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Festividad de Santiago Apóstol

Lunes, 25 de julio de 2022
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Santiago, llamado «el mayor», era hijo de Zebedeo y de Salomé (Mc 15,40; Mt 27,56) y hermano mayor de Juan el evangelista. Junto con él fue llamado entre los primeros discípulos de Jesús, y siempre se le cita entre los tres primeros apóstoles en el Nuevo Testamento.

Fue testigo privilegiado de la resurrección de la hija de Jairo (Mc 5,37), de la transfiguración de Jesús (Mt 17,1) y de la agonía de Jesús en Getsemaní (Mt 26,37). Fue decapitado hacia el año 44, en tiempos de Herodes Agripa, en los días de la Pascua (Hch 12,1-3).

LECTIO

Primera lectura: Hechos de los apóstoles

4,33.5.12.27b-33; 12,1b

En aquellos días, los apóstoles datan testimonio de la resurrección del Señor con mucho valor y hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo. Los trajeron y los condujeron a presencia del consejo, y el sumo sacerdote los interrogó: -¿No os habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ése? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre.

Pedro y los apóstoles replicaron: -Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. «El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándolo de un madero». «La diestra de Dios lo exaltó haciéndolo jefe y salvador, para otorgar a Israel la conversión con el perdón de los pecados». Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen. Ellos, al oír esto, se consumían de rabia y trataban de matarlos, y el rey Herodes hizo decapitar a Santiago, hermano de Juan.

 La primera lectura de la solemnidad de Santiago, patrón de España, presenta a nuestra consideración la idea del testimonio de la resurrección de Jesús por parte de los apóstoles. Este testimonio, mandato expreso del Señor, no puede ser encadenado por ninguna instancia humana, porque el testigo debe obedecer a Dios antes que a los hombres. Y puede hacerlo gracias al Espíritu Santo, «que Dios da a los que le obedecen». Esta obediencia llevó a Santiago a derramar su sangre, corroborando con ello su testimonio, su «martirio».

***

Salmo:

Sal 66, 2-3. 5. 7-8

R. Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

Que Dios tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación. R.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
y gobiernas las naciones de la tierra. R.

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga;
que le teman hasta los confines de la tierra. R

***

Segunda lectura: 2 Corintios 4,7-15

Hermanos:

Este tesoro lo llevamos en vasijas de barro, para que todos vean que una fuerza tan extraordinaria procede de Dios y no de nosotros.

Nos acosan por todas partes, pero no estamos abatidos; nos encontramos en apuros, pero no desesperados; somos perseguidos, pero no quedamos a merced del peligro; nos derriban, pero no llegan a rematarnos.

Por todas partes vamos llevando en el cuerpo la muerte de Jesús, para que la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.

Porque nosotros, mientras vivimos, estamos siempre expuestos a la muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.

Así que en nosotros actúa la muerte, y en vosotros, en cambio, la vida.

Pero como tenemos aquel mismo espíritu de fe del que dice la Escritura: Creí y por eso hablé, también nosotros creemos, y por eso hablamos, sabiendo que el que ha resucitado a Jesús, el Señor, nos resucitará también a nosotros con Jesús y nos dará un puesto junto a él en compañía de vosotros.

Porque todo esto es para vuestro bien; para que la gracia, difundida abundantemente en muchos, haga crecer la acción de gracias para gloria de Dios.

 El mensaje central de esta segunda lectura podríamos resumirlo de este modo: «Por todas partes vamos llevando en el cuerpo la muerte de Jesús» (v. 10a). Lo que Pablo dice por experiencia directa, lo aplica literalmente la liturgia al apóstol cuya solemnidad celebramos hoy: de Jesús a Pablo y de Pablo a Santiago, y así sucesivamente, se va creando, a lo largo de la historia, la cadena de los testigos o, mejor aún, de los «mártires» en sentido propio.

Puede decir que lleva la muerte de Jesús en su propio cuerpo no sólo quien recibe la gracia excepcional de derramar la sangre por amor a Cristo y a los hermanos, sino también quien, día tras día, vive con seriedad y serenidad la radicalidad evangélica. Quien realiza esta experiencia puede hablar en nombre de Jesús, puede decir que es siervo del Evangelio por lo que anuncia, pero sobre todo por lo que hace y por cómo vive: «Creí y por eso hablé» (v. 13).

La palabra de los testigos no sólo es significativa, sino también eficaz: precisamente porque tiene la elocuencia de la experiencia vivida, de la sangre derramada, del martirio padecido.

***

Aleluya

R. Aleluya, aleluya, aleluya
Astro brillante de España, apóstol Santiago,
tu cuerpo descansa en la paz,
tu gloria pervive entre nosotros. R

***

Evangelio: Mateo 20,20-28

En aquel tiempo,

La madre de los Zebedeos se acercó a Jesús con sus hijos y se arrodilló para pedirle un favor. Él le preguntó:

-¿Qué quieres? Ella contestó: -Manda que estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y otro a tu izquierda cuando tú reines.

Jesús respondió:

-No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa de amargura que yo he de beber?

Ellos dijeron:

-Sí, podemos.

Jesús les respondió:

-Beberéis mi copa, pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para quienes lo ha reservado mi Padre.

Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo:

-Sabéis que los jefes de las naciones las gobiernan tiránicamente y que los magnates las oprimen. No ha de ser así entre vosotros. El que quiera ser importante entre vosotros, sea vuestro servidor, y el que quiera ser el primero, sea vuestro esclavo. De la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por todos.

***

 Mateo nos refiere en esta página de su evangelio, tal vez con una sutil ironía, la petición que la madre de los Zebedeos -Juan y Santiago- presentó a Jesús. Si bien estamos dispuestos a mostrarnos un tanto indulgentes con la madre, lo estamos ciertamente un poco menos con los dos hermanos, que con una excesiva rapidez se declaran dispuestos a compartir con Jesús el cáliz, la copa, que ha de beber. Afortunadamente, Jesús sabe cambiar en bien lo que, humanamente hablando, podría parecer fruto de la intemperancia y de la precipitación.

El discurso se convierte de hipotético en profético: Jesús predice la muerte que Santiago padecerá por su fidelidad radical al Maestro y al Evangelio.

