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Un sabio con “autoritas”.

Domingo, 8 de julio de 2018
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oggi-si-e-compiuta“Expón con sinceridad y sencillez tu sentir, y deja que la verdad obre por sí sobre la mente de tu hermano”  (Miguel de Unamuno)

8 de Julio. Domingo XIV del TO

Mc 6, 1-6

Y muchos comentaban asombrados: ¿De dónde saca este todo eso? ¿Qué clase de sabiduría se le ha dado?

La fuerza de la autoridad de sus palabras se funda en sus acciones. Los romanos hacían una distinción entre ‘autoritas’ y la ‘potestas’, alabando la primera por encima de la segunda. La autoritas se conquista mediante la adhesión, la persuasión y la convicción del buen ejemplo dado. Jesús nos invita a sacarla, como Fray Luis de León (Oda I. Vida retirada), siguiendo en este caso la senda escondida que él, uno de “los pocos sabios que en el mundo han sido”, nos ha enseñado en su evangelio. Él hablaba con autoridad porque hablaba de lo que había encontrado dentro de él. Me ha sorprendido siempre la consideración de este dato: permaneció treinta años preparándose, y tres predicando. ¿Fue ésta, acaso, la raíz profunda de tú profunda sabiduría?

Esta fue, y también la de la relación particularmente humana que establecía con los que se relacionaba, en particular los necesitados. De dicha relación han sabido siempre mucho los médicos. Hipócrates indica como uno de los cuatro principios fundamentales el: “Estudiar más al paciente que a la enfermedad”. Para Platón el enfermo es amigo del médico a causa de su enfermedad. La relación entre médico y enfermo es de amistad y, en ella, es fundamental la confianza del enfermo en la medicina y en el médico que le trata. Con el cristianismo, las Órdenes Religiosas se hacen cargo de la asistencia sanitaria que es un acto religioso y moral. Se crean los primeros hospitales cristianos, la asistencia sanitaria es gratuita para los enfermos sin recursos y se atiende también a los enfermos incurables y moribundos. El fundamento de la relación médico-enfermo en el cristianismo es una modalidad de la amistad cristiana entre los hombres. El médico medieval le da importancia a la comunicación verbal con el enfermo con el objetivo de darle consuelo, de aliviarle. Sigmund Freud supone un cambio muy importante en la relación médico-enfermo al introducir al sujeto en medicina. Considera que en el acto clínico, la relación médico-paciente es fundamental, y la historia clínica es un instrumento imprescindible que permite al paciente contar su experiencia vital en ese momento.

Modernamente la relación que establecen el médico y el enfermo, durante el proceso de enfermedad, es de extremada importancia. Es una relación rica y compleja que influye en el curso de la enfermedad, en la eficacia del tratamiento, y que tiene por sí misma un importante valor curativo. Para Gregorio Marañón, por ejemplo, “lo más importante en medicina es la relación entre médico y enfermo”, dice. Y Pedro Laín Entralgo señala rotundamente que se trata de una la relación que vincula mutuamente a dos hombres, que está formada por dos personas, y el vínculo entre ella es la palabra”.

Los que te escuchaban, dice en 6, 2 Marcos, comentaban asombrados: ¿De dónde saca este todo eso? ¿Que clase de sabiduría se le ha dado? Y yo también, Jesús maestro sabio, me asombro de tu sabiduría, y cada vez que profundizo un poco más en tu Evangelio, descubro más y mejor la increíble riqueza humana del mensaje. La del διακόνεο, al que el NT le atribuye el significado de “servir a la mesa” (L 10, 40, 17, 8; Jn 12,1) y que Marcos, si ha de ser comprendido desde la enseñanza de Jesús sobre el discipulado, presenta el sentido más amplio de “ser servicial”, “estar a disposición de”. Un servicio que implica autodonación y disponibilidad, presentado por Jesús como núcleo de su seguimiento y signo de distinción de sus discípulos, sean estos varones o mujeres. Todos ellos han de hacer lo que han visto realizar al mismo Jesús. Han de adoptar las mismas aptitudes: “El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir” (Mc 10, 40)

Decía en su Diario íntimo don Miguel de Unamuno, “Expón con sinceridad y sencillez tu sentir, y deja que la verdad obre por sí sobre la mente de tu hermano”, añadiendo al servir la sugerencia de respetar en el que sirve su manera personal de hacerlo.

En su obra La cuisinne retrouvée, el ilustre literato -y también sabio en su poético quehacer- Marcel Proust, gran amante de la buena cocina como buen francés, hace una loa del bon manger diciendo que “En el tiempo que sigue a una comida copiosa, existe una especie de momentos de reposo saturados de bienestar, de inteligencia y de energía donde permanecer ociosos, que nos otorgan el sentimiento de plenitud de vida”. La dimensión poética de Proust hace resaltar la trascendencia del acto de servir, en otras partes de su obra, aunque poniendo particular énfasis en el de disfrutar de los manjares servidos.

“El efecto de la sabiduría es una alegría continua”, decía Lucio Anneo Seneca en Cartas a Lucilio. Alegría por el buen servir, el buen comer, las buenas relaciones que otorgan salud, y que ponen barro frente a la hermosura, como canta nuestro Poema de hoy, le da Nueva Vida.

INSPIRA ME D0MINE

“Formavit igitur Dominus Deus hominem de limo terrae et inspiravit…”  (Génesis 1, 7)

Me formaste, Señor, del barro puro;
soplaste con amor la blanca arcilla;
dejaste eternidad de tu semilla
en la arista sin faz de un canto duro; 

color pusiste en tu pincel seguro;
le diste ardor a la letal mantilla;
llegó el aliento a la fetal papilla,
blando barrizal de humus inseguro.

