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Presencia

Domingo, 24 de mayo de 2020
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Presencia.3Fiesta de la Ascensión

24 mayo 2020

Mt 28, 16-20

Parece que, en este breve texto, se mezclan dos tipos de afirmaciones: la primera sería obra de la primera comunidad; la segunda, tal vez, podría remontarse al propio Jesús.

    La afirmación que habla del “pleno poder”, del mandato de “hacer discípulos” y del rito del bautismo no puede nacer sino de un grupo religioso que se cree poseedor de la verdad. Reconoce a su maestro como dotado de todo poder, asume una actitud proselitista para expandir lo que considera “la verdad” e institucionaliza un “rito de entrada” a la propia comunidad.

     Por lo que se refiere a la segunda –formulada en forma de promesa de presencia permanente–, podría haber nacido igualmente como expresión de la fe de aquella comunidad en la presencia viva de Jesús con ellos. Pero podrían ser también palabras auténticas de Jesús, consciente de que la muerte no rompe la comunión.

   Leído desde nuestra situación, no me parece difícil advertir que el texto, como cualquier otro, actúa de espejo que refleja rasgos de la condición humana, como nuestra tendencia a absolutizar lo propio o nuestro interés por ganar adeptos para nuestros proyectos o ideas.

     Pero, más allá de esos rasgos fácilmente reconocibles, que derivan con facilidad en actitudes más o menos dogmáticas o incluso fanáticas, la afirmación última encuentra un “eco” vibrante en nuestro interior, como si “algo” en nosotros supiera que lo que realmente somos es estable, transciende el tiempo y permanece inalterable.

  Todas las formas del mundo fenoménico son impermanentes, lo cual constituye una fuente inevitable de dolor, a la vez que nos exige desarrollar la capacidad de aprender a vivir en la impermanencia y en la incertidumbre que deriva de ella. Pero más allá de las formas, lo que somos –Lo que es, “Yo soy”– sencillamente es, Presencia pura de la que brotan y en la que se mueven todas las formas.

    La Presencia que somos transciende el tiempo…, “hasta el fin del mundo”. Si los discípulos, en su propio y legítimo “mapa” mental, encontraban fuerza en la creencia de que Jesús los acompañaba, en nosotros –en nuestro momento histórico– parece abrirse camino un salto cualitativo en la comprensión: vemos que no se trata de la “Presencia” de un ser separado que nos sostendría en todo momento, sino de la misma y única Presencia que constituye nuestra identidad más profunda.

    La sabiduría –el núcleo del camino espiritual– consiste en reconocernos y vivirnos en conexión con ella: más allá de nuestra “forma” concreta, con todos sus ingredientes –cuerpo, mente, psiquismo, circunstancias…–, sometida a la impermanencia y al dolor, somos pura Presencia, plena y ecuánime, que experimentamos –de nada sirve si solo es una creencia– en cuanto silenciamos la mente. La Presencia que somos la percibimos en el Silencio de la mente y del yo, en la toma de distancia del mundo de las formas.

¿Me entreno en el silencio que me pone en contacto con lo que realmente soy?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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No os quedéis plantados mirando al cielo, pero mirad al cielo.

Domingo, 24 de mayo de 2020
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383905AF-C7BB-48A9-989F-6B01AE3BC5D5Del blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

  1. Una nota previa sobre el acontecimiento de la ascensión.

         ¿Dónde estaba Jesús durante los cuarenta días después de Pascua, cuando se aparecía a sus discípulos? ¿Se encontraba retirado, solitario en algún lugar de Palestina y, de cuando en cuando, salía para ver y para que sus discípulos le viesen? ¡No! Jesús estaba en Dios. La resurrección equivale a estar ya en Dios.

La Ascensión propiamente no es un acontecimiento más en la vida de Jesús, sino que es la culminación de la Resurrección. No son capítulos de una supuesta biografía de Jesús. Jesús no termina en la cruz (crucifixión), ni en el sepulcro, ni en la mera resurrección, (que no sería poco). Jesús termina en Dios Padre. Jesús culmina su existencia humana junto al Padre.

La historia de la Ascensión no es una apoteosis final, una traca final como los mitos paganos. Una simple nube (la protección de Dios) simboliza que JesuCristo terminó en Dios, al mismo tiempo que también significa que Jesús “volverá simbólicamente sobre las nubes” y concluirá la historia.

La Ascensión no es un acontecimiento espacial (como si esto fuese la nasa) y que Jesús llegara a través de los espacios siderales junto a Dios. La bóveda celeste es un símbolo de la luz, de la inmensidad “de la morada” de Dios. Dios Padre no está ligado a ningún lugar, (Jn 4,24). Descartemos, pues toda concepción espacial de la Ascensión.

