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Cambios socio-culturales en la familia

Domingo, 29 de diciembre de 2019

índiceDel blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

  1. Lo que no es una homilía.

         La homilía de hoy va a consistir en unas consideraciones, algunos soliloquios sobre la familia. No serán afirmaciones tajantes porque ni yo mismo tengo las cosas claras y definidas acerca de esta realidad primaria y elemental, así como tampoco tengo resueltas todas las dimensiones que la familia implica. Esta homilía será un apuntar los problemas para los que yo mismo no tengo respuesta. (Absténganse fanáticos, frívolos de pensamiento y legislación, así como eclesiásticos “sabelotodo”).

Tampoco en una homilía se pueden tratar todos los aspectos de la familia y probablemente se me pase por alto más de uno.

“Todo” lo que voy a decir es discutible. No pretendo tener razón, porque no tengo la verdad. La única finalidad de esta homilía es ayudar a pensar un poco y, quizás, pro-vocar (“llamar a”) pensar las cosas, tal vez una conversación ulterior (conversar no es discutir).

  1. La familia que hemos conocido.

         Gran parte de los que estamos aquí reunidos hemos nacido en el seno de una familia “tradicional” más o menos amplia, con sus problemas, pero bien estructurada.

Ahora bien: ¿Qué es la familia? Vayan dos aproximaciones a una definición de lo que es la familia: una de la Declaración de los derechos Humanos y otra entresacada de un discurso de Benedicto XVI:

La declaración Universal de los derechos humanos dice que la familia es: el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado, y se fundamenta en la afinidad y el matrimonio.

Benedicto XVI en un discurso[1] a un Congreso de la Diócesis de Roma dice:

Matrimonio y familia no son una construcción sociológica casual, fruto de situaciones particulares históricas y económicas. Por el contrario, la cuestión de la justa relación entre el hombre y la mujer hunde sus raíces en la esencia más profunda del ser humano.

  1. dimensiones, cambios y problemas implícitos en la familia

         La familia es, pues,  la institución primaria en la que el ser humano inicia y realiza su existencia afectiva y en la que accedemos a la vida en el más pleno sentido.

         La familia se compone de amor, encuentro, afectos, sexualidad, convivencia, acceso a la vida y múltiples elementos culturales. Es una amalgama de muchas dimensiones y criterios, muchos de los cuales han dado un giro copernicano o han entrado en crisis:

  • o Nosotros conocemos la monogamia. Es nuestro modo de entender y vivir la sexualidad, la afectividad, el amor. Hubo otra forma de vivir estas cosas, de hecho en África viven en poligamia, como Abraham. La monogamia parece que es más humanista-humanizadora que la poligamia. ¿Y si el mundo islámico propusiera la poligamia como modelo cultural? ¿Occidente valora o soporta la monogamia?
  • o amor – sexualidad. Hemos sido educados y hemos y vivido una concepción más bien negativa de la sexualidad (pensamiento griego) y represora (una moral en la que todo era pecado y pecado mortal).

Estamos asistiendo a una revolución copernicana en la comprensión y vivencia de la sexualidad. La sexualidad es una hermosa dimensión y potencia humana, pero no es un juguete, no es un juego, un divertimento, al menos no es solamente eso.

Posiblemente la nuestra es una civilización una sociedad obsesivamente erotizada: desde el turismo erótico, programas de tv de un erotismo de “baja -o alta- intensidad”, medios de comunicación: pornografía en internet (adicciones) criterios a la hora de las parejas, de comprender el matrimonio, etc.

El amor es algo distinto de la genitalidad y del enamoramiento eternamente adolescente. Amar (agapé-caridad) es la capacidad de querer y entregarse a una persona (a un ideal) más allá de lo físico.

Por otra parte el sexo, el género y la identidad se valoran y se viven hoy en día de modo muy diferente a como se hacía hace tan sólo unas décadas. Así surgen “núcleos familiares” que tienen poco que ver con lo que tradicionalmente hemos conocido como familia.

¿Los hijos que hemos vivido los polos (educativos) masculino – femenino desde nuestro padre y madre, verán por igual los modelos de identidad en las parejas del mismo sexo? ¿El sexo oscila como uno puede cambiar la ideología?

  • o virtudes y actitudes (valores).