Y en el resplandor de tu llama pura,
Todo se hizo amor, masa redimida.
¡Sopla, Señor, y deja tu hermosura

en el lodazal de esta carne hundida;
y poniendo el barro junto a tu hermosura,
sóplalo otra vez, dale Nueva Vida.

(José Paz. Poemas en Tiempo)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Profetas en nuestra tierra.

Domingo, 8 de julio de 2018
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comodejarteprofeta-despreciadoMc 6,1-6

Jesús, nos dice el evangelio de Lucas, creció en “edad, sabiduría y gracia” (Lc 2,52). Sus paisanos le vieron dar sus primeros pasos, correr, jugar y trabajar, conocieron a José y a María y fueron testigos de cómo su vida transcurría como la de cualquier otra familia de Nazaret. Quienes conocieron a Jesús como niño hoy le ven convertido en un hombre que lidera un pequeño grupo, que enseña en la sinagoga y obra milagros.

El don de la vida lleva consigo la capacidad de crecer. Como seres humanos podemos ampliar nuestros conocimientos y habilidades, aprender con la experiencia y cambiar con el transcurrir de los años. No somos los mismos que éramos hace un tiempo y, con la gracia de Dios y nuestro propio trabajo personal, este continuo proceso posibilita la transformación para llegar a ser lo que estamos llamados a ser. Aquello que nos hace más felices. Aquello que, intuimos como creyentes, es la voluntad de Dios para nosotros.

Sin embargo, aunque podemos constatar esta experiencia humana en nosotros mismos, ¡qué difícil se nos hace muchas veces reconocer los cambios y el crecimiento de los demás! Resulta sencillo “poner etiquetas” a los otros, pero ¡cuánto nos cuesta quitarlas! Cuesta confiar en la posibilidad de transformación de las personas y surge con facilidad la desconfianza.

“Y desconfiaban de él”, nos dice el texto. La realidad indiscutible de lo que ven en Jesús: su sabiduría y sus milagros, no consigue vencer la sospecha y la incredulidad de quienes le conocieron como un sencillo carpintero, procedente de una humilde familia.

El evangelio de hoy cuestiona esta actitud. Podemos preguntarnos si concedemos la oportunidad de crecimiento y de cambio a quienes son compañeros de camino en la vida cotidiana, cuando nos sobreviene la sospecha antes sus logros y avances. A lo largo de la historia, personas audaces y adelantadas a su tiempo han sido cuestionadas, quizás porque sus vidas han cuestionado a los demás. Oscar Romero, Mahatma Gandhi… o Teresa de Jesús, Joaquina de Vedruna y tantas otras fundadoras y fundadores de instituciones o movimientos religiosos padecieron también la incomprensión y el rechazo de sus contemporáneos. El evangelio de hoy nos pone en alerta y nos invita a revisar nuestras actitudes hacia aquellas personas con las que compartimos trabajo o vida.

Pero también nos cuestiona nuestra propia relación con Jesús. Puede pasarnos como a sus paisanos. Lo hemos conocido tanto desde pequeños que ahora, ¿qué nos puede decir que no sepamos ya? Podemos caer en el peligro de amaestrar su Palabra y no permitir que su poder renovador atraviese nuestras vidas y las transforme.

Nos dice el evangelio que Jesús “no pudo hacer allí ningún milagro”. Porque Jesús no hace nada sin contar con nosotros, con nuestra disposición y fe, con nuestra confianza. Aprovechemos para revisar las “etiquetas” que colocamos, incluso a él, y que impide, de algún modo, que haga milagros en cada uno de nosotros, en nuestra tierra personal, familiar, comunitaria, social, mundial…

Cada día, una nueva oportunidad para creer. Cada día, una nueva oportunidad para crecer.

Inma Eibe, ccv

Fuente Fe Adulta

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¡Ay Jesús, Jesús!

Domingo, 8 de julio de 2018
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14_to_bDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01 JESÚS VUELVE A SU PUEBLO.

Jesús vuelve a Nazaret, donde había vivido treinta años y era muy conocido.

Jesús tenía ya una fama importante en su pueblo y entre las gentes de Galilea, incluso en el sur, en Judea se miraba ya a Jesús con recelo y odio:

o Bien por las expectativas políticas (zelotismo) que había despertado en algunos sectores del pueblo y a las que Jesús no dio pábulo.

o Y sobre todo por su distancia de los poderosos del Templo, de la sinagoga, de la política, así como por su cercanía a los pobres y enfermos, porque hablaba de la misericordia de Dios.

02. JESÚS “NO ES UN BUEN HIJO” DE JOSÉ, DE MARÍA.

Los paisanos de Jesús veían en Jesús a un nazareno, a un paisano, al hijo de María, hermano de sus hermanos, etc. Pero ni tan siquiera Jesús respondía a las expectativas de ser hijo de José, nazareno, galileo.

Jesús, hijo de José, debía ser expresión de sus parientes, del movimiento socio-cultural-político de aquella Galilea anti-romana, zelota. Pero Jesús no siguió ese camino.
Pero Jesús va a resultar despreciado y no bien acogido porque no fue fiel a lo que se esperaba en Nazaret – Galilea en esos momentos.

Jesús curaba enfermos, hacía milagros, acogía a mujeres, trataba con publicanos y pecadores, perdonaba, levantaba de la muerte.

Jesús estaba del lado del ser humano, no de la Ley, ni de los esquemas religiosos del Templo, de la sinagoga.

“Los lugares sagrados” fueron los más peligrosos para Jesús. Tres veces intentó Jesús enseñar en las Sinagogas. En la primera le interrumpieron de mala manera (Mc 1,21), en la segunda y tercera vez decidieron e intentaron asesinarle además de decir de él que “estaba loco” (Mc 3,1; Lc 4,16-30).