La fiesta, el acontecimiento de la Ascensión, es la meta de la esperanza humana. Terminaremos en Dios Padre con el Señor JesuCristo, con María la madre del Señor, con nuestros mayores. ¿Cómo será, dónde será? Son asuntos que se nos escapan: seremos en Dios como Jesús, como María.

Tenemos esperanza de que la ciencia médica termine con esta pandemia, pero la vida seguirá hasta que lleguemos a la vida. La esperanza absoluta es o está en la Ascensión.

Seremos en Dios.

  1. Teó-filos y los once.

San Lucas comienza el Libro de los Hechos (primer “diario” o historia de las comunidades cristianas naciente) dirigiéndose a Teófilo, que significa amigo de Dios. (Teófilo no es un señor que así se llamara, sino que Teófilo son dos palabras griegas: Theos: Dios y philos: amigo). Amigos de Dios somos todos, estemos seguros de que Dios es nuestro amigo siempre.

         Sin embargo la comunidad no está completa. Mateo dice que los Once fueron a Galilea. Falta alguien en la Comunidad (Judas). ¿Por qué la Iglesia naciente conserva la memoria de un hombre fracasado? Quizás porque el ser humano, el creyente y la iglesia ha de contar siempre con el mal, la traición, el fracaso… Pero también al fracasado Dios le ama, también es: theos – filos.

         Aunque fracasemos en la vida, no tengamos miedo, Dios nos considera siempre sus amigos.

Hay una plegaria eucarística en la que, en un momento, dice: “cuando por desobediencia perdimos tu amistad … no nos abandonaste”. Lo segundo es cierto: Dios no nos abandona nunca. Lo primero: cuando por desobediencia perdimos tu amistad… eso no es cierto ni de lejos. Dios no deja “tirado” a nadie por la vida ni en la muerte…

         En primer lugar, pues, gocemos de la amistad de Dios, que eso es ser cristiano.

  1. San Mateo y las montañas.

         San Mateo recurre muchas veces a los montes para comunicar su mensaje evangélico. Recordemos algunos:

  • o Jesús es tentado en una montaña altísima, (Mt 4,8).
  • o Pronuncia su “programa”, las bienaventuranzas en una montaña (Mt 5,1ss).
  • o Se retira a orar a la montaña, (Mt 14,23).
  • o Jesús cura enfermos en una montaña (Mt 15,25).
  • o La Transfiguración acontece en el monte Tabor, (Mt 17,1).
  • o Jesús fue crucificado en el monte Calvario, (Mt 27,38ss).
  • o La despedida de los suyos, más que Ascensión, tiene lugar en un monte, (Mt 28,16)

San Mateo no es ni Edurne Pasaban, ni Juanito Oyarzabal, pero emplea este símbolo del monte / montaña, -por otra parte símbolo universal-, porque los montes son el lugar más cercano al cielo donde habita Dios. Por tanto JesuCristo está en Dios, a la derecha de Dios. Toda la vida con todos sus problemas incluidos: libertad (tentaciones), programa y estilo de vida, enfermedades, encuentros con Dios (transfiguración – oración), muerte y esperanza, resurrección, Jesús los vive desde Dios Padre.

Busquemos a Dios en el camino y en las montañas de la vida.

  1. La última mirada.

         Lo vieron levantarse, marcharse y dejarles solos en la vida.

         Es como la última mirada que dirigimos al ser querido que marcha o que nos deja definitivamente. Y dejas Pastor santo, que dice Fray Luis de León (1527-1591).

¡Cuántos emigrantes de todos los tiempos son despedidos por la última mirada triste de su familia: madres, esposos, amigos! Cuando muere un ser querido le despedimos con una mirada “plantada en el cielo”…

La última mirada se alarga amable y nostálgicamente.

Pero dos aspectos alivian y convierten la despedida en esperanza.

Fue elevándose.

San Lucas añade que JesuCristo se “marchó” bendiciendo (Lc 24,51). Bendecir es un modo de decir adiós, con Dios.

Levantarse, elevarse, crecer como personas en la vida es siempre hermoso sea cual fuere la condición que nos encontremos. El hijo perdido se levantó. La transfiguración de la vida supuso una elevación en el monte Tabor. Cuando sea elevado en la cruz, atraeré a todos hacia mí y sabréis que Yo soy. La Ascensión…

         Al revés que los ídolos de este mundo, cuanto más se eleva Cristo, más cerca de está de nosotros. Estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.

Una nube los separó.

