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Mujer lesbiana encuentra a Dios “fuera de los muros” de la Iglesia Católica después de la exclusión

Miércoles, 5 de julio de 2023
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Sin títuloAbi Hoyt es una cantante de ópera convertida en teóloga y reside en Dallas, Texas con su esposa, tres perros y un gato.

En un ensayo para U.S. Catholic, una mujer queer relata su decisión de dejar la Iglesia católica para ser fiel a su identidad sexual. Aunque su decisión fue difícil, incluso devastadora, dice que finalmente encontró a Dios en un lugar poco probable: “fuera de los muros de la iglesia”.

Abi Hoyt creció, en sus palabras, como una “católica de cuna devota”. Estaba acostumbrada a asistir a misa todos los domingos, recibir los sacramentos y rezar el rosario. Sin embargo, internamente, Hoyt estaba tratando de equilibrar ser una “buena católica con carnet” con ser homosexual. En un momento, ese equilibrio se volvió imposible para ella:

“No fue hasta que declaré mi homosexualidad que obtuve el empujón que necesitaba. Al darme cuenta de que no podía vivir una vida auténtica dentro de la iglesia como miembro de la comunidad LGBTQ, dejé la iglesia. Dejar la iglesia se sintió como una muerte y un nacimiento. Por un lado, sentí que una parte de mí había muerto, mientras que por otro lado, sentí que podía respirar por primera vez. Yo también estaba aterrorizada, ya que todo lo que había dado por hecho ahora estaba en duda; Había perdido la identidad compartida que había disfrutado con amigos y familiares. Estaba sin hogar”.

Si bien fue extremadamente difícil, dejar la iglesia le permitió a Hoyt ver el catolicismo bajo una nueva luz. Específicamente, comenzó a leer pasajes de las Escrituras que retrataban a Jesús como alguien que “derribó los límites y construcciones sociales, estuvo íntimamente involucrado en la liberación de los marginados y oprimidos, y siempre antepuso a la persona a la ley”. Comparado con lo que aprendió previamente sobre Jesús, este Jesús era completamente nuevo para Hoyt:

“No reconocí instantáneamente esta figura como Jesús debido a que me había acostumbrado a las imágenes de Cristo que la iglesia me filtraba. Estaba desconcertada. ¿Cómo podría la iglesia pretender ser la portavoz de Dios cuando el Dios de la iglesia parece drásticamente diferente del Dios de las Escrituras? Parecía imposible reconciliar a estos dos dioses. No fue hasta que luché con Dios como lo hizo Jacob que abracé completamente al Jesús histórico”.

Hoyt compara su experiencia con la historia bíblica del patriarca judío Jacob. En el libro de Génesis, Jacob lucha con Dios por una bendición. Eventualmente, Dios bendice a Jacob, lo rebautiza como Israel y declara: “has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido” (Génesis 32:24-31). Sin embargo, incluso con la bendición de Dios, Jacob queda herido en el combate de lucha libre. Al igual que Jacob, Hoyt siente un dolor residual por el daño de la fe:

“Mi encuentro sí me dejó cicatrices. Me llevó a la soledad, a tener que vivir en el estado inquieto de lo desconocido y a perder la identidad compartida que alguna vez había disfrutado con familiares y amigos. Sin embargo, llevo estas cicatrices con orgullo, ya que son una señal del camino sagrado que he recorrido y una insignia de solidaridad con todos los que han caminado por Peniel [el nombre del sitio donde luchó Jacob], cuestionando su fe, y se encontró con la revolución que es el Jesús histórico.”

Incluso con estas cicatrices, Hoyt espera que la Iglesia Católica algún día se convierta en un lugar seguro e inclusivo para las personas LGBTQ+. En su opinión, el primer paso para generar un cambio es abrir la puerta al diálogo “con un corazón abierto, respetuoso, curioso y dispuesto a ponerse en los zapatos de los demás”. Ella continúa:

“Me resulta útil observar las propias acciones de Jesús con personas con las que no estaba de acuerdo. Un tema común que vemos a lo largo de las Escrituras es que Jesús tuvo espacio para hablar con aquellos con los que no estaba de acuerdo y habló con ellos directamente. Desafortunadamente, demasiados cristianos no siguen el ejemplo de Jesús y, en cambio, hacen suposiciones con respecto a los católicos LGBTQ. Esto lleva a que los católicos LGBTQ sean falsamente etiquetados como indiferentes, moralmente perezosos, rebeldes o que carecen de un conocimiento profundo de las enseñanzas de la iglesia, aunque a menudo ninguna de estas acusaciones es cierta”.

Hoyt concluye preguntando: “¿Por qué entonces, no fue hasta que estuve fuera de los muros de la iglesia que encontré a Dios?”

Esta pregunta es una que todos deberíamos hacernos. Demasiados católicos LGBTQ+ se ven obligados a abandonar la iglesia debido al daño y la discriminación sistémicos. Todos los individuos, no solo aquellos que encajan en el arquetipo heterosexual y cisgénero, deberían tener la oportunidad de encontrar a Dios dentro de la iglesia. Para lograr este objetivo, los católicos deben comprometerse a aumentar el diálogo, la colaboración y la apertura dentro de todos los espacios religiosos. La esperanza es que algún día ninguna persona LGBTQ+ se vea obligada a elegir entre religión e identidad sexual.

—Sarah Cassidy (ella/ella), New Ways Ministry, 15 de junio de 2023

Fuente New Ways Ministry,

General, Homofobia/ Transfobia., Iglesia Católica , , , , ,

Lo que la investigación sobre el Jesús histórico ha olvidado (III).

Jueves, 2 de diciembre de 2021
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Duu-nn-_RedescubrirLeído en el blog de Antonio Piñero:

El capítulo tercero y último del libro de James D. G. Dunn que estamos comentado “Redescubrir a Jesús de Nazaret” (Edit. Sígueme. Salamanca 2006) resume al principio los dos (de un conjunto de tres) primeros errores cometidos por la investigación en la “búsqueda del Jesús histórico”:

1 Asumir que la fe en Jesús supone un obstáculo insuperable para la investigación;

  1. No tener en cuenta que la tradición primitiva sobre Jesús era ante todo oral, que empieza a formarse en vida de este y es lo más cercano que pueda imaginarse al Jesús histórico.

Tras esa síntesis, Dunn aborda el tercer error de la investigación”: “Buscar un Jesús peculiar, en el sentido de distinto a su entorno”.

El tercer error se materializa:

  1. En buscar como Jesús histórico a un Jesús no judío; y
  2. En intentar buscar un dicho o acción de Jesús que sea central, clave, y que una vez analizada sirva de llave para la descripción del Jesús histórico completo. La búsqueda de un Jesús no judío, o muy distinto al judaísmo normativo de su tiempo y muy peculiar llevaba también consigo el intento de liberar la pintura de Jesús del peso de los dogmas del cristianismo posterior. Investigar la figura y misión de Jesús siguiendo estas dos directrices se ha traducido en dibujar a un Jesús que representaba los verdaderos antípodas del judaísmo del momento. La religión y religiosidad de Jesús eran lo contrario exactamente a la religión y religiosidad de sus connacionales judíos.