Y no sólo esto, sino que de este diálogo -que, por otra parte, suscita el desdén de los otros apóstoles- extrae Jesús también una lección de humildad para todos los que quieran seguirle por el camino del Evangelio. La grandeza de los discípulos de Jesús puede y debe ser valorada con unidades de medida bastante diferentes a las que conoce el mundo. En la escuela de Jesús se aprende a subvertir la escala de valores y a considerar válido sólo lo que lo es a los ojos de Dios. Precisamente, según

el ejemplo que nos dejó Jesús: siendo rico, se hizo pobre; aun siendo Señor, se hizo siervo-esclavo; siendo maestro, aprendió a obedecer al Padre; siendo sacerdote, se hizo víctima por amor.

MEDITATIO

«El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por todos» (Mt 20,28). Es más que lícito que nos preguntemos qué psicología brota de una afirmación autobiográfica como ésta, y la respuesta no puede ser equívoca. Estamos frente a un gran don que Jesús ha hecho a sus discípulos de ayer y de hoy, ofreciéndoles la posibilidad de penetrar en su corazón de Hijo inmolado por amor, en su espiritualidad de Cordero inmolado en rescate de los hermanos.

Todo esto es lo que se expresa mediante la metáfora del «servicio», un término que ha de ser bien entendido: hemos de rescatarlo de todo tipo de servilismo, de toda abdicación pasiva a la propia libertad, y hemos de inscribirlo en el horizonte de una total expropiación personal y de una entrega completa de nosotros mismos al Padre. La luz de esta afirmación de Jesús se difunde, obviamente, por todo el Evangelio.

Jesús, sin embargo, se presenta también como siervo «de muchos», a saber: de todos los que el Padre le ha confiado como hermanos, oprimidos por el pecado, pero abiertos al don de la liberación. El cáliz de la pasión, que Jesús acepta libremente de manos del Padre, sólo espera ser saboreado también por aquellos por los que el Maestro de Nazaret lo bebió hasta las heces.

ORATIO

Tu ley, Señor Jesús, es el signo de tu realeza: tú nos quieres obedientes porque sólo a través de la obediencia -como tú mismo demostraste- se llega a rey.

Tu ejemplo, Señor Jesús, manifiesta tu profunda identidad de Hijo: Hijo de Dios Padre que vive y expresa siempre su propia sumisión en su plena disponibilidad.

Tu Palabra, Señor Jesús, ilumina nuestro camino: el que tú nos muestras no vale sólo para ti, sino también para todos los que, libremente, te han elegido como maestro y te siguen con alegría por el camino del Evangelio.

Tu martirio, Señor Jesús, lo fuiste viviendo en cada momento de tu vida: quien ha aprendido a conocerte a través de las páginas evangélicas sabe que, para ti, ser siervo significaba vivir del todo para Dios y del todo para los hermanos. Ésta es la «ley real» de la que habla el apóstol Santiago en su carta.

CONTEMPLATIO

El objetivo de los dos discípulos [Juan y Santiago] es obtener el primado respecto a los otros apóstoles. […] ¿Os dais cuenta de cómo todos los apóstoles son aún imperfectos? Tanto los dos que quieren elevarse sobre los diez como los diez que tienen envidia de ellos. Ahora bien, fijémonos en cómo se comportan a continuación y les veremos exentos de todas estas pasiones. […]

Santiago no sobrevivirá mucho tiempo. En efecto, poco después del descenso del Espíritu Santo, llegará su fervor a tal extremo que, dejando de lado todo interés terreno, llegará a una virtud tan elevada que morirá inmediatamente (Juan Crisóstomo, Comentario al evangelio de Mateo, Roma 1967, pp. 98 y 99ss).

ACTIO

Repite y medita a menudo durante el día estas palabras: «El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir» (Mt 20,28).

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Las fiestas de los santos proponen ejemplos oportunos a la imitación de los fieles. A esta función de ejemplaridad ha querido unir siempre la Iglesia el reconocimiento de la intercesión de los santos en favor de sus hermanos los hombres. Éste es el motivo por el que, desde siempre, ha aceptado y fomentado gustosa la designación de determinados santos como patronos para los diversos pueblos.

La liturgia de la misa de Santiago, patrono de España, no hace sino corroborar esta misma idea. Santiago, que «bebió el cáliz del Señor y se hizo amigo de Dios», fue siempre, junto con su hermano Juan y con Pedro, uno de los apóstoles que gozó de las mayores intimidades de Jesús. Y si bien su acción en el evangelio no adquiere el relieve de la de los otros dos predilectos, fue él quien primero selló con su propia sangre la entrega al Señor y a la predicación de su doctrina. Esta misma acción, tras su muerte, es reconocida por nosotros en favor de «los pueblos de España», precisamente como respuesta a su elección como patrono. Pero, al mismo tiempo que reconocemos gustosos su acción en el pasado, pedimos de cara al futuro que, así como  él mantuvo su entrega plena a Jesús hasta el sacrificio de su propia vida, así también, «por el patrocinio de Santiago, España se mantenga fiel a Cristo hasta el final de los tiempos» (http://sagradaramiliadevigo.net).

Biblia, Espiritualidad

25 de julio de 2021. Domingo Solemnidad de Santiago

Domingo, 25 de julio de 2021
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Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros; el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo

(Mt 20, 20-28)

Esta fiesta de Santiago que se nos cuela en pleno domingo viene a recordamos algo muy importante: somos peregrinas, peregrinos. Necesitamos que nos lo recuerden porque nos pasa como a los discípulos, que se nos olvida, y en lugar de querer caminar tras las huellas de Jesús andamos buscado lugares de privilegio. Asientos de mando. Puestos importantes.

Sea como sea, los puestos importantes junto a Jesús no son como los imaginamos. El trono de Jesús es una cruz, es decir, el último y más inhóspito lugar. Si queremos estar a su derecha o a su izquierda nos espera una cruz, un lugar marginal. Esta es su manera de ser grande. Así no los manifiesta Él mismo a lo largo de toda su vida. Y así nos lo han ransmitido las primeras comunidades de creyentes que consignaron por escrito la vida y la enseñanza de Jesús, pero cuando leemos el evangelio, además de descubrir la grandeza de la Buena Noticia, se pone de manifiesto también la torpeza humana.

Aquellos primeros seguidores no entendían a Jesús. Lo habían dejado todo y andaban por Galilea detrás del Maestro, pero a cada paso se ponía de manifiesto que ni siquiera la convivencia estrecha con Jesús es suficiente para entrar en su Reino.