La nube “es” Dios. (La nube del desierto que protegía al pueblo, porque Dios protege y cuida). ¡Cuántas veces decimos con sinceridad profunda que Dios llevó consigo a tal persona! La nube es la protección de Dios: cuando los hebreos caminaban por el desierto (Ex 13,21: 40,36), Dios protegía al pueblo del rigor del solo con una nube (Salmo 105,29). En el bautismo de Jesús, salió una voz de la nube que decía: Este es mi Hijo… (Mt 17,5). En el monte Tabor, una nube, Dios, embargaba aquel momento de Jesús con sus tres discípulos, Moisés y Elías.  Cristo concluirá la historia cuando venga sobre las nubes… (Lc 21,27)

         A pesar de la tristeza de las separaciones de la vida, es hermoso pensar que terminamos acogidos y “envueltos” en la nube, en el hábitat de Dios.

  1. Fiesta de esperanza

La Ascensión es una fiesta de gran calado por lo que tiene de esperanza definitiva. Es cierto que no hay que quedarse plantados mirando al cielo, pero hemos de mirar al cielo.

Es una fiesta en la que intuimos y celebramos nuestro final. Vamos a terminar como Cristo, (y como la Virgen María: Asunción).

Del cielo no hablamos ya ni los curas en los funerales, y el “final”, la “finalización” del ser humano en Dios, es decisiva para que el presente tenga sentido.

Hoy en día podemos estar desesperanzados por esta enfermedad que nos embarga: miedos, incertidumbre, quizás nos sentimos “huérfanos” de vida. Quizás no sabemos hacia dónde vamos o simplemente muchos piensan que no vamos a ningún lado… Y vamos hacia Ti, morada santa… Gocemos con JesuCristo porque está siempre con nosotros hasta el final de los tiempos  y, “luego” por toda la eternidad.

La Ascensión es un acontecimiento existencial de enorme consuelo. La entendamos como despedida, ascensión – elevación – plenitud, o como permanencia con nosotros: yo estaré con vosotros hasta el final de los tiempos, esta fiesta, la Ascensión es la fe en la esperanza.

La tierra es poca cosa sin la alegría y la esperanza del cielo.

No os quedéis plantados mirando al cielo,
pero mirad al cielo

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No cerrar el horizonte”. 28 de mayo de 2017. Ascensión del Señor(A). Mateo,28, 16-20.

Domingo, 28 de mayo de 2017
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dompasB07Asc04Ocupados solo en el logro inmediato de un mayor bienestar y atraídos por pequeñas aspiraciones y esperanzas, corremos el riesgo de empobrecer el horizonte de nuestra existencia perdiendo el anhelo de eternidad. ¿Es un progreso? ¿Es un error?

Hay dos hechos que no es difícil comprobar en este nuevo milenio en el que vivimos desde hace unos años. Por una parte, está creciendo en la sociedad humana la expectativa y el deseo de un mundo mejor. No nos contentamos con cualquier cosa: necesitamos progresar hacia un mundo más digno, más humano y dichoso.

Por otra parte, está creciendo el desencanto, el escepticismo y la incertidumbre ante el futuro. Hay tanto sufrimiento absurdo en la vida de las personas y de los pueblos, tantos conflictos envenenados, tales abusos contra el Planeta, que no es fácil mantener la fe en el ser humano.

Sin embargo, el desarrollo de la ciencia y la tecnología esta logrando resolver muchos males y sufrimientos. En el futuro se lograrán, sin duda, éxitos todavía más espectaculares. Aún no somos capaces de intuir la capacidad que se encierra en el ser humano para desarrollar un bienestar físico, psíquico y social.

Pero no sería honesto olvidar que este desarrollo prodigioso nos va “salvando” solo de algunos males y de manera limitada. Ahora precisamente que disfrutamos cada vez más del progreso humano, empezamos a percibir mejor que el ser humano no puede darse a sí mismo todo lo que anhela y busca.

¿Quién nos salvará del envejecimiento, de la muerte inevitable o del poder extraño del mal? No nos ha de sorprender que muchos comiencen a sentir la necesidad de algo que no es ni técnica ni ciencia ni doctrina ideológica. El ser humano se resiste a vivir encerrado para siempre en esta condición caduca y mortal.

Sin embargo, no pocos cristianos viven hoy mirando exclusivamente a la tierra, Al parecer, no nos atrevemos a levantar la mirada más allá de lo inmediato de cada día. En esta fiesta cristiana de la Ascensión del Señor quiero recordar unas palabras del aquél gran científico y místico que fue Theilhard de Chardin: “Cristianos, a solo veinte siglos de la Ascensión, ¿qué habéis hecho de la esperanza cristiana?”.

