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“Pájaros sin bandada”, por Dolores Aleixandre

Jueves, 16 de noviembre de 2023
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IMG_1094De su blog Un grano de mostaza:

Muchos no aciertan a conectarse con su propia dirección interior

“Una tarde, a finales de Agosto, cuando las aves habían comenzado su emigración, vi a una de ellas completamente sola. Había perdido a su bandada. Con todo, seguía su viaje en el cielo solitario. Llevaba la dirección en su interior. ¿Tendría yo alguna dirección en mi interior?”.

 Se lo pregunta  Theodor Kallifatides en su libro Otra vida por vivir  y me resulta un tema  inquietante en un mundo en el que tanta gente se siente  sin bandada y no acierta a conectarse con su dirección interior. Es evidente que no abundan las “bandadas fiables”  y basta fijarse en la facilidad con la que los partidos políticos abandonan a los “pájaros” que no les resultan ya rentables. O en la decepción de las mujeres afganas que, al cumplirse dos años de la llegada de los talibanes, se sienten dejadas a su suerte por el resto de la comunidad global.

 Pero en vez de situarnos desde la perspectiva del pájaro-abandonado, vamos a hacerlo desde la realidad de nuestra pertenencia a distintas bandadas  sociales o eclesiales y preguntarnos por nuestra reacción cuando “se despista” y se separa algún pájaro de nuestra misma especie. Mirando hacia la Iglesia,  ahí está la incansable búsqueda por parte  de Francisco de promover encuentros con Patriarcas, Metropolitas, Archimandritas o como quiera que se llamen – disculpen mi incultura ecuménica…- los jefes de Iglesias que han dejado de pertenecer a la bandada católica. Cuánta sabiduría en ejercicio, cuántos pasos de aproximación, cuántos gestos de respeto y de humildad.

Y aunque me cueste reconocerlo, no siempre es ese el estilo de comportamiento de la bandada-vida-religiosa hacia los pájaros y pájaras que se separan de ella y con frecuencia se gestionan fatal las salidas. Si cualquier vocación  es siempre una aventura abierta al viento de lo imprevisto y algunos deciden volar por libre, nadie debería juzgar su opción como “descarrilada” sino tratar de cuidarlos en esos momentos  difíciles.

Creo que si yo estuviera en situación de pájaro-recién-separado, agradecería mucho que mi antigua  bandada no se desentendiera de mí,  sino que siguiera ofreciéndome discretamente apoyo y amistad fiel mientras iba encontrando mi propia dirección interior.

(Vida Nueva, Septiembre 2023)

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Sacerdote gay reflexiona sobre aprender a decir “te amo” mientras cuida de un amigo moribundo

Martes, 13 de diciembre de 2022
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15813107-338B-4D42-AA3D-E604ACF79824Un verdadero encuentro con el dar y recibir amor cogió por sorpresa al P. Peter Daly. El sacerdote, un nuevo miembro de la Junta del New Ways Ministry, compartió recientemente su experiencia de cuidar a su amigo moribundo, José Luis Sánchez, y el profundo efecto que  José Luis tuvo en su comprensión  de la vida y el amor.

En el National Catholic Reporter, Daly relata su vida juntos durante el último año y medio de lucha de José Luis contra el cáncer de colon metastásico inoperable. Durante este período, que Daly describe como “el período más intenso de amor y pérdida en mi vida“, fue cuidador, compañero de habitación y sistema de apoyo completo para su querido amigo mientras compartían la vida juntos.

Daly explica que aunque ambos hombres se identifican como homosexuales, su relación no era sexual, aunque era profundamente íntima: “Nuestro amor era emocional y espiritual, no sexual. Pero, sin embargo, fue amor verdadero.” Sus 16 meses juntos arrojaron nueva luz sobre el significado del amor para Daly, que fue ordenado en 1986. Explica:

“Como sacerdote, a menudo he anhelado la intimidad. Les decimos a todos que Dios es amor. Le decimos a la gente que todo el sentido de la vida es amar. Pero rara vez conocemos el poder, la belleza y el dolor del amor… mi amistad con José Luis fue la más profunda y rica experiencia de amor que he tenido en mi vida.”

