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Domingo 34. Ciclo B. Fiesta de Cristo Rey

Domingo, 25 de noviembre de 2018
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J026_PantocratorDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Como la Iglesia siempre va por sus caminos, el próximo domingo termina el año litúrgico, con más de un mes de anticipación al año civil. Los domingos posteriores los dedicaremos a preparar la Navidad (tiempo de Adviento) y a celebrarla. Pero ahora nos toca cerrar el año, y la Iglesia lo hace con la fiesta de Cristo Rey.

Motivo y sentido de la fiesta

No se trata de una fiesta muy antigua, la instituyó Pío XI en 1925. Por eso, cuando se buscan imágenes de Cristo Rey en Internet, aparece una serie de estampitas horribles, de pésimo gusto, en las que siempre lleva una corona en la cabeza. En cambio, el arte románico y el gótico, cuando representan a Jesús en majestad lo hacen como Maestro, con la mano derecha levantada en señal de enseñar, no como Rey.

            ¿Por qué quiso Pío XI subrayar este aspecto? Para comprenderlo hay que recordar la fecha de la institución de la fiesta: 1925. La Primera Guerra Mundial ha terminado hace siete años. Alemania, Francia, Italia, Rusia, Inglaterra, Austria, incluso los Estados Unidos, han tenido millones de muertos. La crisis económica y social posterior fue tan dura que provocó la caída del zar y la instauración del régimen comunista en Rusia en 1917; la aparición del fascismo en Italia, con la marcha sobre Roma de Mussolini en 1922, y la del nazismo, con el Putsch de Hitler en 1923. Mientras en los Estados Unidos se vive una época de euforia económica, que llevará a la catástrofe de 1929, en Europa la situación de paro, hambre y tensiones sociales es terrible.

            Ante esta situación, Pío XI no hace un simple análisis socio-político-económico. Se remonta a un nivel más alto, y piensa que la causa de todos los males, de la guerra y de todo lo que siguió, fue el “haber alejado a Cristo y su ley de la propia vida, de la familia y de la sociedad”; y que “no podría haber esperanza de paz duradera entre los pueblos mientras los individuos y las naciones negasen y rechazasen el imperio de Cristo Salvador”. Por eso, piensa que lo mejor que él puede hacer como Pontífice para renovar y reforzar la paz es “restaurar el Reino de Nuestro Señor”. Las palabras entre comillas las he tomado del comienzo de la encíclica Quas primas, con la que instituye la fiesta.

            La posible objeción es evidente: ¿se pueden resolver tantos problemas con la simple instauración de una fiesta en honor de Cristo Rey?, ¿conseguirá una fiesta cambiar los corazones de la gente? Los noventa años que han pasado desde entonces demuestran que no.

            Por eso, en 1970 se cambió el sentido de la fiesta. Pío XI la había colocado en el mes de octubre, el domingo anterior a Todos los Santos. En 1970 fue trasladada al último domingo del año litúrgico, como culminación de lo que se ha venido recordando a propósito de la persona y el mensaje de Jesús.

            Ahora, la celebración no pretende primariamente restaurar ni reforzar la paz entre las naciones sino felicitar a Cristo por su triunfo. Como si después de su vida de esfuerzo y dedicación a los demás hasta la muerte le concedieran el mayor premio.

Las lecturas

            La primera lectura, de Daniel, anuncia el triunfo del Hijo del Hombre, que recibe el poder y la gloria.

Yo seguía contemplando en las visiones de la noche: Y he aquí que en las nubes del cielo venía como un Hijo de hombre. Se dirigió hacia el anciano y fue llevado a su presencia. A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás.

            La segunda, del Apocalipsis, llama a Jesús “Príncipe de los reyes de la tierra”. Pero no se considera por encima de nosotros ni lejos de nosotros. “Nos ama y nos ha lavado con su sangre”, y nos hace compartir su dignidad convirtiéndonos en un “reino de sacerdotes”. Tras la desaparición de la monarquía judía, esta expresión significaba que el pueblo estaría regido por sacerdotes. El Apocalipsis lo enfoca de manera distinta: no exalta el poder de los sacerdotes, sino el carácter sacerdotal del pueblo de Dios.

Y de parte de Jesucristo, el Testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, el Príncipe de los reyes de la tierra. Al que nos ama y nos ha lavado con su sangre de nuestros pecados y ha hecho de nosotros un Reino de Sacerdotes para su Dios y Padre, a él la gloria y el poder por los siglos. Amén. Mirad, que viene acompañado de nubes; todo ojo le verá, hasta los que le traspasaron, y por él harán duelo todas las razas de la tierra. Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, Aquel que es, que era y que va a venir, el Todopoderoso.

            La tercera, del evangelio de Juan, ofrece una visión más crítica de la realeza. Es un auténtico interrogatorio, en el que Pilato formula cuatro preguntas; pero Jesús no es un acusado que se limita a responder. A la primera pregunta responde con otra pregunta casi insultante para un prefecto romano. A la segunda, “¿Qué has hecho?”, tampoco responde. Se remonta a la pregunta inicial de Pilato sobre si es el rey de los judíos, y se expresa de forma tan desconcertante, hablando de “un reino que no es de aquí”, que a Pilato no le quedan las ideas claras. Su pregunta final no es “¿Eres tú el rey de los judíos”, sino “¿Luego tú eres rey?”. La dimensión nacionalista desaparece; lo importante es la realeza misma de Jesús. Después de lo anterior, lo lógico sería que Jesús se limitase a responder: “Sí, soy rey”. En cambio, añade algo absolutamente nuevo: no ha venido a gobernar, ni a recibir honor y gloria, sino a dar testimonio de la verdad. Si recordamos que él es “el camino, la verdad y la vida”, Jesús ha venido a dar testimonio de sí mismo, a darse a conocer, a demostrar a la gente que “tanto amó Dios al mundo, que le dio a su hijo unigénito”. Un testimonio por el que lo acusarán de blasfemo y que, entre otros motivos, le costará la vida.

Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: “¿Eres tú el Rey de los judíos?” Respondió Jesús: “¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?”  Pilato respondió: “¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?” Respondió Jesús: “Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí.” Entonces Pilato le dijo: “¿Luego tú eres Rey?” Respondió Jesús: “Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.”

Reflexión personal

 Generalmente esperamos de la homilía que nos ilumine y nos anime a ser mejores, a vivir de acuerdo con la enseñanza y el ejemplo de Jesús. Y esto es esencial si tenemos en cuenta las últimas palabras del evangelio: “Todo el que es de la verdad escucha mi voz”. Pero la fiesta de Cristo Rey nos invita también a felicitar, dar la enhorabuena a quien tanto ha hecho por nosotros.

Al mismo tiempo, el sentido primitivo de la fiesta encaja perfectamente con la situación que vivimos hoy de problemas sociales, políticos y económicos. No podemos ser ingenuos en las soluciones, pero tampoco podemos negarle la razón a Pío XI: si el mundo viviese de acuerdo con el evangelio, otro gallo nos cantaría.

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Jesucristo Rey del Universo. Último Domingo del Tiempo Ordinario. 25 de Noviembre de 2018

Domingo, 25 de noviembre de 2018
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“Tú lo dices: Soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.”

(Jn 18, 33-37)

Jesús es Rey. Hoy celebramos precisamente eso: Jesucristo Rey del Universo. Pero hay que reconocer que después de tantos reyes (¡y de tantos tiranos!) la imagen de rey no nos cae simpática. Tampoco los gobernantes nos ofrecen una imagen en la que apoyarnos.

Vivimos un cambio de época en el que las instituciones y los organismos de poder se encuentran en crisis, algo que sucede en la historia con una rítmica periodicidad.

El poder tiende a convertir a todos en lo mismo. Da exactamente igual si uno llega al poder por heredar un apellido o por aclamación popular, una vez en el poder se sucumbe al propio bienestar y al de los más cercanos. Pasa con los grandes poderes y pasa con los pequeños.

Tal vez por eso Jesús se apartó siempre del poder. Cuando las multitudes quieren proclamarlo rey él se aparta. Él había venido para servir. Parece que el único antídoto contra la tiranía es precisamente el servicio al estilo de Jesús.

Pero no nos engañemos, el servicio es desagradable. Ponerse a los pies de los demás facilita el ser pisoteado. Y también se corre el peligro de caer en el servilismo que denigra.

El camino que recorre Jesús es estrecho y poco claro. Caminar tras sus huellas es decidirse a dejarse confrontar continuamente.

El mismo Jesús se pasa medio evangelio “retirándose a orar”. Jesús se hizo ser humano y pasó por las mismas dudas y las mismas tentaciones que pasamos todas las personas.

Su reinado estaba al servicio de la verdad. Y la verdad suele ser siempre más amplia. Nuestros puntos de vista, nuestra claridad meridiana suelen palidecer cuando se descubre la verdad. La verdad no se deja poseer por una sola persona. Al contrario, se reparte. Todas tenemos algo de verdad. El problema es creer que esa pequeña verdad que tenemos es la verdad completa. Ese es el principio de la tiranía y del fanatismo.

Oración

¡Que venga tu reino, Trinidad Santa! Ábrenos la mente para que podamos reconocer que Tu Verdad es siempre más amplia de lo que alcanzamos a ver.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Serás rey de ti mismo si despliegas las exigencias de tu verdadero ser

Domingo, 25 de noviembre de 2018
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corona-hombre-6Jn 18, 33-37

Es muy importante que tengamos una pequeña idea del momento y el motivo por el que se instituyó esta fiesta. Fue Pío XI en 1925, cuando la Iglesia estaba perdiendo su poder y su prestigio acosada por la modernidad. Con esta fiesta se intentó recuperar el terreno perdido ante un mundo secular, laicista y descreído. En la encíclica se dan las razones para instituir la fiesta: “recuperar el reinado de Cristo y de su Iglesia”. Para un Papa de aquella época, era inaceptable que las naciones hicieran sus leyes al margen de la Iglesia.

Ha sido para mí una gran alegría y esperanza el descubrir en una homilía sobre esta fiesta del papa Francisco, una visión mucho más de acuerdo con el evangelio. Pio XI habla de recuperar el poder de Cristo y de su Iglesia. El papa Francisco habla, una y otra vez, de Jesús poniéndose al servicio de los más desfavorecidos. No se trata de un cambio de lenguaje sino de la superación de la idea de poder en el que la Iglesia ha vivido durante tantos siglos. El cambio debía ser aceptado y promovido por todos los cristianos.

El contexto del evangelio que hemos leído, es el proceso ante Pilato, a continuación de las negaciones de Pedro, donde queda claro, que Pedro ni fue rey de sí mismo ni fue sincero. Es muy poco probable que el diálogo sea histórico, pero nos está transmitiendo lo que una comunidad muy avanzada de finales del s. I pensaba sobre Jesús. Dos breves frases puestas en boca de Jesús nos pueden dar la pauta de reflexión: “mi Reino no es de este mundo” y “yo para eso he venido, para ser testigo de la verdad”.

¿Qué significa un Reino, que no es de este mundo? Se trata de una expresión que no podemos “comprender” porque todos los conceptos que podemos utilizar son de este mundo. ¿En qué estamos pensando los cristianos cuando, después de estas palabras, nombramos a Cristo rey, no solo del mundo sino del universo? Con el evangelio en la mano no es fácil justificar el poder absoluto que la Iglesia ha ejercido durante siglos.

Tal vez encontremos una pista en la otra frase: “he venido para ser testigo de la verdad”. Pero solo si no entendemos la verdad como verdad lógica (adecuación de una formulación racional a la realidad) sino entendiéndola como verdad ontológica, es decir, como la adecuación de un ser a lo que debe ser según su naturaleza. Jesús siendo auténtico, siendo verdad, es verdadero Rey. Pero lo que le pide su verdadero ser (Dios) es ponerse al servicio de todo aquel que le necesite, no imponer nada a los demás.

No se trata de morir por defender una doctrina. Se trata de morir por el hombre. Se trata de dar testimonio de lo que es el hombre en su verdadera realidad. El Hijo de hombre (único título que Jesús se aplica a sí mismo), nos da la clave para entender lo que pensaba de sí mismo. Se considera el hombre auténtico, el modelo de hombre, el hombre acabado, el hombre verdad. Su intención es que todos lleguen a identificarse con él. Jesús es la referencia para el que quiera manifestar la verdadera calidad humana.

Poco después del párrafo que hemos leído, Pilato saca afuera a Jesús, después de ser azotado, y dice a la multitud: “Este es el hombre”Jesús no solo es el modelo de hombre, sino que exige a sus seguidores que demuestren con su vida, que responden al modelo que ven en él. Jesús dice: soy rey”, no: soy el rey. Indicando así que todo el que se identifique con él, será también rey. Esa es la meta que Dios quiere para todos los seres humanos. Rey de poder solo puede haber uno. Reyes servidores debemos ser todos. No se trata de que un hombre reine sobre otro, sino de un Reino donde todos se sientan reyes.

Cuando los hebreos (nómadas) entran en contacto con la gente que vivía en ciudades, descubren las ventajas de aquella estructura social y piden a Dios un rey. Esto fue interpretado por los profetas como una traición (el único rey de Israel es Dios); pero al final tienen que ceder. El rey era el que cuidaba de una ciudad o un pequeño grupo de pueblos. Tenía la responsabilidad de que hubiera orden en las relaciones sociales. Les defendía de los enemigos, se preocupaba de los alimentos, impartía justicia… El Mesías esperado siempre respondió a esta dinámica materialista. Los primeros cristianos no pudieron aceptar un cambio tan radical como el que Jesús les proponía y siguieron con el Mesías glorioso.