En medio de interrogantes e incertidumbres, los seguidores de Jesús seguimos caminando por la vida, trabajados por una confianza y una convicción. Cuando parece que la vida se cierra o se extingue, Dios permanece. El misterio último de la realidad es un misterio de Bondad y de Amor. Dios es una Puerta abierta a la vida que nadie puede cerrar.

José Antonio Pagola

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Teilhard de Chardin, sesenta años

Miércoles, 12 de agosto de 2015
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Teilhard_de_Chardin(1)Del blog de Xabier Pikaza:

Hace sesenta años, en la Pascua del 1955, moría Theilhard de Chardin (1881-1955), segundo por la izquierda, primera línea, una de las figuras más influyentes del pensamiento cristiano de la modernidad.

Había sido biólogo y pensador (teólogo), SJ, especialista en paleontología y antropología. Nació en Francia, ingresó en la Compañía y estudio en Inglaterra, interesándose por orígenes del hombre. Trabajó el Museo de Historia Natural y en el Instituto de Paleontología Humana de Paris, y colaboró con Henri Breuil en Cantabria, España (El Castillo, Puente Viesgo).

Fue camillero en la Gran Guerra (1914-1919) y empezó a publicar sus primeros trabajos sobre el despliegue de la vida (evolución) y el desarrollo espiritual y cristiano de la humanidad: La vida cósmica (1916) y El potencial espiritual de la materia (1919). Siendo ya un especialista, culminó sus estudios de geología, botánica y zoología en la Sorbona, con una tesis sobre los Mamíferos del Eoceno inferior francés (1926).

En ese tiempo (año 1923) realizó un viaje a China y enseñó en el Instituto Católico de Paris. Pero un artículo sobre el pecado original (tema vinculado con la evolución que él defendía) le enfrentó con los superiores de su Orden y con el Vaticano, de manera que se vio obligado a abandonar la enseñanza, regresando a China donde participó en algunos de los descubrimientos paleontológicos más importantes el siglo XX.

Murió en Nueva York (10 abril 1955), un día de Pascua, como él había deseado. Sus obras, miradas con sospecha por el Vaticano, circularon durante muchos años en ediciones semi-clandestinas.

Ha sido rehabilitado de un modo solemne por el Papa Francisco en su encíclica Laudato Sí: “El fin de la marcha del universo está en la plenitud de Dios, que ya ha sido alcanzada por Cristo resucitado, eje de la maduración universal…En esta perspectiva se sitúa la aportación del P. Teilhard de Chardin;” (Nota 53).

Con esa ocasión, a los sesenta años de su muerte Chardín quiero ofrecerle en este blog mi recuerdo. El tema está tomado de mi Diccionario de Pensadores Cristianos, en cuya portada aparece su imagen después de Santa Teresa, antes de Lutero y Tomás de Aquino. Buena compañía.

1. Una aventura teológica cortada por prohibiciones.

diccionario-de-pensadores-cristianosEn aquel contexto fue elaborando su sistema científico-filosófico, de fondo religioso, que constituye uno de los intentos más audaces y profundos de explicar el despliegue de la realidad, que él entiende de un modo unitario, desde la perspectiva de la vinculación del espíritu y la materia, que se elevan y despliegan a través de una gran Evolución, buscando cada vez más complejidad y más conciencia. Desde su perspectiva, la creación ha de entenderse como despliegue de una fuerza divina que se va elevando y que dirige todo lo que existe hacia un plano de unidad más alta, que se centra de alguna forma en Cristo. Esta visión chocó con la teología oficial del Vaticano que negaba por entonces la evolución biológica y antropológica y que, con la colaboración de los superiores de la Compañía de Jesús, y que fue cerrando a Teilhard todas las puertas académicas, por lo que tuvo que permanecer casi veinte años fuera de Francia, sobre todo en China, en “misiones científicas” alejadas de los lugares de enseñanza.


El año 1927 le niegan el imprimatur para publicar El Medio Divino. El año 1938 le impiden publicar La energía Humana
. El año 1941 envía a los censores eclesiásticos El Fenómeno Humano, para enterarse tres años más tarde (el 1944) que no puede publicarlo. El año 1947 le prohíben escribir y publicar sobre temas de teología… de manera que hasta su muerte sólo pudo publicar algunos trabajos de carácter estrictamente científico.

Las dificultades cambiaron de signo tras su muerte, cuando algunos de sus amigos publicaron las obras, que él no había querido editar y poner al alcance de todos sin el permiso de sus superiores. Sus obras alcanzaron entonces un éxito inmenso, traduciéndose a pocos años varios idiomas.

Como reacción, el 6 de diciembre de 1957 el Santo Oficio ordenó que ellas fueran retiradas de las bibliotecas de los Seminarios y de las Instituciones Religiosas, prohibiendo su venta en las librerías católicas. Pues bien, fuimos muchos los que, en esos años, del 1957 al 1962, leímos con aire de clandestinidad esas obras, descubriendo en ellas una savia evangélica que no encontrábamos en los libros de teología escolástica.