José Luis, bibliotecario jubilado en Washington D.C., creció como católico en Puerto Rico y se sintió rechazado y herido por la Iglesia Católica, como muchos hombres homosexuales. Había asistido a una iglesia unitaria durante los últimos 20 años, estaba involucrado con la comunidad local de Dignidad, coordinando su serie de conferencias. Según Daly, “leyó más teología y Escritura que la mayoría de los sacerdotes”. Los hombres se conocieron en un club de lectura Dignity cuando el P. Daly habló con el grupo sobre su novela Strange Gods, (Dioses extraños), una historia de corrupción y redención en la iglesia.

Es importante destacar que Daly aclara que José Luis no era un “católico en el exilio. No anhelaba que la iglesia lo llevara de vuelta.” Expresó su fe en la espiritualidad y la justicia social, sirviendo a los pobres y dando generosamente, incluso ofreciendo servicios de traducción y poseyendo muy poco. Encontró un profundo significado en la ópera, habiendo interpretado papeles principales en Carmen y Pagliacci, expresando en una nota que Daly encontró después de su muerte, “Cuando trabajo, Dios me respeta. Cuando canto, Dios me ama.”

Mientras Daly describe sus rutinas diarias, expresa ternura sobre las comidas, los platos y la vida ordinaria: “A veces me apoyo en él. A veces, él se apoyaba en mí. Al final de la noche, nos ayudábamos mutuamente a subir las escaleras”. Con ambos hombres con problemas de salud, José Luis con cáncer y Daly con insuficiencia cardíaca congestiva, estos pequeños actos de cuidado mutuo tenían una profunda intimidad:

“Por lo general, nos damos un abrazo y un beso de buenas noches. La mayoría de las noches, nos acordamos de decir: ‘Te amo’. Para alguien como yo que había vivido su vida adulta sin escuchar nunca esas palabras, fue un terremoto “.

Apenas dos semanas antes de la muerte de José Luis, Daly dijo que su amigo se despertó un día confundido y dijo: “Tengo que averiguar cómo llegar a casa.” Al interrogarlo, Daly se dio cuenta de que no estaba hablando de su antiguo apartamento o incluso de Puerto Rico. José Luis simplemente señaló hacia el cielo y el cielo. A su muerte, Daly cantó himnos junto a la cama de José Luis, pronunciando el último “Aleluya” de “Todas las criaturas de Nuestro Dios y Rey” justo antes de su último aliento.

La reflexión de Daly está destinada principalmente a honrar el recuerdo de su querido amigo. Pero, como él también dice: “Siento la necesidad de ser honesto conmigo mismo. En mi año 72º necesito vivir con integridad. ¿Si no es ahora, cuando? ” Él continúa:

“He vivido la vida que la iglesia me ha pedido. Siempre me esforcé por vivir una vida casta. No estaba rompiendo mis compromisos entre bastidores. Pero he cambiado en los últimos 40 años. También lo ha hecho la iglesia. También lo ha hecho el mundo… no soy el único sacerdote con estas luchas”.

Daly tiene Esperanza en un cambio dentro de la iglesia institucional en su visión sobre las relaciones LGBTQ+, ofreciendo su propia historia sincera para continuar cambiando la narrativa hacia un enfoque en personas y relaciones reales y lejos de la doctrina alienada de la experiencia humana:

“Los 16 meses con José Luis en mi casa fueron pura gracia. Fueron el antídoto paraa la soledad y la herida del celibato. José me dio el gran regalo de decir, ‘Te amo.’ Aprendí a decirlo de nuevo. El amor es amor.”

–Gela Howard McParland (ella/ella), New Ways Ministery, 5 de diciembre de 2022

Fuente New Ways Ministry

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Si Dios quiere.

Viernes, 18 de noviembre de 2022
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indizea¡Cuántas veces me ha hecho mi padre volver de la cama a la cocina por no haber dicho “hasta mañana, si DIOS QUIERE”! Y es una frase que ahora la oigo menos, pero sí de vez en cuando. Y además se dice como signo de convencimiento cristiano como que todo depende de la decisión de Dios.