Y no es que el Reino sea difícil de encontrar, somos nosotras las que nos perdemos con soberana facilidad. Queremos ser discípulas, nos ponemos en camino, pero nos cuesta abandonarnos a un amor tan gratuito, a una verdad tan profunda y a una confianza tan extrema. Nos empeñamos en adoquinar el camino e incluso nos hemos atrevido a poner peajes. Sin embargo el Reino de Jesús es insobornable. El camino único para cada persona y solo se llega cuando acogemos a las demás como hermanas. Metiendo cualquier título que nos separe en la maleta del olvido y sirviendo, que es el segundo nombre del amor.

Oremos

A tu derecha o a tu izquierda, con las manos prontas para el servicio y los pies ligeros para el camino, compartiendo tu misma suerte, tu mismo destino. Amén

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

***

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Creerle a Jesús.

Domingo, 25 de julio de 2021
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SER HERMANO - MEMORIA PROFETICA DE JESUS - ESP - sin cintillo_resize(Mt 20, 20-28)

«El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo».

No suele costarnos demasiado creer “en” Jesús —el hombre lleno del Espíritu—, pero nos cuesta mucho creerle “a” Jesús cuando dice cosas tan sorprendentes como ésta (o como otras tan asombrosas como ésta). Sentimos la tentación de quedarnos solo con lo que nos parece razonable; creerle a Jesús en lo que cuadra con nuestros criterios e ignorarle en el resto… porque ¿qué es eso de perdonar setenta veces siete, o hacer el bien a los que nos aborrecen, o poner la otra mejilla o ir por el mundo proclamando el evangelio…?

Nos suena raro, casi escandaloso, porque nuestra cultura nos impone unos valores que nada tienen que ver con los suyos. Pero al leerlo, no podemos olvidar que Jesús nos está hablando nada menos que de su mejor sueño; del Reino; de esa humanidad de Hijos que solo queriéndose como hermanos podrá realizarse.

Jesús no se limita a proclamar el Reino, sino que lo compara con un tesoro escondido en un campo, que cuando alguien lo encuentra —cuando alguien le cree y responde a su palabra—, vende todo cuanto tiene para comprarlo. Y lo hace “lleno de alegría” porque ya solo le interesa el tesoro que acaba de descubrir; lo demás deja de tener valor para él… Y esto es fantástico, pero no le creemos. Tampoco le creemos cuando nos asegura que «no hay quien haya dejado casa, o hermano, o hermana, o madre, o padre, o hijos, o campos por anunciar la buena noticia, que no reciba el ciento por uno aquí en esta vida, y además la vida eterna»… Y es que, como decía Jon Sobrino, nos da miedo ser felices al estilo de Jesús.

Nos llamamos cristianos, declaramos nuestra fe en Jesús, pero no le creemos cuando nos asegura que el Reino es la mejor apuesta que podemos hacer…

¿Y cómo apostar?

Ruiz de Galarreta decía que «el Reino no es huir de la realidad humana, sino dar pleno sentido a toda realidad humana. Por eso, el Reino no es esencialmente renunciar a nada, sino dirigirlo todo hacia ese fin. Ni poseer, ni casarse, ni trabajar, ni descansar, ni disfrutar, ni esforzarse, ni dimensión humana alguna, está fuera de esta categoría esencial: medios para construir el Reino».

Y una vez más vemos que el evangelio no es un ligero barniz que se añade a lo humano: es tomar al hombre desde lo más profundo, tal como es, y hacer posible que se oriente a Dios.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Fuente Fe Adulta

 

Nota de Fe Adulta:

Después de dos ciclos litúrgicos completos, es decir, más de seis años en el encargo, nuestro querido Vicente Martínez le pasa el testigo a Miguel Ángel Munárriz. No es un adiós ni mucho menos. Vicente seguirá deleitándonos con esos valores cristianos creativamente engarzados con las bellas artes, pero será en la sección de artículos. Por otro lado, tod@s conocemos a Miguel Ángel por sus artículos y sobre todo por su estrecha relación con la obra de José Enrique Galarreta, del que se considera su discípulo y del que fue buen amigo. Será una bonita forma de hacer presente a Galarreta en este portal. Y recordando las ideas de José Enrique, tenemos asegurado hablar de Jesús y hablar de Evangelio. Gracias Vicente. Gracias Miguel Ángel.

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Festividad de Santiago Apóstol

Sábado, 25 de julio de 2020
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Santiago, llamado «el mayor», era hijo de Zebedeo y de Salomé (Mc 15,40; Mt 27,56) y hermano mayor de Juan el evangelista. Junto con él fue llamado entre los primeros discípulos de Jesús, y siempre se le cita entre los tres primeros apóstoles en el Nuevo Testamento.

Fue testigo privilegiado de la resurrección de la hija de Jairo (Mc 5,37), de la transfiguración de Jesús (Mt 17,1) y de la agonía de Jesús en Getsemaní (Mt 26,37). Fue decapitado hacia el año 44, en tiempos de Herodes Agripa, en los días de la Pascua (Hch 12,1-3).

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LECTIO

Primera lectura: Hechos de los apóstoles

4,33.5.12.27b-33; 12,1b

En aquellos días, los apóstoles datan testimonio de la resurrección del Señor con mucho valor y hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo. Los trajeron y los condujeron a presencia del consejo, y el sumo sacerdote los interrogó: -¿No os habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ése? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre.

Pedro y los apóstoles replicaron: -Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. «El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándolo de un madero». «La diestra de Dios lo exaltó haciéndolo jefe y salvador, para otorgar a Israel la conversión con el perdón de los pecados». Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen. Ellos, al oír esto, se consumían de rabia y trataban de matarlos, y el rey Herodes hizo decapitar a Santiago, hermano de Juan.

 La primera lectura de la solemnidad de Santiago, patrón de España, presenta a nuestra consideración la idea del testimonio de la resurrección de Jesús por parte de los apóstoles. Este testimonio, mandato expreso del Señor, no puede ser encadenado por ninguna instancia humana, porque el testigo debe obedecer a Dios antes que a los hombres. Y puede hacerlo gracias al Espíritu Santo, «que Dios da a los que le obedecen». Esta obediencia llevó a Santiago a derramar su sangre, corroborando con ello su testimonio, su «martirio».

***

Salmo:

Sal 66, 2-3. 5. 7-8

R. Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

Que Dios tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación. R.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
y gobiernas las naciones de la tierra. R.