Todavía el 30 de junio de 1962, la Congregación del Santo Oficio escribió un Monitum poniendo en guardia a los católicos sobre las ambigüedades y errores de Teilhard de Chardin (cf. AAS 54 [1962] 526 y OR 148, 30 junio 1962). Pero ya las cosas habían empezado a cambiar. Ese mismo año → H. de Lubac publicó un libro a favor del pensamiento de Teilhard de Chardin (La pensée religieuse du Père Teilhard de Chardin, Paris 1962) y a partir de entonces (iniciado ya el Concilio Vaticano II) una parte considerable del mundo católico acogió con agradecimiento admirado la obra científico-religiosa de Theilhard de Chardin, uno de los grandes fenómenos religiosos de mediados del siglo XX.


2. Una obra discutible, pero espléndida, centrada en la Cruz.

Es evidente que el pensamiento de Teilhard de Chardin tiene sus posibles riesgos y se puede criticar o defender con argumentos de tipo evangélico o racional. Pero la forma en que fue condenado por el Vaticano resulta vergonzosa. Se puede discutir el “optimismo” de Teilhard, cuando piensa que todo tiende hacia un final feliz de plenitud, pero no se le puede condenar por postularlo.

Se puede discutir la forma en que vinculaba la evolución científica y el desarrollo mental y espiritual de la vida humana (extrapolando quizá elementos de ciencia en la teología y viceversa), pero lo que él buscaba era algo legítimo y el mismo → Tomás de Aquino había elaborado una simbiosis comparable entre filosofía y teología en pleno siglo XIII. En esa línea, la historia de las condenas de Teilhard fue muy injusta y dolorosa. Desde ese fondo, podemos resumir ya algunos elementos básicos de su pensamiento.

a. El descubrimiento de la historia. Vivíamos antes en un mundo estático, con ideas y esencias eternas. Pues bien, la hipótesis de la evolución nos invita a introducir el tiempo dentro de esa realidad estática: todo lo que existe en el mundo conocido está inmerso en un proceso, que puede encontrarse fundado en Dios y centrado en Cristo. A diferencia de la visión anterior del mundo, hecha de esencias inmutables, nos hemos descubierto inmersos en un mundo que se hace, haciéndonos a nosotros mismos en su proceso y desarrollo.

b. Evolución universal. Todo está en proceso, no sólo la vida, sino la materia y el mismo pensamiento humano, incluida la experiencia religiosa. Eso significa que no existe una religión “ya hecha y fijada”, sino que el despliegue religioso forma parte de un camino de libertad y amor, que se encuentran vinculados al desarrollo de la complejidad y de la conciencia humana. La evolución de la vida tiende hacia niveles de mayor complejidad y conciencia, en una línea que se centra en el despliegue del hombre entendido como libertad y comunión (comunicación).

d. Cristo, punto Omega. La experiencia cristiana se inscribe en ese proceso evolutivo, que ha de entenderse ya de un modo universal. Todas las religiones pueden vincularse (no negarse) de algún modo en Cristo, para iniciar un proceso de elevación humana y religiosa. Teilhard entiende así la creación y la evolución como un camino abierto hacia el pleno despliegue de Cristo, es decir, hacia la unión de todos los hombres en un final de conciencia más amplia y de comunión más intensa, donde todos los hombres y mujeres quedan integrados, con sus aportaciones y valores.

Esta visión resulta puede resultar demasiado optimista, pues supone que la evolución del cosmos, de la vida y del hombre tiende y nos lleva hacia cotas de mayor complejidad, conciencia y plenitud humana. Es como si el futuro de la salvación estuviera asegurado, de una forma casi mecánica. Pues bien, en contra de eso, son muchos los que piensan que el potencial de vida (de evolución) puede llevarnos también a la ruina, como sabían los apocalípticos judíos.

Teilhard fue muy sensible a esa acusación y a ese riesgo, escribiendo, desde esa perspectiva, su libro quizá más valioso, titulado El Medio Divino (Madrid 1960). Éste es un libro de teología y mística, siendo, al mismo tiempo, un precioso tratado de historia humana (y de biología). Conforme a la visión de este libro, la evolución del hombre no acontece sólo a través de un despliegue positivo de la vida, sino también a través de sus negatividades y cruces. Junto a la acción está la pasión, junto a la vida está la muerte, junto a la Pascua está la Cruz.