Voy descubriendo que Dios siempre me acompaña y está conmigo en todas las realidades. Pero Él deja libre a la naturaleza.

Da la impresión de que algo va a ocurrir porque la voluntad de Dios es esa. Como que Dios dirige y gobierna la marcha del mundo, la vida de cada uno y de toda la creación. Por eso, todo lo supeditamos a la voluntad de Dios. Me cuesta creerlo así, porque Dios no está dirigiendo y organizando los acontecimientos. La vida, la muerte, el aprobado, el suspenso, las guerras, la paz… todo sucede según los hombres actuemos y pongamos los medios y las causas PARA QUE EL RESULTADO SEA UNO U OTRO.

Sería fácil el que lloviese en caso de sequía, el que se curase una enfermedad, el que aprobase unas oposiciones. Bastaría con pedírselo a Dios o encender una vela a un santo, para que lo que deseamos ocurriese.

Así lo vemos en el Antiguo Testamente, pues todos los infortunios, las enfermedades y hasta la misma muerte aparecen queridos y originados por Dios. Lo expresa así el libro de Isaías “Dios dice al profeta: Yo, creo la luz y las tinieblas, yo mando el malestar y la desgracia, yo hago todo” (Is.44,7).

Constantemente se lee en las páginas del Antiguo Testamente la ira de Dios contra su pueblo. ¿Cómo se puede decir esto? Cuando se escribe esto, la ciencia aún no se había desarrollado. No se conocían las causas de la naturaleza. Esto hizo que se concibiese a Dios como causa inmediata de los bienes y de los males.

Muchas realidades y calamidades, que en aquella época no tenían explicación, eran consideradas sobrenaturales y por lo tanto venidas de Dios. Él era el autor de todo lo que ocurría.

Hoy sigue esta mentalidad en muchísimas ocasiones “Dios se lo ha llevado (ante la muerte), rogativas para que llueva, velas a los santos… Una mentalidad de Dios como agente de todo lo bueno y lo malo. Pero vamos a dar el gran salto del Nuevo Testamento. Jesús anuncia un Mensaje nuevo: Dios no manda males a nadie. Dios solo manda el bien.

Para demostrarlo Jesús pasó haciendo el bien, solo el bien, curó, dio vida, quitó el hambre… Anuncia la Buena Noticia de que Dios nos quiere. Devuelve la vida a los muertos.

Ante el ciego de nacimiento, confirma que eso no es un castigo ni por los pecados del enfermo ni por los de su padre. Los muertos al caerse la torre no son castigados por Dios, es fruto del quehacer humano. Jesús no explicó quien provoca los males, pero sí explicó que no los provoca Dios. Las enfermedades no son enviadas por Dios.

¡Hasta hay una frase que podemos cambiar “no hay ningún pájaro que caiga sin que lo permita Dios! Los nuevos traductores dicen “ningún pájaro cae sin que caiga con él Dios” Es decir: Dios está con el que sufre.

Termino resumiendo: ¿Hasta mañana si Dios quiere? No. Hasta mañana, acompañado por Dios.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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Helen Prejean: la religiosa que ha dado su vida contra la pena de muerte

Jueves, 6 de mayo de 2021
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Su libro, ‘Dead Man Walking’, es uno de los escritos de referencia en materia de derechos civiles y su vida le valió un Oscar a Susan Sarandon

En los ojos del primer condenado a quien acompañé hasta el día de la ejecución, pude ver a un hijo de Dios”, recuerda la religiosa

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Nadie pudo probarlo jamás en un tribunal, pero, en los ojos de Patrick Sonnier, el primero de los condenados a muerte a quien acompañé hasta el día de la ejecución, pude ver a un hijo de Dios. En los días de Pascua pienso en la posibilidad de resucitar también para aquellos que han cometido errores. Como Sonnier, que en 1978 mató a un muchacho de diecisiete años. Descubrí en el padre de ese joven que es posible la redención y el perdón. El padre de David Leblanc supo perdonar al asesino de su hijo”.

