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“La moral sexual binaria de monseñor Munilla”, por Jesús Martínez Gordo / teólogo

Miércoles, 9 de agosto de 2023
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Munilla_2584851491_16659967_660x371“En el pontificado de Francisco se ha abierto el melón de la moral sexual en el mundo católico”

“Es una catequesis impartida unas pocas horas antes de que el papa Francisco proclamara, durante su primer baño de masas con los jóvenes, que ‘en la Iglesia hay sitio para todos, repitan conmigo, para todos,  todos, todos'”

“La iglesia alemana entiende que la moral sexual ha de estar presidida por la singularidad del amor cristiano, vivido y entendido como ‘ágape’, ‘eros’ y ‘philía'”

“Como Iglesia, debemos respetar la forma en que cada uno concibe su identidad de género como parte inviolable de su ser imagen de Dios de una manera individualmente única”

Acabo de leer la catequesis del obispo de Orihuela-Alicante, José Ignacio Munilla, en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en Lisboa: refiriéndose a las personas trans, ha afirmado que “Dios nos ha creado bien, Dios no se equivoca, nadie nace en un cuerpo equivocado”. Y, adentrándose en lo que ha denominado una “ecología integral”, ha denunciado el ecologismo  que “denuncia los transgénicos, pero al mismo tiempo” apoya “el transgénero, que uno pueda cambiar de repente de ser hombre a ser mujer”.

Es una catequesis impartida unas pocas horas antes de que el papa Francisco proclamara, durante su primer baño de masas con los jóvenes, que “en la Iglesia hay sitio para todos, repitan conmigo, para todos,  todos, todos”. Y también poco antes de que un grupo de diez personas invadiera -blandiendo crucifijos- la parroquia de Nossa Senhora da Encarnação, en Ameixoeira, con la intención de boicotear la celebración de una Eucaristía con católicos LGBT.

 A la luz de estos tres hechos, es evidente que en el pontificado del Papa Francisco se ha abierto el melón de la moral sexual en el mundo católico. E, igualmente, que, más allá de las filias y fobias al uso, es posible adentrarse en esta revisión de la moral sexual con la sensatez y consistencia (racional y teológica) que no percibo, por ejemplo, en el obispo de Orihuela-Alicante y que, afortunadamente, sí aprecio en el Camino Sinodal alemán (caminar juntos) que han emprendido obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos y laicas, pendiente de un nuevo encuentro el año 2026.

 Esta Iglesia se adentró -como consecuencia del correspondiente Informe independiente sobre la pederastia eclesial desde el final de la segunda guerra mundial hasta el año 2014- en una revisión a fondo de la moral sexual. Retengo, de uno de los diferentes textos aprobados al respecto el pasado mes de marzo, estas tres consideraciones, teológico-morales y científicas.

 Según la primera de ellas, los católicos alemanes sostienen que, “por haber sido creado a imagen y semejanza de Dios, todo ser humano tiene una dignidad inalienable que sitúa a todas las personas en pie de igualdad, independientemente de su identidad sexual o de género, de su edad o de su situación sentimental”. Por ello, afirman, ha llegado la hora de pasar página y empezar a vivir y entender la sexualidad como lo que realmente es: como un don y una fuerza vital dada por Dios que –“sustancialmente positiva” y “esencial” en “el proyecto de vida de cada individuo”– se ha de “gestionar y planificar” “responsablemente”, es decir, de manera, a la vez, libre y consentida.

 Según la segunda de las consideraciones, la iglesia alemana entiende que la moral sexual ha de estar presidida por la singularidad del amor cristiano, vivido y entendido como “ágape”, “eros” yphilía. Gracias al “ágape” (el amor desinteresado al prójimo), la persona se dedica enteramente al bien del otro. Gracias al “eros” (el deseo) la persona que ama busca su propia plenitud y felicidad.

Y gracias a la “philía” el amor es una relación presidida por el diálogo, el acuerdo, el encuentro y la comunión. Cuando “ágape”, “eros” y “philía” se articulan, la relación o el encuentro sexual es un chispazo de eternidad que, precisamente, por serlo, puede ser vivido e interpretado como una experiencia de anticipación o murmullo del Dios, porque “Dios es amor”.