Solo en este contexto podemos entender la predicación de Jesús sobre el Reino de Dios. Sin embargo el contenido que él le da es más profundo. En tiempo de Jesús, el futuro Reino de Dios se entendía como una victoria del pueblo judío sobre los gentiles y una victoria de los buenos sobre los malos. Jesús predica un Reino de Dios muy distinto; un Reino del que nadie va a quedar excluido, y del que forman parte las prostitu­tas, los pecadores, los marginados. También los gentiles están llamados, pero muchos judíos se quedarán fuera. El Reino que Jesús anuncia no tiene nada que ver con las expectativas de los judíos de la época. Por desgracia tampoco tiene nada que ver con las expectativas de los cristianos hoy.

Hay otros datos que pueden darnos luz. Jesús, en el desierto, percibió el poder como una tentación: “Te daré todo el poder de estos reinos y su gloria”. En Jn, después de la multiplicación de los panes, la multitud quiere proclamarle rey, pero él se escapa a la montaña, él solo. Toda la predicación de Jesús gira entorno al “Reino”; pero no se trata de un reino suyo, sino de “el Reino de Dios”. Jesús nunca se propuso él mismo como objeto de su predicación. Es un error confundir el “reino de Dios” con el reino de Jesús. Mayor disparate es querer identificarlo con el poder de la Iglesia, que es lo que pretendió la fiesta.

La característica fundamental del Reino predicado por Jesús es que ya está aquí, aunque no se identifica con las realidades mundanas. No hay que esperar a un tiempo escatológico, sino que ha comenzado ya. “No se dirá está aquí o está allá, porque mirad: el reino de Dios está dentro de vosotros”. No se trata de preparar un reino para Dios, se trata de un reino que es Dios. Cuando decimos “reina la paz”, no estamos diciendo que la paz tenga un reino. Se trata de hacer presente a Dios entre nosotros, siendo lo que tenemos que ser. No es un reino de personas físicas, sino de actitudes vitales.

¿Es éste el sentido que le damos a la fiesta? Cualquier connotación que el título tenga con el poder, tergiversa el mensaje de Jesús. Una corona de oro en la cabeza y un cetro de brillantes en las manos de Jesús, son mucho más denigrantes que la corona de espinas y la caña que le pusieron los soldados. Si no nos damos cuenta de esto, es que estamos proyectando sobre Dios y sobre Jesús nuestros propios anhelos de poder. Ni el “Dios todopoderoso” ni el “Cristo del Gran Poder” tienen absolutamente nada que ver con el evangelio. El Dios de Jesús es el “Abba”, padre y madre que cuida de nosotros.

Hace unos domingos nos decía Jesús que el que quiera ser primero, sea el último y el que quiera ser grande, sea el servidor. Ese afán de identificar a Jesús con el poder y la gloria, ¿no será una manera de justificar nuestro afán de poder y de estar por encima de los demás? Nuestro yo, creado y sostenido por la razón, no ve más futuro que potenciarse al máximo. Como no nos gusta lo que dice Jesús, tratamos por todos los medios de hacer le decir lo que a nosotros nos interesa. Eso es lo que siempre hemos hecho con la Escritura.

Meditación

Jesús está hablando de la autenticidad de su ser,
Falso es todo aquello que aparenta ser lo que no es.
Ser Verdad es ser lo que somos sin falsearlo.
El objetivo de tu vida, es descubrir tu verdadero ser
y manifestarlo en todo momento.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Un rey que nace en un establo.

Domingo, 25 de noviembre de 2018
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navidad-nacimiento-del-nino-dios-en-la-gruta-de-la-montana“A los galgos del rey no se les escapa liebre alguna” (Refrán español)

25 de noviembre. Domingo XXXIV. Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo

Jn 18, 33b-37

Tú lo dices, soy Rey

No hay cuna real en el establo, ni hay ministros; ni tampoco partera. Tan sólo hay un pesebre, una vaca y un buey, y una mujer y un hombre con aire de criados. Luego nacerá un niño que un día dirá a un gobernador: Soy rey. Sin embargo, los ángeles, en lugar de entonar el Gloria in excelsis Deo, le cantarán al recién nacido esta canción popular:

“Pobre y con honor
madre me parió a mí”.

En un sarcófago antiguo puede verse la escena de un zapatero y un hilandero trabajando.   San Pablo, al igual que ellos, era un trabajador manual, (Hechos 18, 3). Se dedicaba a trabajar el cuero…, predicaban mientras trabajaban, para no tener que vivir a costa de nadieSi quis non vult operari nec manducet”; es decir, “Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma”, como dijo el apóstol en su Segunda Carta a los Tesalonicenses.

He recorrido mi ciudad, y en ella he visto calles, iglesias, palacios, supermercados, tiendas de lujo, y pobres que demandaban limosnas. En mi parroquia he visto también a la puerta de entrada a un mendigo que, desde hacía años recibía de los feligreses compasivos, sonrisas y dinero. Yo me he negado a hacerlo, y me entristecía el dinero y las sonrisas de los feligreses, porque pensaba que aquellas donaciones empobrecían al pordiosero, que le condenaba a ser un pedigüeño para siempre. A no ser libre y pensar por sí mismo. ¿O recibe quizás órdenes de otros para ello?, como le ocurrió a Quinto, a quien el Emperador romano Cómodo le dijo, según nos cuenta el autor del último Premio Planeta Yo, Julia“Tú no piensas, ya pienso yo por los dos, por la urbe entera”. Y aquel día, en la misa de domingo, en el momento que se dan limosnas, pensé en un niño nacido pobre en un establo y di la mía rezando esta plegaria:

¡Señor, cómo me gustaría que cambiaras su eterna profesión al pedigüeño!

Cerré los ojos, borré la figura del mendigo de mi mente, y dibujé el rostro de Jesús en ese lienzo.

La realidad es que Jesús, de Rey nada de nada. En su último libro Simón Pedro, Pablo de Tarso y María Magdala dice Bart D. Ehrman: “El Jesús histórico era un campesino analfabeto de una zona rural, remota y atrasado, del Imperio romano. Cuando nos abrimos paso entre las leyendas que rodean su mundo posterior, lo que encontramos es un hombre común y corriente”. En lo que sí fue Rey, es evidente en su doctrina, en ella sentó cátedra de riqueza infinita. Aquí sí fue todo de todo.

Cátedra rica e insondable, de la que seguimos y seguiremos viviendo los cristianos desde hace más de XX siglos. En su extensa y profunda biblioteca, las enseñanzas de salen de las páginas de los libros.

¡¡Derrama, Señor, la ciencia de tus libros en los nuestros!! 

Dice nuestro refranero que “A los galgos del rey no se les escapa liebre alguna”.

Y un proverbio chino dice: Siempre queda algo de fragancia en la mano que da rosas.

LA LEYENDA DEL REY POBRE (Fragmentos)

El más pobre de un pueblito, que poco le importaba la guerra, sólo podía pensar en una cosa, y eso era comer. No tenía nada, ni techo, ni ropa decente. El vocero del rey había estado viajando pueblo por pueblo para reclutar los hombres más valientes y fuertes. Él no era fuerte, pero tenía algo que muchos hombres no poseían, y eso era experiencia, el vivir en la calle era una guerra constante, y muchas veces había tenido que pelear por un pedazo de comida o un lugar para dormir tranquilo. Era hábil y veloz, y había aprendido a ganar una pelea. Así que lo pensó, el ejército tiene comida para todos los días y una cama para dormir. Sonaba tentador, y como la muerte no le asustaba se enlistó al ejército.

Tuvieron varias semanas de entrenamiento antes de partir a la guerra. La dama de la nobleza, Circulina, le había visitado en varias ocasiones. Incluso le había llamado su amigo y le había hecho prometer que volviera de la guerra como un héroe de batalla nombrado capitán. Finalmente fue ascendido a capitán general una vez que el reino vecino fue vencido. Seios tenía el puesto más alto en toda la milicia y era el hombre más cercano al rey, ya que este le debía su reino a su fuerza de voluntad y su diligencia.

La boda con Cicurina no tardó en llegar. Y se rumoreaba que fueron muy felices en su vida de casados. El rey hizo llamar al capitán general Seios, el hombre que él consideraba de más confianza, a su alcoba. Allí le informó sus intenciones, sabía que no podía detener su final, y que, con su único hijo muerto, no había heredero legitimo para la corona, y sólo había un hombre en el que confiaba lo suficiente para dejar el reino en sus manos y poder morir tranquilo.

El general se resistió, ahora podía vivir en una casa grande y pertenecer a la nobleza, pero nunca pudo olvidar de donde venía, las calles estaban grabadas en sus recuerdos y constantemente le recordaban quien era en realidad. “Que un hombre pobre como yo tenga la corona, será un deshonor para usted y para todo el linaje real que en paz descanse”, “No eres un hombre pobre, eres un hombre fuerte, capaz de salvar a un reino entero, si no te hubiera tenido en el ejército este reino tendría a un mercenario por rey”. El rey le entregó la corona, confiándole el reino entero a sus manos, y le hizo prometer que velaría por el reino con el mismo espíritu indomable con el que lo había hecho en batalla.

La leyenda del rey pobre nunca fue olvidada en aquel reino, y nadie se atrevió ni una sola vez a cuestionar su lugar, porque su mandato fue regido con su espíritu inamovible, así como se lo prometió a su anterior rey.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Cristo ¿rey?

Domingo, 25 de noviembre de 2018
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cd01e3397f71b6db586fbddd31f19e19-catholic-art-spiritualityA lo largo de toda su predicación y especialmente en el inicio de su misión, Jesús nos habla de un reino y de su inminencia. Este reino aparece en los evangelios innumerables veces, para indicar que hay una nueva realidad que está naciendo, que está entre nosotros o que vendrá en un futuro no muy lejano.

No sin razón algunos grupos judíos, como los zelotas, comprendieron este Reino en clave política de salvación del pueblo de Israel. Pero Jesús no parece cumplir las expectativas políticas, por lo menos a primera vista. Su reino es claramente especial y escatológico y para entenderlo hay que hacerse con el lenguaje paradójico y amplio de las parábolas y aceptar su implicancia entre pobres, enfermos, excluidos…

Pero el final de la vida de Jesús abre explícitamente el interrogante: ¿es Jesús el rey de los judíos? Podríamos decir que en los evangelios sinópticos Jesús no quiere responder a la pregunta por posibles interpretaciones erróneas de esta realeza. Pero Jesús no lo rechaza: “Tú lo dices”. Y, si bien los judíos no aceptan el título, este se mantiene firme como testimonio en el letrero de la cruz: “Jesús Nazareno, rey de los judíos”. En el evangelio de Juan, Jesús no solo no lo rechaza sino que además lo confirma “Sí, yo soy rey”.

Así, en todos los casos, el final de Jesús está marcado por la pregunta acerca de esta realeza. Y aparece en comparación con la autoridad romana. El confrontamiento entre Pilato y Jesús abre la comparación entre dos tipos de realeza. ¿Pilato o Jesús? ¿Cuál es el modelo de liderazgo? ¿Quién está del lado de la verdad? En definitiva, ¿qué tipo de rey y qué tipo de reino?

La pregunta se mantiene abierta y la comprensión de la realeza va progresando y adquiriendo nuevos significados tras la muerte de Jesús. Las primeras comunidades entendieron a Jesús Rey por encima de todos los poderes y lo cantaban en sus himnos. Así lo entienden, por ejemplo, los colosenses:

Él es la imagen del Dios invisible,
el primogénito de toda creación,
porque por medio de él fueron creadas todas las cosas
en el cielo y en la tierra, visibles e invisibles,
sean tronos, poderes, principados o autoridades:
todo ha sido creado
por medio de él y para él.
Él es anterior a todas las cosas,
que por medio de él forman un todo coherente.
Él es la cabeza del cuerpo,
que es la iglesia.
Él es el principio,
el primogénito de la resurrección,
para ser en todo el primero.
Porque a Dios le agradó habitar en él con toda su plenitud
y, por medio de él, reconciliar consigo todas las cosas,
tanto las que están en la tierra como las que están en el cielo,
haciendo la paz mediante la sangre que derramó en la cruz.

Muchos autores contemporáneos, por su parte, afirman que se trata de un reino político y social. Es decir, seguir a Jesus implicaría regirse por normas económicas y políticas como el cuidado, la austeridad (si no pobreza), el servicio, la no violencia y la afirmación de principios “hasta dar la vida”. También hay interpretaciones más individualistas o sociológicas que hablan de un reino que va naciendo y creciendo en nuestro interior, en nuestros grupos, en la Iglesia. Otros afirman que se trata de un reino escatológico en el que se hará justicia al final de los tiempos. Otros dan una interpretación cristológica que asocia la cruz a la imagen verdadera y plena de la misericordia del Padre y por ello la verdadera imagen de Cristo y su realeza.

Hoy celebrarnos a Jesús como el líder de este reino, el Rey. La Iglesia propone la fiesta de Cristo Rey como el final del año litúrgico. Así, junto a las comunidades de los orígenes y a las de los siglos siguientes y, sea cual sea la interpretación que adoptemos, estamos invitados a posicionarnos respecto a qué realeza y qué tipo de rey queremos. Podemos nosotros buscar nuestra propia comprensión de esta realeza.

Con esta fiesta se cierra el año litúrgico. A partir de ahora comenzaremos el tiempo Adviento y un nuevo ciclo litúrgico.

Paula Depalma

Fuente Fe Adulta

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Jesús no fue de sangre azul.