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga;
que le teman hasta los confines de la tierra. R

***

Segunda lectura: 2 Corintios 4,7-15

Hermanos:

Este tesoro lo llevamos en vasijas de barro, para que todos vean que una fuerza tan extraordinaria procede de Dios y no de nosotros.

Nos acosan por todas partes, pero no estamos abatidos; nos encontramos en apuros, pero no desesperados; somos perseguidos, pero no quedamos a merced del peligro; nos derriban, pero no llegan a rematarnos.

Por todas partes vamos llevando en el cuerpo la muerte de Jesús, para que la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.

Porque nosotros, mientras vivimos, estamos siempre expuestos a la muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.

Así que en nosotros actúa la muerte, y en vosotros, en cambio, la vida.

Pero como tenemos aquel mismo espíritu de fe del que dice la Escritura: Creí y por eso hablé, también nosotros creemos, y por eso hablamos, sabiendo que el que ha resucitado a Jesús, el Señor, nos resucitará también a nosotros con Jesús y nos dará un puesto junto a él en compañía de vosotros.

Porque todo esto es para vuestro bien; para que la gracia, difundida abundantemente en muchos, haga crecer la acción de gracias para gloria de Dios.

 El mensaje central de esta segunda lectura podríamos resumirlo de este modo: «Por todas partes vamos llevando en el cuerpo la muerte de Jesús» (v. 10a). Lo que Pablo dice por experiencia directa, lo aplica literalmente la liturgia al apóstol cuya solemnidad celebramos hoy: de Jesús a Pablo y de Pablo a Santiago, y así sucesivamente, se va creando, a lo largo de la historia, la cadena de los testigos o, mejor aún, de los «mártires» en sentido propio.

Puede decir que lleva la muerte de Jesús en su propio cuerpo no sólo quien recibe la gracia excepcional de derramar la sangre por amor a Cristo y a los hermanos, sino también quien, día tras día, vive con seriedad y serenidad la radicalidad evangélica. Quien realiza esta experiencia puede hablar en nombre de Jesús, puede decir que es siervo del Evangelio por lo que anuncia, pero sobre todo por lo que hace y por cómo vive: «Creí y por eso hablé» (v. 13).

La palabra de los testigos no sólo es significativa, sino también eficaz: precisamente porque tiene la elocuencia de la experiencia vivida, de la sangre derramada, del martirio padecido.

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Aleluya

R. Aleluya, aleluya, aleluya
Astro brillante de España, apóstol Santiago,
tu cuerpo descansa en la paz,
tu gloria pervive entre nosotros. R

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Evangelio: Mateo 20,20-28

En aquel tiempo,

La madre de los Zebedeos se acercó a Jesús con sus hijos y se arrodilló para pedirle un favor. Él le preguntó:

-¿Qué quieres? Ella contestó: -Manda que estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y otro a tu izquierda cuando tú reines.

Jesús respondió:

-No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa de amargura que yo he de beber?

Ellos dijeron:

-Sí, podemos.

Jesús les respondió:

-Beberéis mi copa, pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para quienes lo ha reservado mi Padre.

Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo:

-Sabéis que los jefes de las naciones las gobiernan tiránicamente y que los magnates las oprimen. No ha de ser así entre vosotros. El que quiera ser importante entre vosotros, sea vuestro servidor, y el que quiera ser el primero, sea vuestro esclavo. De la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por todos.

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 Mateo nos refiere en esta página de su evangelio, tal vez con una sutil ironía, la petición que la madre de los Zebedeos -Juan y Santiago- presentó a Jesús. Si bien estamos dispuestos a mostrarnos un tanto indulgentes con la madre, lo estamos ciertamente un poco menos con los dos hermanos, que con una excesiva rapidez se declaran dispuestos a compartir con Jesús el cáliz, la copa, que ha de beber. Afortunadamente, Jesús sabe cambiar en bien lo que, humanamente hablando, podría parecer fruto de la intemperancia y de la precipitación.

El discurso se convierte de hipotético en profético: Jesús predice la muerte que Santiago padecerá por su fidelidad radical al Maestro y al Evangelio.

Y no sólo esto, sino que de este diálogo -que, por otra parte, suscita el desdén de los otros apóstoles- extrae Jesús también una lección de humildad para todos los que quieran seguirle por el camino del Evangelio. La grandeza de los discípulos de Jesús puede y debe ser valorada con unidades de medida bastante diferentes a las que conoce el mundo. En la escuela de Jesús se aprende a subvertir la escala de valores y a considerar válido sólo lo que lo es a los ojos de Dios. Precisamente, según

el ejemplo que nos dejó Jesús: siendo rico, se hizo pobre; aun siendo Señor, se hizo siervo-esclavo; siendo maestro, aprendió a obedecer al Padre; siendo sacerdote, se hizo víctima por amor.

MEDITATIO

«El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por todos» (Mt 20,28). Es más que lícito que nos preguntemos qué psicología brota de una afirmación autobiográfica como ésta, y la respuesta no puede ser equívoca. Estamos frente a un gran don que Jesús ha hecho a sus discípulos de ayer y de hoy, ofreciéndoles la posibilidad de penetrar en su corazón de Hijo inmolado por amor, en su espiritualidad de Cordero inmolado en rescate de los hermanos.

Todo esto es lo que se expresa mediante la metáfora del «servicio», un término que ha de ser bien entendido: hemos de rescatarlo de todo tipo de servilismo, de toda abdicación pasiva a la propia libertad, y hemos de inscribirlo en el horizonte de una total expropiación personal y de una entrega completa de nosotros mismos al Padre. La luz de esta afirmación de Jesús se difunde, obviamente, por todo el Evangelio.

Jesús, sin embargo, se presenta también como siervo «de muchos», a saber: de todos los que el Padre le ha confiado como hermanos, oprimidos por el pecado, pero abiertos al don de la liberación. El cáliz de la pasión, que Jesús acepta libremente de manos del Padre, sólo espera ser saboreado también por aquellos por los que el Maestro de Nazaret lo bebió hasta las heces.

ORATIO

Tu ley, Señor Jesús, es el signo de tu realeza: tú nos quieres obedientes porque sólo a través de la obediencia -como tú mismo demostraste- se llega a rey.

Tu ejemplo, Señor Jesús, manifiesta tu profunda identidad de Hijo: Hijo de Dios Padre que vive y expresa siempre su propia sumisión en su plena disponibilidad.