Afirma Dunn que estas orientaciones A. y B. han fracasado totalmente y que las pinturas de Jesús que han resultado de ella– como por ejemplo, un Jesús como predicador puramente moral, no apocalíptico, muy parecido a la figura de un filósofo cínico, o un Jesús que nada tenía que ver con los escribas y fariseos de su momento– han fallado totalmente y están hoy desacreditadas.

Por todo ello en su tercer y último capítulo propone Dunn superar todos estos errores de la investigación, incardinar a Jesús dentro de su contexto judío y encontrar no solo algún que otro rasgo disonante, sino el ramillete de acciones y dichos de Jesús que lo caracterizan en su conjunto. Con otras palabras “Renunciar a la búsqueda de aquello que distinguía Jesús de su entorno y dedicarse a buscar, en cambio, tanto lo que era característico /emblemático de Jesús como judío, como lo que era característico de la tradición de Jesús tal como ahora la conocemos” (pp. 104-105).

Emprende entonces Dunn la empresa de poner ejemplos que ofrezcan la “impresión global de Jesús”, más que un detalle específico concreto. El intento de nuestro autor está regido por la idea de que la tradición de base oral nos ofrece esa imagen global, que es muy cercana al Jesús histórico, precisamente por ser tradición oral que empezó a formarse ya en su vida terrena.

De este modo afirma Dunn que son típicos de Jesús los siguientes rasgos:

  1. Jesús fue un personaje profundamente judío. Tuvo un interés permanente por cuestiones típicamente judías: la obediencia a la Ley, la manera de observar el sábado, lo que debe considerarse puro e impuro, la asistencia a la sinagoga y al Templo. Jesús compartía todas esas preocupaciones.
  1. Jesús dedicó una buena parte de su misión, si no la mayoría, a Galilea.
  1. La proclamación del reino de Dios es el centro de la misión de Jesús. La idea de que el reino de Dios es a la vez presente (¡ha venido ya!) y futuro (su plenitud está aún o por venir son dos corrientes bien enraizadas y atraviesan toda la tradición sinóptica.
  1. La tradición sobre el uso de la expresión Hijo del Hombre por parte de Jesús está totalmente arraigada en la tradición. Por tanto no se puede aceptar que todo el motivo del Hijo del Hombre fue insertado en la tradición de Jesús en un periodo postpascual. Igualmente no es correcto afirmar que Jesús solo la utilizó para designarse modestamente a sí mismo, y negar a priori que expresiones sobre el Hijo del Hombre como agente mesiánico sufriente tengan arraigo alguno en la tradición sobre Jesús: “Hay que tratar de comprender que ambas perspectivas se hallan bien atestiguadas en el material sobre el Hijo del Hombre y no se debe asignar una u otra a la cristología posterior”.
  1. Queda claro que Jesús era reconocido por el pueblo como un eficacísimo exorcista y sanador.
  1. Es característico y emblemático que Jesús fue un maestro sapiencial también eficaz que empleó aforismos y parábolas en su predicación.
  1. El uso del vocablo hebreo/arameo “amén” sirvió a Jesús para afirmar algo de una manera solemne. Su uso peculiar consistió en no emplearlo para reforzar dichos de un tercero, sino para reforzar sentencias propias suyas.
  1. Toda la tradición de que el pensamiento y la actividad de Jesús comienza con su bautismo y su apego por las ideas del Bautista es verdadera. No puede negarse o ignorarse, como hace parte de la investigación, para destacar la originalidad de Jesús
  1. La consideración usual en la investigación de que el motivo del juicio condenatorio por parte de Jesús a “esta generación” refleja experiencias negativas de la misión cristiana posterior, y por tanto es fruto de la redacción, no del original de la “Fuente Q”, es totalmente erróneo. Jesús expresó también profunda irritación ante el rechazo de su mensaje.

Y aquí se detiene James D. G. Dunn sin poner ejemplos en absoluto de la cuestión del porqué de la muerte de Jesús. En síntesis Dunn sostiene:

  • Que Jesús causó un gran impacto en sus discípulos. Que ese impacto –que es como una fe en Jesús–quedó expresado en la tradición sobre antes e independientemente del posible influjo de la fe en el sentido de su muerte y su resurrección.
  • Que tal tradición oral siguió formulándose en “representaciones” (charlas privadas; catequesis; oficios litúrgicos) en el seno de los creyentes, y que se adaptaban a las necesidades del momento…, pero conservando intacto su núcleo.
  • Que la tradición sobre Jesús guardó una serie de rasgos característicos / emblemáticos que ofrecen una clara imagen de la impresión de Jesús causó en sus discípulos.
  • Por tanto, que no hay un Jesús histórico creíble detrás del retrato de los Evangelios que sea distinto del “Jesús característico / emblemático” del conjunto de la tradición sinóptica.

En mi opinión, así está resumida fielmente en estas tres entregas el pensamiento de James D. G. Dunn en el libro que estoy comentando.

En la próxima entrega expresaré mi opinión ponderada sobre estas tesis. Pero en conjunto adelanto ya que –a los ojos de la investigación independiente que Dunn jamás tiene en cuenta– todo es muy conocido: Dunn está descubriendo el Mediterráneo. Todo es archisabido, salvo pequeñas perspectivas.

Nuestro investigador no toca los puntos clave de la interpretación de los evangelistas acerca de la pasión, muerte y resurrección de Jesús como el Salvador. La figura del Jesús emblemático de Dunn es meramente el punto de partida judío de un Jesús judío, lo cual se acerca mucho al Jesús histórico, pero no explica en absoluto cómo a partir de esa figura totalmente judía –que la crítica evangélica descubre con esfuerzo en el fondo de los Evangelios– los evangelistas presentan otras perspectivas sobre Jesús como tradicionales sin serlo realmente, a partir de las cuales surgirá una religión que a la postre se considerará opuesta al judaísmo.

Ampliaré este punto de vista en mi próxima y última entrega, que tardará un poco, pues me traslado a Madrid a firmar el buen monto de ejemplares (unos 750) que la suscripción / preventa de “Los libros del Nuevo Testamento. Traducción y Comentario” (Trotta) ha conseguido vender.

Saludos cordiales de Antonio Piñero

Fuente

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“Redescubrir a Jesús de Nazaret”. La importancia de la tradición oral

Miércoles, 1 de diciembre de 2021
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Duu-nn-_RedescubrirLeído en el blog de Antonio Piñero:

Escribe Antonio Piñero

El capítulo 2 del librito de James D. G. Dunn, que empecé a comentar en la postal anterior se titula: “Antes de los Evangelios. ¿Qué significa recordar a Jesús en los primeros momentos?”, y tiene que ver con el planteamiento que el estudioso de los Evangelios debe tener ante la tradición oral. Esta es la base indudable –según Dunn– de los escritos evangélicos.

El problema radical de la investigación consiste en que emprendió su camino en serio de estudio y crítica cuando ya se había inventado la imprenta, y cuando se consideraron a los Evangelio como un estricto producto de la literatura, no oral, sino plenamente escrita. Gran error, porque no es así, sostiene Dunn. Al ser los seguidores de Jerusalén en su gran mayoría analfabetos funcionales (como se dijo igualmente en la postal anterior), toda la transmisión primigenia sobre Jesús fue oral. El “paradigma literario” para comprender a los Evangelios es del todo punto insuficiente.