De todas formas, Pasión y Acción no son equivalentes, Cruz y Pascua no están al mismo plano (pues eso implicaría que estamos inmersos en un eterno retorno de la vida, donde todo vuelve a ser siempre lo mismo). La última palabra es la Acción creadora de Dios, que culmina en la Pascua de Cristo, que abre un futuro de vida para todos los hombres. El final del camino del hombre es la Pascua, la Resurrección de toda la realidad, en Cristo y con Cristo. Pero esa Resurrección sólo es posible pasando a través de la cruz, aceptando el sufrimiento de la vida que crece, el sufrimiento de la muerte, sobre todo de una muerte a favor de los demás, como la de Cristo.

3. Misa sobre el mundo.

Entre las obras de fondo más religioso de Teilhard de Chardin, destaca un pequeño escrito donde el pan y vino de la ofrenda y de la comunión eucarística, que se expanden hasta abarcar el mundo entero, de tal forma que podemos hablar de una inmersión y transformación crística y trinitaria del conjunto de la realidad. Éste es el tema de la misa cósmica, que Teilhard celebró en las estepas del Gobi donde se hallaba de misión científica, por la fiesta de la Transfiguración del Señor, en el verano de 1923. Retomando la línea de los antiguos teólogos alejandrinos de los siglos IV y V, que habían interpretado la encarnación como presencia del Hijo de Dios en el conjunto de la humanidad y del mundo, Teilhard de Chardin ha desarrollado de forma emocionada el carácter cósmico de la eucaristía, interpretada como transformación de un mundo que se eleva a Dios, vinculado en Cristo, por la fuerza de su Espíritu.

En la nueva humanidad que se está engendrando hoy, el Verbo ha prolongado el acto sin fin de su nacimiento, y en virtud de su inmersión en el seno del mundo, las grandes aguas de la materia, se han cargado de vida sin estremecimiento. En apariencia nada se ha estremecido en esta inefable formación y, sin embargo, al contacto de la Palabra sustancial, el universo, hostia inmensa, se ha convertido misteriosa y realmente en carne. Desde ahora toda la materia se ha encarnado, Dios mío en tu encarnación…

Ahora, Señor, por medio de la consagración del mundo, el resplandor y el perfume que flotan en el universo, adquieren para mí un cuerpo y rostro en ti. Lo que entreveía mi pensamiento indeciso… tú me lo haces ver de un modo magnífico: no sólo que las criaturas sean solidarias entre sí, de manera que ninguna pueda existir sin todas las demás…, sino que estén de tal forma suspendidas en un mismo Centro real, que una verdadera vida, sufrida en común, les proporcione en definitiva, su consistencia y su unión…

Tú, Señor Jesús, en quien todas las cosas encuentran su subsistencia, revélate al fin a quienes te aman como el alma superior y el foco físico de la creación… Lo que yo experimento, delante y en el seno del mundo asimilado por tu carne, convertido en tu carne, Dios mío, no es ni la absorción del monista, ávido de fundirse en la unidad de las cosas, ni la emoción del pagano prosternado a los pies de una divinidad tangible, ni el abandono pasivo del quietista que se mueve a merced de las energías místicas.

Aprovechando algo de la fuerza de éstas corrientes (monista, pagana, quietista), sin lanzarme contra ningún escollo, la actitud en la que me sitúa tu presencia universal, es una admirable síntesis en que se mezclan, corrigiéndose, las más formidables pasiones que pueden jamás soplar sobre un corazón humano.

1. Lo mismo que el monista, me sumerjo en unidad total, más la unidad que me recibe es tan perfecta, que sé encontrarme en ella, perdiéndome, en el perfeccionamiento último de la individualidad.

2. Lo mismo que el pagano, yo adoro a un Dios palpable. Llego incluso a tocar ese Dios en toda la superficie y profundidad del mundo de la materia en que me encuentro cogido. Pero, a fin de asirlo como yo quisiera (para seguir sencillamente tocándolo, a Dios), necesito ir cada vez más lejos, a través y más allá de toda limitación sin poder jamás descansar en nada, empujado en cada momento por las criaturas y superándolas en todo momento en un continuo acoger y un continuo desprendimiento.

3. Lo mismo que el quietista, me dejo mecer deliciosamente por la divina Fantasía. Más, al mismo tiempo, sé que la voluntad divina no me será revelada en cada momento, más que dentro de los límites de mi esfuerzo. No palparé a Dios en la materia, como Jacob, más que cuando haya sido vencido por é (Misa sobre el mundo. Himno del Universo, Madrid. 1967).

Entre sus obras, en castellano.