Domingo, 25 de noviembre de 2018
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fc3f43c9-c171-40f1-88c2-f3db67930df0Del blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

01. O SEA QUE ¿TÚ ERES REY?

Que Pilato le pregunte a Jesús si es rey tiene una ironía y retranca más que llamativa. Imaginemos a un pobre hombre, detenido de noche, hace unas pocas horas en un huerto. Es llevado como reo al tribunal de Estrasburgo o al Capitolio de Washington y le acusan de ser o hacerse pasar por rey.

¿Quién es ese pobre hombre frente a Pilatos, ante Roma, frente al esplendor religioso del Templo?

Jesús responde sí, “Yo soy Rey”, pero mi Reino no es como los de este mundo.

De esta fiesta, de esta invocación de Cristo como rey, se ha hecho una mala e interesada lectura y se han cometido no pocas barbaridades en la historia al grito de “Cristo Rey”.

Mejor purificar esta fiesta de todas esas adherencias interesadas y quedarnos con que Cristo es Señor del Universo.

02. DENSIDAD CRISTOLÓGICA.

El evangelio de san Juan, como los otros tres evangelios, tienen sus peculiaridades. El de Juan es de una gran densidad cristológica, es un evangelio plenamente centrado en Cristo Jesús.

San Juan No emplea la expresión “Reino De Dios o Reino de los cielos”. Tampoco hay en san Juan imágenes para hablar de la Iglesia. Así como san Pablo emplea símbolos comunitarios a la hora de hablar de la Iglesia: la Iglesia es pueblo, Templo, Cuerpo, esposa, etc. San Juan no utiliza imágenes comunitarias. Lo que importa es estar unido a Cristo, a la vid, al pastor.

En Juan no hay Reino, sin embargo hay “Rey”: YO SOY REY. En Juan no hay pueblo, pero “uno tiene que morir por el pueblo. En Juan, Cristo es el buen Pastor y hemos de seguir a Cristo, las relaciones entre las ovejas no aparecen. La imagen de la vid es también cristológica. La vida nos viene de la cepa. Los sarmientos hemos de estar unidos a la vid, a Cristo, de Él nos viene la vida.

Se trata de una gran concentración cristológica.

En situaciones de dificultades sociopolíticas, de bajonazos y despotismos políticos, eclesiásticos, comunitarios, volvamos a Cristo.

No es el hombre para la Iglesia, sino la Iglesia para el hombre.

Volvamos a Cristo. Como subraya la tradición del evangelio de San Juan: permanezcamos en Él. (Es constante en la tradición de San Juan la idea de permanecer en Cristo).

La realeza de Cristo es: Venid a mí todos los que estás cansados y agobiados, yo os aliviaré; mi yugo es llevadero y mi carga ligera, (Mt 11,20-30).

f5dbfde1-2c21-45ca-b033-13703dca58b203. REINADO DE CRISTO.

Las palabras, el lenguaje valen en cuanto significan.

Quizás todo esto de la realeza a nosotros no nos sea ya muy revelador. Guardemos el texto, pero entremos en su contenido. El ámbito del reinado de Cristo no es como los de este mundo: aspiraciones de poder, de fuerza económica, militar, en la violencia de todo tipo con artes maquiavélicas. Así se funciona en los gobiernos, incluidos los religiosos y eclesiásticos de este mundo. Lo estamos viendo y padeciendo todos los días.

Mi reino no es como los de este mundo en el que los príncipes de la tierra tiranizan y oprimen a los suyos; entre vosotros no ha de ser así, el que quiera ser el mayor que se haga el menor y servidor. El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por todos. (Mc 10, 42-45).

El pasado lunes, día 12 de este mes de noviembre, pedía Francisco a los obispos en su homilía en Santa Marta: que fuesen obispos “humildes”, que no sean “príncipes” ni “hombres de negocios”. “El obispo es administrador de Dios, no de bienes, de poder, no: de Dios. Siempre tiene que corregirse a sí mismo y preguntarse: ‘¿Yo soy un administrador de Dios o soy un hombre de negocios?”.

Los criterios cristianos no son los de este mundo.

04. ESTAMOS EN CRISTO.

Algunos teólogos del siglo XX (en torno al Vaticano II) desarrollaron una hermosa teología desde o para esta imagen de Cristo Rey, Cristo Señor del Universo y de la historia.

El P. Alfaro hablaba de Cristofinalización. Teilhard de Chadin hablaba de Cristogénesis como etapa final de la humanidad y del cosmos.
Esta visión de la historia es fuente de esperanza y causa un gran consuelo. JesuCristo encuadra nuestra vida.

En la vigilia pascual decimos ante la luz -cirio pascual- del Señor: Cristo principio y fin, alfa y omega.

La fiesta de Cristo rey es de sencillez, humildad y de futuro. Aquí no hay noches de triunfos electorales, ni victorias aplastantes, ni sentimientos de venganza. No se trata de una victoria sobre nuestros enemigos. Se trata de que siempre emerge el amor sobre el odio, la verdad sobre la mentira, el servicio sobre el poder.

05. VIVIR EN EL ÁMBITO DE JESUCRISTO HACE BIEN

Vivir en el ámbito de Cristo hace bien, vale la pena. Vivimos en una historia en la que desde el princpio existía el sentido, la Palabra, (Jn 1,1) y sabemos y deseamos que esta historia termina con Cristo: Sí, vengo pronto. Amén. ¡Ven, Señor Jesús! (Ap 22,20)

En la esfera de Cristo se vive tranquilo -no sedado- sino serenamente en paz y comprometido con la vida, con la historia, con las tareas de este mundo.

Pues en esas estamos, nos movemos y somos, que dice el libro de los Hechos, (17,28). Cristo es Señor –Rey, en lenguaje un poco ya sin mucho significado- de nuestra vida. Puede brotar en nosotros un sentimiento y una actitud de serenidad y gratitud profunda: Mirarán al –rey- que transpasaron, (Jn 19,37). Y ese futuro en Cristo es nuestro gran y último horizonte.

TU REINO, ES VIDA, TU REINO ES VERDAD,

VENGA A NOSOTROS TU REINO, SEÑOR.

 

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“Un juicio extraño”. 26 de noviembre de 2017. Solemnidad de Cristo Rey. Mateo 25, 31 – 46

Domingo, 26 de noviembre de 2017
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Las fuentes no admiten dudas. Jesús vive volcado hacia aquellos que ve necesitados de ayuda. Es incapaz de pasar de largo. Ningún sufrimiento le es ajeno. Se identifica con los más pequeños y desvalidos y hace por ellos todo lo que puede. Para él la compasión es lo primero. El único modo de parecernos a Dios: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo».

¿Cómo nos va a extrañar que, al hablar del Juicio final, Jesús presente la compasión como el criterio último y decisivo que juzgará nuestras vidas y nuestra identificación con él? ¿Cómo nos va a extrañar que se presente identificado con todos los pobres y desgraciados de la historia?

Según el relato de Mateo, comparecen ante el Hijo del Hombre, es decir, ante Jesús, el compasivo, «todas las naciones». No se hacen diferencias entre «pueblo elegido» y «pueblo pagano». Nada se dice de las diferentes religiones y cultos. Se habla de algo muy humano y que todos entienden: ¿Qué hemos hecho con todos los que han vivido sufriendo?

El evangelista no se detiene propiamente a describir los detalles de un juicio. Lo que destaca es un doble diálogo que arroja una luz inmensa sobre nuestro presente, y nos abre los ojos para ver que, en definitiva, hay dos maneras de reaccionar ante los que sufren: nos compadecemos y les ayudamos, o nos desentendemos y los abandonamos.

El que habla es un Juez que está identificado con todos los pobres y necesitados: «Cada vez que ayudasteis a uno de estos mis pequeños hermanos, lo hicisteis conmigo». Quienes se han acercado a ayudar a un necesitado, se han acercado a él. Por eso han de estar junto a él en el reino: «Venid, benditos de mi Padre».

Luego se dirige a quienes han vivido sin compasión: «Cada vez que no ayudasteis a uno de estos pequeños, lo dejasteis de hacer conmigo». Quienes se han apartado de los que sufren, se han apartado de Jesús. Es lógico que ahora les diga: «Apartaos de mí». Seguid vuestro camino…

Nuestra vida se está jugando ahora mismo. No hay que esperar ningún juicio. Ahora nos estamos acercando o alejando de los que sufren. Ahora nos estamos acercando o alejando de Cristo. Ahora estamos decidiendo nuestra vida.

José Antonio Pagola

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“Se sentará en el trono de su gloria”. 26 de Noviembre de 2017. Ciclo A. Jesucristo Rey del universo

Domingo, 26 de noviembre de 2017
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Leído en Koinonia:

Ezequiel 34,11-12.15-17: A vosotras, mis ovejas, voy a juzgar entre oveja y oveja.
Salmo responsorial: 22: El Señor es mi pastor, nada me falta.
1Corintios 15,20-26.28:Devolverá a Dios Padre su reino, y así Dios lo será todo para todos.
Mateo 25,31-46:Se sentará en el trono de su gloria y separará a unos de otros.

Problemática pastoral concreta de la festividad de Cristo Rey

Vamos a comenzar removiendo obstáculos, porque hay problemas respecto a los posibles significados de esta fiesta. Veamos algunos:

a) El origen de esta fiesta y su contexto original. Esta fiesta fue establecida en un contexto anterior al Vaticano II, en 1925, por Pío XI, y con un espíritu muy cercano al de cristiandad, cuando el Vaticano expresaba claramente su deseo de que el cristianismo fuera la religión oficial, la religión de los Estados cristianos. Al confesar a Cristo como Rey universal se quería con ello vehicular el deseo de que también la Iglesia fuese testigo y participante ya aquí en la tierra de esa realeza: una realeza de Cristo reconocida, redundaba inevitablemente en una Iglesia respetada, favorecida por el Estado, con alto estatus en la sociedad, fuerte y organizada, que aunque no podía ya revestirse de poder político temporal, al menos podía participar de él por una relación estrecha y armoniosa con los poderes sociales. Durante mucho tiempo, el título de “Cristo Rey”, el “reinado social del Corazón de Jesús”… incluyeron esos aspectos de autoencumbramiento de la Iglesia, olvidando que la práctica de Jesús de Nazaret fue muy distinta, incluso totalmente contraria.

b) El concepto de Reino-monárquico. El Reino no es hoy día la forma más frecuente de organización sociopolítica. La mayor parte de los países son repúblicas, de diferentes rostros, y los reinos que persisten, ya no lo son en su forma clásica, sino en adaptaciones a la cultura política actual (por ejemplo las monarquías “parlamentarias”) que, al superarla, niegan en el fondo la esencia misma de lo que era un “reino”.

Aun siendo conscientes de la limitación inevitable que todo lenguaje teológico tiene por su misma naturaleza analógica, figurada, simbólica, apofática… cada vez más se viene insistiendo en que la palabra “reino” no sería la más adecuada para expresar la utopía bíblico-mesiánica del Reino de Dios, porque en esta altura de la historia la palabra «Reino» ya no expresa una forma de organización sociopolítica deseable para los humanos. Cada vez se evidencia más la dificultad de hablar de Dios (y de Cristo) como “rey”, y de su proyecto escatológico como un “reino”. ¿Estamos seguros de que un reino, una monarquía, podría ser una analogía del “Reino de Dios” realizado? La realización del reino de Dios, ¿no exigiría la superación de muchos aspectos de lo que es una monarquía, un “reino”? Acaso una comunidad, ¿puede ser comparada con un «reino», con una «monarquía»? ¿Y una familia?

Pablo Suess viene proponiendo la expresión “democracia participativa del RD” para corregir la evocación que el término clásico conlleva. Ya sabemos que no se puede simplemente sustituir una expresión por otra, pero es bueno aludir con frecuencia a esa insuficiencia de la expresión clásica, para hacer caer en la cuenta a los oyentes, y para liberar al contenido (el Reino mismo, el significado), de las limitaciones del significante (una palabra no completamente adecuada).

Para hablar del Reino puede ser mejor hablar del Proyecto, de la Utopía de Dios… que hacemos nuestra: queremos «construir la Democracia de Dios, cósmica, pluralista, inclusiva, y por eso, amorosa, encarnación viva del Dios de los mil rostros, colores, géneros, culturas, etnias, sentidos…».

c) Connotación de género en la palabra “Reino”.

Es útil saber que en el ámbito de la teología feminista angloparlante se rechaza también la expresión (God’s Kingdom), a causa de su machismo larvado (kingdom alude directamente a king, no a queen…). En castellano no tenemos ese problema en esta expresión, pero el saber que existe en otras lenguas invita a prevenirlo en su uso consciente.

Los grandes temas de la fiesta de hoy y de la semana

Hay varios grandes temas que podrían servir para orientar la reflexión de la homilía o la reflexión del círculo bíblico o la comunidad cristiana en torno a los textos de este domingo. Habrá que elegir entre ellos. Aquí sólo los apuntamos:

a) El Reino de Dios, como contenido del mensaje de Jesús. Jesús nunca se proclamó Rey: nada más lejos de Él. Lo que Jesús hizo fue ponerse al servicio total del Reino, de forma que éste fue el centro mismo de su predicación y de su vida, la Causa por la que dio la vida. Importa pues hacer honor a la identidad verdadera de Jesús: Él no fue rey, ni lo quiso ser nunca, por mucho que algunos cristianos crean que llamándolo así lo honran… La intención puede ser buena, pero el título que de hecho se le atribuye no podría ser de su agrado.