 Y, según la tercera de las consideraciones, la sexualidad ha de ser vivida y comprendida no solo a la luz de lo mejor de la tradición judeocristiana, sino también teniendo presente los datos científicos. Adentrándose en este terreno, recuerdan la existencia no solo de la heterosexualidad, sino tambien de la homosexualidad, la bisexualidad y la asexualidad. “Son el resultado de un complejo proceso de desarrollo en el que actúan factores somáticos, biopsíquicos y socioculturales”.

“Los hallazgos científicos en humanos apuntan a la existencia de otras variantes: las personas se consideran intersexuales si sus características sexuales biológicas (…) no permiten una asignación claramente binaria a ninguno de los dos: masculino o femenino. Se considera que una persona es transgénero (e incluso, transidentitaria) si su desarrollo biopsicosocial ha llevado a un profundo sentido de pertenencia a un género que no se corresponde (o al menos no predominantemente) al sexo asignado al nacer, generalmente sobre la base de los órganos genitales externos. Por su parte, las personas, ya sean intersexuales o transgénero, también muestran una gran variedad de características individuales”.

 La conclusión no se deja esperar: “como Iglesia, debemos respetar la forma en que cada uno concibe su identidad de género como parte inviolable de su ser imagen de Dios de una manera individualmente única”. Y habida cuenta de que “la doctrina de la Iglesia y su ley, dada la definición de binariedad bajo la ley natural, no atienden a estas identidades en absoluto”, deben cambiar porque “no corresponden ni a la autocomprensión reseñada de tales personas ni al estado de las ciencias humanas”.

 Mons. Munilla, blanco y en botella…

 

Fuente Religión Digital

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“Homosexual: ¿La relación o las personas?”, por Juan Masiá

Sábado, 28 de marzo de 2015
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aaajk_2De su blog Vivir y pensar en la frontera:

(Sínodo de los obispos. Prosigue la pregunta 40 sobre el n. 55 de la Relatio).

El término “homosexual”, como calificativo de la orientación sexual, parece insuficiente para caracterizar a las personas que tienen esa orientación o para definir su unión conyugal.

Para referirse al enlace conyugal entre dos personas del mismo sexo, no parece apropiado designarlo meramente como “unión homosexual”, ni como “pareja homosexual”. En vez del uso adjetivo del término “homosexual”, sería más exacto el uso adverbial: “homosexualmente”, para modificar a los verbos “amarse”, “quererse” y “unirse”.

(Mejor aún, “homo-agapéticamente”, con las dos raíces griegas de igualdad –homo- y amor-agape-).

La Relatio del Sínodo de los obispos, en su número 55 y en su pregunta 40, es, por una parte, insuficiente y se ha quedado corta, por carta de menos; por otra parte, se pasa, por carta de más.

Es insuficiente, al limitarse a decir tímidamente que “hombres y mujeres con tendencias homosexuales deben ser atendidos con respeto y delicadeza”, o al preguntar “de qué modo ofrecer el cuidado en estas situaciones”.

En cambio, se pasa, por carta de más ” al decir tajantemente, citando el texto ratzingeriano de la Congregación para la Doctrina de la fe, que “no existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia”. Decir esto está en contradicción con la recomendación que hace de evitar “todo signo de discriminación injusta” (por cierto, dice: “sobre ellos”, con lo cual no parece referirse inclusivamente al tema gaylésbico).

Menos mal que “alguien del comité redactor” (?) consiguió introducir en el texto de la pregunta 40 (no en el texto de la Relatio, n.55) la frase “a la luz del Evangelio”, cuando habla sobre el “cuidado a las personas en estas situaciones a la luz del Evangelio”.

Aquí aparecen las tres palabras clave: la persona, la situación y el Evangelio, que dan el criterio para evitar toda discriminación y homofobia. Está en contradicción con este criterio todo el resto del texto recién criticado.

Propondríamos como respuesta a la pregunta y como propuesta para el próximo Sínodo, que se enfoque esta problemática como ética de las relaciones, más que como ética de la sexualidad; como pluralidad y pluriformidad en los modelos de relación y de familia, en vez del pensamiento único presuntamente conocedor de un supuesto designio divino; y como ética de valores evangélicos en situación, en vez de normas abstractas desencarnadas.

Espiritualidad, General, Iglesia Católica , , , , ,

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