La “zona roja” de máximo peligro para Jesús fue el Templo. La “casa de Dios” fue el sitio más peligroso para Jesús. De las doce veces que aparece en el evangelio de Juan la expresión “asesinar” a Jesús, seis veces se encuentran en el Templo, (Jn 7, 19.20.25; 8,22.37.40). Igualmente S Juan emplea ocho veces el término “arrestar” a Jesús, cuatro son en el Templo: (Jn 7,30.32.33; 8,20).

(J. MATEO – J, BARRETO, El Evangelio de Juan. Análisis lingüístico y comentario exegético, Madrid, Ed Cristiandad, 1979, 399-400).

03. JESÚS SIENDO PROFUNDAMENTE HUMANO, FUE HIJO DE DIOS.

catedral-de-leon-vidrierasNosotros, como los paisanos de Jesús, como los judíos creemos en el Dios de la Ley, de la prepotencia, de los ritos. Pero Jesús fue hijo de Dios en la humanidad, en la debilidad.

Siempre la cuestión es ver en la materialidad de las personas y de la vida “algo más.

En el hijo del carpintero podemos ver a Cristo y lo que él significa.

Y a Jesús, a Dios, le vemos en el pobre, en el marginado, en los más débiles y sencillos de la vida.

04. SE EXTRAÑÓ DE SU FALTA DE FE.

Para sus convecinos, Jesús era un humano y nada más que un humano: el hijo de María.

Sin terreno preparado no hay cosecha. “No pudo hacer allí ningún milagro, salvo curar a unos pocos enfermos”. La palabra de vida de Jesús es viable únicamente en un ámbito de fe, de apertura a Dios.

Lo que les pasó a los convecinos de Jesús puede pasarnos también a nosotros: encerrarnos en valoraciones puramente humanas de Jesús (maestro de sabiduría y de ética) y no descubrir el verdadero “ser” de Jesús (transparencia de Dios). Jesús es bastante más que un gran o un pobre hombre. El “ser” de Jesús no se agota en su “ser” de hombre.
Sin ninguna pretensión por nuestra parte, Dios hace milagros cuando nosotros creemos y tenemos fe en Él.

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El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido… Para dar libertad a los oprimidos

Domingo, 24 de enero de 2016
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Una llamada a la entrega, al compromiso de seguirle sólo a Él:

*
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Preguntas para subir y bajar el monte Carmelo

(A Gustavo Gutiérrez,
maestro espiritual
en los altiplanos de la Liberación,
por su itinerario latinoamericano
Beber en su propio pozo).

«Por aquí ya no hay camino».
¿Hasta dónde no lo habrá?
Si no tenemos su vino
¿la chicha no servirá?

¿Llegarán a ver el día
cuantos con nosotros van?
¿Cómo haremos compañía
si no tenemos ni pan?

¿Por dónde iréis hasta el cielo
si por la tierra no vais?
¿Para quién vais al Carmelo,
si subís y no bajáis?

¿Sanarán viejas heridas
las alcuzas de la ley?
¿Son banderas o son vidas
las batallas de este Rey?

¿Es la curia o es la calle
donde grana la misión?
Si dejáis que el Viento calle
¿qué oiréis en la oración?

Si no oís la voz del Viento
¿qué palabra llevaréis?
¿Que daréis por sacramento
si no os dais en lo que deis?

Si cedéis ante el Imperio
la Esperanza y la Verdad
¿quién proclamará el misterio
de la entera Libertad?

Si el Señor es Pan y Vino
y el Camino por do andáis,
si al andar se hace camino
¿qué caminos esperáis?

(Desde la Amazonia brasileña,
en tiempos de probación
y de invencible esperanza criolla).

*

Pedro Casaldáliga
El Tiempo y la espera. Sal terrae, 1986

***

En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendio por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan.

Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:

“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido.

Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista.

Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor.”

Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles:

–  “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oir.”

*

Lucas 1, 1-4; 4, 14-21

***

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“No despreciar al Profeta”, 14 Tiempo Ordinario – B (Marcos 6,1-6)

Domingo, 5 de julio de 2015
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14-852852-300x300El relato no deja de ser sorprendente. Jesús fue rechazado precisamente en su propio pueblo, entre aquellos que creían conocerlo mejor que nadie. Llega a Nazaret, acompañado de sus discípulos, y nadie sale a su encuentro, como sucede a veces en otros lugares. Tampoco lo presentan a los enfermos de la aldea para que los cure.

Su presencia solo despierta en ellos asombro. No saben quién le ha podido enseñar un mensaje tan lleno de sabiduría. Tampoco se explican de dónde proviene la fuerza curadora de sus manos. Lo único que saben es que Jesús es un trabajador nacido en una familia de su aldea. Todo lo demás «les resulta escandaloso».

Jesús se siente «despreciado»: los suyos no le aceptan como portador del mensaje y de la salvación de Dios. Se han hecho una idea de su vecino Jesús y se resisten a abrirse al misterio que se encierra en su persona. Jesús les recuerda un refrán que, probablemente, conocen todos: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa».

Al mismo tiempo, Jesús «se extraña de su falta de fe». Es la primera vez que experimenta un rechazo colectivo, no de los dirigentes religiosos, sino de todo su pueblo. No se esperaba esto de los suyos. Su incredulidad llega incluso a bloquear su capacidad de curar: «no pudo hacer allí ningún milagro, solo curó a algunos enfermos».

Marcos no narra este episodio para satisfacer la curiosidad de sus lectores, sino para advertir a las comunidades cristianas que Jesús puede ser rechazado precisamente por quienes creen conocerlo mejor: los que se encierran en sus ideas preconcebidas sin abrirse ni a la novedad de su mensaje ni al misterio de su persona.