Jesús habló del Reino, fue su servidor y su mensajero, pero sus seguidores se olvidaron del Reino. y lo constituyeron a él como el Reino mismo, como el Rey… El mensaje fue sustituido por el mensajero. Jesús nos indicaba el Reino, como la Causa por la que estaba apasionado y por la que dio su vida, y un buen grupo de seguidores se olvidaron de esa causa, y se enamoraron de Jesús. Es preciso volver a Jesús, y su Causa…

Para hablar concretamente del Reino es bueno reparar en el texto del prefacio de esta fiesta, que da una «descripción» muy plástica de su contenido. Esa idea fue recogida en el conocido estribillo del Salmo 71 del compositor Manzano, que dice: «Tu Reino es Vida, tu Reino es Verdad, tu Reino es Justicia… es Paz… es Gracia… es amor, ¡venga a nosotros tu Reino, Señor». Bien glosada, y debidamente justificada esa perspectiva teológica, puede ser un buen guión para la homilía. Y no debería faltar ese canto en la celebración de hoy.

b) La relación entre cristocentrismo y reinocentrismo. Una cierta interpretación de esta fiesta –muy común por lo demás en el cristianismo en general– propicia un cristocentrismo exagerado, absoluto, que no hace justicia a la verdad de la revelación, al mensaje real de Jesús, a lo que Jesús realmente dijo, no a lo que después dijeron que había dicho. Importa pues pastoralmente discernir una «correcta jerarquía de valores», que la teología de la liberación fue la primera que dio en llamar “reinocentrismo”, con tal fuerza de persuasión, que no hay teología ni espiritualidad honesta que se puedan resistir.

c) El mesianismo de Jesús. La aclamación o la espera de Jesús como Rey se dio en el contexto del mesianismo: se esperaba un liberador. Hoy la postración es tal que ni siquiera se espera nada, pudiendo hacer de la aclamación de Jesús como Rey algo bien alejado de lo que el mesías supuso realmente para los que lo esperaron.

d) La dimensión escatológica: el final de los tiempos, nuestro ineludible caminar en la historia, el “juicio final”… El final del año litúrgico nos hace tematizar en nuestra reflexión el final mismo de la historia, y el final también de nuestras vidas personales. Pero ya en un contexto mental diferente, en el que sabemos que nuestra aventura humana no es la razón del cosmos, que el mundo no acabará el día que Dios decida acabar el ciclo de la humanidad y pasar a la vida eterna, y que no se trata de que estemos aquí para una prueba que se verificará en el día del juicio final, tras lo cual iríamos al cielo o al infierno…

El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 100 de la serie «Un tal Jesús», de los hermanos LÓPEZ VIGIL, titulado «El juicio de las naciones». El guión y su comentario pueden ser tomados de aquí: http://www.untaljesus.net/texesp.php?id=1500100 Puede ser escuchado aquí:http://www.untaljesus.net/audios/cap100b.mp3

La serie «Otro Dios es posible», de los mismos autores, tiene un capítulo (5 minutos de entrevista con Jesús que vuelve a la Tierra) titulado «¿Fin del mundo?», relacionado con el escenario en el que transcurre la imagen del evangelio de este domingo; puede ser recogido en:http://emisoraslatinas.net/entrevista.php?id=180089

Para la revisión de vida

El Reino de Dios fue el “leit motiv”, el estribillo de la vida de Jesús, el centro de su predicación, el motivo de sus milagros, la razón de ser de su fidelidad hasta la muerte, la corona de su resurrección. ¿Qué es para mí el Reino de Dios? ¿Está también en el centro de mi vida? ¿Es mi «Causa», como fue la de Jesús?
Tal vez yo soy de los muchos a quienes la expresión «Reino de Dios» vela más que revela el valor supremo de la vida de Jesús… ¿Me he preocupado por renovar mi comprensión de esa Utopía de Jesús, y de re-formularla adecuadamente?

Para la reunión de grupo

– Basándose en este texto del evangelio, se dice en la teología latinoamericana que, al fin y al cabo, los pobres (el amor efectivo hacia ellos, la opción por su causa) son el «único sacramento universal e imprescindible para la salvación». Todos los demás sacramentos, no son ni tan universales, ni tampoco imprescindibles. Comentar la frase y el tema.

– Si Jesús no fue rey históricamente –bien lejos que estuvo de serlo–, ni se llamó rey, ni dejó que le llamaran así, ni le hubiera gustado que le llamaran así, ¿tiene sentido que nosotros le aclamemos con ese título? ¿Por qué? ¿Podría un cristiano o una comunidad rechazar el dar ese título a Jesús, o ese título expresa un dogma? ¿Puede un cristiano ignorar o rechazar una advocación, una devoción, incluso una devoción oficial? ¿Por qué?

– La llamada “parábola del juicio final” nos cuenta claramente cuál es el criterio con el que «se nos va a examinar»: “tuve hambre y me diste de comer…”. ¿Me doy cuenta de que Dios no nos está pidiendo que hagamos nada «religioso», sino, sencilla y llanamente, que nos preocupemos del prójimo y lo ayudemos en todo lo que podamos?

– Contemplemos una imagen tradicional de “Cristo Rey”: corona, cetro, trono, ropaje… Hagamos un análisis simbólico de la imagen: ¿Qué evoca cada uno de estos elementos simbólicos en la mente o en la piedad de un cristiano/a sencillo/a? Hagamos a continuación un análisis teológico de lo expresado en la pregunta anterior. ¿Cómo calificar esas evocaciones? ¿Cuáles son evangélicas y cuáles antievangélicas? ¿En qué y por qué?

-Utilizar el episodio nº 100 de la serie radiofónica “Un tal Jesús” –citado más arriba– para una reunión de trabajo en el grupo o la comunidad. Tanto el texto como el audio –así como un sugerente comentario bíblico teológico– pueden ser tomados dehttp://radialistas.net/category/un-tal-jesus/

– ¿Qué podemos sugerir al sacerdote para la homilía e esta fiesta?http://radialistas.net/category/un-tal-jesus/

Para la oración de los fieles

– Por la Iglesia de Jesús, para que siga siempre los pasos de aquél no vino a ser servido sino a servir, roguemos al Señor…

– Por todos los que ejercen poder y autoridad en este mundo, para que, como quería Jesús, acepten el poder como la herramienta que permite un servicio más universal y más eficaz, roguemos al Señor…

– Por las religiones que -como en otro tiempo el catolicismo- todavía hoy pretenden estados confesionales, santas cruzadas o repúblicas religiosas, en las que una religión impone a la sociedad la “realeza” de un Dios intolerante y uniformizador: para que comprendan que Dios es amor y pluralidad, y que está contra toda manipulación de su nombre, roguemos al Señor…

– Para que Jesús, el que “pasó haciendo el bien” y “se humilló pasando por uno de tantos” sea nuestro modelo, nuestro guía y -en ese sentido, sí- nuestro rey y nuestra fuerza en la “militancia” por el Reino de Dios, roguemos al Señor…

– Para que los cristianos, y especialmente los teólogos, entremos cada vez más en el nuevo paradigma del diálogo de las religiones, para que siempre sospechemos desconfiadamente de todo planteamiento cristocéntrico que venga a reducirse de hecho en un planteamiento eclesiocéntrico, roguemos al Señor…

Oración comunitaria

 Oh Dios que quisiste fundar todas las cosas en tu amor universal a todos los Pueblos, y en tu comunicación multiforme e inefable con todos ellos. Haz que toda la Creación y la Humanidad, unidas por el Cuidado mutuo y el Diálogo, logre la plenitud del Amor hacia el que siempre le has estado atrayendo. Tú que vives y estás presente en todos los pueblos y religiones desde siempre y para siempre. Amén.

Dios, Padre nuestro, que quieres que en nuestra vida nos veamos libres de toda esclavitud y que luchemos para liberar a los oprimidos, haciendo así presente tu Reino entre nosotros, te pedimos que guíes nuestros pasos para que construyamos un mundo en el que todos vivamos como hermanos, como auténticos hijos tuyos, en paz, en justicia y en libertad. Por Jesucristo.

Dios nuestro y de todos los Pueblos, Tú que, de un modo u otro, esperas a la Humanidad revestido de todos los nombres, por los caminos de todas las religiones; haznos comprender que Tú no quieres encomendarnos una evangelización que someta a los pueblos, ni que arranque culturas y religiosidades, sino un diálogo que promueva el Amor y la Justicia, la Verdad generosa y la Vida para todos y todas. Tú que vives y estás presente en todos los pueblos y religiones desde siempre y para siempre. Amén.

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Dom 26.12.17. Cristo Rey, Dios encarnado. Un examen de conciencia (1)

Domingo, 26 de noviembre de 2017
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23755124_889165477927312_4790226567752676245_nDel blog de Xabier Pikaza:

Fiesta de Cristo Rey, termina el curso/año litúrgico 2017, y es hora de sentarse a “juzgar” (quizá mejor, a discernir), el sentido y marcha de la vida,a partir de la conciencia de humanidad que llevamos dentro.

El evangelio de este domingo de juicio/discernimiento y salvación, es Mt 25, 31-46, el “retablo” o parábola del juicio, que, como indicaré en la próxima postal, es un auto-retrato de Dios. Ciertamente, este pasaje pone a los hombres ante su más honda conciencia. Pero,al mismo tiempo, ofrece un retrato-robot del Dios de Cristo, que se encarna en los hambrientos y oprimidos de la historia.

Sólo desde el fondo del Dios encarnado puede hablarse de un “juicio de la historia de los hombres”, que no es pura comedia, ni simple tragedia, sino un drama fuerte de vida, una aventura increíble de apertura al misterio de la libertad, el drama gozoso y fuerte del Dios de la Vida, que se sitúa ante sí mismo al situarse ante la historia invertida de los hombres.

— El juicio es ante todo un don gracia: el mismo Dios que es Rey viviendo, amando y animando en los oprimidos y expulsados (los sufrientes) de la historia,no desde arriba, sino dentro de ella.

— El juicio es un camino de los hombres en Dios. Viviendo y animando en nuestra propia vida, el Dios de Cristo nos anima a ser como él, dando de comer y beber, acogiendo y ofreciendo dignidad, cuidando a enfermos y encarcelados.

Entendido así, el juicio es un reto de los hombres, pero en especial un reto de Dios, que camina con nosotros como sabe el evangelio al llamarle “emmanuel”. Desde ese fondo quiero ofrecer como texto base de mi visión de Mt 25, 31-45 el trabajo que envié al Encuentro mundial de Pastoral Penitenciaria Católica, que se celebró en Panamá,del 7 al 10 de Febrero de este año, bajo el patrocinio del CELAM.

Por diversas razones no pude acudir al encuentro, pero envié mi estudio bíblico, que ahora, al final del 2017,ofrezco a mis lectores,en un momento cristianamente luminoso y difícil, cuando gran parte de la población (incluso la cristiana) parece ir en contra de lo que dice este pasaje, empezando por los hambrientos y terminando por los encarcelados

Aprovecho esta ocasión para agradecer la invitación de los promotores de aquel encuentro y vuelvo a publicar en dos postales los elementos centrales de mi ponencia, dedicada al estudio de Mt 25, 31-46, desde la perspectiva de los encarcelados, que aparecen en el juicio como signo de los últimos del mundo, los juzgados y condenados de la historia

.A la luz de esos juzgados/condenados del mundo actal quiero ofrecer mi comentario (examen de conciencia) del juicio (¿condena?) de la historia de Dios, perspectiva de la parábola final del Evangelio de Mateo, que hemos venido estudiando este año.

Retomo para ello también las claves de lectura de mi Comentario de Mateo, que se ocupa de un modo especial de este pasaje, con otros trabajos que he dedicado al tema. Buen domingo a todos.

1. Un texto clave (25, 31-46)

En esta parábola, que constituye el final y compendio de las enseñanzas de Jesús, según el evangelio de Mateo, culminan los diversos aspectos del discurso escatológico de Mt 23-25 y de todo el evangelio, desde una perspectiva de revelación de Dios y juicio de los hombres. Algunos rasgos de la revelación y juicio de ese texto pueden encontrarse no sólo en Israel, sino en otras naciones y culturas cercanas y lejanas (de Mesopotamia a Grecia, de Egipto a China…). Pero en su conjunto, este pasaje ofrece un mensaje que es único en la historia de la humanidad y ha marcado no sólo la visión del cristianismo, sino de toda la cultura de occidente (y del mundo) .

[Parábola] 25 31 Pues cuando venga el Hijo del Hombre en su gloria, y todos los ángeles con Él, entonces se sentará en el trono de su gloria; 32 y serán reunidas delante de Él todas las naciones; y separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de las cabras. 33 Y colocará las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.
[Salvación] 34 Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. 35 Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui extranjero y me acogisteis; 36 estaba desnudo y me vestisteis; enfermo y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. 37 Entonces los justos le responderán, diciendo: Señor, ¿cuando te vimos hambriento y te alimentamos, o sediento y te dimos de beber? 38 ¿y cuándo te vimos extranjero y te acogimos o desnudo, y te vestimos? 39 Y cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, vinimos a ti? 40 Respondiendo el Rey, les dirá: En verdad os digo: cada vez que lo hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí lo hicisteis.
[Condena] 41 Entonces dirá también a los de su izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno que ha sido preparado para el Diablo y sus ángeles. 42 Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed y no me disteis de beber; 43 fui extranjero y no me acogisteis; estaba desnudo y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis. 44 Entonces ellos también responderán, diciendo: Señor, cuando te vimos hambriento o sediento, o extranjero o desnudo o enfermo, o en la cárcel, y no te servimos? 45 El entonces les responderá, diciendo: En verdad os digo: cada vez que no lo hicisteis a uno de esto más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis.
[Conclusión] 46 E irán estos al castigo eterno, pero los justos a la vida eterna .