Argumenta Dunn que en la tarea del método denominado “Historia de las formas” para indagar hacia el fondo en los diversos estratos de los evangelios hasta llegar a lo que pudo proceder genuinamente de Jesús, sentenciaba que cada estrato evangélico fue un documento escrito. Esto no es verdad. Así que si el método es erróneo, las conclusiones lo serán igualmente. Opina Dunn: si se sigue el método de la “Historia de las formas”, la triste conclusión es que entre la muerte de Jesús y las primeras manifestaciones/recogidas de material escritas pasaron unos 20 años, y que no hay manera de llenar ese hueco.

La solución, según Dunn, consiste en estudiar a fondo cómo se comportaba la tradición oral en el siglo I y en Israel en concreto. Y si se hace correctamente esta investigación…, ocurrirá que caeremos en la cuenta de que no existe ese hueco de 20 años, ese absoluto vacío, sino que la tradición oral se forma tanto en la vida de Jesús como inmediatísimamente después…, sin dilación alguna. De ello se deduce que gracias a la tradición oral estamos prácticamente tocando con la punta de los dedos aquello que puede saberse del Jesús histórico.

Dunn emprende una suerte de minihistoria de los métodos modernos para el estudio de la tradición oral, del comportamiento individual de la memoria individual y colectiva, de si existen o no leyes que permitan discernir entre lo que se olvida voluntariamente, porque no interesa, y lo que la memoria añade porque sí interesa.

Dunn rechaza como improcedentes los estudios sobre las sagas homéricas y el folklore yugoeslavo antiguo (Milman Parry), y considera más oportuno el examen  moderno del comportamiento de la memoria social y cultural: Esta estudia cómo se  generan las tradiciones que afectan a grupos sociales consistentes dentro de sociedades cuya cultura se basaba sobre todo en la tradición oral. Por ejemplo, la de los judíos, en la cual –aunque su Biblia se hallaba codificaba por escrito– la gente no la leía, sino que la escuchaba y la aprendía de memoria….

Dunn, a base de estos estudios, puede describir con seguridad los rasgos de esa tradición oral.

Primero la tradición es ante todo una representación semiteatral y es como revivir un acontecimiento. Segundo: la tradición oral es esencialmente comunitaria. Tercero: en esa representación podía haber ciertas variaciones debidas a las circunstancias…, pero era de algún modo algo formalmente controlado; el transmitente no podía inventarse nada sustancial porque había maestros en la comunidad o escribas que conocían la tradición y no se lo permitirían. La tradición era, por lo tanto, algo fiable. Cuarto: no había estrictamente una versión original de la que dependieran las distintas y posteriores “representaciones”, sino que ya desde su origen tenía pequeñas variantes. Quinto rasgo (consecuente): la tradición es “firmeza y flexibilidad; estabilidad y diversidad”.

Todo ello conduce a una conclusión: el núcleo estricto de la tradición es fiable y correcto. Y esta conclusión empalma con la del capítulo anterior: la fe en Jesús empieza en su vida misma, no después de la creencia en su resurrección: es prepascual y no postpascual. La fiabilidad histórica de los Evangelios en su núcleo queda así vindicada. El impacto de Jesús sobre sus seguidores hizo que la tradición sobre él comenzara en su vida misma. Y tras su muerte se transformó en recuerdos fidedignos.

Toda esta teoría está bien construida. Pero se encuentra con tres grandes e insuperables dificultades, en mi opinión:

  1. Los evangelistas se copian unos a otros cuando la tradición ya está formada, y la varían sustancialmente: de ahí que gracias a esas variaciones, la denominada “Crítica de la redacción” puede escribir libros sobre la teología de específica acerca de Jesús de Mateo, de Lucas e incluso de Juan… todo ello después del primer Evangelio, Marcos. Y acerca de este evangelista–tras muchos y concienzudos estudios– se observa cómo ha manipulado personalmente la tradición oral recibida… y no solo la oral, sino la escrita… como se percibe claramente cómo Marcos altera la historia previa de la Pasión que tenía ente sus ojos.

2. Esa tradición que afecta a Jesús (de la que Dunn ve el ejemplo señero en la Fuente Q) solo reproduce fundamentalmente dichos, y algunos hechos, pocos, de Jesús como un maestro estrictamente judío. Fundamenta, pues, por otras vías, lo que ya sabemos: Jesús fue un judío estricto, de tonalidad farisea, experto en la ley judía que observaba en su integridad, de quien no puede esperarse nada que supusiera un rompimiento radical con su religión. ¡Es un Jesús tan judío… que no pudo fundar una religión nueva!

3. Y entonces… toda la teología esencial del cristianismo, la reflexión teológica sobre si era o no el mesías de Israel; si se atribuía o no a sí mismo el título mesiánico de Hijo del Hombre; si se creía un ser divino o solo un mero hombre; si resucitó o la resurrección es una creencia teológica posterior; si tuvo consciencia Jesús de ser el redentor no solo de los judíos, sino de la humanidad entera; si su muerte era vicaria por todos los humanos y el derramamiento de su sangre en la cruz suponía el perdón los pecados de todos los hombres; si siendo estrictamente de religión judía pudo fundar un culto, como la eucaristía, que daba al traste en absoluto con la función del templo de Jerusalén…

Así que la tradición oral solo me vale para confirmar el estricto y profundo judaísmo de Jesús. Con otras palabras: la tradición oral no sirve para plantearse y resolver los graves problemas de la autoconsciencia de Jesús, la idea propia de su figura y misión… todo lo que es en suma, la teología básicamente paulina de la reinterpretación de Jesús  hasta hoy día… que toma su forma casi definitiva en el credo niceno-constantinopolitano.

Todas esas cuestiones intenta resolverlas la crítica histórica y literaria de los Evangelios como textos escritos. La investigación crítica e independiente, que debe esforzarse por no tener pre-juicio alguno.

Saludos cordiales de Antonio Piñero

https://www.trotta.es/libros/los-libros-del-nuevo-testamento/9788413640242/

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“Redescubrir a Jesús de Nazaret. Lo que la investigación sobre el Jesús histórico ha olvidado”

Lunes, 22 de noviembre de 2021
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9788413640242Del blog de Antonio Piñero:

Fallos garrafales de la investigación, según Dunn.

(1194. 9-11-2021)

Escribe Antonio Piñero

Hace ya seis años, 2015, que Ediciones Sígueme, de Salamanca, ha presentado la edición en castellano de este librito (126 pp. en formato de libro de bolsillo. ISBN: 978-84-301-1972-8) del exegeta británico, metodista, bien conocido, James D. G. Dunn, fallecido hace bien poco. Dunn ha publicado obras extensas sobre Jesús, Pablo y el cristianismo primitivo.

La obra es como una última reflexión, y una suerte de queja, tras la publicación de su “Jesús recordado”, a causa –en su opinión de que la investigación histórica “parece” haber olvidado. Y digo “parece” porque –como ocurre en la práctica– los exegetas confesionales no leen ni citan otras obras, que no sean las de sus colegas de Facultades de Teología y sedes análogas, obras aunque sean aparentemente rompedoras. Por más que algunos autores “confesionales” mantengan tesis extravagantes (como las del Jesus Seminar), sus obras reciben atención.

