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“Donde nace la esperanza”, por Carlos Osma

Jueves, 8 de febrero de 2024

IMG_2645Del blog Homoprotestantes:

En la oscuridad de la nada, donde el frío hace temblar a los que no existen, nace la esperanza. Donde no hay camino, excepto aquel por el que alguna vez vagaron los animales salvajes, surge la necesidad de abrir un nuevo camino. Cuando no hay nada que perder, cuando no hay refugio donde refugiarse, la salvación puede estar presente. Sólo después de los límites de la realidad impuestos por quienes poseen la fuerza, el poder y la verdad, irrumpe el Mesías. Donde nadie lo espera, donde es imposible, en el lugar que nadie jamás imaginó. Al final de todo, Dios se acerca a mujeres y hombres que quieren una vida digna.

Siempre hay esperanza, incluso en la completa soledad de quien no es importante para nadie. En la indignidad de quienes no tienen nombre o cuyo nombre es continuamente mancillado por los santos, la luz de una estrella ilumina a quien realizará nuestro deseo de ser, sentir, amar y ser amados, querer y ser queridos. Desde la insignificancia del desvalido que acaba de nacer, Dios se compromete con aquellos que creían que no había vida, ni sueños, ni nada para ellos.

Incluso en medio del desierto donde el viento borra cualquier rastro que dé testimonio de nuestra existencia, es posible que el soplo del Espíritu divino abra un nuevo camino que nos lleve a la libertad y a la vida que queremos. Sólo aquellos que no tienen caminos buscan vigorosamente, y sólo ellos pueden encontrar, arrastrarse y vivir en la Tierra Prometida que viene detrás de ellos. Y es en esos caminos imposibles que Dios se hace uno de nosotros para caminar a nuestro lado.

En los hogares poco acogedores de aquellos que han fosilizado a Dios a su imagen, Dios puede volver a hacerse carne. En esos hogares donde no viven reyes ni reinas, ni príncipes ni princesas, donde cada día la gente tiene que luchar para defender la vida y los derechos de sus hijos, la salvación llega con fuerza. Así como el ímpetu de un bebé que llora, que grita pidiendo comida, calor y amor; La salvación de Dios aparece en la vida de madres y padres, hombres y mujeres, cuyo único hogar es el amor que se profesan.

Al final de lo que es aceptable, deseable, digno, para un dios convertido en papel, es posible que Dios se convierta en uno de nosotros. Después de la realidad fija, excluyente, que pronuncia la verdad de unos pocos, pero que ha sido divinizada como verdad absoluta, surge la realidad de carne y hueso; una realidad diversa, imperfecta, a veces sucia y a veces luminosa; la razón por la que ese niño cobró vida. En el expolio de la religión, de la economía, de la moral, de la salud, de lo divino… irrumpe el Mesías.

Quien no tiene vida, la anhela. Quien se siente oprimido espera el nacimiento de la salvación. Quien se siente tratado injustamente sueña con un mundo justo. Quien es consciente de no tener libertad aspira a ella. Y ahí, en esos anhelos, esperanzas, sueños y aspiraciones, Dios está con nosotros, construyéndolos y haciéndolos realidad poco a poco. Y en esta voluntad común de vida y de verdad acompañamos también a otros que se sienten excluidos, pero que no se dejan vencer por la desesperación y, lo sepan o no, se aferran a la esperanza que representa la Navidad para nosotros los cristianos. La esperanza de la salvación, de una vida plena para todos.

Carlos Osma

Espiritualidad ,

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