1. Un texto mesiánico central
Mt 25, 31-46 es un texto de revelación suprema de Dios y de juicio humano, elaborado por la Iglesia desde una perspectiva israelita de pacto, condensando de esa forma el mensaje de Jesús, en línea de apertura universal (revelación de Dios) y de compromiso creyente, identificando a Dios (a su representante) con los necesitados, en un camino que va del hambre a la cárcel :

‒ Este pasaje responde al mensaje de Jesús, que había vinculado su Reino con el juicio que ha de aplicarse a todos los hombres, partiendo de la misericordia de Dios, la curación de los enfermos y la salvación de los pecadores. En esa línea, el mismo Jesús o sus seguidores inmediatos han podido afirmar que Dios se identifica con los pequeños y los pobres, con quienes sufre y a quienes ofrece salvación .

‒ Este pasaje responde al mensaje de Mateo, y contiene aspectos (elementos) des “derecho escatológico” (Lc 12, 8-9; Mc 8, 38), expresado en la figura del Hijo del hombre, que, por un lado, comparte la suerte de los pobres (con quienes se identifica) y, por otro, juzga a los pueblos según la manera que ellos han tenido de tratarles. En esa línea podemos afirmar que ha sido formulado en su sentido actual por una iglesia judeocristiana como la de Mateo .

El texto de Mt 25, 31-46 se encuentra poderosamente influido por la teología israelita del pacto de Dios con los hombres, tal como ha sido reformulada por Jesús en su anuncio del Reino de Dios, con su forma de servir a los necesitados y con su muerte mesiánica. Éstos son sus rasgos principales:

‒Todos los pueblos. Por una parte, el mismo Jesús aparece como Mesías que muere por los hombres (es decir, como Hijo del Hombre) y así viene a revelarse al fin como juez y/o sentido de la historia humana, recibiendo ante su tribunal a todos los pueblos, sin distinción de superioridad de unos sobre otros. Se trata de un juicio “civil”, sin referencia al pueblo de Israel, ni a la Iglesia en cuanto tal, ni a los signos estrictamente religiosos.

‒ Juicio a cada individuo. El juez final se identifica con los necesitados concretos, que ya no aparecen como “pueblos” (¡no hay uno buenos y otros malos, pueblos salvados y otros condenados!), sino como personas, esto es, como individuos concretos, y juzga a cada hombre o mujer en concreto, cada uno con su responsabilidad ante los otros hombres o mujeres en cuanto necesitados, por encima de su pertenencia a un pueblo a otros.

‒ “Justicia” mesiánica. Esa justicia, que es la paz de Dios (la reconciliación final) viene a revelarse por medio de Jesús, el Emmanuel, Dios con nosotros (1, 23), que, por un lado, aparece como el pobre por excelencia (hambriento, extranjero, desnudo, enfermo, encarcelado) y, por otro, vine a presentarse, como aquel que ayuda a los pobres (hambrientos, enfermos, hambrientos, encarcelados). Dios mismo viene a revelarse por lo tanto como el necesitado (¡plano místico!) y como aquel que se expresa en la ayuda a los necesitados (¡plano de redención activa!).

2. Juez final, necesidades humanas

Éste es un texto paradójico en varios sentidos, pues recoge de forma universal la novedad del mensaje judío y cristiano de Jesús y de la Iglesia primitiva, sin que aparezcan expresamente sus rasgos confesionales, de manera que puede y debe entenderse como expresión del sentido de la humanidad en su conjunto:

‒ Por un lado, esta palabra proviene de la historia de Israel, y así recoge el mensaje central de la Ley y los profetas. Pero lo hace de un modo abierto a todos, pues no contiene nada exclusivamente judío, ni en su formulación (no habla del Dios Yahvé, ni del templo…), de manera puede aplicarse y se aplica por igual a todos pueblos, que vienen ante el Gran Juez con los mismos derechos y deberes, como si la pertenencia israelita no contara (y no cuenta en ese plano). El juez final aparece como Hijo del Hombres, es decir, como humanidad universal, como eso que pudiéramos llamar el principio divino de la humanidad.

‒ Es un texto cristiano y eclesial, y, sin embargo, no contiene ninguna referencia a la Iglesia, ni a Jesús, entendido de un modo confesional, pues el juez final no aparece como fundador de una religión especial, ni siquiera como el Cristo cristiano, sino simplemente como Hijo del Hombre, esto es, como principio divino de la humanidad y signo (portador) de las necesidades humanas . Ciertamente, el cristiano puede afirmar que ese juez final es el mismo Jesús de Nazaret, cuya historia está contando el evangelio de Mateo, pero ello no se dice expresamente. El texto en sí sólo supone y afirma el Dios del juicio se identifica con las mismas necesidades humanas (o, mejor dicho, con los necesitados). Leer más…

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Dos regalos, con una condición. Fiesta de Cristo Rey. Domingo 34 Ciclo A.

Domingo, 26 de noviembre de 2017
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a_7Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj: 

El último domingo del año litúrgico se dedica a celebrar la victoria del Señor, después de haber recordado los momentos difíciles y duros de su vida. Pero las lecturas no nos hablan de una celebración de campanas al vuelo y ceremonias deslumbrantes. Hablan de lo bien que se porta Cristo Rey con nosotros y de la respuesta que espera de nuestra parte.

Primer regalo: su preocupación por nosotros (lectura de Ezequiel)

                En el Antiguo Oriente, la imagen habitual para hablar del rey era la del pastor. Simbolizaba la preocupación y el sacrificio por su pueblo, como la de un pastor por su rebaño. En la práctica, no siempre era así. El c. 34 de Ezequiel habla de los reyes judíos como malos pastores que han abusado de su pueblo y luego se han desinteresado de él y lo han abandonado cuando se produjo la caída de Jerusalén y la deportación a Babilonia.

Pero Dios no va a permanecer impasible: eliminará a esos malos reyes y ocupará su puesto haciendo dos cosas: 1) como Rey-pastor, buscará a sus ovejas, las cuidará, etc. 2) como Rey-juez, juzgará a su rebaño, defendiendo a las ovejas y salvándolas de los machos cabríos (por eso llamamos en España “cabrones” a los que se portan mal con otros).

                El texto del evangelio (el Juicio Final) empalma con el segundo tema. Pero la liturgia se ha centrado en el primero, que subraya la preocupación de Dios por su pueblo. Es interesante advertir la cantidad de acciones que subrayan su amor e interés: «seguiré el rastro de mis ovejas, las libraré, apacentaré, las haré sestear, buscaré, recogeré, vendaré a las heridas, curaré a las enfermas». En el contexto de la fiesta de hoy, estas frases habría que aplicarlas a Jesús y ofrecen una imagen muy distinta de Cristo Rey: no lo caracterizan el esplendor y la gloria sino su cercanía y entrega plena a todos nosotros. Buen momento para recordar cómo se ha comportado con cada uno, buscándonos, librándonos, curando…

Así dice el Señor Dios: «Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas, siguiendo su rastro.  Como sigue el pastor el rastro de su rebaño, cuando las ovejas se le dispersan, así seguiré yo el rastro de mis ovejas y las libraré, sacándolas de todos los lugares por donde se desperdigaron un día de oscuridad y nubarrones. Yo mismo apacentaré mis ovejas, yo mismo las haré sestear -oráculo del Señor Dios-. Buscaré las ovejas perdidas, recogeré a las descarriadas; vendaré a las heridas; curaré a las enfermas: a las gordas y fuertes las guardaré y las apacentaré« como es debido.  Y a vosotras, mis ovejas, así dice el Señor: Voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carnero y macho cabrío.»

Segundo regalo: victoria sobre la muerte (lectura la 1ª carta a los Corintios)

Pablo, influido sin duda por las campañas romanas de su tiempo, presenta a Dios Padre como el gran emperador que termina triunfando y sometiendo todo. Pero quien guerrea en su nombre es Cristo, que debe enfrentarse a numerosos enemigos. El último de ellos, el más peligroso, es la muerte, a la que Jesús vence en el momento de resucitar. De esa victoria sobre la muerte participamos también todos nosotros. El fin del año litúrgico, que recuerda el fin de la vida, es un momento adecuado para superar la incertidumbre y la angustia ante la muerte y agradecer la esperanza de la resurrección.

Hermanos:
Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después, cuando él vuelva, todos los que son de Cristo; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino, una vez aniquilado todo principado, poder y fuerza. Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte. Y, cuando todo esté sometido, entonces también el Hijo se someterá a Dios, al que se lo había sometido todo. Y así Dios lo será todo para todos.

Una condición (evangelio)

El evangelio no se centra en el triunfo de Cristo, cosa que da por supuesta, sino en la conducta que debemos tener para participar de su Reino.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha:

̶  Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme. 

Entonces los justos le contestarán:

̶  Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte? 

Y el rey les dirá: 

̶  Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis. 

Y entonces dirá a los de su izquierda:

̶  Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis.

Entonces también éstos contestarán:

̶  Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?

Y él replicará:

̶  Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo.

Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.

La parábola es tan famosa y clara que no precisa comentario, sino intentar vivirla. Pero indico algunos datos de interés.

                1. A diferencia de otras presentaciones del Juicio Final en la Apocalíptica judía, quien lo lleva a cabo no es Dios, sino el Hijo del Hombre, Jesús. Es él quien se sienta en el trono real y el que actúa como rey, premiando y castigando.

                2. Los criterios para premiar o condenar se orientan exclusivamente en la línea de preocupación por los más débiles: los que tienen hambre, sed, son extranjeros, están desnudos, enfer­mos o en la cárcel. Estas fórmulas tienen un origen muy antiguo. En Egipto, en el capítulo 125 del Libro de los Muertos, encontramos algo pareci­do: «Yo di pan al hambriento y agua al que padecía sed; di vestido al hombre desnudo y una barca al náufrago». Dentro del AT, la formulación más parecida es la del c.58 de Isaías: «El ayuno que yo quiero es éste: partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo y no cerrarte a tu propia carne.» Lo único que Jesús tendrá en cuenta a la hora de juzgarnos será si en nuestra vida se han dado o no estas acciones capitales. Otras cosas a las que a veces damos tanta importancia (creencias, prácti­cas religiosas, vida de oración…) ni siquiera se mencionan.

                3. La novedad absoluta del planteamiento de Jesús es que lo que se ha hecho con estas personas débiles se ha hecho con El. Algo tan sorprendente que extraña por igual a los condenados y a los salvados. Ninguno de ellos ha actuado o dejado de actuar pensando en Jesús; pero esto es secundario.

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Jesucristo Rey del Universo. 26 noviembre, 2017

Domingo, 26 de noviembre de 2017
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“Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.”

(Mt 25, 31-46)

Estos textos bíblicos en los que los buenos quedan separados de los malos me lleva a preguntarme: ¿somos imagen de Dios o hacemos a Dios a nuestra imagen?

Cada vez me cuesta más pensar en un Dios que se sienta a separar. ¿Cómo puede Dios Trinidad, que es comunión, sentarse a separar?

Tampoco me convence el otro extremo de pensamiento: “Total, si todo vale, vivo a mi bola sin preocuparme.” Creo que nuestra vida cuenta, y nuestras acciones y oraciones la encaminan en un sentido o en otro. Nos vamos haciendo personas cada vez más plenas o cada vez más vacías. Con todo, siempre, siempre, estamos a tiempo de volvernos hacia la plenitud.

La bondad y la maldad no son dos fuerzas iguales y contrarias. El mal no puede ya vencer porque ya fue vencido. No tiene poder sino que se encamina a su fin. Esta es nuestra esperanza, nuestra fe.

Creemos que Dios ha vencido al mal, a la muerte, a la oscuridad. Caminamos hacia la VIDA.

Muchas veces la realidad parece decir todo lo contrario. Seguramente más de una persona estará pensando: “¿cómo puede decir que el bien ya ha vencido cuando estamos viviendo una situación política tan convulsa, cuando los ricos son cada vez más ricos y los pobres más pobres y numerosos, cuando la naturaleza entera parece no resistir más… (aunque algunos sigan negado el cambio climático…)?

Es verdad, la lista de cosas que no funcionan es larga. Pero lo bueno es más grande y más resistente. Por cada gesto de violencia y desconfianza, por cada injusticia hay cientos de gestos de generosidad, de acogida y de reconciliación que nos van trasformando. No los apreciamos porque nos parecen “lo normal”, lo que debiera ser. Eso significa que la inmensa mayoría de la humanidad desea lo bueno, lo justo, lo que nos permite convivir.

La fiesta de Jesucristo como Rey del Universo nos viene a recordar la bondad que ya somos en semilla y en la que debemos esforzarnos por crecer. Si Cristo comienza a Reinar es que la Vida, lo Bueno, el Bien…¡ha vencido!

Podemos repetir con confianza las palabras de la mística medieval Juliana de Norwich: ¡Todo irá bien, y todo irá bien y absolutamente todo acabará bien!

Oración

Aumenta nuestra fe y nuestra confianza. Danos una mirada llena de esperanza que sepa descubrir y agradecer la bondad escondida en cada corazón humano en todos los rincones de la creación. ¡Amén!

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

***

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El “Jesús del Gran Poder” es el reflejo de nuestros sueños.