La hermana Helen Prejean cumplirá 82 años en su casa de Nueva Orleans, donde encontró refugio al comienzo de la pandemia. Por primera vez ha tenido que hacer una pausa tras más de 40 años de activismo y constante oración contra la pena de muerte en Estados Unidos. Su libro, ‘Dead Man Walking’, es uno de los escritos más importantes del siglo XX en materia de derechos civiles. Contribuyó a cambiar la Doctrina de la Iglesia sobre las ejecuciones capitales e inspiró la película protagonizada por Susan Sarandon y Sean Penn.

En el volumen, Helen Prejean, religiosa de la congregación de San José, habla de su extraordinaria experiencia junto a los condenados a muerte. “Al entrar en las cárceles entendí lo que dijo el Papa Francisco sobre la Iglesia como un hospital de campaña abierto a todos los heridos. Porque Cristo está donde se sufre y Cristo está en la dignidad de todos los seres humanos, incluidos los que han cometido un delito”.

De este camino, Helen extrajo una hermosa definición de la fe: “No es solo oración, no es solo ir a misa. La fe es comprender la conexión entre Dios y todas las cosas. Es mirar a los ojos a un criminal confeso y ver que Dios también se encuentra en esa mirada. Sus libros, sus discursos e intervenciones públicas quieren cambiar espiritualmente a la sociedad sobre el tema de la justicia y la venganza. Su razonamiento toca el tema legal y los procedimientos que llevan a un Estado a quitar una vida.

Por estadística, las ejecuciones capitales afectan a los más pobres y más indefensos. Pienso en Lisa Montgomery, ejecutada por el Estado federal en enero pasado. Su crimen es indescriptible, pero en su vida solo había conocido abusos, violaciones y torturas por parte de su familia. Era la persona más rota de entre las personas rotas”.

Culpabilidad y perdón

Culpabilidad y perdón, inocencia e injusticia. Helen ha vivido toda su vida de manera humana y cristiana. Conoce la trayectoria de los familiares de las víctimas, quienes tras la ejecución leen públicamente un mensaje en el que agradecen a las autoridades federales que se haya hecho justicia.Alegrarse por la muerte de un ser humano, por muy culpable que sea, es un segundo trauma para las personas que han perdido a un ser querido”, sostiene la religiosa que siguió paso a paso el camino del padre de David Leblanc, un hombre consumido por la ira y el dolor tras el asesinato de su hijo a manos de Patrick Sonnier, quien fue condenado a la silla eléctrica.

“Compartí el viaje de perdón de este padre. Vivía en un estado de sufrimiento y deseo de venganza hasta que un día me dijo que esta terrible pérdida había cambiado todo en él, incluso su personalidad. Me explicó que era un hombre tranquilo que ahora no sentía nada más que rabia. “Han matado a mi hijo, pero no podrán matarme a mí”, me decía. Y así dejó de desear la venganza. Leblanc entendió que perdonar no significa ceder a la debilidad o admitir que perder a un hijo no es realmente algo tan horrible.

El perdón es algo que damos primero para que el amor de Dios, y nosotros mismos, no nos veamos superados. Gracias al perdón, Leblanc no perdió ese sentido del amor que hizo que un día se presentara en la casa del asesino de su hijo. Sonnier apenas salía porque continuamente era objeto de ataques e insultos. Leblanc le dijo: “Estoy aquí porque ambos somos padres y no podemos responsabilizarnos por la forma en que se comportan nuestros hijos”.

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La pena capital, cruel e innecesaria

La verdad de un hijo de Dios condenado a muerte y digno de ser salvado es lo que la sostuvo en 1995 cuando, al leer la encíclica ‘Evangelium vitae del papa Juan Pablo II, supo que “según mi pontífice, y por tanto según la Iglesia, el recurso a la pena de muerte tenía que ser raro excepto, –y estas fueron las palabras que me sorprendieron en ese momento–, en casos de absoluta necesidad”. En esos años, Estados Unidos se vio sacudido por el caso de Joseph O’Dell, condenado a muerte tras un juicio muy debatido en el que la hermana Helen se comprometió por completo.