El fenómeno humano (Madrid 1959); El medio divino (Madrid 1960); El grupo Zoológico Humano (Madrid 1964); El futuro del hombre (Madrid 1964); La Visión del Pasado (Madrid 1964). Visión de conjunto de su obra en U. King (ed.),Pierre Teilhard de Chardin: Escritos esenciales (Santander 2001). Una perspectiva distinta y complementaria de la suya en G. Theissen, La fe bíblica en perspectiva evolucionista (Estella 2003).

Entre las valoraciones de su pensamiento y proyecto teológico, cf.

H. de Lubac: El pensamiento religioso de Teilhard de Chardin (Madrid 1967); La Oración de Teilhard de Chardin (Barcelona 1969); A. Fierro, El proyecto teológico de Teilhard de Chardin (Salamanca 1971); F. Riaza, Teilhard de Chardin y la evolución biológica (Madrid 1968); J. de S. Lucas, Teilhard de Chardin (Madrid 1996); B. Sesé, Pierre Teilhard de Chardin (Bilbao 1998); A. Pérez de Laborda, La Filosofía de Pierre Teilhard de Chardin (Madrid 2001).

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No cerrar el horizonte”. 1 de junio de 2014. Ascensión del Señor(A). Mateo,28, 16-20.

Domingo, 1 de junio de 2014
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29-AscensionA cerezoOcupados solo en el logro inmediato de un mayor bienestar y atraídos por pequeñas aspiraciones y esperanzas, corremos el riesgo de empobrecer el horizonte de nuestra existencia perdiendo el anhelo de eternidad. ¿Es un progreso? ¿Es un error?

Hay dos hechos que no es difícil comprobar en este nuevo milenio en el que vivimos desde hace unos años. Por una parte, está creciendo en la sociedad humana la expectativa y el deseo de un mundo mejor. No nos contentamos con cualquier cosa: necesitamos progresar hacia un mundo más digno, más humano y dichoso.

Por otra parte, está creciendo el desencanto, el escepticismo y la incertidumbre ante el futuro. Hay tanto sufrimiento absurdo en la vida de las personas y de los pueblos, tantos conflictos envenenados, tales abusos contra el Planeta, que no es fácil mantener la fe en el ser humano.

Sin embargo, el desarrollo de la ciencia y la tecnología esta logrando resolver muchos males y sufrimientos. En el futuro se lograrán, sin duda, éxitos todavía más espectaculares. Aún no somos capaces de intuir la capacidad que se encierra en el ser humano para desarrollar un bienestar físico, psíquico y social.

Pero no sería honesto olvidar que este desarrollo prodigioso nos va “salvando” solo de algunos males y de manera limitada. Ahora precisamente que disfrutamos cada vez más del progreso humano, empezamos a percibir mejor que el ser humano no puede darse a sí mismo todo lo que anhela y busca.

¿Quién nos salvará del envejecimiento, de la muerte inevitable o del poder extraño del mal? No nos ha de sorprender que muchos comiencen a sentir la necesidad de algo que no es ni técnica ni ciencia ni doctrina ideológica. El ser humano se resiste a vivir encerrado para siempre en esta condición caduca y mortal.

Sin embargo, no pocos cristianos viven hoy mirando exclusivamente a la tierra, Al parecer, no nos atrevemos a levantar la mirada más allá de lo inmediato de cada día. En esta fiesta cristiana de la Ascensión del Señor quiero recordar unas palabras del aquél gran científico y místico que fue Theilhard de Chardin: “Cristianos, a solo veinte siglos de la Ascensión, ¿qué habéis hecho de la esperanza cristiana?”.

En medio de interrogantes e incertidumbres, los seguidores de Jesús seguimos caminando por la vida, trabajados por una confianza y una convicción. Cuando parece que la vida se cierra o se extingue, Dios permanece. El misterio último de la realidad es un misterio de Bondad y de Amor. Dios es una Puerta abierta a la vida que nadie puede cerrar.

José antonio Pagola

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Dom. 1.6.14. Ascensión, la gran fiesta: Subir a Galilea, bajar a todo el mundo.

Domingo, 1 de junio de 2014
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8299138295_0e85f07b41_zDel blog de Xabier Pikaza:

Ascensión del Señor. Mt 28, 16-20. Hoy culmina el tiempo de pascua con la Ascensión de Jesús, que solía celebrarse en jueves, a los cuarenta días de la resurrección, pero que se ha pasado ahora, en casi todas las iglesias, al domingo siguiente.

Aprovecho la ocasión para desear a mis lectores y amigos un feliz final de pascua, y para comentar el sentido de la Ascensión según el evangelio de Mateo (no el de Lucas con el libro de los Hechos, que suele servir de modelo). Éstos son sus rasgos principales:

‒ Según el evangelio de este año (Mt 18, 16-20) no hay ascensión propiamente dicha, sino revelación y presencia del Señor Jesús en la Montaña del recuerdo de Jesús, con su palabra, su presencia y su envío misionero.