  • ¿Cómo estamos acogiendo a Jesús los que nos creemos «suyos»?
  • En medio de un mundo que se ha hecho adulto, ¿no es nuestra fe demasiado infantil y superficial?
  • ¿No vivimos demasiado indiferentes a la novedad revolucionaria de su mensaje?
  • ¿No es extraña nuestra falta de fe en su fuerza transformadora?
  • ¿No tenemos el riesgo de apagar su Espíritu y despreciar su Profecía?
  • Esta era la preocupación de Pablo de Tarso: «No apaguéis el Espíritu, no despreciéis el don de Profecía. Revisadlo todo y quedaos solo con lo bueno» (1 Tes 5,19-21). ¿No necesitamos algo de esto los cristianos de nuestros días?

José Antonio Pagola

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“No desprecian a un profeta más que en su tierra”. Domingo 5 de julio de 2015. Domingo 14º de tiempo ordinario

Domingo, 5 de julio de 2015
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39-ordinarioB14 cerezoDe Koinonia:

Ezequiel 2,2-5: Son un pueblo rebelde, sabrán que hubo un profeta en medio de ellos. Salmo responsorial: 122: Nuestros ojos están en el Señor, esperando su misericordia. 2Corintios 12,7b-10: Presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo. Marcos 6,1-6: No desprecian a un profeta más que en su tierra

Los estudiosos suelen decir que la primera parte del Evangelio de Marcos (que termina en la “Confesión de Pedro”) se divide en varias partes más pequeñas; cada una de estas partes empieza con un resumen -llamado técnicamente “sumario”- de la vida de Jesús; después de cada una de ellas viene una referencia a los apóstoles. En este esquema, el evangelio de hoy es el fin de la segunda de las tres pequeñas partes que se caracterizan por un aumento progresivo en el conflicto que Jesús provoca al encontrarse con él. El texto marca un punto clave: Jesús -que es presentado aquí como profeta- se encuentra con la absoluta falta de fe de los suyos, amigos y parientes. El “fracaso” de Jesús se va acentuando: en la tercera parte ya se empieza a presentir la “derrota” del Señor anticipada en la muerte del Bautista.

Es característico del evangelio de Marcos presentar a sus destinatarios el aparente fracaso, la soledad, el “escándalo” de la cruz de Jesús. Esa cruz es la que comparten con él todos los perseguidos a causa de su nombre, como la comunidad misma de Marcos. En toda la segunda parte de este Evangelio lo encontraremos al Señor tratando -a solas con los suyos- de revelarles el sentido de un “Mesías crucificado” que será plenamente descubierto por el centurión -en la ausencia de cualquier signo exterior que lo justifique- como el “Hijo de Dios”.

Los habitantes de Nazaret no dan crédito a sus oídos: ¿de dónde le viene esto que enseña en la sinagoga? “Si a éste lo conocemos, y a toda su parentela”. La sabiduría con la que habla, los signos del Reino que salen de su vida, no parecen coherentes con lo que ellos conocen. Allí está el problema: “con lo que ellos conocen“. Es que la novedad de Dios siempre está más allá de lo conocido, siempre más allá de lo aparentemente “sabido”; pero no un más allá “celestial”, sino un “más allá” de lo que esperábamos, pero “más acá” de lo que imaginábamos; no estamos lejos de la alegría de Jesús porque “Dios ocultó estas cosas a los sabios y prudentes y se las reveló a los sencillos”; no estamos lejos de la incomprensión de las parábolas: no por difíciles, sino precisamente por lo contrario, por sencillas. El “Dios siempre mayor” desconcierta, y esto lleva a que falte la fe si no estamos abiertos a la gratuidad y a la eterna novedad de Dios, a su cercanía. Por eso, por la falta de fe, Jesús “no podía hacer allí ningún milagro”; quienes no descubren en Él los signos del Reino no podrán crecer en su fe, y no descubrirán, entonces, que Jesús es el enviado de Dios, el profeta que viene a anunciar un Reino de Buenas Noticias. Esto es escándalo para quienes no pueden aceptar a Jesús, porque “nadie es profeta en su tierra“. Y quizás, también nos escandalice a nosotros… ¿o no?

Jesús es mirado con los ojos de los paisanos como “uno más”. No han sabido ver en él a un profeta. Un profeta es uno que habla “en nombre de Dios”, y cuesta mucho escuchar sus palabras como “palabra de Dios”; cuesta mucho reconocer en quien es visto como “uno de nosotros” a uno que Dios ha elegido y enviado. Cuesta pensar que estos tiempos que vivimos son tiempos especiales y preparados por Dios (kairós) desde siempre. Pero en ese momento específico, Dios eligió a un hombre específico, para que pronuncie su palabra de Buenas Noticias para el pueblo cansado y agobiado de malas noticias. No es fácil reconocer el paso de Dios por nuestra vida, especialmente cuando ese paso se reviste de “ropaje común”, como uno de nosotros. A veces quisiéramos que Dios se nos manifieste de maneras espectaculares ‘tipo Hollywood’, pero el enviado de Dios, su propio Hijo, come en nuestras mesas, camina nuestros pasos y viste nuestras ropas. Es uno al que conocemos aunque no lo re-conocemos. Su palabra, es una palabra que Dios pronuncia y con la que Dios mismo nos habla. Sus manos de trabajador común son manos que obran signos, pero con mucha frecuencia nuestros ojos no están preparados para ver en esos signos la presencia del paso de Dios por nuestra historia.