Para empezar Dunn afirma que la “investigación” histórica olvida algunos principios básicos de la “búsqueda” del Jesús histórico. Los fallos cometidos son tres:

1. La investigación ha sido incapaz de distinguir entre el efecto que produjo Jesús y la valoración subsiguiente de él.

2. Se ha valorado y contemplado a Jesús a través de una cultura literaria, basada en textos escritos, los evangelios naturalmente, pero olvidando que detrás de ellos había una cultura oral. No se ha prestado la debida atención a que la primera tradición evangélica procede en su mayoría de formas orales, no prestando atención a que el impacto de Jesús comenzó a perdurar en una sociedad donde lo cultural y lo histórico se plasmaba y transmitía de forma oral. Y

3. La reconstrucción del Jesús histórico ha sido realizada por una crítica que se ha perdido en discutir detalles, a veces sin importancia, y ha perdido de vista la imagen global, característica, emblemática de Jesús.

Iré considerando la descripción de estos fallos, cómo los comenta Dunn e iré haciendo mis observaciones según los capítulos de su libro (tres) que explican tales fallos y los remedios que Dunn propone para corregirlos.

Según este esquema, el cap. primero aborda el tema de la fe y se pregunta: ¿Cuándo se convirtió la fe en un factor en la tradición de Jesús? La respuesta de Dunn es: desde los primeros momentos de su actuación Jesús, con su magnetismo, su carisma, sus exorcismos, sanaciones y su oratoria atrajo la atención de sus seguidores de modo que ya en vida de él, esos seguidores comenzaron a comentar y coleccionar sus dichos y hechos, tanto sus amigos, como Marta y María (Lc 10,38; Juan 11,5), como otros más cercanos. De modo que –concluye Dunn– la fe en Jesús no es un producto postpascual, nacido de la creencia en su resurrección, sino que hay mucho material de Jesús que fue recogido ya en vida de este. Por tanto no está condicionado por la creencia en un Cristo celestial.

Para acceder al Jesús histórico no hay que suprimir la fe de  los primeros cristianos, y plantear la investigación “como una lucha épica entre el Jesús histórico y el Cristo de la fe” (pp. 24-25) no tiene sentido alguno, como ha ocurrido en muy diversas etapas de la investigación. La fe en Jesús nace por el impacto de Jesús en sus seguidores durante toda su vida, y comienza mucho antes de su muerte. No hay contaminación de “fe cristiana” (aún no formada) en ese impacto.

Mis observaciones, a modo de respuesta a esta tesis son las siguientes:

  1. La pretendida ignorancia puede darse en los autores que Dunn ha manejado, pero no en la investigación independiente, desde mitad del siglo XIX, y sobre todo desde principios del XX en la en lengua inglesa y francesa, sobre todo.

Naturalmente no toda la tradición de Jesús ha sido contaminada por la fe (que nace quizás entre los helenistas, pero cuyo representante principal y por escrito, es Pablo). Pero ese material son dichos y hechos que no afectan al sentido de la muerte vicaria de Jesús por el perdón de los pecados, ni a su glorificación a los cielos con todos los predicamentos del Cristo celestial.

Afirmo que todo lo posiblemente recogido en vida de Jesús sobre la ética y enseñanza de este nos lo dibuja como un maestro plenamente judío, como un fariseo ciertamente sui generis pero al fin y al cabo, fariseo. Nada hay especialísimo y original en su ética y en sus dichos, sino que ese material contiene rasgos del Jesús histórico como buen maestro de la Ley, radical, que pretende profundizarla e ir a lo esencial de ella para mejor cumplirla.

Una buena muestra de este impacto de Jesús se recogió en su región natal, Galilea, en donde pasó gran parte de su vida pública. Se trata de la colección de sentencias (menos dos relatos: las tentaciones y la curación del siervo del centurión) de Jesús, que fue hecha, sin duda en esa región y en la que no aparece para nada su muerte y su resurrección, ni hay rastros de fe alguna en sentido sobrenatural. A partir de la lectura este documento (reconstruido) da la impresión de que en su momento no existía una teología firme sobre la cruz, es decir, sobre el sentido de que el suplicio de la cruz fuera  parte notable e importante de un plan divino salvador de la humanidad entera, y de Jesús lo aceptara consciente y voluntariamente.

Los recuerdos de Jesús en esos momentos eran ciertamente fruto de conversaciones de sus amigos y conocidos, más o menos numerosos, sobre el impacto de su predicación, sobre sus dichos y sentencias, mas las acciones de sanación o exorcismo,… No hay nada más que meros recuerdos y comentarios elogiosos, ya que Jesús seguía vivo y a su lado. Y si lo único que hacían era recordar y comentar, probablemente no recogieron nada por escrito de tales dichos y acciones, entre otras razones porque el pueblo judío (según las últimas tendencias de la investigación) no estaba alfabetizado. Ni siquiera los varones y al 90%, como se ha afirmado siguiendo las exageraciones de Flavio Josefo, sino que los judíos de la época eran en su inmensa mayoría analfabetos funcionales. Es, pues, improbable que la tradición de Jesús en esos momentos fuera escrita. Ciertamente solo oral. No hay aquí apenas discusión alguna.

Esos recuerdos de Jesús y esa “fe” en Jesús que Dunn constata no pasan de ser el fruto del impacto de un maestro religioso plena y típicamente judío. Sin más. En este material no hay rasgos que promuevan disputa técnica alguna entre el Jesús histórico y el Cristo de la fe. Sinceramente, me parece que esta observación de Dunn sobre el impacto de Jesús en vida no conduce a nada práctico acerca de este dilema. Y en todo caso…, si algunos de sus seguidores empezaba a barruntar que Jesús, además de profeta, podría ser el mesías, la imagen de este mesías sería totalmente judía, como muestra la reprensión que, según Marcos, Jesús dirigió a Pedro por no interpretarlo como un mesías sufriente y aparentemente fracasado (Mc 8,32…) y como indica la afirmación sobre la figura de Jesús en Lc 24, 21 (“Nosotros esperábamos que Él era el que había de redimir a Israel”), y sobre su propósito en Hch 1,6 (“Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?”).

Sostengo que, cuando Dunn argumenta que este hecho significa una prueba general en contra de la tesis de que la tradición de Jesús está “toda ella contaminada” por la fe postpascual, no está probando nada, porque este material se refiere –como digo– a un Jesús judío, profeta y maestro, pero puramente judío. No hay en ese material fe sobrenatural alguna sobre su misión universal como mesías que trasciende los límites del judaísmo. Y a partir de esos relatos evangélicos, de dichos, sentencias y parábolas no construye la investigación independiente ningún judío idiosincrático a gusto de los “prejuicios del investigador” (pp. 41-43). En todo caso afirma que en la ética y enseñanza de Jesús no hay estrictamente idea novedosa alguna, ni siquiera en el amor a los enemigos (Levítico 19,18).

Afirmo que Dunn exagera cuando sostiene que la investigación “ha sido incapaz de reconocer que el impacto generador de fe que Jesús hizo en aquello a los que llamó al discipulado es el punto de partida, obvio y necesario, para intentar remontarnos hasta Jesús” (p. 45). Respondo: claro que lo reconoce…, pero hay que insistir una y otra vez en que lo único que se obtiene de esa “fe” es un Jesús histórico como un maestro de la ley y de la ética plenamente judíos… Por tanto lo que se obtiene tampoco interesa o impacta demasiado en un creyente actual, puesto la imagen es la de un Jesús judío y nada más. Nada que afecte a la fe en un Cristo celestial…, que es lo que importa de verdad al que reflexiona sobre su fe cristiana hoy.