Por eso, la religiosa escribió al Papa. “Le expliqué mi malestar. La encíclica apoyaba el movimiento provida contra el aborto, la eutanasia y el suicidio asistido, o el asesinato de inocentes, pero no defendía la vida de las personas culpables de delitos graves. Usé las palabras que sabía que llegarían a su corazón y le dije que uno de los seis condenados a muerte que tuve la gracia de acompañar en el día de la ejecución esposado y rodeado de guardias, se dio la vuelta y me dijo, “Hermana Helen, rece para que Dios ayude a mis piernas a caminar”.

Así que le pregunté al Papa: “¿Dónde está la dignidad en matar a una persona indefensa?”. Aquel escrito de Helen Prejean tuvo su efecto doctrinal, ya que, en 1997, durante su visita a San Luis, el Papa Juan Pablo II pronunció unas duras palabras contra la pena capital, que definió como cruel e innecesaria.Para mí fue una alegría indescriptible y la prueba de que una mujer como yo, junto con tantas mujeres comprometidas con la defensa de los humildes y los desdichados, podemos renovar el espíritu de la Iglesia”, continúa Helen, quien ha vuelto a escribir a un Pontífice, al Papa Francisco, para pedirle una mayor presencia femenina.

Necesitamos a las mujeres

Las mujeres poseen corazón, compasión y sentido de comunidad. La Iglesia nunca se salvará si no las invita al diálogo y a la toma de decisiones. Puedo predicar en las sinagogas, en los ayuntamientos, en cualquier lugar, pero no en mi casa que es la Iglesia. Necesitamos la experiencia de las mujeres para vivificar”, escribió a Francisco.

El último pensamiento, una reflexión que se ha vuelto urgente para ella, es el de su propia muerte. Aunque estoy familiarizada con el final de la vida, admito que tengo miedo”, dice. Y para ofrecer un rayo de consuelo y tranquilidad recuerda unas palabras de su hermana, Mary Ann, fallecida en 2016.

Crecimos juntas en Baton Rouge, donde nacimos. De niñas jugábamos a un juego en el que teníamos que saltar del columpio y agarrar una cuerda colgante. Me daba mucho miedo caerme al suelo. Recuerdo a todos los niños saltando y agarrando la cuerda, mientras yo dudaba y Mary Ann me animaba con las manos en las caderas, me decía, “lo hicimos todos, no lloriquees, ahora vas tú”. Escuché su voz el día después de su muerte como si me dijera:, “Helen, muchos de nosotros estamos muertos, no lloriquees, un día también será tu turno”. Doy gracias a Dios por haberla tenido a mi lado durante muchas décadas, ella fue la verdadera valiente, yo solo seguí su ejemplo”.

*Reportaje original publicado en el número de abril de 2021 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva

Fuente Vida Nueva

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Tú caminas a mi lado

Martes, 4 de febrero de 2020
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       Tú caminas a mi lado, Señor. No deja huellas en la tierra tu paso. No te veo: siento y respiro tu presencia en cada tallo de hierba, en cada átomo de aire que me nutre.

        Por el sendero oscuro que discurre entre los prados me llevas a la iglesia de la aldea, mientras arde la puesta del sol detrás del campanario. Todo en mi vida ardió y se consumió como la hoguera que ahora prende a occidente y dentro de poco será cenizas y sombra: sólo me queda salva esta pureza de infancia que remonta, intacta, el curso de los años por la alegría de volver a encontrarte. No me abandones más. Hasta que no caiga mi última noche -aunque sea esta misma-, colma sólo de ti desde los rocíos a los astros, y transfórmame en gota de rocío para tu sed y en luz de astro para tu gloria.

*

A. Negri,
Fons Ámoris, Milán 1946

***

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“Acompañar a Jesús (I)”, por Gema Juan OCD

Domingo, 13 de abril de 2014
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13365843333_feaa2ec4ec_mDe su blog Juntos Andemos:

Dedicado a los hermanos carmelitas descalzos de la República Centroafricana:

A ellos, a cuantos acompañan a Jesús en tierras que sufren conflictos violentos, y a todos los refugiados. Con la esperanza de que entre todos logremos la paz.

Como un grito desde lo profundo, la voz de Teresa de Jesús se abre en algunos de sus escritos. Salen de sus entrañas palabras que queman. Quiere llegar a Dios, sin duda, pero desde su intimidad abierta está hablando también a las gentes, buscando incendiar a otros para no andar sola su camino de vida.