Domingo, 26 de noviembre de 2017
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169f5f0a-6e48-4119-af5d-049213cb9633Mt 25, 31-46

Jesús nunca reivindicó ningún reino para sí. Todo lo contrario, dijo expresamente que, “el que quiera ser primero, sea el servidor”. Afirmó de palabra y con su vida, que él “no venía a ser servido, sino a servir”. Después del ayuno en el desierto, el ser dueño y señor del mundo se le presenta como una tentación. ¿No hemos ocupado el lugar del tentador, cuando, sin pedirle consentimien­to, le hemos dado todos los reinos del mundo? Jesús criticó muy duramente todo poder. Después de la multiplicación de los panes, nos dice Juan: “Viendo que querían echarle mano para proclamarle rey, se retiró a la montaña.”

¿No hemos superado la burla macabra de los soldados, poniéndole una corona de oro, un manto real y un cetro cargado de brillan­tes? O no he entendido nada del evangelio o este cetro y esta corona es mucho más denigrante para Jesús, que la caña y las espinas. Cuando Pilato pone el título sobre la cruz, “Éste es el rey de los judíos”, lo hace para burlarse de él y de los judíos. ¿No será también una burla llamarle rey del universo?

¿Cómo surge esta tergiversación del mensaje de Jesús? Nuestro ego narcisista está incapacitado para asumir su desaparición. Tiene una capacidad increíble para revolverse sobre la punta de una aguja y salirse con la suya. Como la propuesta de Jesús era inasumible, la presenta como una estrategia para conseguir plenitud de gloria. Así, cuando Jesús dice que la meta de su vida es el don total a los demás, el ego la interpreta como el único medio para ser glorificado por Dios. Una vez presentada así la trayectoria de Jesús, será muy fácil hacernos ver que la nuestra debe seguir el mismo camino.

El ser humano, como la vela, está hecho para dar luz, pero la vela, nada más encenderla, se empieza a consumir. La vela, hasta que no es encendida, es un trasto que rueda por los cajones. El día que se va al luz, la buscamos y la encendemos. En ese momento empieza a ser vela. Nuestro ego nos impide aceptar esta perspectiva. Nada ni nadie le puede convencer de que su objetivo es desaparecer, menos aún, en beneficio de los demás. El colmo del desastre fue que descubrió la manera de emplear toda la parafernalia espiritual para conseguir su propio objetivo. No hay forma de que pueda cambiar de perspectiva.

Fijaros qué contradicción. Para celebrar la gloria de Jesús recordamos el momento de su vida donde mejor dejó reflejada su actitud vital, la eucaristía. Yo, como el pan, me parto y me vuelvo a partir para que me coman. Me dejo masticar, tragar, asimilar para alimentar a otros, aunque sea a costa de desaparecer. Yo entrego mi vida (mi sangre) a los demás para que la hagan suya y puedan trasformar su propia vida. La sangre solo se puede entregar a costa de la propia vida. Si la doy a los demás, me quedaré sin ella. Todo esto lo celebramos como un rito más, pero para nada condiciona mi propia existencia.

Sin duda, el Reino de Dios fue el centro de la predicación de Jesús. La imagen de Dios como rey de Israel se remonta a la época de la entrada en Palestina del pueblo judío. Para un nómada nada podía significar la idea de un rey; pero cuando entran en contacto con las estructuras sociales de la gente que vivía en ciudades, los israelitas piden a Dios un rey. Esto fue interpretado por los profetas, como una traición a Yahvé. Poco a poco se va enriqueciendo esa idea y termina por ser la imagen clave para la apocalíptica. El final de la historia será un Reino de Dios que termina por sobreponerse a todos los demás.

Solo en este contexto cultural podemos entender la predicación de Jesús sobre el Reino de Dios. Sin embargo, el contenido que le da es muy distinto. En tiempo de Jesús, el futuro Reino de Dios se entendía como una victoria del pueblo judío sobre los gentiles y una victoria de los buenos sobre los malos. Jesús predica un Reino de Dios, del que van a quedar excluidos lo que se creían buenos y van a entrar las prostitu­tas, los pecadores, los marginados. Los gentiles serán llamados y muchos judíos quedarán fuera.

El Reino predicado por Jesús ya está aquí, ha comenzado ya: “el Reino de Dios está dentro de vosotros”. Esta idea desbarata todo nuestro montaje sobre el reino de Dios. No se trata de preparar un reino para Dios, se trata de un Reino que es Dios, no de que Dios tenga un reino. Haremos que se vea con nuestra manera de actuar, pero solo después de haber descubierto su presencia en lo más hondo de nuestro corazón. Es un reinado del AMOR. No es un reino de personas físicas, sino de actitudes vitales. Cuando me acerco al que me necesita preocupándome por él, hago presente el Reino de Dios.

Cuando Pilato le pregunta si es rey, contesta Jesús: “mi reino no es de este mundo”. No quiere decir que vendrá después o que estará en otro lugar, sino que no tiene nada que ver con lo que él entendía por reino. Al insistir Pilato, Jesús le dice: “sí, soy rey, yo para esto he venido al mundo, para ser testigo de la verdad.” Ser testigo de la verdad, ser auténtico, ser verdad, es la única manera de ser dueño de sí mismo, y por la tanto de ser dueña de la realidad entera. Jesús es rey de sí mismo y así es Rey en absoluto.

El Reino de Dios, lo divino que nos inunda, es un fermento, un alma, una luz que transforma mi ser y toda la realidad. Se manifiesta como una cualidad, pero en realidad, es mi esencia. Yo tengo que esforzarme por hacerla surgir desde lo hondo de mí mismo, aceptando que viene a absorberme. Es necesario que tras haber cooperado con todas mis fuerzas a hacerla brotar, consienta en la comunión, en la que mi propia individualidad se hundirá y acepte convertirme en su alimento (Teilhard de Chardin).

Después de lo dicho podemos comprender que no se trata de entronizar a Jesús ni antes ni después de morir. Lo Crístico, es decir, lo que significa y encarna la figura de Jesús, es lo que tiene que reinar entre nosotros. Cuando decimos: reina la armonía, reina la paz, etc. estamos hablando de un ambiente envolvente que permite su desarrollo. Hablar del reinado de Cristo significa que su mismo espíritu mueve también nuestra existencia.

En el relato que hemos leído, encontramos la clave de la encarnación. Dios no se hace un hombre, sino que se hace hombre. El que juzga es el Hombre, el punto de contraste para valorar una vida humana es la semejanza con Jesús “el Hombre”. No tenemos que esperar ningún juicio desde fuera. Mis actitudes van manifestando en cada momento el grado de identificación con el modelo de Hombre. En la medida que me identifique con el modelo, me salvo; en la medida que me separe de él, me voy condenando.

Hemos conseguido un cristianismo cómodo colocando a Dios en el cielo. Sería demasiado peligroso descubrir a Dios encarnado en cada uno de los seres humanos que nos rodean. Pero no hay escapatoria. Dios es encarnación y lo tenemos que descubrir en las criaturas. “Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis”. La pregunta de los rechazados deja bien claro que, si hubieran descubierto la presencia de Dios en el necesitado, lo hubieran socorrido. La tarea es descubrir lo que somos.

Meditación

A Dios no le servimos para nada.
Los demás sí necesitan de nosotros.
Si quieres llegar a Dios cuida del otro.
En él lo encontrarás pobre y necesitado.
Al cuidar con amor de sus heridas,
restañarás las tuyas.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

 

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Amigo de la vida

Domingo, 26 de noviembre de 2017
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e439d58f-60eb-427a-a47f-3bb100fb79eeEl primer encanto de la vida es servir a la humanidad (Luigi Cherubini en Les deux journées)

26 de noviembre, Festividad de Cristo Rey.

Mt 25, 31-46

Os aseguro que lo que hayáis hecho a uno de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis

El gran filósofo griego Aristóteles defendía que el hombre debía tener como gran objetivo la práctica del bien, pues solamente adoptando esta conducta tendría una vida virtuosa y, consecuentemente, feliz. Su ética era fundamentalmente humana y de carácter social, vertida desde el interior hacia el exterior. Una visión socio-teológica que él consideraba clave en el comportamiento de los hombres para el logro de su felicidad. Idea que condensaba en estas palabras: “El desarrollo de los potenciales personales en el contexto de una vida equilibrada puede convertirse en la llave del bienestar”.

Así lo reconoció san Pablo en el discurso de despedida a los efesios, en uno de sus viajes apostólicos: “Más felicidad hay en dar que en recibir”, les dijo (Hch 20, 35). No podía ser de otro modo, dado el espíritu de caridad reinante en las primeras comunidades cristianas. En aquellos años iniciales no se utiliza aún el vocablo “iglesia”. El término comunidad era “los hermanos”. Se les reconocía por lo que era su dimensión más característica: su sentido de la fraternidad. Pedro recuerda que esto fue lo que hizo Jesús: “Pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal, porque Dios estaba con él” (Hch, 10, 38).

Los “cristianos” (Nombre de fecha tardía aplicado a los seguidores de Jesús) saben y entienden cómo aplicar en su dimensión humanitaria la doctrina del Maestro: “Todos los que iban creyendo abrigaban el mismo propósito y tenían todo en común; vendían sus posesiones y sus bienes y lo repartían entre todos según la necesidad de cada uno” (Hch 2, 44)

Los investigadores han podido demostrar que nuestro bienestar no depende únicamente de nuestra actividad, sino también del hecho de estar presentes o no a lo que hagamos. El teólogo suizo Hans Küng lo expresa en su obra Un nuevo mundo ahora, en estos términos: “El despertar espiritual no es ya una opción sino una necesidad, si queremos que la humanidad y el planeta sobrevivan” (Sin olvidar aquello de que cambiar el mundo significa transformarse a sí mismo para servir mejor a los demás).

Esta conducta de compromiso hacia los otros se hace palmaria en el Evangelio. La doctrina de Jesús se centra en el servicio caritativo al prójimo y, en particular, a los más débiles y más necesitados. Quienes así hacen serán los más dignos del Reino, porque: “Os aseguro que lo que hayáis hecho a uno de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis” (Mt 25, 40).

Como ejemplo reciente de este comportamiento altruista podemos presentar, entre tantas otras, la figura del británico Nicholas Winton (1909-2015), filántropo hebreo, banquero de profesión, que salvó a casi 700 niños judíos de la muerte a manos de los nazis en 1939; hecho ampliamente reconocido por la sociedad. La reina Isabel II le nombró en 1993 Miembro del Imperio; en diciembre de 2002 le condecoró con el título de Caballero por sus servicios a la Humanidad y, en 2010, el Gobierno británico le concedió además la medalla de Héroe del Holocausto. Tiene un monumento escultórico en la estación principal de ferrocarril de Praga.

El coro final de la ópera Les deux journées, del compositor italiano Luigi Cherubini (1760-1842), expresó con satisfacción la idea del servicio: “El primer encanto de la vida es servir a la humanidad”.

LA ALONDRA, UNA MANERA DE PENSAR

Soñé también que alondra era
sobre la era de un pueblo castellano.

Un punto allá en el cielo,
bendiciendo trigales con sus versos.

Los labriegos buscaban su cantar
y su figura en las alturas.

Mas sólo la veían las miradas
comprometidas con lo que cantaba.

……………………….

Admirados un día se quedaron
todos los del pueblo.

“El Búho y la Alondra darán juntos
un extraño concierto”.

Se reunieron todos en la era,
que era un comunal espacio.

Actuaban el Búho Soliloquio
y la Alondra del pueblo castellano.

Entonaron celestiales ideas
Sembradas en besanas terrenales.

Les escucharon todos y aplaudieron,
porque lo que cantaron

¡era Forma de Vida para Todos!
También estaba Dios en el teatro.

(SOLILOQUIOS. Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Diferencias irreconciliables.

Domingo, 26 de noviembre de 2017
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imagesMt 25,31-46. Evangelio del domingo 26-noviembre-2017

La imagen del Hijo del Hombre sentado en el trono, separando las cabras de las ovejas, donde las primeras sufren un castigo eterno, mientras que las segundas se quedan con Él, nos deja algo perplejos y con un nudo en la garganta. Cuesta reconocer a un pastor bueno tan selectivo. ¿Cómo leer en este relato la buena noticia del evangelio?

En primer lugar, hay que situar la narración en un contexto rural. Y la gente del campo maneja un dato fundamental: que las cabras van más a su aire, mientras que a las ovejas les gusta la pertenencia y por eso necesitan estar en un rebaño y dejarse guiar por su dueño. Las ovejas no son más perfectas que otras criaturas, sino menos independientes; se comprenden a sí mismas en el grupo, y tienen en cuenta a las demás.

En segundo lugar, no debemos perder de vista el carácter del Señor (que lo mantiene siempre). El profeta Ezequiel ya adelantaba en la primera lectura que el modo de proceder de Dios es salir permanentemente por los caminos a buscar en persona a los descarriados y a los enfermos para curarlos y llevarlos con Él. Nunca nos da por perdidos. Jesús se encargó una y otra vez de ratificar esta idea en múltiples parábolas en las que nos dibujó un buen retrato de sí mismo. Capaz de dejarlo todo por una sola oveja extraviada.

En tercer lugar, recordar que Jesucristo ha vencido a la muerte para ensanchar la vida. La acción más importante y definitiva que el Señor ha hecho sobre la historia ha sido precisamente abrir ya aquí la puerta a un reino que no tiene fin, en el que Él es Rey sin dejar de ser ese Pastor que nos mima y cuida continuamente. Este es el verdadero significado de la festividad de hoy: este modo de ser Señor.