Saludos cordiales de Antonio Piñero

https://www.trotta.es/libros/los-libros-del-nuevo-testamento/9788413640242/

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“Entre el Jesús histórico y el Cristo de la fe”, por Gabriel Mª Otalora

Sábado, 17 de julio de 2021
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9788430116225De su blog Punto de encuentro:

El verano es un buen caladero de libros por aquello de tener más tiempo para la lectura y hacerlo en horas en las que sería impensable en el resto del año. Y entre los libros que tengo seleccionados para estos meses, destaco una reedición de especial interés para quienes frecuentan este Punto de encuentro, y acabo de finalizar. Me refiero a la obrita de James D. G. Dunn, Redescubrir a Jesús de Nazaret (Ediciones Sígueme).

Este teólogo nos pone sobre aviso del error que ha supuesto haber contrapuesto “el Jesús histórico” y “el Cristo de la fe” por parte de no pocos especialistas como reacción contra el exceso que supuso el Cristo del dogma cristiano: el Cristo católico apenas era una figura humana, decían. Por tanto -opina Dunn- bastantes optaron por trascender el Cristo de la fe para recuperar al Jesús histórico y “rescatar a Jesús del cristianismo” (Robert Funk) como si en la búsqueda del Jesús histórico, la fe supone un obstáculo que lleva al investigador por el camino equivocado.

Hoy tenemos mucho de esto a nuestro alrededor complicando la verdadera dimensión trascendente de todo un Dios que se hace uno de nosotros para convertirse en Buena Noticia. Resultaría un grave error querer reducir el nacimiento del Evangelio a un interés histórico al margen de la fe, pues los evangelios son un producto de la fe. De hecho, para Dunn los apóstoles creyeron en Jesús antes incluso que la experiencia post pascual uniéndose a su misión dejándolo todo y confiándole sus vidas. Cierto es que al principio entendieron a medias el Mensaje, pero su apuesta radical está fuera de duda. Lo que cambia de sus relatos no es lo esencial, sino la adaptación a los diferentes auditorios y situaciones.

A juicio de James  Dunn, todo no comienza con la experiencia posterior del Resucitado, sino en cada momento del día a día de sus seguidores y seguidoras más cercanos que fueron sorprendiéndose de la manera de entender su Mensaje tan a contracorriente de lo que se predicaba y ordenaba entonces. Esto es histórico y a la vez producto de la fe  que acabó siendo el sustrato -oral- de las experiencias escritas que cambiaron sus vidas, reforzadas, claro, con la experiencia de Pentecostés.

Por tanto, la imagen de Jesús está marcada profundamente por su Misión en clave de fe. La Tradición pudo comenzar de forma oral antes de poner por escrito las experiencias vividas (Marcos y la fuente Q. Incluso Pablo, el primero que puso por escrito la experiencia cristiana). Lo importante no es conocer si Jesús dijo exactamente esta frase así de literal o no, sino su autoridad y veracidad basada en lo que hizo y dijo, que ha quedado como un referente emblemático.

Es decir, lo esencial es la impresión global que ha quedado fijada en los evangelios, sobre todo en los sinópticos, la impronta imborrable que arrastró y sigue arrastrando a tantos al seguimiento radical a Jesús y su Mensaje; su manera frecuente de hablar y actuar como una tendencia clara y radical en el sentido de transformadora y con el amor como epicentro de todo. Más que una realidad histórica por su literalidad, lo es por su mensaje emblemático y veraz. Lo que importa no es la literalidad sino el trasfondo inequívoco de su mensaje en clave de fe.

En definitiva, solo la fe de los discípulos nos ha permitido conocer al Jesús histórico, más allá de cuatro referencias romanas superficiales que refuerzan la existencia de Jesús como ser humano que existió en un momento concreto de la historia. Por lo tanto, la verdadera fe en Jesús no es una cuestión solo de ortodoxia reglada sino de ortopraxis hecha vida al calor de su Mensaje desde la fe. Y tan potente es, que ello es lo que da valor y sentido al Jesús histórico.

Acabo ya, en el peor de los casos este pequeño libro nos hará reflexionar en oración para conocer mejor a Jesús el Cristo con la ayuda, eso sí, del Espíritu. ¡Que aproveche!

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Frei Betto: “Jesús era mucho más judío de lo que suponemos”

Lunes, 28 de septiembre de 2020
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9559865E-1724-4358-9448-719F5822C2FFEntre el Jesús histórico y el teológico

“Mientras sus contemporáneos rendían culto a un Dios distante, Jesús trataba a Dios como un Padre muy íntimo, repleto de compasión y amor, especialmente para con los pobres y pecadores”

En su clásico Jesús (Buenos Aires, Sur, 1968)publicado en su original alemán a inicios del siglo XX, Rudolf Bultmann admitió que “ahora ya no podemos conocer nada sobre la vida y la personalidad de Jesús, toda vez que las primitivas fuentes cristianas no demuestran interés por ninguna de estas dos cosas, siendo, además de esto, fragmentarias y, muchas veces, legendarias, y no existen otras fuentes sobre Jesús”.

La autoridad intelectual de Bultmann aplastó bajo una piedra esa línea de investigación. Interesarse por el Jesús histórico era una pérdida de tiempo. Sin embargo, en 1953 Ernst Käsemann quebró este tabú en el sendero del método de estudio bíblico de Orígenes que, en el siglo III, se consideraba un cazador que andaba silenciosamente por el bosque hasta presentir alguna cosa moviéndose. Y entonces, corría en su persecución.

La ventaja de Käsemann y de todos los que se abalanzaron sobre el Jesús histórico en la segunda mitad del siglo XX, es que, ahora, muchas cosas se movían y traían luz donde antes había oscuridad. En 1947, tres beduinos pastoreaban sus rebaños al oeste del Mar Muerto. Uno de ellos vio dos grandes boquetes en una ladera de un peñasco y lazó una piedra dentro del más pequeño. Escucharon un sonido, como si la piedra hubiese impactado en jarras de barro. Días después, el más joven escaló solo el peñasco y se coló en la caverna. En las jarras no había ningún tesoro. Pero una de ellas contenía dos envoltorios de paño y un rollo de cuero. Los beduinos guardaron su hallazgo en un saco y lo amarraron, por algunas semanas, en el poste de una tienda cercana a Belén. Luego, negociaron los envoltorios a un revendedor de Belén, el zapatero Kando quien, ignorando el valor de lo que tenía en sus manos, los mostró a unas personas interesadas en antigüedades. Los dos envoltorios de paño y el rollo de cuero eran los primeros Manuscritos del Mar Muerto en ser descubiertos. Después, otros documentos fueron hallados en diversas cuevas.

James H. Charlesworth rechaza el método de la desemejanza o el principio de discontinuidad, que pretende destacar a Jesús como figura singular, fuera del común de la gente, como si fuera un pez fuera de las aguas judaicas de su tiempo. Para el autor de Jesus within judaism (1988), “Jesús de Nazaret, como hombre histórico, tiene que ser visto dentro del judaísmo” (p. 10, grifo del autor).

A pesar de interesarse, como cristiano, por las cuestiones teológicas referentes a Jesús, él se mantiene dentro de los límites de la Historiografía. Los documentos que analiza permiten conocer mejor el contexto en que vivió Jesús, y por lo tanto, el significado de alguna de sus palabras y acciones.