Muchas veces nosotros tampoco sabemos ver el paso de Dios por nuestra historia, no sabemos reconocer a nuestros profetas. Es siempre más fácil esperar o cosas extraordinarias y espectaculares, o mirar alguien de afuera. Es más “espectacular” mirar un testimonio allá en Calcuta… que uno de los cientos de miles de hermanas y hermanos cotidianos por las tierras de América Latina que trabajan, se “gastan y desgastan” trabajando por la vida, aunque les cueste la vida. Es más maravilloso mirar los milagros que nos anuncian los predicadores itinerantes y televisivos, que aceptar el signo cotidiano de la solidaridad y la fraternidad. Es más fácil esperar y escapar hacia un mañana que ‘quizá vendrá’, que ver el paso de Dios en nuestro tiempo, y sembrar la semilla de vida y esperanza en el tiempo y espacio de nuestra propia historia. Todo esto será más fácil, pero, ¿no estaríamos dejando a Jesús pasar de largo? Leer más…

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Dom 5.7.15 ¿No es éste el artesano? Jesús, un trabajador

Domingo, 5 de julio de 2015
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tekton112Del blog de Xabier Pikaza:

Dom 14 tiempo ordinario, ciclo B, Marcos 6,1-6. Jesús fue un judío piadoso, atento a la palabra de Dios, pero su piedad resulta inseparable de su estado social.

Parece que sus antepasados vinieron de Belén de Judá a Nazaret de Galilea, tras la conquista de Alejandro Janeo (104 a.C.), recibiendo unas tierras, pero debieron perderlas, convirtiéndose en artesanos.

En esa línea, Marcos 6,3 le define como el artesano (ho tekton) es decir, como alguien que debía vender su trabajo, según oferta y demanda, en un mundo sin piedad, que ya no estaba ya marcado por la “providencia” del “lcielo” (lluvia) y el esfuerzo de los hombres, sino por el mercado laboral.

Antes de (y para) ser el Cristo, Jesús ha sido un artesano/obrero, sometido al trabajo de otros. Sin duda, él tenía un conocimiento básico de la Escritura y, como nazoreo, asumía la tradición socio-religiosa del judaísmo, pero se hallaba a merced de las duras ofertas laborales del entorno, con indicaré en esta postal (situándole dentro del organigrama de trabajos de su tiempo).

El texto que sigue está tomado básicamente de Historia de Jesús, VD, Estella 2013 (y en parte de Comentario de Marcos, VD, Estella 2012). Buen domingo a todos.

Texto. Marcos 6,1-6

En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: ¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el artesano, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?…

Marginado activo y pasivo.

11403121_463093287201202_1527799514246838764_nLos años de Jesús en Galilea corresponden básicamente al reinado de Antipas en Galilea (4 aC–39 dC) y estuvieron marcados por una profunda crisis económica, de forma que muchas tierras pasaron a manos de unos pocos y gran parte de los galileos engrosaron el proletariado (y clientelismo) urbano de las nuevas capitales (Séforis, Tiberíades), o siguieron en el campo en situación de dependencia (de renteros o artesanos eventuales).

Jesús ha sido campesino sin tierra; no formaba parte de una estirpe sacerdotal probablemente acomodada, como la de Juan Bautista (cf. Lc 1) o F. Josefo (según su Autobiografía), sino que era pobre efectivo, un marginal, un marginado . No se enfrentó a los poderes dominantes desde arriba, ni pidió limosna, ni se limitó a mejorar con pequeños retoques lo que había, desde el interior del sistema, pero inició una mutación social (por revelación de Dios), precisamente desde aquellos que, como él, carecían de poder y tierra, desde la escuela de pobreza y trabajo alienado de millones de personas, que dependían de aquello que otros quieran ofrecerles.

‒- Era marginado pasivo, pues los cambios de los últimos decenios, en un mundo controlado por escribas, sacerdotes oficiales y nuevos aristócratas dirigidos por H. Antipas (en pacto con Roma), le habían arrojado al margen de la sociedad, sin más medios que su trabajo eventual de artesano. Fue víctima de la nueva globalización comercial romana, y no podía cumplir la Ley como aquellos que tenían tiempo para ello (muchos fariseos).

‒ Era marginado activo. La misma situación que le había vinculado con otros expulsados, le permitió entender (en otra línea) la Escritura de Dios y la tarea de su pueblo. Era un expulsado de la vida, pero no resentido (no propugnó la violencia reactiva en contra de los ricos), sino un hombre con un inmenso potencial de creatividad. Desde ese fondo se entiende su respuesta a los retos de la realidad israelita, tal como se expresa en su contacto y Juan Bautista y luego con su mensaje de Reino en Galilea .

2. Marginado dependiente.

No fue un carpinteros rico y acreditado, con trabajo seguro y tiempo libre para argumentar sobre temas de Ley, sino un artesano-dependiente, sin acceso a tierra propia, ni pensador de tiempo libre, dispuesto a mejorar en lo posible lo que existe, sino un profeta en tiempo de opresión, teniendo que buscar y descubrir a Dios desde unas circunstancias sociales marcadas por la comercialización herodiana (romana) de los campos, que empezaban a depender de las ciudades y los nuevos ricos. Todo nos permite pensar que su mismo trabajo marcó su experiencia humana y religiosa:

‒ El trabajo en casa y campo propio arraiga al hombre (familia) en una tierra que puede entenderse como don trasmitido por generaciones (de padres a hijos). El antiguo Dios israelita tendía a revelarse así a través de la propiedad sagrada y la continuidad del grupo, sancionando unos valores de justicia y solidaridad que duran por generaciones, expresándose en la heencia de los propietarios. Pues bien, ese Dios antiguo ya no respondía a las necesidades de los obreros sin tierra, entre los que hallamos a Jesús.

