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Alex, refugiado LGBTIQ+ en España: “Por fin me siento libre y con ganas de comerme el mundo”

Jueves, 10 de noviembre de 2022
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6EBDBD38-0124-48EA-A8E4-ABDDE79144F1El joven camerunés Alex. ONG Rescate / Olmo Calvo

 ACNUR apunta que la tasa de protección internacional para personas del colectivo suele ser más alta que en relación a otros motivos de persecución que contempla la Convención de Ginebra

Por Fabiola Barranco

28 de octubre de 2022 05:00h

Alex aprendió demasiado pronto el significado de la palabra supervivencia. Cuando todavía era un niño se topó con la discriminación y el estigma social que su entorno más cercano volcaba contra él cuando descubrieron que se sentía atraído por personas de su mismo sexo. “Me sacaron de la escuela porque decían que podía contaminar a los demás”, recuerda este joven camerunés. Pronto se vio encerrado en una jaula de la que quería escapar. “Allí no me sentía libre”, recuerda el joven desde su exilio. No sólo no podía vivir libremente su sexualidad, sino que además corría el riesgo de ser encarcelado.

Y es que, en Camerún, el país que le vio nacer y crecer, condena con hasta cinco años de cárcel la homosexualidad. Es uno de los 69 países que, según el informe de La Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex  (ILGA, por sus siglas en inglés), las leyes criminalizan a las personas que forman parte del colectivo LGTBIQ+. Un castigo que el propio Alex se resistía a creer pero que la constitución de Camerún recoge. “Yo no sabía que ser quien soy era un delito”, dice con cierta ironía y rabia.

Y así fue cómo decidió escapar. Primero huyó de su casa y conoció a su primera pareja, un amor que vivió en la clandestinidad y el exilio pero que las fronteras arrebataron. “De Camerún cruzamos a Nigeria, Níger, Argelia y Marruecos”, fue entonces, en la otra orilla del Mediterráneo, cuando Alex y su pareja se embarcaron en una patera. “El murió, no consiguió llegar” recuerda siempre con la voz quebrada.

Así, con esa mochila a cuestas llegó a España, país de acogida y donde vive desde finales de año de 2018. La primera etapa de su vida aquí la pasó en un centro de acogida para menores que, como él, viajaban sin la compañía de una persona adulta, donde también asegura que sufrió fuerte discriminación por parte de los compañeros que hacían mella en unas heridas invisibles que Alex no ha cesado esfuerzos en curar. No fue fácil. Un idioma nuevo, un lugar nuevo y una sensación de no poder mirar atrás. Alex, que se mostraba siempre tímido e introvertido, hoy presume ser otra persona que ha logrado vivir su vida.

La aceptación como camino a la libertad

“Por fin me siento libre y con ganas de comerme el mundo. Primero conseguí aceptarme a mí mismo tal como soy, no como la sociedad me quiere ver. Aprendí a amarme, a respetarme, a perdonarme, a reconocer que no tengo culpa de ser como soy y sentirme orgulloso de ser yo mismo”, celebra.

Después de cuatro años desde que llegara a España y presentara su solicitud de protección internacional por motivos de persecución por género, Alex ha conseguido una respuesta favorable a su expediente. “¡Estoy muy contento!” no para de repetir con emoción, es una pequeña victoria en este camino de obstáculos. Sabe que, por desgracia, su historia no es un caso aislado. Es perfectamente consciente de que muchas personas también han tenido que abandonar sus hogares después de que sus vidas corrieran peligro, no por ser parte del colectivo LGTBIQ+ sino por venir de contextos en los que están perseguidos y o sufren una fuerte discriminación. Cuenta que ya ha terminado el borrador de un libro con sus vivencias, donde denuncia la persecución LGTBIQ+, pone en valor a los supervivientes de las fronteras y la lgtbifobia. “Quiero ayudar a otras personas que han pasado por lo mismo que yo y que vean que no están solas”, confiesa ilusionado.

Si bien es cierto que las cifras oficiales no especifican el número de peticiones de protección internacional entre las personas LGTBIQ+ que llegan a España, las organizaciones involucradas en el sistema de acogida han percibido un aumento en los último años y, desde ACNUR, la Agencia de la ONU para los refugiados, confirman que “hay muchas solicitudes basadas en este motivo y también la tasa de protección suele ser más alta que en relación a otros motivos de la Convención de Ginebra”.

Una respuesta adaptada a las necesidades

En España ha habido algunos avances en materia de  protección internacional para las personas que huyen en busca de refugio tras sufrir persecución  por el hecho de formar parte del colectivo LGTBIQ+. Por ejemplo, la importancia de promover un tratamiento diferenciado a lo largo de todo el procedimiento y una intervención adecuada a sus necesidades de acogida, siendo importante la formación específica en la materia de todo el personal en contacto o que trabaja con personas solicitantes LGTBIQ+, o la existencia de más recursos y de  espacios seguros con equipo de profesionales especializados a cargo.