Jesús era mucho más judío de lo que suponemos – es lo que el libro, basada en abundante y erudita documentación, demuestra en lenguaje accesible a los lectores en general. No se trata de enfocar a Jesús y el judaísmo, sino a Jesús en el judaísmo.

El autor argumenta que ya disponemos de recursos científicos suficientes para tener alguna idea de la comprensión que Jesús tenía de sí mismo. Comprueba, por ejemplo, que el título “Hijo de Hombre”, frecuente en boca de Jesús, no es una creación cristiana, ya que es encontrado en documentos judíos anteriores a la destrucción de Jerusalén por los romanos, entre los años 66 y 70. Todos los evangelios son posteriores a aquella fecha. En una exégesis detallada de la intrigante parábola de los Viñadores Homicidas (Marcos 12, 1-12), no duda en defender que Jesús se sentía adoptado como hijo de Dios.

Charlesworth no investiga a Jesús para mostrarlo “como un héroe del pasado para ser admirado” (p. 31), sino para destacar la veracidad de ciertos hechos de su vida, como la elección de los discípulos en un contexto en el que lo habitual era que los alumnos eligieran al maestro. Mientras sus contemporáneos rendían culto a un Dios distante, Jesús trataba a Dios como un Padre muy íntimo, repleto de compasión y amor, especialmente para con los pobres y pecadores. Esto desentonaba con los de la época, que clamaban por venganza divina y exigían punición para los malos.

Habiendo convivido con grupos esenios – pues 4.000 de ellos se distribuían por la Palestina –, de ellos Jesús habría heredado el celibato “por amor al Reino” (Mateo 19, 10-12). Sin embargo, criticaba laspurificaciones formalistas de los esenios, que les impedía amar al prójimo y reconocer que en el corazón de una prostituta puede haber más pureza que en todas las abluciones rituales. Y con ellos tenía en común, más allá del tiempo y el lugar (Palestina), las mismas antiguas tradiciones hebreas, como la lectura de Isaías y el rezo de los Salmos.

La conclusión del autor aplaca el recelo de los que temen la verdad histórica. “El hecho de examinarse documentos contemporáneos a Jesús y de estudiar arqueología, contrariamente, nunca debe ser encarado como una tentativa de probar o dar soporte a alguna fe o teología. Una fe autentica no necesita de eso. Filólogos, historiadores y arqueólogos no pueden dar a los cristianos un Señor resucitado, pero sí pueden ayudar a comprender mejor la vida, el pensamiento y la muerte de Jesús” (p. 142).

Lo curioso es que, de los tres documentos analizados en el libro de Charlesworth – Pseudo-epígrafosManuscritos y Nag Hammadi – no fueron descubiertos por arqueólogos ni investigadores, sino por gente simple del pueblo. Hoy, en las Comunidades Eclesiales de Base de América Latina, es esa misma gente simple que relee la Biblia y, gracias a la asesoría científica de exegetas como Carlos Mesters, descubre que el Jesús de la fe, el Cristo, se hace de nuevo presente en la historia a través de los que oran “Padre Nuestro” porque, juntos, buscan o “pan nuestro”.

Frei Betto es escritor, autor de “Reinventar a vida” (Vozes), entre otros libros. Site y librería virtual:www.freibetto.org

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Evangelios judeocristianos y otros autores antiguos como fuentes para la reconstrucción del Jesús histórico (3-3-19) (1048)

Jueves, 21 de marzo de 2019
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11362C43-CE25-4C2D-A637-D5EF1868E74CDel Blog de Antonio Piñero:

Fuentes para la reconstrucción del Jesús histórico

Los evangelios judeocristianos –es decir, afines a la mentalidad de los seguidores más cercanos de Jesús, representados por la iglesia de Jerusalén dirigida por Santiago, el hermano de Jesús–  son mencionados por F. Bermejo ciertamente como ayuda cierta, pero escasísima en aportaciones, para reconstruir vida, hechos y dichos de Jesús. Los importantes para él son tres: el Evangelio de los ebionitas, el Evangelio de los nazoreos y el Evangelio de los hebreos.  Respecto al primero (dicho sea de paso, los breves textos fragmentarios de estos evangelios puede el lector consultarlos cómodamente en la obra colectiva “Todos los Evangelios”, Edaf, 2009) opina FB que tiene poco o nulo valor como fuente para la vida de Jesús, porque depende ciertamente de los Sinópticos; su información se basa en ellos y no en una fuente independiente.

Respecto al segundo, el de los nazoreos, afirma FB que “ciertos pasajes que atestiguan una preocupación social por parte de la comunidad pueden haber conservado tradiciones sobre Jesús al menos tan antiguas como las contenidas en los Sinópticos” (p. 46). Pero no cita cuáles. Y respecto al tercero, el de los hebreos, indica que contiene algunos pasajes que carecen de equivalente en los Sinópticos. Algunas de ellos encajan con la imagen de Jesús que puede deducirse de estos últimos; pero otras, no. En esos casos de contradicción, Bermejo aconseja poner en duda, al menos, la información de los evangelios canónicos.

A estos tres evangelios añade una breve consideración sobre el valor del Evangelio de Pedro. No cree nuestro autor –en contra de la opinión de algunos estudiosos como J. D. Crossan, demasiado seguros de que este texto contiene información fiable– que el Evangelio de Pedro sea de demasiado valor para reconstruir hechos de la pasión de Jesús (esta es la única parte que se conserva de este apócrifo, más alguna noticia de la resurrección), pues su autor es muy fantasioso. Sobre la cercanía a los Sinópticos en dichos y hechos de Jesús pero expresados con un vocabulario diverso, opina Bermejo que el autor del Evangelio debió de inspirarse en los evangelios canónicos precedentes, pero que añadió algo tomado de la tradición oral. En conjunto, sin embargo, tanto de los textos judeocristianos como el del Evangelio de Pedro se observa que ofrecen muy poca información interesante. Apenas si se obtiene de ellos una perspectiva novedosa en la reconstrucción fiable de Jesús que no haya sido vista ya la investigación independiente a partir del estudio de los evangelios canónicos.

Sobre el testimonio de Flavio Josefo acerca de Jesús (Antigüedades de los judíos XVIII 63-64) es bien conocida  ya la opinión de Bermejo que el texto es auténtico una vez eliminadas las interpolaciones cristianas. Pero lo novedoso en su opinión es que, en contra de lo afirmado por la mayoría de los estudiosos (y a la cabeza de ellos J. P. Meier), sostiene que el texto así restaurado no contiene una información neutra sobre Jesús, sino negativa (es decir, Flavio Josefo consideraba a Jesús un sedicioso contra el Imperio), ya que hablar de él emplea un vocabulario, e incluso frases, que en resto de su obra tienen connotaciones negativas.

Por otro lado el contexto en el que está situado este famoso “testimonio flaviano” es el de una lista de gente que hicieron mucho daño al  pueblo judío, bien por sus acciones o por sus ideas apocalípticas fantasiosas que llevaron a la gente a creer que contarían con toda seguridad con la ayuda divina para acabar con el poder del Imperio romano sobre Israel. Por último indica que un texto negativo sobre Jesús explica mucho mejor la intervención en él de escribas cristianos, para glosarlo a su favor, que si fuera un texto neutro.