‒ Campesinos y artesanos galileos se parecían a los hebreos en Egipto. Muchos estaban perdiendo su herencia, y no podían creer en el Dios de los «buenos» propietarios. No tenían patrimonio (en línea patriarcal), ni herencia para dejarla a los hijos, de manera que. Eran itinerantes obligados a “pedir” trabajo en aldeas y pueblos, sin estructuras familiares fijas, ni casas vinculadas a la tierra. Ciertamente, algunos pudieron enriquecerse, pero les faltaba la tierra/heredad que se transmite y mantiene en familia, por generaciones. La mayoría eran pobres. Para ellos proclamó Jesús ante todo el Reino .

((Jesús debió trabajar como artesano desde los 12 años. Así, cuando más tarde recorra Galilea como itinerante del Reino, volverá a los pueblos que había conocido de artesano, con otros oprimidos de Israel, en albergues y caminos. Sobre la situación de Galilea, cf. R. Aguirre, Los estudios actuales sobre Galilea y la exégesis de los evangelios en: A. Borrell (ed.), La Bíblia i el Mediterrani, Associació Bíblica, Barcelona 1997, 249-262; E. M. Meyers (ed.), Galilee through the centuries. Confluence of cultures (Duke Judaic Studies), Eisenbrauns, Winona Lake IN 1999; K. H. Ostmeyer, Armenhaus und Räuberhöhle?: Galiläa zur Zeit Jesu, 147-170; J. L. Reed, Population Numbers, Urbanization, and Economics: Galilean Archaeology and the Historical Jesus, ZNT 96 (2005), 203- 219; El Jesús de Galilea. Aportaciones desde la arqueología, Sígueme, Salamanca 2006; J. D. Crossan y J. L. Reed, Jesús desenterrado, Crítica, Barcelona 2003; S. Freyne, Jesús, un galileo judío, Verbo Divino, Estella 2007)).

Los rasgos anteriores trazan una fuerte disonancia. (1) Como israelita (nazoreo), Jesús era portador de una promesa de posesión o heredad. (2) Pero formaba parte de aquellos que habían perdido la tierra, expulsados de la promesa de Dios, a quienes él quiso anunciar el Reino. Esta experiencia plantea un problema, y para precisarlo debo analizar la división de clases que había por entonces en Galilea (Palestina) .

1. Clase gobernante, funcionarios.

En la cúpula se hallaban los altos oficiales romanos (Procurador…) y los reyes vasallos herodianos (Antipas o Filipo) bajo Roma (unas pocas decenas de personas). Tenían muchas tierras y recibían grandes impuestos, para disfrute personal y para financiar edificaciones y empresas militares y sociales. Se apoyaban en una subclase militar, sacerdotal e intelectual (un 5% de la población):

Jesús no luchó directamente contra los gobernantes y soldados de Roma, pero su visión de Dios y de su Reino se oponía a la estructura sagrada del imperio, y al orden superior de los sacerdotes, que decidieron su muerte, unidos a Roma. Por otra parte, el proyecto de Jesús se oponía a la clase intelectual de los escribas oficiales, que tenían una visión distinta de la Ley (Escritura) y de su incidencia en la vida del pueblo.

‒ Subclase militar. No había entre los judíos una clase militar estricta, pues el gran ejército estaba en manos de Roma y de su gobernador (Poncio Pilato), de manera que en conjunto ellos se hallaban bajo el mando de una milicia exterior (que se juzgaba sagrada), aunque Antipas, rey vasallo de Galilea-Perea, mantenía un pequeño ejército, que podía considerarse israelita, aunque integrado en la milicia romana. Ciertamente, en tiempo de Jesús no existía un ejército celota (anti-romano) estricto, que sólo surgirá en los años anteriores a la guerra (67-73 dC), pero había un conflicto militar latente, pues muchos judíos veían el ejército de Roma como signo demoníaco. Jesús no reclutará soldados, ni planeará un levantamiento militar, pero morirá condenado por el comandante del ejército romano (Poncio Pilato). Leer más…

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El misterio de la incredulidad. Domingo 14. Ciclo B.

Domingo, 5 de julio de 2015
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jesussinagoga1Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El domingo pasado nos recordaba el evangelio de Marcos dos ejemplos de fe: el de la mujer con flujo de sangre y el de Jairo. Hoy nos ofrece la postura opuesta de los nazarenos, que sorprenden a Jesús con su falta de fe.

En aquel tiempo Jesús fue a su tierra acompañado de sus discípulos. El sábado se puso a enseñar en la sinagoga, y la gente, al oírlo, decía asombrada: «¿De dónde le viene a éste todo esto? ¿Cómo tiene tal sabiduría y hace tantos milagros? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y el hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven con nosotros?». Y se escandalizaban de él. Jesús les dijo: «Sólo en su tierra, entre sus parientes y en su casa desprecian al profeta». Y no pudo hacer allí ningún milagro, aparte de curar a algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se quedó sorprendido de su falta de fe. Recorrió después las aldeas del contorno enseñando.

Éxito en Cafarnaúm

            Resulta interesante comparar lo ocurrido en Nazaret con lo ocurrido al comienzo del evangelio: también un sábado, en Cafarnaúm, Jesús actúa en la sinagoga y la gente se pregunta, llena de estupor: «¿Qué significa esto? Es una enseñanza nueva, con autoridad. Hasta a los espíritus inmundos les da órdenes y le obedecen.» Enseñanza y milagros despiertan admiración y confianza en Jesús, que realiza esa misma tarde numerosos milagros (Mc 1,21-34).

Fracaso en Nazaret

            Otro sábado, en la sinagoga de Nazaret, la gente también se asombra. Pero la enseñanza de Jesús y sus milagros no suscitan fe, sino incredulidad. La apologética cristiana ha considerado muchas veces los milagros de Jesús como prueba de su divinidad. Este episodio demuestra que los milagros no sirven de nada cuando la gente se niega a creer. Al contrario, los lleva a la incredulidad.