Tu Palabra, Señor Jesús, ilumina nuestro camino: el que tú nos muestras no vale sólo para ti, sino también para todos los que, libremente, te han elegido como maestro y te siguen con alegría por el camino del Evangelio.

Tu martirio, Señor Jesús, lo fuiste viviendo en cada momento de tu vida: quien ha aprendido a conocerte a través de las páginas evangélicas sabe que, para ti, ser siervo significaba vivir del todo para Dios y del todo para los hermanos. Ésta es la «ley real» de la que habla el apóstol Santiago en su carta.

CONTEMPLATIO

El objetivo de los dos discípulos [Juan y Santiago] es obtener el primado respecto a los otros apóstoles. […] ¿Os dais cuenta de cómo todos los apóstoles son aún imperfectos? Tanto los dos que quieren elevarse sobre los diez como los diez que tienen envidia de ellos. Ahora bien, fijémonos en cómo se comportan a continuación y les veremos exentos de todas estas pasiones. […]

Santiago no sobrevivirá mucho tiempo. En efecto, poco después del descenso del Espíritu Santo, llegará su fervor a tal extremo que, dejando de lado todo interés terreno, llegará a una virtud tan elevada que morirá inmediatamente (Juan Crisóstomo, Comentario al evangelio de Mateo, Roma 1967, pp. 98 y 99ss).

ACTIO

Repite y medita a menudo durante el día estas palabras: «El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir» (Mt 20,28).

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Las fiestas de los santos proponen ejemplos oportunos a la imitación de los fieles. A esta función de ejemplaridad ha querido unir siempre la Iglesia el reconocimiento de la intercesión de los santos en favor de sus hermanos los hombres. Éste es el motivo por el que, desde siempre, ha aceptado y fomentado gustosa la designación de determinados santos como patronos para los diversos pueblos.

La liturgia de la misa de Santiago, patrono de España, no hace sino corroborar esta misma idea. Santiago, que «bebió el cáliz del Señor y se hizo amigo de Dios», fue siempre, junto con su hermano Juan y con Pedro, uno de los apóstoles que gozó de las mayores intimidades de Jesús. Y si bien su acción en el evangelio no adquiere el relieve de la de los otros dos predilectos, fue él quien primero selló con su propia sangre la entrega al Señor y a la predicación de su doctrina. Esta misma acción, tras su muerte, es reconocida por nosotros en favor de «los pueblos de España», precisamente como respuesta a su elección como patrono. Pero, al mismo tiempo que reconocemos gustosos su acción en el pasado, pedimos de cara al futuro que, así como  él mantuvo su entrega plena a Jesús hasta el sacrificio de su propia vida, así también, «por el patrocinio de Santiago, España se mantenga fiel a Cristo hasta el final de los tiempos» (http://sagradaramiliadevigo.net).

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Biblia, Espiritualidad

Festividad de Santiago Apóstol

Jueves, 25 de julio de 2019
Comentarios desactivados en Festividad de Santiago Apóstol

1404782552

Santiago, llamado «el mayor», era hijo de Zebedeo y de Salomé (Mc 15,40; Mt 27,56) y hermano mayor de Juan el evangelista. Junto con él fue llamado entre los primeros discípulos de Jesús, y siempre se le cita entre los tres primeros apóstoles en el Nuevo Testamento.

Fue testigo privilegiado de la resurrección de la hija de Jairo (Mc 5,37), de la transfiguración de Jesús (Mt 17,1) y de la agonía de Jesús en Getsemaní (Mt 26,37). Fue decapitado hacia el año 44, en tiempos de Herodes Agripa, en los días de la Pascua (Hch 12,1-3).

LECTIO

Primera lectura: Hechos de los apóstoles

4,33.5.12.27b-33; 12,1b

En aquellos días, los apóstoles datan testimonio de la resurrección del Señor con mucho valor y hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo. Los trajeron y los condujeron a presencia del consejo, y el sumo sacerdote los interrogó: -¿No os habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ése? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre.

Pedro y los apóstoles replicaron: -Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. «El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándolo de un madero». «La diestra de Dios lo exaltó haciéndolo jefe y salvador, para otorgar a Israel la conversión con el perdón de los pecados». Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen. Ellos, al oír esto, se consumían de rabia y trataban de matarlos, y el rey Herodes hizo decapitar a Santiago, hermano de Juan.

 La primera lectura de la solemnidad de Santiago, patrón de España, presenta a nuestra consideración la idea del testimonio de la resurrección de Jesús por parte de los apóstoles. Este testimonio, mandato expreso del Señor, no puede ser encadenado por ninguna instancia humana, porque el testigo debe obedecer a Dios antes que a los hombres. Y puede hacerlo gracias al Espíritu Santo, «que Dios da a los que le obedecen». Esta obediencia llevó a Santiago a derramar su sangre, corroborando con ello su testimonio, su «martirio».

***

Salmo:

Sal 66, 2-3. 5. 7-8

R. Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

Que Dios tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación. R.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
y gobiernas las naciones de la tierra. R.

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga;
que le teman hasta los confines de la tierra. R

***

Segunda lectura: 2 Corintios 4,7-15

Hermanos:

Este tesoro lo llevamos en vasijas de barro, para que todos vean que una fuerza tan extraordinaria procede de Dios y no de nosotros.

Nos acosan por todas partes, pero no estamos abatidos; nos encontramos en apuros, pero no desesperados; somos perseguidos, pero no quedamos a merced del peligro; nos derriban, pero no llegan a rematarnos.

Por todas partes vamos llevando en el cuerpo la muerte de Jesús, para que la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.

Porque nosotros, mientras vivimos, estamos siempre expuestos a la muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.

Así que en nosotros actúa la muerte, y en vosotros, en cambio, la vida.

Pero como tenemos aquel mismo espíritu de fe del que dice la Escritura: Creí y por eso hablé, también nosotros creemos, y por eso hablamos, sabiendo que el que ha resucitado a Jesús, el Señor, nos resucitará también a nosotros con Jesús y nos dará un puesto junto a él en compañía de vosotros.

Porque todo esto es para vuestro bien; para que la gracia, difundida abundantemente en muchos, haga crecer la acción de gracias para gloria de Dios.

