiere perdonar todo… pero necesita que los hombres se confiesen pecadores y le invoquen: ¡Perdóname, Señor, perdóname! (OrMan 13, Sal 51 ).

  Novedad de Jesús  

 En ese contexto, pero superando la obsesión penitencial de Manasés y de otros textos semejantes se sitúa el mensaje de Jesús quien,  superando la praxis penitencial de los sacerdotes (y la enseñanza de los escribas oficiales de su tiempo que aparecen como agoreros de la ira de Dios y administradores de un pequeño perdón según sus  leyes d intereses), proclama ante los pecadores un perdón gratuito, superior, antecedente, sin exigir que ellos se conviertan primero (sin necesidad de que empiecen recitando un tipo de oración como la de Manasés). Según eso, antes que hablar de un Dios de los justos hay que hablar de un Dios de los justificados,  Dios que justifica y cura, Dios que perdona y llama, potenciando así a los hombre y mujeres para que le respondan,  pero no por ley, sino por gratuidad.

Éste es el ensanchamiento de Dios, en línea de impulso de vida: Dios perdona (acoge, impulsa, promete salvación y vida) de antemano, por principio, sin exigir que los hombres cambien previamente de conducta, es decir, sin necesidad de conversión legal (sin sacerdotes o templos). Dios se ensancha introduciéndose como potencial de amor en la vida de los hombres, de forma que ellas no sólo puedan acogerle (pistis, fe),  sino que se transformen. Ese Dios no está fuera, sino que como aliento vital (Gen 2, 7) forma la parte/dimensión más honda de la vida de los hombres.

           Sobre el polvo de la tierra en que vivimos, superando el miedo cósmico y la obsesión de pecado y muerte, Dios ofrece a los hombres perdón (esto es, camino y futuro de vida),   sin exigir que empiecen haciendo hagan penitencia, ni siquiera después de haber sido perdonados. No lo hace desde fuera, por arriba, sino desde dentro de ellos: como Padre que alienta amando en sus hijos, amigo que habita por dentro en los amigos.

           Jesús empieza ofreciendo a los hombres el perdón, es decir, la vida,  confiando que ellos se “convertirán” y cambiarán, pero no por amenaza y Ley (para seguir siempre sometidos), sino por gracia, es decir, por impulso interior y comunitario de vida, en una línea de comunión de amor y esperanza de Reino (de nueva humanidad).

           En ese sentido estricto, Jesús perdona sin condiciones antecedentes (que los hombres confiesen primero sus pecados), ni consecuentes (que reparen el mal que han cometido de un modo legal, por sometimiento), pues la misma vida nueva, en fe, en comunicación gratuita es ya perdón. Dios no exige arrepentimiento al estilo de un tipo templo de Jerusalén, donde los sacerdotes perdonaban o declaraban perdonados a los arrepentidos (según la ley sagrada, conforme a un talión sacrificial), sino que se sitúa y sitúa a los hombres por encima de un modelo de ley o talión, perdonando por pura gracia de Dios,  para que así los hombres y mujeres puedan perdonarse a sí mismos a través de una vida renovada..

Un tipo  judaísmo rabínico (y después un tipo  cristianismo oficial) ha tenido a legalizar la conversión, en la línea de la Oración de Manasés, elevando a unos hombres especiales (sacerdotes, rabinos) por encima de los otros,  como ejecutores y garantes de un perdón establecido y sancionado por ley, instaurando una ley penitencial, de acción/reacción, culpa/castigo, manejada por un tipo de jueces aliados del poder..

En contra de eso, Juan Bautista había confesado ya que el pecado es demasiado grande para ser perdonado a través de un arrepentimiento. Eso significa que este mundo, cerrado en sí mismo, carece de perdón, de forma que no tiene más salida que la muerte (muerte cósmica/ecológica, muerte socia y militar etc.). Lógicamente, los hombres no pueden hacer otra cosa que “confesar sus pecados” e introducirse en el agua del bautismo, esperando el juicio de Dios, para poder entrar en la tierra prometida.

Situándose en la línea del Bautista y suponiendo que la conversión del hombre cerrado en sí resulta insuficiente,  pero añadiendo que Dios actúa, se expresa y perdona a través (desde dentro) de los hombres, Jesús proclama y ofrece ya el perdón de Dios como expresión y presencia de su Reino; no se limita a anunciar un perdón para el final del mundo sino que acoge a los pecadores y abre ante ellos un camino de vida (un Reino, una Reconciliación, un futuro de esperanza, una resurrección).

Eso significa que Jesús no ha sido un profeta de conversión, sino un mensajero de la gracia de Dios, esto es, de la gracia y esperanza humana que se expresa no sólo en el perdón de los pecados, sino en la curación de los enfermos, en la acogida de los excluidos, en la purificación de los manchados  y  en la apertura a una vida distinta de amor y de gracia, no por ley impuesta desde fuera, sino por transformación personal y social de gracia y amor.

Desde ese fondo, actúa Jesús como promotor de un movimiento de trasformación radical de la vida humana, no por imposición militar (celotas), ni por sumisión sacerdotal (templo de Jerusalén), ni por orden imperial (Roma), sino por conversión (meta-noia, supra-conocimiento, metamorfosis de acción vida en gratuidad, desde  los campesinos galileos, empezando por abajo, partiendo de los pobres y expulsados del sistema, para iniciar con ellos un camino gratuito de “conversión”, es decir, de Reino. Así lo muestra su gran proclamación, formulada de un modo clásico por Pablo y colocada por el evangelio de Marcos como principio y lema de la nueva experiencia de Dios, expresada en forma de transformación humana en un par de versos en paralelismo  sintético  de tipo creciente (Mc 1, 15):

  • se ha cumplido (llenado) el tiempo (kairos) ↔ y se ha acercado (está presente) el Reino de Dios
  • con-vertíos (metanoeite) cambiad de mente (gnosis) ↔ y creed (piestêute) en el evangelio

Se ha cumplido/llenado (peplèrôtai) el tiempo (kairos). Se ha cumplido el tiempo, que no aparece como kronos (tiempo cronológico, de astros o reloj: cronología), sino como kairos (tiempo humanizado, en la línea de acontecimiento, mutación antropológica, histórica y socia). Nosotros, occidentales modernos, que simplificamos las cosas, solemos utilizar para todo el mismo término (tiempo, time), aunque la filosofía moderna comenzó precisamente analizando los diversos sentidos de tiempo, partiendo de M. Heidegger, Sein und Zeit (Ser y tiempo, 1927), retomando motivos que habían sido analizados en otro tiempo por los clásicos bíblicos (cf. Kohelet 3).

Lo que se ha cumplido, según Mc 1, 15 no es el kronos cósmico (a pesar de Gal 4, 4: al llegar la plenitud del kronos, tiempo), sino el kairos de la historia humana.  Ese kairos (tiempo de la acción y del pecado de los hombres, tiempo de la manifestación de Dios) se había cumplido/llenado cuando Jesús anunciaba el reino: Había crecido de forma insoportable la maldad histórico/social de los hombre, se había cumplido la paciencia/esperanza de Dios.

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