Acerca del famoso pasaje de los  Anales de Tácito (XV 44,2-3), en el que se menciona la crucifixión de Jesús bajo Poncio Pilato, se inclina Bermejo por su autenticidad, a pesar de que muchos otros estudiosos sostienen la teoría de la interpolación cristiana, sobre todo porque el texto fluye mucho mejor sin esa mención. Personalmente me inclino más por esta última hipótesis. Sobre Suetonio (Vida de Claudio 25,4) y el presunto testimonio del historiador judío Talo, sostiene con razón Bermejo que no vienen a cuento ni siquiera para demostrar la existencia de Jesús. Y sobre la carta de del filósofo estoico sirio Mara bar Serapión acerca de una posible alusión a Jesús como “un rey sabio, que promulgó leyes sabias pero que fue asesinado por los judíos”, sostiene también con razón que es, al menos, en extremo dudoso que se refiera a Jesús.

En la recapitulación final sobre estas fuentes paganas sobre Jesús, y admitiendo la autenticidad del pasaje de Tácito, junto con su interpretación del de Flavio Josefo, Bermejo se alegra de que fuera de las fuentes cristianas se haya presentado, gracias a estos dos historiadores no cristianos, una imagen de un Jesús sedicioso que se parece mucho más a la realidad histórica que la de un Jesús absolutamente pacífico, apolítico e inofensivo, que ofrecen los evangelistas canónicos. Y respecto al conjunto, la pluralidad de fuentes sobre Jesús indica la pluralidad de concepciones sobre él en el cristianismo primitivo, que era muy complejo. No existe una representación de Jesús más o menos unificada como la que presenta el Nuevo Testamento.

Saludos cordiales de Antonio Piñero

http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html

Enlace de la nueva Religión Digital, ahora independiente:

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Fuente Religión Digital

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Ariel Álvarez: “La figura de Jesús de Nazaret que muchos cristianos tienen en su mente se parece a un superhombre”

Lunes, 17 de diciembre de 2018
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foto_ariel“Los cristianos solo conocen al Jesús de la fe, el que aparece en los Evangelios”, explica el biblista

El teólogo imparte una serie de seminarios gratuitos en el CEHS sobre el nacimiento y la infancia del Jesús histórico

(Humanizar).- ¿Es posible demostrar la existencia de Jesús? ¿Cómo fue la anunciación del Ángel Gabriel? Este ha sido el primero de los seminarios gratuitos en el CEHS que están teniendo lugar estos días -bajo el tema global “Nacimiento e infancia del Jesús histórico”, de la mano de Ariel Álvarez, teólogo, biblista y un referente mundial en esta especialidad.

¿Qué importante es el conocimiento del Jesús histórico para la fe y para la vida de la Iglesia hoy?

Los cristianos en general solo conocen al Jesús de la fe. Es decir, al Jesús que aparece en los Evangelios. Pero se trata de una figura interpretada por los primeros cristianos. El Jesús de Nazaret que históricamente pasó por este mundo, predicando y actuando, nos resulta desconocido. Hoy los biblistas e historiadores están haciendo un esfuerzo por recuperar la figura del profeta de Galileo, despojándolo del ropaje de la creencia.

En este sentido los estudios del Jesús histórico han avanzado enormemente, y creo que sirven mucho para que nuestra fe pueda apoyarse en un personaje real. De estas nuevas propuestas, sin duda que la fe cristiana sale enormemente favorecida.

 ¿Qué temas has trabajado en este curso bíblico en el Centro de Humanización de la Salud de los camilos y qué quieres subrayar de ello?

En este curso solo nos hemos detenido en la etapa de la infancia y la vida oculta de Jesús. Es el periodo menos conocido históricamente, ya que los Evangelios no solo aportan muy poca información, sino que la mayoría de las escenas bíblicas que corresponden a este tiempo contienen pocos datos útiles para un historiador. Aún así, se pueden recuperar bastantes datos de Jesús de Nazaret.

En este curso intentamos descubrir cómo habría sido su nacimiento, cuándo nació, dónde nació, cómo estaba constituida su familia, qué tipo de relaciones había entre sus miembros, y cómo habría sido la etapa de su vida oculta.

¿Cómo describirías el poder humanizador del conocimiento de Jesús de Nazaret para hoy?

La figura de Jesús de Nazaret que muchos cristianos tienen en su mente está muy deshumanizada. Se parece más a un superhombre, a un personaje mágico, a un ser sobrenatural, que al hijo de María que vino a volcar amor sobre la tierra. Con una figura de este tipo, que supuestamente debe servir de ejemplo a los cristianos, resulta muy difícil el seguimiento. Por eso es que a muchos creyentes se les hace imposible la fidelidad al mensaje de Jesús. Pensamos que él hizo lo que hizo porque era Dios. Recuperar la figura humana de Jesús de Nazaret no solo nos reconcilia con él, sino también con nuestras posibilidades humanas de actuar y de vivir el Evangelio.

Fuente Religión Digital

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Testimonios no cristianos de la existencia de Jesús de Nazareth.

Viernes, 5 de mayo de 2017
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medio-rostro-de-jesus¿Padeció bajo el poder de Poncio Pilato? De la existencia de Jesús de Nazareth no duda ningún historiador serio. Para el historiador especializado en culturas antiguas Michael Grant, ya fallecido, hay más evidencia de que existió Jesús que la que tenemos de famosos personajes históricos paganos. También James H. Charlesworth escribió: «Jesús sí existió y sabemos más de él que de cualquier palestino judío antes del 70 d.C.». E. P. Sanders en «La figura histórica de Jesús» afirma: «Sabemos mucho sobre Jesús, bastante más que sobre Juan el Bautista, Teudas, Judas el Galileo y otra de las figuras cuyos nombre tenemos de aproximadamente la misma fecha y el mismo lugar». y F.F. Bruce, autor de «¿Son fidedignos los documentos del Nuevo Testamento?», sostiene que «para un historiador imparcial, la historicidad de Cristo es tan axiomática como la historicidad de Julio César».

«La muerte en cruz es el hecho histórico mejor atestiguado de la biografía de Jesús», señala a ABC Santiago Guijarro, catedrático de Nuevo Testamento de la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca.

Jesús no fue considerado como significativo por los historiadores de su tiempo. Si aparece en la literatura pagana y judía de la época fue por el empuje de los cristianos que le siguieron. «Ninguno de los historiadores no cristianos se propuso escribir una historia de los comienzos del cristianismo, y por esta razón sólo mencionan los acontecimientos que tenían alguna relevancia para la historia que estaban contando. Sin embargo, el valor de estos datos puntuales es muy grande», explica Guijarro en «El relato pre-marcano de la Pasión y la historia del cristianismo».

El historiador norteamericano John P. Meier relata en «Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico» cómo «cuando en conversaciones con gente de la prensa y el libro (…) ésta fue casi invariablemente la primera pregunta: Pero ¿puede usted probar que existió? Si me es posible reformular una interrogación tan amplia en una más concreta como «¿Hay pruebas extrabíblicas en el siglo I d.C. de la existencia de Jesús? Entonces creo que, gracias a Josefo (Flavio Josefo), la respuesta es sí».

Flavio Josefo (93 d.C.)