Por último, caer en la cuenta de que, entonces, lo que nos queda por hacer, es estar en sintonía con Él (incluso aunque no le reconozcamos ni sepamos pronunciar su nombre). La praxis de la misericordia y la compasión es lo que más nos asemeja y acerca a Dios; mientras que el desprecio y la indiferencia ante el sufrimiento de los otros es lo que más nos aleja. El Señor no nos condena, al contrario; sería absurdo e incompatible con todo lo que ha hecho y sigue haciendo por nosotros. La propuesta de esta narración del evangelio justamente ahonda en esta misma dirección, porque nos invita a reflexionar en la radicalidad de la misericordia y a concluir que, entre el modo de ser de este Rey Pastor y el del egoísmo existen “diferencias irreconciliables”. La indiferencia y el desprecio no van con Él, allí nunca lo encontraremos. Únicamente en el amor hacia nosotros mismos y hacia los otros, experimentaremos liberación y salvación.

María Dolores López Guzmán

Fuente Fe Adulta

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Venid benditos de mi Padre

Domingo, 26 de noviembre de 2017
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cropped-cristo-reyDel blog de Tomas Muro La Verdad es libre:

01. FIESTA DE XTO REY.

Terminamos hoy el año litúrgico con la fiesta de Xto rey del Universo.

Es una fiesta relativamente reciente, ya que la instituyó el papa Pío XI en 1925, como queriendo mostrar la dimensión social del cristianismo. (Pío XI fue el papa que fundó la Acción Católica).

No obstante en algunos países, como España, esta fiesta y este título de Cristo rey fue cargado de connotaciones políticas muy poco, nada cristianas, y más bien ultraconservadoras, cuando no violentas.

Sin embargo el simbolismo de Cristo como rey, el Reino de Dios, el Reino de los cielos está presente en el mismo Jesús, en el evangelio. Ante Pilatos Jesús confiesa: YO SOY REY, aunque mi reino no es como el de este mundo, (Jn 18,33-37).

El título que le ponen a Jesús en la cruz es el de que “se hizo pasar” como rey de los judíos, (Jn 19,19: INRI).

Cuando Jesús se muestra como rey o habla del Reino de Dios no está hablando de un régimen político, ni aunque este fuese de cristiandad, sino que está pensando e iniciando un mundo de valores, de criterios que tienden a sembrar una situación de justicia, de libertad, de paz en la historia de la humanidad.

Toda manipulación, toda utilización de este universo simbólico del Reino de Dios con matices de aprovechamiento político, de poder, etc., no es cristiana. Ninguna ideología, ningún partido tiene derecho a apropiarse y aprovecharse del Reino de Dios.

02. XTO SEÑOR DEL UNIVERSO DA SENTIDO A LA VIDA.

Respetando y acogiendo de buen grado la simbología sobre el Reino empleada por Jesús, podemos también entender esta fiesta en el sentido de que JESUCRISTO ES SEÑOR DEL UNIVERSO.

En el principio existía la Palabra, Cristo, y la Palabra era Dios, (Jn 1,1) y al final será Cristo quien dé plenitud a la historia: cuando venga el Hijo del Hombre; Cristo es el final de la historia.

En la liturgia lo celebramos en la noche pascual cuando “inscribimos” en el cirio: Cristo alfa y omega, principio y fin.

El arco del cosmos, del Universo, el recorrido de la historia humana y de nuestra historia personal se encuentra en la longitud de onda de Cristo. Venimos de la Palabra creadora y terminaremos en Él. La vida tiene sentido. Es lo que Teilhard de Chardin, teólogo me mediados del siglo XX, denominaba: CRISTOFINALIZACIÓN: estamos llamados a finalizar en Cristo.

No somos seres erráticos (Nietzsche), que vamos de aquí para allá medio deambulando, somos una flecha. Nuestro pasado nace en Cristo y se dirige hacia un “punto focal y final”, que es el mismo Cristo.

La vida tiene sentido. Vivir la vida con sentido y con la mirada oteando el futuro deseado infunden una profunda paz y serenidad.

03. TRANSCURRIR EN LA HISTORIA CON LOS DEMÁS COMO SACRAMENTOS DE DIOS

Todas las religiones y culturas merecen respeto y tienes valores, pero no todas las religiones son iguales. El cristiano no encuentra a Dios en los ritos religiosos, en un éxtasis, en un nirvana, etc.
Posible, probablemente el yoga, la meditación transcendental, el zen el eneagrama, etc. sean terapias buenísimas, pero no es el eje cristiano. No quiero decir que sean malas, simplemente que no son cristianas. El budismo, el sintoísmo, el hinduismo son religiones excelentes, pero tienen perspectivas diversas al cristianismo.

Es como si nosotros, cristianos, fuésemos a India o Japón y les dijéramos que la Eucaristía es buenísima porque relaja un montón. El asunto es otro.

El cristianismo es otra historia.

¿Cuándo te vimos o no te vimos a ti, Cristo – Dios? Cada vez que lo hicisteis con un pobre, un enfermo, un extranjero, un encarcelado, un necesitado, un refugiado …

Para Jesús el “otro”, especialmente el débil es sacramento, presencia de Dios para nosotros. El cristiano encuentra -ve- a Dios en el ser humano, especialmente en el pobre

El reinado de Jesús se comenzó a realizar no en grandes apariciones, éxtasis, catástrofes cósmicas o en grandes concentraciones y celebraciones religiosas. El Reinado de Jesús comenzó a realizarse en los necesitados y en los pobres: curando dolencias y enfermedades.

04. CONCLUSIÓN.

JesuCristo es señor del Universo.

Él es el sentido de nuestra existencia: es nuestro pasado, nuestra esperanza y nuestro futuro.

Pero su realeza no es como las de este mundo, sino que es una relación de servicio y ayuda al ser humano, los débiles y pobres.

A nuestro Dios le veremos en la misericordia para con los demás.

VENID BENDITOS DE MI PADRE.

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“Soy rey… para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.”

Domingo, 22 de noviembre de 2015
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01_ultimate_exterface

*

¿ME DEJÁIS SOLO?

¿Me dejáis solo?
¿Con la verdad?

¿Por qué no me ayudáis
a examinar la piedra fascinante
que me ha atraído siempre a la frontera?

Los caminos trillados
son caminos de todos.
Nosotros, por lo menos,
debemos arriesgar estas veredas
donde brota la flor del Tiempo Nuevo,
donde las aves dicen la Palabra
con el vigor antiguo,
por donde otros arriesgados buscan
la humana libertad…

Si el corazón es limpio
no ha de atraparnos nunca
la noche intransitable.
El viento y las estrellas
nos dictarán los pasos.

¿Por qué me dejáis solo,
con o sin la verdad?

*

Pedro Casaldáliga
El Tiempo y la Espera, 1986

***

En aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús:

– “¿Eres tú el rey de los judíos?”

Jesús le contestó:

“¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?”

Pilato replicó:

– “¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?”

Jesús le contestó:

“Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.”

Pilato le dijo:

“Conque, ¿tú eres rey?”

Jesús le contestó:

“Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.”

*

Juan 18, 33b-37

***

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“Exámen ante el testigo de la verdad”. Solemnidad de Cristo Rey – B (Juan 18,33-37)

Domingo, 22 de noviembre de 2015
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34-852870-300x196Dentro del proceso en el que se va a decidir la ejecución de Jesús, el evangelio de Juan ofrece un sorprendente diálogo privado entre Pilato, representante del imperio más poderoso de la Tierra y Jesús, un reo maniatado que se presenta como testigo de la verdad.

Precisamente Pilato quiere, al parecer, saber la verdad que se encierra en aquel extraño personaje que tiene ante su trono: «¿Eres tú el rey de los judíos?». Jesús va a responder exponiendo su verdad en dos afirmaciones fundamentales, muy queridas al evangelista Juan.

«Mi reino no es de este mundo». Jesús no es rey al estilo que Pilato puede imaginar. No pretende ocupar el trono de Israel ni disputar a Tiberio su poder imperial. Jesús no pertenece a ese sistema en el que se mueve el prefecto de Roma, sostenido por la injusticia y la mentira. No se apoya en la fuerza de las armas. Tiene un fundamento completamente diferente. Su realeza proviene del amor de Dios al mundo.

Pero añade a continuación algo muy importante: «Soy rey… y he venido al mundo para ser testigo de la verdad». Es en este mundo donde quiere ejercer su realeza, pero de una forma sorprendente. No viene a gobernar como Tiberio sino a ser «testigo de la verdad» introduciendo el amor y la justicia de Dios en la historia humana.

Esta verdad que Jesús trae consigo no es una doctrina teórica. Es una llamada que puede transformar la vida de las personas. Lo había dicho Jesús: «Si os mantenéis fieles a mi Palabra… conoceréis la verdad y la verdad os hará libres». Ser fieles al Evangelio de Jesús es una experiencia única pues lleva a conocer una verdad liberadora, capaz de hacer nuestra vida más humana.

Jesucristo es la única verdad de la que nos está permitido vivir a los cristianos.

  • ¿No necesitamos en la Iglesia de Jesús hacer un examen de conciencia colectivo ante el «Testigo de la Verdad»?
  • ¿Atrevernos a discernir con humildad qué hay de verdad y qué hay de mentira en nuestro seguimiento a Jesús?
  • ¿Dónde hay verdad liberadora y dónde mentira que nos esclaviza?
  • ¿No necesitamos dar pasos hacia mayores niveles de verdad humana y evangélica en nuestras vidas, nuestras comunidades y nuestras instituciones?

José Antonio Pagola

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“Tú lo dices: soy rey.” Domingo 22 de noviembre de 2015. Domingo 34 del tiempo ordinario. Fiesta de Cristo Rey

Domingo, 22 de noviembre de 2015
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61-ordinarioB34 cerezoLeído en Koinonia:

Daniel 7, 13-14: Su dominio es eterno y no pasa.
Salmo responsorial: 92: El Señor reina, vestido de majestad.
Apocalipsis 1, 5-8: El príncipe de los reyes de la tierra nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios.
Juan 18, 33b-37: Tú lo dices: soy rey.

Problemática pastoral concreta de la festividad de Cristo Rey

Vamos a comenzar removiendo obstáculos, porque hay problemas respecto a los posibles significados de esta fiesta. Veamos algunos:

a) El origen de esta fiesta y su contexto original. Esta fiesta fue establecida en un contexto anterior al Vaticano II, en 1925, por Pío XI, y con un espíritu muy cercano al de cristiandad, cuando el Vaticano expresaba claramente su deseo de que el cristianismo fuera la religión oficial, la religión de los Estados cristianos. Al confesar a Cristo como Rey universal se quería con ello vehicular el deseo de que también la Iglesia fuese testigo y participante ya aquí en la tierra de esa realeza: una realeza de Cristo reconocida, redundaba inevitablemente en una Iglesia respetada, favorecida por el Estado, con alto estatus en la sociedad, fuerte y organizada, que aunque no podía ya revestirse de poder político temporal, al menos podía participar de él por una relación estrecha y armoniosa con los poderes sociales. Durante mucho tiempo, el título de “Cristo Rey”, el “reinado social del Corazón de Jesús”… incluyeron esos aspectos de autoencumbramiento de la Iglesia, olvidando que la práctica de Jesús de Nazaret fue muy distinta, incluso totalmente contraria.

b) El concepto de Reino-monárquico. El Reino no es hoy día la forma más frecuente de organización sociopolítica. La mayor parte de los países son repúblicas, de diferentes rostros, y los reinos que persisten, ya no lo son en su forma clásica, sino en adaptaciones a la cultura política actual (por ejemplo las monarquías “parlamentarias”) que, al superarla, niegan en el fondo la esencia misma de lo que era un “reino”.

Aun siendo conscientes de la limitación inevitable que todo lenguaje teológico tiene por su misma naturaleza analógica, figurada, simbólica, apofática… cada vez más se viene insistiendo en que la palabra “reino” no sería la más adecuada para expresar la utopía bíblico-mesiánica del Reino de Dios, porque en esta altura de la historia la palabra «Reino» ya no expresa una forma de organización sociopolítica deseable para los humanos. Cada vez se evidencia más la dificultad de hablar de Dios (y de Cristo) como “rey”, y de su proyecto escatológico como un “reino”. ¿Estamos seguros de que un reino, una monarquía, podría ser una analogía del “Reino de Dios” realizado? La realización del reino de Dios, ¿no exigiría la superación de muchos aspectos de lo que es una monarquía, un “reino”? Acaso una comunidad, ¿puede ser comparada con un «reino», con una «monarquía»? ¿Y una familia?

Pablo Suess viene proponiendo la expresión “democracia participativa del RD” para corregir la evocación que el término clásico conlleva. Ya sabemos que no se puede simplemente sustituir una expresión por otra, pero es bueno aludir con frecuencia a esa insuficiencia de la expresión clásica, para hacer caer en la cuenta a los oyentes, y para liberar al contenido (el Reino mismo, el significado), de las limitaciones del significante (una palabra no completamente adecuada).

Para hablar del Reino puede ser mejor hablar del Proyecto, de la Utopía de Dios… que hacemos nuestra: queremos «construir la Democracia de Dios, cósmica, pluralista, inclusiva, y por eso, amorosa, encarnación viva del Dios de los mil rostros, colores, géneros, culturas, etnias, sentidos…».

c) Connotación de género en la palabra “Reino”.

Es útil saber que en el ámbito de la teología feminista angloparlante se rechaza también la expresión (God’s Kingdom), a causa de su machismo larvado (kingdom alude directamente a king, no a queen…). En castellano no tenemos ese problema en esta expresión, pero el saber que existe en otras lenguas invita a prevenirlo en su uso consciente.

