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“Monárquicos sin fronteras “, por Dolores Aleixandre

Martes, 2 de abril de 2019
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amparojuandejuanes1523-1579-eccehomomuseodelprado-3De su blog Un grano de mostaza:

 Cuántas horas de lectura pura y dura de Evangelio nos hacen falta para curarnos de nuestros delirios de realeza

Tú eres el rey de Israel”  proclamó Natanael a espetaperro nada más conocer a Jesús: otro más que se apuntaba al colectivo “monárquicos sin fronteras” que puebla la Biblia y continúa activo en la liturgia. Da lo mismo que el imaginario profético sea tan rico, provocativo y novedoso: donde esté la imagen de rey, que se retiren  todas  las demás. Da lo mismo que el propio Jesús pusiera pies en polvorosa en cuanto querían endosarle el título. Da lo mismo que su corona fuera de espinas, su cetro de caña y su manto, un pingo  color  púrpura. Da lo mismo que la última burla de sus enemigos  fuera precisamente aquel letrero en su cruz.

¿Qué el texto de Mateo habla de  magos?  No importa,  ya nos encargamos nosotros de ascenderles  a reyes e inventarles un séquito de pajes, escuderos y abanderados.  ¿Que hay que hacer memoria de aquella cena en la que uno lavó lo pies de los otros? Vale, pero con jarra de plata y jofaina de porcelana de Limoges. ¿Qué el pan y el vino resultan demasiado corrientes? No pasa nada: el oro de los vasos sagrados y el humo del incienso se encargan de cubrir su normalidad. Cantemos el Gloria, pero que el orden de la invocación sea la adecuada: Rey celestial lo primero y  Padre después, añadiendo en seguida todopoderoso no sea que suene a  demasiado humano.

En caso de atenerse a nuestras fantasías, a María  no le quedaría tiempo para caminar junto a nosotros porque la reclamarían sus deberes de Celestial Princesa y de Reina de tantísima gente como proclaman las letanías. En todo caso, qué raras sus ideas sobre la monarquía: se pone a cantar  contentísima  a un  Dios poco interesado por los tronos y simpatizando claramente con plebeyos y gentuzas varias.  Qué disconforme con su trayectoria vital nuestra afición por coronarla una y otra vez, cuando lo que  a ella de verdad le salió bien fue educar a aquel hijo adicto al último lugar.

         Cuántas horas de lectura pura y dura de Evangelio nos hacen falta para curarnos de nuestros delirios de realeza.

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“Un Rey que no jura su cargo”, por José María Castillo, teólogo.

Martes, 17 de junio de 2014
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1227014359943Leído en su blog Teología sin Censura:

En vísperas de la proclamación de Felipe VI como rey de España, se anda diciendo que el nuevo monarca seguramente no va a jurar, ante un crucifijo y una Biblia, el cargo de jefe del estado que asumirá en breve. En caso de no jurar, sino de limitarse a prometer fidelidad a la Constitución, ¿hace bien o hace mal?

Por supuesto, si Felipe VI no hace un juramento (invocar a Dios), sino una promesa (dar su palabra), hace lo que tiene que hacer, si es que este asunto se contempla desde el punto de vista constitucional. Si la Constitución es aconfesional, la toma de posesión del jefe del estado debe serlo también. Pero, ¿y si esta situación se analiza a fondo desde el punto de vista religioso? Si sociológicamente España sigue siendo un país religiosamente cristiano (y católico), ¿no sería lo más coherente que este nuevo rey haga, al ser coronado como tal, lo mismo que han hecho, en la larga historia de la monarquía, todos los reyes que en España hemos tenido?

La respuesta ahora tiene que ser más tajante que si la cosa se mira solamente desde una consideración meramente política, jurídica, civil o laica. Quiero decir, si pensamos en este asunto desde la fe cristiana, es decir, desde el Evangelio, entonces es cuando hay que oponerse con firmeza a que el rey (o cualquier otro ciudadano, que se considere cristiano) haga un juramento.

felipe6Por una razón tan clara como sencilla: el Evangelio prohíbe jurar. Lo dijo Jesús de forma terminante: “Yo os digo que no juréis en absoluto: no por el cielo… No por la tierra… Tampoco por vuestra cabeza… A vosotros os basta decir sí o no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno” (Mt 5, 33-37). Por eso tenía toda la razón del mundo Soren Kierkegaard cuando advirtió que no tiene razón alguna hacer un juramento poniendo la mano sobre un libro (la Biblia) que prohíbe jurar.