El historiador judío romanizado (37 a 110 d.C.) recoge en el texto conocido como «Testimonium flavianum» de su libro «Antigüedades judías (91-94)» una referencia a Jesús que si bien se cree que fue retocada con las frases abajo entre paréntesis, se considera auténtico: «En aquel tiempo apareció Jesús, un hombre sabio, (si es lícito llamarlo hombre); porque fue autor de hechos asombrosos, maestro de gente que recibe con gusto la verdad. Y atrajo a muchos judíos y a muchos de origen griego. (Él era el Mesías) Y cuando Pilato, a causa de una acusación hecha por los principales de entre nosotros lo condenó a la cruz, los que antes le habían amado, no dejaron de hacerlo. (Porque él se les apareció al tercer día de nuevo vivo: los profestas habían anunciado éste y mil otros hechos maravillosos acerca de él) Y hasta este mismo día la tribu de los cristianos, llamados así a causa de él, no ha desaparecido».

En Ant. 20.9.1. también hace referencia a «Jesús, que es llamado Mesías» al dar cuenta de la condena a Santiago a ser apedreado.

Tácito (116 d.C.)

El historiador romano (56 a 118 d.C) menciona a «Cristo» en sus «Anales» escritos hacia el año 116 d.C. al hablar sobre Nerón y el incendio de Roma en el año 64. Informa de la sospecha que existía de que el propio emperador había ordenado el fuego y recoge cómo «para acallar el rumor, Nerón creó chivos expiatorios y sometió a las torturas más refinadas a aquellos a los que el vulgo llamaba “crestianos”, [un grupo] odiado por sus abominables crímenes. Su nombre proviene de Cristo, quien bajo el reinado de Tiberio, fue ejecutado por el procurador Poncio Pilato. Sofocada momentáneamente, la nociva superstición se extendió de nuevo, no sólo en Judea, la tierra que originó este mal, sino también en la ciudad de Roma, donde convergen y se cultivan fervientemente prácticas horrendas y vergonzosas de todas clases y de todas partes del mundo».

Los historiadores consideran a Flavio Josefo y Tácito como los testimonios primitivos independientes relativos al mismo Jesús más consistentes, aunque también hay otras fuentes que recogen datos sobre los primeros cristianos:

Plinio, el joven (112 d.C.)

Procónsul en Bitinia del 111 al 113 y sobrino de Plinio el Viejo. Se conservan 10 libros de cartas que escribió. En la carta 96 del libro 10 escribe al emperador Trajano para preguntarle qué debía hacer con los cristianos, a los que condenaba si eran denunciados. En ella cita tres veces a Cristo y señala que los cristianos decían que toda su culpa consistía en reunirse un día antes del alba y cantar un himno a Cristo «como a un dios»: «Decidí dejar marcharse a los que negasen haber sido cristianos, cuando repitieron conmigo una fórmula invocando a los dioses e hicieron la ofrenda de vino e incienso a tu imagen, que a este efecto y por orden mía había sido traída al tribunal junto con las imágenes de los dioses, y cuando renegaron de Cristo (Christo male dicere). Otras gentes cuyos nombres me fueron comunicados por delatores dijeron primero que eran cristianos y luego lo negaron. Dijeron que habían dejado de ser cristianos dos o tres años antes, y algunos más de veinte. Todos ellos adoraron tu imagen y las imágenes de los dioses lo mismo que los otros y renegaron de Cristo. Mantenían que la sustancia de su culpa consistía sólo en lo siguiente: haberse reunido regularmente antes de la aurora en un día determinado y haber cantado antifonalmente un himno a Cristo como a un dios. Carmenque Christo quasi deo dicere secum invicem. Hacían voto también no de crímenes, sino de guardarse del robo, la violencia y el adulterio, de no romper ninguna promesa, y de no retener un depósito cuando se lo reclamen».

Trajano contestó a Plinio diciéndole que no buscara a los cristianos, pero que, cuando se les acusara, debían ser castigados a menos que se retractaran.

Suetonio (120 d.C.)

El historiador romano (70-140 d.C.) hace una referencia en su libro «Sobre la vida de los Césares» donde narra las vidas de los doce primeros emperadores romanos. En el libro V se refiere a un tal «Chrestus» al mencionar la expulsión de los judíos de Roma ordenada por el emperador Claudio: «Expulsó de Roma a los judíos que andaban siempre organizando tumultos por instigación de un tal Chrestus».

La mayoría de los historiadores coinciden en que Chrestus es Cristo porque era frecuente que los paganos confundieran Christus y Chrestus y no existe ningún testimonio sobre ningún Chrestus agitador desconocido.

En los Hechos de los Apóstoles se recoge este acontecimiento: «[Áquila y Priscila] acababan de llegar [a Corinto] desde Italia por haber decretado Claudio que todos los judíos saliesen de Roma».

Luciano (165 d.C.)

El escritor griego Luciano de Samosata satiriza a los cristianos en su obra «La muerte de Peregrino»: «Consideraron a Peregrino un dios, un legislador y le escogieron como patrón…, sólo inferior al hombre de Palestina que fue crucificado por haber introducido esta nueva religión en la vida de los hombres (…) Su primer legislador les convenció de que eran inmortales y que serían todos hermanos si negaban los dioses griegos y daban culto a aquel sofista crucificado, viviendo según sus leyes».

Mara Bar Sarapión (Finales del siglo I)

Existe una carta de Mara Ben Sarapión en sirio a su hijo en la que se refiere así a Jesús, aunque no lo menciona por su nombre: «¿Qué provecho obtuvieron los atenienses al dar muerte a Sócrates, delito que hubieron de pagar con carestías y pestes? ¿O los habitantes de Samos al quemar a Pitágoras, si su país quedó pronto anegado en arena? ¿O los hebreos al ejecutar a su sabio rey, si al poco se vieron despojados de su reino? Un dios de justicia vengó a aquellos tres sabios. Los atenienses murieron de hambre; a los de Samos se los tragó el mar; los hebreos fueron muertos o expulsados de su tierra para vivir dispersos por doquier. Sócrates no murió gracias a Platón; tampoco Pitágoras a causa de la estatua de Era; ni el rey sabio gracias a las nuevas leyes por él promulgadas».

Celso (175 d.C.)

En «Doctrina verdadera» ataca a los cristianos. Aunque no se conserva su libro, sí muchas de sus citas por la refutación que escribió Orígenes unos 70 años después.

«Colgado» en el Talmud

El gran erudito judío Joseph Klausner ya escribió a principios del s.XX que las poquísimas referencias del Talmud a Jesús son de escaso valor histórico. En el tratado Sanhedrin 43a se menciona a «Yeshú»: «Antes pregonó un heraldo. Por tanto, sólo (inmediatamente) antes, pero no más tiempo atrás. En efecto contra esto se enseña: ´En la víspera de la pascua se colgó a Jesús´. Cuarenta días antes había pregonado el heraldo: ´Será apedreado, porque ha practicado la hechicería y ha seducido a Israel, haciéndole apostatar. El que tenga que decir algo en su defensa, venga y dígalo´. Pero como no se alegó nada en su defensa, se le colgó en la víspera de la fiesta de la pascua».

«Muy probablemente el texto talmúdico se limita a reaccionar contra la tradición evangélica», considera John P. Meier en «Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico»

M. Arrizabalaga

ABC

Fuente Fe Adulta

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