 El mensaje central de esta segunda lectura podríamos resumirlo de este modo: «Por todas partes vamos llevando en el cuerpo la muerte de Jesús» (v. 10a). Lo que Pablo dice por experiencia directa, lo aplica literalmente la liturgia al apóstol cuya solemnidad celebramos hoy: de Jesús a Pablo y de Pablo a Santiago, y así sucesivamente, se va creando, a lo largo de la historia, la cadena de los testigos o, mejor aún, de los «mártires» en sentido propio.

Puede decir que lleva la muerte de Jesús en su propio cuerpo no sólo quien recibe la gracia excepcional de derramar la sangre por amor a Cristo y a los hermanos, sino también quien, día tras día, vive con seriedad y serenidad la radicalidad evangélica. Quien realiza esta experiencia puede hablar en nombre de Jesús, puede decir que es siervo del Evangelio por lo que anuncia, pero sobre todo por lo que hace y por cómo vive: «Creí y por eso hablé» (v. 13).

La palabra de los testigos no sólo es significativa, sino también eficaz: precisamente porque tiene la elocuencia de la experiencia vivida, de la sangre derramada, del martirio padecido.

***

Aleluya

R. Aleluya, aleluya, aleluya
Astro brillante de España, apóstol Santiago,
tu cuerpo descansa en la paz,
tu gloria pervive entre nosotros. R

***

Evangelio: Mateo 20,20-28

En aquel tiempo,

La madre de los Zebedeos se acercó a Jesús con sus hijos y se arrodilló para pedirle un favor. Él le preguntó:

-¿Qué quieres? Ella contestó: -Manda que estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y otro a tu izquierda cuando tú reines.

Jesús respondió:

-No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa de amargura que yo he de beber?

Ellos dijeron:

-Sí, podemos.

Jesús les respondió:

-Beberéis mi copa, pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para quienes lo ha reservado mi Padre.

Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo:

-Sabéis que los jefes de las naciones las gobiernan tiránicamente y que los magnates las oprimen. No ha de ser así entre vosotros. El que quiera ser importante entre vosotros, sea vuestro servidor, y el que quiera ser el primero, sea vuestro esclavo. De la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por todos.

***

 Mateo nos refiere en esta página de su evangelio, tal vez con una sutil ironía, la petición que la madre de los Zebedeos -Juan y Santiago- presentó a Jesús. Si bien estamos dispuestos a mostrarnos un tanto indulgentes con la madre, lo estamos ciertamente un poco menos con los dos hermanos, que con una excesiva rapidez se declaran dispuestos a compartir con Jesús el cáliz, la copa, que ha de beber. Afortunadamente, Jesús sabe cambiar en bien lo que, humanamente hablando, podría parecer fruto de la intemperancia y de la precipitación.

El discurso se convierte de hipotético en profético: Jesús predice la muerte que Santiago padecerá por su fidelidad radical al Maestro y al Evangelio.

Y no sólo esto, sino que de este diálogo -que, por otra parte, suscita el desdén de los otros apóstoles- extrae Jesús también una lección de humildad para todos los que quieran seguirle por el camino del Evangelio. La grandeza de los discípulos de Jesús puede y debe ser valorada con unidades de medida bastante diferentes a las que conoce el mundo. En la escuela de Jesús se aprende a subvertir la escala de valores y a considerar válido sólo lo que lo es a los ojos de Dios. Precisamente, según

el ejemplo que nos dejó Jesús: siendo rico, se hizo pobre; aun siendo Señor, se hizo siervo-esclavo; siendo maestro, aprendió a obedecer al Padre; siendo sacerdote, se hizo víctima por amor.

MEDITATIO

«El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por todos» (Mt 20,28). Es más que lícito que nos preguntemos qué psicología brota de una afirmación autobiográfica como ésta, y la respuesta no puede ser equívoca. Estamos frente a un gran don que Jesús ha hecho a sus discípulos de ayer y de hoy, ofreciéndoles la posibilidad de penetrar en su corazón de Hijo inmolado por amor, en su espiritualidad de Cordero inmolado en rescate de los hermanos.

Todo esto es lo que se expresa mediante la metáfora del «servicio», un término que ha de ser bien entendido: hemos de rescatarlo de todo tipo de servilismo, de toda abdicación pasiva a la propia libertad, y hemos de inscribirlo en el horizonte de una total expropiación personal y de una entrega completa de nosotros mismos al Padre. La luz de esta afirmación de Jesús se difunde, obviamente, por todo el Evangelio.

Jesús, sin embargo, se presenta también como siervo «de muchos», a saber: de todos los que el Padre le ha confiado como hermanos, oprimidos por el pecado, pero abiertos al don de la liberación. El cáliz de la pasión, que Jesús acepta libremente de manos del Padre, sólo espera ser saboreado también por aquellos por los que el Maestro de Nazaret lo bebió hasta las heces.

ORATIO

Tu ley, Señor Jesús, es el signo de tu realeza: tú nos quieres obedientes porque sólo a través de la obediencia -como tú mismo demostraste- se llega a rey.

Tu ejemplo, Señor Jesús, manifiesta tu profunda identidad de Hijo: Hijo de Dios Padre que vive y expresa siempre su propia sumisión en su plena disponibilidad.

Tu Palabra, Señor Jesús, ilumina nuestro camino: el que tú nos muestras no vale sólo para ti, sino también para todos los que, libremente, te han elegido como maestro y te siguen con alegría por el camino del Evangelio.

Tu martirio, Señor Jesús, lo fuiste viviendo en cada momento de tu vida: quien ha aprendido a conocerte a través de las páginas evangélicas sabe que, para ti, ser siervo significaba vivir del todo para Dios y del todo para los hermanos. Ésta es la «ley real» de la que habla el apóstol Santiago en su carta.

CONTEMPLATIO

El objetivo de los dos discípulos [Juan y Santiago] es obtener el primado respecto a los otros apóstoles. […] ¿Os dais cuenta de cómo todos los apóstoles son aún imperfectos? Tanto los dos que quieren elevarse sobre los diez como los diez que tienen envidia de ellos. Ahora bien, fijémonos en cómo se comportan a continuación y les veremos exentos de todas estas pasiones. […]

Santiago no sobrevivirá mucho tiempo. En efecto, poco después del descenso del Espíritu Santo, llegará su fervor a tal extremo que, dejando de lado todo interés terreno, llegará a una virtud tan elevada que morirá inmediatamente (Juan Crisóstomo, Comentario al evangelio de Mateo, Roma 1967, pp. 98 y 99ss).