Uno de los significados de la palabra virtud es energía, fuerza. Algunas virtudes, cualidades y maneras que alentaban nuestra existencia en gran medida han sido aparcadas o incluso se tienen antiguallas: el trabajo bien hecho, la capacidad de esfuerzo y de sufrimiento, la paciencia, la fidelidad, el perdón, saber que la vida es lo que es y da de sí lo que da, saber que la muerte está presente en la vida, etc.

Sin estas “herramientas” o sin estos “programas”, ¿el “ordenador” familiar, convivencial, comunitario podrá funcionar?

  • o Los hijos y los “roles” familiares. En otros momentos culturales los hijos eran un bien. ¿Hoy los hijos más que un bien, no son una carga? El papel de la madre era tener hijos, cuidar de la casa y tareas domésticas; el padre trabajaba en el campo, en la oficina o en la fábrica. Como paradigma eso ya no es así. La mujer y el hombre son iguales en competencias, derechos, tareas, etc. La mujer trabaja fuera de casa, el hombre también. Los pocos hijos, si los hay, pasan a manos de los abuelos o de la guardería… ¿Esto es así, tiene que ser así? ¿Sabemos cuál es el papel del hombre y de la mujer, del padre y de la madre?
  • o El concepto de persona se ha vuelto inestable. El problema del aborto y el de la “eutanasia” es el mismo sea por el principio o por el final de la vida. Se trata de una cuestión tan importante como delicada. Aquí hay muchos y graves problemas implícitos. Influye mucho el concepto de persona y de realización de la misma que circula en nuestro habitat socio-cultural. Si el ideal de vida es “pasarlo bien”, entonces lo mejor que podemos hacer ante un cáncer es terminar cuanto antes. Si una chiquita de quince años queda embarazada, no se va a desgraciar la vida por un hijo.
  • o Yo creo que estas cosas -y otras- no se pueden ventilar de un plumazo y dos leyes. Me parece a mí que se legisla demasiado frívolamente y sin pensamiento. Muchas leyes no tienen detrás el más mínimo respaldo filosófico y humanista. Y lo que es peor, se legisla por el impacto social que una ley puede causar y el número de votos que puede aportar o restar a una ideología. Las realidades de persona, de familia, de padres-hijos, divorcio, fecundación in vitro, aborto, homosexualidad, bio-ética son demasiado importantes como para dejarlas en manos de los políticos. Estas cosas no pueden estar únicamente en manos de los parlamentos, sino que han de ser pensadas por la Universidad, la ética, la iglesia, por la fe, la medicina (humanista), la sociología, etc. Conviene que los bueyes vayan por delante del carro.
  • o Acceso a la vida.

La familia es la cuna y el humus en el que se accede a la vida física, cultural, religiosa, a la sociedad. Sentirse acogido en la vida después de esa expulsión del paraíso terrenal que es el parto-nacimiento acontece en la familia.

El universo de sentido: relaciones de afecto de los padres y fraternales, la fiesta, la vivencia del dolor, la responsabilidad, el sentido del trabajo, de la transcendencia, el amor a lo propio: pueblo, cultura, el idioma, todo eso se transmite inicial e insensiblemente en la familia.

¿Cómo será capaz la sociedad de comunicar –socializar y educar- a los niños / adolescentes cuyos padres se han separado / divorciado y que son ya más de la mitad de los que se casan? ¿Cómo accederán a la vida: serena o turbulentamente?

Tiene que haber separaciones y divorcios (nulidades), pero que no se nos olvide que el divorcio es un fracaso en el amor. No pensemos que el divorcio es un éxito en la vida, si bien todo el mundo tiene derecho a rehacer la vida.

¿Todo el mundo puede casarse sin más?

  • o La economía: No es cierto, creo, que la escasez de medios lleve a la ruptura familiar y la riqueza lleve al éxito. Muchas de nuestras familias que vivimos en mucha estrechez y penuria económica, vivimos más unidos que familias que hoy en día viven boyante en el plano económico. Riqueza y felicidad no son sinónimos, ni pobreza e infelicidad.

No es lo mismo nacer en la emigración por razones de trabajo, de exilio, etc. a nacer en el propio pueblo y cultura.

No es lo mismo que los jóvenes tengan o no tengan trabajo y, por tanto, no puedan pensar en construir su futuro y tener una cierta estabilidad de trabajo.

Agradezcamos la familia en que nacimos.

[1] 17 de junio de 2005.

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