ACNUR es uno de los organismos que juega un papel importante para que estos avances sigan su curso. Entre muchas funciones, Eva Menéndez, punto focal en temas LGTBIQ+ de la Oficina de ACNUR en España, destaca el apoyo que brindan a las autoridades competentes en materia de asilo “para que refuercen sus capacidades y se puedan identificar las necesidades de protección internacional de dicho colectivo”.

“Es muy importante que se garantice el acceso seguro al procedimiento de asilo de estas personas, que se valoren correctamente sus solicitudes y se les proporcione una acogida adecuada para evitar no sólo que vuelvan a pasar por situaciones traumáticas, sino para que se promueva su autonomía, participación y empoderamiento”, asegura Ménéndez. También trabajan en contextos de gestión de llegadas irregulares donde hay que tener una mirada de protección “porque entre quienes llegan puede haber personas del colectivo LGTBIQ+ que no pueden retornar a sus países de origen en condiciones de seguridad. Por eso es fundamental desarrollar mecanismos para su correcta identificación y asegurar que reciben información sobre el derecho de asilo de una forma y en una lengua y lenguaje adaptado a su perfil”.

Se trata de un recorrido en el que cada vez tienen más protagonismo y participación las propias personas afectadas. Gente que, como Alex, comparten su historia para que no se repita y se avance en derechos.

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Fuente El Diario

La dura realidad de la comunidad LGTBI camerunesa

A finales de 2012, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos expresaba su preocupación por la complicada situación de las personas LGTB en Camerún, uno de los países con una LGTBIfobia social y de Estado más pujante. Y es que cada poco tiempo se producen noticias de detenciones y abusos policiales, algunas de las cuales hemos recogido a lo largo de los últimos años.

En noviembre de 2011 tres hombres fueron condenados a prisión acusados de mantener relaciones homosexuales en un coche (una de las “pruebas” que el juez tuvo en cuenta fue que los acusados habían estado bebiendo Baileys, una bebida poco masculina. Por fortuna este caso fue luego reconsiderado). En octubre de 2011 se condenó a tres años de cárcel a Jean-Claude Roger Mbédé por declararse a otro hombre por SMS, pena que fue confirmada en diciembre de 2012. Lamentablemente, en enero de 2014 Jean-Claude fallecíaabandonado por su familia, por las complicaciones derivadas del maltrato sufrido.

En julio de 2013 se conoció la sentencia a prisión de dos hombres detenidos dos años antes por mantener relaciones homosexuales. También en 2013, fue sentenciado a nueve años de cárcel Cornelius Fonya, acusado de mantener relaciones con un joven de 19 años, en un juicio plagado de irregularidades. Su abogado, Walter Atoh, ha debido huir del país tras ser amenazado de muerte, mientras se dilucida la apelación. Un año después, en junio de 2014, se dio a conocer la historia de una pareja homosexual que se vio obligada a huir de su localidad tras ser ataca por sus vecinos y detenida por la policía.

A finales de 2015, Joshua Mbarga, un activista LGTB, sufrió la invasión de su hogar por unos delincuentes que intentaron matarle tras robarle con total impunidad. Alertada por los vecinos, la Policía intervino hasta que los asaltantes decidieron acusar a Mbarga de pretender mantener relaciones sexuales con uno de ellos. En ese momento la víctima se convirtió en objeto de investigación.

En octubre de 2016, tuvo lugar una redada masiva en un local de ambiente LGTB de Yaundé, con un fuerte dispositivo policial que detuvo a todos los clientes y trabajadores presentes en el local. En diciembre del mismo año, fueron detenidos otros doce hombres por posesión de lubricantes y preservativos, algo considerado por las autoridades como prueba de comportamiento homosexual. A finales de 2017, tres jóvenes fueron detenidos tras caer en una trampa tendida por miembros del ejército, por lo que deberán ser juzgados por un tribunal militar. Y en enero de 2018, el asalto a un local de ambiente homosexual por un grupo de militares se saldaba con muerto y varios heridos graves.

En mayo de 2021, fueron condenadas a cinco años de cárcel dos mujeres trans acusadas de «tentativa de homosexualidad». Y en noviembre del mismo año, Una persona intersexual era agredida por un grupo de hombres.

Como explicábamos más arriba, las relaciones homosexuales están penadas con hasta cinco años de cárcel en Camerún, pero según la activista LGTB Alice Nkom solo se puede detener a una persona si se la encuentra en situación de «flagrante delito». Desgraciadamente, tal y como corrobora Human Rights Watch, son cada vez más los casos en los que la policía ignora este requerimiento.

Fuente Cristianos Gays

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