ACTIO

Repite y medita a menudo durante el día estas palabras: «El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir» (Mt 20,28).

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Las fiestas de los santos proponen ejemplos oportunos a la imitación de los fieles. A esta función de ejemplaridad ha querido unir siempre la Iglesia el reconocimiento de la intercesión de los santos en favor de sus hermanos los hombres. Éste es el motivo por el que, desde siempre, ha aceptado y fomentado gustosa la designación de determinados santos como patronos para los diversos pueblos.

La liturgia de la misa de Santiago, patrono de España, no hace sino corroborar esta misma idea. Santiago, que «bebió el cáliz del Señor y se hizo amigo de Dios», fue siempre, junto con su hermano Juan y con Pedro, uno de los apóstoles que gozó de las mayores intimidades de Jesús. Y si bien su acción en el evangelio no adquiere el relieve de la de los otros dos predilectos, fue él quien primero selló con su propia sangre la entrega al Señor y a la predicación de su doctrina. Esta misma acción, tras su muerte, es reconocida por nosotros en favor de «los pueblos de España», precisamente como respuesta a su elección como patrono. Pero, al mismo tiempo que reconocemos gustosos su acción en el pasado, pedimos de cara al futuro que, así como  él mantuvo su entrega plena a Jesús hasta el sacrificio de su propia vida, así también, «por el patrocinio de Santiago, España se mantenga fiel a Cristo hasta el final de los tiempos» (http://sagradaramiliadevigo.net).

Biblia, Espiritualidad

Festividad de Santiago Apóstol

Miércoles, 25 de julio de 2018
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Santiago, llamado «el mayor», era hijo de Zebedeo y de Salomé (Mc 15,40; Mt 27,56) y hermano mayor de Juan el evangelista. Junto con él fue llamado entre los primeros discípulos de Jesús, y siempre se le cita entre los tres primeros apóstoles en el Nuevo Testamento.

Fue testigo privilegiado de la resurrección de la hija de Jairo (Mc 5,37), de la transfiguración de Jesús (Mt 17,1) y de la agonía de Jesús en Getsemaní (Mt 26,37). Fue decapitado hacia el año 44, en tiempos de Herodes Agripa, en los días de la Pascua (Hch 12,1-3).

LECTIO

Primera lectura: Hechos de los apóstoles

4,33.5.12.27b-33; 12,1b

En aquellos días, los apóstoles datan testimonio de la resurrección del Señor con mucho valor y hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo. Los trajeron y los condujeron a presencia del consejo, y el sumo sacerdote los interrogó: -¿No os habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ése? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre.

Pedro y los apóstoles replicaron: -Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. «El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándolo de un madero». «La diestra de Dios lo exaltó haciéndolo jefe y salvador, para otorgar a Israel la conversión con el perdón de los pecados». Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen. Ellos, al oír esto, se consumían de rabia y trataban de matarlos, y el rey Herodes hizo decapitar a Santiago, hermano de Juan.

 La primera lectura de la solemnidad de Santiago, patrón de España, presenta a nuestra consideración la idea del testimonio de la resurrección de Jesús por parte de los apóstoles. Este testimonio, mandato expreso del Señor, no puede ser encadenado por ninguna instancia humana, porque el testigo debe obedecer a Dios antes que a los hombres. Y puede hacerlo gracias al Espíritu Santo, «que Dios da a los que le obedecen». Esta obediencia llevó a Santiago a derramar su sangre, corroborando con ello su testimonio, su «martirio».

***

Salmo:

Sal 66, 2-3. 5. 7-8

R. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.

Que Dios tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación. R.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
y gobiernas las naciones de la tierra. R.

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga;
que le teman hasta los confines de la tierra. R

***

 

Segunda lectura: 2 Corintios 4,7-15

Hermanos:

Este tesoro lo llevamos en vasijas de barro, para que todos vean que una fuerza tan extraordinaria procede de Dios y no de nosotros.

Nos acosan por todas partes, pero no estamos abatidos; nos encontramos en apuros, pero no desesperados; somos perseguidos, pero no quedamos a merced del peligro; nos derriban, pero no llegan a rematarnos.

Por todas partes vamos llevando en el cuerpo la muerte de Jesús, para que la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.

Porque nosotros, mientras vivimos, estamos siempre expuestos a la muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.

Así que en nosotros actúa la muerte, y en vosotros, en cambio, la vida.

Pero como tenemos aquel mismo espíritu de fe del que dice la Escritura: Creí y por eso hablé, también nosotros creemos, y por eso hablamos, sabiendo que el que ha resucitado a Jesús, el Señor, nos resucitará también a nosotros con Jesús y nos dará un puesto junto a él en compañía de vosotros.

Porque todo esto es para vuestro bien; para que la gracia, difundida abundantemente en muchos, haga crecer la acción de gracias para gloria de Dios.

 El mensaje central de esta segunda lectura podríamos resumirlo de este modo: «Por todas partes vamos llevando en el cuerpo la muerte de Jesús» (v. 10a). Lo que Pablo dice por experiencia directa, lo aplica literalmente la liturgia al apóstol cuya solemnidad celebramos hoy: de Jesús a Pablo y de Pablo a Santiago, y así sucesivamente, se va creando, a lo largo de la historia, la cadena de los testigos o, mejor aún, de los «mártires» en sentido propio.

Puede decir que lleva la muerte de Jesús en su propio cuerpo no sólo quien recibe la gracia excepcional de derramar la sangre por amor a Cristo y a los hermanos, sino también quien, día tras día, vive con seriedad y serenidad la radicalidad evangélica. Quien realiza esta experiencia puede hablar en nombre de Jesús, puede decir que es siervo del Evangelio por lo que anuncia, pero sobre todo por lo que hace y por cómo vive: «Creí y por eso hablé» (v. 13).

La palabra de los testigos no sólo es significativa, sino también eficaz: precisamente porque tiene la elocuencia de la experiencia vivida, de la sangre derramada, del martirio padecido.

***

Aleluya

R. Aleluya, aleluya, aleluya
Astro brillante de España, apóstol Santiago,
tu cuerpo descansa en la paz,
tu gloria pervive entre nosotros. R

***

Evangelio: Mateo 20,20-28

En aquel tiempo,

La madre de los Zebedeos se acercó a Jesús con sus hijos y se arrodilló para pedirle un favor. Él le preguntó:

-¿Qué quieres? Ella contestó: -Manda que estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y otro a tu izquierda cuando tú reines.