Jesús no va a ningún otro lugar, sino que queda con los suyos (estoy con vosotros…) hasta el final de los días. Eso significa que él resucita y actúa en sus amigos, en aquellos que viven y extienden con su vida el Gran Mensaje.

Jesús no resucita ni triunfa en Jerusalén, sino en la “montaña de Galilea”, es decir, en aquellos que han sido los lugares y paisajes de su vida. Jesús ha ido a Jerusalén para dar testimonio y mantener su proyecto, siendo allí asesinado. Por eso, el evangelio no puede comenzar en Jerusalén, con su templo, sacerdotes soldados, sino en Galilea, el lugar de la gente que sufre y que vive, que busca y escucha la Palabra. Todo intento de sacralizar a Jerusalén con su boato religioso carece de sentido según este evangelio.

‒ Más que “subida” y alejamiento espiritual, la Ascensión de Jesús es “bajada y presencia”. Jesús baja con los suyos de la montaña del evangelio para extender entre todos los pueblos su presencia. Está con los suyos, en ellos, con ellos… Ésta es su Ascensión, su gran “descenso”. No queda en la Montaña para hacer allí una pirámide o templo, una gran corte pascual, sino para reunir a los suyos y enviarles, y bajar/estar con ellos en todo el mundo.

Estos “once” de la ascensión son (somos) todos, hombres y mujeres en la Montaña del Evangelio, para empezar de nuevo, desde la periferia del mundo, como humanidad nueva, como grupo, unidos en amor, sin un “jefe” superior, “sin pedro y sin obispos”, (Pedro tiene en Mt otra función), todos y todas formando la gran cuadrilla de la nueva montaña de la vida.

Para celebrar la Ascensión y Presencia de Jesús según Mateo tenemos que dejar Jerusalén (con sus ideales de templo), tenemos que dejar Roma (con sus ideales de sacralidad urbi et orbe), para volver a la montaña del evangelio, que está en Galilea, y recomenzar allí la tarea de Jesús, sin él (es decir, con él, pero de otra manera mucho más profunda).

‒ ¿Volvemos a Galilea? ¿Aprendemos allí, nos comprometemos…? Evidentemente, muchos de nosotros “dudaremos”, pensando que Galilea no es el lugar, que hay que empezar en Jerusalén o Roma… Pero Jesús nos dirá que empecemos…. Buen domingo de Ascensión a todos.

Texto: Mateo 28,16-20

Los Once discípulos fueron a Galilea,
a la Montaña que les había mandado Jesús.
Y viéndole le adoraron, aunque algunos dudaban.
Y Jesús, adelantándose a ellos, les habló diciendo:
-Se me ha dado todo poder en el cielo y sobre la tierra;
id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos,
bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo,
enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado
y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días,
hasta la consumación de los tiempos (28, 16-20).

Ascensión, una Pascua que es presencia de Jesús, en Galilea.

Esta es la aparición única y universal de Jesús según Mateo, una “ascensión” que no es subida a otro cielo, sino presencia en esta tierra, hasta el final de los tiempos. Esta “aparición” (presencia) tiene valor definitivo: no termina, perdura para siempre. Ella sigue, no ha tenido ni tendrá fin, hasta el día en que acabe la historia. Eso significa que el tiempo de los hombres (discípulos del Cristo) está marcado por la permanencia y frutos de esa gran visión que funda toda su existencia.

Sabíamos por Mc 16, 7 y Mt 28, 7.10 que los discípulos del Cristo debían dirigirse a Galilea, para encontrarse en plenitud con el Señor resucitado. Galilea significa la tierra de la historia de Jesús: allí se escucha su palabra, allí se cumple su mensaje. Pero, al mismo tiempo, Galilea aparece en este pasaje como punto de partida de un camino que debe dirigirse ya al conjunto de los pueblos.

El hecho de que Mateo haya centrado la pascua de Jesús en Galilea puede resultar extraña para un buen judío, pues va en contra de las expectativas de la historia oficial israelita, pues según ella el reino ha de irrumpir en la ciudad de las promesas (Jerusalén); allí se expresará triunfante el rey mesías, elevando su trono sobre el mundo.

Lógicamente, para resaltar la continuidad con Israel, el evangelio de Lucas y, en principio el de Juan, han situado las apariciones de Jesús y el comienzo de la iglesia en Jerusalén. De allí deben salir los discípulos del Cristo, llevando su mensaje a las naciones de la tierra. Pues bien, rompiendo esa visión, Mateo ha colocado la experiencia pascual en Galilea, para iniciar desde allí el camino del reino. Leer más…

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