Y sin embargo, los juramentos se encuentran entre todos los pueblos y en todas las culturas. ¿Por que? Porque son un símbolo primario de la religión. Dado lo que es la condición humana, y supuesto que los humanos (con demasiada frecuencia) anteponemos nuestros intereses o conveniencias a la realidad de lo que es “lo verdadero”, también con demasiada frecuencia los humanos nos comportamos como unos perfectos embusteros. De ahí que nuestra palabra, tantas y tantas veces, no merece crédito alguno. Por eso, desde que en este mundo hay religión, ni los contratos, ni los tratados, ni la administración de justicia funciona sin un juramento. Así, el juramento es el lugar donde claramente se encuentran la religión, la moralidad y la ley. Y esto se hace con una finalidad evidente: para que un poder superior y absoluto le dé a nuestra palabra humana el poder y la credibilidad que ella por sí misma, y por sí sola, no tiene. De ahí, la necesidad que tienen de la religión sobre todo los más embusteros.

1402910658500zarzuela-galc4Y me permito acabar esta breve reflexión con una última sugerencia. La postura tajante del Evangelio contra los juramentos es, en el fondo, una postura tajante contra la religión. O, si se prefiere, es una de las pruebas más claras de que, efectivamente, el Evangelio no es un “libro de religión”, sino un “proyecto de vida. Cuando Jesús dijo “a vosotros os basta decir sí o no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno” (Mt 5, 37), en última instancia, lo que Jesús estaba afirmando era la condición laica del Evangelio.

Jesús nos estaba diciendo a todos los seres humanos: tenéis que ser tan profundamente humanos, tan auténticos, tan cabales, tan sinceros, tan honrados, que quien se vea en la necesidad de echar mano de los dioses para marrarlos a nuestras palabras (tantas veces interesadas y falsas), ése está diciendo (sin darse cuenta de lo que dice), no solamente que es un mentiroso, y por eso pone a Dios por testigo de su credibilidad, sino que además hace eso porque en su vida actúa como motor el Maligno. Porque eso, y no otra cosa, es lo que hace Satanás: utilizar a Dios para que me dé la credibilidad que yo no merezco. Cuando la religión se utiliza para esto, como se utiliza para hacer carrera, para mandar sobre los débiles, para defender intereses o conveniencias, en definitiva, para disfrazar nuestras contradicciones y hasta nuestras maldades, semejante religión no es cosa de Dios. Es cosa muy oscura, que viene del Maligno.

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¿Y si el Príncipe o la Princesa de Asturias fuese homosexual?

Miércoles, 4 de junio de 2014
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1401698117_377460_1401699113_album_normalTras la abdicación del Rey Juan Carlos la Corona ha dejado entrever vacíos legales que nos hacen plantearnos qué ocurriría sí el Príncipe de Asturias fuese gay y se hubiese casado con un hombre

El único lugar del ordenamiento jurídico español donde se estipulan normas relativas a la Corona es la Constitución. No existe ninguna otra ley que regule aspectos sobre matrimonio en la Corona. El Consejo de Ministros se reúne hoy (3 de junio) de forma urgente para aprobar una ley orgánica que fije el proceso sucesorio, aunque esta norma será válida solo para este caso, sobre la sucesión de Felipe. 

Por otra parte, la ley 13/2005 que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo estableceen su artículo 44 lo siguiente: 

“El hombre y la mujer tienen derecho a contraer matrimonio conforme a las disposiciones de este Código. El matrimonio tendrá los mismos requisitos y efectos cuando ambos contrayentes sean del mismo o de diferente sexo”

En el 46, se establecen los casos en los que no se pueden celebrarse bodas, y que son “los menores de edad no emancipados y los que estén ligados con vínculo matrimonial”.

En principio, si el Príncipe de Asturias hubiese optado por casarse con un hombre, no hay ningún artículo en las leyes que le hubiese impedido reinar. Tampoco lo habría si hubiese decidido no casarse. Lo mismo ocurriría si la Princesa Leonor, el día de mañana, decide quedarse soltera o casarse con una mujer. 

Sin embargo, la Constitución contiene un punto al que podrían agarrarse los opositores al matrimonio homosexual. Es el número 58.

“La Reina consorte o el consorte de la Reina no podrán asumir funciones constitucionales, salvo lo dispuesto para la Regencia”.

No se habla de “el Rey Consorte”“el consorte del Rey” o “la consorte de la Reina”, cuestión entendible si tenemos en cuenta el contexto en el que se redactó la norma suprema, cuando aún no se había iniciado el debate sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo. Hoy sería diferente. Haría falta una reforma constitucional para modificar este punto y que incluyesen a los cónyuges sin son del mismo sexo que el Rey o la Reina. 

Y todo esto, en medio de un clima en que muchos ciudadanos piden en la calle el fin de la monarquía y la instauración de la república como forma de Estado. En cualquier caso, las leyes no deben ser heteronormativas. 

Fuente Ragap

General, Historia LGTBI, Homofobia/ Transfobia. , , , , , , ,

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