Jesús respondió:

-No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa de amargura que yo he de beber?

Ellos dijeron:

-Sí, podemos.

Jesús les respondió:

-Beberéis mi copa, pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para quienes lo ha reservado mi Padre.

Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo:

-Sabéis que los jefes de las naciones las gobiernan tiránicamente y que los magnates las oprimen. No ha de ser así entre vosotros. El que quiera ser importante entre vosotros, sea vuestro servidor, y el que quiera ser el primero, sea vuestro esclavo. De la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por todos.

***

 Mateo nos refiere en esta página de su evangelio, tal vez con una sutil ironía, la petición que la madre de los Zebedeos -Juan y Santiago- presentó a Jesús. Si bien estamos dispuestos a mostrarnos un tanto indulgentes con la madre, lo estamos ciertamente un poco menos con los dos hermanos, que con una excesiva rapidez se declaran dispuestos a compartir con Jesús el cáliz, la copa, que ha de beber. Afortunadamente, Jesús sabe cambiar en bien lo que, humanamente hablando, podría parecer fruto de la intemperancia y de la precipitación.

El discurso se convierte de hipotético en profético: Jesús predice la muerte que Santiago padecerá por su fidelidad radical al Maestro y al Evangelio.

Y no sólo esto, sino que de este diálogo -que, por otra parte, suscita el desdén de los otros apóstoles- extrae Jesús también una lección de humildad para todos los que quieran seguirle por el camino del Evangelio. La grandeza de los discípulos de Jesús puede y debe ser valorada con unidades de medida bastante diferentes a las que conoce el mundo. En la escuela de Jesús se aprende a subvertir la escala de valores y a considerar válido sólo lo que lo es a los ojos de Dios. Precisamente, según

el ejemplo que nos dejó Jesús: siendo rico, se hizo pobre; aun siendo Señor, se hizo siervo-esclavo; siendo maestro, aprendió a obedecer al Padre; siendo sacerdote, se hizo víctima por amor.

MEDITATIO

«El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por todos» (Mt 20,28). Es más que lícito que nos preguntemos qué psicología brota de una afirmación autobiográfica como ésta, y la respuesta no puede ser equívoca. Estamos frente a un gran don que Jesús ha hecho a sus discípulos de ayer y de hoy, ofreciéndoles la posibilidad de penetrar en su corazón de Hijo inmolado por amor, en su espiritualidad de Cordero inmolado en rescate de los hermanos.

Todo esto es lo que se expresa mediante la metáfora del «servicio», un término que ha de ser bien entendido: hemos de rescatarlo de todo tipo de servilismo, de toda abdicación pasiva a la propia libertad, y hemos de inscribirlo en el horizonte de una total expropiación personal y de una entrega completa de nosotros mismos al Padre. La luz de esta afirmación de Jesús se difunde, obviamente, por todo el Evangelio.

Jesús, sin embargo, se presenta también como siervo «de muchos», a saber: de todos los que el Padre le ha confiado como hermanos, oprimidos por el pecado, pero abiertos al don de la liberación. El cáliz de la pasión, que Jesús acepta libremente de manos del Padre, sólo espera ser saboreado también por aquellos por los que el Maestro de Nazaret lo bebió hasta las heces.

ORATIO

Tu ley, Señor Jesús, es el signo de tu realeza: tú nos quieres obedientes porque sólo a través de la obediencia -como tú mismo demostraste- se llega a rey.

Tu ejemplo, Señor Jesús, manifiesta tu profunda identidad de Hijo: Hijo de Dios Padre que vive y expresa siempre su propia sumisión en su plena disponibilidad.

Tu Palabra, Señor Jesús, ilumina nuestro camino: el que tú nos muestras no vale sólo para ti, sino también para todos los que, libremente, te han elegido como maestro y te siguen con alegría por el camino del Evangelio.

Tu martirio, Señor Jesús, lo fuiste viviendo en cada momento de tu vida: quien ha aprendido a conocerte a través de las páginas evangélicas sabe que, para ti, ser siervo significaba vivir del todo para Dios y del todo para los hermanos. Ésta es la «ley real» de la que habla el apóstol Santiago en su carta.

CONTEMPLATIO

El objetivo de los dos discípulos [Juan y Santiago] es obtener el primado respecto a los otros apóstoles. […] ¿Os dais cuenta de cómo todos los apóstoles son aún imperfectos? Tanto los dos que quieren elevarse sobre los diez como los diez que tienen envidia de ellos. Ahora bien, fijémonos en cómo se comportan a continuación y les veremos exentos de todas estas pasiones. […]

Santiago no sobrevivirá mucho tiempo. En efecto, poco después del descenso del Espíritu Santo, llegará su fervor a tal extremo que, dejando de lado todo interés terreno, llegará a una virtud tan elevada que morirá inmediatamente (Juan Crisóstomo, Comentario al evangelio de Mateo, Roma 1967, pp. 98 y 99ss).

ACTIO

Repite y medita a menudo durante el día estas palabras: «El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir» (Mt 20,28).

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Las fiestas de los santos proponen ejemplos oportunos a la imitación de los fieles. A esta función de ejemplaridad ha querido unir siempre la Iglesia el reconocimiento de la intercesión de los santos en favor de sus hermanos los hombres. Éste es el motivo por el que, desde siempre, ha aceptado y fomentado gustosa la designación de determinados santos como patronos para los diversos pueblos.

La liturgia de la misa de Santiago, patrono de España, no hace sino corroborar esta misma idea. Santiago, que «bebió el cáliz del Señor y se hizo amigo de Dios», fue siempre, junto con su hermano Juan y con Pedro, uno de los apóstoles que gozó de las mayores intimidades de Jesús. Y si bien su acción en el evangelio no adquiere el relieve de la de los otros dos predilectos, fue él quien primero selló con su propia sangre la entrega al Señor y a la predicación de su doctrina. Esta misma acción, tras su muerte, es reconocida por nosotros en favor de «los pueblos de España», precisamente como respuesta a su elección como patrono. Pero, al mismo tiempo que reconocemos gustosos su acción en el pasado, pedimos de cara al futuro que, así como  él mantuvo su entrega plena a Jesús hasta el sacrificio de su propia vida, así también, «por el patrocinio de Santiago, España se mantenga fiel a Cristo hasta el final de los tiempos» (http://sagradaramiliadevigo.net).

 

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