Los milagros de Jesús han re representado un enigma para las autoridades teológicas de la época, los escribas, y ellos han concluido que: «Lleva dentro a Belcebú y expulsa los demonios por arte del jefe de los demonios» (Mc 3,22).

Los nazarenos no llegan a tanto. Adoptan una extraña postura que no sabríamos cómo calificar hoy día: no niegan la sabiduría y los milagros de Jesús, pero, dado que lo conocen desde pequeño y conocen a su familia, no les encuentran explicación y se escandalizan de él.

Jesús, motivo de escándalo

En griego, la palabra escándalo designa la trampa, lazo o cepo que se coloca para cazar animales. Metafóricamente, en el evangelio se refiere a veces a lo que obstaculiza el seguimiento de Jesús, algo que debe ser eliminado radicalmente («si tu mano, tu pie, tu ojo, te escandaliza… córtatelo, sácatelo»).

Lo curioso del pasaje de hoy es que quien se convierte en obstáculo para seguir a Jesús es el mismo Jesús, no por lo que hace, sino por su origen. Cuando uno pretende conocer a Jesús, saber «de dónde viene», quién es su familia; cuando lo interpreta de forma puramente humana, Jesús se convierte en un obstáculo para la fe. Desde el punto de vista de Marcos, los nazarenos son más lógicos que quienes dicen creer en Jesús aunque lo consideran un profeta como otro cualquiera.

Asombro e impotencia de Jesús

            A Marcos le gusta presentar a Jesús como Hijo de Dios, pero dejando muy clara su humanidad. Por eso no oculta su asombro ni su incapacidad de realizar en Nazaret grandes milagros a causa de la falta de fe. Adviértase la diferencia entre la formulación de Marcos: «no pudo hacer allí ningún milagro» y la de Mateo: «Por su incredulidad, no hizo allí muchos milagros».

Nazaret como símbolo

Los tres evangelios sinópticos conceden mucha importancia al episodio de Nazaret, insistiendo en el fracaso de Jesús (la versión más dura es la de Lucas, en la que los nazarenos intentan despeñarlo). Se debe a que consideran lo ocurrido allí como un símbolo de lo que ocurrirá a Jesús con la mayor parte de los israelitas: «Sólo en su tierra, entre sus parientes y en su casa desprecian al profeta».

El fracaso no lo desanima

            El evangelio de hoy termina con estas palabras: «Recorrió después las aldeas del contorno enseñando.» Jesús ha fracasado en Nazaret, pero esto no le lleva al desánimo ni a interrumpir su actividad. Igual que Ezequiel (1ª lectura), le escuchen o no le escuchen, dejará claro testimonio de que en medio de Israel se encuentra un profeta.

Lectura del Profeta Ezequiel (Ez 2,2-5).

En aquellos días, al decirme esto, el espíritu entró en mí, me hizo tenerme en pie y pude escuchar a aquel que me hablaba. Él me dijo: «Hijo de hombre, yo te  envío a los israelitas, a un pueblo de rebeldes, que se han rebelado contra mí, ellos y sus padres, hasta este mismo día. Hijos de cara dura y corazón de piedra son aquellos a quienes yo te envío. Les dirás: Esto dice el Señor Dios. Escuchen o no escuchen -puesto que son una raza de rebeldes-, sabrán que en medio de ellos se encuentra un profeta.

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Belén o Nazaret, lugar donde nació Jesús

Sábado, 3 de enero de 2015
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1779100_1510742139190836_9087074930133157551_nDel blog de Xabier Pikaza:

Tradicionalmente se ha dicho que Jesús nació en Belén de Judea , lugar de la familia y de las tradiciones de David, como suponen tanto el evangelio de Lucas como el de Mateo. Pero muchos rechazan hoy día esa tradición y afirman que ella ha sido recreada o “adaptada” por los evangelistas, con fines apologéticos, es decir, para entroncar a Jesús en la historia y esperanza mesiánica de Israel.

En general, los investigadores suponen que Jesús nació en Nazaret de Galilea y que por eso se llamaba Nazareno o Nazoreo (como supone el mismo ex-Papa Benedicto XVI, en su tercer libro sobre Jesús). Pero tampoco esta opinión está libre de dificultades, pues también la afirmación de que Jesús era nazareno/nazoreo está cargada de un hondo sentido simbólico. Por eso, algunos siguen pensando que él era de Belén, y que Nazaret fue sólo su patria adoptiva, su lugar de crecimiento.

Más que el lugar físico del nacimiento, a la liturgia y a la piedad cristiana, le interesan los grandes signos que están vinculados al surgimiento del Mesías:

signos celestes: ángeles que cantan, un pesebre de animales en el centro de la naturaleza transfigurada, una estrella del alto, unos magos o sabios de oriente.

signos terrestres: empadronamiento “político” y exclusión social, exilio y amenazas de tipo familiar, pobreza intensa.

Por su parte, otros, como el Papa Benedicto XVI, en libro ya citado, se interesaban más por el hecho “dogmático” del Nacimiento humano del Hijo de Dios, es decir, de Dios mismo, pues dan más importancia al aspecto teológico en sí que a sus detalles geográficos, sociales y familiares.

unnamedPero esos “detalles” del signo exterior y el nacimiento humano de Jesús son también muy importantes, no sólo por lo que se refiere al pasado, cuando y dónde nació, sino para el tiempo actual, tanto en Nazaret como en Belén, lugares marcados por uno de los conflictos económicos, políticos y religiosos más importantes de historia (y para toda la tierra, lugar del nacimiento y crecimiento de Dios).