Los grandes temas de la fiesta de hoy y de la semana

Hay varios grandes temas que podrían servir para orientar la reflexión de la homilía o la reflexión del círculo bíblico o la comunidad cristiana en torno a los textos de este domingo. Habrá que elegir entre ellos. Aquí sólo los apuntamos:

a) El Reino de Dios, como contenido del mensaje de Jesús. Jesús nunca se proclamó Rey: nada más lejos de Él. Lo que Jesús hizo fue ponerse al servicio total del Reino, de forma que éste fue el centro mismo de su predicación y de su vida, la Causa por la que dio la vida. Importa pues hacer honor a la identidad verdadera de Jesús: Él no fue rey, ni lo quiso ser nunca, por mucho que algunos cristianos crean que llamándolo así lo honran… La intención puede ser buena, pero el título que de hecho se le atribuye no podría ser de su agrado.

Jesús habló del Reino, fue su servidor y su mensajero, pero sus seguidores se olvidaron del Reino. y lo constituyeron a él como el Reino mismo, como el Rey… El mensaje fue sustituido por el mensajero. Jesús nos indicaba el Reino, como la Causa por la que estaba apasionado y por la que dio su vida, y un buen grupo de seguidores se olvidaron de esa causa, y se enamoraron de Jesús. Es preciso volver a Jesús, y su Causa…

Para hablar concretamente del Reino es bueno reparar en el texto del prefacio de esta fiesta, que da una «descripción» muy plástica de su contenido. Esa idea fue recogida en el conocido estribillo del Salmo 71 del compositor Manzano, que dice: «Tu Reino es Vida, tu Reino es Verdad, tu Reino es Justicia… es Paz… es Gracia… es amor, ¡venga a nosotros tu Reino, Señor». Bien glosada, y debidamente justificada esa perspectiva teológica, puede ser un buen guión para la homilía. Y no debería faltar ese canto en la celebración de hoy.

b) La relación entre cristocentrismo y reinocentrismo. Una cierta interpretación de esta fiesta –muy común por lo demás en el cristianismo en general– propicia un cristocentrismo exagerado, absoluto, que no hace justicia a la verdad de la revelación, al mensaje real de Jesús, a lo que Jesús realmente dijo, no a lo que después dijeron que había dicho. Importa pues pastoralmente discernir una «correcta jerarquía de valores», que la teología de la liberación fue la primera que dio en llamar “reinocentrismo”, con tal fuerza de persuasión, que no hay teología ni espiritualidad honesta que se puedan resistir.

c) El mesianismo de Jesús. La aclamación o la espera de Jesús como Rey se dio en el contexto del mesianismo: se esperaba un liberador. Hoy la postración es tal que ni siquiera se espera nada, pudiendo hacer de la aclamación de Jesús como Rey algo bien alejado de lo que el mesías supuso realmente para los que lo esperaron.

d) La dimensión escatológica: el final de los tiempos, nuestro ineludible caminar en la historia, el “juicio final”… El final del año litúrgico nos hace tematizar en nuestra reflexión el final mismo de la historia, y el final también de nuestras vidas personales. Pero ya en un contexto mental diferente, en el que sabemos que nuestra aventura humana no es la razón del cosmos, que el mundo no acabará el día que Dios decida acabar el ciclo de la humanidad y pasar a la vida eterna, y que no se trata de que estemos aquí para una prueba que se verificará en el día del juicio final, tras lo cual iríamos al cielo o al infierno…

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22. 11.15. ¿Eres Rey? Sí, soy testigo de la verdad

Domingo, 22 de noviembre de 2015
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imagesDel blog de Xabier Pikaza:

Fiesta de Cristo Rey (Jn 18, 33b-37)… Fiesta oportuna, pues estamos obsesionados (y aterrorizados) por las proclamas de “reino” de estos días, con acusaciones y defensas entre las “tres religiones”.

‒ Los “soldados” de la Yihad del terror “sangriento” han matado y han muerto gritando Allah Akbar (Dios es Rey), un Dios a quien la primera sura del Corán llama Maliki yawm id-din (rey del día del juicio). Yahvé es el Rey Akbar, el más grande, palabra que proviene de kbr, equivalente al gbr hebreo: el que tiene más fuerza “genital/creadora”, una simbología que puede ser bellísima, pero que en malas manos se convierte en horriblemente peligorsa.

El rey (maliki/Mlk), más alto, es quien tiene la fuerza más fuerte. Los buenos musulmanes han interpretado el “reino” de ese Dios en forma de victoria de la justicia y de la vida. Pero los malos han podido matar y matan para probar que Allah es Mlk, rey kbr (=gbr), el más fuerte, en medio de (o con) las bombas.

‒ También los judíos han dicho que Yahvé es quien la tiene (=la fuerza) más fuerte, porque es ‘El Gibbor, el más poderoso en sentido “engendrador” (no genital) y guerrero, héroe en la batalla, de manera que es un honor colaborar a la llegada de su reino “matando enemigos”. Ciertamente, los buenos judíos han recorrido un largo camino para descubrir que el Reino de Yahvé es justicia y misericordia, como supieron ya los grandes profetas (desde Oseas hasta el Segundo y Tercer Isaías). Pero a veces algunos judíos han podido olvidarlo…

‒ Los cristianos hemos seguido y seguimos venerando a Jesús como Cristo-Rey, Señor del Universo y de la historia, y en general pensamos que su reino es pacífico… Pero todavía en la Guerra Española, luchada por nuestros padres y abuelos, hubo gente que mató a sus enemigos (y gente que murió martirizada, sin matar a nadie, sólo por ser cristiana) gritando ¡Viva Cristo Rey! Todos recordamos en España a los Legionarios de Cristo Rey, de mala memoria… y tenemos muchas dudas ante los llamados “legionarios de Cristo Rey”.

Por eso es bueno reflexionar sobre este pasaje de Cristo Rey según el evangelio de Juan. No soy quien para dar lecciones a musulmanes y judíos, diciéndoles cómo deben entender ellos a Allah Rey Fuerte (Mlk y Kbr/Akbar) o a Yahvé, el Señor, también Rey y Fuerte (Mlk y Gbr). Pero puedo y quiero comentar el evangelio de este domingo, que es propio de Juan, quien afirma que sólo es “rey” de verdad quien “da testimonio de la verdad”.

historia-de-jesus
Éste es un tema que sigue estando en el fondo de los atentados de París y de los proyectos “occidentales” de defensa activa, bombardeando las presuntas bases de IS/DAES en Siria, para defensa no sólo de los amenazados por las bombas de IS/DAES, sino también para defensa del “buen” petroleo (¡que siguen vendiendo los de DAES en el gran mercado!), y para defensa y gloria de la riqueza de occidente (que muchos entienden como cultura sagrada, la única posible).

El tema de fondo parece “confuso” (se confunden y mezclan varias cosas….).

Pues bien, estoy convencido de que pare empezar a resolverlo es buena la palabra del evangelio de este domingo: Sólo el que ofrece con verdad (no con violencia) el testimonio de la “verdad” es Rey Verdadero. Por serlo de de esa forma murió Jesús crucificado

Que nadie mienta a nadie, que nadie se aproveche de nadie, que todos, unos y otros, demos testimonio de la Verdad. Éste es el sentido del evangelio del domingo.

El comentario que sigue está tomado de mi Historia de Jesús, que aparece en la imagen. Cf. http://www.verbodivino.es/libro/3301/historia-de-jesus


Texto. Juan 18, 33b-37

En aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús: “¿Eres tú el rey de los judíos?” Jesús le contestó: “¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?” Pilato replicó: “¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?” Jesús le contestó:”Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.” Pilato le dijo: “Conque, ¿tú eres rey?” Jesús le contestó: “Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.”

Juan Bautista y Jesús

Juan Bautista había sido un profeta del juicio de Dios, y así pensaba que este mundo debía pasar por el fuego (siendo destruido por el hacha y huracán), a fin de que surgiera después otro distinto, para un “resto”, un grupo pequeño de liberados (Mt 3, 1-10 par). Jesús no quiso anunciar el juicio, ni ofrecer la salvación sólo a unos pocos (un resto de salvados), sino que inició un programa de liberación por la verdad, anunciando y preparando así la llegada del Reino de Dios para todos los que buscan y aceptan la verdad (cf. Mc 1, 14-15). Leer más…

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Domingo 34. Ciclo B. Fiesta de Cristo Rey

Domingo, 22 de noviembre de 2015
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J026_PantocratorDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Como la Iglesia siempre va por sus caminos, el próximo domingo termina el año litúrgico, con más de un mes de anticipación al año civil. Los domingos posteriores los dedicaremos a preparar la Navidad (tiempo de Adviento) y a celebrarla. Pero ahora nos toca cerrar el año, y la Iglesia lo hace con la fiesta de Cristo Rey.

Motivo y sentido de la fiesta

No se trata de una fiesta muy antigua, la instituyó Pío XI en 1925. Por eso, cuando se buscan imágenes de Cristo Rey en Internet, aparece una serie de estampitas horribles, de pésimo gusto, en las que siempre lleva una corona en la cabeza. En cambio, el arte románico y el gótico, cuando representan a Jesús en majestad lo hacen como Maestro, con la mano derecha levantada en señal de enseñar, no como Rey.

            ¿Por qué quiso Pío XI subrayar este aspecto? Para comprenderlo hay que recordar la fecha de la institución de la fiesta: 1925. La Primera Guerra Mundial ha terminado hace siete años. Alemania, Francia, Italia, Rusia, Inglaterra, Austria, incluso los Estados Unidos, han tenido millones de muertos. La crisis económica y social posterior fue tan dura que provocó la caída del zar y la instauración del régimen comunista en Rusia en 1917; la aparición del fascismo en Italia, con la marcha sobre Roma de Mussolini en 1922, y la del nazismo, con el Putsch de Hitler en 1923. Mientras en los Estados Unidos se vive una época de euforia económica, que llevará a la catástrofe de 1929, en Europa la situación de paro, hambre y tensiones sociales es terrible.

            Ante esta situación, Pío XI no hace un simple análisis socio-político-económico. Se remonta a un nivel más alto, y piensa que la causa de todos los males, de la guerra y de todo lo que siguió, fue el “haber alejado a Cristo y su ley de la propia vida, de la familia y de la sociedad”; y que “no podría haber esperanza de paz duradera entre los pueblos mientras los individuos y las naciones negasen y rechazasen el imperio de Cristo Salvador”. Por eso, piensa que lo mejor que él puede hacer como Pontífice para renovar y reforzar la paz es “restaurar el Reino de Nuestro Señor”. Las palabras entre comillas las he tomado del comienzo de la encíclica Quas primas, con la que instituye la fiesta.

            La posible objeción es evidente: ¿se pueden resolver tantos problemas con la simple instauración de una fiesta en honor de Cristo Rey?, ¿conseguirá una fiesta cambiar los corazones de la gente? Los noventa años que han pasado desde entonces demuestran que no.

            Por eso, en 1970 se cambió el sentido de la fiesta. Pío XI la había colocado en el mes de octubre, el domingo anterior a Todos los Santos. En 1970 fue trasladada al último domingo del año litúrgico, como culminación de lo que se ha venido recordando a propósito de la persona y el mensaje de Jesús.

            Ahora, la celebración no pretende primariamente restaurar ni reforzar la paz entre las naciones sino felicitar a Cristo por su triunfo. Como si después de su vida de esfuerzo y dedicación a los demás hasta la muerte le concedieran el mayor premio.

Las lecturas

            La primera lectura, de Daniel, anuncia el triunfo del Hijo del Hombre, que recibe el poder y la gloria.

Yo seguía contemplando en las visiones de la noche: Y he aquí que en las nubes del cielo venía como un Hijo de hombre. Se dirigió hacia el anciano y fue llevado a su presencia. A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás.

            La segunda, del Apocalipsis, nos recuerda que la realeza de Jesús repercute en todos nosotros: nos ha convertido en un reino de sacerdote.

Y de parte de Jesucristo, el Testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, el Príncipe de los reyes de la tierra. Al que nos ama y nos ha lavado con su sangre de nuestros pecados y ha hecho de nosotros un Reino de Sacerdotes para su Dios y Padre, a él la gloria y el poder por los siglos. Amén. Mirad, que viene acompañado de nubes; todo ojo le verá, hasta los que le traspasaron, y por él harán duelo todas las razas de la tierra. Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, Aquel que es, que era y que va a venir, el Todopoderoso.

            La tercera, del evangelio de Juan, ofrece una visión más crítica de la realeza. Jesús es rey, pero su reino no es de este mundo. Y no ha venido a recibir honor y gloria, sino a dar testimonio de la verdad. Un testimonio que le costará la vida.

Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: “Eres tú el Rey de los judíos?” Respondió Jesús: “Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?”  Pilato respondió: “Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. Qué has hecho?” Respondió Jesús: “Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí.” Entonces Pilato le dijo: “Luego tú eres Rey?” Respondió Jesús: “Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.”

Reflexión personal

Generalmente esperamos de la homilía que nos ilumine y nos anime a ser mejores, a vivir de acuerdo con la enseñanza y el ejemplo de Jesús. La fiesta de Cristo Rey exige una actitud distinta. Lo importante no es aprender, sino felicitar, dar la enhorabuena a quien tanto ha hecho por nosotros. Al mismo tiempo, el sentido primitivo de la fiesta encaja perfectamente con la situación que vivimos hoy de problemas sociales, económicos y, sobre todo, político-militares como consecuencia de los atentados de París. No podemos ser ingenuos en las soluciones, pero tampoco podemos negarle la razón a Pío XI: si el mundo viviese de acuerdo con el evangelio, otro gallo nos cantaría.

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