«¡Oh cristianos!». Cuántas veces, mientras escribe, sale de su pluma esa palabra rasgando el silencio, llamando para despertar las conciencias. Y cada vez que la repite en voz alta, parece resonar la palabra de Jesús: «Vosotros, ¿quién decís que soy yo?».

Teresa se duele en ocasiones, cuando percibe que los «amigos de Dios» no saben responder a la pregunta de Jesús, y escribe: «¡Oh Señor, cómo os desconocemos los cristianos!». Sabe cuánto importa que quienes dicen ser cristianos, lo sean en verdad. Y no se cansa de insistir: «¡Oh cristianos, cristianos!, mirad la hermandad que tenéis con este gran Dios; conocedle».

Para ayudar a conocerle, Teresa tiene una infinidad de palabras vivas. Sobre todo, invita a ponerse «junto a la fuente». Como sea, dice, «como pudiere». Con palabras o sin ellas, apoyándose en meditaciones o recogiéndose en lo profundo. Pensar en Él y en su vida para «conocer la bondad del Señor por experiencia» y experimentar su amistad.

Dirá: «se esté allí con Él, acallado el entendimiento. Si pudiere, ocuparle en que mire que le mira, y le acompañe y hable y pida y se humille y regale con Él», porque así se va conociendo a Dios en verdad, «y de esta compañía tan continua nace un amor ternísimo con Su Majestad y unos deseos… de entregarse toda a su servicio».

Cuando Teresa habla de estar con Él, de «acompañarle», sabe que, a veces, es difícil. Y recordemos, una vez más, que Teresa no divide la amistad con Jesús en dos partes: el tiempo que se pasa con Él y el tiempo que se está con los demás. Basta recordar cómo explica la vida de quien está unido a Él: «nunca dejan de obrar casi juntas Marta y María». No se confunden Marta y María, pero tampoco se separan ni turnan.

Teresa sugiere, con frecuencia, meditar la vida de Jesús y, especialmente, su Pasión. No lo hace con dolorismo ni por afán de sufrimiento. Dos cosas la mueven: reconocer el increíble amor que se muestra ahí y, a la vez, la necesidad de actualizar esa Pasión, de hacer que signifique algo realmente, en cada presente, para los seguidores de Jesús.

Por eso, va a decir que, aunque «a los principios no os hallareis bien», o se dé algún «apretamiento de corazón y congoja» –sorprendente realismo de Teresa a la hora de acompañar a Cristo– «aquí probará el Señor lo que le queréis. Acordaos que hay pocas almas que le acompañen y le sigan en los trabajos… y acordaos también qué de personas habrá que no solo quieran no estar con Él, sino que con descomedimiento le echen de sí».

Es imposible no recordar, leyendo este texto, a quienes no echan de sí a Cristo, sino que lo acogen en los hermanos necesitados. Estos tales han comprendido «en qué está el amar de veras a Dios» y saben qué es acompañar a Jesús.

Acompañarle es fiarse de Él, que «nunca falta», dejar la vida en sus manos y ocuparse de sus cosas. Sabiendo que esas cosas no son otras sino las que dan vida a los seres humanos. Por eso, dirá: «¡Oh Jesús mío, quién pudiese dar a entender la ganancia que hay de arrojarnos en los brazos de este Señor nuestro y hacer un concierto con Su Majestad, que mire yo a mi Amado y mi Amado a mí; y que mire Él por mis cosas, y yo por las suyas!».

El Dios de los cristianos es un Dios con necesidad, que quiere concertarse con todos. «Nos da licencia para que pensemos que Él tiene necesidad de nosotros», dice Teresa. Y en seguida, añadirá: «Pues de aquí adelante Señor, quiérome olvidar de mí y mirar solo en qué os puedo servir y no tener voluntad sino la vuestra». Y su voluntad está siempre ligada a la «ganancia de los prójimos», es decir, al bien de todos.

Acompañar a Jesús es «estarse con Él» y «salir a aprovechar a otros». Es, sencillamente, como dijera de sus hermanas, y podría seguir diciendo hoy: vivir «ocupadas en su amor».

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