Desde este fondo, quiero presentar hoy una reflexión básica sobre el lugar y sentido del nacimiento de Jesús, a partir de mi libro La Historia de Jesús, (Verbo Divino, Estella 2007, 2ª ed). En la primera imagen aparece un servidor en Belén, junto al altar/estrella de la gruta tradicional del Nacimiento. La segunda de Nazaret es del interior de la Basílica de la Anunciación de Nazaret, sobre la casa/gruta donde se dice que el ángel “anunció” a María. La tercera es del libro citado. Buen fin de año a todos

Tiempo y año

Los evangelios presentan a Jesús como un judío de Galilea, nacido en los años de Augusto y Herodes. Posiblemente no conocía al detalle la historia de Julio Cesar, divinizado por Roma, ni los principios de la “ideología sagrada de Augusto”, a quien muchos miraban como presencia de Dios. Pero el influjo de los césares (Augusto gobernó del 27 a C. al 14 d. C. y Tiberio del 14 al 37 d. C.) debió llenar el imaginario social de su infancia, pues del César de Roma dependían los reyes, que gobernaban sobre toda Palestina (Herodes el Grande: del 37 al 4 a. C.) o sobre Galilea (Herodes Antipas: del 4 a. C. al 39 de. C.), y los procuradores o gobernadores de Judea-Samaría (sobre todo, Valerio Graco y Poncio Pilatos, ejercieron el poder del 15 al 26 y del 26 al 36 d. C.). Fue súbdito de Roma y, como todo judío inteligente de su tiempo, conocía bien las pretensiones políticas y religiosas del imperio.

La tradición del evangelio sabe que nació en tiempos del César Augusto, cuando reinaba en Palestina Herodes el Grande, es decir, unos años antes de lo que supone la datación oficial, calculada de un modo equivocado. ((Un monje escita, de comienzos del siglo VI d. C., calculó que Jesús había nacido el año 753 de la Fundación de Roma y esa fecha se ha impuesto, hasta el día de hoy, como “año cero” de la era común. Pero los cálculos históricos modernos indican que se equivocó, de manera que Jesús nació unos 6 ó 4 años antes. La fecha de la media noche del 25 de diciembre es simbólica y está vinculada al culto del Sol, que celebraba ese día su fiesta. Cf. J. Meier, Un judío marginal I, Verbo Divino, Estella 1998, 219-440; M.-É. Boismard, L’Évangile de l’enfance (Lc 1-2) selon le proto-Luc (excursus I), Paris, Gabalda, 1997))

historia jesús 45Debió nacer hacia el 6 a. C., en los últimos años de Herodes, en un tiempo que empezaba a estar marcado por fuertes contrastes, especialmente, por el paso de una agricultura autónoma de subsistencia a una economía comercial centralizada, al menos en Galilea.

Nazaret, más probable que Belén

Es probable que naciera en Nazaret, pero, simbólicamente, provenía de Belén, pues su familia parece haber sido portadora de las promesas de David, y así los evangelios de Mateo y Lucas afirman que era betlemita (así lo dice expresamente Mt 2, 1-8 y cf. Lc 2, 4). Suponemos así que se hallaba vinculado a la realeza de David, propia del orden nacional judío, que le ofreció su simbolismo y su tarea religiosa más profunda (como ha destacado Mt 2). Sea como fuere, nació en un mundo dominado por la dinastía imperial de Augusto, que estaba realizando (o realizaría, como veremos) un “censo” universal romano (cf. Lc 2, 1-4).

En contra de la visión anterior, Marcos supone que era natural de Nazaret de Galilea (cf. Mc 1, 9), hijo de María, y que tenía otros hermanos (cf. Mc 6, 3), pero no ha sentido la necesidad de escribir sobre su origen, como harán Lucas y Mateo, aunque tampoco ellos han escrito una “crónica” de los hechos referentes al nacimiento de Jesús (Mesías, Hijo de Dios), sino un “evangelio”: una representación de lo que ese nacimiento significa para los creyentes. Por eso, sus relatos han de interpretarse como “profecía historiada”: ellos trasmiten y elaboran una tradición de fe.

Mateo y Lucas parecen suponer que Jesús, hijo de María y José, está vinculado a Nazaret de Galilea, pero añaden que su vida ha de entenderse partiendo de David, natural de Belén, donde también Jesús nació, por obra del Espíritu Santo, superando así el nivel de una genealogía puramente humana. Ellos no quieren mentir ni engañar, en un sentido actual, sino poner de relieve algo les parece esencial: la continuidad y diferencia entre David y Jesús (cf. Mt 2, 1-6 y Lc 2, 4).

Ni Mateo ni Lucas inventan esos “datos” (Belén, nacimiento por el Espíritu), ni los toman uno del otro, sino que los recogen de una tradición anterior, que ha debido surgir en un ambiente judeo-cristiano, para destacar las conexiones de Jesús con las promesas davídicas, relacionadas con Belén, poniendo, al mismo tiempo, de relieve la necesidad de superar una comprensión “física” de esas promesas (ha nacido por obra del Espíritu, no por el poder de la “carne” davídica).

Las “historias” del nacimiento. ¿Una prueba del Evangelio de Juan?

No es imposible que en el fondo de ese dato teológico (nació en Belén) se exprese una interpretación propagada por parientes de Jesús, que se sintieron vinculados a la familia de David. Incluso se podría afirmar que los antepasados de Jesús habían emigrado de Belén a Nazaret, en el tiempo de la conquista y rejudaización de Galilea (tras el 104-103 a. C.), llevando las tradiciones del origen davídico de su familia. Pero eso es sólo una hipótesis. No parece que tengamos datos más precisos sobre el tema, aunque el hecho de que tanto Mt 1, 1-15 como Lc 3, 24-38 hayan transmitido una genealogía davídica (¡y virginal!) de Jesús parece avalar la pretensión del origen davídico/betlemita de su familia, para superarla al mismo tiempo (pues, en contra de Rom 1, 3, no nació del “semen de David”, sino por obra del Espíritu). Leer más…

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